Skip to main content

Full text of "Bosquejo histórico de la República Oriental del Uruguay"

See other formats


Bosquejo  histórico  de  la 
República  Oriental  del  Uruguay 


Francisco  A.  Berra 


Google 


Bosquejo  histórico  de  la 
República  Oriental  del  Uruguay 


Francisco  A.  Berra 


Google 


Digitized  by  Google 


Digrtized  by  Google 


Digitized  by  Google 


igrtized  by  Google 


Digitized  by  Google 


Digrtized  by  Google 


I 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 

De  u 

REPÜBLICA  ORIENTAL 

DEL  ÜRUGÜAY 


rTHE  NEW  YvO'^-K: 

PÜBLiC  u)'-F\nY 


Digrtized  by  Google 


1 


Digitized  by  Google 


BOSQLEJO  HISTORICO 


DEL  URUGUAY 

POR 

F.  A.  BERRA,  abogado,  etc. 


GUA&TA  EDICIÓN 

RBFU1IB2DA  T  CONBIDERABLEllSNTfi  AUMENTADA 

el  Áator 


MONTEVIDEO 

FRANCISCO  YBARHA,  EDITOR 

Ubreria  Arfentlna 

iüb,  CALLE  RINCÓN,  Y  CÁMARAS  112 

/*  (Esquina  Plaza  ConstitociOo) 

y  1895 

PROPIEDAD  DEL  CDiTOft 


Digitized  by  Google 


Digitized  by  Google 


4 


A  LOS  LECTORES 

DE    LA    CUARTA  EDICIÓN 


La  presente  edición  del  Bosquejo  histórico  de  la 

Rei'Cblica  ORIEM  AL  i>KL  Ukuguay  dilicre  Considerable- 
mente  de  las  anteriores  por  varios  conceptos,  pero 
sobretodo  por  el  plan  }  por  las  materias  que  comprende. 
Será  útil»  pues,  que  demos  á  conocer  brevemente  las 
mejoras  y  que  expliquemos  su  razón  de  ser,  para  que 
el  lector  las  juzgue  sin  necesidad  de  que  se  engolfe  en 
li  lectura  de  la  obra. 

I 

Los  hechos  humanos  uo  ocurren  de  modo  inconexo  y 
m  orden,  sino  que  hay  entre  ellos  enlace  y  sucesión 
lógica,  pues  que  unos  son  causados  por  otros  anteriores. 
Y,  como  el  estudio  de  la  historia  obedece  al  propósito 
de  conocer  qué  efectos  se  han  seguido  á  determinados 
aconiccimientos  en  circunstancias  dadas,  para  inferir 
r^las  de  conducta  aplicables  á  las  acciones  ñituras,  se 
deduce  que  el  historiador  debe  presentar  ios  hechos 


Digitized  by  Google 


6 


A  LOS  LECTORES 


80^1  n  el  orden  y  la  dependencia  que  realmente  han 

teiiHlo. 

El  Autor  del  Bosquejo  procedió  así  en  las  ediciones 

anteriores,  puesto  (jue  rosuiiiió  los  principales  antece- 
dentes cada  vez  que  la  explicación  de  algún  hecho  lo 
reí|uorfa.  Pero,  habiendo  advertido  que  esta  manera 
Uo  üubirar  por  ocasiúa  satisíace  eu  medida  muy  escasa 
la  necesidad  intelectual  de  los  lectores^  porque  impide 
íibarcar  el  cuadro  de  todas  las  circunstancias  que  luílu- 
yen  en  la  producción  de  una  época  histórica,  ha  refor- 
mndo  esta  parte  del  plan  exponiendo,  antes  que  los 
sucesos  de  un  lapso  de  la  iiisioria  uruguaya,  los  princi- 
pales hechos  externos  deque  hayan  dependido  aquellos 
sucesos. 

Es  así  que  precede  á  la  obra  una  introducción  gene* 
ral,  en  la  cual  se  describe  el  estado  de  las  civilizaciones 
de  EuiX)i)a  y  de  América,  y  más  especialmente  de 
Esi)ana  y  del  Río  de  la  Plata  antes  de  la  conquista,  con 
el  lin  de  que  el  lector  se  explique  sin  esfuerzo  como 
pudieron  dominar  los  españoles  á  tantos  pueblos  ameri- 
canos A  pesar  de  la  gran  desigualdad  del  número  de 
combatientes,  y  como  la  civilización  importada  y  las 
instituciones  establecidas  por  los  conquistadores  fueron, 
con  todas  sus  ventajas  y  defectos,  propias  de  ia  civi- 
üzación  más  adelantada  de  los  tiempos. 

Y,  como  los  hechos  de  la  Banda  oriental  han  depen- 
dido muy  particularmente  del  estado  y  de  las  relaciones 
políticas  de  España,  de  Portugal  y  del  Brasil,  el  Autor 
ha  hecho  preceder  cada  hbro  de  historia  uruguaya  por 
un  libro  en  el  cual  ha  resumido  la  historia  de  aquellos 
países,  en  cuauLo  interesara  para  cxj)licar  los  acontecí- 


Digitized  by  Google 


Á  LOS  LBCTORBS 


alientos  del  Rfo  de  la  Plata  que  en  seguida  se  proponía 
eiponer. 

De  esta  manera  habrá  conseguido  que  los  estudiantes 

tengan  nociones  completas  y  claras,  y,  lo  que  no  es 
o^os  importante,  que  sean  ellos  mismos  quienes  for- 
sos  convicciones,  mediante  el  propio  ejeracio 
natural  de  su  inteligencia. 

11 

Los  historiadores  del  T'ni^ny  han  acostumbrado 
narrar  el  descubrimiento,  conquista  y  colonización  del 
Paraguay,  como  si  fliesen  hechos  de  la  historia  uru- 
;?uaya.  Más  de  un  historiador  de  iu  dominación  española 
ha  habido  qae  no  se  ha  ocjipado  de  otra  cosa  que  de  la 
dominación  española  del  I^iraguay,  bajo  el  título  de 
historia  uruguaya.  Este  concepto  se  ha  arraigado  de 
tal  manera,  que  por  haberse  resumido  en  pocas  páginas 
del  Bosquejo  las  cosas  del  Paraguay  en  la  edición  ter- 
cera, se  ha  dicho  que  el  Autor  elevó  su  edíflcio  histórico 
sobre  bases  muy  estrechas. 

Sin  embai^,  necesario  es  que  se  reconozca  que  se 
ha  incurrido  en  un  error  de  tanto  bulto,  que  sólo 
puede  explicarse  por  inadvertencia  en  los  primeros  que 
lo  cometieron  y  por  rutina  en  los  continuadores. 

El  Parag'uay  ha  estado  siempre  geográficamente  tan 
separado  de  la  Banda  oriental  del  Uruguay,  y  su  con- 
quista y  colonización  precedieron  de  tanto  tiempo  á  la 
conquista  y  colonización  del  territorio  uruguayo,  y  tan 
independiente  ha  sido  desde  el  origen  la  suerte  de 
ambos  países,  que  ao  sólo  es  aberración  inexcusable  el 


Digitized  by  Google 


8 


A  LOS  LECTORES 


presentar  la  historia  paraguaya  como  oriental,  sino  que 
no  hay  motivo  racional  ni  para  resumirla  á  manera  de 
antecedente  histórico,  como  la  hay  para  resumir  las 
historias  de  España,  de  Portugal  y  del  Brasil. 

El  Autor  ha  ehiuinado,  pues,  del  cuerpo  de  la  übra^ 
en  la  presente  edición,  la  historia  del  Paraguay,  y  sólo 
ha  puesto  algunos  apuntes  en  la  Introducción,  como 
datos  curiosos  que  le  han  servido  de  motivo  para  dar 
idea  de  instituciones  coloniales  que  es  útil  conocer, 
aunque  ao  se  hayan  adoptado  en  la  Banda  oriental  y 
son,  por  lo  mismo,  extraños  á  su  historia. 

III 

Pero,  si  así  debe  pensarse  del  Paraguay,  uo  de  Bue- 
nos Aires  y  del  extenso  territorio  á  que  ha  servido  y 
sirve  de  <  a[)ital,  y  (j\ie  se  extiende  del  Pilcomayo  al 
cabo  de  Hornos.  La  Banda  oriental  íUé  colonizada  des* 
pués  que  la  gobernación  de  Buenos  Aires  flié  instituida, 
y  fué  constantemente  parte  de  la  provincia  de  Buenos 
Aires  ó  de  las  Provincias-unidas,  hasta  1817,  y  auu 
después  de  1825,  hasta  que  se  le  dió  la  independencia 
de  que  hoy  goza.  Como  las  autoridades  de  la  Banda- 
oriental  dependieron  en  todo  ese  tiempo  de  las  princi- 
pales que  tuvieron  su  asieuio  en  Buenos  Aires,  así  en 
tiempo  de  la  dominación  española  como  después  de  la 
revolución  de  1810,  la  suerte  de  los  orientales  ha  estado 
subordinada  á  las  vicisitudes  de  la  administración  y  á 
los  movimientos  de  la  política  bonaerense  y  argentina. 

De  aquí  que  no  se  pueda  tratar  la  historia  uruguaya 
con  prescindencia  de  la  historia  argentina,  como  algu- 


Digitized  by  Google 


Á  LOS  LECTORES 


aos  han  preiendido,  llegando  hasta  calificar  de  ^  histo- 
ria aporteñada  »  la  que  se  ha  escrito  del  Uruguay  con 
abundantes  referencias  á  la  de  Buenos  Aires. 

£sta  correlación  es  de  dos  clases.  Desde  luego  se  vé 
que  los  sucesos  occidentales  tienen  respecto  de  los 
orientales  el  mismo  valor  de  antecedentes  que  tienen 
los  sucesos  de  Portugal  y  del  Brasil.  Pero  además  existe 
la  relación  del  todo  á  la  parte,  on  virtud  de  la  cual  las 
instituciones  y  los  hechos  argeníüm^  son  instituciones 
y  hechos  orientales,  asi  como  muchos  de  los  sucesos 
más  importantes  de  la  Banda  oriental  son  sucosos 
argenímos^  no  tanto  porque  se  hayan  reaUzado  en  esta 
parte  del  territorio  argentino,  sino  porque  son  hechos 
que  interesaron  á  toda  la  comunidad  de  los  pueblos 
orientales  y  occidentales ;  es  decir,  á  la  gobernación  de 
Buenos  Aires,  al  virreinato  ó  á  las  Provincias-unidas. 

E&ia  es  la  razón  porque  el  Autor  ha  resumido  la  his- 
toria argentina  en  seguida  de  resumir  la  española,  la 
portuguesa  y  la  brasileña,  y  porque  ha  comprendido 
en  ese  resumen  de  historia  ai^entína  los  principales 
acontecimientos  de  la  Banda  ó  provincia  oriental.  Así 
se  vé  fácil,  clara  y  completamente  cuales  han  sido  las 
relaciones  del  Uruguay  con  el  todo  de  que  tué  parte 
dependiente,  y  se  prepara  al  lector  para  leer  con  pro- 
vecho la  subsiguiente  narración  especial  y  detallada  de 
los  hechos  uruguayos: 

IV 

De  lo  expuesto  precedentemente  se  inñere  que  el 
Autor  ba  concebido  su  plan  de  modo  que  sirva  la  obra 


Digrtized  by  Google 


10 


A  LOS  LECTORES 


á  las  personas  que  conocen  poco  ó  han  olvidado  la  his- 
toria de  los  [»aíses  reluciunados  con  la  Banda  oriental 
que  se  han  mencionado.  Son  muy  numerosas  las  per- 
sonas del  pueblo  que  están  en  tal  caso.  Es  sabido,  ade- 
más» que  en  las  escuelas  y  en  los  colólos  se  enseña  la 
historia  nacional  antes  que  la  de  países  extranjeros. 
Luego,  el  plan  adoptado  por  el  Autor  da  al  Bosquejo 
condiciones  de  comprensibilidad  especialmente  adecua- 
das á  la  instrucción  popular  y  á  la  que  se  da  en  los 
establecimientos  de  enseñanza. 

Por  oti*a  parte,  como  en  los  antecedentes  se  resumen 
en  muy  poco  espacio  las  historias  de  Europa,  de  Amé^ 
rica»  de  España,  de  Portugal,  del  Brasil,  del  Para^ay, 
de  las  provincias  ariientinas  y  de  la  llanda  oriuiital, 
estas  nociones  sintéticas  destinadas  principalmente  á 
&cilitar  la  cabal  inteligencia  del  libro,  pueden  em- 
picarse para  dar  un  curso  muy  breve  de  historia  gene- 
ral. Pero  su  importancia  más  apreciable  consiste  en 
que  permite  aplicar  á  la  enseñanza  de  la  Instoria  el 
principio  pedagógico  universaimente  conocido  con  el 
nombre  de  desarrollo  concénMco,  El  lector  aprende  en 
el  Bosquejo  ante  todo  los  hechos  culminantes;  y  cuando 
ha  explorado,  por  decirlo  asi,  el  campo  del  estudio  y  ha 
dominado  su  conjunto,  pasa  á  tratar  la  misma  materia 
más  circunstanciadamente,  con  mucha  más  facilidad 
de  inteligencia  y  de  memoria  que  si  de  una  vez  sola 
abordase  toda  la  complicada  red  de  acontecimientos. 

Ei  Autor  se  propuso  realizar  este  plan  en  todo  el  libro ; 
pero,  siendo  muciias  sus  ocupaciones  y  poco  el  tiempo 
de  que  puede  disponer  para  trabajos  extraños  á  su  pro- 
fesión, no  ha  podido  ejecutarlo,  para  la  fecha  en  que  ha 


1 


Digitized  by  Google 


k  LOS  LECTORES 


debido  imprimirse  esta  edición,  sino  hasta  el  momento  en 

que,  vencido  Artillas  y  refugiado  en  el  Paraguay,  quedan 
lo&  portugueses  adueuados  de  ia  provincia  uruguaya. 
Como  es  de  esperarse  que  el  Bosquejo  no  sea  menos 
í^licitado  en  lo  futuro  que  en  lo  pasado,  la  próxima 
edición  aparecerá  totalmente  reformada  seg^n  el  plan 
loe  el  Autor  ha  aplicado  en  sus  dos  priuieros  tercios. 

V 

Otra  novedad  importante  de  la  cuarta  edición  está  en 

la  elección  de  materia.  Los  tratados  de  historia  ui'u- 
guaya  se  han  ocupado  exclusivamente  de  los  hechos 
administrativos  v  militares,  como  si  fueran  los  únicos 
importantes  ó  los  más  importantes  que  en  un  país 
ocurren. 

Tienen  importancia, sui  duda  niní,''una,  porque  de  ellos 
se  derivan  á  menudo  sucesos  de  trascendencia*  Pero  ni 
es  tanta  que  requieran  la  abundancia  fatigosa  de  por- 
menores, con  que  se  les  suele  relatar,  ni  tan  exclusiva 
qoe  ningún  otro  orden  de  hechos  merezca  una  parte  del 
espacio  que  á  ellos  se  consagra. 

El  Autor  piensa  que  los  hechos  administrativos  y 
Uiiiitáres  no  del»en  ocupar  luizar  en  un  compendio  his- 
tórico, sino  cuando  son  de  tal  importancia,  que  iiayan 
generado  alteraciones  graves  en  la  vida  i)olítica  ó  civil 
deles  pueblos,  y  que  deben  darse  á  conocer  sin  más 
detalles  que  los  necesarios  para  demostrar  cómo  influye- 
ron en  lo  venidero.  Y  piensa  por  otra  j)arte  que  tanto  ó 
más  que  aquellos  sucesos  interesa  conocer  las  costumbres 
I>opulares  y  las  instituciones,  porque  en  ellas  está  ver- 


Digitized  by  Google 


12 


Á  LOS  LBíTTORES 


daderamente  la  raí;;  y  la  fuerza  eficiente  de  todos  los 

acontecimientos  iuiuianos. 

Consecuente  con  estas  ideas»  el  Autor  se  ha  detenido 
muy  poco  á  describir  batallas,  y  no  ha  cuidado  de  |>ar- 
licularizarse  con  act  iuüe¿>  iiiíii^iiilicantes ;  peix)  en 
cambio  ha  descripto  costumbres  de  todas  clases,  ha 
dado  á  conorer  insniuciuiies  y  lia  diseñinlo  cuidadosa- 
mente el  cuadro  de  la  lucha  de  los  ¿grandes  sistemas 
políticos  del  Río  de  la  Plata,  con  el  fin  de  que  los  lecto- 
res se  den  cuenta,  por  este  medio,  de  nuu  has  cosas  que 
se  imaginan  ó  se  niegan  hoy  en  día  falsamente,  ix)rque 
se  supone  que  la  civilización  de  la  América  era,  hace 
setenta  ó  cien  años,  la  misma  que  ahora  es. 

Desgraciadamente  son  muy  escasos  é  incompletos  los 
documentos  á  que  el  Iiistoriftdor  pueda  recui^rir  para 
conocer  la  vida  civil  de  los  pueblos  ui^banos  y  rurales  de 
aquellos  tiempos,  y  esos  mismos  no  siempre  íljan  la 
época  en  que  tales  ó  cuales  costumhres  duminalKUi,  por 
manera  que  exponen  á  incurrir  en  anacronismos  de 
más  ó  menos  gravedad.  El  Autor  ha  usado  con  la  dis- 
creción que  ha  podido  ios  documentos  que  ha  tenido  a 
mano,  entre  los  cuales  merecen  citarse  especialmente 
las  obras  de  Azara  y  el  Montevideo  antiguo  de  don 
Isidoro  De-María.  (1)  No  puede  tener  la  >aiisiaccióü  de 
haber  sido  completo,  ni  enteramente  verdadero,  porque 
el  serlo  no  ha  dependido  de  su  voluntad  ni  de  sus 
medios.  Pero  ha  tarazado  una  nueva  dirección  en  obras 
nacionales  de  este  género,  y  espera  que  con  olio  hará 

(1 !  1,1  Amor  e<fá  muv  .igiatl«'i  ¡tlo  a  rstr  svúor  por  la  *  aljalUní>iilad  con  qiw 
\v  li.i  I  *  rmitiilo  que  usaru  lilireineiile  de  \m  noticias  que  lU  <mi  la  inleie&anle 
obra  ciiuda. 


Digrtized  by  Google 


A  LOS  LECTORES 


13 


más  bien  que  si  por  no  incurrir  en  inevitables  errores 

se  hubiese  absieiiido  de  dará  su  refundición  el  carácter 
que  en  su  concepto  debe  tener. 

Á  estas  adiciones  se  debe  el  aumento  de  volumen  do 
la  obía.  Mas  no  por  ésto  se  habrá  aumentado  la  fatiga 
de  los  lectores.  £1  cansancio  no  depende  tanto  del 
námero  de  páginas  que  se  lee  como  fio  la  materia  leída, 
l.'na  página  llena  de  nombres  y  de  lechas  fatiga  mucho 
más  que  veinte  de  una  relación  de  costumbres.  La  his- 
toria, tratada  couio  loes,  en  esta  edición  del  Bosquejo, 
tiene  la  propiedad  de  ser  tau  amena,  interesante  y  fácil 
romo  útil. 

VI 

El  criterio  con  que  el  autor  lia  escrito  el  Bosquejo 
merece  algunas  consideraciones. 

£1  fin  práctico  de  la  historia  no  es  satisfacer  la  curio- 
sidad, ni  aun  exaltar  el  sentimiento  patriótico,  como 
muchos  creen  incurriendo.engi^avísimo  error :  es  servir 
de  guiñ  á  la  conducta  ftitura  de  los  hombres,  mostrando 
cuales  son  ios  efectos  que  fatalmente  se  siguen  de  deter- 
minados hechos  verificados  en  determinadas  circuns- 
tancias. 

Por  tanto,  es  condición  esencial  de  la  historia  :  que 
los  hechos  y  sus  efectos  sean  narrados  con  entera  fran- 
queza y  exactitud,  sean  buenos  ó  malos,  agradables  ó 
desagradables ;  y  que  esos  hechos  y  efectos  sean  juzga- 
dos con  austera  imparcialidad,  sin  detenerse  á  conside- 
rar si  los  juicios  humillarán  el  sentimiento  nacional  ó  si 
causarán  el  orgullo  del  pueblo.  Ningún  interés  legítimo 
esui  reñido  con  la  verdad,  ni  con  la  justicia. 


Digrtized  by  Google 


14 


Á  LOS  LECTORES 


El  juicio  de  los  hechos  históricos  suele  ser  mateiúa  de 
apreciaciones  diversas,  cuyo  valor  moral  y  práctico 
conviene  dilucidar,  aunque  sea  brevemente. 
Cuando  los  hechos  son  remotos  puede  ocurrir : 
P  Que  algunos  de  los  actores  pertenezcan  á  una 
civilización  adelantada. 

2.  ^  Que  los  demás  actores  pertenezcan  á  pueblos 
iiiueho  menos  civilizados. 

3.  ''  Que  ambas  civilizaciones»  ó  una  de  ellas»  sean 
atrasadas  respecto  de  la  presente. 

Y  cuando  de  lales  hechos  se  trata  opinan  unos  que 
deben  juzgarse  comparándolos  con  las  ideas  que  eran 
propias  del  pueblu  a  que  los  actores  pertenecieron,  en 
la  época  en  que  se  desenvolvieron  los  acontecimientos ;  y 
otros  opinan  que  todos  los  liechos,  por  remotos  que  sean, 
deben  juzgarse  según  las  ideas  del  presente.  Si  se  adopta 
la  primera  de  estas  opiniones,  se  reputarán  hechos 
correciíísimos  ios  de  los  pueblos  que  obraron  según  las 
ideas  que  tenían,  aunque  ahora  esté  demostrado  que 
esas  ideas  eran  erróneas  6  malas  ;  pero,  si  se  adopta  la 
segunda  opinión»  se  reputarán  malos  todos  los  hechos 
que  no  se  conformen  con  las  ideas  presentes»  aunque  se 
hubiesen  ajustado  á  las  ideas  de  su  época  y  lugar. 

¿  Cuál  de  las  dos  opiniones  es  la  verdadera  { ¿Cuál  es 
la  falsa  ?  Es  fácil  demostrar  que  una  de  ellas  no  existi- 
ría» si  no  se  confundiesen  las  expresiones  ^  explicar  un 
hecho  «  y  -  jitstíficar  un  hecho,  «  que  tienen  significa- 
ción prolUiidameüte  diversa.  Si,  por  ejemplo,  las  creen- 
cias religiosas  impusieron  á  un  pueblo  el  deber  de 
niuüiar  en  vida,  sin  necesidad  niuguna,  ;í  las  personas 
de  todo  pueblo  vencido  en  la  guerra»  se  expHcatian  per* 


Digitized  by  Google 


X  LOS  LECTORES 


15 


fedamente  esas  mutilaciones  y  el  gozo  con  que  se  ejeeu* 
taran,  pues  los  autores  tuvieron  tales  ideas,  que  creyeron 
ese  acto  meritorio  y  grato  á  la  divinidad.  Pero  nos- 
oíros,  si  bien  esiaríiimos  convencidos  de  que  aquellos 
antepasados  obraron  según  su  conciencia,  pensaríamos 
ahora,  con  arreglo  á  nuestras  ideas,  que  tales  mutila- 
ciones eran  actos  abominables,  y  que  el  pueblo  que  los 
ejecutaba  fué  un  pueblo  feroz.  No  reputaríamos  buena 
su  conducta,  no  la  tendríamos  por  justa,  no  la  justifica* 
riuinos.  Pensaríamos  que  aquellas  atrocidades  íUeron 
determinadas  por  un  error  de  opinión,  y  que  este  error 
las  hizo  inevitables ;  pero  no  negaremos  que  la  opinión 
ibé  errónea,  no  pondremos  en  duda  que  la  costumbre 
fué  horriblemente  mala,  no  vacilaiemos  en  declarar 
que  el  pueblo  que  así  pensaba  y  obraba  era  un  pueblo 
salvaje. 

£sta  iiipótesis  tiene  su  realidad  en  la  vida  humana. 
En  cada  época,  en  cada  nación,  y  en  cada  clase  popular 
prevalecen  ciertas  ideas;  y,  como  nadie  obra  ordinaria- 
mente sino  en  conformidad  con  sus  opiniones,  resulta 

que  los  actos  humanos  se  suelen  ajustar  á  las  ideas  que 

rigen  en  ei  tiempo  y  en  el  lugar  en  que  ocurren ;  es 
decir  á  las  ideas  de  que  participan  los  actores. 

Suele  suceder  también,  á  menudo,  que  las  circuns- 
tancias impiden  obrar  segán  ios  principios  que  los 
autores  profesan,  y  aun  que  obligan  á  obrai'  de  modo 
que  los  actores  no  quisieran. 

Los  contemporáneos  de  esos  hombres  los  juzgan  según 
las  ideas  de  su  época  y  de  su  clase  social  :  reputan 
bueno  todo  lo  que  se  conforma  con  el  modo  de  pensar 
común,  malo  todo  lo  que  no  se  conforma ;  es  decir  que 


Digitized  by  Google 


16  A  L«>S  LECTORES 

justifican  ó  no  los  hechos,  en  virtud  de  tal  principio. 

Los  juzgan  además  según  las  circunstancias  externas 
que  hayan  influido  en  el  obrar.  Sí  han  sido  causa  do 
que  los  lioiiilires  ejecutaran  algo  á  pesar  de  no  creerlo 
bueno,  reputan  maia  la  acción,  pero  consideran  á  la  vez 
que  los  actores  ftieron  obligados  á  ejecutarla;  y,  así 
como  por  ser  mala  no  la  juhiiíican,  por  haber  sido 
forzosa  juz^n  á  los  actores  Ubres  de  responsabilidad  y 
los  absuelven. 

Viene  medio  siglo,  un  siglo,  vanos  siglos  más  taixie 
el  historiador,  nacido  y  educado  en  un  pueblo  mucho 
más  adelantado,  cuyas  ideas  diñeren,  ])or  lo  mismo,  de 
las  que  prevalecían  cuando  aquellos  hechos  se  verifi- 
caron. K-^e  historiador  no  puede  prescindir  del  modo  de 
ser  de  sus  antepasados ;  no  puede  pretender  racional- 
mente que  un  pueblo  imbuido  por  ideas  que  diAeren  de 
las  suyas,  ó  necesitado  de  obrar  por  circunstancias 
distintas  de  las  que  al  historiador  rodean,  observara 
una  conducta  iiorual  á  la  que  él  observaría  acomodán- 
dose al  modo  de  pensar  y  al  estado  de  las  cosas  en  el 
momento  en  que  vive.  La  lógica  natural  de  los  sucesos 
requiere  que  estudie,  además  que  los  hechos,  las  ideas 
y  las  demls  circunstancias  que  los  determinaim,  y  que 
demuestre  la  relación  que  hu1>o  entre  los  primeros  y  los 
úlumos.  Requiere  que  crjjüí^uc  la  lógica  de  los  aconte- 
cimientos. 

{ Se  deduce  de  aquí  que  el  historiador  debe  prescindir 

de  las  doctrinas  que  ligen  en  el  lugar  y  tiempo  en  que 
escribe?  De  manera  alguna. 

Vaí  lo  moral,  como  en  lo  físico,  progresan  las  cien- 
cias. Teorías  que  no  ha  mucho  se  consideraban  verda- 


Digrtized  by  Google 


Á  LOS  LECTORES 


Í7 


lleras  son  hoy  desechadas  por  falsas,  y  otras  nuevas  las 
reemplazan  en  la  dirección  de  la  vida. 

Si  por  algo  existe  la  ciencia  y  se  desenvuelve  mediante 
la  coDsagrucióu  de  los  talentos  más  preclaros,  es  porque 
reconoce  y  ha  reconocido  el  mundo  en  todo  tiempo  la 
necesidad  de  que  en  las  industrias  y  en  las  relaciones 
humanas  de  toda  ciase  se  conformen  las  acciones  con 
las  leyes  de  la  naturaleza ;  cuya  certeza  es  la  razón 
[)oniue  los  cuidadanos  y  los  gobiernos  inculcan  á  los 
pueblos,  desde  la  infancia,  los  progresos  que  realiza  el 
aiSn  de  los  sabios. 

El  historiador  es  un  obrero  de  esta  labor  universal 
encaminada  á  hacer  progresar  á  los  hombres.  Su  misión 
consiste  :  en  estudiar  los  sucesos  pasados,  sus  causas  y 
sus  efectos ;  en  demostrar  qué  leyes  presiden  el  enca- 
denamiento de  los  grandes  actos  humanos ;  en  discernir 
en  qué  cumplieron  y  en  qué  infringieron  las  genera- 
ciones extinguidas  las  nociones  que  ahora  se  reputan 
verdaderas ;  y  en  inferir  cómo  las  consecuencias  funes- 
tas se  han  debido  al  error,  y  cómo  se  habrían  evitado 
si  se  hubiesen  conocido  y  aplicado  las  verdades  descu- 
t'ienas  ¡losteriormente.  Estas  investigaciones  y  demos- 
traciones van  al  mismo  íin  que  todas  las  demás  de  la 
ciencia  :  al  fin  de  conocer  la  naturaleza,  y  la  necesidad 
de  acomudarlo  todo  á  sus  fuerzas  y  á  sus  leyes,  para 
que  las  generaciones  presentes  y  venideras  eludan  las 
faltas  en  que  incurrieron  las  pasadas,  ya  [)or  el  temor 
de  que  la  sanción  natural  haga  seguir  las  faltas  de  más 
¿  menos  graves  desventuras,  ya  por  la  esperanza  de  que 
la  observancia  de  las  buenas  ideas  sea  fuente  de  bie- 
nestar. 

3 


I 


Digrtized  by  Google 


18 


A  LOS  LECTOKKS 


Si  el  historiador  debiera  contraerse  á  juzgar  á  los 

hombres  y  los  acontecimientos  se^ún  el  criterio,  verda- 
dero ó  íalso,  de  lu  época  eii  ([xw  íigunuron  los  primeros 
y  ocurrieron  los  segundos,  resultaría  ({ue  hoy  reputaría 
líueno  y  pt*rfecto  1<>  qiiu  btieno  y  perfecto  i)arerió  en 
tiempos  anteriores*  á  pesar  de  que  los  progresos  de  la 
ciencia  hubiesen  demostrado  que  lo  que  antes  pareció 
períecto  y  bueno  lúe  en  realidad  defectuoso  y  malo ;  y 
con  proceder  tan  anacrónico  la  historia  seniría,  no 
como  fuerza  impul^-iva  de  progresos  morales  y  mate- 
riales que  obrara  en  armonía  con  las  fuerzas  civilizar 
doras  de  las  demás  ramas  de  la  ciencia,  pero  sí  como 
un  poder  reaci  lunario  aplicado  á  difundir  y  á  perpetuar 
en  la  humanidad  los  errores  de  todos  los  siglos. 

Bl  historiador  debe  constatar  si  tales  acciones  {Midie- 
ron ocurrir  ó  no  de  otro  modo  que  como  ocurrieron, 
dadas  las  ideas  y  las  circunstancias  del  medio  en  que  se 
realizaron;  pero  tiene  también  el  deber  de  demostrar 
que  lo  hecho  en  otros  tiempos  en  concepto  de  bueno  no 
lo  ñié  realmente ;  y  que,  si  sus  autores  merecen  ser 
disculpados  en  consideración  á  su  ignorancia  y  á  su 
educación»  no  por  eso  ha  sido  legitima  su  conducta, 
no  por  eso  merece  que  la  posteridad  la  repute  moral  y 
justa.  No  es  razonable  esperai'  del  l)árbaro  más  que 
barbarie,  ni  del  salraje  más  que  salvsyismo ;  pero  el 
bárbaro  será  siempre  bárbaro ;  el  salvaje,  salvaje  ;  y 
serán  la  barbarie  y  el  salv^ismo,  barbarie  y  salvajismo 
siempre. 

Así  piensa  el  Autor.  Tal  es  el  criiei  io  que  ha  aplicado 
en  el  Bosquejo  histórico.  En  esta  edición»  mucho  más 
que  en  las  anteriores,  se  esmera  por  dar  á  conocer  las 


Digrtized  by  Google 


A  LO^  Li¿CTORES 


19 


<:oudiciones  de  los  pueblos  cuya  historia  escribe,  y  las 
circunstancias  que  influyeron  en  los  sucesos.  Cumple 
esta  parte  de  sus  deberes  con  toda  la  imparcialidad  que 
ha  podido ;  y  asi  ha  sido  justo  con  el  pasado.  Pero, 
considerando  que  la  historia  debe  servir  para  corregir 
las  ideas  y  para  moralizar  las  costumbres  del  porvenir, 
juzga  ios  hombres  y  los  hechos  segün  los  principios  que 
hoy  reciben  universal  acatamiento ;  los  aplaude  si  son 
buenos,  los  condena  si  son  malos ;  y  los  condena,  sobre 
todo,  si  son  malos  según  las  ideas  que  rigen  en  lo  pre- 
sente y  según  las  ideas  qixo  regían  cuando  los  hechos 
se  verificaron. 

Este  modo  austero  de  tratar  la  historia  no  será  del 
agrrado  de  los  que  por  cálculo  hacen  alarde  de  patriotas 
encubriendo  y  aun  ensalzando  cuanto  merece  vituperio  ; 
no  lo  será  tampoco  de  los  que  ingenuamente  han  sen- 
tado plaza  de  chauc mistas,  que  de  iodo  esto  abunda  en 
el  Uruguay  como  en  todas  partes  ;  pero  la  austeridad 
es  lo  que  más  conviene,  por  dura  que  sea,  á  los  inte- 
reses morales  del  pueblo  ^  lo  que  mejor  satisiace  las 
exigencias  de  todo  corazón  verdaderamente  patriota  y 
iioni*ado. 

Montevideo,  1895. 


Digrtized  by  Google 


Bosau£JO  uisióaico 

DE  Lk 

REPÜBLICA  ORIENTAL 

DEL  UROGUAT 


LIBRO  PRIMERO 


INTRODUCCIÓN  GENERAL 
La  coiiquista  de  la  Banda  occidental  del  Uruguay 


CAPÍTULO  I 

LA  BDKOPA  Y  LA.  AMÉRICA  Á  PRINCIPIOS  D£L  SIQLO  XVI 

I.  —  Desenbrimleiito  de  Amériea 

Aunque  parece  cierto  que  varios  siglos  antes  habían 
üag^o  ya  al  continente  americano  algunos  europeos» 
esa  emigración  había  sido  suspendida  y  olvidada,  razón 
por  la  cual  no  se  conocía  en  Europa  la  existencia  de  un 
continente  occidental  cuando  á  fines  del  siglo  XV  lo 
descubrió  el  genovés  Cristóbal  Colón,  puesto  al  servicio 
de  los  reyes  de  Aragón  y  de  Castilla. 

En  esa  misma  época  los  portugueses  habían  empe* 
fado  á  llamar  la  atención  del  Mundo  por  sus  descubri- 
luieatos  á  lo  largo  de  la  margen  occidental  del  África,  y 


Digrtized  by  Google 


22  BOüQLiiJü  tílSTÚRlCt» 

por  haber  descubierto  el  camino  marítimo  de  las  Indias,. 

doblando  el  cabo  de  luieiia-esperanza. 

Elstos  iiechos  contemporáneos  do  ilus  naciones  vt»ci- 
nas,  fueron  el  origen  del  gran  (K>derio  que  ambas  tuvie* 
ron  y  de  las  grandes  rivalidades  que  causaron  durante 
más  de  tres  siglos  muchas  de  las  más  graves  vicisitudes 
de  su  historia. 

II.  —  hm  UMriMMM  á  iKtediilot  del  dflo  XTI 

La  América  no  tenía  nombre  ^^  ^  irráfico  general 
cuando  (uó  desrul)ierta  por  Culón,  ni  tuvieron  idea  de 
sus  dimensiones  los  primeros  que  la  ocuparon.  Su  cono- 
cimiento se  extendió  poco  á  poco,  á  favor  de  las  expío* 
raciones  que  hicieron  navegantes  y  conquistadores  en 
varios  jmntos  de  las  costas  orientales  y  occidentah^s. 
Desde  que  se  reconoció  que  es  un  coniinenie  se  le  llamó 
el  Attevo  mundo^  nombre  que  se  emplea  todavía.  Los 
españoles  solían  llamarle,  sobre  todo  en  lenguaje  ofi- 
cial, las  Indias ,  i>en)  luego  se  ereneralizó  también  el 
nombre  de  A?né^ica^  y  prevaleció  \k)V  úlLimo.  Esta 
denominación  le  vino  de  que  Américo  Vespucci  ó  Ves- 
pucio,  que  vligó  por  las  nuevas  tierras  algunos  ailos 
después  del  descubrimiento,  publicó  varias  cartas 
geográficas  de  las  regiones  4iie  había  visitado,  á  las 
cuales  denominaban,  segtin  se  dice,  amcricas,  y  de  que 
esta  denominación  se  extendió  de  las  cartas  á  la  cosa 
que  ellas  representaban. 

Los  descubridores  hallaron  el  territorio  aaicricanu 
poblado  en  toda  su  extensión  por  una  raza  de  hombres 
distinta  de  las  que  habitaban  la  Europa  y  el  África»  y 
semejante  á  la  que  habitaba  el  Asia ;  es  decir  que  no 
era  blanca  como  la  primera,  ni  ne*:ra  (  ouiu  la  segunda, 
y  sí  de  un  color  intermedio  que  variaba  entre  el  ama- 
rillo, el  rojo,  el  bronceado  y  el  aceitunado  más  ó  menos 


Digrtized  by  Google 


I>£   LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  D£L  URUGUAY  23 


oscuro.  La  raza  americana  ha  sido  dividida  por  razones 
cuyo  valor  cieiitííico  no  está  comprobado,  en  ocho 
grandes  sub-raziis  que  ocupaban :  la  californiana,  la 
roja  y  la  mejicana,  el  Oeste,  el  centro  y  el  Sud  de  Norte- 
américa; la  caribe,  la  peruana,  la  hrasilefia,  la  pam- 
peana y  la  araucana,  el  Norte,  el  Oeste,  el  Este  y  el 
Sud  de  la  América  meridional.  Cada  sub-raza  se  dividía 
en  variedades,  á  las  cuales  llamaron  naciones  los  espa- 
ñoles que  las  conocieron  y  describieron.  El  número  de 
lenguas  que  entre  todas  baldaron  no  es  menor,  segtin 
se  afirma,  que  400;  ni  son  menos  de  2^000  los  dialectos 
qae  de  estas  lenguas  nacieron.  Tan  gran  número  de 
maneras  de  hablar  da  idea  de  lo  muy  dividida  que 
estaba  la  población  americana,  y  do  la  duración  que 
habían  tenido  tales  divisiones,  pues  las  lenguas  y  los 
dialectos  no  se  forman  sino  mediante  el  transcurso  de 

m 

muchos  años. 

La  civilización  de  los  americanos  era  muy  desigual. 
En  las  regiones  que  se  extienden  al  Norte  del  it^iuio,  en 
éste  y  al  Sur,  al  Oeste  de  los  Andes,  estaba  bastante 
adelantada.  Estos  pueblos  poseían,  en  mayor  ó  menor 
grado,  nociones  de  varias  ciencias;  cultivaban  la  escul- 
tura, la  arquitectura  y  la  literatura,  en  alguna  de  cuyas 
artes  habían  producido  obras  monumentales;  habían 
progresado  en  la  agricultura;  ejercían  varías  industrias 
manufactureras,  y  son  muy  dignas  de  estudio  sus  insti- 
tuciones civiles,  religiosas  y  políticas,  así  como  la  orga- 
nización social,  sobre  todo  en  los  grandes  imperios  de 
M^ico  y  del  Perú.  Pero,  fuera  de  allí,  las  poblaciones 
americanas  eran  mucho  menos  civilizadas  ó  entera- 
mente salvajes.  Industrias  y  gobierno  eran  en  ellas  tan 
nidimeniarios,  tan  imperfectos  y  escasos,  que  apenas 
bastaban  para  impedir  que  se  negara  su  existencia. 


Dig'itized  by 


24 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


III.  —  Los  habitantes  del  Uragnar  en  tiempo  de  la  conquista 

Kn  las  regiones  próximas  al  río  de  la  Plata  estaban 
situadas  las  sub-razas  brasileña  y  pampeana.  La  primera 
habitaba  el  Brasil,  Corrientes  y  el  Paraguay  principal- 
mente. La  segunda  ocupaba  el  espacio  comprendido 
entro  el  Atlántico  y  los  Andes,  y  la  Patagonia  y  el 
Chaco.  Los  individuos  de  ambas  tenían  el  cabello  negrro, 
lacio,  grueso  y  duix),  y  poca  ó  ninguna  barba.  Pero 
diferían  en  que  mientras  los  brasileños  eran  de  color 
amarilloso  tirando  á  rojizo  muy  pálido,  rostro  circular, 
ojos  frecuentemente  oblicuos,  nariz  corta  y  delgada, 
l)()ca  mediana  poco  saliente,  labios  finos,  rasgos  afemi- 
nados y  fisonomía  dulce,  los  pampeanos  ó  pampas 
tenían  color  de  aceituna  moreno  ó  marrón  oscuro, 
rostro  alargado,  ojos  horizontales,  nariz  muy  corta  y 
abierta,  boca  grande,  labios  gruesos,  rasgos  varoniles 
muy  pronunciados,  y  expresión  fisonómica  fría,  á 
menudo  feroz. 

Una  de  las  naciones  brasileñas,  la  gnaranitica,  que 
se  distinguía  por  la  claridad  de  su  color,  se  había  exten- 
dido por  el  Sud  del  Bri\sil,  Corrientes  y  el  Paraguay;  y 
otra  de  las  naciones  pami)eanas,  la  charrúa,  de  color 
casi  negro,  habitaba  entre  los  ríos  Uruguay  y  Paraná. 
Varias  naciones  ocupaban  la  zona  comprendida  entre 
la  laguna  Merim  y  el  Uruguay,  el  río  de  la  Plata  y  el 
río  Negro.  Si  esas  naciones  pertenecían  todas  á  la  sub- 
raza  pampeana  ó  á  ésta  y  á  la  brasileña,  es  cosa  que  se 
ha  discutido  y  que  no  está  todavía  l)ien  averiguada.  No 
se  duda  do  (jue  parte  de  la  nación  charrúa  vivía  sobre 
la  margen  izquierda  del  Plata,  entre  el  Uruguay  y  el 
cabo  de  Santa-María,  internándose  haoia  el  Norte  unas 
veinte  ó  treinta  leguas.  Y,  aun  cuando  naturalistas  de 
reputación  han  opinado  hace  medio  siglo  que  á  la 


Digitized  by  Google 


DE  LA  KEPÜBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  25 


misma  nación  pertenecieron  los  demás  pobladores, 
parece  que  estudios  hechos  después  tienden  á  dem(3Strar 
que  la  nación  guaraní  se  había  corrido  desde  el  lirasil 
á  las  tierras  que  lindan  con  la  margen  occidental  de  la 
ia^na  Merim,  y  aun  á  las  márgenes  del  rfo  Negro  y 
á  las  islas  del  Uruguay  situadas  frente  á  la  desem- 
bocadura de  aquel  aüueute,  en  grupos  que  se  dis- 
tinguían con  los  nombres  de  guenoas^  martidanes^ 
éhanáSy  etc.  (1). 

Los  guaraníes  estaban  atrasadísimos  en  conocimien- 
tos é  industrias.  Los  más  no  contaban  sol)re  cuatro 
tmidades;  pocos  llegaban  á  diez.  Ingerían  semicruda  la 
carne,  porque  la  encontraban  más  sabrosa  que  cocida 
é  asada.  Eran  muy  diestros  en  la  pesca  y  en  la  caza  y 
algo  se  dedicaban  á  la  a«7ricultiira,  cuya  ocupación 
demuestra  que  sus  j^arot^o^  ó  estaciones  en  un  punto 
determinado  solían  ser  duraderas.  No  se  vestían :  sólo 
se  cubrían  por  delante  desde  la  cintura  hasta  algo  más 
arriba  que  las  rodillas;  pero  se  adornaban  con  plumas, 
con  collares  y  con  brazaletes.  Vivían  en  chozas,  nave- 
gaban en  piraguas  y  se  acostaban  en  hamacas,  cuyas 
cosas  todas  ellos  mismos  construían,  así  como  los  vasos 
(le  barro  cocido  que  usaban  para  beber  ó  empleaban 
para  encerrtar  en  ellos  los  esqueletos  antes  de  deposi- 
tarlos bajo  de  tierra  deíinitivamente.  Más  atrasada  aún 
en  la  industria  de  los  charrúas.  No  conocían  la  nave- 
gación ni  la  agricultura.  Hombres  y  mujeres  se  cubrían 
parte  del  cuerpo  c  on  mantas  de  cuero.  Sus  viviendas  se 
componían  también  de  cueros,  sostenidos  por  cuatro 
palos»  y  tácilmente  se  desarmaban  y  eran  transporta- 

(1)  Don  Jo&é  H.  Figueira  descubriu,  íiácq.  al^;uiiui  ai^  is,  en  la  purle  orieulal 
4i  MUí  lerrttorio  numerosos  túmulos  que  coiiienían  restos  humanos  del  tipo 
MieOo.  Hace  poco  el  misino  teftor,  en  excavaciones  que  hizo  en  las  islas 
M  rio  Negro  como  individuo  de  la  OmináH  de  /i<tl9ría  arntricatui  pirthM» 
halló  restos  que  le  inJaccn  á  creer  que  pertenecen  al  mismo  tipo* 


Digrtized  by  Google 


26  Bk.>(¿1:EJv  H1:STÓR1C0 

dos,  así  que  la  caza  escaseaba  y  les  inducía  á  trasla- 
darse á  parajes  en  que  más  abundara.  Tanto  los  gua- 

rani<  c  inv  los  chamí-ts  hacían  ¡nstiuuiciiios  y  armas 
de  madera  ó  de  piedra,  nunca  de  cuerpos  metálicos. 
Esto  se  debe  á  qae  no  sabían  elaborar  ni  trabajar  los 
metales.  Pero  pulían  lien  la  madera  y  la  piedra,  sir- 
viéndose de  piedras  más  duras  <  1\. 

Los  gnaranís  y  los  charrúas  se  reunían  en  pequeños 
grupos  ó  tribus.  Aquéllos  reconocían  la  autoridad  de  un 
jefe  en  ca  la  tribu.  Este  jefe,  ^  je  lo  era  civil  y  miliiai  , 
y  se  llamaba  tubicha,  era  desangre  nuiile  y  adquiría  el 
mando  por  herencia.  Los  súbditos  ó  mboyás  le  presta- 
ban el  homenaje  de  labrar  la  tierra,  de  sembrar,  de 
recogerlos  ir  utos,  de  edificar  las  chuziis  y  de  servirle 
en  las  guerras  que  sostuviera  con  tribus  de  otxas 
naciones.  Los  charrúas^  más  independientes  ó  indisci- 
plinados, no  obedecían  ú  obedecían  apenas  en  tiempo 
de  paz  a  ea^ique  aliruno,  sino  que  cada  individuo  obral)a 
según  su  voluntad,  una  vez  que  desaparecía  por  la  edñd 
la  subordinación  natural  de  la  familia.  En  tiempo  de 
guerra  elegían  para  jefe  al  más  valiente  y  feroz  y  á  él 
seguían  mientras  duraban  las  hostilidades. 

£1  carácter  de  losguaranís  era  manso,  afable,  tranco, 
hospitalario.  Amaban  su  libertad  y  la  defendían  con 
bravura  contra  la  fuerza ;  pero  cedían  fácilmente  á  la 
persuasión.  Ese  amor  de  su  libertad  era  causa  de  que 
no  acertaran  á  formar  extensas  unidades  por  la  agrega* 
ción  de  tribus,  ni  en  momentos  en  que  corrían  pelig^ro  ; 
por  manera  que,  si  bien  dotados  de  valentía,  eran  débi- 
les por  el  número.  Los  charrúas  diferían  también  i)aji> 
este  respec^to.  Eran  falsos,  alevosos  ;  nunca  respetaban 
sus  compromisos ;  no  sentían  amistad  respecto  de  nacio- 
nes extranjeras,  sino  fría  y  aparente  ;  pero  en  los  casos 

(I)  Se  ve  en  éfto  que  guarsitit  y  cbarnias  «staban,  por  tu  civiUxación,  en  U 
•dad  de  piedra,  período  neolítico. 


Digitized  by  Google 


f 

DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  27 

de  peligro  sabían  unirse  y  mantener  esa  unidad  mien- 
tras les  fuera  útil.  Y  no  se  unían  solamente  las  tribus 
charrúas  que  habitaban  al  naciente  del  Truíruay:  solían 
mancomunar  sus  fuerzas  con  las  que  vivían  al  occidente. 
Estas  alianzas  solían  Terificarse  principalmente  con  los 
minuanes. 

La  íTucrra  era  la  ocupación  principal  de  todas  estas 
!    naciones ;  mas  aun  en  esto  había  diferencias.  £1  gua- 
raní recibió  su  nombre  de  su  temperamento  guerrero, 
como  que  en  su  lengua  quiere  decir  lo  mismo  que 
guerra.  Hacíala  sin  elegir  terreno,  en  donde  se  encon- 
trara con  el  onetnigo,  y  se  lanzaba  contra  el  en  com- 
{    pleto  desorden.  No  usaba  ninguna  arma  defensiva ;  las 
ofensivas  eran  la  flecha,  la  honda,  la  bola  y  la  macana 
(especie  de  clava.)  Era  cruel  con  los  prisioneros.  Si  éstos 
eran  mujeres  y  niños,  los  esclavizaban  ;  si  eran  hom- 
bres, los  alimentaban  con  cuanto  tenían  hasta  engor- 
darlos, y  luego  los  mataban  en  actos  solemnes,  los  des- 
pedazaban menudamente,  y  repartían  los  trozos  entre 
todos  los  que  hubieran  tenido  parte  en  la  guerra,  para 
que  los  comieran.  Los  charrúas,  como  que  eran  anda- 
riegos, dados  á  la  rapiña,  y  en  extremo  belicosos,  ha-* 
liaban  en  cualquiera  pequeñez  motivo  para  emprender 
una  guerra.  Solía  decidirse  ésta  en  junta  de  jefes  de 
familia,  y  llevarla  contra  las  tribus  guaraníes  con  prefe- 
rencia. Envestían  al  enemigo  como  lo  hacían  los  gua- 
ranís,  y  procurando  amedrentarlo  á  lUerza  de  gritos 
que  aturdían.  Carecían  también  de  armas  de  defensa,  y 
ofendían  con  flechas,  lanzas,  mazas  y  l)olus  arrojadizas. 
Todo  su  afán  se  reducía  á  matar  muclios  enemigos.  El 
más  honroso  titulo  de  un  charrúa  era  la  constancia  del 
número  de  sus  víctimas ;  y  se  dice  que  para  que  füese 
duradero  y  ptiblico,  acostumbraba  dai^e  en  el  cuerpo 
tantos  cortes  como  eran  las  pelanas  que  por  su  mano 
ultimaba. 


Digrtized  by  Google 


28 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


IT. lm  «uw^ms  á  prtMtftM  dd  sirto  xn. 

En  tiemix)S  antiquísimos  la  civilización  del  mundo 
estaba  concentrada  en  el  Asia,  principalmente  en  la 
China  y  en  la  India ;  y,  segün  el  testimonio  de  la  his- 
toria y  los  vestigios  que  aún  existen  de  aquel  tíempo, 
esa  civilización  fué  tan  adelantada,  que  no  ha  tenido 
igual  posteriormente  baju  ciertos  respectos  De  allí  se 
extendió  al  Ai'rica,  alcanzando  gi*an  esplendor  en  el 
Egipto.  Luego  pasó  á  Europa,  y  primeramente  á  Grecia, 
en  donde  brillaron  tanto  las  letras,  las  artes,  la  filosofía 

y  la  política  que  sus  ubra.N  asiunln  :ui  lodavía  y  sirven 
de  modelo.  Después  civilizóse  la  Italia  bajo  la  direc- 
ción de  Roma,  y  los  romanos  llevaron  sus  adelantos  con 
sus  conquistas  famosas,  al  resto  conocido  del  mundo, 
manteniendo  á  la  vez  á  gran  altura  las  letras  y  las 
artes,  que  imitaron  n  los  «j-i'iegos,  constitnyondo  la 
legislación,  en  (pie  fueron  maestros  por  nadie  y  nunca 
superados,  y  haciendo  progresar  la  política,  en  la  cual 
sobresalieron  también. 

El  imi>erio  romano  abarcaba  en  el  si^rlo  IV  toda  la 
parte  meridional  de  la  Europa,  desde  el  Atlántico  hasta 
sus  límites  orientales ;  la  parte  occidental  del  Asia  desde 
el  hoy  denominado  Mar  negro  hasta  el  Golfo  arábigo,  y 
toda  la  parte  septentrional  del  África  bañada  por  el 
Mediterráneo.  Al  norte  de  este  inmenso  imperio  exis- 
tían los  pueblos  germánicos  incivilizados,  destructores 
y  nómadas,  llamados  bárbaros  por  los  romanos,  que  se 
distinguían  entre  sí  con  los  nombres  de  ris¡go(J<ts,  iijrodos 
<lel  Oeste)  oslrogodos^  (godos  del  Esíe)  y  ¿palos,  (godos 
rezagados  al  Norte)  alanos^  suevos,  vándalos,  burgun- 
dos,  francos,  seyones,  anglos,  lombardos,  etc.  Estos 
pueblos  hicieron  correrías  hacia  el  Sud  en  varias  oca- 
siones siendo  rechazados  en  todas  ;  i>ero  en  el  siglo  IV 


Digrtized  by  Google 


I 

I 

i 

DB  Uk  RSPÚBUCA  ORIENTAL  URUGUAY  29 

pasaron  por  el  Norte  del  Asia  á  la  Europa  las  terribles 
hordas  de  los  hunos,  cayeron  sangrientamente  sobre 

ellos  y  determinaron  las  grand«  s  invasiones  que  unos 
}  otros  verilearon  ai  ¿ud  durante  ese  biglu  y  ios  siguien- 
tes, eo  los  cuales  ocuparon»  dominaron  y  destruyeron 
d  imperio  romano.  Los  francos  habitaban  ya  parte  de 

lo  que  es  ahora  Francia  ;  los  visi^rodos  se  ampararon  de 
otra  parte  y  descendieron  hasta  i¿spana,  en  cuyo  terri- 
tofio  se  situaron  también  los  suevoSt  los  alanos  y  los 
vándalos ;  los  lombardos  los  hérulos  ftieron  á  parar 
en  Italia;  los  ostr0"4odu.s  se  sítuaruü  al  Norte  del  Mar 
adiiáüco ;  los  gépidos  más  al  Norte ;  los  hunos  amena- 
laron»  mandados  por  su  rey  Atila,  con  entrar  en  Roma ; 
y  los  sajones  y  los  anglos  crasaron  el  mar  de  la  Man- 
cha. Los  germanos  devastaron  Luda  la  Europa,  como 
ios  hunos ;  por  rivalidades  y  por  ambición  se  combatie- 
roQ  cruelmente  entre  sí,  aniquilándose  á  menudo  en  una 
serie  no  interrumpida  de  guerras,  y  así  debilitados  die- 
ron lugar  á  que  Carlomagno,  rev  de  Francia,  los  atacase 
y  venciese  sucesivamente  y  Uegase  á  reunir  en  un  solo 
imperio  casi  todos  los  estados  occidentales  de  la  Europa 
romana  y  íjr«TnKÍnica,  á  fines  de  siglo  VIH  y  principios 
del  IX.  Pero  este  imperio  no  sobrevivió  á  su  autor. 

Desde  que  Carlomaguo  falleció  se  formaron  varios 
estados,  cuyos  reyes  se  debilitaron  por  efecto  de  las 
gut-rras  a  que  la  ambición  los  arrastró.  Sus  [)roiiombres, 
dueños  de  extensas  tierras  desde  que  los  bárbaros  inva- 
dieron, eran  señores  dentro  de  los  límites  de  sus  domi- 
Bies  respectivos,  y  como  tales  ejercieron  poder  soberano 
solare  lodos  los  que  en  ellos  habitaban,  de  modo  que 
dictaban  leyes,  impomau  contribuciones,  acuñaban 
noneda,  administraban  justicia,  hacían  la  guerra,  y 
obligaban  al  servicio  de  sangre;  es  decir  que  cada 
señorío  fué  un  pequeño  estado  independiente  y  cada 
^or  un  monarca  absoluto.  Repartían  sus  tierras  entre 


Digitized  by  Google 


30  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

stis  hombres  6  sus  vasallos,  así  como  los  Uiuiiies  y  cuanto 
iuera  explotable,  mediante  un  contrato  en  que  se  esU* 
pulaban  las  oblígacioiies  y  los  derechos,  y  descendían 
luego,  en  orden  casi  jerárquico,  los  villanos,  los  manos 
nnf.c7'fas,  los  síe7H'os,  el  vulgo.  Las  tierras  thidas  por  el 
seílor  constituían  el  feudo ;  quienes  las  recibíau  eran  los 
feudatarios.  Los  señores  dependían  débilmente  del  rey; 
pero  eran  soberanos  omnipotentes  respecto  de  sus  súb- 
ditos,  de  cuyas  vitlas  y  de  cuyo  honor  disponían  como 
querían,  pues  el  siervo  ora  poco  menos  que  lin  esclavo. 
De  aquí  que,  mientras  los  señores  vivían  en  la  opulen- 
cia y  gozando  de  una  libertad  ilimitada,  los  plebeyos 
vivieran  oprimidos  y  en  la  más  espantosa  miseria.  Esta 
situación  era  para  el  pueblo  tanto  más  desírraciada, 
cuanto  los  señores  se  ¡^vian  de  ellos  para  satisfacer 
sus  pasiones  en  incesantes  guerras  con  otros  señores, 
6  para  servir  á  su  rey  en  guerras  no  menos  san^ientas 
con  monarquiuí»  extranjeras,  cuyas  guerras  todas  se 
resolvían  en  despojo  de  soberanos. 

Se  vé  por  todo  lo  dicho  que  la  £uropa  estaba,  cuando 
se  descubrió  la  América,  enteramente  preocupada  por 
empresas  de  dominación  y  de  conquista ;  y  que  tan  con- 
quistadores eran  los  civilizados  como  los  bárbaros. 

El  modo  de  hacer  la  guerra  dilería  mucho  del  que 
estamos  acostumbrados  á  ver.  Se  empleaban  entonces, 
como  en  tiempos  más  remotos,  armas  que  tenían  por 
objeto  ofender  al  enemigo  ó  deíeaderse;  pero  eran 
variables  el  número  y  la  l'orma.  Las  armas  ofensivas 
más  usadas  al  comenzar  el  siglo  XVI  eran :  la  espada 
y  el  puñal  ó  daga ;  la  maza  y  el  hacha ;  la  lanza,  la 
alabrirda  y  la  pica;  el  arco,  la  azagaya  y  la  ballesta;  la 
iionda  y  el  arma  de  fuego.  La  espada,  el  puñal  y  la 
<iaga,  aunque  de  formas  y  dimensiones  variables,  son 
cosas  demasiado  comunes  para  que  haya  necesidad  de 
•describirlas.  Sólo  conviene  notar  que  la  espada  solía  ser 


Digrtized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORlE^íTAL  DEL  URUGUAY  31 


más  lar^a  y  de  más  peso  que  las  que  hoy  se  usan,  y 

que  el  puñal  y  la  daga  soliaii  llevarse  pendientes  de  la 
tintura,  ya  adelante,  ya  atrás  del  cuerpo.  La  maza  era 
un  trozo  de  madera,  de  forma  á  menudo  cónica  alar- 
gada,  guarnecida  de  hierro,  que  se  manejaba  tomán- 
dola por  el  extremo  correspondiente  al  vértice  y  servía 
para  dar  golpi's.  La  alabarda  se  parecía  á  la  vez  al 
hacha  y  á  la  lanza :  tenía,  como  ésta,  un  asta  larga  que 
terminaba  en  una  hoja  de  hierro  afilada  y  puntiaguda; 
y,  como  aquélla*  una  media  luna  añlada  en  uno  de  los 
i^xtremos  de  una  especie  de  cuchilla  que  cruzaba  en  la 
()arte  iníerior  dé  la  hoja.  La  pica,  hierro  agudo  asegu- 
rado en  una  asta,  dió  mucha  importancia  al  arma  de 
infantecfa.  El  arco,  usado  desde  tiempos  antiquísimos, 
vino  á  alternar  con  la  azagaya',  especie  de  dardo  ó  lanza 
corta  que  se  arrojaba  con  la  mano,  y  con  la  ballesta, 
que  era  un  arco  armado  en  una  caja  semejante  á  la  de 
un  flisil,  que  servía  para  arrojar  con  gran  fuerza  dar- 
dos y  saetas  ^jruesas.  Se  usó  también  desde  muy  aatiLiruo 
la  hüuda,  para  arrojar  piedras  con  mucha  mayor  vio- 
lencia que  con  la  mano,  y  puede  decirse  que  fué  un 
perfeccionamiento  de  este  modo  de  ofender  la  aplicación 
á  la  guerra  que  se  hizo  de  la  pólvora  desde  el  siglo  XIV. 
La  primera  arma  de  fuego  fue  el  <■  ifión.  No  se  tardó  me- 
nos de  un  siglo  en  adoptar  un  arma  de  fuego  portátil, 
que  lo  fúé  el  cañón  ó  culebrina  de  mano,  y  más  tarde 
el  arcabuz.  El  servicio  de  estas  armas  era  mucho  más 
pesado,  lento  e  insegmo  t^ue  el  de  las  parecidas  que  se 
emplean  ahora.  Era  indispensable  aplicarles  una  mecha 
para  que  hicieran  fUego»  y  apoyarlas  en  una  horquilla 
para  apuntar.  Y,  como  no  bastaba  un  solo  hombre  para 
manejarlas,  se  empleaban  dos  :  uno  [)ara  sostener  y 
apuntar  y  otro  para  a[)licar  la  meclia.  Aunque  tenían 
sobre  todas  las  armas  usadas  hasta  entonces  la  ventaja 
de  herir  á  mayor  distancia  y  con  mucha  mayor  flierza. 


Digrtized  by  Google 


32  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

era  tan  molesto  su  empleo  y  tau  imperfecto  su  resul- 
tado, que  Uegó  un  escritor  célebre  á  predecir  que  no  se 
tardarla  mucho  en  renunciar  al  arma  de  fiiego. 

Sin  eniljargo,  no  ha  sido  necesario  vivir  en  nuestros 
días  para  conocer  cuanto  liabia  de  aventurado  en  ese 
vaticinio*  Antes  de  generalizarse  el  uso  de  las  culebrinas 
de  mano  y  los  arcabuces,  se  empleaban  como  armas  de 
defensa  el  casco,  la  armadura  de  mallas  y  el  bruíiuel. 
£1  casco  preservaba  la  cabeza ;  la  armadura  defendía 
el  cuerpo  y  las  extremidades ;  el  broTiuel,  especie  de 
escudo,  sujeto  al  brazo  izquierdo,  completaba  la  defensa 
parando  gol])es.  A  la  armadura  de  mallas  aventajó  y 
sustituyó  la  armadura  de  planchas  metálicas,  que  cubría 
la  cabeza,  el  cuello,  el  pecho,  el  vientre,  los  muslos, 
las  piernas,  los  brazos,  las  manos  y  los  pies  ;  y,  como 
por  sí  sola  defendía  suticientemente  del  arma  blanca, 
los  que  la  usaban  abandonaron  el  escudo.  Esta  era  la 
armadura  de  los  noUes.  Los  plebeyos  que  iban  á  la 
guerra  llevaban  defensas  mucho  más  ligeras,  causa  por 
la  cual  sucedía  que,  mientras  en  una  baialla  morían 
unos  pocos  caballeros,  la  mortandad  de  los  subditos  era 
de  muchos  centenares ;  y  que  fUera  comCin  el  hecho  de 
que  cada  prohombre  contase  muchas  víctimas  al  termi- 
nai*se  la  acción,  sin  que  él  hubiera  recibido  ofensa 
alguna  en  su  cuerpo,  aunque  abundaran  las  de  su  yelmo 
y  de  su  coraza.  Pero  desde  que  entraron  en  jue^afo  las 
nuevas  armas  se  conoció  que  había  que  dar  mayor  resis- 
tencia á  la  armadura ;  se  engrosaron  las  chapas, 
aumentó  su  peso,  y  hubo  que  suprimir  poco  á  poco  las 
piezas  menos  importantes,  conservando  las  destinadas 
á  defender  la  cabeza  y  el  pecho  ;  esto  es,  el  casco  y  la 
coraza. 

No  es  difícil  concebir  el  influjo  que  ejercieron  todas 
esas  costumbres  en  el  carácter  de  los  hombres.  Por  ser 

la  guerra  un  heclio  en  que  se  juega  la  suerte  y  la  vida^ 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  33 


maeve  por  sf  sola  á  gravedad,  á  firmeza  de  resoluciones» 

y  á  escasear  miramientos.  Ki  tener  que  matar  6  morir 
anima  á  matar  sin  consideración  ;  y  la  costumbre  de 
sentir  y  de  obrar  asi  en  el  campo  de  batalla  da  al  carác- 
ter una  dureza  que  peraste  en  los  intervalos  de  paz. 
Los  guerreros  cuidaban  además  de  que  esta  condición 
de  su  carácter  no  se  doliiliiai-a  mientras  descansaban, 
porque  entendían  que  conservándola  eran  más  temibles 
en  la  pelea  que  si  la  perdiesen.  Agréguese  que  los  moti- 
vos comunes  de  las  guerras  eran  de  los  que  más  tienen 
el  poder  de  encon  n  los  ánimos,  y  que  el  uso  del  arma 
blanca  aumenta  mucho  el  ardor  de  los  combatientes  y 
estimula  los  sentimientos  sanguinarios,  y  se  concluirá 
de  formar  la  convicción  de  que  los  europeos  tenían  que 
ser  ásperos,  duros  de  corazón  y  poco  pródigos  de  con- 
sideraciones, por  la  fuerza  de  las  circunstancias  en  que 
vivían. 

Contribuía  también  á  ello  en  gran  manera  el  estado 
de  la  instrucción  páfolica.  Los  bárbaros  del  Norte  des- 
truyeron, no  sólo  la  obra  política  de  los  romanos,  sino 
también  su  bxiüante  civilización.  El  latín,  que  se  había 
generalizado  en  todos  los  dominios  de  Roma,  como 
efecto  de  la  anidad  del  imperio,  se  corrompió  desde  que 
los  invasores  se  repartieron  el  territorio  é  influyeron 
en  la  lengua  y  en  las  costumbres  de  los  pueblos  con 
quistados  con  las  suyas  propias.  La  literatura  latiai 
áejó  de  ser  comprensible ;  los  maestros  latinos  desapa- 
recieron ;  cesó  toda  enseñanza,  y  en  la  ignorancia  más 
absoluta  cayeron  los  pueblos  para  el  sigilo  VI,  no  obs- 
tante que  los  bárbaros,  como  cristianos  que  eran,  liabían 
respetado  la  existencia  de  los  conventos  católicos.  Nadie 
se  avergonzaba  de  ser  ignorante,  ni  comprendía  la  uti- 
lidad de  no  serlo.  Al  contrario,  lleíró  á  rayar  en  lujo  el 
carecer  de  instrucción,  por  elemental  que  fuera.  Estci 
«xplica  porqué  eran  tan  pocos  los  que  leían  y  escribían, 

3 


Digrtized  by  Google 


34 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


aunque  fuera  muy  inoorTefiaiueiiie.  El  lanaiisiuo  reli- 
gioso y  la  supersticióa  se  desaiTollaron  á  favor  de  la 
profunda  ignorancia  en  lo  alto  y  en  lo  bajo  de  las  socie- 
dades ;  el  Santo  Oficio  persiguió  despiadadamente  i  los 
que  pública  y  |)rivadaineute  no  (Iciiuxtraluin  por  actos 
y  palabras  la  más  ciega  suuu^ióu  álas  doctrinas  y  á  los 
hombres  de  la  Iglesia,  y  los  papas  ejercían  como  repre- 
sentantes de  Dios  la  primera  potestad  espiritual  y  tem- 
poral  del  Mundo,  hasta  el  i>unto  de  disponer  como  que- 
rían del  poder  de  reyes  y  emperadores. 

Este  deplorable  estado  de  cosas  no  distaba  mucho, 
sin  embargo,  en  los  comienzos  del  siglo  XVI,  de  sufrir 
un  profundo  cambio.  La  invención  de  las  armas  de 
fuejQTO  había  empezado  á  disminuir  la  diferencia  de  los 
medios  de  ataque  y  defensa  de  que  dis[)onian  los  seño- 
res y  los  siervas ;  y,  al  conocerse  éstos  relativamente 
más  ftiertes  que  antes,  habían  de  empezar  á  influir  en 
el  orden  público  de  modo  <pie  no  fuese  tanta  como  iiabia 
sido  la  diferencia  de  poder  enti^e  la  nobleza  y  la  monar- 
qaia.  La  imprenta,  inventada  á  mediados  del  siglo  XV, 
favorecería  la  reproducción  y  la  circulación  de  los  libros, 
y  la  instrucción  del  pueblo.  Se  abrían  ya  univei'sidades ; 
en  ellas  se  volvía  á  ebludiar  la  literatura  clásica,  y 
renacían  las  letras,  las  artes  y  las  ciencias,  y  fomen- 
tábanlas los  reyes  atrayendo  á  su  corte  á  los  más  nom- 
brados representantes  y  disi^ensándoles  sus  favores. 
Estos  proírresos,  bien  que  no  muy  acentuados  todavía, 
no  tardarían  en  dar  á  la  razón  liuoiana  posesión  de  sí 
r:nsma  y  en  preparai*la  para  emanciparse  tanto  de  la 
autoridad  de  la  I^'lesia  como  de  la  autoridad  del  poder 
pclitico.  Luego,  descubriendo»  los  [tortugueses  el  camino 
marítimo  á  la  India  á  lo  largo  de  las  costas  de  Africa, 
y  los  españoles  la  América,  daban  causa  á  que  el  comer- 
cio exterior,  concentrado  en  las  ciudades  italianas  del 
Mediterráneo  hasta  entonces,  se  repartiera  más  en 


Digrtized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  35 

Europa  y  ganara  nuevas  é  inmensas  plazas,  que  serían 
promotoras  de  la  indu^ria  y  fuentes  de  incalculables 

riquezas. 

""Tal  era,  en  i^us  i  ui^us  prominentes,  el  estado  general 
de  la  Europa  en  los  momenlos  eu  que  se  iuiciaba  la 
vida  histórica  del  Río  de  la  Plata. 

T.  —  Los  espaAoles  al  principio  del  si^lo  XYI 

Como  que  España  es  una  nación  europea»  le  convenía* 
m  el  primer  cuarto  del  siglo  XVI,  mucho  de  lo  que  se 
acaba  de  escribir  en  general  de  Europa.  Hay,  sin 
embargo,  ciertas  particularidades  que  será  útil  consig- 
nar, para  que  se  vea  que  existían  notables  diferencias. 
La  España  había  sido  conquistada  por  Roma,  y  entrado  á 
aer  parte  del  imperio  romano.  Cuando  los  pueblos  de  la 
Oennania  invadieron  el  Sud  de  I  jirupa,  los  suevos  y  los 
visigodos  se  fijai'on  en  la  península,  hacia  el  año  500 : 
los  primeros  sobre  el  Atlántico  y  los  segundos  en  el 
resto  del  país.  Dos  siglos  después  los  visigodos  habían 
absorbido  el  riinu  de  los  suevos;  pero  en  el  sigilo  VIII 
viüieroQ  del  Al'riea  lus  árabes  y  conquistaron  toda  la 
España,  menos  una  pequeña  parte  monta nosa  del 
Noroeste,  constituyendo  el  famoso  Cali/alo  de  Córdoba, 

Los  árabes  se  condujeron  en  la  conciuisia  de  España 
mucho  más  benigu.inientc  que  los  bárbaros  del  Norte. 
Los  españoles  tuvieron  la  libertad  de  conservar  sus 
leyes  y  sus  jueces.  Los  cristianos  pudieron  también 
profesar  su  culto ;  y  los  judíos,  que  muchos  lo  eran, 
fueron  tratados  con  consideraciones  á  que  no  estaban 
acostumbrados.  De  aquí  resultó  que  vencidos  y  vence- 
dores vivieran  en  amistad,  y  aun  mezclados,  y  que  se 
llamase  arabizados  6  mozárabes  á  los  españoles  que  así 
aceptaban  la  autoridad  de  los  gobernantes  nuisuhnanes. 
Varios  de  estos  soberanos  son  célebres  por  lo  mucho 


Digrtized  by  Google 


3(5  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

que  favorecieron  las  industrias,  el  comercio,  las  artes» 
las  letras,  la  filosofía,  la  instrucción,  la  higiene,  la 
medicina  y  el  ])ienestar  del  piiel)lo.  Los  centros  princi- 
pales de  estos  brillantes  progresos,  que  contrastaban 
con  la  barbarie  del  resto  de  Buropa,  flieron  Granada  y 
Córdoba.  Asombran  aún  á  los  viajeros  los  monumentos 
íine  se  conservan  de  aquella  época.  El  pueblo  cristiano 
se  mantuvo»  empero»  muy  distante  de  imiiar  al  maho- 
metano en  sus  grandes  progresos  artísticos,  cientiñcos  é 
industriales.  Puede  decirse  que  fiieron  los  judíos  los 
únicos  que,  después  de  los  musulmanes,  se  disting-uieron 
por  su  ciencia,  por  su  industria  y  por  su  riqueza.  Des- 
pués de  tantos  esplendores,  el  Califato  de  Córdoba  fué 
presa  de  una  proftanda  anarquía,  la  cual  dió  lugar  á 
que  se  declarasen  independientes,  en  el  |)rimcr  tercio 
del  siglo  XI,  ios  gobernadores  que  dependían  del  Califa» 
y  á  que  surgiesen»  por  lo  mismo,  numerosos  pequefios 
estados  nial  avenidos,  que  debilitaron  Inmensamente  el 
poder  moral  y  material  de  los  árabes. 

Mientras  tanto,  los  cristianos  del  Norte  se  ocupaban 
de  reconquistar  el  terreno  que  habían  perdido.  Un  rey 
de  Francia  recuperó,  á  mitad  del  siglo  octavo,  una 
fracción  situada  más  allá  de  los  Pirineos.  Parlo  Magno 
les  tomó,  medio  siglo  después,  mayor  extensión  al  Sud» 
hasta  el  río  Ebro.  Los  cristianos  espafioles  que  se  habían 
conservado  independientes  en  las  montañas  del  Noroeste 
avanzaron  á  su  vez.  En  1030,  cuando  se  fraccionó  el 
calitato»  los  españoles  habían  reivindicado  todo  el 
espacio  limitado  por  el  Atlántico,  los  Pirineos  y  la 
cadena  de  sierras  que  por  el  Norte  da  ;viruas  al  Tfijo.  Á 
principios  del  siglo  XIII  habían  llegado  hasta  este  río  y 
más  al  Sud  del  Ebro.  Á  mediados  del  siglo  XIV  habían 
perdido  los  árabes  sus  monarquías  de  Zaragoza,  Toledo, 
Badajoz,  Seviü  i  y  Córdoba,  y  sólo  les  quedaba  el  terri- 
torio de  Granada,  el  cual  fué  reconquistado  el  mismo 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DBL  URrorAY  37 

ifio  en  que  se  descubrió  la  América.  (1492)  Se  dice 


I  i|ue  en  esta  guerra  de  cristianos  y  moros,  que  duró 
ocho  siglos,  se  dieron  m  is  de  tres  mil  batallas.  \  Prueba 
admimble  de  lo  que  podiaa  entonces  las  autipatias  de 
rdigión  y  de  raza ! 

Pero  influyó  también  mucho  el  espíritu  guerrero  de 
los  tiempos.  Couio  bi  no  les  bastara  á  los  es[»aíioles, 
para  satisfacer  ese  sentimiento^  la  empresa  de  recupe- 
rar el  terreno  que  habían  conquistado  los  sarracenos, 
sostuvieroii  t  iitre  sí  guerras  numerosas,  cuyo  objeto  fué, 
como  en  el  resio  de  Europa,  arrebatarse  el  i)oder  los 

I  r^es  unos  á  otros»  como  medio  de  engrandecer  su 
estado.  Los  dos  primeros  reinos  que  formaron  los  espa- 
ñoles independientes  fueiou  ios  pequeños  de  León  y 
Asturias.  Galicia  íUé  lomada  por  el  (altimo,  el  cual 
desapareció  á  su  vez  absorbido  por  el  de  León  á  prin* 
dpios  del  siglo  X.  Por  el  lado  del  Este  se  formó,  para 
el  siglo  XI,  el  reino  de  Sancho  con  las  provincias 
vascongadas  y  con  Castilla,  que  había  pertenecido  al 
feino  de  León.  No  tardó  el  reino  de  Sancho  en  dividirse 
en  cuatro,  los  cuales  se  reunieron  ó  se  separaron  varías 
ve^es  alternativamente,  ya  extendiendo  sus  dominios, 
ya  disminuyéndolos.  Á  principios  del  siglo  XIII  se  dis- 
tinguíanlos estados  de  Portugal»  León, Castilla,  Navarra, 
V  Aragón.  Agregáronse  más  tarde  los  reinos  de  Val«n- 
*cia.  Murcia,  Sevilla  y  Córdoba;  así  romo  al  de  Av-món 
las  islas  mediterráneas  Baleares,  Sicilia  y  Cerdeua. 
Algunos  aSos  después  de  mediar  el  siglo  XV  se  habían 
reducido  todos  estos  estados  á  los  cuatro  de  Portugal, 
Castilla,  AraíJÓn  ícon  sus  islas  del  Mediterráneo)  y 
Navarra.  Habiendo  heredado  Isabel  la  ratóllca  el  reino 

I  de  Castilla,  y  su  marido  Femando  el  de  Aragón,  se 
anieron  ambos  reinos  y,  después  que  reconquistaron  á 
Granada,  Fernando,  ya  viudo,  y  hecho  regente  de  su 
jemo  Felipe  I,  se  apoderó  de  Navarra.  Así  quedó  sujeta 


Digitized  by  Google 


38  ba^QUEJa  msiólua) 

toda  Espafia  á  una  sola  corona,  con  excepción  de 

Portuc*al,  que  siguió  íbrni.iiidr)  reino  independiante,  por 
haber  resistido  con  éxito  las  leaiativas  de  conquista. 

Mientras  los  reyes  católicos  dai>an  unidad  política  á 
casi  toda  la  España,  y  engrandecían  sucesivamente  su 
poder  interior,  obraban  en  el  extranjero  por  mantener 
y  ensanchar  sus  posesiones.  Ganaion  los  franceses  el 
Roseilón,  territorio  situado  sobre  el  extivmo  orientad 
de  ios  Pirineos;  les  conquistaron  el  teiTitono  de 
les,  al  Sud  de  Italia,  formando  con  la  isla  siciliana  las 
Dos  Siciiéná,  (¿uitaron  ú  Veri»'cia  varios  puertos  que 
poseía  eu  las  costas  NapoiiUmas,  llevamu  la  guerra  ai 
África,  en  donde  obtuvieron  triunfos»  y  se  hicieron 
dueños  de  ^ran  parte  de  la  América. 

Pero,  si  por  medio  de  las  ai  nías  dieron  grandeza  á 
España,  la  perjudicaron  por  medio  de  la  política.  Bn 
efecto :  en  los  diez  años  que  si^ieron  á  la  toma  de 
Granada  expulsaron  de  sus  posesiones  á  los  que  profe- 
sat)an  el  judaismo  y  el  mahometismo  ;  es  decir,  á  todos 
Ion  que  j>i'iii  "¡pi luiente  representaban  l'^^s  progresos 
intelectuales  y  materiales  de  la  Península.  Y  como,  \yor 
otra  parte,  establecieron  en  Sevilla  el  Tribunal  de  la 
inquisición,  presidido  por  el  fraile  Torquemada,  que  se 
hizo  lamoso  pi)r  lo  horrible  de  su  conilucia,  pues  persi- 
guió con  la  ho^^ruera  á  cuantos  daban  la  menor  señal  de 
no  profesar  la  religión  católica  con  fanatismo,  sentaron 
las  causas  de  una  decadencia  industrial,  artística,  lite- 
raria y  citíniííica  que  había  de  sobrevenir  pronta  e  ine- 
vitablemente. 

TI*  ^  Com^meiÓB  de  los  pueblo^  aioeri^'anos  j  cwvpMS 

Por  la  lectura  de  los  cuatro  articuh)s  que  preceden 
se  habrán  notado  las  analo^jías  y  las  diferencias  que  ai 
principiar  el  siglo  XVI  había  entre  americanos  y  euro- 


Digrtized  by  Google 


DB  LA  REFÚBUCA  ORIBNTÁL  DEL  URUGUAY  39 


pees.  Se  parecían  ea  que  todos  olios  eran  insubordi  - 
nados  dentro  y  conquistadores  fíiera  de  sus  estados  ó 

tribus,  en  que  no  respetaban  la  autoridad  del  soberano, 
ni  la  independencia  de  las  naciones,  sino  mientras  les 
convenia  ó  no  podían  dominarlas.  Se  parecían  en  la 
crueldad  y  el  valor  con  que  hacían  la  guerra,  y  en  que 
eran  comunes  algunas  de  las  armas  ofensivas  que  usa- 
ban y  también  en  que  eran  muy  a^ierridos;  pues  así 
como  los  indios  estaban  habituados  á  pelear  continua- 
mente entre  sí,  los  espafioles  habíanse  ejercitado  no 
menos  continua  mente  peleando  por  unos  señores  6 
reyes  contra  ou  us,  en  las  guerras  con  los  moros  y  en 
las  campañas  de  Italia. 

Pero  diferían  mucho,  sobre  todo  con  las  poblaciones 
del  Plata,  bajo  otros  respectos.  Los  europeos  eian 
muchísimo  más  inteligentes;  sabían  mucho  más  en 
toda  clase  de  materias;  estaban  mucho  más  organiza- 
dos, disponían  de  medios  de  acción  mucho  más  eñcaces; 
y.  particularmente  en  la  guerra,  eran  mucho  más  |)ode- 
rusas  algunas  de  sus  armas  oíensivas,  usaban  uruias 
d^OQSívas  de  que  carecían  completamente  los  guaranís 
y  los  pampeanos,  y  no  peleaban  muchedumbres  desor- 
'ienadas,  sino  ([ue  iban  á  la  guerra  tro[>as  especial- 
mente preparadas  y  organizadas  para  pelear  según 
^^^gUs  de  táctica  y  aun  de  estrategia,  que  ya  entonces 
litó  tenían  los  europeos,  auutjue  incomparablemente 
laenos  adelantadas  que  ahora. 


Digitizedlay 


40 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


CAPITULO  II 

EXPLORACIÓN  Y  CONQUISTA  DE  LA  BANDA  OCCIDENTAL 

DEL  URUGUAY 

TIL  —  B«M«krtaüMito  MBiode  ia  Plato.  ExykcMltMS  ét  CéM» 

Descubierta  la  América,  los  «lescubridores  dieron 
noticia  en  la  Península  de  las  poblaciones  indígenas 
que  hallaron  y  de  las  cosas  que  vieron,  haciendo  con- 
cebir esperanzas  de  adquirir  grandes  riquezas  en  las 
nuevas  tierras.  La  ambición  de  monarcas  y  vasallos  se 
despertó,  estimulada  tanto  como  por  aquellas  í)'1:.| lec- 
tivas, por  el  deseo  de  superar  á  los  portugueses  en 
grandeza  y  gloría,  y  á  su  impulso  se  organizaron  suce- 
sivas expediciones  destinadas  á  explorar  y  á  conquistar 
en  el  Nuevo  mundo. 

Una  de  ellas  es  la  que  en  1515  partió  del  puerto  de 
Lepe,  b(go  el  mando  de  Juan  I»íaz  de  Solís,  quien  ya 
en  1508  y  en  1512  había  emprendido  otros  viajes  en 
i^rual  dirección.  Anduvo  este  navegante  hacia  el  Sud, 
llegó  á  principios  de  151(3  á  la  desembocadura  de  un 
gran  rio,  al  cual  denominó  Mat'  dulce  por  creerlo  un 
brazo  de  mar,  entró  en  él,  llegó  hasta  la  confluencia 
délos  ríos  Paraná  y  Uruguay,  se^jnn  se  cree,  si  bien 
no  hay  certeza  respecto  de  este  lugar,  y,  queriendo 
tomar  posesión  de  la  tierra  á  nombre  de  su  rey,  según 
entonces  se  usaba,  desembarcó,  acompañado  de  algu- 
nas personas,  y  confiado  en  las  demostraciones,  al 
parecer  cordiales,  que  los  indígenas  le  hacían ;  pero 
Solís  y  los  acompañantes  fueron  acometidos  y  muertos. 

Lo  que  Solís  creyó  un  mar  dulce,  era  el  rio  que 
llamamos  de  la  Piala,  En  la  margen  izquierda  tuvo 


Digrtized  by  Google 


DB  LA  RFPÚBUGA  ORIENTAL  DEL  URÜGUAT  41 

lugar  el  desembarque  y  muerte  del  descubridor.  Los 
indígenas  eran  los  charrúas.  Los  compañeros  de  Solís 
qae  habían  quedado  en  las  naves  regresaron  á  España, 

en  donde  dieron  la  triste  noticia  de  lo  ocurrido. 

Pocos  años  después  salió  de  la  Península  Sebastián 
Caboto  al  mando  de  tropas,  con  la  intención  de  ir  ai 
Pacíflco;  pero  al  llegar  al  Río  de  la  Plata  penetró  en 
él,  subió  hasta  el  Uruguay,  y,  mientras  un  subalterno 
suyo  exploró  las  orillas  de  este  rio  liasta  el  San  Salva- 
dor» en  donde  quedó  fondado  un  fuerte  y  guarnecido, 
él  se  dirigió  al  Paraná,  flindó  otro  fuerte,  (Sancti  Spiri- 
tus)  llegó  hasta  ei  río  P)ormejo  y  ordenó  su  exploración, 
no  sin  haber  tenido  que  vencer  en  sangriento  combate 
la  oposición  de  los  indígenas.  Se  dice  que  aquí  recibió 
de  éstos  varias  piezas  de  plata  elaborada.  Ya  se  sabe 
que  üo  i)odíaii  ser  obra  de  aquellos  indios;  pero  Caboto 
las  atribuyó  á  su  industria,  se  imaiíinó  que  había  cerca 
ricas  minas  de  aquel  metal,  y  de  tal  modo  iniundió  su 
creencia  en  España,  que  denominaron  rio  de  la  Plata 
al  descubierto  por  Solís  y  á  su  afluente,  el  Paraná. 

Tin.  —  ThilH^OT  ie  Meato» 

Sncedió  á  Caboto  don  Pedro  de  Mendoza,  quien  armó 

una  ñuta  á  su  costa,  coa  permiso  del  rey,  y  llegó  al  río 
<ie  la  Plata  en  1535  con  más  de  2,500  hombres,  entre 
ettos  muchos  nobles,  é  inició  los  trabcyos  de  la  conquista 
hndando  con  algunas  chozas,  en  la  margen  derecha  de 

aquel  río,' la  ciudad  de  Buenos  Aires,  dispuesto,  se^^án 

parece,  á  establecer  en  ella  el  asiento  del  gobierno  civil 

y  militar  que  había  de  tercer  con  el  título  de  adelan^ 
f9do.  Pero  no  pudo  lograr  su  fin. 

Aquellas  tierras  estaban  habitadas,  como  se  ha  dicho, 

por  indios  pampas.  Si  bien  los  espn fióles  íueron  recibi- 
dos pacificamente  por  ellos,  les  correspondieron  con  la 


Digrtized  by  Google 


42 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


dureza  propia  de  su  carácter,  irritaroQ  su  ánimo,  y  por 
esta  causa  fueron  tan  hostilizados,  que  no  pudieron 

permanecer,  á  pesar  de  la  fuerza  relativamente  grrande 
que  tenían  á  su  dis¡H)bi  i  jii,  abandonaron  la  colonia,  y 
trasladáronse  á  Sancti  Spiritus. 

Mendoza,  desengañado,  volvió  á*  España  dejando 
encargado  del  g  obiei  no  á  don  Juan  de  Ayolas.  Este 
siguió  hacia  el  Norte  y  entró  en  el  río  que  lleva  el 
nombre  de  Paraguatft  fundó  la  ciudad  de  la  Asunción, 
y  se  internó  con  fuerzas  en  el  territorio  del  Oeste.  AUT 
tuvo  que  luchar  con  los  indios;  mató  á  muchos,  p^ 
fué  niuerto  por  ellos  á  su  vez.  Por  causa  de  esta  muerte 
quedai^on  los  couqui:siadores  sin  adelantado;  es  decir, 
sin  gobernante. 

VL  ^  Elefetdft  j  tramM  Ae  Ynda 

Los  conquistadores  de  estas  regiones  recibieron  del 
rey  la  íácultad  de  elegir  gobernante  interíno,  cuando 
el  poder  quedaba  acéfalo  por  un  acontecimiento  impre- 
visto. Los  colonos  la  Asunción  usaron  ese  derecho 
nombrando  al  general  Domingo  Martínez  de  Yrída, 
después  de  muerto  Ayolas,  para  que  igerciera  las  ñin- 
ciones  de  éste  mientras  el  Rey  no  proveía  al  adelan* 
tazgo.  Yrala,  que  ya  se  había  hecho  conocer  ventajo- 
samente como  hombre  de  gobierno  y  como  militar, 
organizó  por  primera  vez  en  estas  regiones  la  adminis* 
tración  de  los  cabildos,  fundó  una  iglesia  y  varios  otros 
ediíicios  púl)licos,  señaló  los  líniit-es  de  la  Asunción,  y 
se  esmeró  por  establecer  vínculos  de  amistad  entre  sus 
compatriotas  y  los  naturales,  influyendo  porque  se 
casaran  aquéllos  con  las  h^as  de  éstos.  Además  enseñó 
agricultura  y  varios  oficios  á  los  indios.  Con  tan  meri- 
torias acciones  inüuj'ó  benéücamente  en  la  suerte  de 


Digrtized  by  Google 


liK  LA  REPÚBLICA  OKIEM  AL  DEL  URUGUAY  43 

todos  los  moradores  y  se  hizo  digno  de  grata  me- 
moria. 

Admiulstriieiéii  de  Alvar  Núüez  (Jnbeza  de  Taea 

Estaba  el  gobernador  interino  comprometido  en  los 

mencionndos  trabajos,  cuando  vino  el  segundo  adelan- 
tado, (ion  Alvar  Núñez  Cabeza  de  Vaca,  con  70ü  iiom- 
bres,  en  1542.  Alvai*  Náñez  tomó  el  mando,  hizo  la  jus- 
ticia de  nombrar  su  segando  á  Yrala,  y  luego  se  ocupó 
en  someter  las  tribus  indígenas,  empleando  tan  pronto 
medidas  enérgicas  como  actos  de  ^'enerosidad;  de  modo 
que  llegó  á  ser  respetado  por  los  indios  en  consideración 
á  su  poder  y  á  sus  sentimientos  elevados.  Habíale  preo- 
cupado, desde  que  solicitó  el  adelantazgo,  el  problema 
de  abrir  comunicaciones  terrestres  entre  la  Asunción  y 
el  Perú.  Aürmada  su  autoridad  en  la  colonia  de  la 
Asunción,  se  propuso  poner  en  práctica  sus  proyectos, 
preparóse  para  ello  y  se  puso  él  mismo  en  camino, 
dejando  á  Yrala  encargado  del  gobierno  interinamente. 
Todos  los  esfuerzos  que  se  hicieron  no  bastaron  para 
vencer  las  dificultades  que  opusieron  la  naturaleza  del 
terreno  y  la  estación  lluviosa  en  que  se  inició  la 
f  iiipresa;  la  tropa  no  tardó  en  mostrarse  descontenta,  y 
fué  necesario  que  regresase  sin  satisfacer  su  anhelo. 

Este  fracaso  hizo  cundir  el  disgusto  entre  los  oficiales 
qoe  estaban  á  su  servicio,  porque  lo  atribuyeron  á 
iíiconveniencia  de  las  medidas  tomadas  para  establecer 
la  comunicación.  Quejábanse  además  muchas  personas  - 
de  sus  actos  administrativos,  juzgándolos  menos  acer- 
tados que  los  de  Yrala.  Los  descontentos  se  amotina- 
ron, por  último,  aprovecliando  la  ausencia  de  este  capi- 
fán  :  líeimsieron  y  engrillaron  á  Alvar  Núñez»  y  lo  man- 
daron preso  á  España,  de  donde  no  volvió,  aunque  ñié 


Digrtized  by  Google 


44 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


absueltOt  después  de  mucho  tiempo,  por  las  autoridades 
que  tenían  á  su  cargo  los  asuntos  de  las  Indias. 

XI.  —  tkfwiia  el— di»  4e  InUa 

Los  españoles  de  la  Asunción  pensaron  desde  luego 
en  suplir  la  autoridad  del  adelantado  y  nombraron» 

pnvñ  qu<^  ejeiviera  el  gobierno  por  seirii!  la  vez,  á 
Yrala.  Se  dice  que  este  aceptó  el  uoiubramieiUo  contra 
m  voluntad,  aunque  no  faltan  qufenes  lo  suponen  el 
instigador  oculto  de  los  hechos  ociuridos,  con  el  ánimo 
de  suplantar  al  adelantado. 

Sea  de  esto  lo  (iue  fuere,  el  hecho  es  que  asumió  el 
mando  supremo.  La  anarquía  so^l^*vino,  porque  ios 
{)artidarios  del  desgraciado  Alvar  Núúez  reñían  con  los 
de  Yrala  ;  el  desorden  influyó  con  su  mal  ejemplo  en  las 
trüms  indígenas  ;  algunas  se  sul)levaron  y  el  goberna- 
dor tuvo  que  reprimir  la  sublevación,  para  lo  cual 
empleó  medios  tan  severos  como  blandos  habían  sido 
los  que  usara  su  antecesor.  Esta  conducta  le  atn^o  la 
adhesión  entusiasta  de  sus  compairiuias,  más  inclina- 
dos á  la  severidad  que  á  los  mi  ra  ni  lentos  generosos. 
Afianzado  así  su  poder»  pensó  en  llevar  á  cabo  los 
proyectos  de  Alvar  NAñez.  Los  españoles  de  la  colonia 
se  ofrecieron  á  acompañarle,  i)ersuadidos  de  que  licita- 
rían á  su  fin  con  tan  distinguido  jefe,  y  de  que  auinea- 
tarían  su  fortuna  con  los  metales  y  cosas  preciosas  que 
hallaran  en  el  Perú.  Se  emprendió  la  expedición  y 
llegó  ésta  á  la  frontera  de  su  destino ;  pero  Yrala,  mal 
recibido  por  las  autoridades,  y  jK'or  .secundailo  por  los 
oficiales,  que  ya  se  habían  cansado  de  sufrir  y  de  obe- 
decerle, tuvo  que  regresar  sin  otras  venUgas  que  la  de 
algunas  ovejas  y  gran  número  de  indios  que  su  gente 
tomara  en  el  tránsito. 

La  ausencia  de  Yrala  fue  funesta  para  la  colonia  de  la 


Digrtized  by  Google 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  45 


Asunción :  se  suscitaron  rivalidades  entre  algunos  ofí- 
ciales  que  quedaron,  estalló  la  guerra  civil,  y  la  anar- 
quía llegó  á  dominar  nuevamente  por  todas  partes. 

Cuando  volvió  la  expedición,  había  desaparecido  el 
sustituto  de  Yrala  y  otros  habíanse  apoderado  de  la 
dirección  de  los  negocios  públicos.  El  Gobernador  cas- 
tigó con  el  suplicio  á  los  principales  culpables,  tranqui- 
lizó al  pueblo  y  se  dedicó  en  seguida  á  formar  aldeasi 
en  las  cuales  repartió  los  indígenas  poniéndolos  ai  ser- 
vicio de  las  familias  españolas,  bajo  el  gobierno  inme- 
diato de  alcaldes  y  la  inspección  de  oficiales  españoles. 

Eiie  hombre,  cuyos  servicios  lo  colocan  en  el  número 
de  los  buenos  gobernantes  que  en  aquellos  lejanos 
tiempos  tuvo  el  Río  de  la  Plata,  no  obstante  el  reparto 
de  los  indios  y  la  tolerancia  del  concubinato,  falleció 
en  1557,  á  los  70  años  de  edad,  con  general  sentimiento 
de  españoles  y  americanos. 

XIL  —  Lm  Meomieadas  de  Míos 

Se  ha  dicho  en  el  artículo  anterior  que  Yrala  repartió 
los  indios  vencidos  entre  las  üimilias  españolas.  Este 
reparto  no  fué  invención  suya.  Cuando  Cristóbal  Colón 
conquistó  las  tierras  por  él  descubiertas  se  prodigo  este 
hecho :  que  los  indios  eran  machos,  que  era  necesario 
enseñarles  la  religión  y  alguna  industria,  y  reducirlos 
á  la  imposibilidad  de  sublevarse,  para  (|ue  ios  españoles 
güsaran  de  paz;  y  que  tal  instrucción  y  sometimiento 
serían  muy  difíciles,  si  se  Ies  dejase  en  libertad,  aparte 
de  que  los  mismos  indígenas  no  podrían  vivir,  mezcla- 
dos con  los  españoles,  porque  careciendo  de  oficios,  no 
ganarían  lo  indispensable  para  su  subsistencia.  Colón 
pensó  que  lo  más  conveniente  para  todos  sería  repartir 
la  población  entre  las  familias  españolas,  con  cargo  de 
que  les  enseñasen  en  cambio  de  utilizar  su  trabajo.  A 


Digrtized  by  Google 


46  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

esia  leparlicióii  se  le  Ihuaó  encomienda ;  repartir  así  los 
indios  era  enconenciarlos ;  y  quienes  los  recibían  eran 
encomenderos  6  comendatarios. 

Los  conquistadores  cjue  siguieron  á  Colón  tomaroii 
por  refrln  su  ejeinj  lo  y  enruniriidai'oa  indios.  Esto  fué 
lo  que  iiizo  Yrala  en  el  Paraguay. 

.Las  encomiendas  fueron  de  dos  clases :  de  ¡/anaconas 
y  de  mitayos.  Los  encomendados  yanaconas  8er%'ían  á 

su  Señor  Oh  Lotln  rl  afuj  v  lo  aoumpañ;it>:in  cii  «\iso  de 
guerra.  Le  estaban  enteramente  someiidos.  Esta  clase 
de  encomienda  fué  la  primera  que  se  usó,  y  los  asf 
encomendados  eran  generalmente  indios  aprisionados 
en  la  guerra,  «Kunii.  alos  por  la  fuerza  de  las  ai  mas. 
Los  indios  sometidos  voluntariamente  ó  aliados,  como 
más  fáciles  de  gobernar,  gozaban  de  más  libertad. 
Elegían  un  terreno,  formaban  un  pueblo,  recibían  las 
autoridades  espaíi<das  (]u«'  habían  de  regirlos,  se  divi- 
dían en  eneoUiieiidas,  cad¿i  una  de  las  cUvde^  tenia  su 
cacique,  disponían  de  si  mismos  con  relativa  libertad, 
pero  con  el  fin  de  que  se  acostumbraran  á  arrendar 
voluntariamente  sus  servicios,  se  les  obligaba  al  prin- 
cipio á  arrendarlos  por  un  corto  tienii)0  cada  año, 
medianil'  un  precio.  Este  servicio  forzoso  se  llamaba 
mita^  de  donde  les  vino  á  los  obligados  el  nombre  de 
indios  de  mita  y  el  de  mitat/os. 

Pero  sucedí»'»  ^ue  los  encomenderos  no  enseñaban  á 
los  indios  más  que  lo  que  estos  necesitaban  >aber  pai*a 
enriquecerlos,  que  los  mitayos  fueron  igualándose  á  los 
yanaconas,  y  que  se  servían  los  encomenderos  de  unos 
y  otros  como  si  fueran  sus  esclavus,  obli::aiidolos  á  un 
trabigo  exeeaivo,  sin  permitirles  lu  liberuid  ni  el  iles- 
canso  debidos,  tratándolos  con  dureza  no  permitida  por 
las  leyes,  y  hasta  vendiéndolos,  prestándolos  ó  dándo* 
los  en  prenda.  Los  indíi:enas  eran  considerados  mfís 
como  cosas  que  como  personas;  dependían  poco  menos 


Digrtized  by  Google 


DE  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  47 


que  en  absoluto  de  sus  comendatarios.  Los  reyes  de 
España  prohibieron  las  encomiendas  en  cuanto  tuvieron 
noticia  de  lo  que  sucedía,  y  mandaron  dar  libertad  á 

todos  los  indios  encomendados;  pero  el  abuso  se  había 
¿echo  costumbre  y  las  providencias  reales  fueron 
desoídas.  Convencidos  los  reyes,  por  la  experiencia  de 
muchos  años,  de  que  no  conseguirían  curar  el  mal,  lo 
toleraron  procurando  disrainuirlo,  y  mandaron  en  dife- 
rentes fechas :  que  los  indios  dependieran  del  Rey  en 
lo  futuro;  que  no  se  les  diera  en  encomienda  como 
esclavos,  ni  á  título  de  servicio  personal,  y  sí  obligando 
á  ios  comendatarios  á  docinucirlos,  á  defender  sus  per- 
sonas y  bienes  y  á  tratarlos  bien.  Se  señalaría  modera- 
damente el  tributo  que  los  indios  debieran  al  Rey,  y  lo 
pagarían  á  los  encomenderos,  sin  estar  obligados  á 
más.  Los  encomenderos  quedarían  obli^^'^ados,  por  la 
delegación  que  gozaran,  á  acudir  al  servicio  del  Rey  y 
defensa  del  reino,  toda  vez  que  fuera  menester,  no 
como  vasallos  ordinarios,  y  sí  como  feudatarios,  pres- 
tando juramento  de  fidelidad.  Los  indios  cambiaban  así 
su  condición  de  esclavos  por  la  de  tribuiarius;  y  punjuc 
no  se  abusase  ni  aún  de  este  concepto,  proliibieroa  los 
rqres  que  asignaran  tales  tributos  otros  gobernadores 
que  los  que  hubiesen  recibido  facultad  especial,  y  que 
'  Jera; i  cari  emiendas  á  personas  que  no  fueran  merece- 
doras y  de  bien. 

Los  indios  del  Río  de  la  Plata,  de  Tucuman  y  del 
Paraguay  flieron  objeto  de  disposiciones  especiales  en 
íavor  lie  su  libertad  y  de  su  bieiiesiar.  No  debían  trí- 
bulo sino  desde  los  18  anos  de  edad  y  podían  pagarlo 
en  dinero  ó  en  frutos.  No  podían  ser  encomendados  para 
servicio  personal,  ni  empleados  en  sacar  yerba-mate,  ni 
sacados  fhera  de  su  pueblo,  sino  á  distancias  limitadas 
V  con  íines  determinados  por  la  lev.  Las  indias  na 
jodian  ser  obligadas  á  amamantar  hijos  de  españoles- 


y" 


Digrtized  by  Google 


48 


BOSQUEJO  HISTÓRIGO 


mientras  estuviese  vivo  el  sayo.  Podiaa  ser  arrendados 
los  servicios  de  los  indios,  pero  pagándoles  el  jornal 

mínimo  tasado  por  la  ley,  y  estaba  prohibido  mantener- 
los con  solo  la  íruta  del  algarrobo. 

C!on  tales  providencias  no  desaparecieron  del  todo  los 
abusos ;  pero  sin  duda  disminuyeron  mucho.  Los  indí- 
genas tuvieron  á  los  reyes  constantemente  en  su  favor; 
si  hubieran  sido  tratados  como  las  leyes  mandaban, 
habrían  sido  tan  bien  enseñados*  gobernados  y  respeta- 
dus  como  lo  permitieran  las  instituciones  y  las  costum- 
bres de  ?iquelIo¿  tiempos;  pero  no  cabía  en  lo  humana- 
mente posible  que  todos,  ni  los  más  de  los  que  venían  á 
la  América  fueran  recomendables  por  su  prudencia  y 
por  sus  virtudes,  y  de  ahí  que  la  benévola  iiuención  de 
los  gobiernos  de  España  no  fuera  realizada  en  America 
tan  fielmente  como  debiera  serlo. 

XIII.  —  Más  desórdenes.  —  O^bkmo  de  Tersara. 

Dej(5  Yrala  ocupando  su  puesto  á  uno  de  sus  yernos, 
que  falleció  al  poco  tiempo,  habiéndose  dado  á  conocer 
como   buen  administrador.  Los  españoles  eligieron 
entonces  (1558)  jKira  g(>bernador  á  otro  yerno,  que  lo 
era  D.  Francisco  úrúz  de  Vergara,  Gobernó  éste  en  paz 
durante  un  afl>,  mas  tuvo  que  sofocar  en  los  dos 
siguientes  la  sublevación  de  lo^  indios  del  Paraguay  y  de 
la  provincia  de  Guayrá,  (situada  al  Nordeste,  á  ambos 
lados  del  Paraná)  los  cuales  estaban  descontentos  del 
trato  que  recibían  de  los  encomenderos.  Se  restableció 
el  sosiego  en  las  encomiendas,  debido  á  la  gran  supe, 
riohdad  de  los  españoles  en  organización  y  en  armas; 
pero  no  tardó  en  interrumpirse  en  la  Asunción,  en  donde 
las  pasiones  tenían  constantemente  desasosegados  á  los 
que  veían  en  el  poder  una  fuente  de  satisfacciones.  Ver- 
gara  se  resolvió  á  marchar  á  la  capital  del  Perú,  con 


Digitized  by  Google 


D£  LA  Ri^CbUCA  ORIENTAL  DKL  URUGUAY        4 9 

Qi  designio  de  que  el  Virrey  lo  confirmase  en  la  gober^ 

nación,  cuyo  puesto  temió  perder  por  suresos  desagra- 
(kbieSy  aunque  de  carácter  privado»  que  ocurrieron  entre 
personas  de  su  fiumlia,  Saponen  unos  que  esta  determí- 
nación  (ué  espontánea,  y  otros  qne  flié  sugerida  con  el 
propósito  de  que  dejara  el  poder.  Sea  lo  ([ue  fuere,  es 
lo  cierto  que  sus  adversarios  consiguieron  cfue  se  le  des- 
pegase de  la  autoridad  que  había  ejercido,  así  que  el 
Viney  intervino  en  el  asunto. 

XI?.  —  CMIeiao  ^  Cáeem  y  de  Ortli  de  Zémle 

Diebo  virrey  nombró  para  reemplazar  á  Vergara,  y  en 

calidad  de  adelantado,  á  su  oíicial  D.  Juan  Oniz  de 
Zárate,  á  condición  de  que  había  de  solicitar  de  la 
Corona  de  España  la  confirmación  del  nombramiento. 
M  lo  hizo  y  obtuvo  la  ratificación,  comprometiéndose 
á  importar  en  sus  dominios  cantidad  de  ganado  vacuno, 
lanar,  caballar  y  cabrío  de  los  que  poseía  en  su  pro- 
piedad  del  Perá,  á  extender  las  conquistas,  á  flindar 
poblaciones  y  encomiendas  de  indios,  en  cambio  del 
udtiiaülazgo  para  sí  y  uno  de  sus  sucesores,  y  otras 
prerrogativas.  Zárate  fué  muy  desgraciado  en  su  vi^e 
de  Bspafia  á  la  Asunción,  pues  combatido  primero  en 
el  mar  por  las  tempestades  y  después  en  las  márgenes 
(Jei  Plata  y  del  Uruguay  por  los  indígenas,  perdió  con- 
siderable parte  de  los  hombres  y  cosas  que  traía  y  salvó 
él  mismo  con  lo  poco  que  le  quedaba,  debido  á  la  pro- 
tección que  le  prestó  I).  Juan  de  Garay,  que  descendió 
apresuradamente  á  lo  lai*go  del  Paraná  con  tai  objeto, 
al  saber  la  crítica  situación  en  que  tenían  al  tercer 
adelantado  las  dificultades  de  la  naturaleza  y  la  bravura 
♦le  los  charrúas. 

Salvo  de  peligros,  fuudó  más  al  Norte,  sobre  la  mar- 
gen izquierda  del  Uruguay,  algo  distante  del  lugar  que 

4 


Digitized  by  Google 


50  '  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

hoy  ocupa,  no  sin  liaber  librado  sangrienta  batalla  á 
las  tribus  charrúas  de  Taboba»  Abayuba  y  Zapicán,  el 
pueblo  de  San  Salvador,  abandonado  luego,  y  se  dirigió 
á  la  Asunción,  dejando  en  el  nuevo  pueblo  una  petj^ueüa 
fuerza. 

Pero»  á  los  disgustos  que  llevaba  de  su  viaje  se  agre- 
garon otros  en  el  Paraguay,  originados  principalmente 

por  la  noticia  de  que  durante  su  ausencia  liabían  ocu- 
rrido graves  trastornos  entre  los  españoles,  por  los  cua- 
les el  gobernador  interino  FeUpe  de  Cáceres  había  sido 
depuesto  y  engrillado  y  apoderádose  del  poder  un  tal 
Suárez  Toledo,  así  como  por  la  mala  acogida  que  le 
hizo  el  pueblo  á  quien  iba  á  gobernar,  y  falleció  de 
pesar  poco  después,  (1575)  segtm  parece,  aunque  se  dice 
también  que  fué  envenenado  por  los  parciales  del  usur- 
pador que  le  precedió  en  el  gobierno. 

XT*  —  GoMem  Interino  de  Gamj' 

Antes  ih-  inni  ir  dispuso  Ortiz  do  Zarate,  usando  el 
dercclio  que  ei  gobierno  de  la  Península  le  había  acor- 
dado, que  le  sucediera  en  el  adelantazgo  el  que  contra- 
jera matrimonio  con  una  hija  que  tenia  en  Chuquisaca. 
Kfi  virtuíl  de  esta  disposición  vino  á  í<er  el  cuarto  ade- 
lantado don  Juan  Torres  de  ra  y  Aragón  ;  pero  como 
no  pudiera  tomar  posesión  del  cargo  por  el  momento, 
encomendó  el  gobierno  á  Garay.  Éste  afirmó  ]K)r  las 
armas  la  autoridad  española  en  el  Paraguay,  fundó 
poblaciones,  y  se  dirigió  después  hacia  el  Sud  con  el 
pensamiento  de  establecer  una  colonia  en  paraje  que 
sirviera  de  escala  á  las  eíiibarcaeiones  (jue  hacían  la 
carrera  entre  Es]»aña  y  la  Asunción,  á  la  vez  que  fuera 
centro  de  las  comunicaciones  que  en  el  porvenir  se  efec- 
tuasen por  los  princiiuales  ríos  que  concurren  á  formar 
d  Piala.  Li  paraje  elegido  fué  próximo  al  riachuelo, 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  51 

eñ  donde  fundó  la  actual  ciudad  de  Buenos  Aires,  (1580) 
algo  distante  del  punto  en  que  la  habíu  fundado  Men- 
dosa. Los  querandis  opusieron  una  terrible  resistencia 
ahora,  como  45  años  antes ;  pero  la  lucha  de  dos  civi- 
lizaciones tan  desiguales  había  de  dar  por  resultado 
que  los  salvóles  fuesen  definitivamente  vencidos,  y  lo 
flieron  en  una  gran  batalla,  á  pesar  del  muy  escaso 
número  de  tropas  de  que  disponía  el  conquistador.  Esta 
hazaña  es  una  de  las  más  notables  que  se  realizaron  en 
el  curso  de  la  conquista  del  Río  de  la  Plata,  llevada  á 
cabo  á  fuerza  de  valor  y  de  audacia»  y  la  fundación  de 
Buenos  Aires  uno  de  los  hechos  más  fecundos. 

El  u  i  unto  alcanzado  aseguraba  la  permanencia  de  la 
üueva  colonia,  aunque  no  su  tranquilidad,  pues  que 
ios  indígenas,  raza  belicosa»  no  cesarían  de  molestar  á 
los  colonos.  Pudo  Garay  pretender  escarmentarlos  por 
la  fuerza  ya  que  tanto  á  la  fuerza  debía  ;  eini)ero,  pre- 
firió someieilus  por  la  persuasión,  mandando  cerca  de 
ellos  misioneros  cristianos  que  los  convirtieran  á  la  ve« 
á  la  creencia  de  la  Iglesia  y  á  la  autoridad  de  la  Corona. 
La  experiencia  había  demostrado  que  los  españoles 
ha!)ían  extendido  y  asegurado  mucho  más  su  imperio 
f)or  los  medios  suaves  que  por  la  violencia  de  las  armas. 
Cerca  de  cuatro  años  empleó  Garay  en  organizar  y  en 
acrecentar  la  población  de  Buenos  Aires,  y  en  asegu- 
rar la  paz,  después  de  los  cuales  í'iu'  sorprcndidt)  y 
muerto  por  los  minuanes,  á  orillas  del  Paraná,  en  viaje 
para  Santa  Fe>  Hombre  de  grandes  cualidades,  es  mere* 
ceder  de  que  su  nombre  sea  pronunciado  con  reconoci- 
miento. 


Digrtized  by  Google 


52 


Bosquejo  hií>tühico 


XYl.  —  Trak»^io6  de  Torres  Xaranete  y  de  Taires  de  Ver»  j  Ara«te 

Á  Garay  sucedió,  en  ausencia  del  adelantado,  el 
primo  de  éste  Juan  de  Torres  Navarrete,  durante  cuya 

administración  se  fundaron  otras  poblaciones  y  se 
repartieron  los  indios,  com'o  era  costumbre,  entre 
encomenderos»  en  los  territorios  cercanos  al  Paraná. 

El  adelantado  Torres  de  Vera  y  Aragón  Uegó  al  Para- 
guay en  1587,  trayendo  los  f^anados  que  /árate  se 
había  ol «ligado  á  importar.  Halló  anai  quizada  y  desmo- 
ralizada la  colonia;  se  esforsó  por  restablecer  el  orden, 
por  extender  las  conquistas,  y  por  llevar  á  las  tribus 
indígenas  la  fe  del  cristianismo  ;  {.ero,  cansado  de  tan* 
tas  dificultades  como  eran  las  que  se  le  presentaban  y 
empobrecido,  renunció  sus  derechos  y  se  retiró  á 
Espaüa  (1591). 

XVII.  —  Oobierno  de  Ueniando  Ariaü  de  üaaTedrm 

Fue  nombrado,  des[>ues  de  Torres  de  Vera  y  Aragón, 
Don  Hernando  Arias  de  Saavedra  (llamado  comunmente 
Hemandarias)  para  gobernador  del  Paraguay.  Es  de 

notarse  que  Arias  fué  paraguayo,  pues  nació  en  la 
Asunción.  Nunca  se  había  visto  á  un  criollo  elevado  á 
esta  dignidad,  y  era  cosa  que  los  españoles  evitaban^ 
tanto  por  no  dar  á  los  hijos  del  país  demasiado  poder» 
temerosos  de  que  se  formara  y  generalizara  el  senti- 
miento del  americanismo,  cuanto  por  no  excitar  los 
celos  de  los  prohombres,  que  se  creian  en  el  derecho  de 
gobernar  á  titulo  de  conquistadores,  que  valia  tanto 
como  el  de  señores  del  país  conquistado.  Es  indudable 
que  si  se  hi/u  una  excepción  en  favor  de  Hernandarias, 
fué  por  lo  emparentado  que  éste  estaba  con  los  prime* 
ros  conquistadores  del  Rio  de  la  Plata,  por  el  alto  con- 


Digrtized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  53 

cepto  en  que  por  tal  razón  se  le  tenía,  y  porque  sus 

ideas  y  sentimientos  eran  demasiado  favorables  á 
Kspaüa  para  que  nada  tuvieran  que  temer  los  españoles. 

Durante  su  administración,  varias  veces  interrum- 
pida, y  relativamente  duradera,  se  continuó  en  memo- 
rables acciones  de  guerra  la  conquista  sobre  los  indios ; 
iiuho  manifestaciones  en  ei  sentido  de  dar  ensanche  al 
comercio  excesivamente  restringido  por  las  leyes;  se 
fundaron  las  Misiones  paraguayas,  con  ánimo  de  civi- 
lizar pacíficamente  á  los  salvajes,  y  se  sostuvo  ante  el 
^•onsejo  de  Indias  el  pensamiento  de  dividir  en  dos 
^bemaciones  la  administración  de  lo  que  constituía 
hasta  entonces  el  Paraguay.  Hemandarias  es  conside- 
rado el  último  de  los  conquistadores  del  Río  de  la  Plata, 
y  el  primero  de  sus  írobernantes  naturales.  Su  gobierno 
tUé  laborioso  y  bien  intencionado,  y  dió  el  ejemplo  de 
no  haber  servido  para  enriquecer  al  que  tuvo  en  su 
mano  la  suma  del  poder  de  la  gobernación. 

XTUL  —  La  Mnqoisla  en  ei  Uterior  de  la  Banda  oeeldentai 

Como  se  ha  visto,  los  conquistadores  que  siguieron 
la  ruta  de  Solts  no  se  ocuparon  de  dominar  más  que  el 

terrilurio   del    I'araíjuuy  propiamente    dicho,  el  de 
Guayrá,  que  se  extendía  á  ios  dos  lados  del  alto  Paraná, 
ambas  márgenes  del  biyo  Paraná  y  la  izquierda  del  río 
de  la  Plata.  No  debe  pensarse,  por  ésto,  que  gozaban 
<le  independencia  los  pueblos  diseminados  en  el  interior, 
hasta  la  cordillera  de  los  Andes.  Los  españoles  que 
habían  conquistado  las  tierras  que  ahora  pertenecen  al 
Perú  y  á  Chile  enviaron  en  la  segunda  mitad  del  siglo 
i    XVI  varias  expediciones  más  acá  de  los  Andes,  y  ésas, 
I    desgraciadas  unas,  felices  otras,  vinieron  sojuzgando 
I   por  las  armas  y  por  la  acción  persuasiva  de  religiosos 
misioneros,  las  numerosas  tribus  que  hallaron,  flin- 


Digrtized  by  Google 


54  B4»swcej'^  histórico 

dando  poblaciones  y  dando  encomieadas.  Así  nacieron 

varias  de  las  ciadaces  que  son  ahora  capitales  de  pro 
TÍncia;  j  los  iodios  someüdos  fuaron  taniofi,  qae»  ¿egiía 
ae  caenta,  nno  aoio  de  aquellos  conqnistadixies  repartió 
entre  56  encomesuleros  cerca  de  cincuenta  mil  Indios. 

Con  la  acción  simultánea,  aunque  independiente,  de 
los  conquistadores  mediterráneos  j  ríbereik»  quedó 

asegurada  la  domina^nón  d-:-  la.s  extensas  tierras  que 
median  entre  el  Uruguay  y  ios  And^>^  v  -ntre  Buenos 
Aires  y  los  límites  septentrionales  del  Paraguay.  Las 
zonas  que  aún  quedaban  libres  del  poder  extranjero,  si 
bit;n  r-onside-rables,  no  serían  ya  un  peligro  para  el 
gobierno  y  la  prosperidad  de  ios  nuevos  estahlecimien- 
tos,  y  recibirían,  en  el  curso  de  los  tiempos  futuros,  el 
p^íulaíino  influjo  de  las  civilizaciones  que  se  suce- 
dí r^ran. 

En  los  hechos  que  hasta  aquí  se  han  narrado  iiay 
cuatro  cosas  que  principalmente  Uaman  la  atención  :  la 

conquista,  el  orden  civil  del  pueblo  conquistador,  el 
orden  civil  del  pueblo  conquistado,  y  el  infliyo  que  tales 
sucesos  habían  de  ejercér  en  las  comarcas  platenses. 

Se  nota  desde  luego  que  los  combates  hanse  librado 
entre  un  corto  número  de  españoles  y  un  número  r- la- 
tívarnente  grande  de  indígenas,  y  que  estos  solían  sacar 
la  i)eor  parte.  £1  triunfo  constante  de  los  menos  se 
explica  sin  esftierzo  por  la  superioridad  de  los  medios  de 
ataque  y  de  defensa.  Pero  á  pesar  de  esta  diferencia, 
ns^imbro  causa  el  valor  moral  y  físico  que  necesitaron 
los  europeos  para  lanzarse  en  barcos  muy  defectuosos, 
A  través  de  océanos  imponentes,  á  dominar  y  residir  en 
dilatadas  (¡erras  desconocidas  y  llenas  de  peligros,  en 
Ins  cuales  se  verían  privados  del  bienestar  y  de  los 
auxilios  á  que  estaban  habituados  en  su  patria.  Eran 


Digitized  by  Google 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  55 

empresas  que  revelaban  un  pueblo  heroico,  verdadera- 
meaító  legendario.  Dora  tenía  que  ser  para  los  vencidos 
la  conquista  de  tierras  y  pueblos ;  pero  ya  se  ha  visto 
que  talaba  en  las  prácticas  seculares  de  todo  el  mundo : 
americanos  y  europeos,  africanos  y  asiáticos,  tenían  la 
costumbre  de  iaiponerla  y  de  soportarla  alternativa- 
mente, según  fuese  la  suerte  de  las  armas.  Los  salvajes 
no  poíiian  extrañarla,  pues  que  se  los  aplicaba  la  ioy 
de  la  íuerza,  que  era  su  propia  ley. 

Foé  grande  la  anarquía  en  que  vivieron  loí  conquis- 
tadores. No  se  la  podría  explicar  atribuyéndola  sólo  á 
li  satisfacción  de  maiular,  pues  poco  liala^üefio  había 
en  los  primeros  tiempos  del  gobierno  del  Paraguay.  Su 
explicación  debe  buscarse  en  el  modo  de  ser  general 
de  los  pueblos  europeos,  acostumbrados  á  rivalidades  y 
ú  arhitrariedad^iS  hereditarias.  t*n  los  cuales  se  desarro- 
llaban las  pasiones  espontáneamente,  determinando 
rejertas,  duelos*  desórdenes  y  guerras  que  hoy  se  ten- 
drían [.or  neuróticos.  La  anarquía  era  un  mal  de  los 
tieiapos.  La  Asunción  del  Paraguay  era,  b^jo  este 
aspecto,  una  representación  del  mundo. 

Los  indios  acostumbraban  comerse  á  los  vencidos  en 
h  í; lid  ra,  ó  matarlos  simplemente,  ó  someterlos  á  una 
esclavitud  tan  bárbara  como  ellos  lo  eran.  Los  españo- 
les, pueblo  civilizado,  les  dieron  el  raro  ejemplo  de  no 
comerse  ni  matar  á  los  que  en  la  guerra  tomaban,  salvo 
los  casos  de  rebelión  en  los  cuales  eran  muertos  con 
frecuencia  loa  promotores  ó  jefes  principales,  no  á  titulo 
de  enemigros»  sino  por  reprimir  los  graves  delitos  de  que 
eran  causantes.  Sometían  á  los  vencidos  al  sistema  de 
ks  enconaien<las,  por  juzgar  que  era  una  necesidad  de 
la  conquista.  Ellos  eran  pocos,  y  los  conquistados 
muchos  y  habituados  á  vivir  sin  trabajar,  sin  gobierno 
y  sin  género  alguno  de  disciplina. }  Cómo  mantenerlos 
libres  y  á  la  vez  ordenados  bajo  la  autoridad  del  con- 


Digitized  by  Google 


56  B05QUBJO  HISTÓRICO 

quislador  ?  Era  absolutamente  imposible.  Era  necesario 
habituarlos  á  la  civilización  europea»  y  esta  babituación 

requería  que  si'  les  enseñase  á  trabajar  y  á  observar  las 
leyes  que  regían  las  relaciones  iu*ivaclas  y  públicas  ;  es 
decir  á  la  subordinación  de  la  moral  y  del  derecho.  No 
Ies  ocurrió  nada  más  adecuado  que  repartir  á  los  natu- 
rales entre  los  euroj^eos,  para  (lue  en  el  trato  de  ellos 
aprendiesen  lo  que  liabían  menester  para  vivir  después 
con  libertad.  Consideraban»  pues»  á  los  indios  coma 
incapaces  de  obrar  regularmente  en  una  sociedad  cultn, 
y  los  encomenderos  venían  á  ser  una  especie  de  curado- 
res. Los  soberanos»  algunos  eclesiásticos  (no  todos)  y 
gentes  de  otras  clases  procuraron  que  ese  régimen  fuera 
en  los  hechos  suave,  benigno,  humanitario  como  su  fin. 
Los  arios  dr  severidad  y  aun  de  crueldad  esluvier.>n, 
emi>ero,  harto  generalizados  en  toda  la  América. 
Nacian,  en  parte,  de  que  los  europeos»  fuesen  ó  no 
españoles,  habían  endurecido  su  carácter  por  el  natural 
influjo  de  l.'is  furiosas  guerras  á  que  sin  tregua  se  dcMli- 
caban  hacía  siglos;  y  en  parte  se  debían  también  á  que 
los  indígenas  eran»  por  razón  de  sus  hábitos»  difíciles  de 
reducir  al  trabajo  y  á  la  disciplina. 

Dos  siglos  v  medio  larsros  han  transcurrido  desde  hi 
époíM  á  que  ha  llegado  esta  narración»  y  las  naciones 
iñás  civilizadas  conquistan  aún»  y  no  ha  desaparecido 
de  sus  dominios  la  esclavitud,  y  menos  la  servidumbre. 
Iv'o  es  de  extrañar,  por  lo  mismo,  la -conducta  que  en 
aquellos  tiempos  remotos  observaron  los  conquistadores 
de  la  América.  Mas»  si  las  circunstancias  de  lugar  y  tiempo 
sin^en  para  explicar  y  excusar  los  actos  humanos,  no 
sirven  para  legitimar  los  que  por  virtud  de  su  propia 
naturaleza  no  se  recomiendan.  La  conquista  ha  sido 
parte»  siempre,  de  las  costumbres  internacionales ;  pero» 
las  más  de  las  veces  ha  sido  también  un  abuso  de  la 
fuerza»  una  violación  del  derecho  llevada  á  cabo  por 


Digitized  by  Google 


DE  Ul  república  ORIENTAL  DEL  URÜOÜAT  57 


satisfacer  ambiciones  ó  rencores.  £1  hombre  ha  nacido, 
desde  que  existe  su  especie,  para  ser  libre;  y  el  estado 
no  ha  debido  formarse  con  otro  fin  que  el  de  irarantir 

esa  lihortíid  i>or  los  medios  estrictamente  indis|)ensables. 
Verdad  que  entre  estos  medios  se  cuenta  el  de  privar  de 
la  Kbertad ;  pero  no  se  le  emplea  sino  contra  aquellos, 
índiTÍdaos  6  estados,  que  abusan  de  ella  en  perjuicio 
del  derecho  de  terceros ;  y,  aun  entonces,  la  privación 
áa  de  ser  tan  limitada,  que  baste  para  asegurar  el 
dmcbo  amenazado  y  no  anole  la  personalidad  moral  y 
vindica  d*-  la  entidad  sujeta  á  coacción.  Los  americanos 
no  habían  sido  un  peligro  para  ios  eui  opeos,  puesto  que 
no  se  trataban,  ni  aun  se  conocían.  No  fué  justo,  pues, 
que  at  destruyesen  sus  instituciones  y  se  les  redujese  á 
li  s^rvidtimbre  por  la  fuerza.  Cierto  que  esta  verdad  no 
na  podido  ser  respetada,  mienu^as  no  fué  generalmente 
conocida,  y  el  estado  de  las  ideas  que  prevalecían  en  el 
y\^\o  XV  basta  para  excusar  á  los  españoles.  Pero  hoy, 
que  sabemos  cuan  crróne; miente  se  pensaba  entonces, 
no  podemos  juzgar  los  hechos  de  nuestros  antepasados 
como  los  juzgraron  ellos. 

El  derecho  de  propaganda  es  y  ha  sido  siempre  un 
derecho  de  los  indiviiluos  y  de  los  pueldu8  ;  y  no  sólo 
un  derecho,  sino  también  un  deber.  Los  españoles  ejer- 
cieron ese  derecho,  cumplieron  ese  deber  en  América, 
nmque  equivocando  los  medios :  propagaron  sus  ideas, 
sus  creencias,  sus  instituciones,  sus  costumbres  y  sus 
industrias  en  la  medida  posible  ;  exploraron  la  América 
y  la  dieron  á  conocer  al  resto  del  Mundo.  Las  transfor- 
maciones que  en  la  civilización  americana  verificaron, 
yapara  íines  del  siglo  XVI,- ftieron  grandes  efectiva- 
la^te ;  pero  mucho  más  lo  eran  por  su  virtualidad, 
puesto  que  de  su  natural  desenvolvimiento  llegarían  á 
reportar  incalculables  ventajas  los  americanos  y  la 
humanidad  entera  en  los  futuros  siglos. 


Digitized  by  Google 


LIBRO  8E6UND0 


España,  Portugal,  el  Brasil  y  bl  Rio  de  la  Plata 

H.VSTA  18  lü 

XX.  ^  Expüeadfo  preTia 

Se  antepuso,  á  la  breve  nai  I  cü  íum  jue  precede  de  la 
conquista  de  la  Banda  occidental  del  Uruguay,  uiia 
idea  samarísima  del  estado  de  las  civilizaciones  europea 
y  americana,  y  especialmente  de  las  española  y  rio- 
pláteiisr,  con  el  fin  de  que  el  lector  apreciara  los 
hechos  de  la  coníjuista  mejor  y  con  más  facilidad  que 
si  careciera  de  aquellos  conocimientos. 

La  causa  ocasional  de  la  conquista  y  colonización  de 
la  Banda  oriental  fue  la  larga  lucha  sostenida  enti'e  la 
Banda  occidental  y  el  Brasil  por  dominar  aquel  terri- 
torio. Las  vicisitudes  de  esta  lucha  dependieron  á  sa 
vez  de  las  relaciones  políticas  de  España  y  de  Portugal. 
Y,  como  en  esa  larga  coiuienda  triunfaron  al  tin  los 
españoles  en  las  márgenes  del  Plata  y  del  Uruguay,  la 
Banda  occidental  extendió  á  la  oriental  la  autoridad  de 
las  instituciones  judiciales  y  [eolíticas  generales,  implantó 
en  esta  instituciones  locales  iguíil^^s  á  las  suyas,  y  la 
gobernó  como  parte  integrante  de  la  dominación  espa- 
ñola del  Plata. 

Dadas  estas  relaciones,  no  es  difícil  comprender  lo 


Digitized  by  Google 


D£  LA  KEPCBUCA  uRI£NTAL  DEL  URLGCAT  ^ 

oecesaiio  que  es  tener  alguna  noción  de  las  mstíta<io- 
nes  que  en  común  tuvieron  iodos  los  puebiu.-^  del  Rí»»  de 
la  Plata  mientras  duró  la  dominación  española,  y  de 
cámo  se  desenvolvieron  los  sucesos  en  Espafia,  en 
Ponuíral,  en  el  Brasil  y  en  vi  Pa'o  de  la  Plata  mientras 
se  operó  la  conquista  y  colonización  de  la  Banda 
oriental.  Tales  ideas  pueden  suministrarse  de  paso  que 
se  narra  la  historia  particalar  de  este  pafs ;  pero  algu- 
nas no  encontrarían  fácil  acomodo,  otras  producirían 
d  electo  de  interrumpir  la  ilación  del  relato,  y  además 
las  nociones  dadas  ocasionalmente  no  tendrían  la  yírtod 
de  hacer  percibir  el  conjunto  de  las  relaciones  polfticaSt 
económicas  y  administrativas  fjue  obran  en  los  sucesos 
uruguayos,  cuyo  defecto  engendraríagraves  oscuridades, 
errores  y  deficiencias  de  concepto. 

Parece,  pues,  conveniente  trazar  ante  todo  los 
trnuides  rasgos  de  la  historia  de  aquellos  cuatro  p^^lses 
relativa  á  los  siglos  XVI,  XVII,  XVIII  y  principio  del 
XK^  y  describir  las  principales  instituciones  que  rigie- 
ron  las  colonias  del  Río  de  la  Plata,  sin  perjuicio  de 
recordar  y  de  ampliar,  si  es  necesario,  los  hechos  en 
que  se  ftmden  los  acontecimientos  del  Uruguay,  á 
medida  que  las  oportunidades  se  presenten. 

Tal  es  el  propósito  á  que  corresponde  el  libro  pri- 
mero. 

CAPÍTULO  I 
España  desde  bl  siglo  xvi  haísta  1810 

TSL  —  £spafa  imnte  el  reinado  de  la  dinastia  anstriaca 

Muertos  Felipe  I  y  Fernando  el  catóhco,  pasó  en 
1516  la  corona  de  España  al  hijo  de  aquél,  Carlos  I, 
soberano  de  los  Países  Bajos  y  del  Condado  de  Borgofia, 
4ue  fué  proclamado  también  emperador  de  Alemania 


Digitízed 


60  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

Imjo  el  nombre  de  Carlos  V,  con  el  cual  se  le  designa 
más  firecuentemente.  Se  levantaron  contra  él  la  nobleza, 

el  clero  y  las  comunidades  de  Castilla;  pero  íüeron 
vencidos  y  desaparecieron  úíjMc  entonces  las  antiguas 
libertades  de  España.  No  taixió  en  manifestarse  la  riva- 
lidad de  Carlos  y  de  Francisco  I,  rey  de  Francia: 
ambos  se  hicieron  la  guerra  en  Italia,  con  tan  mala 
suerte  del  seírundo,  que  cayó  prisionero  en  Pavía. 
Carlos  se  pronunció  contra  la  reforma  religiosa  de 
Lutero,  con  cuyo  motivo  sostuvo  sangrientas  guerras, 
como  lo  fueron  siempre  las  religiosas.  Combatió  asw 
mismo  en  Áfnc  ».  V  después  de  nuaierusas  campañas 
en  las  cuales  no  igualaron  los  reveses  á  las  viciorias, 
hastiado  ya  del  poder,  renunció  á  la  triple  soberanía 
de  Espafta,  Alemania  y  América.  Engrandeció  sus 
doiíiijiios  de  los  Países  B.íjos  con  varias  adquisiciones; 
libró  á  Flandes  y  al  Artois  del  homenaje  que  rendían  á 
Francia;  ocupó  el  Milanesado,  conquistó  Túnez, 
dominó  con  su  poder  la  Europa  toda  y  elevó  á  Espalla 
á  tanta  altiir.i,  que  fué  en  su  tiempo  la  nación  m;ís 
poderosa  del  Mundo.  Al  abdicar  dejó  á  su  henaano  las 
posesiones  alemanas  y  las  españolas  y  americanas  á  su 
hijo  Felipe  II. 

Felipe  se  distinguió  por  su  gran  ambición  y  por  su 
fanatismo.  Pretendió  á  In  vez  sofocar  el  i)roiesianti^ino 
y  apoderarse  de  Europa,  y  este  doble  proi)ósit^  lo  com- 
prometió en  continuas  guerras.  Triunfó  en  Italia»  venció 
á  los  turcos  en  Lepante  y  conquistó  el  reino  de  Portugal 
en  1580,  pero  Francia  pudo  recuperar  territorios  fron- 
terizos que  había  perdido.  Llevó  la  inquisición  á  Sicilia 
y  á  los  Países  Bsyos,  é  intentó  concluir  con  el  poder  de 
Inglaterra,  pero  se  separan  de  su  dominio  varias  pro* 
vincias  holandesas,  y  la  fiini^sa  Arma^h  invencible 
mandada  contra  los  inirleses  es  destruida  en  un  combate 
y  por  una  tempestad.  Al  fallecer  Felipe  II  en  1598» 


Digrtized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  61 

quedó  España  horrorizada  por  la  inquisición,  arruinada 
y  sin  sangre. 

Le  siguieron,  uno  después  de  otro,  Felipe  líl  hasta 
1621,  Felipe  IV  hasta  1665,  y  Carlos,  el  hechizado, 
hasta  1700,  pertenecientes,  como  los  anteriores,  á  la 
íkinilia  de  Austria.  Ninguno  de  ellos  i^aló  en  talento  y 
carácter  á  Carlos  I  y  á  Felipe  II.  Al  contrario,  se  hicie- 
ron notar  todos  por  su  incapacidad,  por  su  apatía  y  por 
su  superstición.  Abandonaron  el  gobierno  á  uünistros 
tan  altaneros  como  ineptos,  que  comprometieron  á 
España  en  guerras  externas  funestísimas,  sin  haber 
acertado  á  satisfacer  sus  necesidades  internas.  La 
corona  perdió  algunas  posesiones  en  América,  (1681)  y 
en  Europa,  el  dominio  de  Portugal,  (1640-1663)  el 
Artois,  el  Rosellón,  el  Sud  de  Flandes  y  el  Franco 
Condado  durante  el  siglo  XVII;  no  disminuyeron  el 
despotismo  religioso  ni  el  político;  aniquiláronse  la 
agricultura,  el  comercio  y  todas  las  demás  industrias ; 
á  penas  quedaron  insigniflcantes  restos  de  la  marina; 
se  anuló  totalmente  el  prestigio  de  su  política  exterior 
del  remo;  y  hasta  el  respeto  que  merecía,  siquiera 
fiiese  por  las  grandezas  pasadas  y  la  presente  desgracia, 
Uegó  á  rebajarse  tanto,  que  las  potencias  celebraron 
congresos  ]j;ira  decidir  cómo  habían  de  repartirse  entre 
sí  el  lerriiorio  de  ia  Península. 

XXII.  —  £siMiúa  bi^o  la  dinastía  borbónica 

La  rama  borbónica  de  lus  capetos  reinaba  en  Francia 
desde  1589,  y  ocupaba  el  trono  Luis  XI\',  apellidado  al 
grande^  cuando  falleció  Carlos  II.  Deseaba  dominar  ese 
monarca  en  España.  Opúsose  el  celo  de  las  otras  nació-  ' 

ues,  pero  consiguió  que  al  infeliz  Carlos  II  se  le  indujese 
a  testar  en  favor  de  Felipe  de  Anjou,  nieto  de  Luis  XIV 
y  nacido  en  Francia,  quien  tomó  la  corona  con  el  nom- 


Digrtized  by  Google 


-62  BOSQUBJO  HISTÓRICO 

bre  de  Felipe  V.  La  casa  de  Auísiria  no  se  resignó  á 
perder  ua  trono  que  había  ocupado,  auiique  malamente, 
por  espacio  de  dos  siglos,  y  alegó  que  el  derecho  de 
sucesión  favorecía  al  archiduque  Carlos.  Los  españoles 
se  dividieron,  tomando  unos  el  partido  de  los  borbones 
y  otros  el  de  los  austriacos.  Dividiéronse  también  las 
potencias :  Inglaterra,  Prusia,  Holanda,  Saboya,  y  más 
tarde  Portugal,  hicieron  causa  común  con  el  Austria; 
Francia,  como  era  cousi*nn<Mto,  defendió  á  los  espa- 
ñoles que  sostenían  á  Felipe  V.  Ux  guerra  se  hizo  euro- 
pea; duró  trece  años  y  terminó  por  el  tratado  de 
Utrecht.  Las  potencias  reconocieron  el  derecho  del 
sucesor  borbónico  de  Carlos  II,  pero  en  cambio  de  Sici- 
lia, N.ipoles,  Milán,  Cerdeña,  ios  Países  Bajos,  Menorca 
y  Gibraltar.  Los  catalanes  ^continuaron  todavía  la  lucha 
-después  de  la  paz  internacional  de  1713;  franceses  y 
-españoles  penetraron  i>or  asalto  en  Barcelona,  y  al 
vencer  derogaron  los  tueros  de  los  vencidos,  que  eran 
restos  de  la  autonomía  provincial  española.  I^o  andu- 
vieron mucho  mejor  los  asuntos  americanos*  Nuevo 
tratado  celebrado  en  Utrecht  el  año  1715  obligó  á 
Felipe  V  á  entregar  posc^siones  á  Portugal,  ¡«revalié- 
ronse  los  portugueses  de  la  debilidad  de  Espaíía  para 
avanzar  la  línea  de  sus  posesiones,  y  las  discusiones 
continuaron  á  pesar  del  tratado  de  París  concluido  en 
1737.  Entre  tanto,  í^I  bien  intenciunaiK)  Felipe  procuró 
reponer  á  la  Península  de  sus  quebrantos  internos  l)ajo 
la  hábil  dirección  de  ministros  como  el  cardenal  Albe- 
foni  y  don  José  Patiño.  Si  bien  acosado  por  flrecuentes 
guerras,  consiguió  disciplinar  el  ejercito,  comenzar  la 
nueva  formación  de  una  marina,  mejorar  la  adminis- 
tración pública  y  fomentar  las  letras  y  las  ciencias, 
Jiasta  el  año  1746  en  que  terminó  su  reinado. 

Sucediéronle  Femando  VI  hasta  1759  y  Carlos  III 
Jiasta  1788  en  el  empeño  de  hacer  progresar  á  España,  ^ 


Digrtized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  URiEMAL  DEL  URUGUAY  63 

£1  primero,  auxiliado  por  Carvf^al,  el  marqués  de  la 

Ensenada»  Jorge  Juan,  Peyoo  y  otros  hombres  eminen- 
tes, se  propuso  vivir  en  paz  con  la  Europa  firmando  en 
1748  el  tratado  de  Aquisgram,  y  con  Portugal  por 
medio  de  otro  tratado,  que  se  celebró  en  1750»  el  cual 
decidió  la  larga  contienda  del  dominio  de  las  tierras 
situadas  al  Este  del  Uruguay.  Creó  numerosas  institu- 
ciones científicas  y  literarias,  protegió  á  los  hombres 
itostres,  hizo  adelantar  el  comercio  y  las  industrias, 
«amentó  la  escuadra  hasta  dotarla  de  50  buques,  y,  á 
ia  vez  que  rebajó  los  impuestos,  hizo  prosperar  tanto  el 
tesoix)  público,  que  dejó  en  él  al  morir  3  millones  de 
libras  esterlinas. 

Carlos  III  comenzó  su  reinado  devolviendo  á  Cataluña 
y  á  Ara^^-ón  sus  abolidos  fueros  y  i)erdoiiando  á  las  ciu- 
dades ios  crecidos  impuestos  que  desde  anos  atrás  debían 
á  la  Corona.  Hallábase  Francia  desde  175t>  comprome- 
tida en  la  Guerra  de  siete  ano^que  sostuvo  contra  Ingia- 
tWTíi,  cuando  ultrajes  cometidos  por  ésta  obligaron  á 
España  á  aliai^e  á  F!*ancia  por  el  Pació  de  familia, 
Ü7(il)  en  el  cual  entraron  también  Nápoles  y  Turiu. 
Como  el«Portugal  se  inclinara  en  fovor  de  Inglaterra,  se 
extendió  á  él  la  guerra  de  los  aliados.  Los  portugueses 
I»erdieron  en  Europa  dos  provincias  y  en  América  pla- 
xas  fuertes  y  territorios  que  ocupaban,  y  los  españoles 
fueron  vencidos  por  Inglaterra  en  Cuba,  en  Manila  y 
eo  el  castillo  del  Morro.  Esta  guerra  terminó  en  1763, 
jH>r  el  traindo  de  Fontainebleau,  en  el  cual  se  pactó  la 
íesüiución  de  las  presas  tomadas  y  de  algunos  de  los 
territorios  conquistados.  Como  los  portugueses  no  respe- 
taron en  América  las  cláusulas  de  este  acuerdo,  sino 
que  tomaron  posesión  de  tierras  cuyo  derecho  habían 
recí>nocido  á  España,  Carlos  IIT  les  decían')  la  guerra 
<4ra  vez  ;  los  españoles  consiguieron  señalados  tiiuoíbs 
m  las  márgenes  del  Plata  y  en  Río  Grande,  y  obtuvieron 


Digrtized  by  Google 


Í>4  BUísyLKJU  HISTÓRICO 

por  el  tratado  de  paz  de  1777  que  se  les  reconociese  el 

dominio  de  las  rilieras  del  río  (Waiule  del  Sud,  cuya 
paciiicaenai  fué  robu^ieoida  por  otro  U'atado  de  comercio 
que  ambas  potencias  subscribieron  eu  el  Pardo  el  año 
1778.  Con  ocasión  de  la  guerra  de  la  independencia 
norte  americana,  favorecida  por  Francia,  atacó  España 
á  In^Lrlaterra.  La  campaña  í'u<»  tremenda.  Lñs  ingleses 
perdieron  varias  posesiones :  pero,  si  bien  íavoreridos 
por  las  tempestades  y  empleando  balas  incendiarias 
(prohibidas  por  el  derecho)  consiguieron  mantener  el 
peíuiü  de  (li frailar,  <  aya  reconquisui  había  sido  una 
de  las  principales  aspiraciones  de  Carlos  UX.  Entre  tanto, 
este  ilustre  monarca,  que  tuvo  el  tacto  de  emplear  hom- 
bres de  grandes  cualidades,  como  lo  fiieron  Campo- 
manes  y  los  condes  de  Aranda  y  Floridablanca,  expulsó 
íí  los  jesuiias,  reüenó  el  poder  de  la  inquisición,  dió 
muy  notable  impulso  al  comercio,  á  la  industria,  á  las 
letras,  á  las  ciencias,  á  la  hacienda,  al  ^ército  y  á  la 
marina,  y  devolvió  á  España  mucho  del  esplendor  y  del 
prestigio  que  en  otros  tiempos  había  tenido. 

Sucedióle  Carlos  IV  hasta  1807.  Débil,  indeciso,  [pere- 
zoso y  nada  afecto  á  las  ocupaciones  gubernativas, 
abandonó  los  negocios  públicos  á  sus  ministros.  Fué- 
roulo  al  principio  Floridablanca  y  el  conde  de  Aranda  ; 
pero,  no  habiendo  eviiado  que  los  revolucionarios  de 
Francia  llevaran  al  cadalso  á  Luis  XVI,  vino  al  poder 
don  Manuel  Godoy,  que  había  interesado  á  los  reyes 
por  su  hermosura,  pero  ahsohuamente  incapaz  para 
gobernar.  Dueño  de  la  voluntad  de  Caiios  IV  y  de  5vU 
esposa  María  Luisa,  atrajo  en  poco  tiempo  sobre  Espafia 
las  mayores  calamidades  imaginables.  Declaró  la  guerra 
;i  Francia  revolucionada,  obedeciendo  á  sug'estioncs  de 
Ingflaterra,  |>ur  vengar  la  muerte  de  Luis  XVI ;  ios  íran- 
ceses  invadieron  la  Cataluña  y  las  provincias  vascon- 
gadas, y  la  paz,  que  se  firmó  en  Basilea  el  afio  1795»  le 


Digrtized  by  Google 


DK  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  65 


costó  la  isla  de  Santo  Domingo  y  la  obligación  de  auxi- 
liar al  vencedor  con  tropas.  Al  afio  siguiente  se  unió  á 

Francia  para  llevar  la  guerra  á  In?>laterra,  y  tuvo  que 
sufrir  la  dexTOta  de  su  escuadra  en  el  cabo  de  San 
Vicente.  La  misma  alianza  lo  obligó  á  enviar  un  ejér* 
cito  contra  Portugal  en  1800,  por  impedir  que  Ingla* 
térra  aprovechara  los  puertos  do  esta  nación  |>ara  su 
comercio  ;  y  si  bien  la  paz  celebrada  en  1801  le  permitió 
establecer  buenas  relaciones  con  los  ingleses  y  retener 
la  ciudad  de  Olivenza,  no  se  resarcieron  con  ella  los 
grandes  sacrificios  de  la  campaña,  á  los  cuales  se  agregó 
la  cesión  de  Luisiana  con  6  navios  y  más  de  un  millón 
de  pesos  á  Francia  y  de  Trinidad  á  los  ingleses.  En 
1801  tuvo  que  auxiliar  á  Francia  con  15  mil  hombres 
destinados  á  las  guerras  del  Norte.  Habiéndose  roto  las 
hostilidades  entre  Francia  é  Inglaterra  en  1803,  y  exi- 
gido aquélla  que  España  concurriese  con  24  mil  liom- 
bres,  en  cumplimiento  del  tratado  de  1795,  Carlos  IV 
compró  el  derecho  de  abstenerse  pagando  un  ñierte 
subsidio  anual,  })ero  Inglaterra,  que  no  aceptó  est^ 
modo  de  ser  neutral,  apresó  tres  fragatas  españolas  que 
iban  de  América  cargadas  de  plata  y  echó  á  pique  otra 
(1804).  Obligado  entonces  Carlos  rvá  aliarse  con  Francia, 
perdió  en  Traíalgüi-  su  brillante  maiMna  (1S05).  Al  año 
subsiguiente  envía  un  ejército  Napoleón  contra  Portugal 
por  peijudicar  el  comercio  inglés,  pero  ese  ejército  es 
acompañado  por  otro  de  España,  la  familia  real  portu- 
guesa huye  con  su  tesoro  al  ]>rasil  (1807)  y  el  general 
íraücés  proclama  rey  á  Napoleón.  En  este  mismo  año 
había  conseguido  el  emperador  que  Carlos  IV  le  cediera 
d  Norte  de  España,  basta  el  Ebro,  en  cambio  de  sentar 
en  el  trono  de  Portugal  á  una  hija  del  último  y  en  el 
<íe  Alg*arves  á  Godoy  ;  pero  esta  promesa  no  se  cumplió, 
tomo  se  vé,  y  aquella  adquisición  fué  el  prólogo  de  una 
Monía  sin  cjjemplo. 


Digrtized  by  Google 


60 


BOSgUKJU  HISTÓRICO 


XXIII.  —  España  In^o  el  imperio  de  Ñapóle^  I 

Lo  resumido  en  el  aríiVuIo  antoiior  da  idea,  auiiiiue 
iiicomideta,  de  lo  desastroso  del  reinado  de  Carlos  IV. 
España  había  agotado  las  flierzas  materiales  y  morales 
acumuladas  por  los  tres  monarcas  que  le  precedieron ; 
halu'a  sido  vrncida,  humillada  y  explotada  en  el  exterior 
y  en  el  iiuerior,  abochornada  por  desórdenes  escanda- 
losos de  la  corte,  tuvo  además  que  ver  desquiciarse 
cuanto  signiflcaba  alguna  señal  de  progreso.  Se  ha 
dicho  <¿ue,  al  entrar  en  el  siglo  XIX,  la  civilización 
española  distaba  más  de  un  siglo  de  la  civilización 
general  de  Europa.  Y  toda  esta  ruina  se  debía  al  iañi\io 
omnímodo  de  Godoy.  Sin  embargo,  el  rey  y  la  reina 
seguían  enamorados  más  que  nunca  de  su  favorito,  y 
con  tanius  títulos  y  honores  lo  hal)ian  culin.ulo,  que  no 
pareciendo  suticientes  los  creados  se  crearon  especial- 
mente para  él,  y  aun  los  cegados  monarcas  lamentaban 
que  su  inventiva  no  les  sugiriese  otros  mayores. 

El  pueblo,  que  liabía  estado  cuiUemplando  con  estu- 
)inr  y  honda  pena  las  desgracias  del  país  y  la  conducta 
de  los  reyes  para  con  la  (Unesta  personalidad  que  ellos 
mismos  habían  creado  de  la  nada,  concluyó  por  odiar 
á  Godey,  por  persuadirse  de  que  nada  bueno  había  que 
esperítr  ya  del  indolente  Carlos  IV,  y  ])or  puaer  todas 
sus  esperanzas  en  el  príncipe  de  Asturias.  Éste,  á  su 
vez,  más  por  ambición  qu  viitud,  se  declaró  ene- 
miiro  del  favorito,  y  aspiró  á  arrebatar  el  trono  d  su 
padre.  Tales  ambiciones  y  enemistades  fueron  causa  de 
que  ociu'rieran  en  la  corte  sucesos  muy  escandalosos, 
éstos  determinaron  al  pueblo  á  sublevarse  en  Arai\juez 
contra  Godoy  en  Marzo  de  1808,  y  el  rey,  temeroso  de 
que  bU  favorito  perdiera  la  vida,  ab.iicó  la  comna  en  el 
principe  de  Astm^ias,  quien  lomó  el  nombre  de  Fer* 


Digrtized  by  Google 


DE  LA  REI'CbLICA  ORIENTAL  DEL  ÜRÜÜUAY  67 

nando  VII,  en  medio  de  entusiastas  festejos  populares. 

Napoleón  I,  que  perseguía  el  pensamiento  de  apode- 
rarse de  toda  la  Península,  aprovechó  la  oportunidad 
que  le  presentaron  los  desastres  de  España  y  los  increi- 
bles  desórdenes  de  la  fanúlia  real,  para  llegar  á  su  fin. 
InTOcando  la  alianza  que  existía  y  las  necesidades 
de  la  guoria  de  l'ortugal,  obtuvo  de  ('arlos  IV  el  per- 
miso de  pasar  un  nuevo  ejércitx>.  Éste,  dividido  en 
varios  cuerpos  y  constante  de  100  mil  hombres,  entró 
en  España  por  diversos  puntos  (Enero  de  1808)  y  ocupó 
varias  plazas  imponaiucs.  Esto  hecho,  el  g'eneral  1  i  an- 
ees que  operaba  en  Portugal  desde  ISOC)  proclamó  rey 
á  Napoleón  (Febrero);  Mural  ocupó  á  Madrid  mientras 
Carlos  abdicaba,  y  cuando  Femando  VII  entró  en  la  * 
ciudad  aclamado  por  el  pueblo,  se  vió  que  el  generalí- 
simo de  las  tropas  riancesas  le  negó  el  reconocimiento 
de  la  autoridad  real  que  acababa  de  recibir,  y  que, 
anunciando  la  venida  del  Emperador,  indico  á  Carlos, 
á  Femando,  á  toda  la  familia  real  y  á  Godoy  á  que 

^alierau  al  camino  para  rcci))irlo. 

Los  tres  fueron  á  Francia  :  Fernando  con  el  ánimo  de 
hacerse  reconocer  rey;  Carlos,  arrepentido  de  haber 
abdicado,  con  la  pretensión  de  que  su  h^o  le  devolviera 
la  corona ;  y  Godoy  con  la  esperanza  de  conservar  su 
posición  mediante  el  resuiblecimiento  de  Carlos  en  el 
trono.  Todos  ellos  buscaban  en  Napoleón  I  al  juez  de  su 
derecho;  pero  el  Emperador  obligó  en  Bayona  á  Fer- 
nando á  que  abdicase  en  favor  de  su  padre  y  á  éste  á 
que  le  entregase  el  cetro  (i  é\  mismo,  con  lo  cual  la 
larnilia  napoleónica  sucedió  á  los  borbones  (Mayo  de 
1808).  £1  emperador  reunió  en  la  misma  ciudad  un  con- 
greso para  que  ratificase  la  cesión  de  Carlos  y  no  tardó 
on  nombrar  á  su  heriiiciiio  José  Bonaparte  rey  de  Ks- 
pauay  de  las  Indias  (Junio). 

En  cuanto  el  pueblo  se  convenció  de  que  los  que 


Digrtized  by  Google 


Bi>S4^U£JO  HISTÓRICO 


pagaban  por  alia-los  se  habían  convertido  pérfidamente 
en  coniiuUtadores,  se  levant«>  en  toda  España  espontá- 
neameate  v  comenzó  á  luchar  individuo  contra  indivi- 
dúo  írr"p">  c<intríi  imipo,  ejército  contra  ejército,  niños, 
m'ijeros  y  hombros  de  Traf>ajo  contra  mi!it;uvs  a;j:'uerri- 
dos^  con  armas  ó  siü  ellaa^  cada  cual  como  podía.  Sin 
concierto  previo  desconocióse  en  todas  partes  el  derecho 
de  la  naoTO  dinastía,  proolamtise  A  Femando  VII,  cada 
provinria  n'^inbn')  \.inn  j>f/>M  para  que  !a  gobernase,  y 
todas  enviaron  después  dipuutdos  pai'a  que  compusiesen 
la  Jtinfa  siepre)fia  de  gobíei^no,  así  que  los  españoles 
^ marón  la  famosa  batalla  de  Bailen  (1808).  Esta  junta, 
instalada  ♦mi  Araiibit^T,  tuvo  que  trasladarse  .i  Sevilla, 
>  lue^)  a  la  isla  de  León,  en  donde  se  constituyó  tam- 
bit^n  un  Consfiio  suprt*mo  de  regencia  para  que  supliese 
la  autoridad  real  unviitras  Fernando  VII  estuviese 
detenido  en  Francia.  Á  k>s  espiiüoies  se  unieron  los 
iiijrUws  on  la  puerra,  y  ésta  continuó  sangrienta  y  te- 
rrible durante  seis  anos. 


PORTUGAL  DBSDE  EL  SIGLO  XVI  HASTA  1810 

XXIT.  —  KttSTMid€«hBÍeBto  ét  P^rtvnl  ea  f I  sifla  XTI 

Los  descubrimientos  hechos  por  los  portugueses  en 
Africa,  Asia  y  América  dieron  á  Poriu¿:al  imporiaii<*ia 
suma  y  renombre.  Esta  monarqma  estableció  colonias 
por  todas  partes  y  se  puso  en  relación  con  chinos  y 
japoneses,  por  manera  que  su  comercio,  su  marina  y  su 
poder  político  crecieron  liiui  ho  en  el  d^M  urso  del  siglo 
^^l.  nnuíjue  no  tanto  como  hubieran  aumentado  silos 
colonos  del  Brasil  hubiesen  estado  sometidos  á  una 


Capítulo  ii 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚfiLlCA  URIKKTAL  DEL  URUGUAY  Ü9 

sabia  organización  y  hubiesen  sido  más  arreglados  en 
su  conducta. 

XXT.  —  Fortagal  \m¡Q  la  dMlaacién  etiiaftola 

Portugal  fué  conquistado  por  Felipe  II  en  1580,  y  con 

é\  pasaron  al  dominio  de  España  las  posesiones  portu- 
guesas de  América,  Africa  y  Asia.  Conocido  es  ya  el 
despotismo  con  que  la  dinastía  austriaca  gobernaba  en 
Espaüa.  No  era  más  blanda  en  los  otros  países  que  le 
obedecían.  La  tiranía  que  desplegó  en  todas  partes  el 
conde-ílu(iUc  cU*  olivares,  primer  ministro  de  Felipe  IV,  • 
8uper(>  á  la  de  Felipe  il;  y  tanto,  que,  no  pudiendo 
resistirla  los  catalanes,  se  sublevaron  con  el  auxilio  de 
la  Francia  por  emanciparse.  Portugal  estaba  airado  así 
pc»r  liaber  perdido  su  indep(Mulencia  como  por  la  dureza 
exti*ema  del  gobierno,  cuando  sus  nobles  fueron  llama- 
dos á  la  guerra  que  se  seguía  contra  Cataluña. 

La  irritación  de  los  ánimos  se  aumentó  con  este 
motivo  de  tal  modo,  (|ue  los  pc  t  ni-iieses  se  rebelaron, 
se  déelararon  nidepeudieiues,  y  llamaron  al  trono  al 
du^ue  de  Braganza  con  el  nombre  de  Juan  IV  (IG40). 
La  guerra  duraba  aún,  cuando  este  rey  fué  sustituido 
por  Alfonso  VI,  su  hijo,  en  lObú.  De  conducta  en 
exucmo  desarreglada,  pesó  el  nuevo  rey  como  una 
desgracia  en  su  patria.  Su  vida  fue  una  sucesión  de 
escándalos.  Los  ingleses  le  exigieron  Bombay  y  Tánger; 
los  holandeses  se  apoderaron  de  las  colonias  de  las 
Indias.  Pasó  los  tiltimos  años  de  su  vida  en  el  encierro 
y  murió  adiado  por  su  pueblo  (1G83.). 

XXTI.  —  Fortag^al  mo  el  inflijo  de  IngiaUrra 

A  Aiioiiso  sucedió  su  heru^ano  Pedro  II,  que  ejercía 
la  regencia  desde  1007.  £n  1068  ajustó  la  paz  con 


Digrtized  by  Google 


70  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

España,  quien  reconoció  la  independencia  de  Portugal, 

si  bieu  quedándose  con  la  africana  de  Ceuta.  Hizo 
florecer  el  comercio  y  las  arles  y  asegui(5  la  i^a?  de  su 
reino  contra  eventuales  ambiciones  de  España  mar- 
chando de  acuerdo  con  Inglaterra,  la  cual  se  prevalió 
después  de  estas  relaciones  para  influir  en  la  política 
portuguesa  en  favor  de  su  interés  comercial.  Uno  de 
los  actos  debidos  á  esta  influencia  filé  el  haber  acom- 
pañado á  inofleses  y  austríacos  en  la  guerra  que  hicie- 
ron á  España  cuando  vino  la  familia  borbónica  al  trono 
de  este  estado,  invadiéndolo  y  tomando  las  principales 
ciudades  de  Estremadura  (1703). 

Muerto  de  apoplejía  en  1706,  vino  al  poder  Joan  V. 
biguio  el  ejemplo  de  su  padre,  haciendo  causa  común 
con  el  Austria,  pero  lo  derrotaron  ios  franceses.  Desde 
la  paz  celebrada  en  Utrecht  (1713)  gozó  de  tranquilidad 
y  se  dedicó  á  hacer  prosperar  las  ciencias,  las  letras  y 
las  rentas  públicas.  Fundó  la  academia  iwtuo^uesa  y 
restringió  el  poder  de  la  inquisición ;  pero  este  espíritu 
no  le  impidió  celebrar  con  fausto  extraordinario  las 
fiestas  de  la  Iirlcsia. 

Su  hijo  José  I  ocupó  el  trono  en  1750.  Le  acompañó 
el  ministro  marqués  de  Pombal,  que  se  hizo  célebre  por 
sus  actos  de  gobierno.  No  le  permitieron  los  compro- 
misos con  Inirlaterra  absteníase  de  auxiliarla  en  la 
Guerra  de  siete  años,  que  le  fué  desfavorable,  pues  que 
perdió  dos  provincias  en  Europa  y  posesiones  en  Amé* 
rica.  Pero,  hecha  la  paz  en  1763,  el  ministro  Pombal 
se  aplicó  á  combatir  la  prepotencia  comercial  y  política 
de  los  ingleses,  abatió  el  poder  de  los  nobles,  expulsó  á 
los  jesuítas,  reprimió  á  los  inquisidores  y  dió  notable 
impulso  á  la  civilización. 

Pero  vino  lue^sro  María  I  (1777),  quien,  como  si 
hubiese  traído  el  propósito  de  deshacer  la  obra  que  dió 
gloria  al  padre,  restituyó  su  poder  al  clero,  á  la  inqui- 


Digitized  by  Google 


f 

DE  hJL  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  71 

sidí^n  y  .í  la  nohlezfi,  así  como  ronsintió  que  Inírlaterra 
Foáfiese  á  tercer  su  costoso  iañi^o.  Padeció  larga 
meiancolia  por  la  muerte  de  su  marido  y  por  fin  vol- 
vióse loca  por  temores  religiosos  que  le  infundir)  su 
»?onfesor.  Durante  el  primero  de  estos  esia  l-  ^  iiu  ntales 
la  suplió  su  hyo  Juan  en  el  gobierno  como  auxiliar 
(desde  1793)  y  después  como  regente  (desde  1799).  La 
revolucitli.  íiancesa,  que  conmovió  desde  el  primer  día 
i'>dos  ios  tronos,  obligaba  á  los  monarcas  á  de^pieg^ar 
iDQCbo  genio  para  conjurar  el  peligro ;  pero  Juan  no  lo 
turo.  Lo  habían  educado  su  madre  y  los  clérigos,  y  for- 
maron en  él  un  místico  ajeno  á  la  vida  re.il  y  á  las 
necesidades  del  mundo.  No  fué  difícil,  .pues,  imponerle 
ministros  incapaces,  susceptibles  de  servir  dócilmente 
de  Instrumento,  y  que  éstos  hicieran  de  él  lo  que  qui- 
aeran.  Entre  los  errores  írrave^s  de  este  frobierno  sr>bre- 
saie  el  de  haber  secundado  á  España  y  á  Inglaterra  en 
la  guerra  que  en  1793  declararon  á  la  Francia  republi- 
cana, por  obedecer  á  la  segunda,  pues  sacó  de  esa 
empresa  la  peor  parte,  tuvo  que  soportar  la  prei^otencia 
ilimitada  que  los  ingleses  ejerciemn  en  Lisboa,  y  se 
atrqo  la  malquerencia  de  Napoleón,  que  habla  de  serle 
limesta. 

UTIL    Portagal  mo  el  foén  át  lísfelete  Bonanrte 

Halñendo  sido  enemigas  Inglaterra  y  Francia  cons* 

hntemente  desde  la  muerte  de  Luis  XVI,  se  propuso 
Napoleón  combatir  la  preponderancia  comercial  de  los 
ingleses;  y  como  éstos  disponían  y  abusaban  de  las 
complacencias  de  Portugal,  así  como  los  franceses 
tenían  ^ran'^da  la  voluntad  del  rey  de  España,  resulto 
(oe  la  monarquía  lusitana  tuviera  que  sufrir  la  guerra 
qoe  en  su  territorio  hacía  Napaleón  á  los  ingleses  y  que 
aquél  contase  para  ello  con  la  cooperación  de  Carlos  IV» 


Digitized  by  Google 


72  BOSQUEJO  HISTORICO 

Es  así  que  en  la  guerra  de  1600  mandó  Napoleón  á 

Portuprai  un  rjíTcitü  francés,  acoinpaiiado  de  otro  espa- 
ñol, por  desalqjar  la  iuüaoacia  inglesa  y  cerrarle  los 
puertos  lusitanos.  Los  portugueses  perdieron  una  parte 
de  la  Guayana  y  la  plaza  de  Olivenza,  y  tuvieron  que 
¡KiLiciv  una  fuerle  suinci  cü  düicro.  Vuelven  los  ingleses 
á  conseguir  ios  favores  del  regente  don  Juan,  y  Napo- 
león á  lucliar  con  loe  ingleses,  en  cuanto  de  Cónsul 
1^  pasa  á  ser  emperador  de  los  firanceses.  Don  Juan, 
tcniLiuso  de  este  despota,  se  mantuvo  durante  algim 
tiempo  en  actitud  equívoca;  pero,  uiiiigado  á  declararse 
eneniiu*'  de  Francia  ó  do  Inglaterra  claramente,  se 
decidió  á  ser  amigo  y  aliado  de  Francia  y  de  España  y 
se  obligó  á  cerrar  los  puertos  de  Portugal  á  la  Gran 
Bretaña.  En  Noviembre  de  1807  llenó  á  ordenar  el 
secuestro  de  los  subditos  y  de  las  propiedades  inglesas 
existentes  en  Lisboa. 

El  gobierno  inglés  ordenó  inmediatamente  el  bloqueo 
del  Tiijv,  »•  iiiuiii*'»  al  ri  iiiciite  re^^ente  que  le  entregase 
la  escuadra,  ó  que  se  sirviera  de  ella  para  trasladar 
la  familia  real  al  Brasil. 

Mientras  tanto  los  ejércitos  de  Francia  y  España 
habían  invadido  el  territorio  portugués  en  son  de 
guerra,  y  el  primero  estaba  cerca  de  Lisl)oa.  Viendo  el 
Regente  que  su  conducta  para  coa  Inglaterra  (dema- 
siado tardía  quizás)  no  lo  salvaba  de  la  enemistad  de 
Napoleón,  aceptó  la  intimación  del  gobierno  inglés,  se 
embarcó  en  su  escuadra  con  la  familia  real,  lus  minis- 
tros y  las  personas  que  componían  la  corte,  y  tomó  ei 
camino  del  Brasil,  publicando  un  decreto  por  el  cual 
declaró  que,  habiéndole  sido  imposible  conservar  la 
neutralidad,  ú  pesar  de  liabcr  agolado  su  tesoro  y  hecho 
ei  sacrificio  de  cerrar  los  puertos  á  su  antiguo  y  leal 
aliado  el  rey  de  la  Gran  Bretaña,  había  resuelto,  por 
evitar  al  pueblo  los  peligros  de  una  resistencia  inútil  al 


Digrtized  by  Googl 


DE  LA  RK1»ÚBLICA  ORlEíiTAL  DEL  URL'ÜUAY  73 

ctiércilo  que  se  acercaba  á  la  capital,  partir  á  sus  esta- 
dos de  la  América  }-  íijar  su  residencia  en  Río  de 
Janeiro  hasta  que  se  restableciese  ia  paz  general  de 
Europa. 

Rl  general  Junot,  jefe  del  ejército  invasori  proclamó 

entonces  á  Napoleón  rey  de  Portugal,  á  consecuencia 
de  haber  declarado  el  Emperador  depuesta  la  dinastía 
de  Braganza.  Sin  embargo»  los  ingleses  ocuparon  á 
Lisboa  y  la  gobernaron  como  si  les  perteneciera,  á 
pesar  de  haber  enviado  Francia  en  1808,  1809  y  1810 
tres  ejércitos  para  desalojarlos. 

CAPÍTULO  III 

EL  BRASIL  HASTA  1810 

XXmL    La  gran  lüm  dlTltorla  de  las  posesiones  espauoUs 
7  p«rlagMM  en  IfHea»  Isla  y  Amériea 

Los  poríuOTeses  habían  hocbo,  como  ya  se  ha  expre- 
sado, descubrimientos  en  las  cosías  occidentales  del 
África  y  babían  llegado  á  las  Indias  asiáticas  doblando 
ei  cabo  de  Buena  Esperanza  antes  que  los  españoles 
hubiesen  descubierto  la  América.  Así  que  este  descu- 
brimiento se  efectuó,  los  reyes  de  España  y  Portugal 
soUciíaron  del  papa  Alejandro  VI  que  interpusiera  su 
autoridad  suprema,  como  representante  de  Dios  que 
era,  adjudicándoles  el  dominio  de  las  tierras  ya  descu- 
biertas y  que  en  adelante  descubriesen  sus  súbdiios. 

El  papa  decidió  que  en  adelante  pertenecerían  á 
Portugal  las  tierras  que  descubriese  al  Levante  de  una 
Knea  meridiana  situada  á  cien  leguas  de  las  islas 
.\20res  y  las  de  Cabo  Verde,  y  que  pertenecerían  á 
España  las  que  ésta  descubriese  al  poniente  de  la 
misma  línea  meridiana.  Pero,  no  habiéndose  confor- 


Digrtized  by  Google 


74  BOSQUEJO  U16TÓKÍC0 

mado  con  esta  decisión  el  gfobierno  portugués,  ambos 

soberanos  celebraron  en  1494  o\  tratado  de  Toi\ie>ill:is 
izando  la  línea  meridiana  divisoria  á  3ú0  leguas  al 
Oeste  de  Ca)>o  Verde. 

XXIX.  —  DescnMuiiento  y  ex|»lorftei6ii  del  Brasil 

En  Noviembre  de  1499  salió  de  España  Vicente 
Yáíiez  Piüzun,  cruzó  el  mai  del  Norte  y  llegó  en  Enero 
do  1500  á  tierras  desconocidas.  El  punto  descubierto 
pertenecía  á  la  costa  del  Brasil  y  estaba  próximo  al 
Amazonas.  Descendió  en  otros  pangos  de  la  misma 
costa  y  hu'iTt)  rei^resó  á  Esp¿ifia. 

Pedro  Aivarez  Cabral  salió  á  su  vez  de  Portugal 
mandando  una  escuadra  que  había  de  ir  al  Asia  para 
ase^?urar  las  posesiones  allá  adquiridas.  Pero,  como 
marchara  ú  cierta  distancia  de  las  costa?>  alriranas,  las 
corrieutos  del  AilaiiiiiN»,  desconocidas  entonces,  lo 
arrastraron  tanto  de  Este  á  Oeste,  que  dió  sin  pensar 
con  tierra  de  que  no  tenía  noticia,  en  Abril  de  1500. 
Esa  iierra  era  tambiea  parte  del  Brasil  y  estaba  cerca 
de  Puerto  Se^mro. 

Es  decir  que  con  intervalo  de  tres  meses  tuvo  el 
Brasil  dos  descubridores:  uno  espafiol  primero,  otro 
portugués  más  tarde.  Pero,  más  lista  la  corona  de 
Portugal  que  la  d»^  España,  se  apresuró  á  tomar  iK>se- 
sión  de  los  descubrimientos  de  Cabral  y  á  hacerlos 
explorar,  acaso  en  el  concepto  de  que  estaban  com- 
prendidos en  el  hemisferio  oriental  del  meridiano  seña- 
lado ea  el  tratado  de  Tordesillas. 

XXX.  —  IaeertMaite«  m«vb»4«  ki  IiMa41vlMria  ea  ÁMértoa 

Nació  inmediatamente  la  cuestión  de  si  los  lugares 
descubiertos  por  Yáñez  y  Cabral  estaban  dentro  de  los 
límites  de  Portugal  ó  dentro  de  los  de  España.  Calcu- 


Digrtized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY 


lahm  los  españoles  que  la  línea  meridiana  que  separaba 
ambos  'lomiiiios  pasaba  por  la  boca  del  río  Maraíión. 
Los  portugueses  sostenían  que  la  linea  pasaba  mucho 
más  al  Oeste,  y  llegaron  á  pretender  que  por  muy  cerca 
del  rio  Uruguay.  Según  el  primer  parecer,  no  i)ertene- 
da  á  los  portugueses  más  tierra  americana  que  la 
situada  al  (tríente  del  meridiano  53,  (longitud  de  París) 
pero  según  el  segundo  parecer  les  pertenecía  la  gran 
extensión  situada  al  Este  del  meridiano  60. 

i  Qn'wn  «'>taba  en  lo  verdadero  ?  Para  saberlo  liabría 
sido  indispensable  demarcar  en  el  suelo  los  puntos  por 
donde  pasara  la  línea  divisoria  que  en  Tordesillas  se 
acordó.  Geógrafos  nombrados  por  los  dos  gobiernos 
varias  veces  se  reunieron  para  delimitar  las  posesiones, 
pero  no  pudieron  resolver  nada,  porque  mientras  unos 
entendían  que  las  360  leguas  debían  partir  de  una  isla» 
entendían  los  otros  que  debería  partir  de  otra;  aquéllos 
lomaban  una  legua  como  unidad  de  medida,  y  éstos 
oira  de  diferente  loníritud:  y,  romo  si  estas  desave- 
nencias no  bastaran  para  diücultar  la  solución,  se 
agregaba  que  los  instrumentos,  demasiado  imperfectos, 
no  daban  á  españoles  y  portugueses  iguales  resultados. 
Es  decir  que,  no  habiendo  pudido  entenderse  sobre  la 
demarcación  de  la  línea  divisoria,  no  podían  ponerse 
de  acuerdo  las  dos  potencias  sobre  si  tales  ó  cuales 
pontos  dados  pertenecían  á  una  ó  á  la  otra,  de  cuya 
incertidunilii  o  tenían  que  ¿urgir  necesariamente  nume- 
rosas disputas, 

XXXI.  —  Las  eapitanias  del  Brasil 

EH  rey  de  Portugal  no  se  sintió  arredrado  por  tales 
dificultades,  sino  que,  aprovechándose  hábilmente  de 
btt  circunstancias  en  que  la  política  europea  tenía 
absorbidas  la  atención  y  las  flierzas  de  España,  ocupó 


Digrtized  by  Google 


7(>  HoSyrEJO  HISTÓRICO 

rápidamente  casi  toda  la  costa  oriental  de  SuU  Aiuérica* 
que  queda  al  Norte  de  Santa  Catalina»  la  dividió  en 

capitatnas  y  lu  rolonizi».  Para  \7y¿'¿  ias  capiianias  oran 
14.  La  más  scpicniriunal  era  la  de  Gran  Para;  la  más 
meridional  la  de  San  Vicente.  Sus  trentes  al  océano 
Atlántico  eran  muy  desiguales.  El  mayor  era  el  de 
Gran  Pará,  que  contaba  K^O  1oíj:ii as.  Ei  frente  menor 
era  de  (>  leguas.  Los  deiuas  ucupaban  términos  iniei- 
medios,  que  se  acercaban  al  máximo  ó  mínimo ;  pero 
ninguno  era  mayor  de  125  leguas  ni  menor  de  25.  La 
capitanía  de  San  Vicente  no  tuvo  latitud  fija,  pues  á 
veces  no  [)asi'>  al  Sud  de  la  isla  de  Santa  Cataima  y  uiras 
voces  se  ha  pretendido  que  llegara  hasta  el  río  de  la 
Plata.  £n  cuanto  á  la  extensión  desde  la  costa  hacia  el 
Oeste,  era  indefinida :  cada  capitanía  podía  ocupar 
hasta  donde  los  españoles  iierinitieran. 

£1  rey  ac^udicií  cada  oapiiania  á  un  hidalgo  u  á  una 
persona  que  se  hubiese  distinguido  por  sus  servicios,  y  á 
titulo  de  recompensa.  Los  titulares  podían  disponer  de  las 
tion  asy  de  los  indiosdesu  respectiva  oa[»itanía  con  mucha 
libertad.  Cada  uno  era  gobernador  y  ca[)iián  general;  y 
estaba  investido,  por  lo  mismo,  de  autoridad  política, 
civil  y  militar.  Sus  derechos  y  facultades  eran  semi-sobe- 
ranos,  y  pasaban  ásus  hijos  hereditariamente.  La  corona 
se  había  resorvailu  el  décimo  de  lus  productos  y  o  l  derecho 
de  acuñar  moneda.  Como  estos  gobernadores  eran  inde- 
pendientes entre  sí,  y  no  había  una  autoridad  superior 
que  armonizase  sus  actos  administrativos,  cada  capitanía 
fué  gobernada  como  á  su  jefe  le  plug-o,  y  su  admi- 
nistración difirió  de  la  de  las  otras  más  u  menos, 
según  las  aptitudes  é  ¡deas  del  gobernador.  Aparte  de 
estas  diferencias,  nacieron  rivalidades  y  conñictos  de 
derecho  entre  las  capitanías,  que  no  podían  dirimii^se  á 
juoiiudo  de  otro  mudo  que  por  la  luoiza.  El  interés»  de 
reprimir  tales  desórdenes,  á  la  vez  que  el  de  dar  unidad 


Digrtized  by  Google 


DE  LA  REPt-BLICA  ORIENTAL  DEL  ÜRÜOÜaY  77 


al  gobierno  como  medio  de  que  las  fuerzas  de  unas 
capitaoias  sirvieran  para  salvar  de  peligros  á  otras, 
movió  al  rey,  en  1549.  á  abolir  ali,nmos  privilegios  de 

los  í^ol)ernadores  y  ;t  establecer  uno  íreneral  con  plenos 
p. M iei os  en  materia  civil  y  criminal,  quien  estableció  en 
la  había  de  Todos  os  Santos  la  capital  del  Brasil  ó 
Nueva  Lnsitania,  fundando  y  fortificando  la  ciudad  de 
San  Salvador,  conocida  comunmente  por  el  nombre  de 
Hahia.  Esta  gobernación  única  dui^'>  veintidós  aíios.  En 
1572  se  dividió  el  Brasil  en  dos  ¿robiernos:  uno  del 
Norte,  con  Bahía  por  capital,  y  otro  al  Sud,  cuya  capital 
se  estableció  en  Río  de  Janeiro  :  pero  cuatro  años  des- 
pués se  restableció  la  gobernación  única  dándole  asiento 
en  Kio  de  Janeiro. 

Alfanas  capitanías  prosperaron  en  población  é  indus- 
tria, otras  no.  Todas  tuvieron  que  luchar  con  los  salva- 
j\s  y  las  huís  fueron  teatro  de  desórdenes  internos, 
debido  á  que  los  colonos  que  las  poblaban  no  eran 
^empre  de  clase  escogida  y  á  que  se  incorporaban  á 
ellas  demasiado  á  menudo  malhechores  y  gentes  de 
malas  costumbres  que  huían  de  la  justicia  de  Portugal 
ó  que  las  autoridades  del  reino  coniinaban, 

XXXn.  —  La  eolonla  ae  Saa  FéqIo 

La  capitanía  de  San  Vicente  merece  atención  especial 
\^rque  era  la  m;í$  inmediata  á  las  posesiones  españo- 
las ríoplatenses,  y  porque  en  el  interior  de  su  territorio 
se  fundó  y  floreció  una  colonia  que  gozó  de  mal  renom- 
bre dorante  mucho  tiempo. 

Es  la  colonia  de  San  Paulo,  que  se  estableció  hacia 
1554.  La  compusieron  personas  de  diversas  proceden- 
cías»  entre  las  cuales  abundaron  las  de  ^  costumbres 
depravadas  y  aventureros  indisciplinados.  'Esta  pobla- 
ción se  mantuvo  durante  más  de  un  siglo  sin  sujeción 


Digrtized  by  Google 


78 


al  rey  de  Portugal,  ni  al  gobierno  general  del  Brasi 
ni  al  gobierno  particular  de  San  Vicente.  Obró  ce 
entera  independencia  de  autoridades  humanas,  y  < 
preciso  agregar  que  también  con  indet^endencia  de  1í 
leyes  naturales  que  regulan  la  vida  moral  de  los  hon 
bres. 

Tomaron  por  mujeres,  sin  las  formalidades  que  1 
civilización  prescribe,  á  las  indias.  Muchos  de  ellos, 
de  los  mestizos  que  engendraron,  se  mezclaron  con  le 
negros  esclavos  que  el  Brasil  importaba  del  África  y  ú 
Europa,  y  resultaron  de  estas  uniones  íreneraciones  d 
zambos  y  mulatos  que  compusieron  la  clase  denominad 
de  los  mamelucos,  casi  nómada,  de  instintos  bárbaroí 
incansable  en  sus  correrías. 

Los  portugueses  esclavizaron  á  los  indios  salvaje 
como  á  los  negros  africanos.  La  condición  de  aquéllo 
fué  más  desgraciada  en  el  Brasil  que  en  las  posesione 
españolas,  porque  mientras  acá  muchas  leyes  defendíai 
la  libertad  del  indígena  y  no  faltaban  autoridades  qu 
vigilaron  el  cumplimiento  de  la  ley,  allá  faltó  la  proiec 
ción  del  monarca  y  los  gobernadores  se  cuidaron  poc( 
de  hacer  respetar  el  carácter  humano  de  los  salvajes 
Es  así  que  se  generalizó  la  compra-venta  y  la  permutí 
de  indios  tanto  como  la  de  africanos. 

Los  mamelucos  se  dedicaron,  pues,  á  cautivar  indi 
genas  y  al  abigeato,  y  á  comerciar  con  los  hombres  > 
las  bestias,  cuando  no  los  empleaban  ellos  mismos  er 
los  campos  que  violentamente  se  apropiaran.  Laí 
grandes  distancias  que  solían  recorrer,  ya  solos,  ya  ei 
unión  con  tribus  salvajes  aliadas,  la  audacia  y  el  tesón 
que  desplegaron,  y  la  crueldad  de  que  hicieron  alarúe 
contribuyeron  á  extender  por  toda  la  América  del  Sud 
Va  fama  de  sus  empresas,  y  á  qtie  nadie  oyese  su  nombra 
^una  extí^nsa  zona  sin  horrorizarse. 


V 


\ 


Digitized  by  Google 


HE  LA  REPÚBLICA  0R1£KTAL  DEL  URUGUAY  79 


£i  firasil  ha  sido  codiciado  en  diversas  épocas  por 

Tanas  naciones  europeas,  pero  principalmente  por  los 
franceses  y  los  holandeses.  Las  primeras  invasiones 
francesas  se  verificaron  en  el  siglo  XVI,  por  motivos 
rdi^'osos.  La  reforma  de  Lutero  se  había  extendido  al 
li-oJiodia  Je  Europa,  y  las  autoridades  de  Francia  y  de 
España  la  perseguían  terriblemente.  El  almirante 
francés  Gaspar  de  Coligni,  que  profesaba  el  calvinismo» 
se  hizo  protector  de  los  perseguidos  y  concibió  el 
proyecto  de  íbrmai'  <ju  América  colonias  con  los  |)rotes- 
laiiies  franceses  que  huyeran  de  la  sangrienu  iniole- 
ruda  de  los  parlamenté  y  reyes  católicos*  La  primera 
expedición,  autorizada  por  el  rey  de  Francia  (Enrique  II) 
jMrüó  en  lór)."}  en  ires  buques  de  guerra  bajo  las  «  u-denes 
del  vice-aliiiiraate  Villegagnon,  se  apoderó  de  una  isla 
próxima  á  Río  de  Janeiro,  la  fortificó,  hizo  construir 
chozas,  y  luego  hizo  acto  de  posesión  de  las  tierras 
conLineníales  poniéndoles  el  nombre  ác  Francia  antár* 
tica.  Á  fines  del  año  siguiente  partió  oira  expedición 
en  tres  buques  armados  bajo  las  órdenes  de  Dupont,  la 
c«al  se  unió  en  el  Brasil  á  la  anterior.  Pero  las  discu- 
í5]nnes  religiosas  dividieron  pronto  á  los  franceses; 
muchos  de  ellos  pasaron  al  continente«  y  allí  ñieron 
atacados  y  muertos  ó  prisioneros  por  los  portugueses  á 
los  doce  años  de  ocupación,  y  los  demás  regresaron  á 
Europa.  Este  suceso  fué  la  causa  de  que  se  fundara  la 
dudad  de  San  Sebastián  ó  Río  de  Janeiro  (1567). 

En  1611  partió  otra  flota  de  guerra,  enviada  por 
María  de  Médicis,  reina  regente  de  Francia  por  la 
íoinoridad  de  Luis  XIII,  la  cual  lomó  posesión  de  Mara- 
tón y  fiindó  la  ciudad  de  San  Luis.  El  Brasil  pertenecía 
entonces  al  rey  de  España.  Los  franceses  fueron  ata- 


Digitized  by  Google 


80  BOSQUEJO  UISTÚRIGO 

cados  á  los  tres  afios  de  su  ariil*u  i>or  fuerzas  portu- 
guesas, y  ol)Ii«¿adu.s  á  reürai^e  d^ando  los  edificios  y 
fortalezas  que  habían  constraído« 

Transcurrió  un  siglo  sin  que  los  franceses  intentaran 
nuevas  conquistas  en  el  Brasil.  Declanula  la  g-uerra  de 
sucesión  á  la  corona  de  Espaúa,  al  encontrarse  Francia 
y  Portugal  en  campos  opuestos  pensó  la  primera  en 
despojará  la  segunda  de  algunas  de  sus  posesiones  ame- 
ricanas, y  envió  una  escuadra  con  1000  hombres  de 
tropa  mandatk)b  por  Duclerc  en  1710,  y  otra  bajo  las 
órdenes  del  célebre  Duguay-Trouin  con  5700  hombres 
en  1711.  Duclerc  atacó  á  Río  de  Janeiro  y  consiguió' 
penetrar  en  sus  calles;  poro,  no  pudiencio  resistir  el 
luego  que  se  le  hacía  de  las  casas,  tuvo  que  rendii-se 
cuando  ya  había  perdido  la  mitad  de  so  tropa.  Murió 
él  asesinado,  v  los  heridos  y  prisioneros  padecieron  en 
las  prisiones  ele  hambre  y  de  miseria.  La  segunda 
expedición  tuvo  i<'*v  olijeto  vengar  estas  crueldades. 
Penetró  en  la  bahía  de  Río  de  Janeiro  afrontando  el 
vivísimo  fliego  que  le  hicieron  las  baterías  que  defen- 
dían  el  puerto,  desombarci'.  4000  hombres,  intimó  á  la 
plaza  la  inmediata  entrega  de  los  autores  de  la  muerte 
de  Duclerc  para  hacer  en  ellos  q'emplar  justiciat  y, 
como  no  fuera  satisfecho,  llevó  el  ataque,  tomó  los 
fuertes,  recuperó  5ü0  i>risi<)neros  de  Duclerc  y  obligó  al 
gobernador  portugués  á  abandonar  la  plaza  y  á  atrin- 
cherarse á  poca  distancia.  Concluyó  esta  campaña 
recibiendo  Duguay  como  indemnización  610  mil  cruza- 
dos, 500  cajas  de  azúcar  y  :.^uO  animales  vacunoü,  y 
volviendo  con  su  escuadra  á  Francia. 

De  mucha  mayor  importancia  que  estas  invasiones 
füeron  las  que  operaron  los  holandeses  dunuiie  el 
medio  siglo  que  siguió  al  ano  1024.  En  este  año  partió 
una  escuadra  de  32  buques  de  guerra,  armado  cada 
uno  con  28  á  36  cañones»  y  1600  hombres  de  desem* 


üiyiiizeo  by  Google 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  81 


barco.  Su  jefe  recibió  la  orden  de  apodfTarse  de  la 
capitanía  de  Bahía,  y  la  cumplió  tomando  á  viva  fuerza 
la  capital,  y  obteniendo  de  la  mayoría  de  sus  habí* 
tantesel  juramento  de  fidelidad  alas  Provincias  Unidas 
de  Holanda.  Pero,  habiendo  venido  en  el  año  siguiente 
una  escuadra  española  y  otra  portuguesa,  combinadas 
para  retomar  la  ciudad  con  12000  hombres  de  tropa, 
tuvieron  los  holandeses  que  capitular  y  volver  á  su  país. 

Entonces  propuso  la  Compañía  de  las  Indias  occiden- 
tales al  Consejo  de  los  Estados  generales  la  conquista 
del  Brasil  y  del  África  occidental  como  medio  de  per- 
judicar á  España,  su  enemiga,  y  de  hacer  prosperar  á 
los  liolandeses  comercial  é  indiistrialmente.  El  Consejo 
mencionado  autorizó  á  la  Compalíia  para  emprender  la 
conquista  equipando  una  escuadra  de  70  buques  y 
mandar  á  su  bordo  8000  soldados  y  5000  marineros. 

Esta  guerra  empezó  en  1629  con  una  escuadra  de 
46  buques  y  70UO  y  iantos  bombines,  que  partió  írac- 
donada  en  pequeñas  divisiones.  Los  holandeses  se 
apoderaron  sucesivamente  de  diversos  puntos  de  la 
cosía  brasileña  sei)tentrional.  Su  posesión  fué  constan- 
temente disputada  con  sucesos  diversos.  Estos  fueron 
en  general  favorables  á  la  conquista.  Pero  desde  media- 
dos del  siglo  XVII  los  portugueses  vigorizaron  su 
del'ensa;  poco  des[)ués  of)tuvieron  repetidas  ventajas; 
Holanda  suspendió  sus  exi)ediciones,  y  por  liu,  asegu- 
rada la  independencia  de  Portugal,  se  entró  en  la  vía 
diplomática.  Interrumpiéronse  las  negociaciones  varias 
v^ces,  mas,  prosegni(bis  de  nuevo,  dieron  por  resultado 
que  en  1654  se  lirmara  un  tratado  por  el  cual  los 
holandeses  evacuarían  los  puntos  que  ocupaban  en  el 
Brasil,  y  que  en  1661  celebraran  las  Provincias  Unidas 
>  Portugal  en  la  Haya  un  tratado  de  paz  y  de  alianza. 

e 


üiyiiizeo  by  Google 


82 


Jíü:>QI;KJ<»  HISTORICO 


XXXIV.  —  ProinreMM  4el  Brasil.  £1  TimiMto 

Las  invasiones  extranjeras  tuvieron  el  efecto  de  esta- 

blecíM'  vínctilos  cstnv'hos  ontre  las  ('a|>it:i;ií;is  por  ol 
ínteres  (  (uinui  de  defendei'se,  (ie  hacer  levantar  imine- 
rosas  fortirteaciones,  de  abrir  extensas  vías  de  comu- 
nicación, de  desenvolver  el  comercio  y  las  industrias, 
de  v.iltii  wi.ir      íiiMTas  y  de  templa!"  <1  cai.'ií'rer. 

En  la  primera  ihít-kI  <l"l  siglo  XVill  a<lrlantó  la 
administración,  la  población  creció  y  la  explotación  de 
minas  tomó  mayor  importancia. 

El  r«'V  Josr  I  conslituvó  el  virreinato  del  Drasil,  con 
re.sidencia  en  Río  de  Jaueii*o  (1T(V2),  y  el  ministro  Pom- 
bal  impulsó  los  progresos  de  la  colonia  de  modo  que 
honran  su  esclarecido  nombre. 

Los  suc*>os  orurridos  en  Portii;;al  en  1S07  vinieron 
á  dar  nu^'vo  empuje  á  estos  adelantos,  jmes  que  al  U'as- 
ladarse  al  Brasil  la  familia  real  trigo  consigo  la  fuerza 
intelectual,  el  brillo  y  el  prestigio  de  la  corte.  En 
cuanto  llr2Ó  el  relíente  ;i  pnerto  brasileño  (Enero  ISOS) 
dio  un  decrett>  aboliendo  oi  sistema  de  monopolio  que 
de  antiguo  existía,  y  permitiendo  que  se  comerciara 
libremente  con  todas  las  naciones  amip-as  del  mundo, 
á  cuyas  navos  (piedaban  abiertos  l(»s  pnoríos  del  Uí*asil. 
En  Mar/(^  esíabbH^ió  la  capital  Bahía,  provisional- 
mente. En  Abril  declaró  que  todo  brasileño  i)odía  pro- 
fesar cual  |uier  nulusma,  sin  exce[)ción  de  cosa  ni  de 
persona. 


üiyiiizeo  by  Google 


♦ 


VE  LA  RKTCBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  83 

CAPÍTULO  IV 

KL  KÍÜ  DE  LA  I'LAIA  UA8TA  1810 
SECCIU.N  l 

OrganiiiJLciún  política  y  adminisiraíica  del  Rio 

de  la  Piala 

XXXT.    Be  divide  en  di»  ki  gobenuetén  del  Pmngmj 

Asegurada  la  dominación  de  los  pueblos  situados 
entre  los  Andes  y  el  Uruguay,  pudieron  los  conquista- 
dores entregarse  más  libremente  que  hasta  entízneos  á 
colonizar  el  país  y  á  organizar  la  administración  pública, 
cosas  ambas  reclamadas  por  los  intereses  económicos, 
iii(»rales  y  políticos  así  de  la¿>  poblaciones  del  Río  de  ia 
Plata  como  de  España. 

Hernando  Arias  de  Saavedra  había  demostrado  al 
^biemo  de  la  Península  que  no  sería  fácil  gobernar 
estas  culonius,  si  la  adiiiinistración  tuviera,  como  habla 
«monees,  el  solo  centro  de  la  Asunción  del  Paniguay. 
La  conquista  del  interior  meridional  se  veriíicaba  inde- 
pendientemente de  af}uella  autoridad,  y  los  gobernantes 
tjue  esa  cuiiquista  nHpiirió  funcionaban  con  iirual  inde- 
pendencia. jNO  se  re) )Utabaa  gobernadores  del  Paraguay 
6  del  Rio  de  la  Plata ;  eran  gobernantes  de  Cuyo  y  del 
Tucumán,  que  era  como  decir  de  otros  estados.  Tai 
dualidad  era  incompatilde  con  los  intereses  primor- 
diales del  Piala,  pues  el  país,  de  los  Andes  al£sie,  era 
geográficamente  uno;  la  naturaleza  lo  separaba  de 
Chile  V  del  Perú,  v  tenía  su  natural  vía  directa  de  comu- 
ni»  aciou,  con  el  soberano  y  con  toda  la  Europa,  en  el 


üiyiiizeo  by  Google 


84 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


gran  río  y  en  el  Océano  del  Korte  (Atlántico)  que  bañan 
sus  costas. 

Por  otra  part<?,  habíanse  fundatlo  otras  eoluiiias, 
además  de  Buenos  Aires,  a  lo  largo  del  Paraná,  las  cua- 
les requerían  la  atención  constante  é  inmediata  de  las 
autoridades.  Situado  el  gobierno  en  la  Asunción,  y 
separado  por  lar¿jas  distaiirias  de  sus  (ioininios,  ejercía 
el  poder  con  irregularidad  acrecentada  por  la  iinper- 
fección  y  escasez  de  los  medios  de  comunicación.  Esto 
era  peligroso  hasta  para  la  integridad  del  territorio 
conquistado,  pues  la  tentativa  de  un  corsario  inglés  por 
apoderarse  de  Martín  García  y  la  de  un  pirata  de  la 
misma  nacionalidad  por  tomar  á  Buenos  Aires  revelaban 
que  en  los  extrai\jeros  empezaba  á  obrar  la  idea  de 
arrebaiar  ;i  los  españoles  sus  posesiones  meridiu lu iles. 
Estaba  claro  que  tal  propósito  sena  tomeniaílo  por  el 
aumento  de  las  colonias  en  námero,  en  población  y  en 
movimiento,  como  lo  estaba  que  la  de  Buenos  Aires 
adíiuini  1  I  jirouto,  por  su  situación,  excejxñonal  impor- 
tancia y  cru  la  naturalnienie  destinada^  servil'  de  cen- 
tro al  desenvolvimiento  de  las  poblaciones  que  vivían 
entre  el  Uruguay  y  los  Andes. 

No  íüé,  pues,  muy  difícil  a  Hernando  Arias  llevar  al 
ánimo  del  Rey  la  convicción  de  que  era  urgentemente 
reclamada  la  división  del  gobierno  de  estas  regiones. 
Así  filé  que,  conservando  el  territorio  de  Cuyo  como 
parte  de  Chile  y  la  provincia  de  Tucumán  bajo  la 
dependencia  de  su  gobernador,  separó  en  lü::^0  del 
gobierno  del  Paraguay,  é  hizo  de  ellas  una  gobernación 
aparte,  dependiente  del  virrey  del  Perú,  las  tierras  y 
poblaciones  situadas  entre  el  r.uaiíuay,  el  Brasil,  el 
Plata,  el  Ailántico,  Chile  y  Tucumáu.  i'eservando  al 
gobierno  de  la  Asunción  el  territorio  propiamente  para* 
guayo,  que  se  extendía  del  Río  Paraguay  hasta  las 
sierras  que  dan  aguas  al  río  de  igual  nombre  y  al 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  85 

Paraná,  y  el  territorio  de  Gua\  rá,  que  se  comprendía 

entre  dichas  sierras  v  el  Paraná,  con  más  una  vas(a 
extónsiüu  hacia  la  izquierda  de  este  río.  Este  estado  de 
cosas  duró  hasta  el  año  1776. 

XXX>X  ~  Se  erea  el  firrehuito  del  Eio  de  la  Fiat» 

Esta  división  no  fué  favorable  á  la  prosperidad  del 
Paraguay,  porque,  dada  su  posición  geográfica,  se  vería 
alejado  de  las  fuentes  de  civilización  y  carecía  de  fuerzas 
y  elementos  propios  para  engrandecerse ;  pero  fué 
benéfica  á  las  regiones  del  Sud»  las  cuales  progresaron 
con  más  rapidez  en  comercio,  industrias,  población  y 
gobierno. 

Porque  estos  progresos  aumentaron  ia  importancia 
de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  los  gobernadores  que 
se  sucedieron  se  vieron  obligados  constantemente  á 
defender  la  inte^idad  del  territorio  y  ia  tranquilidad  de 
los  pobladores  contra  pretensiones  de  poderes  extran- 
jeros, y  no  era  posible  que  un  solo  flincionario  de  su 
clase  atendiera  bien  á  necesidades  tan  multiplicadas, 
tanto  menos  cuanto  su  dependencia  del  lejano  virreinato 
dei  Perú  le  impedía  proveer  activamente  las  medidas 
que  las  circunstancias  requerían.  En  virtud  de  estas 
causas  y  quizás  también  porque  el  Brasil  era  un  vi* 
rreinato  de>de  1702,  el  Rey  creó  en  177()  el  del  Río  de 
la  Plata,  comprendiendo  en  él  las  provincias  de  Char- 
cas, Santa  Cruz  de  la  sierra,  Potosí,  Paraguay,  Tucu- 
mán,  Cuyo  y  Buenos  Aires ;  es  decir,  todas  las  tierras 
que  hoy  pertenecen  á  las  repribiicas  argentina,  uru- 
guaya, paraguaya  y  boliviana,  y  parte  de  lasque  posee 
el  Brasil.  Este  virreinato  duró  basta  1810. 


üiyiiizüü  by  GoOgle 


80 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


XXXTII.  »  PmtaMiM  ujrores  y  Bmres,  paiiHit 

La  Aaicrica  se  dividió  primitivamente  en  dos  frnuuics 
vineinalos,  luego  en  ti*eíj,  y  por  último  en  cuatro.  Cada 
virreinato  se  dividía  en  provincias  mayores,  cada  una 
estas  en  provincias  menores,  y  cada  provincia  menor  en 
sec«  iones  ó  distritos. 

Ames  que  se  hubiese  erigido  el  virreinato  del  Río  de 
la  Plata,  los  territorios  que  lo  compusieron  pertenecían 
al  virreinato  del  Perú.  Entre  sus  provincias  mayores 
figuraba  una  que  tenia  isU  capital  en  Santiago  de  Chile 
y  otra  que  la  tema  en  La  Plata,  capital  de  la  provincia 
de  Charcas.  A  la  primera  estaban  subordinados  Cuyo  y 
Tucumán  ;  eran  parte  de  la  segunda  los  territorios  del 
Paraguay  y  d«'  Hucnos  Aires,  los  cuales,  como  se  sabe, 
formaron  una  provincia  mt^nor  duranb^  la  conquistii. 
Esta  provincia  mayor  se  dividió  en  dos  cuando  de  parte 
de  la  gobernación  del  Paraguay  se  formó  la  de  Buenos 
xVires  :  en  una  entraron  las  provincias  menores  del  N«)rte 
y  en  la  otra  las  del  Sud.  Pero  no  tardó  en  reconstituiré 
la  primitiva  provincia  mayor,  pasando  á  depender  de  la 
Plata  las  gobernaciones  de  Buenos  Aires  y  del  Paraguay. 

Erigido  el  virreinato  del  Río  do  la  Plata,  sus  extensas 
tierras  íormaron  dus  provincias  mayores  :  una  al  Norte 
con  La  Plata  por  capital,  y  otra  al  Sud  con  su  capital 
en  Buenos  Aires.  Estas  dos  provincias  constaban  de 
ocho  provincias  mfnoros,  denominadas  también  inien' 
dencicis  y  capiíankis  gctierale^^  á  imitación  de  las  del 
Brasil,  que  fueron  :  las  de  Buenos  Aires,  Córdoba,  Salta 
y  Paraguay  en  la  región  meridional,  y  las  de  Potosí, 
Charcas,  Cochabamba  y  La  Paz  en  la  región  septen- 
triunai. 

Cada  intendencia  estuvo  dividida  en  secciones  admi- 
nistrativas cuyo  námero  no  fué  constantemente  el 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  87 

mismo.  Á  principios  del  siglo  XIX  las  principales  divi- 
siones eran  las  siguientes : 

Buenos  airj¿s  :  gobernaciones  de  Montevideo  y  dt'  las 

Misiones  occidentales  y  orientales  del 
Uruguay. 

Sub-delegaciones  de  los  partidos  de  San 

Miguel,  de  Yapeyú  y  de  Concepci('>n,  en 
quese dividía  lagobernación de  las  Misio- 
nes y  adeimislas  de  Santa  Fe  y  Corrientes. 

Charcas  :       Sulhdelegacionesde  ios  partidos  de  Yam- 

paraes,  Tomina,  Pilaya  y  Oruro. 

Pakaüüay  :  Sul/'delei/ aciones  de  los  partidos  de  (Can- 
delaria, Santiago,  Villarrica,  Curuguatí, 
Viilarreal. 

PoTosf :  Sulhdelegaciones  do  los  partidos  de  Porco, 

Chayanta,  Chichas,  Tarija,  Lipes  y 
Atacama. 

La  Paz  :         Sub'delegaciones  de  los  pai*tidos  de  Si- 

casica,  Pacages,  Omasuyos,  Larec^a, 
Chulumani  y  Apoiobaii]l)a. 

CocHABAMBA :   Sub-delcgociones  de  los  partidos  de 

Santa  Cruz  de  la  sienta.  Valle  Grande, 
Mizque,  Elisa,  Arque,  Tapacarít  Hayo- 
paya  y  Sacaba. 

Córdoba  :  Siíb-delegacioms  de  los  partidos  de  Men- 
doza, San  Juan,  San  Luis  y  Rioja. 

Salta  :  Sub-delegacionesáe  los  partidos  de  Tucu- 

ijiáñ,  Saiiiiago  del  estero,  C<íiaiuai'ca, 
Jujuí,  Nueva  Orán  y  Puma. 

XXXVm.  —  Institoeiones  politieas  y  admialstratíTas 

En  la  cumbre  de  las  funciones  públicas  do  toda  la 
Amanea  conquistada  por  los  españoles  estaba  el  Rey 
de  España.  La  América  no  era  considerada  una  depen- 
dencia de  España;  el  territorio  de  aquélla  no  era  parte 


LJiyiiizOa  by  Google 


88  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

integrante  del  territorio  de  ésta;  America  y  España 
eran  dos  dominios  distintos  sometidos  á  un  solo  sobe- 
rano. El  rey  era  rey  de  España  y  rey  de  América. 
P<tdí:v  serlo  de  a(juóll:i  y  no  lio  ésta,  ó  de  ésta  y  no  de 
aquella.  Es  así  que  instituyó  consejos  ])ara  gobernai'  á 
Es|>aña  y  otro  consejo  para  gobernar  la  América,  con  ^ 
residencia  cerca  del  Rey.  Este  último  se  denominó 
Come/o  7*ca¡  (fe  Indias,  Creó  un  trihunal.  residente  en 
Ksi>afia,  con  ei  nonil»r(^  de  Casa  de  contraiación  de  las 
Iridias,  y  otro  con  el  de  Consulado  de  Indias,  igual* 
mente  domiciliado  en  la  Península. 

Ap:i!  te  de  esas  autoridades  que  desde  l^spaíia  inter- 
venían en  el  gobierno  de  la  America,  ei  Rey  instituyó 
otras  muchas  que  flincionaron  en  América.  Cuéntanse 
en  primer  término  los  virreyes,  que  estaban  á  la  cabeza 
de  los  virreinatos.  Ai  trente  de  las  provincias  ui.iyores 
íuncionaban  las  audiencias  reales.  Las  provincias 
menores  eran  regidas  por  gobernadores  intendentes, 
que  eran  también  capitanes  generales.  Las  secciones  de 
estas  provincias  se  coníial)an  -i  nohefmadores  ]>olítico- 
militaros,  y  ios  distritos  habitados  por  indios  á  conrqi- 
dores.  En  las  principales  ciudades  comerciales  había 
un  consulado,  y»  además,  en  todas  las  ciudades,  villas 
y  pueblos,  cabildos,  que  se  llamaron  asiuiismo  ayunta- 
mientos, regimientos  y  juntas. 

Véase  ahora  en  los  artículos  siguientes  qué  funciones 
desempeñaban  todas  esas  personas  y  corporaciones. 

XXXIX.  ~  £t  Bej 

Los  reyes  no  eran  eligidos  por  el  pueblo  en  Europa, 
sino  que  venían  al  poder  cbmo  herederos  de  sus  ante* 

cesores.  va  se  les  reconociese  este  deiNM^lio  buenrtmentí^ 
ó  ellos  se  lo  hicieran  acatar  por  la  fuerza,  ütras  vecob 
los  reyes  de  un  país  se  imponían  como  tales  á  otro  ú 
otros  países,  sin  más  título  que  el  de  haber  sido  vence- 


üiyiiizeo  by  Google 


0£  LA  REPÚBLICA  uRI£NTAL  DEL  URUGUAY  89 


dores  en  una  (oruerra.  Alinas  veces  lo  eran  en  virtud 

tie  piii'ios  cvlc))ra<ios  con  otros  revés,  no  siempre  ospon- 
t^neimente,  como  cuando  se  hacían  cesiones  de  tierras* 
£1  derecho  ó  la  pretensión  de«ocu|  tr  el  trono  de  un 
fiaíses  ne2"Ocio  que  en  los  sisrlos  anteriores  se  ventilaba 
eatre  los  reyes,  razón  por  la  cual  originó  con  irecuen- 
ds  sangrientas  gaerras  internacionales.  En  ocasiones 
«  discutía  la  stwesión  al  trono,  como  se  decía,  entre  los 
?rande5  iseíioios  del  país,  y  de  aquí  se  orijorlnaban  ^le- 
nras  civiles;  pero  como  las  familias  de  los  reyes  y  prín- 
cipes estaban  enlazadas  en  toda  la  Europa,  sucedía  que 
el  éxiio  de  la  f^uerra  civil  interesaba  ;1  reyes  extranje- 
ros {leiienecientes  á  las  familias  ó  dinastías  de  los  pro- 
tedientes,  y  que  éstos  intervenían  en  la  contienda, 
dando  carácter  internacional  á  la  guerra  civil.  De  ahí 
las  llamadas  guerras  dinásticas.  La  ciue  motivó  el 
Avenimiento  de  Felipe  V  al  trono  de  España  fué  una 
de  eOas,  pues  que  se  disputaron  este  trono  la  dinastía 
<Íe  Austria  v  la  borl)óniea. 

íiesde  que  Carlos  I  sucedió  á  Fernando  el  católico, 
tra  reyes  españoles,  una  vez  en  posesión  del  trono, 
instituían  los  poderes  públiros,  U  ;4¡slaban,  nombraban 
ftmcionarios  y  administraban  según  su  voluntad.  Fue- 
i^n  soberanos  y  gobernantes  á  la  vez.  Su  poder  íUé 
absoluto.  Á  nadie  reconocieron  el  derecho  de  contrade- 
cirlo 6  de  limitarlo.  El  rey  no  debía  obediencia  á  nadie, 
]¿ánada  ;  pero  todos  se  la  debían  ai  él.  Los  reyes 
decían  de  los  individuos :  «  Mis  súbditos  «i,  Mis  vasa- 
Ui»*;ydel  territorio  nacional:  «  Mis  dominios  >♦ ;  y 
<lel  tesoro  público  :  «  Mi  hacienda »»;  y  de  las  escuadras 
7  ejércitos :  Mis  armadas  y  tropas  9».  Todo,  hombres 
y  cosas,  era  suyo,  y  de  todo  disponía  como  quería. 

Así,  pues,  España  era  nn  dominio  del  rey;  América 
^ra  otro  dominio.  Por  manera  que  no  pertenecía  la 
América  á  España,  ni  dependía  de  ella,  sino  que  perte- 


Digitizeu  by  <jü<^ic 


90  BlXf^QUBJil  HISTÓRICO 

necia  al  rey  y  dei>t'ndia  de  el.  Asi  era  ^ue  iuü  rc^cá 
decían  •«  Mis  dominios  de  Indias  Mi8  reinos  de 
Indias,    como  de  cosa  diferente  de  «<  Mis  dominios  de 

Es[»nfia  -  (')  *i  Mi<  í'<'iii<»s  de  España  No  exisíía»  pues, 
entre  España  y  America  vinculo  jurídico  directo;  suíí 
relaciones  consistían  en  pertenecer  á  un  mismo  rey,  Y 
como  todo  pertenecía  al  rey  en  amlws  países,  se  explica 
que  el  rey  ijtlioase  sus  t(Soros  de  Amériea  a  las  nece- 
sidades de  E^paiia»  y  bU:>  lucrzaü  de  Espaíia  ú  ia;>  uece- 
sidades  de  América. 

Las  disposiciones  de  los  reyes  se  llamaban  let/es, 
pratiñtátícas,  dccveios  y  cédulas.  Por  uicdio  de  leyes 
laaiidahan  euanio  juziraban  convonicnio  á  la  i:<'aer;Ui- 
dad  del  Estado,  como  era  la  organización  de  las  fun- 
ciones públicas,  los  impuestos,  los  derechos  civiles  y 
eomereiales,  los  delitos,  l.ts  pi'uas,  ete.  Las  pra^^uiaii- 
eas  ii-aíes  eran  leyes  que  tenían  por  objeto  pnnci[)al- 
mente  asuntos  eclesi¿Lsticos.  Los  decretos  reales  iban 
diri^ndos  á  hacer  cumplir  convenientemente  alguna 
ley  ya  diciada.  Las  leyes  y  pra^nnáticas  eran  acios  de 
solK'iaiiia;  los  decrt'ios  eraa  actos  d»'  guliierno,  de 
administración.  Por  medio  de  cédulas  reales  (que  muy 
á  menudo  se  convertían  con  el  iienipo  en  leyes),  conce- 
dían los  altos  íuncionarios  alí^'-una  «*"racia  ó  dieta l>an 
una  pruvidencia  parüeiilar.  Decían  al  principio  :  -  El 
Rey,  1  y  éste  iirmaba  al  íin  con  las  palabras:  «  Yo  el 
Rey.  n  El  tribunal  expedía  el  despacho  así  que  estu- 
viera íiimado.  Las  leyes  que  los  monarcas  dictaron 
como  reyes  de  España  loiiuan  varias  colecciones,  al^^-u- 
ñas  de  las  cuales  son  lamosas  por  su  sabiduría.  La  que 
se  publicó  en  tiempo  de  Felipe  II  se  llama  Recopüación 
cmteUana.  Las  (pie  dii'iaron  desdo  el  descubrimiento 
de  Auicrica,  como  reyes  de  ella,  coleci  lunarias  varias 
veces,  y  resumidas,  íorman  otro  c<h1íí?o,  conocido  con 
el  nombre  de  Recopilación  de  las  leyes  de  Indias,  que 


üiyiiizeo  by  Google 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  91 


86  mandó  observar  en  1680,  en  tiempo  de  Carlos  IL 
Poeteriormente  se  dictaron  otras  leyes,  decretos  y  cédu- 
las ([ue  han  andado  dispersos. 

XL.  —  £1  Consejo  real  de  Indiais 

Deseosos  los  reyes  españoles  de  gobernar  debidameiue 
sus  vastos  dominios  de  la  América,  y  juzgando  que  no 
deberían  mesclarse  los  negocios  de  sus  reinos  de  Europa 

con  los  lie  su  reino  de  América  y  que  ni  deberían  servir 
los  iiuercses  de  ésta  los  mismos  altos  fuiicionarios  que 
atendían  los  asuntos  relativos  al  interior  de  España  y  á 
la  i>olítica  europea,  instituyeron  un  Consejo  de  las 
hidúís,  residente  en  Madrid,  conipuesto  de  un  presi- 
Uenie,  un  gran  canciller  de  las  Indias,  un  crecido 
númei'o  de  cons^eros  letrados,  y  además  un  fiscal,  dos 
secretarios,  un  teniente  de  gran  canciller,  tres  relato- 
res, un  escribano,  cuatro  contadores,  un  tesorero 
general  y  oti'os  funcionarios  de  menor  importancia. 

Esto  consejo  tuvo  la  jurisdicción  suprema  de  la  Amé^ 
rica.  Hacía  las  leyes,  pragmáticas,  ordenanzas  y  provi- 
siones de  todas  cla.^es,  previa  consulta  al  rey.  Exami- 
naba las  ordenanzas,  constituciunes  y  esUiluLos  que 
propusieran  los  prelados,  capítulos  y  conventos  de  las 
religiones,  así  como  los  proyectados  por  los  virreyes, 
audiencias  y  consejos  de  America,  para  que  en  virtud 
de  su  dictamen  los  aprobase  el  rey  y  mandase  cumplir- 
los. Y,  en  general,  le  estaba  encomendado  todo  lo  que 
al  gobierno,  administración  de  justicia,  buen  trata- 
miento  y  conversión  do  los  salvajes  interesaba.  Sus 
provisiones  y  mandamientos  debían  ser  cumplidos  y 
respetados  en  todas  partes  por  toda  clase  de  personas, 
y  ningún  otro  consejo  de  los  que  funcionaban  en  España 
entendería  en  las  cosas  de  América. 


üiyiiizeo  by  Google 


92 


BOSQl  Wi»  HLsTÓRICO 


XH      iji  í  Ma  de  eoftlrmUielte  4e  lat  Indias 

Residió  desde  15()3  en  Sevilla,  y  desde  1718  en  Cádix, 
un  trihunni  llamado  Casa  de  aoniraiación,  instítofdo 

par.i  «¿  establecor  y  periK'tuar  ^  el  comercio  de  España 
con  Aiiiérica.  (]onstiilKi  de  un  presidente,  un  tesorero, 
un  contador,  un  factor,  tres  jueces  letrados,  un  fiscal  y 
varios  otros  ministros,  cuyas  ñinciones  ftieron  orga* 

nizadas  de  varios  modos  durante  el  largo  üem¡K)  de  su 
duración. 

Su  cometido  era  conocer  de  la  guarda,  ejecución  y 
cumplimiento  de  las  leyes  que  se  referían  ai  comercio 

de  América  y  á  la  naveíraí'i(')ii  del  Oc<'ano.  Es  así  que 
entendía  en  el  despacho  y  registro  de  las  embarcaeio- 
nes  que  partían  para  las  Indias  y  en  la  entrega  de  los 
caudales  con  que  re^srresaban ,  y  fallaba  las  causas  que 

con  motivo  de  ese  comercio  v  navet:aci*>ii  se  siisci- 

•  * 

tasen,  íuesen  de  naturaleza  mercantil  ó  criminal.  En  la 
materia  civil  cuyo  conocimiento  correspondiera  á  los 
jueces  ordinarios,  el  actor  podía  entablar  la  demanda 

ante  la  Casa  de  contrataritui,  siempre  iiue  los  hechos 
hubiesen  ocurrido  en  America  ó  durante  el  viaje,  y  el 
reo  estuviese  en  Sevilla.  Además  este  tribunal  tenia  el 
deber  de  hacer  al  Rey  todos  las  indicaciones  que  juz« 

!?ara  convenientes  á  la  navegación  6  al  comercio  de 
America. 

XL1L  —  El  C^BSilai*  éb  UMm 

Otra  institución,  que  tuvo  su  asiento  en  Sevilla  desde 
1543,  y  en  Cádiz  desde  1718,  lUe  el  Consulado  de  Indias, 
llamado  por  las  leyes  Universtdad  de  los  cargadores  á 
las  Indias.  Era  un  tribunal  compuesto  de  dos,  primero, 

y  luego  de  tres  funcionarios  llamados  cónsules,  cuya 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LX  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  ÜRUQUAY  93 

presidencia  ejercía  uno  de  ellos,  el  prior.  Se  reuDian 
todos  los  años  los  cargadores  que  traficaban  en  Amé- 
rica, p¡ir:i  elegir,  de  entre  ellos,  treinta  electores  bien 
cuncepuiudos,  cuyo  oficio  debía  durar  dos  aüos.  Los 
electores  y  los  elegidos  debían  ser  necesariamente 
españoles.  Estaba  prohibido  que  lo  fueran  extranjeros, 
ó  sus  hijos  ó  nietos.  Esto¿>  electores  ele^j^ian  .1  su  vez  los 
dos  ó  ti'es  cargadores  en  forma  secreta  :  uno  para  cón- 
sul prior,  otro  para  cónsul  segundo,  y  otro  para  tercero,  - 
cuando  se  estableció.  El  cargo  de  éstos  duraba  un  año, 
cuando  los  cónsules  eran  dos,  y  tres  cuando  aumentó 
su  número ;  no  podían  ser  reelegidos  en  el  año  inme- 
diato; pero  servían  de  consejeros  á  sus  reemplazantes. 

£1  consulado  conocía  en  las  causas  de  los  cargadores 
para  las  Indias.  Se  procedía  ante  él  verba Iuilii te,  sin 
íigura  de  juicio,  *  i>or  la  verdad  sabida  y  la  buena  íé 
guardada. »  No  era  permitida  la  asistencia  de  abogados, 
m  la  presentación  de  escritos  hechos  por  ellos,  porque 
los  pleitos  fuesen  breves  y  no  influyese  en  >u  solución 
otro  arto  que  el  buen  senado.  Los  cónsules  podían, 
empero,  consultar  abogado  antes  de  fallar. 

XLin.  —  £1  Virrey 

La  imposibilidad  de  gobernar  convenientemente  toda 
la  América  desde  España  decidió  á  los  reyes  á  nombrar 

representantes  suyos  en  Méjico,  en  el  Perú  y  en  el 
Nuevo  reino  de  Granada,  con  el  nombre  de  c¿rre>/cs,  á 
({uienes  coniirieron  el  gobierno  superior  y  la  facultad 
<le  hacer  y  administrar  justicia,  y  de  entender  en  todo 
lo  que  conviniera  al  sosiego,  quietud,  ennoblecimiento 
y  pacificación  de  sus  respectivos  pueblos.  Por  ser  exce- 
siva la  extensión  del  virreinato  del  Perú  y  dificultarse 
su  acción  en  el  Río  de  la  Plata  por  la  interposición  de 
los  Andes,  se  acordó  nombrar  otro  virrey  para  estas 


üiyiiizeo  by  Google 


94  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

regiones,  como  ya  queda  dicho  en  el  articulo  XXXV. 
Estos  empleos  eran  confiados  por  el  Rey  á  personas  de 

distinción  nacidas  en  España,  con  la  condición  de  que 
liabíau  de  venir  íl  la  América  sin  sus  esposas,  hijos, 
yernos  y  nueras*  Esta  regla  no  se  observó,  empero,  tan 
rígidamente  como  lo  prescribían  las  leyes,  en  los  últi- 
mos tiempos  de  la  dominación  españolo. 

En  ronformidad  con  el  lin  de  tan  alta  institución,  los 
virreyes  tenían  el  cometido  de  difundir  la  religión  cató- 
lica entre  los  indios;  administrar  y  ejecutar  la  justicia; 
gol)ernar  y  defender  sus  distritos;  premiar  y  crralificar 
á  ios  sucesores  lie  ios  autores  do  des(nil>rinHenios,  ¡uioi- 
ficación  y  ix>blación  de  las  Indias;  cuidar  de  que  ios 
indios  fueran  bien  tratados  y  conservados,  y  de  que  se 
hiciera  bien  el  recaudo,  administración,  cuenta  y 
Cül)raiiza  de  la  real  hacienda;  de  hacer  lo  que  les  pare- 
ciere y  vieren  que  conviniese  en  todas  las  cosas,  casos 
y  negocios  que  se  ofrecieren,  proveyendo  todo  aquello 
que  el  Rey  habría  podido  hacer  y  proveer,  de  cualquier 
calidad  y  condición  que  fuera,  como  si  el  mismo  Kev 
gobernáis,  en  lo  que  no  les  estuviera  especialmente 
prohibido. 

Los  virreyes  eran  además  capitanes  generales  de  mar 
y  tierra  en  las  provincias  de  su  virreinato,  para  cuyo 
efecto  jx>dían  valerse  de  luuar-tenientes  y  cai)imnes 
nombrados  y  removidos  por  ellos  con  entera  libertad. 
Eran  los  presidentes  de  la  audiencia  que  funcionaba  en 
la  misma  ciudad  que  ellos,  v  podían  presidir  las  oirás 
audiencias  de  su  virreinato,  siempre  que  accidental- 
mente se  hallasen  en  el  lugar  de  su  asiento.  Eran  asi- 
mismo los  gobernadores  de  las  provincias  de  su  car^o, 
incluso  ius  disiriiu>  do  ias  audiencias.  Podían  perdonar 
los  delitos  á  la  par  que  el  rey,  y  detener  la  acción  de  la 
justicia.  En  general  no  podían  los  virreyes  inmiscuirse 
en  los  asuntos  judiciales  en  que  las  audiencias  deljían 


üiyiiizeo  by  Google 


liK  LA  KEi^BLlCA  ORIENTAL  DEL  URCÜUAY  95 

conocer,  ni  aun  con  su  voto  cuando  presidian  las  sesio- 
nes, como  tampoco  podían  las  MuUiencins  invcidir  las 
atribuciones  gubernativas  del  virrey ;  pero  podían  fallar 
en  primera  instancia  en  los  juicios  que  tuvieran  indios 
6  españoles  contra  indios.  En  tal  caso  se  deducía  la 
apelación  jK-^ra  anie  la  audiencia  real  y  csia  íallaba  en 
se^ninda  instancia. 

£1  domicilio  del  virrey  del  Río  de  la  Plata  llamábase 
real  palacio  y  funcionaban  en  él,  además  que  el  virrey  : 
un  secretario  de  cámara,  tros  oüciales,  uu  archivero  y 
un  asesor  general  del  virreinato. 


^  XLIY.  —  La  Audiencia  real 

La  audiencia  real  se  componía  de  un  presidente  y 
cuatro  ó  más  oidores,  al  cual  se  agregaban  uno  ó  varios 

fiscales,  un  alíjuacil  maym ,  un  teniente  de  irraii  can- 
ciller y  oíros  liiiiiisiros  y  oüciales  de  menor  importau- 
cia.  Á  veces  había,  además  de  los  oidores,  varios 
alcaldes.  Dependían  estas  diferencias  de  la  importancia 
\  cantidad  de  los  asuntos  en  que  tenían  que  intervenir 
los  ministros.  Todos  los  ftmcionarios  solían  ser  espa- 
ñoles, y  su  nombramiento  venia  del  Rey, 

Las  audiencias  conocían  ea  los  juicios  civiles  y  cri- 
luí:ki1«  s  en  que  hubiesen  intervenido  y  pronunciado 
seníencia  jueces  inferiores,  y  de  cuyas  sentencias  se 
hubiera  interpuesto  primera  ó  segunda  apelación.  £s 
decir  que  conocían  en  segunda  y  tercera  instancia. 
También  conocían  en  primera  instancia,  si  se  trataba 
lie  personas  muy  principales,  6  de  crímenes  muy  gra- 
vee. Además  intervenían  administrativamente  en  lo 
relativo  al  nombramiento  ó  elección  de  ciertos  funcio- 
narios del  orden  judicial,  y  cuidaban  de  que  se  diera  á 


üiyiiizeo  by  Google 


96  BOSQUEJO  Hl&TÓRICO 

los  indios  buen  traiauiieuto.  Las  audiencias  gozabao 
de  mucha  consideración»  y  el  priviie^o  de  comunicarse 
directamente  con  el  Rev. 

Cuando  hahía  en  la  audiencia  uidures  y  alcaldes, 
a(]uéllos  conocían  de  lo6  asuntos  civiles  y  éstos  de  los 
criminales;  pero»  cuando  no  habia  más  que  oidores, 
ellos  conocían  en  las  dos  clases  do  procesos.  Los  fiscales 
promovían  l(»s  pleitos  (pie  !iiU'r<'>al):in  al  íis<  n  ó  Á  la 
vindicui  publica,  y  defendían  en  ellos  el  cumplimiento 
de  la  ley.  Si  había  un  fiscal  solo»  intervenía  en  lo  civil 
y  en  lo  criminal;  si  eran  dos,  uno  intervenía  en  los 

asuntos  de  una  clase  y  el  uliu  en  los  de  la  oira  ela.se,  ó 
se  repariiau  ambas  clases  de  asuntos  de  modo  que  su 
trabajo  Aiese  igual.  Los  alguaciles  mayores  tenían  el 
oficio  de  vi*?¡lar  el  orden  de  día  y  de  noche,  de  prender 
[)or  orden  judicial,  y  sin  orden  en  raso  de  delito  íra- 
ganie,  en  las  ciudades  en  que  i*e:5Ídian  las  audiencias. 
£1  teniente  de  gran  chanciller  tenia  la  guarda  del  sello 
real  que  las  audiencias  recibían  solemnemente  cuando 
les  era  enviado  por  el  Rey;  cuidaba  de  marcar  con  el, 
en  cera  colorada,  las  provisiones  de  la  audiencia;  con- 
servaba en  armarios  los  procesos  terminados  y  las 
pragmáticas  y  órdenes  reales. 

Antes  (¡ue  se  insLituyera  el  virreina! o  del  Río  de  la 
Platit,  estuvieron  sujetas  las  colonias  que  compusieron 
la  gobernación  del  Paraguay  á  la  audiencia  de  La  Plata» 
(ciudad  de  la  |)rovincia  de  Charcas)  una  de  las  varias 
(jue  había  dentro  del  extensísimo  virreinato  del  Perú. 
Años  después  de  haberse  creado  la  gobernación  de 
Buenos  Aires,  es  decir  en  IGdl»  se  instituyó  la  Audien- 
cia real  de  Buenos  Aires,  cuya  jurisdicción  comprendió 
las  provinciiis  ó  gobernaciones  del  mismo  nombre,  de 
Tucumán,  y  del  Paraguay.  Se  iiisuió  recién  el  año  de 
1763,  fué  suprimida  nueve  aíios  más  tarde  (1772),  en 
virtud  de  real  cédula  de  1771,  y  restablecida  en  1785, 


üiyiiizeo  by  GoOgk 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  97 

por  cédula  de  1783  con  motívo  de  haberse  constituido 
poco  antes  el  virreinato  del  Río  de  la  Plata. 

Esla  íiudiencia,  presidida  por  el  virrey,  eia  servida 
por  un  regente,  cinco  oidores,  un  fiscal  ile  lo  civil  y  real 
haciendat  un  fiscal  de  lo  criminal  y  protector  de  indios, 
im  honorario,  un  alguacil  mayor,  un  chanciller,  dos 
relatores,  un  aírente  fiscal  de  lo  civil,  otro  de  lo  crimi- 
nal, dos  escribanos  de  cámara,  dos  porteros,  un 
abogado  defensor  en  lo  civil,  dos  en  lo  criminal,  dos 
escribanos  receptores,  seis  procuradores,  un  repartidor, 
un  receptor  de  penas  de  cámara,  y  un  tasador  de 
costas. 

XLT.  —  Lm  Inteadeates  y  1m  Golieraai^ira 

Era  de  reíala  que  los  jcrobernadores  iiul)iesen  nacido  en 
iáspaña.  Debían  ser  nombrados  por  el  rey.  Los  virreyes 
estaban  facultados  para  nombrarlos  interinamente ;  por 
manera  que  los  agraciados  con  este  nombramiento 
interino  tenían  que  solicitar  del  rey  la  confirmación,  ó 
sólo  servían  hasta  que  viniera  á  sustituirlos  otro  con 
nombramiento  real.  Los  nombrados  tenían  que  inven- 
tariar sus  bienes,  para  que  constase  cuánto  poseían  al 
í  nírar  en  el  desempeño  de  la  gobernaciiHi ;  y  que  dar 
üaozay  prestar  juramento  de  que  desempeñarían  su 
empleo  según  las  leyes,  lealmente,  y  del  modo  que  más 
conviniera.  No  podían  casarse  en  el  lugar  de  sus  ítan- 
ciones ;  ni  emplear  en  los  puestos  civiles  (')  militares  i)er- 
aonas  que  hubiesen  nacido  en  el  país,  ó  que  fuesen 
parientes  suyos  dentro  del  cuarto  grado;  ni  hacer 
tratos  ni  contratos  de  ninguna  clase. 

Antes  de  erign*se  el  virreinato,  el  gobernador  de 
Buenos  Aires  presidía  la  audiencia  real  mientras  la 
hubo.  Como  tal  presidente,  no  podía  votar,  pero  sí 
firmaba  los  proveídos  con  los  oidores ;  nombraba  las 

7 


üiyiiizeo  by  Google 


98 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


|Xirs()iia8  que  habiuu  de  ejecutar  las  disposiciones  de  la 
audiencia ;  conmutaba  las  penas  de  destierro  que  los 
oidores  hubiesen  impuesto ;  [)odía  requerir  el  parecer 

de  cualqiu»  !  oidt»r  en  asunios  de  ffohierno;  conocía, 

« 

acompaíiado  por  alcalde,  en  los  juicios  criminales  que 
se  iniciasen  contra  los  oidores  y  ñscales  de  la  audiencia; 
sumariaba  á  los  oidores  que  hubiesen  infringido  la  pro* 

hibición  de  casarse,  6  que  liul»iesen  cometido  Ml;juna 
arbitrariedad  en  el  desem|)efio  de  su  cai^;  y  cuando 
ocurría  duda  acerca  de  si  algún  asunto  incumbía  á  él  ó 
á  la  audiencia,  prevalecía  su  parecer.  La  audiencia 
podía  advertirle,  si  se  excedía  en  el  uso  de  sus  f?icuUa- 
des;  pero  si  no  reconocía  su  exceso,  se  cumjdía  su  pro- 
videncia, sin  perjuicio  de  que  el  tribunal  diera  cuenta 
al  Rey.  Si  faltaba  de  presidir  las  sesiones  de  la  audien- 
cia, le  suplía  el  uiiior  más  antiíTuo  ;  pero  si  faltaba 
de  desempeñar  el  gobierno,  la  audiencia  lo  reempla- 
zaba. 

Aparte  de  la  presidencia  que  algunos  ejercían,  los 

firobernadores  tenían  ainjílias  facultades,  acrecentadas 
por  el  cargo  de  capitán  general  que  les  era  anexo.  Como 
simples  gobernadores,  administraban  la  hacienda  de  la 
provincia,  proveían  empleos  civiles  y  cuidaban  de  que 
fueran  bien  des<Mn peñados,  dispuníuii  que  se  hicieran 
las  obras  públicas  necesarias,  cuidaban  de  que  se 
respetasen  las  policías  que  á  si  se  daban  los  indios,  de 
que  se  ^^uardasen  sus  costumbres,  en  cuanto  no  se 
opusieran  á  la  relÍL'i*'>n,  y  de  que  nadie,  ni  sus  caciques, 
les  diera  maU)S  tratos;  tomaban  las  medidas  necesarias 
para  que  se  diñindiese  la  doctrina  católica  entre  los 
indíi^enas,  y  de  que  éstos  ñieran  sometidos  á  las  reglas 
de  la  vida  civilizad;»  ;  fundalniii  pueblos,  señalaban  la 
jurisdiccitm  que  liabiau  de  tener  y  les  decretaban  las 
autoridades  porque  se  habían  de  regir,  y  administraban 
justicia  conociendo  en  los  juicios  que  procedían  de  los 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REi'ÜBLlCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  99 

jueces  inferiores  por  apelaci(5n.  de  alguna  de  las  imanéis. 
Como  capitanes  g^enerales  tenían  además  á  su  cargo  e 
loando  de  las  fuerzas,  la  dirección  de  las  operaciones  de 
guerra,  y  la  administración  de  todo  lo  relativo  al  ramo. 

Después  de  erigido  el  virreinato,  los  intendentes 
ocupáron  el  puesto  que  los  gobernadores  habían  tenido 
en  las  provincias  menores,  con  sus  facultades  políticas 
y  militares ;  por  manera  que  tuvieron  á  su  car^,  como 
decía  la  cédula  de  su  insiiiución,  -  los  cuatro  r  unos  de 
justicia»  policía,  hacienda  y  guerra,  »  con  toda  la 
jurisdicción  y  facultades  necesarias,  pero  dependiendo 
del  vierrey  en  lo  gubernativo  y  de  las  audiencias  en  lo 
Judicial,  y  recibiendo  el  nombramiento  del  monarca 
( orno  era  de  regla.  La  intendencia  de  Buenos  Aires 
estaba  desempeñada  por  el  mismo  virrey,  (razón  por  la 
cual  tenia  éste  las  atribuciones  propias  de  los  dos 
cargos)  y  servían  además  en  ella  :  seis  oficiales  de 
secretaría,  un  agregado  y  un  escribano. 

gobernadores  que  se  nombraron  dentro  de  algu- 
nas intendencias  no  podían  tener,  pues,  la  amitplud  de 
poderes  que  habían  tenido  los  primitivos  gol)ernadores, 
porque  se  oponía  á  ello  la  institución  de  los  intendenies, 
á  quienes  se  había  atribuido  lo  más  principal  de  sus 
cometidos.  Pero  torcieron,  en  la  medida  reclamada  por 
la  región  que  habían  de  servir,  algunas  facultades 
i>olíticas  y  militares. 

XLTI.  —  El  Consolsdo 

El  consulado  era  un  tribunal  compuesto  de  un  prior 
y  varios  cónsules,  todos  elegibles,  como  en  el  consulado 
de  Sevilla.  Electores  y  elegidos  debían  ser  personas 
nacidas  en  España.  Bajo  la  presidencia  del  consulado 
cesante  se  reunían  en  los  primeros  días  de  cada  año  los 
<iue  tercian  el  comercio  por  cuenta  propia  y  elegían  el 


üiyilizüü  by  Google 


100 


número  de  electores  reglamentario,  que  solía  ser  de 
(luiiice,  treinta,  6  más  ó  menos,  por  medio  de  cédulai> 
cerradas,  para  que  el  voto  fuera  secreto.  Los  electores 
se  reunían  después  y  elegían  el  prior  y  los  cónsules»  así 
como  varios  diputados  para  que  auxiliasen,  habiendo 
necesidad,  en  la  expedición  de  los  asuntos.  El  primer 
consulado  ¡uo  se  instituyó  en  América  tuvo  asiento  en 
el  Perú.  £1  de  Buenos  Aires  se  flindó  estando  ya  por 
terminar  el  siglo  XVIII,  (1794)  y  ftié  servido  por  un 
prior,  du6  cónsules,  {V  y  2**)  un  asesor,  un  escribano  y 
dos  porteros-alguaciles. 

£1  consulado  tenia  el  encargo  de  sustanciar  y  fallar 
todos  los  pleitos  que  se  promoviesen  en  materia  mer- 
cantil, ftiese  terrestre  ó  marítima,  ó  entre  comerá  iantes 
y  sus  auxiliares  de  comercio.  No  podía  intervenir  ningún 
letrado  en  las  defensas»  ni  era  permitido  á  los  litigantes 
presentar  escrito  de  letrado,  ni  invocar  leyes,  sino  que 
el  actor  debía  exponer  verbaimente  los  liechos  y  la  |)eti- 
ción  con  sencillez  y  contestar  de  igual  modo  el  reo.  £1 
consulado  procuraba  ante  todo  que  los  adversarios  se 
conciliasen  mediante  la  intervención  -de  parientes  y 
amigos;  y  entraba  á  conocer  en  el  caso  que  fiuu^a  impo- 
sible el  avenimiento.  Su  fallo  no  debía  gustarse  tanto 
á  la  ley  como  á  la  equidad,  segán  las  circunstancias.  Sí 
alguna  de  las  partes  se  creía  airraviada  por  la  senten- 
cia, apelaba  para  ante  el  oidor  ú  oidores  de  la  audiencia 
encargados  de  conocer  en  la  segunda  instancia  de  tales 
juicios ;  y  lo  sentenciado  por  ellos  era  €gecutado  por  el 
prior  y  los  cónsules. 

XLTn.  —  Los  CmegMotts 

Los  corregidores  podían  ser  nombrados  por  el  virrey 

ó  ix;r  los  intendentes  con  carácter  intenno  ;  pero  solo  el 
rey  podía  nombrarlos  en  propiedad.  Estaban  obligados. 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  101 


romo  los  luieiideiaes  y  gobernadores,  á  inventariar  sus 
Menes,  á  prestar  fianza  de  buena  conducta  y  á  jurar ; 
y,  como  ellos,  no  podían  casarse  en  el  lugar  de  sus  fun- 
•  iones,  ni  tener  empleados  naturales  del  país,  ni  tratar 
ni  contratar.  Sus  principales  funciones  eran  las  de  juz- 
gar las  cuestiones  civiles  ó  criminales  que  en  los  dis- 
tritos de  indígenas  encomendados  ocurrieran  entre 
españoles,  entre  indígenas,  ó  entre  indígenas  y  espa- 
ñoles. Tenían  el  encargo  de  permitir  que  los  indios  con- 
servasen su  policía  y  sus  costumbres  en  cuanto  no  ñie- 
ran  incompatibles  con  los  preceptos  de  la  Iglesia,  y  de 
enseñarles  á  trabajar  la  tierra  y  otros  oficios  como  se 
usaba  en  España,  á  fin  de  que  no  fueran  haraganes  y 
ganasen  los  medios  de  llevar  vida  cómoda  y  arreglada. 
Les  estaba  prohibido  apropiarse  en  todo  ó  en  parte 
1  ■  ñuto  del  trabajo  indígena,  así  como  el  hacerlos  tra- 
b^}ar  para  sí  sin  pagarles  el  justo  precio. 

XLYIII-  —  Los  CabUdos :  su  elección 

El  cabildo,  llamado  también  ai/urUamiento  y  regi' 
mierUo,  tenía  importancia  especialísima  en  la  constitu- 
dón  de  las  colonias.  Era  una  junta  compuesta  de 
número  variable  de  personas,  que  oscilaba  eiiti-e  seis  y 
doce,  según  fuera  la  importancia  de  los  intereses  que 
iiabía  de  manejar. 

BI  cabildo  formaba  excepción  á  la  regla  de  quiénes 
habían  de  ser  los  nomlirados  y  qni*'iies  mnnbrasen.  No 
era  neresario,  como  respecto  de  las  otras  íunciones,  que 
ios  capitulares  fuesen  españoles ;  estaba  mandado  por. 
las  leyes  que  Aieran  vecinos  del  lugar  en  que  habían  de 
servir,  y  podían  serlo  los  nacidos  en  Esi>aua  ó  en  Amé- 
rica. No  era  tampoco  el  Rey,  ni  el  Consejo  de  ludias, 
ni  el  Virrey,  el  Intendente  ó  el  Gobernador  quien 
debiera  nombrarlos,  y  si  el  cabildo  mismo  de  la  ciudad , 


üiyiiizeo  by  Google 


102  B06QUBJ0  HISTÓRICO 

villa  ó  |x)hlación  en  que  tenía  su  asiento,  y  e&uiba  rigu- 
rosamente prohibido  á  los  gobernadores  y  demás  minis- 
tros que  influyeran  de  cualquier  modo  en  la  elección. 
Y,  si  bien  s*'  requería  que  los  capitulares  fuesen  per- 
sonas distinguidas,  como  no  abundaban  los  liombres 
instruidos  en  las  más  de  las  ciudades  y  villas,  era  per^ 
mitido  que  se  eligiese  á  personas  que  no  supiesen  más 
(jue  leer  y  escribir,  y  aun  á  quienes  carecieran  do  este 
saber,  si  se  trataba  de  pueblos  de  escasa  importancia, 
siempre  que  tuvieran  la  condición  de  ser  naturales,  y 
vecinos  bien  conceptuados.  Estas  reglas  solían  tener 
una  exeejxíión,  y  es  (|iie  el  Rey  nombraba  á  veces  algu- 
nos capitulares  con  derecho  vitalicio  ó  hereditario. 

Por  lo  que  se  vé  que  el  cabildo  era  una  institución 
popular,  tanto  si  se  mira  á  las  cualidades  que  habían  de 
tener  los  elegidos,  como  á  las  que  debían  tener  sus  elec 
tores. 

La  elección  se  bacía  todos  los  años,  el  día  primero  de 
Enero,  por  medio  de  cédulas  cerradas,  y  en  la  casa 

capitular,  no  en  la  del  gubcniador,  ni  en  ninguna  otra, 
porque  no  hubiera  coacción. 

Los  cabildos  eran  autoridades  esencialmente  locales. 
Cada  ciudad,  cada  villa,  cada  lugar  algo  populoso,  hasta 

donde  al(*anzabasn  respertivu  jurisdicción,  tenía  el  suyo. 

El  fin  de  los  cabildos  era  administrar  todos  ó  casi 
todos  los  intereses  comunes  de  su  pequeño  territorio. 
La  justicia  civil  y  criminal ;  la  policía ;  las  fiestas ;  la 
luili  i  i  ;  la  defensa  de  los  menores  de  edad  y  de  los 
pobres  ;  la  belleza,  comodidad  y  salubridad  de  la  [)obla- 
ción ;  los  caminos  vecinales ;  los  depósitos  decretados 
por  autoridad  pública ;  la  hacienda  que  estos  servicios 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  103 

requerían :  entraban  en  el  número  de  los  cometidos 
capitulares. 

En  estas  materias  gozaba  el  cabildo  de  completa 
autonomía.  Sus  miembros  se  reunían  ai  toque  de  cam- 
pana,  al  son  de  trompeta,  por  voz  de  pregonero,  ó  por 
citadón  que  el  portero  les  llevara ;  y,  una  vez  reunidos 

en  número  suficiente,  delil)eraban  discutiendo  y  votando 
lo  que  juzgaban  conveuieiite  á  la  comunidad,  como 
legisladores. 

Las  sesiones  se  verificaban  comunmente  con  asis- 
tencia (le  los  capitulares  solos,  y  se  decía  que  en  tales 
Casos  se  celebraba  cabildo  cerrado.  Pero  en  ocasiones, 
cuando  el  pueblo  se  hallaba  agitado  por  asunto  de 
extraordinario  interés,  se  le  convocaba  á  la  sesión  para 
que  expusiera  y  defenfli<  r;i  sn  parecer,  y  se  decía  que 
entonces  había  cabildo  abierto.  La  asamblea  tomaba  en 
tales  casos  un  carácter  popular. 

L.  —  Olíelos  partkElares  de  los  eupItaUres 

Como  las  deliberaciones  del  cabildo  necesitaban  ser 
dirii^das  y  ejecutadas,  y  leyes  había  que.los  capitulares 
tenían  que  aplicar  ó  hacer  cumplir,  era  de  regla  que 
cada  clase  de  función  adniinisiraLiva  fuese  desempe- 
ñada por  un  individuo ;  y  así  es  que  en  los  cabildos 
iiabia :  un  presidente ;  dos  alcaldes  ordinarios,  llamado 
uno  de  prifnera  vara  ó  de  primer  voto,  y  el  otro  de 
segunda  rara  ó  de  seguíido  voto  ;  un  alcalde  de  her- 
rmndad ;  un  jitez  de  fiestas ;  un  juez  de  policía  ;  un 
ñndico  procurador ;  un  defensor  de  menores ;  un  defenr- 
90r  de  pobres ;  un  decano  ;  un  alférez  reaU  un  fiel  eje- 
cutor ;  un  depositario  y  un  alguacil  mayor.  Había 
además  uno  ó  varios  alguaciles  menores,  y  un  escribano, 
Us  capitulares  recibían  el  nombre  genérico  áejttsticias, 
A  ésta  era  su  fünción,  y  el  de  regidores  los  demás.  El 


üiyiliz 


104  BOSQUBJO  HISTÓRICO 

a\'untaiiiionto  de  Buenos  Aires  cantaba  con  un  alcalde 
de  1^  voto ;  uno  de  2^ ;  cuatro  regidores  perpetuos,  que 

lo  eran  :  el  aliruacil  mayor,  el  alealde  provinciaU  el 
decano  y  ♦  l  (le[)üsuario  ¿general ;  y  seis  regidores  elec- 
tivos, entre  los  cuales  se  contalian :  el  alíérez  real,  el 
defensor  ^neral  de  pobres,  el  de  menores  y  el  procu- 
rador >ímli<'0  í^eneral. 

La  presideiu  la  del  eabildo  era  deseiupeíiada  por  el 
gobernador,  sin  voz  y  con  solo  el  voto  de  calidad  ó  pre- 
ponderante,  si  residía  en  el  lugar,  ó  por  el  alcalde  de 
l>rimer  voto  en  el  caso  conirario,  ó  si  faltaba  acciden- 
taiiaeiue  ;1  la  sesión. 

Los  alcaldes  do  primera  y  de  segunda  vara  adminis- 
traban la  justicia  civil  y  criminal  en  primera  instancia, 
auxiliados  por  asesores  letrados,  porque  no  sabían 
derecho.  Cuidahan  de  que  al  pueblo  no  le  faltara  las 
provisiones  más  necesarias,  si  no  había  persona  encar- 
gada especialmente  de  este  servicio ;  tasaban,  auxilia- 
dos por  otro  capitular,  los  comestibles  que  vendían  los 
regatoues,  y  el  de  primer  voto  suplía  al  í2robernador  en 
las  funciones  de  gobierno,  cuando  éste  faltaba  ó  se 
incapacitaba.  Ocupaban  el  primer  puesto  en  los  cabil- 
dos cuando  presidían. 

El  alcalde  de  h<M'mandad  conocía  en  los  juicios  por 
delitos  cometidos  fuera  de  poblado,  cuyas  causas  se 
llamaban  de  hermandad. 

El  juez  de  fiestas  estaba  encargado  de  hacerlas  guar- 
dar, y  de  aj>1irar  á  los  infractores  las  penas  que  la  ley 
y  las  ordenanzas  habían  establecido. 

£1  juez  de  policía  tenía  á  su  cargo  todo  lo  que  se 
relacionaba  con  el  orden  público,  la  limpieza  y  el  arre- 
glo de  la  población. 

£1  síndico  procurador  defendía  el  interés  del  íisco. 
Era  un  fiscal. 

El  defensor  de  menores  tenía  el  deber  de  salir  á  la 


üiyiiizeo  by  Google 


« 

BE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  105 

defensa  de  los  menores  de  edad,  con  ei  ñn  principal  do 
que  éstos  no  fueran  peijudicados  en  sus  personas,  ni  en 
sus  bienes,  por  sus  padres,  tutores,  ó  parientes. 

El  defensor  de  pobres  debía  defender  á  tudu  persona 
que  justiíicase  que  carecía  de  bienes  bastantes  para 
pagar  un  defensor  en  los  Juicios  que  le  promovieran  6 
que  tuviera  que  iniciar. 

El  decano  representaba  al  cabildo  en  las  ocasiones 
ea  que  hubiera  de  hablar  en  nombre  de  éste;  y  al  pue- 
blo, si  en  nombre  del  pueblo  había  que  expresarse; 
tenía  las  llaves  de  la  ciudad,  si  ésta  estaba  dotada  de 
puertas;  ítuardaba  una  de  las  llaves  del  archivo;  |)or- 
üiiüa  ó  negaba  el  uso  de  la  palabra  en  las  sesiones  del 
cabildo;  cuidaba  de  que  nadie  estuviera  sentado 
debiendo  estar  en  pie,  ó  con  la  cabeza  cubierta  debiendo 
tenerla  descubierta;  recibía  de  los  alcaldes  ct^santes  la 
vani  que  les  seiTÍa  de  insignia  y  la  entregaba  á  los 
recientemente  electos,  y  convocaba  á  los  capitulares 
para  celebrar  sesión. 

El  alférez  real  tenía  por  oñcio  llevar  la  bandera  ó 
pendón  de  la  milicia,  alzar  el  pend()n  real  en  ciertas 
solemnidades  y  suplir  á  los  alcaldes  ordinarios  cuando 
éstos  estaban  incapacitados  para  ftincionar.  Le  corres- 
pondía  el  puesto  inmediato  al  alcalde. 

Al  fiel  ejecutor  correspondía  el  cuidado  de  que  la 
ciudad  estuviese  provista  de  lo  más  indispensable  para 
la  vida»  de  que  los  vendedores  de  víveres  no  engañasen 
á  los  compradores  dándoles  artículos  de  mala  calidad 
6  escasa  medida,  y  de  castigar  las  infracciones  que  en 
esto  punto  se  cometieran. 

Bl  depositario  guardaba  los  valores  que  hubiera  que 
depositar  por  orden  de  la  justicia  ó  de  otro  füncio- 
uario. 

Los  alguaciles  cuidaban  de  que  se  pagaran  puntual- 
mente los  impuestos,  aprehendían  delincuentes  y  reci- 


üiyiiizeü  by  Google 


106  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

bían  y  transmitían  del  cabildo  las  órdenes,  y  las  hacían 
cumplir. 

El  escribano  llevaba  el  lil)r()  <le  actas  y  el  de  dc¡>óí>i- 
tos,  autorizaba  lus  actos  del  lici  ejeciuur,  etc. 

Los  cabildos  designaban,  en  el  acto  en  que  elegían  á 
sus  sucesores,  quiénes  habían  de  desempeñar  cada  uno 
de  lob  ulicios  descriptos.  No  podían  ok  iiir  j)ara  alcaldes 
ordinarios  á  regidores  que  estuviesen  luncionando  yn.; 
y  como  algunas  de  las  otras  funciones  solían  ser  pro- 
vistas á  veces  por  el  n  y  con  derecho  vitalicio  y  aun 
heredii.irio,  sólo  existía  libertad  de  elección  respecto  de 
los  oficios  vacantes.  Excusado  es  advenir  que  los 
oficiales  eran  tantos  cómo  los  oficios,  cuando  el  número 
de  los  capitulares  era  el  máximo  permitido  por  la  ley ; 
que  cuando  no,  un  iiii¿,ino  capitular  desempeñaba  varios 
oficios,  ó  se  suprimía  alguno  de  cbios.  Así,  por  ejemplo, 
había  pueblos  en  que  no  se  elegía  más  que  un  alcalde* 

SECCIÚ.N  11 

La  población,  ¿a  instrucción  y  las  induslrias  del  Bio 

de  la  Plata 

LI.  —  La  emisnidóii  á  Anériea 

Apenas  descubierta  la  América,  juzgaron  los  espa- 
ñoles que  podrían  sacar  de  ella  grandes  riquezas  á 

costa  de  poco  trabajo,  y  fué  ^'^eneral  el  deseo  de  trasla- 
darse á  las  Indias  con  el  ánimo  de  volver  poderosos. 
Este  modo  de  pensar  motivó  una  corriente  de  emigra- 
ción á  que  estaban  muy  poco  acostumbrados  los  euro- 
peos, y  que  no  tardó  en  alarmar  á  los  estadistas  de  la 
Península,  raz('»n  |>or  la  cual  se  prohibió  que  los  espa- 
ñoles emprendieran  visge  sin  permiso  de  la  autoridad. 
No  se  daba  este  permiso  sino  á  los  que  venían  á  Amé- 


üiyiiizeo  by  Google 


I  DE  lA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  I7RÜGÜAT  107 

rica  á  desempel&ar  algún  empleo,  ó  á  comerciar  ó  á 
ejercer  alguna  industria,  ó  por  otrd  cansa  igualmente 

jLisiiticaiiva.  Pero  esta  rigidez  era  burlada  á  pesjir  de 
ias  severas,  penas  con  que  se  amenazaba  á  los  iniracto- 
por  parsonas  que  clandestinamente  se  embarcaban 

y  fiemianecían  oculios  en  los  buquo  iiasia  que  creían 
ciesapai^ecido  el  peligro  de  mosirarse  á  los  compañeros 
de  wis^. 

Estaba  rigurosamente  prohibido  á  los  franceses,  ita- 
lianos, ingleses,  alemanes,  y  demás  extranjeros  el 
dirigirse  á  las  Indias  sin  permiso  del  Gobierno  español. 
Bste  penniso  se  otorgaba  rara  vez  y  i)or  causas  muy 
extraordinarias.  La  prohibición  fue  sugerida  por  el 
temor  de  que  los  exiraiueros  explorasen  la  América  y 
de  que  se  enriquecieran  en  ella,  yendo  luego  á  favorecer 
á  los  ;^^jbiernos  enemigos  de  España.  Se  sabe  ya  que  en 
aquellos  liempos  no  había  amistades  internacionales 
estables*  Continuamente  en  guerra  las  naciones,  las  que 
un  día  eran  aliadas  6  neutrales  eran  enemigas  al  dia 
siguiente;  por  manera  qne  no  se  ttiaa  confianza  dura- 
dera en  ninguna,  y  los  gobiernos  se  precavían  cuidado* 
sámente  contra  todas. 

Materia  de  largas  y  a[>asionadas  controversias  fué  la 
idea  de  si  los  hijos  de  extrai\|eros  nacidos  en  Espafía, 
podrían  viajar  á  las  Indias  como  los  nacidos  de  españo- 
les en  España.  Durante  los  siglos  XVI  y  XVII  füeron 
igualmente  conbiderados,  toda  vez  que  los  padres 
extranjeros  tuvieran  domicilio  permanente  en  la  Penín- 
sula. Pero,  á  principios  del  XVIII,  después  de  la  guerra 
que  motiv/i  el  entronizamiento  de  los  borbones,  ya 
porque  aumentaran  las  desconfianzas  de  los  españoles, 
ya  porque  quisieran  reparar  pronto  las  pérdidas  que  la 
tenaz  lucha  les  había  ocasionado,  reduciendo  el  número 
de  los  que  gozaran  las  venteas  de  la  nacionalidad,  el 
gobierno  prohibió  que  los  h^os  de  extranjeros  se  tras- 


üigitiztxi  by  Google 


108 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


ladanin  á  ia  América,  á  ao  ser  ciue  los  padres  íueraa 
católicos,  residieran  en  ESspaña  desde  diez  años  antes, 
•  se  hubiesen  apartado  de  la  nación  á  que  hablan  perte- 
necido y  cüiilribuyeraii  al  rey  como  los  demás  vasallos 
(1726).  Al  año  siguiente  se  hizo  la  proiiibición  absoluta. 
En  1743  se  restableció  la  regla  de  1728;  pero  en  la 
práctica  Até  muy  restringido  su  cumplimiento,  porque 
fueron  diarias  intvM'ininables  las  cuestiones  de  si  en 
los  padres  í  oucurrían  todas  las  condicionéis  espcciúca- 
das  por  la  ley. 

LIX.  ^  Iiii|H>rtmciéa  jr  escUritad  de  aMojuum 

£n  los  pueblos  antiguos  hubo  hombres  libres  y  hom* 
bres  esclavos.  Éstos  eran  tratados  generalmente  con 

crueldad  v  considerados  como  bestias,  no  como  seres 
humauüs.  Los  bárl)aros  que  invadieron  la  Europa,  si 
bien  ftieron  crueles  también  c^n  los  esclavos,  humani- 
zaron algo  su  condición,  pues  no  los  igualaron  á  las 
bestias,  sino  que  los  trataron  como  á  hombres  de  natu* 
raleza  interior.  Eu  la  edad  inedia  disminuvA  mucho  la 
esclavitud;  pero  al  d'^scubrii^e  la  América  exisUa  aún. 
En  esta  época  y  en  la  que  le  siguió  inmediatamente  los 
esclavos  eran  en  su  mayoría  africanos  salvajes  ó  bárba- 
ros, pero  la  expulsión  de  judíos  y  árabes  que  se  operó 
en  España  dió  ocasión  á  que  muchos  de  estos  desgra- 
ciados fueran  reducidos  á  la  esclavitud. 

Los  españoles  empezaron  á  aprovechar  en  América 
el  trabajo  de  h.>  esclavos  desde  los  primeros  años  de  la 
conquista.  El  rey  prohibió  absolutamente  al  principio 
la  introducción  de  esclavos  en  las  Indias,  no  por  com- 
batir la  esclavitud,  sino  porque  no  cundiesen  en  las 
nuevas  tierras  las  cosuiiiiltres  y  las  creencias  de  los 
judíos  y  de  los  africanos.  Pero  las  frecuentes  alega- 
ciones de  que  el  brazo  del  indio  era  insuficiente  para  la 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORUEMAL  DEL  URUGUAY  109 


labor  de  las  minas  y  de  las  tierras  indqjo  á  los  monar* 

cas  mu\  luego  á  dar  licencias  pura  que  se  condujesen 
esclavos  á  Nueva  España,  Tierra  Firme  y  el  Perú  á 
condición  de  que  no  fueran  comprados  en  Cerdeña, 
Mallorca^  Menorca,  ni  en  otro  punto  del  Levante, 
(oriente)  poniue  eran  de  casta  de  moros.  Las  compras 
eran  licitas  si  se  iiacían  en  Portugal,  en  las  islas  de 
Gainea  ó  en  Cabo  Verde.  Y,  como  ni  aun  así  se  impedía 
que  los  esclavos  se  adquirieran  en  aquellos  pandes, 
porque  en  los  últimamente  nombrados  habían  encare- 
cido por  efecto  de  las  continuas  demandas,  el  gobierno 
prohibió  á  mediados  del  siglo  XVI  que  nadie  condiúese 
esclavos  á  las  Indias  sin  especial  licencia  real,  bi^o 
penas  de  conli-scicioii,  y  de  que  volviesen  á  España  los 
que  fiieran  berberiscos,  moros  judíos  ó  mulatos.  Estas 
Ucencias  particulares  ñieron  suprimidas  á  fines  del 
mencionado  siglo  XYl  y  en  su  lugar  se  celebraron 
contratos  ó  alientos  concediendo  por  cieno  tiempo  á 
una  persona,  á  una  compañía  ó  á  un  estado  el  privile- 
gio de  vender  esclavos  en  determinada  región  ó  en  toda 
la  América.  Los  que  obtenían  estos  asientos  establecían 
factorías  ó  mercados  de  esclavos  en  uno  de  los  puertos, 
y  allí  vendían  su  mercancía  humana. 

Á  pesar  de  que  los  portugueses,  los  holandeses  y  los 
ingleses  solicitaron  en  varias  ocasiones  el  derecho  de 
hacer  la  trata  de  negros,  los  asientos  fueron  otorgados 
exclusivamente  á  particulares  españoles  en  el  resto  del 
siglo  XVI  y  en  todo  el  XVIL  Pero  en  cuanto  la  dinastía 
de  Borbón  ocupó  el  trono,  es  decir  en  1701,  el  rey 
Felipe  V  celebró  un  traiudo  con  el  de  Francia,  Luis 
XIV,  que  pertenecía  á  la  misma  rama  borbónica,  para 
qoe  ésta  hiciese  la  provisión  de  negros  en  las  Indias. 
Francia  cedió  su  puesto  á  Inglaterra  en  el  tratado  de 
Utrecht  (1713)  \a\>o  íin  á  la  guerra  de  sucesión,  y 
ios  ingleses  tuviei'ou  el  privilegio  hasta  1748.  Se  otorgó 


üiyiiizeot)y  Google 


110  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

el  asiento  posteriormente  varias  veces  á  españoles  hasta 

17S0,  en  cuya  íVcIim.  con  motivo  de  la  -uerra  que 
Espaüa  y  Francia  hiciei^ou  á  InglatfTra,  se  dió  á  todos 
los  españoles  el  permiso  de  vender  negros  en  las 
Indias  ;  permiso  que  después  se  concedió  también  á  los 

extranjeros. 

Hubo  esclavos  en  el  Río  de  la  Plata  desde  el  siglo 
XVI :  por  cédula  real  de  1356  se  dispuso  que  no  se 
cobrara  en  esta  provincia  por  cada  esclavo,  más  que 

ciento  cincuenta  ducados,  ai  más  de  170  porcada  negra 
procedente  de  Cabo  Verde. 

En  1595  se  fácuitó  á  Gómez  Reynal  para  que  intro- 
di^jese  600  esclavos  anuales  por  el  río  de  Buenos  Aires. 
Á  Gómez  le  sucedió  en  la  posesión  del  derecho  Rodrí- 
guez ('utiño  durante  ios  primeros  años  del  siglo  XVÍI. 
No  se  tiene  noticia  de  que  se  haya  renovado  la  conce- 
sión en  los  asientos  que  el  rey  otorgó  en  el  decurso  dei 
mencionado  siglo;  pero,  como  la  esclavitud  estaba  esta- 
blecida en  el  Brasil,  y  los  mercaderes  de  esto  país 
mantenían  con  los  del  Río  de  la  Plata  un  comeix^io 
clandestino  de  relativa  importancia,  la  venta  de  escla* 
vos  en  Buenos  Aires  y  sus  dependencias  continuó  á 
pesar  de  los  obstáculos  que  le  upusieroa  las  autoridades 
españolas.  La  trata  de  negros  volvió  á  ser  legal  y  á 
hacerse  en  bastante  mayor  escala  cuando  los  franceses 
adíiuirieron  el  derecho  exclusivo  de  comerciar  en  ellos. 
Los  ingleses  la  continuaron  con  el  celo  que  suelen 
aplicar  en  todas  sus  empresas,  estableciendo,  en  el 
paraje  conocido  hoy  por  el  retiro^  su  factoría,  que  por 
extensión  se  denominó  el  asimlo,  como  el  contrato. 

Anulada  la  concesión  hecha  á  Inglaterra,  continuó 
4a  importación  de  negros  al  Río  de  la  Plata,  ya  por 
asientos  otorgados  á  particulares  para  que  los  condu- 
jesen del  África  directamente,  ya  por  compras  que  se 
contrataban  en  otras  provincias  americanas.  Mucííoü 


üiyiiizeo  by  Google 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  111 

de  estos  negros  fiieron  exportados  mediante  contratos» 
como  artículos  de  comercio.  El  empleo  de  los  esclavos 

no  tomó  en  el  Río  de  la  Plata  la  magnitud  que  en 
algunos  par^yes  del  Perú,  de  Tierra  Firme  y  de  Nueva 
fispaüa»  porque  no  se  explotaban  minas  en  aquel  país 
como  en  ¿tos,  ni  se  cultivaban  tanto  las  tierras.  Muchos 

esclavos  fueron  destinados  al  servicio  (iuiuéstico,  en  el 
coal  se  distinguieron  geaeraimeute  por  su  inteligencia 
y  su  fidelidad. 

LIIL  —  3Iezcla  y  rango  de  las  razas  humanas 

Cómo  se  infiere  de  lo  expuesto  hasta  aquí,  varias 
razas  concurrieron  á  componer  la  población  americana 
desjuics  del  descubrimiento.  El  territorio  estaba  ya 
poblado,  cuando  los  españoles  lo  invadieron,  por  la 
raza  que  cuenta,  entre  sus  caracteres  exteriores,  el 
color  bronceado  ó  aceitunado  más  ó  menos  obscuro  de 
la  piel.  Á  ella  se  agregó  la  blanca  de  los  conquista- 
dores, y  éstos  inti'odiyeron  la  negra.  Se  reunieron, 
paes,  en  América  las  tres  grandes  razas  en  que  se 
divide  la  especie  humana.  Los  hijos  que  han  nacido  en 
América  de  personas  de  la  misma  raza,  y  por  cuyo 
medio  éstas  se  lian  perpetuado  en  el  Nuevo  Mundo,  se 
ban  denominado :  indígenas^  como  sus  padi*es,  los  de 
indios ;  y  criollos  los  de  europeos  y  los  de  negros. 

Los  hom!>res  europeos  no  tardaron  en  tomar  por 
Quieres  á  las  americanas ;  y,  aunque  más  raros  los 
ejemplos,  los  hubo  de  uniones  de  indios  con  mujeres 
europeas.  De  estos  enlaces  nacieron  los  mestizos,  11a- 

iLadus  así  por  auionomasia.  Los  indios  se  unieron  fre- 
c-uentemente  con  negras,  y  los  negros  con  indias,  y 
estas  cruzas  dieron  generaciones  de  zambos.  No  ha 
sido  muy  raro  que  hombres  ó  mtyeres  de  la  raza  blanca 


üiyiiizeo  by  Google 


112 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


se  enlazaran  con  migeres  ú  hombres  de  la  raza  negra. 
De  estas  relaciones  sur^eron  los  mtdatos, 

Á  su  vez  los  iiiclividuos  (le  las  ti*es  razas  Imn  solido 
imirse  ya  con  criollos  ó  riiestizos,  \  a  coa  mulatos  ó 
zambos,  ya  con  los  descendientes  de  estas  mezclas,  y 
se  han  formado  así  generaciones  en  las  cuales  se  han 
fuiulido  U»  caracteres  de  todas  las  ra/as. 

La  blanca  lUe,  durante  la  dominac  ión  españuia,  ver- 
daderamente privilegiada.  Los  españoles  eran,  salvo 
muy  contadas  excepciones,  los  únicos  llamados  á  desem- 
fH'fiar  |Juestos  pi'il>Ii('Os.  Ellos  fueron  íamlmii,  general- 
mente, los  que  explotaban  las  grandes  industrias,  ios 
que  ejercían  el  comercio,  y  los  que  poseían  el  inflijo 
[tulítico  y  mucha  parte  del  prestigio  social.  —  Los  crio- 
llos, hijos  de  espa fióles,  no  podían  partieipar  de  las 
funciones  aduiinisirativas,  ni  su  consejo  inüuía  en  la 
marcha  política  de  las  colonias ;  la  costumbre  los  ale- 
jaba también  del  comercio,  sobre  todo  si  procedían  de 
iioliles.  Descpiidiontcs  do  los  <-(in(iUÍbíadores,  6  de  ricos 
mercaderes,  ó  de  altos  funcionarios  públicos  en  su 
mayoría,  se  dedicaban  más  á  gozar  de  la  fortuna  ó  de 
la  posición  de  sus  padres  que  á  trabigar.  El  salón  y 
la  iglesia  eran  los  lugares  preferidos  de  su  entroieni- 
miento.  —  Los  mestizos  seguían  á  los  h^os  de  espa- 
ñoles en  el  orden  descendente  de  la  escala  social,  y 
venían  luego  los  mulatos,  los  indios,  los  zambos  y  los 

negros  que  formaban  la  plebo,  eran  r»cnpados  v\\  los 
trabajos  rudos  ó  poco  estimados  de  la  colonia,  y  menos 
gozaban  de  la  consideración  de  las  clases  superiores. 

Los  trabajos,  las  guerras,  las  enfermedades  conta- 
giosas, el  descuido,  el  rigor  del  tratamiento,  la  vile/a 
moral  lí  que  estaban  más  ó  menos  reducidos,  fueron 
causas  de  que  los  individuos  de  las  razas  indígena  y  la 
alHcana,  los  mulatos  y  los  zambos  disminuyeran  en 
número  gradualmc ale,  en  vez  de  aumentar,  ydeguo. 


üiyiiizüü  by  GoOgle 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  113 

algunas  de  estas  clases  tendieran  á  desaparecer  [)or 
cuDipleto  en  los  países  que  colonizaron  los  españoles  y 
portugueses,  ya  al  pasar  del  sií^lo  XVIII  al  siguiente. 
Sa  suerte  no  ba  sido,  sin  embargo,  idéntica  en  todas 
las  regiones.  Mientras  en  unas  se  han  conservado  más 
los  indígenas,  debido  á  que  han  dominado  exclnsiva- 
mente  extensas  secciones  del  territorio  hasta  que  el 
{HTOgi^o  de  la  civilización  les  permitiera  ser  conside- 
rados á  la  par  de  los  blancos  ó  poco  menos,  en  otras 
han  persistido  los  negros  á  favor  de  leyes  y  necesidaiU^s 
ecunórnicas  que  han  determinado  su  importación  en 
grande  escala,  y  en  otras  ban  crecido  en  número  los 
mulatos  por  la  fuerza  de  costumbres  locales. 

En  el  Ilío  de  la  Plata  la  población  indígena  ha  sido 
en  mucho  tiempo  más  numerosa  que  la  blanca,  que  la 
ocgra  y  que  las  mixtas.  En  ios  primeros  tiempos  de  la 
conquista,  los  españoles,  los  africanos,  y  sus  b^os  fue- 
ron, naturalmente,  muy  pocos,  y  el  número  de  todos 
eüos  vino  aumentando  de  modo  gradual ;  pero  nunca 
fueron  muchos  los  negros,  ni  los  mulatos  ni  los  zambos. 
En  las  ciudades  y  villas  fonnaban  gran  mayoría  los 
españoles  y  los  criollos,  sus  hijos  ;  en  los  pequefios  pue- 
blos y  en  el  campo,  m1  contnirio,  componían  la  miiyoría 
ó  la  casi  totalidad  los  indígenas  y  los  mestizos.  Cálculos 
más  ó  menos  aproximativos  hechos  en  los  primeros  años 
J*  1  siglo  XIX  hacen  creer  que  en  todo  el  Río  de  la 
Piata  había  solamente  32  individuos  de  raza  blanca, 
(incluyendo  en  esta  ciíra  los  europeos  y  sus  descen- 
die&les),  por  cada  120  de  raza  americana ;  es  decir^ 
[ioco  más  de  la  cuarta  parte.  El  número  proporcional 
■It,  los  de  raza  mixta  era  74,  y,  seguramente,  la  mayoría 

este  número  era  de  mestizos. 


8 


114 


BOSQIEJU  HiSTÚlUCO 


LIV.  —  La  instmceión  orfanluida 

Los  españoles  hallaron  á  los  americanos  suuüdos  en 
la  más  crasa  ignorancia.  Fuera  de  las  clases  privile- 
giadas de  los  imperios  de  Méjico  y  del  Perá,  los  indios 
no  conocían  más  del  mun<lo  que  lo  que  sns  sonticios  le 
daban  á  conocer  sin  ánimo  ninguno  de  investigar,  y  las 
pocas  nociones  industriales  que  empíricamente  se  tras- 
mitían de  padres  á  hijos.  Los  conquistadores  no  traje- 
ron ^^Tan  caudal  de  conocimientos,  como  se  ha  dicho 
en  la  Introducción  de  esta  obra,  y,  sobre  todo,  no 
importaron  el  afán  de  comunicar  á  los  salvajes  todo  lo 
que  sabían.  Se  pasó,  pues,  mucho  tiempo  sin  que  las 
autoridndes  nensaran  en  difundir  hi  enseñanza  primaria. 

£1  primer  esfuerzo  delil)erado  que  se  liizo  por  trans- 
mitir nociones  elementales  partió  de  los  misioneros.  Más 
que  en  el  de  otros  entró  en  el  plan  de  los  jesuítas  la  idea 
de  fundar  una  (*sru»da  al  lado  de  cada  iglesia,  y  no  liabí  i 
pueblo  sometido  t\  ellos  que  no  tuviera  la  suya.  En  estas 
escuelas  se  enseñaba  principalmente  la  doctrina  cris- 
tiana ;  y,  como  cosa  de  valor  secundario,  á  leer  y  escri- 
bir. En  las  ciudades  se  amplia í>a  este  pros^rama  con 
elementos  de  aritmética.  Los  cabildos  contribuyeron 
mucho  más  tarde  con  algunos  establecimientos  prima* 
rios,  pero  fueron  muy  pocos  y  no  mejoraron  la  exten- 
sión ni  el  carácter  de  la  enseñanza.  En  las  capitales  de 
algunas  provincias  íondaron  seminarios  los  obispos  y 
colegios  los  gobiernas,  en  muy  escaso  número,  en  los 
cuales  se  estudiaba  la  gramática  latina,  la  filosofía 
escolástica  y  la  leoloíría.  Fueron  agregadas  algunas 
nociones  de  física  recién  á  m'^  ii  idos  ó  á  fines  del  siglo 
XVIII.  Cada  virreinato  llegó  á  tener  una  6  varias  uni- 
versidades, que  enseñaron  comunmente  el  sacerdocio  y 
ia  abogacía.  En  pocas,  y  esioá  fines  del  siglo  meucio- 


üiyiiizeo  by  Google 


OB  lá  República.  oíusntai#  del  Uruguay  115 

nado,  se  enseñó  la  medicina.  Toda  la  enseñanza  ca8i 
de  ios  seminarios,  colólos  y  universidades  se  hacía  en 
latía,  por  medio  de  libros  que  los  estudiantes  encomen* 
daban  literalmente  A  la  memoria.  El  carácter  religioso 
era  inseparable  de  toda  clase  de  instrucción. 

La  instrucción  primaria  era  aprovechada  solamente 
por  los  hijos  de  familias  algo  acomodadas.  La  inmensa 
mayoría  del  pueblo  carecía  completamente  de  ella.  Á 
los  estudios  de  los  colegios  y  seminarios  se  entregaban 
los  jóvenes  de  familias  pudientes,  y  pocos  de  éstos  los 
continuaban  en  la  universidad. 

Los  tres  grados  de  la  enseñanza  se  difundieron  muy 
desig-ua luiente  en  el  Río  de  la  Plata.  La  elemental,  poco 
extendida,  estuvo  en  manos  de  religiosos,  (principal- 
mente de  los  jesuítas  hasta  que  ftieron  expulsados), 
porque  su  institución,  á  la  vez  que  los  apartaba  de  las 
ocupaciones  lucrativas  á  que  so  dedicaban  las  demás 
clases  de  personas  con  preferencia  al  magisterio,  que  á 
nadie  podía  enriquecer,  ni  aun  salvar  de  la  miseria,  los 
(aducía  á  valerse  de  la  escuela  como  medio  de  propagar 
sos  creencias  religiosas,  y  de  subordinar  á  las  doctrinas 
de  la  Iglesia  el  ci  iterio  con  que  se  estudiaran  las  asig* 
naturas  científicas  y  literarias.  Las  escuelas  estaban 
generalmente  adscriptas  á  los  conventos;  pero  no  las 
liabia  en  ios  más,  ni  eran  fiecuentadas  i)or  más  de  30, 
40,  ó  50  alumnos.  El  programa  de  la  mayoría  no 
compreadía  más  que  la  religión  y  la  lectura.  Algunas 
enseñaban  además  á  escribir.  La  mujer  participaba  de 
«stos  beneficios.  Entre  los  monasterios  que  había  en 
lodas  partes,  se  contaba  alguno  acá  y  allá  que  se 
dedicaba  á  ensenar  á  rezar  y  á  leer,  y  á  veces  á  coser. 
Aunque  poquísimas,  había  también  escuelas  seglares 
<;ue  les  estaban  dedicadas,  en  las  cuales  se  enseñaba  io 
mismo  que  en  las  religiosas. 

La  ensefianza  que  puede  llamarse  segundaria  se  daba 


üiyiiizeü  by  Google 


116 


BOSQUEJO  HISTÓRIOO 


en  seminarios  y  colegios,  que  no  todas  las  intendencias 
tenían.  La  de  Charcas  contaba  hacia  1800  con  un  semi- 

nario  fundado  en  15(C)  y  un  cíjleirio  que  databa  de  1621. 
Eu  ei  seuánano  de  San  Crisiúbal,  fundado  por  el  deán 
y  cabildo  de  la  iglesia  nieti*opolitana,  se  enseñaba 
teología,  un  poco  de  leyes  civiles  y  canónicas»  filosofia, 
gramática  y  latinidad.  En  el  Real  Colegio  de  San  Juan 
Bautista,  fundado  por  el  Virrey  del  Perú,  en&eñaban 
las  mismas  asignaturas  que  en  el  otro.  Lo  dirigieron 
los  jesuítas  mientras  i)ermanecieron  en  él  país,  y 
despueís  el  clero  serular,  como  al  anterior.  La  inten- 
dencia de  Tucumán  enviaba  su  juventud  al  colegio  de 
Nuestra  Señora  de  Loreto,  ftmdado  en  U>00,y  al  Colegio 
de  Nuestra  Señora  de  Monserrat,  Aindado  en  1085.  En 
la  intendencia  de  La  Paz  funcionó  un  seminario  conci- 
liar, en  el  cual  se  enseñaba  teología  moral,  tilosofía  y 
latinidad  á  10  estudiantes.  El  colegio  seminario  déla 
Santísima  Trinidad,  ñmdado  en  1T74,  enseñaba  en  la 
intendencia  de  Santa  Ciniz  de  la  Sierra  teología  moral, 
íilosíjiía  y  giamáüca.  Años  más  tarde,  en  1783,  se 
laudaron  en  la  intendencia  del  Paraguay  el  Keal  Colegio 
seminario  conciliar  de  San  Carlos,  en  el  cual  se  cursó 
teología  dogmático-moral,  teología  escolástica,  rtlosofía 
y  latinidad;  y  en  la  intendencia  de  Buenos  Aires  el 
Keal  Colegio  de  San  Carlos,  en  el  cual  se  fundieron  dos 
cátedras  de  latín  que  se  habían  establecido  en  1772  y 
otras  dos  de  filosofía  que  se  abrieron  en  1773.  El  pro- 
grama del  colegio  comprendió  estas  materias  :  pnuia 
de  teología,  vísperas,  nona,  metafísica,  lógica,  latín  y 
retórica,  sintaxis  y  rudimentos*  Los  alumnos  íüeron  ttd 
en  1802. 

La  dirección  de  estos  establecimientos  fué  coníiada  á 
clérigos,  aunque  ba^o  la  autoridad  del  virrey.  Cada  uno 
tenía  un  rector,  un  vice-rector  y  un  cancelario  ó  minis^ 
tro.  Los  alumnos  eran  de  dos  clases :  capistas  y  cok- 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  117 


gmks  6  seminarislas.  Los  capistas  eran  por  lo  común 
jÓTenes  que  por  tener  sus  familias  en  el  mismo  lugar 

en  que  osta ha  o\  rologio,  asistían  sólo  durante  el 
tiempo  de  las  lecciones.  Los  colegiales  y  seminaristaSt 
al  contrario,  eran  los  que  residían  permanentemente  en 
el  establecimiento,  sujetos  á  su  disciplina  en  las  aulas  y 
lacra  de  ellas.  Estos  alumnos  vivían  en  comuniil.id, 
según  reglas  monásticas,  como  si  á  todos  se  les  educara 
para  clérigos.  Oían  misa  todos  los  días,  en  seguida  de 
dejar  la  cama.  Mientras  comían  guardaban  silencio 
riguwwo,  para  oír  la  lectura  de  un  libro  de  religión. 
Y  fuera  de  estas  horas  rezaban  varias  veces  al  día. 
Toda  la  enseñanza  estaba  fundada  en  la  autoridad  de  la 
iglesia.  La  fé  y  la  memoria  eran  las  únicas  aptitudes 
paestas  en  ejercicio.  La  observación  y  la  investigaciuu 
racional  estaban  proscriptas. 

Arriba  de  los  colegios  se  encontraban  las  universida- 
des, porque  en  ellas  se  terminaban  las  carreras  profe- 
sionales  que  en  América  podían  esuidiarse.  La  primera 
universidad  que  tuvieron  las  poblaciones  situadas  al 
£8te  de  los  Andes  ÍUé  la  que  en  1622  se  flindó  en  la 
provincia  de  Tucumán  por  virtud  de  bula  del  papa 
Gre^'-orio  XV  y  cédula  de  Felipe  IV,  con  facultad  de 
Conferir  los  grados  de  bachiller,  licenciado,  maestro  y 
itíctoTn  El  curso  de  teología  tenía  las  cátedras  de  prima, 
Tisperas,  cánones,  moral  y  escritura;  el  de  derecho 
civil  se  componía  de  kis  materias  de  prima  y  vísperas; 
y  el  de  álosofía  comprendía  dos  aulas  :  la  de  primero  y 
la  de  segundo  año.  —  Al  año  siguiente  se  instaló  la 
Real  y  Pontificia  Universidad  de  San  Francisco  Javier 
en  la  provineia  de  Clianvis.  á  consecuencia  de  bula  y 
cMula  del  papa  y  rey  nombrados.  Las  materias  que  en 
ella  se  enseñaron  fiieron  las  mismas  que  se  enseñaron 
en  la  de  Tucumán  v  además  dos  años  de  latinidad. 
kmhos  establecimientos  tueron  conñados  á  los  jesuítas ; 


üiyiiizeo  by  Google 


118 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


pero  en  seL^uida  de  su  expulsión  vinieron  á  reemplazar- 
los los  religiosos  de  san  Marcos  de  Lima  en  Charcas  y 
los  de  san  Francisco  en  Tiicumán. 

Carlos  III  decreto  en  1778  que  se  fundara  otra  uni- 
versidad en  Buenos  Aires,  pero  ese  decreto  no  se  ejecutó 
mientras  los  españoles  dominaron  la  intendencia.  Sin 
embargo,  se  abrieron  escuelas  especiales,  con  el  fin  de 
suplir  basta  cierto  punto  la  falta,  y  de  dar  á  la 
enseñanza  extensión  en  sentido  en  que  todavía  no  la 
había  tenido  en  uiiíguna  pai  Lc  del  virreinato.  Una  de 
ellas  fué  la  escuela  de  teología»  cuyos  cursos  deberían 
durar  tres  años.  En  los  dos  primeros  se  enseñaría 
teología  escolástico-dogmática  y  en  el  tercero  teología 
moral.  Pero,  fundada  en  1776,  se  suprimió  en  1784. 
Otra  de  las  escuelas  fué  la  de  náutica»  que  se  creó  en 
1796  con  audacia  revolucionaria,  pues  su  programa 
había  de  comprender  la  aritmética,  el  álgebra,  la 
geometría,  la  trigonometría, la  cosmografía,  la  geografía 
y  la  hidrografía.  Otra  fué  una  Academia  de  dibiyo  y 
escultura  que  fundó  en  el  mismo  año  el  Consulado,  con 
no  menos  atrevimiento,  animado  por  el  propósito  de 
ampliar  sus  cursos  más  adelante  adaptándolos  á  la 
carrera  del  comercio.  Ambas,  pero  principalmente  la 
primera,  dieron  resultados  satisfactorios;  mas,  como 
habían  sido  abiertas  sin  autorización  del  tley,  hubo  que 
solicitarla.  La  resolución  de  Carlos  IV  llegó  á  Buenos 
Aires  hacia   1801:  era  de  que  se  cerrasen  aquellas 
escuelas,  porque  no  necesitaba  la  America  enseñanzas 
de  puro  liyo.  Habiéndose  creado  el  tribunal  del  proto- 
medicato,  dispuso  el  mismo  rey,  mejor  inspirado  esta 
vez, que  se  estableciese  una  cátedra  de  cirugía  y  otra  de 
medicina.  La  primera  se  abrió  en  1801  y  la  segunda  ea 
1802,  con  un  profesor  cada  una.  En  esta  escuela  se 
formaron  los  primeros  médicos  nacionales  del  virrei- 
nato, que  recibieron  su  diploma  en  1806. 


Digitiztxi  by  Google 


í 

DB  LA  REPÚBUCA  ORISNTAL  DEL  URCOUAY  110 

Resulta  de  lo  expuesto  que  cualquiera  de  los  jóvenes 
rasdentes  en  toda  la  grande  extensión  del  virreinato 

del  Río  de  la  Plata  que  quisiera  estudiar  la  carrera 
ei^iasiásüca  ó  la  abogacía,  tenía  que  ir  á  la  universidad 
de'nicuinán  ó  á  la  de  Charcas;  y  que  les  fué  indispen* 
>able  trasladarse  á  Buenos  Aires  á  los  que  quisieron 
ser  médicos»  y  aun  esto,  recién  á  los  tres  8iglo6  de 
cmnenzada  la  conquista. 

La  ciencia  económica  estaba  sumamente  atrasada  en 

los  siglos  XVÍ  y  XVII.  Recién  para  fines  del  sigb  XVIII 
hizo  algunos  progresos,  pero  bUs  verdades  abstractas 
96  habían  difundido  pbcoyse  aplicaban  escasamente. 
Esta  es  la  causa  de  que  no  se  tuviera  idea  exacta  de  la 
riqueza  de  las  naciones  cuando  se  descubrió  la  AnK-rica, 
Xii  mucho  después.  Se  pensaba  en  Europa  que  el  indivi- 
doo  más  rico  era  el  que  tenía  más  dinero;  y  que  así 
Umbién  la  riqueza  nacional  consistía  en  acumular  gran 
eanüdad  de  moneda,  6  de  metales  que  pudieran  redu- 
cirse á  moneda. 

Bate  concepto  indujo  á  los  conquistadores  y  colonos 
españoles  á  buscar  en  América  oro  y  plata;  y  á  los 
reyes,  á  apropiarse  una  parte  de  estos  metales  á  título 
<ie  impuestos.  Exploraron  con  ahinco  todas  las  tierras 

iUe  ocuparon.  Hallaron  ricas  minas  á  lo  largo  del  Mar 
del  Sud,  ^Océano  Pacíüco),  las  explotaron  y  extrajeron 
plata  y  piedras  preciosas  en  grandes  cantidades. 
Aquellos  países  eran  ricos  porque  abundaban  en  tales 
minas.  Al  contrario,  los  países  en  que  no  las  hallaron,  y 
qae  sólo  cultivaban  la  agricultura  ó  la  ganadería,  eran 
l>aises  pobres. 

De  aquí  fluyeron  dos  consecuencias.  Es  una  que 
Qúentras  en  los  países  tenidos  por  ricos  se  dedicaba  la 


I 


Digitiztxi  by  Google 


120  BOSQUEJO  HisrróRico 

^ente  en  gran  número  al  trabtgo  de  las  minas,  y 
aumentaba  rápidamente  la  población,  y  el  gobierno  se 

aplk'iiba  ron  esmero  á  li;icerlos  prosperar»  en  los  teni- 
dos por  pobres  no  se  fomentaban  las  industrias  ade- 
cuadas á  ellos  por  la  acción  de  los  particulares,  ni  de 
los  gobiernos,  de  modo  que,  habiendo  en  reaUdad 
abundantísimos  elementos  naturales  de  riqueza,  las 
poblaciones  se  conservaban  poco  activas  y  pobres,  y 
progresaban  poco  ea  número  por  no  apreciarlos  como 
merecían. 

Y  es  la  .segunda  de  las  conseeuencias  que,  así  como 
la  industria  ruinera  tomó  grandisimo  incremento,  no 
floreció  ninguna  otra.  La  menos  desatendida  fué  la 
nfirricultura.  Se  cultivó  la  caña  de  azúcar  en  algunas 
rc^iiones:  el  añil,  el  cacao,  el  alg^odón,  el  caté,  ol 
tabaco,  el  maíz  y  el  trigo  en  otras.  Juzgando  que  si  en 
América  se  fabricara  con  la  materia  prima  no  tendrían 
las  poblaciones  americanas  necesidad  de  importar 
mucbos  de  los  productos  manufacturados  ó  íiibriles  que 
recibían  de  España,  y  que  de  aquí  se  seguiría  ]ñ  dis- 
minución del  dinero  llevado  á  la  Península,  se  prohibió, 
salvo  escasas  excepciones,  que  en  América  se  fabricar 
ran  cosas  que  pudieran  recibirse  de  Europa.  Esta  pro- 
liibición  lu»^  una  de  las  causas  secundarias  que  inii>idie- 
ron  á  la  industria  tomar  el  vuelo  que  naturalmente 
hubiera  podido  tomar  sin  ella. 

Todos  estos  hechos,  como  que  son  generales,  con- 
vienen parlicularmt-aie  al  iíío  de  la  Plata.  Lus  españo- 
les no  hallaron  en  él,  como  en  M^ico,  en  el  Perú  y  en 
Chile,  minas  de  metales  preciosos.  Aun  en  la  agricul- 
tura distaba  mucho  de  igualarse  á  otras  regiones :  no 
se  sacaba  de  sus  tierras  la  caña  do  azúcar,  ni  la  cas- 
carilla, ni  el  añil,  ni  el  cacao,  ni  el  tabaco,  ni  el  cafe; 
ni  se  cultivaban  el  algodón  y  la  cochinilla.  En  el 
siglo  XVI  se  producía  trigo  y  maíz,  y  ésta  fué  en  los 


üiyiiizeo  by  Google 


í 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  121 

siguientes  su  producción  agrícola  digna  de  aten* 
dón.  De  los  animales  que  abundaban  en  sus  campos  se 

aprovecharon  la  carne  y  el  sel>o  en  todo  tiempo,  así 
como  la  lana  de  la  vicuña.  Más  tarde  se  aprovechó  el 
twto  del  ganado  vacuno.  La  fabricación  estuvo  redu- 
cida, pues,  puede  decirse,  hasta  el  último  tercio  del 
siglo  XVIII,  á  la  de  harina,  de  bizcochos  y  de  cecina 
^came  salada  seca),  cuyos  productos  excedían  á  las 
necesidades  del  consumo  local  ya  en  el  primer  siglo  de 
la  conquista.  Pero  estas  ramas  de  las  industrias  agrí- 
cola y  pecuíU'ia  eran  poro  estimadas;  por  la  misma 
razón  no  se  ensayaron  otras  que  habrían  podido  desen- 
volverse poderosamente ;  y  de  ahí  que  el  Río  de  la  Plata 
hubiese  sido  reputado  pais  pobre,  durante  más  de  dos 
siglos  y  medio.  El  reinado  de  Carlos  III,  tan  benéfico 
para  España,  lo  fué  también  para  la  América.  Con  ideas 
inás  exactas  del  valor  relativo  de  las  industrias  y  de  la 
libertad  en  explotarlas,  untó  al  pensamiento  de  consti- 
tuir el  virreinato  del  Río  de  la  Plata  el  de  modificar  en 
sentido  liberal  las  leyes  que  impedían  á  los  hoplatenses 
airear  útilmente  sus  iüerzas  industriales,  y  lo  puso  en 
obra  acordándoles  la  facultad  de  exportar  á  España  y 
álas  otras  ])rovincias  americanas  los  artículos  que  pro- 
íiHjese  (1778).  Desde  esta  fecha  tomaron  notable  incre- 
msnto  las  industrias  que  ya  se  ejercían,  y  se  desarro- 
llaron otras ;  por  manera  que  á  flnes  del  siglo  compren* 
día  la  producción,  en  cantidades  relativamente  grandes, 
caeros  vacunos  al  pelo,  cueros  en  correas,  cueros  de 
caballo»  de  camero,  de  lobo  marino,  de  león  marino, 
pides  finas,  pieles  de  cisne;  carne  salada,  charque, 
sebo,  aceite  de  ballena,  grasa  de  ballena  y  de  lobo 
üiarino;  cerda  de  caballo,  lana  de  oveja,  de  vicuña,  de 
dpoca,  plumeros;  astas,  barbas  de  ballena;  harina,  etc 


üiyiiizeo  by  Google 


123 


BOSQUEJO  HISTÓRICX) 


LVl.  -  La  navegaeléa 

Cediendo  siempre  coa  lógica  indecible  al  erróneo 
concepto  de  que  España  no  podría  enriquecerse  de  otro 
modo  que  excluyendo  á  todo  el  mundo  de  cualquier 

ganancia  que  piitliera  hacerse  en  las  Indias,  ó  con 
ocasión  de  las  Indias,  el  gobierno  prohibió  sevei^amente» 
desde  los  primeros  tiempos  de  la  conquista,  que  se 
recibiesen  en  América  otros  buques  que  los  de  propie- 
dad (le  españoles;  y  romo  al  principio  emplearon  éstos 
embarcaciones  construi<las  en  el  extranjero,  aunque  de 
propiedad  suya,  se  prohibió  en  seguida  el  empleo  de 
naves  que  no  ñieran  hechas  en  Espafia,  á  fin  de  que  el 
dinero  no  saliera  al  resto  de  Europa,  ni  i>()r  pagar  el 
precio  de  buques.  La  América  era  propiedad  de  i^lspaña* 
y  ésta  quería  usar  sola  el  derecho  de  gozarla.  Á  tai 
punto  se  llevó  el  ri^or  de  aplicación  de  tal  doctrina, 
que,  icnierosos  de  quo  por  falta  de  navios  de  fabrica- 
ción española  obligai^a  la  necesidad  á  emplear  algunos 
de  fabricación  exirai^jera,  se  prohibió  la  venta  á  los 
6xtrai\ieros  de  los  barcos  hechos  en  España,  y  se  alentó 
con  pi'emios  á  los  cun.>iructores  nncionah.s.  Á  nu  Uiados 
del  siglo  XViil  se  expidieron  cédulas  en  virtud  de  las 
cuales  se  estimaron  después  como  construidos  en  Es- 
paña los  navios  fabricados  en  cualesquiera  puertos  de 
las  Indias.  Se  debió  ésto  á  que  las  construcciones  espa- 
ñolas eran  insuíicientes  para  satisfacer  las  necesidades 
del  tráfico,  y  á  que  por  tal  motivo  los  españoles  habían 
tenido  que  comprar  embarcaciones  extrai^jeras.  La 
medida  iiu  i¡a[iidió  que  se  infrinirieran  las  leyes  prohi- 
bitivas; por  manera  que  hubo  que  repetir  estas  leyes 
varías  veces  en  el  curso  del  siglo  XVIIL 

Cumplida  esta  condición,  era  indispensable  que  las 
naves  que  hacían  la  carreia  á  las  In  lias  salieran  de 


üiyiiizeo  by  Google 


( 

DB  LA  REPÚBLICA  ORIBNTAL  BEL  URUGUAY  123 

(Miertos  de  España :  no  podía  recibirse  en  ningún  puerto 
de  América,  á  no  ser  por  gracia  especialmente  otor- 
gtda,  buque  al^runo  proccdentx}  de  puertos  extranjeros. 
Y  aúü  los  que  saliesen  de  España  necesitaban  licencia, 
y  (precian  de  la  libertad  de  elegir  puerto* 

La  licencia  debía  ser  otorgada,  al  principio,  por  el 
rey  para  cada  viaje.  Más  tarde,  hacia  1535,  se  autorizó 
para  concederla  á  los  oficiales  de  la  Casa  de  contrata- 
cióii,  cuya  práctica  continuó  constantemente,  después 
de  un  corto  tiempo  en  que  la  facultad  estuvo  reservada 
al  Consejo  real  de  Indias.  (1609-1613)  Con  todo,  ciertas 
naves  gozaron  el  privilegio  de  navegar  sin  la  licencia 
«ie  la  Casa  de  contratación,  en  virtud  del  permiso  per- 
petuo que  del  Rey  recibieron  para  villar  á  determina- 
dos puertos  de  América. 

Los  buques  provistos  de  licencia  para  las  Indias  no 
podían  salir  libremente  de  cualquiera  puerto  de  España. 
En  los  primeros  años  del  siglo  XVI  sólo  estuvo  habili- 
todo  el  de  Sevilla,  para  despacharlos  y  recibirlos.  Hacia 
liabilitó  además  el  puerto  de  Cádiz,  pero  los 
«despachos  estuvieron  subordinados  á  las  autoridades  de 
Sevilla.  Con  motivo  de  haberse  trasladado  á  aquella 
^dad  en  1718  la  Casa  de  contratación,  se  invirtieron 
ios  papeles :  ambos  puertos  siguieron  despachando  y 
K^ibiendo  las  naves  mercantes,  pero  el  de  Sevilla 
quedó  subordinado  al  de  Cádiz.  La  ciudad  de  Málaga 
solicitó  en  1667  que  se  le  acordara,  como  á  Sevilla  y 
^'ádiz,  ei  privilegio  de  despedir  y  recibir  por  su  |)ucrto 
ios  buques  de  su  propiedad  que  navegaran  para  las 
indias ;  pero  no  le  ftié  concedido,  porque  se  pensó  que 
perjudicaría  al  rey  y  al  comercio.  Sin  embargo,  en  el 
decurso  del  siglo  XVIII  fueron  habiliudos  los  puertos 
de  Málaga,  Barcelona,  Santander,  Corufia,  San  Sebas* 
Üán  y  otros  para  que  mandasen  sus  respectivas  naos  á 
^itrios  puntos  de  América,  y  las  recibiesen  de  retorno. 


üiyiiizeo  by  Google 


124 


606QUBJO  HISTÓRICO 


Las  islas  Cananas  gozaron  desde  mediados  del  siglo 
XVI  la  facilitad  muy  limitada  y  varias  veces  modificada 

do  que  sus  l)ari^os  hicieran  el  viaje  de  ida  y  vuelta  de 
los  puertos  habilitados  de  las  Indias. 

Tampoco  pudieron  las  naves  dirigirse  á  cualquiera 
puerto  americano.  Desde  el  principio  del  tráfico  f<? 
dispu>o  que  los  navios  no  tendrían  más  puerto  habili- 
tado en  Nueva  España  (M^ico)  que  el  <le  Veracruz ;  ni 
en  Tierra  Firme  (Venezuela)  que  el  de  Cartagena;  ni  las 
provincias  del  Perú  que  el  de  Portobelo  (situado  como 
ol  anioiiov  en  el  |?olfo  (!♦•  Darien.)  Esta  disposición  rig-ió 
durante  mucho  tiempo.  Recién  en  1728  se  habilité  el 
puerto  de  Caracas  para  las  procedencias  de  San 
Sebastián;  cerca  de  medio  siglo  más  tarde  se  habilita- 
ron los  de  Cuba,  Snnto  Dominíro,  Puerto  Rico  y  Margra- 
rita  para  los  buques  que  i^rocedieran  de  los  puertos 
habilitados  de  Espafta;  y  á  los  pocos  afios  de  tomar 
esta  medida  (1778)  se  permitió  que  gozaran  de  igual 
autí^rización  al/^'-iinos  puertos  de  Chile  y  del  Perú. 

Ku  cuanto  al  Río  de  la  Plata,  estaba  prohibido  que 
entraran  en  sus  puertos  otros  buques  que  los  que  desti- 
naban los  conquistadores  á  transportar  tropas,  colonos, 
animales  y  mercancías  en  cumj)liniu  nto  de  los  contra- 
tos que  otorgaban  con  el  rey.  Recién  á  principios  del 
siglo  XVII,  consiguieron  los  habitantes  de  Buenos 
Aires,  gracias  á  que  el  Portugal  y  sus  posesiones  perte- 
necían á  la  corona  de  España  desde  1580,  que  se  per- 
mitiera navegar  á  unas  poquísimas  embarcaciones 
propias  entre  su  puerto  y  los  del  Brasil,  Guinea  é  islas 
cercanas.  Este  permiso,  que  duró  seis  años,  ñié  reno- 
vado (le  tres  en  tres  anos  varias  veces  por  repetidas 
instancias  y  no  sin  vencer  serias  diíicuitades.  Aunque 
en  términos  muy  limitados,  los  buques  mercantes 
empezaron  á  viajar  entre  el  puerto  de  Buenos  Aires  y 
los  de  la  Península  durante  la  primera  mitad  dei  siglo 


üiyiiizeo  by  Google 


I 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  125 

XVIII.  Hasta  1778  la  navegación  con  España  no  había 
podido  exceder  de  dos  buques  anuales  de  á  100  tonela- 
da de  porte  cada  uno,  y  no  era  mucho  más  considera- 
ble la  permitida  con  las  cosías  del  Brasil  y  del  África. 
Ea  aquella  fecha  el  rey  Carlos  III  se  propuso  cambiar 
completamente  la  situación  del  Rio  de  la  Plata  y,  á  la 
vez  que  le  dió  un  virrey,  le  permitió  que  sus  puertos  se 
comunicasen  libre mcnie  con  los  de  Es[)afia  y  los  demás 
ie  la  América  española.  Esta  libertad  me  tan  favorable 
ala  navegación,  que  los  buques  despachados  en  Buenos 
Aires  á  fines  del  siglo  para  los  puertos  de  la  Península 
faercm  de  70á80  anuales.  En  1803  entraron  en  los 
puertos  del  Río  de  la  Plata  100  buques  y  salieron  102; 

1804  los  entrados  íUeron  148  y  los  salidos  83  ;  en 
1^  entraron  136  y  salieron  92.  La  ?ran  mayoría  de 
tttos  buques  fueron  españoles,  como  es  natural;  pero 
ios  hubo  también  franceses,  ingleses,  portugueses, 
hamburgueses,  dinamarqueses,  holandeses,  prusia- 
etc.,  en  cantidades  que  crecieron  de  año  en  afio. 

En  los  primeros  años  de  la  conquista  salían  las  naves 
le  España  y  volvían  de  América  cuando  á  sus  dueños. 
^  parecía  bien  y  de  á  una,  como  hoy  se  acostumbra» 
Ptto  si  los  españoles  estaban  codiciosos  de  las  riquezas 
las  Indias,  no  lo  estaban  menos  los  extranjeros. 
^  como  á  éstos  no  les  favorecía  el  derecho  de  conquista 
como  á  aquéllos,  ya  que  no  podían  navegar  legalmente, 
^  di^a  á  piratear.  Á  los  piratas,  que  abundaban  en 
todo  tiempo,  se  agregaban  los  corsarios  en  tiempo  de- 
i^^uerra;  y  unos  y  otros  f)erseguian  la  navegación  es|)a- 
^la,  sobre  todo  la  que  se  mantenía  entre  España  y  los 
Pwtos  americanos  de  Veracruz,  Cartagena  y  Porto- 
Wo,  Esta  persecución  obligó  á  los  particulares  á 
^'vimentar  el  porte  y  la  tripulación  de  las  embarcaciones 
y  á  armarlas,  para  facilitar  la  defensa.  Mas,  siendo  esto 
insuficiente,  el  rey  procuró  protegerlas  destinando  en 


1. 


üiyiiizeü  by  Google 


126 


BOSQUEJO  HISTORICO 


1520  la  Á)'>na(ia  de  la  guardia,  conapiiesla  de  4  ó  5 
buques,  y  poco  después  la  Af*jnada  de  la  avetia,  á  per- 
seguir los  ladrones  del  mar»  Ordenó  además  que  los 
barcos  regresaran  de  H^ico  y  Tierra  Firme  formando 
grupos,  á  fin  de  que  pudieran  auxiliarse  recíprocameute 
en  caso  de  iK;ligro«  Como  este  medio  hubiera  dado 
buenos  resultados,  se  prohibió  que  anduviesen  buques 
sueltos  entre  aquellas  tierras  y  la  Península,  y  se  mandó 
(loül  )  que  los  mercantes  que  se  dirigieran  á  Voracruz, 
Portobcio  y  Cartagena  marchasen  reunidos  y  militar- 
mente mandados,  ó  sea  componiendo  flotas^  y  escolta- 
das i>or  armadas  (escuadras)  de  galeones^  b^o  las 
órdenes  do  un  eapiián  general  y  de  un  almirante* 
Andarían  todos  juntos  hasta  llegar  á  las  Antillas;  aquí 
se  dividirían  ó  irían :  parte»  hojo  el  mando  del  general, 
á  Veracrii?,  y  los  demás,  bajo  el  mando  del  almirante, 
á  Cartagena  y  Portobelo ;  esiai  iaii  en  estos  puertos  el 
tiempo  i*eglamentario,  se  reunii  ian  luego  en  la  Habana 
y  regresarían  á  Espafia.  Desde  1561  salían  las  flotas  de 
los  puertos  españoles  dos  veces  por  año.  Durante  la 
guerra  de  sucesión  al  trono  de  España  «jue  se  sostuvo 
al  priQcipiar  el  siglo  XVIII  cesaron  las  ilotas  y  los 
navios  navegaban  sueltos  á  pesar  de  los  peligros ;  hecha 
la  pa2  se  dispuso  (1720)  que  saliera  una  flota  cada  año 
para  Portobelo  y  Cartagena  y  otra  para  Puerto  Rico  y 
Veraciiiz,  pero  sin  perjuicio  de  la  navegaaón  aislada; 
desde  1757  salió  una  cada  tres  ó  cuatro  años  y  en  1778 
se  suprimieron  para  siempre  las  expediciones  con- 
voyadas. 

La  uavegaeión  al  iiío  de  la  Plata  y  á  los  puertos  de 
Chile  y  del  Pei*ú  no  estuvo  si^jeta  á  las  reglas  de 
seguridad  que  se  acaban  de  resumir.  Por  su  escasa 

importai.ria,  \n)v  la  distaiieia  á  que  se  liaeía,  y  por  la 
éiioax  en  que  comenzó,  no  tuvo  necesidad  de  tantas 
precauciones. 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUOUAT  127 


LVII.  —  £1  comercio  de  mereancias 

No  existió  la  libertad  de  comerciar  con  las  Indias. 
Los  nacidos  en  España,  de  padres  españoles»  con  resi- 
dencia en  su  patria,  no  podían  comerciar  con  las  Indias 

sin  obtetier  permiso  previamente  a  cada  remesa.  Nadie 
podía  mandar  mercadería  desde  puertos  extranjeros;  ni 
los  extranjeros  podían  comerciar  desde  España;  y  ya  se 
sabe  que  se  tenía  por  extranjero  aún  al  nacido  en 
España,  si  eran  extmnjeros  los  padres,  y  éstos  no  eran 
eatólicos,  no  habían  renunciado  á  su  patria,  no  pagaban 
tríbulo  al  rey  y  no  tenían  una  residencia  de  más  de  diez 
años.  Esta  prohibición  impuesta  á  los  extrai  jeros,  no 
se  cumplía,  empero,  fielmente,  pues  los  nacidos  íucra 
de  España  y  sus  hijos  se  valían  de  españoles  para  que 
éstos  hicieran  el  comercio  como  suyo,  mediante  una 
comisión  ó  una  participación  en  las  ganancias. 

Lo  dicho  aí^erca  de  la  navegación  demuestra  que, 
aún  los  españoles  autorizados  para  ejercer  acto  de 
comercio,  tenían  que  hacer  sus  remesas  de  puertos 
determinados  de  España  á  puertos  determinados  de 
América,  en  determinadas  épocas  del  año.  Así  como  las 
flotas  con  las  mercancías  españolas  y  los  dueños  se 
dirigían  á  Veraciniz,  á  Portobelo  y  á  Cartagena,  con- 
currían al  primero  de  estos  puertos  los  comerciantes 
de  Nueva  España,  al  segundo  los  del  Perú,  y  al  tercero 
los  de  Tierra  Fuine,  por  sí  ó  por  medio  de  represen- 
tantes, llevando  consigo  barras  de  oro  y  plata  y  otros 
íhitos.  Reunidos  en  ellos  los  mercaderes  de  América  y 
de  Esi>aña  hacían  las  compra-ventas  y  los  cambios 
durante  el  tiempo  señalado  por  la  ley,  y,  terminado 
éste,  los  comerciantes  de  la  Península  volvían  á  ella 
con  las  cargas  de  frutos  y  de  metales  preciosos,  que 
eran  conducidos  :  aquéllos  en  las  flotas,  y  éstos  en  los 


üiyiiizeo  by  Google 


128  BOSQU£JO  HISTÓRICO 

«raleones,  y  se  retiraban  con  lo  <  omprado  los  negocian- 
tes de  America  á  sus  respectivas  plazas,  desde  doude 
distribuían  las  mercaderías  á  todas  las  proyindas  del 
virreinato. 

Á  rtn  de  (jue  las  romjira-veatas  y  trueques  se  hicieran 
moderaudo  los  precios  por  la  concurrencia  de  muchos 
á  un  tiempo  en  demandar  y  en  ofirecer^  se  estableció  en 
Portobelo,  hacia  1575  una  feria  ó  mercado,  en  el  cual 
todos  exhibían  sus  ohjeti's  y  o[)eraban  m¿íá  ó  menos 
notoriamente,  eviuíüdu¿e  los  abusos  que  de  otro  modo 
se  cometían  en  cuanto  al  precio  y  á  la  calidad.  La 
feria  se  estableció  sólo  en  Portobelo,  porque  parece  que 
los  mercaderes  del  Perú  se  distingan  de  los  demás  de 
America  por  la  mala  fé  con  (jue  procedían  en  sus  tratos. 
Pero  como  la  experiencia  demostró  que,  además  de 
moderarse  los  precios,  se  uniformaban  éstos  y  se  con- 
cluían las  operaciones  con  rapidez  suma,  quedando  los 
mercaderes  y  las  naves  habilitados  para  regresar  a  su 
origen  al  poco  tiempo»  con  notable  reducción  en  los 
gastos,  los  de  Nueva  España  consiguieron  que  se  esta- 
bleciera otra  feria  en  Veracruz  cu  1728. 

Era  cosa  sobreentendida  que,  en  principio,  todos  los 
artículos  que  se  reuiíiiesen  á  las  Indias  habían  de  ser 
elaborados  en  £s]  aña ;  pues  siéndolo  en  el  extranjero, 
aunque  pasasen  por  España,  perjudicaría  la  industria 
manufacturera  y  fabril  de  este  país,  y  obligaiia  á 
exportar  una  parte  proporcional  del  oro  y  de  la  plata 
recibidos  de  América. 

Pero  esta  re¿rla  sufría  :.uaierosas  excepciones  en  la 
práctica.  Por  un  lado  sucedía  que  ios  fabricantes  espa- 
ñoles no  producían  cuanto  la  América  necesitaba,  y 
era  forzoso  que  los  comerciantes  ocurriesen  á  las 
fábricas  de  fuera  del  reino.  Es  así  que  los  lienzos  venían 
de  Francia,  Silesia,  Sajonia,  y  algunas  ciudades  libres 
de  Alemania  á  las  casas  que  nacionales  de  estos  países 


üiyiiizeo  by  Google 


BE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY.  129 


tenían  establecidas  en  los  puertos  habilitados  de 
España,  y  que  también  venían  de  fuera  otros  muchos 
artículos,  como  instramentos  metálicos,  objetos  de  cris- 
tal ó  vidrio,  el  marfil,  el  papel,  la  cera,  la  especería, 
Ls  sombreros,  las  medias,  los  botones,  las  telas  listadas 
de  lino,  etc.,  á  pesar  de  lo  mucho  que  los  españoles  se 
qoqaban  de  que,  yendo  todo  esto  á  América,  á  Francia, 
i  Flandes,  á  Italia  y  á  Alemania  aprovechaba  el  oro  con 
que  .América  lo  pagaba,  y  á  pesar  también  de  los  pre- 
mios que  el  Rey  decretó  más  de  una  vez  por  estimular 
la  fabricación  nacional.  Mas  fberon  inútiles  tales  medios 
para  evitar  los  peijuicios,  porque  se  mantenía  intacta 
su  causa  principal,  que  era  la  habilitación  de  un  par  de 
puertos  para  todo  el  comercio  de  América,  pues  así 
estaba  monopolizado  todo  el  comercio  de  exportación 
[x^r  unos  pocos  mercaderes  y  éstos  forzaban  á  las 
fábricas  á  conformarse  con  los  escasísimos  precios  que 
^aisierau  darles,  las  privaban  de  ganar  y  de  todo  esti- 
mólo, y  las  ponían  en  la  imposibilidad  de  prosperar  y 
aun  de  sostenerse. 

Por  otro  lado  tomó  increíble  fuerz  t  la  corrupciíui  de 
ioü  funcionarios  encargados  de  impedir  ei  conü*abando, 
asi  en  América  como  en  España.  No  era  raro,  en 
tiempo  de  paz,  que  los  comerciantes  extranjeros  desem- 
barcasen en  las  costas  americanas  sus  mercancM'as, 
burlando  la  vigilancia  de  las  autoridades  ó  contando 
con  su  connivencia.  En  tiempo  de  guerra  de  alguna 
potencia  con  España,  se  creían  todos  autorizados  para 
prevalerse  de  la  situación  embarazosa  de  ésta  y  comer- 
^:iar  francamente  con  sus  colonias.  Hay  que  agregar 
qae  los  franceses  se  prevalieron  del  privilegio  de  tener 
bctorfas  en  América,  para  comerciar  más  de  lo  que  era 
lícito,  y  que  los  ingleses  autorizados  para  recil)ir  en 
frutos  del  país  el  precio  de  los  negros  que  vendían, 
llevaron  á  tan  alto  grado  el  abuso  en  comprar  produc- 

o 


üiyiiizeo  by  Google 


130  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

tos  amer  icanos  y  en  vender  los  suyos  i»iopioR,  th*sde  qxiv 
sucedieron  á  ios  Iranceses  en  el  goce  del  asiento,  que  eJ 
rey  de  Espaila,  no  consigoiendo  corregir  el  mal  de  otrc 
modo,  revocó  el  permiso  en  1740,  cuyo  acto  ftié  origei 
de  líi  guerr.i  que  .unlias  naciones  sostuvieron  hast.í 
1743.  Al  contrabando  que  se  hacía  ea  América  se  agre- 
gaba el  muy  considerable  que  se  hacía  en  los  mismos 
puertos  españoles,  trasbordando  mercancías  de  loa 
buques  extranjeros  á  los  dr'  hi  earrera  de  Indias, 
mediante  un  premio  que  se  pagaba  á  los  funcionarios 
públicos  por  consentir.  La  inmoralidad  se  hizo  tan 
habitual,  que,  hecha  pública,  á  nadie  causaba  escán- 
dalo. Era  taui!>i<''n  frecuente  que  las  naves  saliesen  ea 
regla  de  los  puertos  de  Cádiz  y  Sevilla;  y  que  so  pretexto 
de  mal  tiempo  arribasen  á  otix>s  puertos  y  allí  comple- 
tasen su  car^a  con  mercaderías  extranjeras. 
*  Todos  estos  hechos,  nniy  conocidos  en  Europa,  dieron 
inari^aMi  á  que  se  dijera  que  España  era  la  garganta  por 
donde  las  dem<is  naciones  absorbían  las  riquezas  de  la 
América. 

No  era  permitido  mandar  lil)reniente  á  los  puertos  de 
ésta  ni  aun  iodos  los  productos  de  las  fábricas  espa* 
ñolas.  Entre  las  cosas  cuyo  comercio  no  podía  hacerse 
sin  permiso  especial  del  rey  estaban  las  alhajas  de  oro 
y  plata,  estos  metales  aunque  no  (Estuviesen  hif>rados, 
las  piedras  y  i>erias  engastadas  o  por  engastar»  toda 
clase  de  moneda,  aunque  Aiese  la  de  vellón.  La  prohibi- 
ción no  era  menos  absoluta  respecto  de  los  libros  de 
romance  (¡ue  ir;i taran  de  materias  proíanas  (')  lUbulosjis, 
de  las  historias  íin^ridas,  de  las  ariuitó  ofensivas  y  defen- 
sivas, y  del  hierro  de  Lieja,  fuese  en  barras  ó  en  obras, 
como  azadones  y  clavos.  Estas  prohibiciones  fueron 
dictadas  desde  el  siglo  XM.  A  mediados  del  siglo  XVIII 
se  prohibió  introducir  en  America  aguardiente  de 
Levante,  y  algunos  ahos  después  se  publicó  un  regla- 


üiyiiizeo  by  Google 


I 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  131 


Dentó  en  que  se  indicaban  menuduinente  cuáles  erau 
ios  artículos  en  que  se  podía  comerciar  y  cuáles  no. 
Tales  filaron  las  reglas  generales  que  regieron  el 

•'Mnercio  exterior  de  la  América.  Á  ellas  se  agregaron 
cas,  dictadas  especialmente  para  el  Río  de  la  Plata. 
Mientras  fueron  parte  del  virreinato  del  Perú,  no  tuvie- 
ra las  provincias  rioplatenses  la  libertad  de  comer- 
..u-  directamente  con  España.  Se  prohibió  a bbolu ta- 
féate este  comercio  desde  que  se  inició  la  conquista, 
poique,  como  no  producían  Buenos  Aires  y  el  Paraguay 
«ro,  ni  plata,  no  tenían  con  qué  pagar  las  mercaderías 
'lueles  viniera  de  Europa,  á  uo  ser  f[iic  tivajeseu  aque- 
llos metales  del  Perú, de  Chile  ó  de  Potosí.  Pero,  trayén- 
üok»«  resultarla  que  los  comerciantes  del  Pacífico  se 
Terían  obligados  á  restringir  sus  negocios,  con  gran 
[i'rjuicio  del  iiioviiiiiento  que  se  operaba  ¡)or  Portobelo, 
y  no  era  sensato  sacrificar  tan  cuantiosos  intereses  por 
^ivofecer  á  comarcas  pobres  como  eran  las  del  Plata. 
Ri06  este  criterio  en  todo  el  siglo  XVI ;  y  mientras 
tanto  fué  necesario  que  las  poblaciones  del  Par.íguay  y 

Buenos  recibieran  directa  ó  indirectamente  del 
Perú,  á  lomo  de  muías,  las  mercaderías  de  que  habían 
loeneRter*  cuando  no  podían  conseguirlas  en  mejores 
condiciones  y  clandestinamente  de  los  dueños  del  asiento 
dd  esclavos  ó  de  las  colonias  portuguesas. 

No  por  eso  dejaron  de  representar  los  mercaderes 
^  Buenos  Aires  con  insistencia  desda  el  siglo  XVI  que, 
8i  la  población  no  aumentaba  y  se  carecía  de  lo  más 
preciso  para  la  vida,  se  debía  á  lo  diticil  y  caro  del  sis- 
(eioa  quo  se  seguía,  no  á  imposibilidad  de  adquirir  con 
propios  productos  lo  que  se  necesitara ;  y,  concretando 
sus  aspiraciones,  solicitaron  que  se  les  j)erin¡tiera  la 
entrada  de  todo  género  de  ro|)as  y  mercaderías,  ea  la 
ioteligencia  de  que  aquel  puerto  era  el  más  adecuado 
it  toda  la  costa,  así  como  el  cambio  en  el  Brasil,  Guinea 


üiyiiizeo  by  Google 


132  BUSQUEJu  HtóluHitü 

ó  islas  inmediatas,  (que  entonces  pertenecían  á  España) 

de  los  frutos  projiios  por  ropa,  i ierro  y  demás  cosas  que 
las  pobiacioues  necesitaban.  El  goUieruo  accedió  por 
vez  primera  en  1602  permitiendo  á  los  bonaerenses  que 
comerciasen  en  navios  pro[)íos  durante  seis  allos  con  los 

menciuii¿idos  puertos,  perú  á  condieión  de  que  el  total 
exportado  no  había  de  exceder  de  '¿úiK)  láiiegas  de 
harina»  500  quintales  de  carne  salada  y  500  arrobas  de 
sebo,  y  de  que  no  se  exportaría  cosa  alguna  á  ninguna 
otra  pane  por  mar  ni  |>or  tierra. 

Quiso  Córdoba  aprovecharse  de  esn  concesión  para 
comerciar  por  la  via  de  Buenos  Aires ;  el  gobernador  de 
la  Asunción  proveyó  negativamente ;  la  audiencia  de 
Charcas  revocó  esta  providencia  ;  no  obedeció  el  gober- 
nador y  ocurrió  en  queja  al  Consejo  de  Indias  ;  y  el  Rey 
resolvió  el  conflicto  prohibiendo  á  Córdoba  y  á  todas 
las  ciudades  de  la  provincia  de  Tticumán  el  tercer  el 
comercio  que  quería,  á  no  ser  en  caso  de  mucha  nece- 
sidad, previo  consentimiento  del  Gol>ernador  del  Para- 
guay, y  en  la  cantidad  estrictamente  indispensable. 
(1606) 

Al  vencerse  el  plaío  solicitó  Buenos  Aires  una  pr6- 
rros'a  ilimitada  en  cuanto  á  las  cosas  y  al  tiempo,  pju'a 
que  las  ocho  ciudades  que  á  la  sazón  había  en  la  pro- 
vincia, comerciasen  con  los  puertos  españoles,  condu- 
ciendo sus  flrutos  y  los  de  retomo  en  buques  propios  ó 
arrendados.  Informaron  el  ('onsulado  de  Indias  y  la  Casa 
de  contratación  oponiéndose  á  la  concesión  porque, 
disminuido  ya  el  comercio  de  América  para  entonces, 
más  se  perjudicaría  desde  que  por  abrirse  un  nuevo 
puerto  á  las  jiruvuicias  del  PerA  dismiiniiría  el  movi- 
miento mucixo  más  imi>oriante  de  Portobelo  de  moda 
que  acaso  las  flotas  tuvieran  que  viagar  una  ves  cada 
dos  años  en  vez  de  hacer  un  vii^e  anual.  El  rey  resolvió 
en  1618  declarando  que  no  convenía  al  comercio  en 


üiyiiizeo  by  Google 


D£  lA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  133 


general  abrir  la  contratación  con  España  por  el  Río  de 
la  Plata ;  pero,  no  obstante,  concedió  á  las  ocho  ciuda- 
des, por  tres  años,  la  facultad  de  enviar  á  los  puertos 
españoles  dos  buques  de  cien  toneladas  cada  uno,  y  de 
vender  en  las  provincias  interiores  del  Perú  algunas  de 
las  mercaderías  que  trajesen  de  la  Península,  pagando 
en  la  aduana  que  para  el  efecto  se  estableció  en  Córdoba 
el  50  por  ciento  de  ciertos  derechos  que  los  géneros 

debían. 

En  los  años  posteriores  se  reprodi\jo  muchas  veces  la 
petición  de  los  comerciantes  de  Buenos  Aires,  y  otras 
tantas  la  oposición  de  los  del  Perá  y  de  España,  quienes 
la  fiindiiban  en  los  perjuicios  que  sufría  el  comercio  que 
se  hacía  por  Tierra  Firme  y  en  que  los  pueblos  del  Plata 
tenían  todo  lo  necesario  para  vivir  y  podían  pasar  sin 
vender  los  efectos  de  su  industria,  tanto  más,  cuanto 
su  importancia  era  escasa.  Por  su  parte  agregaba  el 
Consulado  de  indias  que  el  comercio  permitido  al  iíío 
de  la  Plata  en  los  años  anteriores  había  fomentado  el 
Uíctto  que  hacía  con  las  colonias  portuguesas  inme- 
a. atas.  Y  todos  coüctJiUabaü  en  ([ue  era  iiuiispcnsable 
volver  á  la  prohibición  absoluta  del  siglo  XVI.  Pero  el 
permiso  de  1618  fué  renovado  durante  todo  el  siglo  XVII 
y  tres  cuartos  del  XVIII,  sin  la  menor  ampliación,  á 
pesar  de  que  la  feria  de  Portobelo  había  sido  suprimida 
j  habían  cesado  las  ñotas  á  mediados  de  este  tíltimo 
9glo»  y  de  que  desde  1765  regía  en  otras  provincias  de 
América  una  ley  de  comercio  libre.  Extendió  Garlos  ni 
los  efectos  de  esta  lev  al  Río  de  la  Plata  en  1778,  al 
crear  su  virreinato]  y  restablecer  la  real  audiencia  de 
Buenos  Aires,  é  igualó  el  comercio  del  Plata  al  del  resto 
de  América,  en  virtud  del  reglamento  general  de  comer- 
cio libre  que  promulgó  en  el  mismo  año  1778,  cuya 
libertad  consistiría  en  comerciar  sin  limitación  con  la 
Península  y  con  las  demás  provincias  americanas,  aun- 


üiyiiizeü  by  Google 


134  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

que  conservando  la  prohibición  de  comerciar  con  los 
estados  ei[trai\|eros. 

Dosñe  esta  fecli  i  aceleró  mucho  el  pro^areso  de 
todo  ei  Rio  Ue  la  Plata,  sobre  todo  el  de  Buenos  Aires. 
En  los  cinco  años  que  corrieron  desde  1792  hasta  1796 
no  viajaban  ya  dos  buques  anuales  entre  España 
capital  del  virr»M¡].iio,  sino  quo  iban  56  y  volvían  i7, 
término  medio;  y  no  se  iimiuba  á  2uO  toneladas  la 
exportación  y  á  otras  tantas  la  importación,  sino  que 
los  efectos  exportados  á  España  anualmente  impor- 
taron mas  do  5  millones  de  pesos  y  no  meaos  de  la 
mitad  los  importados  de  que  se  tomó  cuenta  en  la 
aduana,  á  los  cuales  se  agregó  probablemente  otro 
tanto  que  pasó  de  contrabando. 

Kl  conicrrio  lícito  exclusivamente  americauo,  q\w 
había  estado  reducido  al  de  his  procedencias  del  Perú, 
tomó  rápida  extensión  y  aumentó  en  actividad.  Los 
géneros  recibidos  de  España  en  el  mismo  quinquenio 
íuri(Mi  vendidos  en  mucha  parte  á  comerciantes  de 
Chile,  del  Perú,  de  Potosí  y  del  Paraguay.  Se  les  ven- 
dió además  á  los  primeros  crecida  cantidad  de  yerba- 
mate  y  de  muías.  Y  Buenos  Aires  recibió  en  cambio : 
vino,  de  ^íendo7a;  aírnardienie,  de  San  Juan:  ponchos, 
trazadas  y  pieles,  de  Tucumán;  tabaco,  maderas  y 
yerba,  del  Paraguay;  azúcar,  cacao,  canela,  arroz, 
sal,  etc.,  de  Lima ;  plata  y  oro  de  alg^unos  de  esos  países 
y  de  Potosí.  Mucha  importancia  tomó  también  el 
comercio  con  la  Habana,  de  donde  recibió  en  cambio 
de  sus  productos  primos  y  elaborados  animales  y  vege- 
tales, sú  azúcar,  sus  dulces,  miel,  cacao,  café,  aguar- 
diente, areneros  de  hilo,  maderas,  etc. 

Puede  juzf>ai*se  del  aumento  que  se  operó  en  el 
comercio  exterior  en  los  anos  siii^^ientes,  si  se  considera 
que  las  rentas  de  la  aduana  de  Buenos  Aires,  que  impor^ 
taron  casi  el  término  medio  de  390  mil  pesos  en  cada 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  Lk  REPÚBLICA  ORIENTAL  BEL  URU0UAT  135 


uno  de  los  años  corrí  los  desde  1791  á  1795,  subieron 
eD  1802  á  cerca  de  858  mil  pesos. 

Ccm  estos  adelantos  comerciales  coincidió  un  creci- 
miento inusitado  de  población.  La  provinria,  que  no 
contaba  con  más  de  38,000  habitantes  cuando  se  creó 
el  virreinatOp  tuvo  á  los  veinte  años  72,000*  Y  para 
fines  del  siglo  había  ascendido  á  40  mil  personas  la 
población  de  la  sola  ciudad  de  Buenos  Aires,  y  ;i  50  mil 
para  1807.  Así  se  palpaban  los  electos  de  la  libertad. 

Las  guerras  que  tuvo  que  sostener  £$paña  con  Ingla- 
terra en  los  primeros  años  del  siglo  XIX,  no  sólo  en 
Europa,  sino  también  en  América,  perjudicaron  g^ran- 
demento  ol  comercio  del  Río  de  la  Plata  y  las  reiacioneí» 
con  la  Península,  y  red^je^on  á  penoso  estado  la 
hacienda  pública  y  las  industrias  del  virreinato.  Esta 
^iUmciún  se  prolongó  por  la  guerra  de  independencia 
ea  que  muy  luego  se  empeñaron  los  españoles  contra 
la  Francia.  Pueblo  y  gobernantes  de  Buenos  Aires, 
tKosados  por  la  necesidad,  buscaban  fuentes  nuevas 
Je  recursos.  Se  reunieron  los  hacendados,  (1809)  y 
pidieron  al  Virrey  en  elocuente  memoria  que  se  abriera 
d  puerto  ai  comercio  con  Inglaterra,  (que  de  enemiga 
se  había  convertido  en  aliada  de  los  españoles)  y  la 
libertad  comercial  tomó  entonces  una  extensión  que 
nunca  había  tenido,  y  que  iuíiuyó  poderosamente,  así 
el  orden  económico  como  en  el  político  del  Rio  de 
la  Plata,  y  aun  en  la  suerte  de  la  América  española 
toda. 


136 


BObQU£JO  HISTÓRICO 


SECCiÓiN  Ui 

Sucesos  políticos  del  Rio  de  la  Plaia,  hasta  1810 

Lo8  conquistadores  de  las  tierras  que  antes  de  crearse 

el  virreinato  del  Río  de  la  Plata  coiiij)us¡eron  la  provin- 
cia de  Tucumán  se  habían  servido,  para  someter  á  ios 
indios,  de  las  armas  y  de  las  misiones  religiosas.  La 
experiencia  demostró  que,  si  bien  por  la  ítaerza  se 
vencía  á  los  íikIí^vikis,  no  se  ganaba  su  voluntaria 
obediencia  v  muciio  menos  su  afecto,  sobre  todo  si  eran 
los  bravos  pampas ;  mientras  que  por  la  persuasión  y  la 
blandura  se  les  atraía,  se  les  amansaba,  se  les  habi- 
tuaba al  trato  de  los  europeos,  y  se  conseguía  su  liruie 
adiiesión  con  relativa  facilidad,  particularmente  si 
eran  tapes  ó  guaranís.  Los  gobernantes  djdl  Paraguay 
tuvieron  también  ocasiones  de  experimentar  la  respeo* 
tiva  eficacia  de  los  dos  medios ;  y  tal  persuasión  los 
indujo á favorecer  elestablecimieuLode  misiones  u  reduc- 
ciones en  el  Paraguay,  en  el  Guairá,  y  en  Buenos  Aires, 
confiando  la  empresa  á  clérigos  de  varias  órdenes. 

Las  misiones  lomaron  mucho  incremento,  so])re  todo 
después  que  la  provincia  de  Buenos  Aires  se  separó  de 
la  del  Paraguay,  debido  á  los  poderosos  auxilios  de  la 
Corona  y  al  empeño  con  que  á  fUndarlas  y  fomentarlas 
se  consaijrarüu  los  reliíriosos  de  la  Compañía  de  Jesús 
en  el  lerri torio  del  Guaira.  Emplearon  en  ello  suma 
habilidad  y  constancia,  combinando  la  astucia,  la  man- 
sedumbre y  la  violencia.  Solían  despertar  la  curiosidad 
de  los  salvajes  por  medio  de  la  música  y  del  canto* 
ruando  los  ttMiían  cerca  los  e^chortaban  ofreciéndoles 
tranquilidad,  alimentos  y  otras  vent^yas.  Los  indios  se 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LÁ  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  137 

dejaban  someter  á  la  vista  de  abundantes  rebaños  de 
ov^as«  cabras  y  ganados  mayores,  y  ante  la  perspectiva 
de  no  sufrir  las  inclemencias  de  la  vida  agreste  6  de  los 
comendatarios.  Los  convertidos  servían  i)aru  convertir 
ásu  vez,  pues  de  ellos  se  valían  los  jesuítas  para  hala- 
gar ¿inspirar  conüanza  á  los  inconvertidos.  Cuando, 
Bagada  á  este  punto  la  tarea,  se  temía  no  poder  prose- 
guirla felizmente,  se  cercaba  á  los  refractarios,  se  les 
obligaba  á  la  obediencia,  y  la  mañosa  zalamería  ope- 
raba el  resto  de  la  conversión.  Así  es  como  las  reduc^ 
cienes  progresaron  rápidamente. 

H  primer  edificio  de  cada  grupo,  era  una  iglesia; 
luego  se  ediíicaban  la  escuela,  los  talleres,  la  cárcel,  la 
mansión  de  los  directores,  el  cabildo  y  las  casas  en  que 
baliitarian  ios  indios.  Las  iglesias  eran  construidas  de 
piedra  y  ricamente  decoradas.  Las  casas  eran  de  adobe, 
blanqueadas  con  una  especie  de  arcilla,  cubiertas  de 
leja,  y  con  anchos  aleros  á  los  lados. 

El  cura  párroco  era  el  jefe ;  él  y  sus  ayudantes  ense- 
Baban  á  los  neófitos  la  doctrina  católica,  la  lectura,  la 
escritura,  y  los  oficios  que  más  conviniera  ejercer;  les 
proveían  de  cuanto  necesitaran  para  vivir,  asistían  á  los 
eotermos  y  presidían  á  su  disciplina  ó  gobierno  político, 
dvil,  económico  y  religioso.  Los  indios  elegían  sus  fluí* 
cío:, anos  civiles  éntrelos  de  su  raza,  aunque  bajo  la 
dirección  ó  el  consejo  de  los  jesuítas,  lo  que  equivale  á 
<iecir  que  las  elecciones  eran  una  ficción  de  las  prácti- 
cas democráticas,  adoptada  para  conciliar  el  instinto 
salvaje  de  libertad  con  la  sumisión  impuesta. 

Todos  trabajaban  y  tenían  su  vivienda  en  terreno 
que  poseía  cada  familia  separadamente,  y  que  culti- 
vaba. Los  principales  ramos  de  cultivo  eran  la  yerbá- 
bate, el  maíz,  el  algodonero  y  las  raíces  y  legumbres 
que  mejor  podían  producir  las  tierras.  Los  indígenas 
aprendían  y  ejercían  también  oficios,  de  los  utilizables 


138  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

en  el  puet>io,  y  tejían  lienzos  las  indias.  A  algunos  se 
les  perfeccionaba  en  la  caligrafía,  y  se  les  empleaba  de 
copistas  de  los  documentos  y  libros  que  los  padres 

escribían.  Se  ha  ponderado  el  primor  de  algunos  de 
estos  trabajos. 

.  Se  les  hacia  creer  que  ganaban  el  precio  de  su  labor» 
y  que  la  propiedad  rafz  era  suya.  La  realidad  no  era 

a?^í.  enipoi'o.  Toda  la  propiedad  era  común;  es 'decir, 
eouiún  de  la  Compañía  de  Jesús.  Todos  los  producios 
de  la  industria  se  depositaban  en  grandes  almacenes» 
Magistrados  especiales  distribuían  diariamente  entre 
los  iiidividutís  del  pUf!»lo  lo  (pie  lml>icran  menester  para 
satisfacer  sus  necesidades.  Los  jesuítas  vendían  lo 
sobrante.  Exportaban  en  grandes  cantidades  la  yerba- 
mate,  la  carne  salada  y  los  cueros.  Se  ha  calculado 
que  no  poseían  menos  de  dos  ni  ilíones  de  cabezas  de 
ganado  a  mediados  del  siglo  XVIIL  Con  el  precio  de  lo 
que  vendían  adquirían  los  artículos  europeos  de  que  las 
reducciones  carecían.  Y  todo  era  jiropiedad  de  la  Com- 
pafiía,  como  lo  eran  el  terreno  y  los  edificios.  Los 
indios  no  tenían,  pues,  más  que  el  ^roce  de  los  bienes 
comunes,  en  la  medida  que  sus  directores  juzgaban 
conveniente.  Por  este  medio  y  el  poderoso  auxilio  de  la 
educación  reli¿^iosa  consi-iiió  la  rompañía  acumular 
grandes  riquezas,  esumular  la  ntl  ion  de  los  indígenas 
al  trabajo,  y  afirmar  su  servidumbre;  pero  anuló  la 
personalidad  de  sus  siervos,  incapacitándolos  para 
obrar  se^^ún  su  propia  iniciativa. 

El  guaraní  era  la  len¿^ua  (¡ue  lodos  usaban  en  la  vida 
privada  y  en  la  ofícial;  algo  se  enseñaba  del  castellano 
á  los  indios,  pero  á  nadie  hasta  que  lo  hablase  y  á 
pocos  hasta  que  lo  entendieran  mediocremente.  Así 
aparentaban  los  jesuítas  «pie  satisfacían  ei  senuaaenio 
de  las  autoridades  españolas,  pero  realmente  conseguían 
tener  á  los  naturales  aislados  del  infliyo  de  la  civiliza- 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIEOTAL  DEL  URUGUAY  139 

dón  colonial  y  sumisos  en  todo  al  de  la  Compañía  de 
JesúSt  para  cuyo  mejor  efecto  había  ésta  prohibido  que 
los  españoles  residieran  en  las  reducciones. 

IIX.  ~  Los  niuiicliieoB  y  1m  ledncdones  JosafUm 

*  Los  roamelucos  de  la  colonia  brasileña  de  San  Paulo 

empezaron  sus  violencias  apoderándose  de  las  lierras 
vecinas  y  de  las  tribus  salv£^es  próximas  que  pudieron 
doinmar.  Cuando  las  tierras  y  los  indios  escasearon  en 
aquellos  parajes,  los  paulistas  extendieron  sus  empresas 
hacia  el  poniente;  invadieron  el  territorio  ti  e  Guairá  yaun 
penetraron  en  ei  Paraguay.  Exploraron  así  vastos  desier- 
tos, situados  entre  las  capitanías  del  Brasil  y  las  reduc^ 
cienes  de  los  jesuítas,  obraron  en  ellos  como  dueños, 
láciliíantlo  al  gobierno  brasileño  la  tarea  de  apropiarse 
de  Matogrosso  que  más  tarde  llevó  á  cabo»  y  se  apodera- 
ron en  el  Guairá  de  gran  número  de  ganados  y  de  indios 
reducidos,  validos  de  que  éstos  no  podían  defenderse  por 
falta  de  armas.  Su  acción  devastadora  fue  tan  inmensa, 
que  se  calcularon  en  muellísimos  miles  los  ganados 
robados  y  en  más  de  60  mil  los  guaranís  cautivos. 

Estos  hechos  infundieron  terror  en  toda  la  extensión 
del  Guairá.  La  j)ol)lación  escapada  al  cautiverio  huyó 
al  Paraguay  en  parle,  y  el  resto,  que  no  excedía  de  \2 
mil  personas  de  las  100  mil  que  habían  sido  antes  de 
las  malocas  de  los  paulistas,  abandonaron  la  provincia 
en  lü31  y  vini^M  nll  á  poblarse  á  ambos  lados  del  Uru-' 
guay,  al  Sud  del  río  Y-guazfi,  bajo  la  dirección  del 
padre  Montoya.  Ciudad  Real,  Villa  Rica,  Espíritu  Santo 
7  otras  poblaciones  de  menor  importancia  fueron  des- 
iniidas  por  los  mamelucos. 

Éstos  persiguieron  á  las  poblaciones  fugitivas  hasta 
en  sus  nuevas  posiciones,  acometiéndolas  solos  ó  alia- 
dos con  naciones  salvajes  del  Brasil ;  pero,  habiendo  la 


üiyiiizeo  by  Google 


140  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

Compaíiia  obtenido  del  rey  permiso  para  ai^marse,  los 
terribles  invasores  se  encontraron  después  con  resisten- 
cias iiue  les  costaron  caras  y  al  fln  se  retiraron  escar- 

iii*Miíatlos,  aunque  dispuestos  á  connmiar  sus  actos  de 
barbarie  al  Norte,  aprovechando  la  anarquía  y  la  debi- 
lidad del  gobierno  paraguayo. 

Los  jesuítas  ftandaron  desde  1631,  al  Sud  del  Y-guas6« 
á  ambos  latios  Jel  üraffu?iy,  nuiuerosos  pueblos  que  han 
sido  desigriados  con  el  nombre  colectivo  de  los  Pueblos 
de  las  misiones.  Las  Misiones  orievUales^  situadas  al 
Norte  del  Ybicuy-guazü,  constaron  de  7;  las  Misiones 
occidentales  de  23.  De  aqni  que  para  designar  la  totah- 
dad  de  olios  se  haya  oinplea<lo  hxsta  princi[)¡os  del 
siglo  XIX  la  expresión  de  los  Treinta  pueblos  de  las 
misiones.  El  número  de  los  pobladores  creció  rápida- 
mente :  á  los  cuatro  años  de  la  traslación  reíoii«l.t  eran 
más  de  19  mil  los  hombres  ol>li-ados  á  pairar  el  tributo 
personal»  y  ascendía  á  125  mil  el  número  de  los  indios 
de  ambos  sexos.  Este  número  subió  á  160  ó  á  170  mil 
pai'a  el  año  1660. 

LX*  —  Poderío,  Insarreedéa  j  extrafiamiento  de  los  Jesuítas 

La  Compañía  de  Jesús  había  adquirido  en  Europa, 
pura  mediados  del  siglo  XVlll,  un  gran  poder  intelectual 
y  político,  que  debió  á  su  saber  y  al  tesón  con  que  pro- 
curó influir  en  la  vida  privada  y  en  la  pública,  á  favor 
del  ministerio  relÍGfioso  ([ue  ejercía  y  del  fanatismo  do 
todas  las  clase  .>  sociales.  L<  >s  hombres  superiores,  menos 
ofuscados  que  la  generalidad  por  sus  sentimientos  mís- 
ticos, y  más  libres  para  juzgar  la  significación  y  la 
trascendencia  de  los  traba,jos  jesaiiicos,  se  persuadieron 
de  que  la  Compañía  no  tenia  por  íin  principal  difundir 
las  prácticas  piadosas,  sino  que  se  servía  de  su  sacer- 
docio para  llegar  al  dominio  del  mundo.  No  alarmaron 


üiyiiizeo  by  Google 


0B  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  141 

menos  los  trabajos  que  ejecutó  en  América.  Se  había 
apoderado  de  casi  toda  la  enseñanza  que  se  daba  en  las 

escuelas,  los  colegios,  los  seminarios  y  las  universida- 
des; consiguió  loner  irresisiibie  prestigio  en  todas  las 
conciencias,  y  lo  mantenía  con  especial  cuidado  en  las 
clases  más  pudientes;  gobernaba  las  reducciones  con 
independencia  casi  completa  del  poder  real. 

A  estos  hechos  de  carácter  general  vino  á  agregarse 
uno  puramente  accidental,  pero  que  acabó  de  formar 
convicción  acerca  de  la  vasta  y  ambiciosa  empresa* 
Habiendo  celebrado  en  1750  un  tratado  de  límites  los 
gabinetes  de  Madrid  y  Lisboa,  según  el  cual  sería  el 
no  Ibicuy-guazü  una  de  las  lineas  divisorias  de  las 
posesiones  americanas  de  ambas  coronas,  fiieron  encar- 
gados el  marqués  de  Valdelirios  por  España  y  Gómez 
Freiré  de  Andrade  por  Portugal  para  que  dirigiesen  los 
^rab^jos  de  demarcación.  Como  ios  siete  pueblos  de  las 
Misiones  orientales  vendrían  á  quedar  en  territorio 
portugués,  los  jesuítas  se  manifestaron  dispuestos  á 
buscar  otro  terreno,  en  las  posesiones  españolas,  para 
trasladarse  á  él  así  que  hubiesen  recogido  los  productos 
de  la  tierra,  resignándose  con  la  dura  necesidad  de  per- 
der sus  fincas,  y  pidieron  plazo. 

Mas  lo  utilizaron  |)ara  armar  á  sus  guaranís  y  orga- 
uizar  vigorosa  resistencia  á  la  delimitación  tratada  por 
los  soberanos  rivales.  Asi  que  tomaron  posiciones  estra* 
líégicas  escalonando  sus  fherzas,  comenzaron  las  hostili- 
dades. Largo  tiempo  se  em[)leó  en  neírociar  un  some- 
timiento voluntario;  pero,  siendo  intuües  ios  esíuerzos, 
partieron  á  la  vez  tropas  españolas  del  Plata,  y  tropas 
pcMrtuguesas  del  Brasil,  obraron  de  acuerdo,  y  vencieron 
á  los  insurrectos  después  de  varias  acciones  sangrien- 
tas, en  las  cuales  las  huestes  de  ios  jesuítas  perdieron 
miles  de  hombres»  cañones,  muchas  otras  armas  y 
estandartes  (1753-1756). 


■ 


üiyiiizeo  by  Google 


142  BOSgLLJi)  HISTÓRICO 

La  alarma  que  motivó  la  conducta  de  los  jesuítas  en 
los  centros  oficiales  de  Europa  se  manifestó  por  actos 

violentos.  El  ^jfohit'rau  do  Portiig^al  decretó  en  1759  el 
extrañamiento  de  la  Comi^iñ::!  de  todo  el  territorio  de 
la  corona ;  fué  expulsada  de  Francia  tres  años  después ; 
lo  fué  de  España  en  1767,  y  en  seg^uida  de  varios  esta- 
dos italianos.  No  filó  desterrada  del  Brasil  hasta  el  año 
17ti8.  Los  padres  íueroa  conducidos  presos  á  Lisboa ; 
unos  quedaron  presos  aquí  y  los  demás  flieron  envía* 
dos  á  los  estados  pontificios.  En  el  Río  de  la  Plata 
tuvieron  lu^'-ar  el  extrañamiento  y  el  embarque  para 
España  en  1767  y  1768,  de  cuyo  país  fueron  remitidos 
también  á  los  dominios  de  la  Iglesia.  Tanto  en  el  Brasil 
como  en  el  Rio  de  la  Plata  se  confiscaron  sus  bienes  y 
se  aplicaron  <'l  sostener  estaI»le».Hiii<'nt()s  de  instrucción 
y  de  beneíicencia ;  y  los  colegios,  seminarios  y  univer- 
sidades que  ellos  dirigieron  se  confiaron  á  clérigos  de 
otras  órdenes.  El  papa  Clemente  XIV  abolió  la  Com- 
pañía en  177o. 

LXL  —  El  doMlolo  de  los  temftot  frosterlioi  eoa  el  BtmO 

Ya  se  ha  dicho  (XXX)  que,  aun  ruando  los  reyes  de 
España  y  Portugal  habían  acordado  en  el  trauido  de 
Tordesillas  que  sus  dominios  de  la  América  se  dividie* 
ran  por  una  linea  meridiana  que  pasase  á  360  leguas  al 
Oeste  de  las  islas  do  Cabo  Verde,  sliruit  run  discutiendo 
acerca  de  los  puntos  terrestres  por  donde  pasa  la  línea 
ideal,  y,  por  lo  mismo,  acerca  de  si  ciertas  tierras  per- 
tenecían á  una  corona  ó  á  la  otra.  De  aquí  resultó  que 
mientras  los  adelantados  que  venían  ;d  Paramiay  baja- 
ban en  Santa  ( 'atalina  reputándola  donunio  dei  monarca 
español,  los  portugueses  sostenían  que  los  de  su  rey 
llegaban  hasta  cerca  del  río  Uruguay.  Fuera  de  buena 
ó  de  mala  fé,  el  hecho  real  era  que  las  dos  monarquías 


üiyiiizeo  by  Google 


BB  LÁ  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUOUAT  143 

durante  largo  tiempo  pretendieron  que  les  pertenecía 
exclusivamente  el  territorio  situado  al  Norte  del  río  de 
la  Plata,  entre  el  Uruguay  y  Santa  Catalina. 

Los  españoles  descendieroíi  varias  veces  en  las  costas 
del  Atlántico,  del  Plata  y  del  Uruguay  durante  el  siglo 
XVI,  lucharon  con  los  salvajes  y  ejercieron  otros  actos 
de  autoridad ;  pero  incurrieron  en  el  error  de  obrar 
íieiapre  de  paso  á  la  Asunción  del  Paraguay  y  de  mudo 
que  sus  hechos  no  podían  considerarse  sino  accidentales. 
Ño  tr£úeron  ni  una  sola  vez  el  propósito  de  sojuzgar 
i  los  charrúas  y  guaranís  que  poblaban  las  márgenes 
de  los  ¡orrandes  rus  do  esta  zona,  y  menos  el  de  establecer 
coloüicis  permanentes,  pues  el  fuerte  que  hizo  levantar 
Caboto  en  1527  en  donde  el  San  Salvador  echa  sos 
aguas  al  Uruguay,  los  ranchos  que  edificó  Juan  Romero 
eii  1550  en  dondo  desagua  el  arroyo  San  Juan,  y  la 
m:onsimcción  de  San  Salvador  por  Zarate  en  1574 
fberon  actos  que  no  correspondieron  á  ning(m  plan 
serio,  y  que,  por  esto  mismo,  carecieron  de  estabilidad 
'  orno  que  todas  esas  construcciones  desaparecieron  al 
poco  tiempo  de  iieciias.  Pasóse  también  el  siglo  XVII 
sio  que  los  españoles  hubiesen  hecho  otra  tentativa  de 
ocupación  enti*e  el  Uruguay,  el  Cuareim  y  el  Plata,  que 
una  reducción  de  indios  chañas  ñindada  liacia  1(350  por 
padres  franciscanos  en  la  pequeña  y  anegadiza  isla  del 
Vizcaíno,  que  queda  cercado  la  desembocadura  del  río 
Negro,  cuya  reducción  se  llamó  de  Santo  Domingo 
Soriano  (1). 

No  necesitaban  más  los  portugueses,  codiciosos  de 
estas  tierras,  para  defender  su  ambición,  y  para  sentirse 
animados  á  extender  sus  posesiones.  En  efecto,  las  capi- 
tanías, sobre  todo  la  de  San  Vicente,  que,  como  se  ha 
üicbo,  era  la  más  meridional,  empezó  á  ensanchar  sus 

(t)  Se  iraslatió  cfte  pueblo,  al  logar  que  Itoy  ocupa,  on  el  afio  1708. 


üiyiiizeo  by  Google 


144  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

fronteras  occidentales,  y  el  gobierno  lusitano  directa* 
mente  autorizó  ocupaciones  que  avanzaban  en  la  zona 

disputada.  Donó  en  1054  las  tierras  de  Santa  Catalina  á 
Francisco  Díaz  Vello;  y,  no  habiendo  tenido  licinpo  este 
para  colonizarlas,  porque  fué  muerto  por  un  pirata 
inglés,  el  Gobierno  Uevó  á  cabo  la  colonización  oficial- 
mente con  familias  (]ue  liizo  conducir  de  las  islas  .Azo- 
res. Sus  avances  eoniinuaron  muy  luego  hacia  el 
Poniente,  hasta  llegar  casi  al  río  Uruguay,  con  cuyos 
hechos  provocó  las  guerras  y  negociaciones  diplomá- 
ticas que  ¿e  relaiaruii  cu  los  siguientes  artículos. 

LXn.  —  La  C«lMÍ»  iél  8sen««Bto 

Para  el  último  cuarto  del  siglo  XVII,  habían  llegado 
las  desí^^racias  de  España,  como  se  sabe,  á  un  írrado 
extremo.  Aprovechóse  de  ellas  el  regente  de  Portugal, 
don  Pedro,  para  ordenar  al  gobernador  de  Río  de 
Janeiro  que  ñmdase  una  colonia  en  la  isla  de  San 
rfat)riel  6  en  un  {taraje  próximo  del  río  de  la  Plata  que 
le  pareciera  más  conveniente.  El  gobernador,  que  lo  era 
el  maestre  de  campo  Manuel  Lobo,  se  embarcó  con  4 
compañías  de  á  200  hombres,  con  artillería  y  con 
varias  familias  de  colonos,  llegó  á  principius  de  D>sO  al 
lugar  indicado,  estableció  en  la  margen  septentrional 
del  Plata  la  colonia  que  denominó  del  Sacramento,  y  la 
fortificó.  El  gobernador  de  Buenos  Aires  reclamó  la 
evacuación  al  de  Río  de  Janeiro;  éste  se  negó,  alegando 
que  la  colonia  estaba  situada  en  territorio  portugués; 
fué  necesario  recurrir  á  las  armas.  Las  fortificaciones 
ftaeron  asaltadas  y  tomadas  el  mes  de  Agosto  del  mismo 
año  por  un  numeroso  cuer^to  de  españoles,  mulata  s  y 
guaranis  de  las  Misiones  en  cuya  operación  se  conduje- 
ron éstos  valientemente.  De  la  guarnición  portuguesa 
murieron  200;  los  demás  cayeron  prisioneros,  incluso 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ÜRIEKTAL  DEL  URUGUAY  145 

el  gobmiador  Loba.  El  ejército  de  Buenos  Aires  tomó 

lodci  ia  artillería,  armamento  y  municiones  del  vencido. 
Lobo  falleció  de  pesar. 

Asi  que  el  gobierno  portugués  tuvo  noticia  de  los 
hechos  ocurridos,  entabló  negociaciones,  las  cuales 
JitTon  por  resultado  el  tratado  provisional  Ue  1<)8I 
(7  de  Mayo).  Se  estipuló  en  él  que  la  colonia  ÍUese 
devuelta  á  las  autoridades  del  Brasil  con  sus  armas, 
artilierfa,  municiones  y  habitantes  que  permaneciesen 
en  Buenos  Aires;  que  el  gobernador  bonaerense  bLiiu 
amonestado  por  su  conducía;  que  el  gobierno  portugués 
restituiría  las  usurpaciones  de  los  paulistas,  sí  las 
hubiese,  y  <]ue  ambas  coronas  nombrarían  comisarios 
para  quo  demarcasen  el  límite  común  de  sus  posesiones. 
Se  nombraron  las  comisiones  y  se  acordó  que  ios  por- 
tugueses devolverían  :iOO  mil  indios  y  los  ganados 
robados  por  los  mamelucos,  y  que  los  españoles  podrían 
comerciar  con  el  Sacramento.  La  colonia  fué  entregada 
on  ios;;,  pero  hubo  de  parte  de  los  portugueses  tan 
poca  disposición  de  llegar  á  una  solución  en  la  cuestión 
de  límites,  que  los  comisarios  nada  concluyeron,  y  la 
posesión  del  Sacramento,  que  había  de  ser  de  .muy 
corta  dui'ación,  se  prolongó  mientras  la  dinastía 
austríaca  estuvo  en  el  trono  de  España,  y  aún  des- 
pués. 

Esta  posesión  flié  disputada  posteriormente  por  la  vía 
<iiplomática  sin  éxito  ninguno,  pues  la  corona  de  Por- 
tugal la  defendió  á  titulo  de  primer  ocupante.  Guando 
los  borbones  sustituyeron  á  los  austríacos  en  el  trono 
de  España  se  renovó  la  cuestión  y  como  los  portugueses 
no  cedieran,  en  cuanto  éstos  entraron  en  la  liga  que 
bvorecía  la  pretensión  de  Austria  recibió  orden  el 
fotemador  de  Buenos  Aires  para  que  se  apoderase  del 
teramento.  Fueron  llamados  otra  vez  los  guaranís  del 
Paraná  y  del  Uruguay ;  en  gran  número  (4000)  sitiaron 

to 


üiyiiizeo  by  Google 


140  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

la  plaza  á  fines  de  1704»  y  á  los  seis  meses  se  retiró  la 
orua  tuición  abandonando  la  artillería  y  las  municiones, 

cuando  llevaba  ya      aíios  de  ocupación  ecnstante. 

Terminada  la  guerra  de  sucesión,  celebraron  los 
españoles  y  portugueses  el  tratado  de  Utrecht  de  1715 
(Febrero).  Los  primeros  se  obligaron  á  entregar  la 
colonia  rvn  un  territorio  liiniiado  pui  el  alcance  de  un 
cañón;  y  ios  scí^nindos  se  obligaron  á  resii luirla  Siempre 
que  los  españoles  ofreciesen  dentro  de  año  y  medio  un 
terreno  equivalente.  Al  cumplirse  este  acuerdo  preten- 
dieron los  portuíj  iK  ses  que  como  antes  de  1705  habíanse 
poblado  en  otros  punios  de  la  orilla  izquierda  del  Plata, 
debía  devolvérseles,  además  del  pueblo,  los  otros 
terrenos  que  habían  abandonado  por  la  fuerza;  pero 

España  se  atuvo  ai  iraiado  de  1715  e  hizo  en  1716  la 
enti-ega  según  se  había  esupulado. 

No  impidió  ésto  que  los  rioplatenses  y  los  brasileños 
fflguieran  disputándose  terrenos,  cuyas  cuestiones  eran 
ocasionadas  en  parte  por  la  demora  en  efectuar  la 
subrogación  que  en  1715  se  había  dejado  pendiente. 
Después  de  un  asedio  infructuoso  á  la  colonia  (1735)  y 
de  laboriosas  negociaciones  vino  á  acordarse  por  el  tra- 
tado de  1750  que  anuló  todos  los  tratados  anteriores  y 
estableció  la  línea  ([ue  en  lo  futuro  bci)araría  los  domi- 
nios del  rey  de  Portugal  de  los  del  rey  de  España.  En 
cuanto  al  territorio  oriental  del  Uruguay  interesaba,  la 
línea  partiría  de  la  barra  del  Chuy,  seguiría  por  las 
cumbres  de  las  montañas  h-ista  hallar  el  origen  del  Río 
Negro,  de  aquí  hasta  la  principal  fuente  del  Ibicuy,  y 
luego  á  lo  largo  de  este  río  hasta  el  Uruguay.  Así,  pues, 
la  colonia  del  Sacramento  vendría  á  ser  del  rey  de 
España  y  las  Misiones  orientales  del  rey  de  Portugal : 
y  para  que  no  hubiera  duda  á  este  respecto,  ambos 
monarcas  se  cedieron  expresa  y  recíprocamente  esos 
territorios.  Se  quiso  dar  tanta  firmeza  á  este  tratado. 


üiyiiizeo  by  Google 


1)E  LA  REÍ^ÚBLICA  ORiLMAL  DKL  URUGUAY  147 

que  se  pactó  su  subsistencia  aun  cuando  sobreviniese 

Li.ú  ru¡ilura  entro  las  dos  coronas. 

Los  comisarios  nombrados  por  ambas  partes  comen- 
zaron su  tarea  por  el  extremo  Sud  de  la  línea  ideada, 
sin  mayor  diñcultaj) ;  pero  ellas  fueron  apareciendo  y 
creciendo  sei:ú:i  avanzaban  hacia  el  Norte,  no  sñlo  por 
la  oposición  que  hicieron  los  jesuítas  de  las  siete 
misiones  orientales  del  Uruguay,  sino  también  porque 
algunos  de  los  puntos  indicados  en  el  tratado  de  1750 
no  tenían  correspondencia  en  el  terreno,  do  lo  cual  se 
originaron  frecuentes  discusiones  insolubles.  Se  vio  así 
que  el  tratado  no  era  fálcimentc  ejecutable;  y  ya  por 
ésto,  ya  porque  ninguno  de  ios  dos  gobiernos  estuviera 
satisfecho  de  haberlo  firmado,  convinieron  en  1701  anu- 
larlo completamente,  volviendo  las  cosas  al  estado  que 
habían  tenido  antes  de  1750.  £s  decir  que  continuaría 
el  Sacramento  en  poder  de  los  portugueses  y  las  Misio- 
nes en  poder  de  los  españoles. 

En  el  mismo  ano  celebió  Carlos  III  con  Luis  XV,  de 
Francia,  el  Pació  de  familia  de  donde  resultó  que 
España  y  Portugal  se  encontrasen  en  guerra,  y  que, 
por  orden  de  su  gobierno,  tomase  la  isla  San  Gabriel  y 
sitiase  el  Sacramento  el  gobernador  de  lUienos  Aires, 
que  lo  era  el  famoso  general  don  Pedro  Ceballos.  El 
sitio  duró  25  días.  £1  jefe  de  la  plaza,  don  Vicente  da 
Fonseca,  tuvo  que  capitular  el  20  de  Octubre  de  1762, 
aunque  con  los  lioaores  de  la  guerra.  Los  vencedores 
tomaron  en  el  puerto  2G  buques  ingleses  cargados,  y  en 
k  plaza  mercancías  y  efectos  de  guerra  valuados  en 
más  de  20  millones  de  pesos. 

Pocos  días  después  llegó  una  escuadra  anglo-lusitana 
de  once  buques,  que  venía  á  reforzar  la  guarnición  con 
SOO  hombres.  Al  saber  su  jefe  que  los  portugueses 
hftbían  capitulado,  se  propuso  retomar  el  pueblo  é  hizo 
ftiego  á  sus  fortificaciones.  Hacía  4  horas  que  se  s>oste- 


i 


üiyilizüü  by  GoOgle 


nía,  cuando  se  incendió  e!  Lord  Clwe,  de  54  ca&oncs, 

que  tenía  á  honio  340  hombres.  El  buque  se  perdió;  de 
hus  tripulantes  be  .salvarou  soiumeüte  76  y  el  resto  de 
la  escuadra  se  retiró. 

Mas  sobrevino  la  paz  en  1763;  y  como  las  potencias 
sentaron  en  principio  la  restitución  de  todo  lo  que 
hubiesen  tomado  duranie  la  guerra,  abordaron  particu- 
larmente sus  majestades  Católica  y  Fidelísima  que  se 
devolviesen  la  colonia  y  la  isla  de  San  Gabriel  á  los 
í>ortugiieses,  lo  cual  verificó  Ceballos  á  fines  del  mismo 
año,  entregándolos  artillados  como  entuban  cuaudu 
fuen)n  tomados. 

Esta  paz  no  se  hizo  efectiva  en  el  Río  de  la  Plata, 
debido  á  que  las  usurpaciones  de  los  portugueses  con- 
tihuaron  sin  emboi:*).  Tanta  magnitud  tomaron  en  los 
doce  afios  siguientes,  que  Carlos  111  vióse  obljirado.-i 
emprender  la  guerra  nuevamente  y  á  mandar  be^o  las 
órdenes  de  Ceballos,  que  vino  con  el  tftulo  de  Virrey, 
doce  buques  de  guerra  >  unos  cien  transpon. 'S  ron  OOiX) 
hombres  de  desc^mbaKo.  V^ta  expeibciou  llegó  al  rio 
de  la  Plata  en  Mayo  de  1777,  tomó  el  Sacramento  sin 
hallar  casi  resistencia,  y  se  dispuso  á  llevar  adelante  la 

campañ  a,  ruando  la  iiilrrrtimpií'»  la  i;<jUcia  dr  que  los 
reyes  Ixdigerantes  habían  celebrado  ua  tratado  preli- 
minar de  límites  en  San  Ildefonso,  el  mes  de  lictubre 
del  mismo  año. 

Se  declaro  vn  el  :  que  se  ratilirabaii  li>s  tratados  de 
de  1715  y  de  1703  en  iodo  aquello  que  acttial- 
mente  no  se  derogase;  que  pertenecerían  privativa- 
mente á  la  corona  do  España  los  terrenos  de  las  dos 
in;trgen<:s  del  Plata  y  did  Uruguay,  liasia  donde  desem- 
boca el  río  Pequirí  ó  Pepirí-guazú,  em[)ezando  la  línea 
divisoria  en  el  arroyo  Chuy  y  corriendo  por  la  margen 
de  la  laguna  Merim  y  las  cabeceras  del  río  Negro  y  de 
los  demás  que  <iesa;zuan  en  el  Uruguay  hasta  las  del 


üiyiiizeo  by  Google 


I»E  LA  REPÍ'BLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  149 

Pepirí ;  que  ninguna  de  las  dos  naciones  ocuparía  las 
lagunas  Merim  y  Manguera,  ni  las  tierras  situadas 

entre  ellas  y  el  mai\  ni  una  faja  t^ue  se  tni/^iría  hasta 
el  no  Pepirí  en  todo  lo  largo  de  la  línea,  para  que  fuese 
oeutrai ;  y  que  se  nombrarían  comisarios  para  que  se 
demarcasen  los  límites. 

Esie  tratado  dió  íin  á  la  contienda  de  españoles  y 
[loriugueses  respecto  de  la  colonia  del  Sacramento,  la 
cual  fué  poseída  por  los  primeros  constantemente  desde 
que,  en  cumplimiento  de  las  estipulaciones  de  1777,  fué 
enti^egada  al  representante  de  Carlos  líL 

LXni.     La  peuinsiiU  de  Mautevldeo 

Persiguiendo  su  propósito  de  a{tropiarse  toda  la  costa 
del  río  de  la  Plata,  y  estando  en  paz  las  dos  naciones 
rivales,  el  gobernador  del  Brasil  ordenó  que  una  parte 
de  su  escuadra  penetrara  en  la  bahía  que  bafia  la  base 
del  «:erro  Montevideo  y  ocupase  la  península  que  queda 
^  la  parte  opuesta. 

Así  se  intentó  en  1720,  pero  no  pudo  llevarse  á  cabo 
la  empresa,  porque  buques  españoles  que  recorrían  las 
«oslas  descubrieron  A  los  intrusos  y  los  obliíraron  á 
retirarse.  Se  repitió  alguna  otra  vez  la  tentativa  y  se 
frustró  igualmente*  Pero  en  1723  vino  un  navio  con 
artillería  y  tropas,  desembarcaron  200  hombres  y  cons- 
iruyeron  un  reducto. 

Así  que  este  hecho  fué  conocido  por  el  gobernador  de 
Buenos  Aires,  que  lo  era  el  genersd  don  Bruno  Zabala, 
se  entabló  un  cambio  de  comunicaciones.  Mas,  como  no 
consiíjuiera  el  gobernador  esp¿tiiol  pui  este  medio  que 
ki6  ocupantes  desistieran  de  su  intento,  despachó  fuerzas 
mar  y  tierra  para  que  los  batieran.  No  hubo  necesi- 
dad de  derramar  sangre :  el  jefe  portugués  se  dispuso  á 


üiyiiizeo  by  Google 


150  Bc>SQUEJO  HIST6RIt\> 

evacuar  la  jíenínsuia  en  cuanto  advirtió  que  ci  enemigo 
lo  amenazaba  de  cerca* 

El  i^obernador  ZaUala  hizo  construir  fortiñcaciones 

entonces  para  impedir  que  en  lo  íuiuru  se  repitienin 
tentativas  eonio  la  que  acababa  de  abonar,  y  los  porlu- 
grueses  no  disputaron  más  el  dominio  de  este  punto. 
Poco  después  (1T2())  ftindó  Zabala  la  ciudad  de  San 
Feiipe  y  Sr^ntiago  de  Montevideo;  rei)artió  euire  los 
pobladores  los  terrenos  encerrados  por  los  límites  seña- 
lados á  la  ciudad,  después  de  haberlos  fraccionado  en 
solares  (pi<»  tenían  cincuenta  varas  de  frente  por  otro 
tanto  de  fondo;  reparfi*'»  l<>s  ierreno<;  drl  .jid.),  tlividiiios 
en  suertes  de  chacra,  separadas  unas  de  otras  pov  calU s 
de  doce  varas  de  ancho;  y  dispuso  que  lo  restante  de 
las  tierras  se  dividiesen  en  suertes  de  estancia,  que 
tendrían  media  leí^ua  de  frente  y  uua  y  mk  «lia  de  fondo. 
La  jurisdicción  de  Montevideo  que-ló  deierminada  «le 
este  modo  :  al  Sud,  el  rio  de  la  Plata ;  al  Oeste,  el 
arroyo  Jofré  (Cufré);  al  Este,  el  cerro  Pan  de  azúcar  y 
la  eu'^hilla  que  le  siíjue  en  dirección  al  Norte,  hasta 
tocar  la  cuchilla  Gran'le ;  y  al  2\orte,  esta  cuchilla  hasta 
las  puntas  del  arroyo  Jofré ;  cuya  superficie  mide  poco 
más  6  menos  cuarenta  lepruas  cié  oriente  á  occidente  y 
veinticinco  de  Norte  á  Sud. 

LXIT«  -  £1  Ufo  CSrui4e  v  las  Misiones 

A  fivor  'i- -I  tratado  de  1750  había  iiv;iiizado  la  ocu- 
pación portuguesa,  ix)r  el  Este  y  el  Norte,  hasta  el 
arroyo  Chuy  y  cerca  del  río  Cuareim;  es  decir,  por  todo 
el  Río  Grande  y  las  Misiones  orientales;  pero  no  habían 
usa  lo  <le  reriprocidaí]  devolviendo  la  colonia  del  Sacra"  , 
mentó.  Anulado  atiuel  tratado  \íov  el  de  1761,  delucron 
los  portug'ueses  volver  á  stis  antiguos  límites,  desalo- 
jando los  territorios  de  Río  Grande  y  de  los  siete  pue- 


üiyiiizeo  by  Google 


) 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  151 

i  Jos  de  Misiones.  No  procc<lieron  así,  sin  ombarpro; 
razón  i>oi'  ia  cual  Cebailos,  gobernador  de  Buenos  Aires, 
intimó  tanto  al  ^biemo  del  Brasil  como  al  jefe  militar 
de  Río  Grande,  que  evacuasen  las  tierras  indebidamente 
ocupadas,  tan  pronto  como  tuvo  noticia  del  ultimo  tra- 
tado. La  reclamación  fué  reiterada  en  el  siguiente  año 
(1762)  sin  conseguir  resoltado  alguno. 

Uega  poco  después  al  Rio  de  la  Plata  la  noticia  de 
íiiio.  como  consecuencia  del  Pacto  r^c  familia,  había 
esíiallado  la  guerra  entre  las  dos  curoiias  de  ia  Penín- 
sula ibérica.  Este  suceso  movió  á  Cebailos  á  conseguir 
por  las  armas  lo  que  no  había  podido  obtener  amisto- 
samente. Tomí^  el  Sacramento,  como  ya  se  ha  dicho, 
marchó  luego  hacia  el  Este  á  principios  de  1763  y  tomó 
sucesivamente  el  íüerte  de  Santa  Teresa,  construido 
sobre  el  Chuy,  el  castillo  de  San  Miguel  más  al  Norte, 
V  la  ciudad  de  Río  Grande  de  San  Pedro  al  Oeste  de  la 
la^'una  de  los  Patos.  El  fuerte  de  Santa  Teresa  estaba 
defendido  por  numerosas  tropas  (600  hombres  según 
vmos,  1500  según  otros)  pero  huyó  la  mitad  de  la  guar. 
nición  al  ser  sitiada  y  se  rindió  la  otra  mitad.  No  hizo 
ninguna  resistencia  San  Miprucl.  Y  fué  tanto  el  terror 
que  se  apoderó  de  la  plaza  de  Río  Grande,  que  huyeron 
las  tropas  y  el  ]  ueblo  dejándolo  todo  y  ahogándose 
muchos  al  atravesar  el  río.  El  vencedor  tomó  toda  la 
artillería,  mt mas  y  municiones,  y  muchos  prisioneros» 
La  paz  de  1763  obligó  á  devolver  la  colonia  del  Sacra- 
mento, pero  no  el  territorio  de  Río  Orando ;  por  manera 
que  las  cosas  quedaron  como  se  había  pactado  en  1761, 
poco  más  ó  menos. 

Ni  los  rápidos  triunfos  de  Cebailos,  ni  el  tratado  de 
1763  impidieron  que  los  portugueses  continuaran  porfla- 
<iamente  en  la  ejecución  de  su  pensamiento  de  apro- 
piarse el  Río  Grande.  Invadieron  en  1764  algunos 
puntos  de  este  territorio  y  pretendieron  navegar  en  el 


üiyiiizeo  by  Google 


152 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


río  de  igual  nombre.  En  1767  atacaron  la  ciudad  y  la 
tomaron.  El  primero  de  estos  hechos  ftié  reclamado  por 

e\  «^^obernador  de  Buenos  Aires;  el  segundo  lo  obligó  á 
enviar  un  i  Uvv\)o  de  S(H)  hombres,  el  nial  rci  uperó  la 
ciudad  y  reclamó  el  desalojo  de  los  otros  puntos  ocupa- 
dos por  los  portugueses  abusivamente,  sin  conseguirlo. 
Los  usurpadores  si^ruieron  su  obra.  Estos  hechos  deter- 
minaron al  rey  de  España  á  decretar  la  írrande  expedi- 
ción de  1776,  que  vino  al  Plata  b^jo  las  órdenes  del 
virrey  Ceballos. 

Al  pasar  por  Santa  Catalina,  en  Febrero  de  1777, 
desr  inbarcu  íuerzas  en  la  ensenada  das  Vanaveirds.  El 
gobernador  abandonó  las  fortificaciones  y  luego  capí* 
tuló  cediendo  la  isla  y  sus  dependencias  al  rey  de 
España.  El  virrey  se  propuso  invadir  por  varios  puntos 
el  territorio  de  Riu  (brande  y  ordenó  al  gobernador  de 
Buenos  Aires  que  maix^hara  á  la  frontera  con  las  ftierzas 
disponibles.  Mas  tiempos  desfavorables  forzaron  á  Ja 
escuadra  á  diriírirse  al  Río  de  la  Plata.  Entorpecido  el 
plan  por  est.i  contingencia,  decidió  Ceballos  lomar  el 
Sacramento,  y  volver  luego  á  Kio  Grande.  Ya  se  sabe 
cómo  Secutó  este  primer  paso.  Á  los  pocos  meses  se 
puso  en  camino  hacia  el  Este ;  pero  se  había  celebrado 
la  pa?:  entre  los  nmnarcas  español  y  portugués:  y,  como 
el  iratudo  (le  límites  de  San  Ildefonso  dejaba  el  Rio 
Grande  del  lado  de  Portugal,  cesaron  las  hostilidades  y 
se  devolvió  Santa  Catalina. 

Aunque  los  ]>ortu<Tnieses  se  connivieron  despucs. 
durante  varios  años,  volvieron,  al  concluir  el  siglo  X VIH, 
á  invadir,  no  todavía  terrenos  españoles,  pero  sí  la  2ona 
neutral  de  la  frontera  que  se  extendía  desde  Santa  Tecla 
hasta  el  Monte  Grande.  Y  bastó  que  se  supiera  en  el 
Brasil  que  babia  estallado  en  la  Península  ibérica  l¿í 
guerra  de  1801  para  que  el  virrey  de  Rio  de  Janaro 
ordenase  una  campafia  y  el  gobernador  de  Río  Grande 


üiyiiizeo  by  Google 


i)K  LA  RKI'CbLICA  UKIEZsTAL  del  URUGUAY  153 


llamase  á  las  armas  á  todos  los  desertores  que  quisieran 

tomarlas.  Varios  cuerpos  de  ejercito  marcharon  inme- 
diatamente y  atacaron  á  la  vez  las  guai'dias  y  pequeñas 
guaniiciones  que  tenían  los  españoles  sobre  la  frontera, 
desde  el  Chuy  hasta  el  Cerrolargo,  y  tomaron  todos 
estos  puntos.  Fuerun  atacados  también  los  pueblos  de 
las  Misiones  orientales  en  Octubre  y  Noviembre;  los 
españoles^  desprevenidoSt  no  pudieron  resistir  con 
éxito,  y  los  invasores  ocuparon  todo  el  territorio  hasta 

el  río  Cuareim. 

Las  tropas  del  Río  de  la  Plata  se  dirigieron  á  su 
tamo  á  la  frontera  oriental  para  recuperar  las  posi* 
Clones  perdidas.  Los  portugueses  se  refiraron,  antes 

quo  llegaran  los  españoles,  tanto  del  Cerrolargo  como 
de  lüs  Giros  puntos  más  rueridionaies.  Acaso  hubieran 
hecho  lo  mismo  si  las  fuerzas  rioplatenses  hubieran 
marchado  á  tiempo  hacia  el  Norte;  pero  vino  á  impe 
dirlo  la  paz  que  los  reyes  de  España  y  Portugal  cele- 
braron en  Junio  del  mismo  año  1801,  ios  lusitanos 
alegaron  que  el  tratado  no  los  obligaba  á  abandonar 
las  tierras  conquistadas,  y  continuaron  en  posesión  de 
ellas  para  siempre. 

IiXT.     Lai  lüTifloBes  extravien».     Primeros  aetos 

de  «ntonoinía  criolla 

Las  guerras  de  España  dieron  ocasión  en  todo  tiempo 
á  sus  enemigos  para  intentar  la  usurpación  de  sus 
posesiones  americanas  ó,  por  lo  menos,  para  Secutar 
exacciones  y  otros  actos  de  prepotencia.  El  Río  de  la 
Plata  fué  en  diversas  épocas  el  objeto  de  empresas  de 
esta  clase. 

Estando  en  guerra  Francia  con  España,  vino  el  gene- 
ral Osmat,  llamado  el  caballero  Lafontaine,  por  orden 

de  Luis  XIV,  en  1658,  con  tres  naves,  á  apoderarse  de 


i 


ir>4  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

la  ciudad  do  Buenos  Aires.  La  plaza  se  defendió  con 
enei^ía.  Los  franceses  perdieron  á  su  general  y  el  prin- 
cipal de  sus  buques,  y  tuvieron  que  retirarse. 

Otros  franceses  y  alirunos  holandeses  y  dinanianjueses 
trajeron  en  dixersas  feclias,  á  distintos  puntos  del  Rio 
de  la  Plata,  amenazas  más  ó  menos  serías  que  nunca  se 
realizaron. 

Los  mái5  lemibles  de  iodos  los  invasores  han  sido  los 
in¿§leses.  Ya  en  1582  (luiso  apoderai'se  de  Martín  García 
el  corsario  Eduardo  Fontans. 

Cerca  de  dos  siglos  después  tomaron  posesión  de  una 
de  las  islas  Malvinas.  El  virrev  de  Buenos  Aires  los 
hizo  expulsar  |)or  la  fuerza  á  mediados  de  1770;  mas 
Carlos  III  desaprobó  el  acto  y  mandó  devolver  la  isla  á 
los  usurpadores,  si  bien  con  la  condición  no  reclamada 
(le  que  más  adelante  discutirían  los  írobiernos  el  derecho 
de  soberanía.  Los  ingleses  poseen,  todavía  ahora, 
aquellas  islas. 

Las  perras  en  que  Napoleón  I  comprometió  á  Garlos 
IV  vu  los  ¡niineros  años  del  siglo  \IX  dieion  pretexto 
á  Inglaterra  para  emprender  la  conquisia  del  Río  de  la 
Plata. 

Se  vió  en  Noviembre  de  1805  que  entraba  en  la  Bahía 

do  Todos  los  Santos  (Brasil)  una  escuadra  ini^-lesa.  El 
virrey  del  Plata,  que  lo  era  el  mai-qu(^s  de  Sobre-Monte, 
sintió  alguna  inquietud  cuando  lo  supo,  se  trasladó  á 
Montevideo,  y  dictó  allí  algunas  medidas;  pero,  como 
luego  viniera  la  noticia  de  que  la  escuadra  había 
lomado  la  dirección  del  Cabo  de  Buena  Esperanza,  se 
restableció  la  tranquilidad. 

La  escuadra,  en  efecto,  había  ido  á  conquistar  el 
Cabo,  (que  pertenecía  á  los  holandeses)  llevando  á  bordo 
tuerzas  (¿ue  obedecían  á  las  órdenes  del  general  lii\'u\ 
Baird.  Pero,  cuando  ya  nadie  pensaba  en  ella,  apareció 
en  el  río  de  la  Plata  (Junio  de  1806)  y  desembarcó  en 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  K£PÚfiLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  155 


Wüiime.s,  íí  pocMs  Ippiins  do  Buenos  Aires,  los  \7)in)  hom- 
t)res  que  traía.  La  exj>edicic>a  naval  ern  mandada  por 
8ir  Howe  Popham;  la  tropa  por  sir  Wiliiam  Cars 
Heresford.  La  dudad  de  Buenos  Aires  conlaría  una 
poblncitSn  de  50  mil  j)ersonas  próximamente  ;  no  tenía 
defensa  ninguna  por  el  lado  de  tierra ;  había  en  sus 
depósitos  mucho  armamento,  pero  carecía  de  tropas 
veteranas,  pues  el  virrey  había  enviado  á  Monte- 
video las  que  liaUía,  pensariílo  que  <^stn  era  la  plaza 
amenazada.  Algunas  milicias  que  salieron  al  enciientro 
délos  ingrleses  lUeron  fácilmente  derrotadas.  El  virrey, 
en  vez  de  or^anisiar  la  defensa,  huyó  al  interior  con  los 
caudales.  Beresford  intimó  la  rendición  ;  reuniéronse 
ios  oficiales  de  la  plana  mayor  y  algunas  corporaciones 
para  delii)erar,  los  cuales  resolvieron  entregar  la  plaza, 
y  los  ingleses  entraron  en  ella  tranquilamente  y  ocupa- 
ron el  fuerte  y  los  cuarteles. 

En  4  uanto  esto  sucedió  se  dedicaron  dos  hombres  á 
trabiyar  por  la  reconquista :  don  Martín  de  Pueyrredon 
y  el  capitán  de  navio  don  Santiago  Liniers.  Francés 
era  éste,  que  servía  en  la  m  arina  ('Si)añola  á  favor  de 
las  relaciones  de  las  dos  naciones  separadas  por  los 
Pirineos,  y  nacido  en  el  Río  de  la  Plata  el  otro.  El  pri- 
mero ordenó  á  los  paisanos  de  la  ciudad  y  sus  cercanías 
íjue  se  le  reunieran  ;  el  seíj^runio  ynn^ij  sigilosamente  á 
Montevideo,  obtuvo  allí  1000  hombres  y  cañones,  ven- 
ciendo resistencias  que  le  oponía  la  autoridad  militar, 
regresó  por  tierra  hasta  el  Sacramento,  atravesó  el  río, 
^e  puso  de  acuerdo  con  Pueyrredón.  ii  acarón  la  ciudad 
á  mediados  de  Agosto,  cooj>eró  el  pucijlo  conduciendo 
á  brazo  los  cañones  y  lanzando  de  balcones  y  azoteas 
toda  clase  de  objetos  ofensivos,  y  Bei*esford  se  rindió  á 
su  vez. 

No  por  eso  desapareció  el  peligro.  La  escuadra  so 
apoderó  de  Maldonado  y  se  mantuvo  en  la  boca  del  río 


üiyiiizeo  by  Google 


156 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


ílo  la  Plata  bloqueando  los  puertos  y  osperaiiclo  nuevas 
tropas  para  recomenzar  en  tierra  las  hostilidades.  Lle- 
garon bajo  las  órdenes  de  sir  Samuel  Auchmuty  v 

oniMiii^fs  los  in^'-losei.  i  a  acarón  y  tomaron  á  Montevideo. 
(Ir  ebrero  de  1807.) 

Como  recibieran  poco  después  nuevos  reftierzos,  los 
ingleses,  se  dirigieron  contra  Buenos  Aires  en  número 
de  mas  de  13  mil  huiubies,  mandados  por  el  general 
^\'llitelocke.  JUesembarcaron  enia ensenada  de  Barragan 
á  principios  de  Julio;  derrotaron  á  Liniers  cerca  de 
Buenos  Aires;  el  cabildo  |»reparó  la  defensa  dentro  de 
la  ciudad  ;  llevaron  v\  asalto  los  invasores  ;  defendióse 
el  pueblo  ;  el  conibaie  duró  dos  días  y  concluyó  por 
la  capitulación  del  general  Whitelocke,  quien  se 
obligó  á  evacuar  la  capital  del  virreinato  en  el  término 
de  48  horas  y  la  ciudad  <le  MontevidtMj  á  los  dos  meses; 
cuyas  cláusui<i>  se  cumplieron  puntualmente. 

En  estos  hechos  hay  gloria  colectiva,  que  alcanza  á 
todo  el  pueblo  por  igual;  pero  hay  algo  más  que,  apa- 
reciendo á  inant-ra  de  germen,  debía  desenvolverse 
rápidameiiie,  uaiisiurmarse,  evolucionar  hasta  tomar 
formas  específicas  distintas  y  obrar  como  fuerza  eficiente 
en  los  destinos  del  Rio  de  la  Plata.  Ese  algo  es  la  inter- 
vención do  la  clase  de  los  nacidos  en  America,  en  los 
sucesos  de  orden  pú'^lico.  En  tiempo  de  paz  ius  espa- 
ñoles se  habían  bastado  para  desempeñar  solos  las  fun- 
ciones oficiales;  en  tiempo  de  guerra,  de  una  guerra 
inesperada  que  no  dió  tiempo  á  que  un  Ceballos  trajese 
de  España  los  soldados  t'>paíioies  que  habían  de  defen- 
der la  Am  !  i  a  de  los  ataques  del  extranjero,  ni  á  que 
balasen  de  las  Misiones  miliares  de  guaranis  sin  volun- 
tad ni  aspiraciones  propias,  fué  necesario  admitir  el 
concurso  de  cnollo.>  y  aiulaius,  y  darles  participación 
consciente  en  un  episodic»  que  era  á  la  vez  acto  milit^ir 
y  político*  Débese  al  hecho,  aunque  no  al  propósito  de 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  157 

bis  isiones  inglesas,  que  el  pueblo  americano  haya 
asumido  por  primera  vez  en  el  püblico  escenario  del 
Plata  un  papel  activo  y  espontáneo. 

SECCIÓN  IV 

La  revolución  del  Rio  de  la  Plata 

LXTL  —  Se  acentúan  la  antoaomia  del  TÍrreinato  j  la  personalidad 

palitlea  del  element»  amerletta 

Las  invasiones  in^^lesas  tuvieron  una  trascendencia 
tan  grande  como  inesperada  en  los  destinos  del  Río  de 
la  Plata,  y  aun  en  los  de  la  América  española,  si  no 
como  causa  eficiente,  como  causa  ocasional. 

Toda  la  numerosa  población  de  criollos,  mulatos, 
zambos  é  indígenas  distaba  mucho  de  estar  satisfeciia 
de  la  dominación  española.  Se  sabe  cómo  las  tres  últi- 
mas de  estas  clases  eran  consideradas  en  el  orden  pri- 
vado !  se  les  tenía  por  mwy  inleriores,  constantemente 
sometidas,  condenadas  á  las  ocupaciones  que  se  repu- 
taban menos  dignas ;  es  decir,  pobres,  si^jetas,  cansa- 
das y  menospreciadas.  La  conducta  de  las  clases  infe- 
riores era  tran(iuila  y  resignada,  pero  no  ptxiía  ser 
tranca,  ni  su  cordialidad  tan  íirme  que  i^esistiese  á  toda 
prueba .  Los  criollos  ocupaban  posición  mucho  más  ven- 
ti^osa,  sin  duda,  pero  no  escaseaban  resentimientos  y 
nvali'iades  entre  ellos  y  los  españoles.  Más  conocedores 
de  la  naturaleza  humana,  y  mejores  apreciadores  de  los 
bechoSy  no  pensaban  sin  irritarse  en  que  los  europeos 
los  excluían  de  las  flinciones  de  la  vida  pública ;  en  que 
vxn  en  los  cabildos,  institución  esencialmente  |)0i)ular. 
ae  reservaban  los  puestos  más  inüuyentes  y  se  hacían 
aeompañar  por  los  americanos  más  imbuidos  por  el 
lentiiníento  de  sumisión  á  los  conquistadores ;  en  que 


i»        üiyiiizeo  by  Google 


158  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

fec  les  liabíari  notado  sisiemálicaaien le  libertades  en  las 
artes,  en  las  industrias  y  eu  el  comercio,  de  que  habían 
goeado  no  sólo  los  habitautes  de  Espafka,  sino  también 
las  deuuLs  ()n)vinrias  americanas  dominadas  por  espa- 
ñoles, y  que  iiabia  ile  las  veuiajas  de  la  instrucci(Mi  pri- 
maria y  profesional  liabian  sido  excluidos  como  ninguna 
otra  regfión  del  continente.  Se  creían,  pues,  tiumillados 
como  nadie  :  su  ahivez  de  raza  se  sui»lovaba  á  menudo 
y  estallaba  en  reerinüaauone^  que  pei  iurbaban  la  pax 
de  las  familias,  y  la  comunidad  de  desgracias  favorecía 
la  diftisión  de  estos  sentimientos  en  las  clases  inferiores. 

Este  era  el  estado  frenmil  d^-  les  ánimos  cuando  los 
ingleses  vinieron  á  apoderarse  del  Uío  de  la  Plata.  No 
puede  decirse  que  los  americanos  aspiraran  á  la  inde- 
pendencia nacional,  pero  sí  que  tenían  idea  do  las 

injusticias  que  sufrían,  y  que  creían  tener  el  derecho  de 
ser  igualados  en  lodas  las  ventajas  á  los  españoles,  de 
participar  como  ellos  en  la  administiación  pública,  y 
hasta  de  influir  en  su  suerte  futura  con  libertad  mucho 
más  amplia  que  la  acordada  por  los  reyes  á  la  Anu  rica. 

La  conducta  del  virrey  Sobre-Monteen  1800,  cobartie 
é  inepta,  y  la  de  la  clase  militar,  igualmente  nula  y 
bochornosa,  exaltaron  sobremanera  el  sentimiento 
patriótico  de  criollos  y  españoles  e  inspiraran  el  des- 
precio y  las  burlas  de  aquéllos,  de  zambos  y  mulatos» 
tanto  más  acerbos  cuanto  la  hazaña  de  la  reconquista 
les  había  mostrado  á  todos  los  elementos  del  pueblo 
cuán  superiores  habían  sido  en  dignidad  y^n  bravura 
á  los  «jue  tenían  el  encargo  especial  de  deíender  el 
honor  y  la  integridad  de  los  dominios  de  la  corona.  No 
es  de  extrafiar,  pues,  que  cuando,  vencido  ya  Beres- 
ford,  se  acercó  el  virrey  á  la  ciudad  para  asumir  el 
mando,  se  reunieran  ludas  las  clases  populares  indis- 
tintamenic  ante  el  Cabildo,  pidieran  á  gritos  que  se 
prohibiera  á  Sobre-Monte  la  entrada,  y  que  le  obliga* 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  0RI£2<XAL  DEL  URUGUAY  159 

hcn  á  delegar  en  don  Santiago  Liniers  el  mando  militar 
)  á  trasladarse  á  Montevideo.  (Agosto  de  1800.) 

Nueva  prueba  de  su  incapacidad  dió  acjuí  cuaudo  los 
igleses  abrieron  su  segunda  campaña.  Nada  conveniente 
üis[)Uso ;  se  situó  fuera  de  la  plaza,  al  abrigo  de  riesgos; 
y,  cuando  el  asalto,  emprendió  la  retirada  hacia  la 
colonia  del  Sacramento.  No  bien  se  supo  ésto  en 
Baenos  Aires,  se  apoderó  del  pueblo  el  furor,  y  deter- 
minó á  las  corporaciones  civiles  á  reunirse  con  sus 
[Toliombres  y  á  deliberar  acerca  de  la  de[)os¡ción  del 
virrey.  Se  resolvió  en  esa  asamblea  de  altos  funciona- 
lios  y  de  personas  privadas  suspenderlo  en  el  mando 
político  y  militar;  'pasó  el  primero  á  la  audiencia  y  el 
segundo  á  Liniers,  (10  de  Febrero  de  1807)  se  enviaron 
tropas  para  aprehender  al  depuesto  en  donde  se  le 
hallase,  y  se  dió  cuenta  de  todo  á  la  corte  para  que  nom- 
brase un  sustituto. 

Este  acto,  de  audacia  inaudita  en  aquellos  tiempos  y 
lugares,  luvo  todos  los  caracteres  de  una  revolución 
verdaderamente  popular.  Y  si  el  hecho  es  notable  como 
efecto  de  la  voluntad  de  Buenos  Aires,  lo  es  más  aún 
l'oniue  se  operó  con  el  concurso  íranco  de  ios  criollos, 
i¿ue  obraron  en  esa  ocasión  obedeciendo  á.  su  propio 
sentimiento  y  haciendo  valer  su  voto  como  expresión  de 
su  propio  derecho  político. 

Carlos  IV,  sin  darse  cuenta,  probablemente,  de  la 
gran  significación  de  los  acontecimientos,  aceptó  la 
d^KKsición  decretada  en  Buenos  Aires  por  criollos  y 
españoles  y  tuvo  la  deferencia,  acaso  no  del  todo  espon- 
tánea, de  mandar  al  candidato  popular  los  despachos 
de  mariscal  y  de  virrey  inierino  del  [Río  de  la  Plata, 
cuyo  puesto  ocupó  Liniers  á  mediados  de  Mayo  de  1808. 
Ya  puede  suponerse  el  aliento  que  tomaría  el  pueblo  con. 
este  triuni'o  material  y  uior.il,  y  cuánto  se  robusteceríaa 
iis  sentimientos  políticos  de  la  clase  americana. 


üiyiiizeo  by  Google 


100 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


LXTII.  —  BompimlesU  tmtrt  «iMItt  j  ctpaMcs 

Si  los  sucesos  inesperados  de  1800  y  ISuT  ui vieron  la 
¿grande  importancia  de  dar  ocasión  á  que  el  i>ueljlo  pro- 
cediera de  modo  incompatible  con  el  absolutismo  del 
poder  que  mandaba  en  toda  la  América,  y  de  que  apa- 
recieran como  parte  de  la  fuerza  i)()pular  los  hombres 
nacidos  en  el  Plata,  no  la  tuvieron  menos  los  sucesos, 
igaalmente  ínesiierados,  que  tuvieron  lugar  eo  1808  y 
á  principios  de  1809,  porque  Aiei*on  causa  de  que  se 
pronunciase  el  anlagonisnu)  de  criollos  y  esi». moles, 
aunque  sin  deíinii*se  todavía  el  i»ensamieato  de  eman- 
cipar la  América  de  la  autoridad  de  los  i^yes  europeos. 

En  efecto :  así  que  Napoleón  I  obtuvo  que  su  dinastía 
sucediera  á  la  borbónica  en  el  trono  de  España  y  de  las 
indias  por  la  cesión  de  Carlos  IV,  y  que  el  pueblo  de  la 
Península  negó  la  legitimidad  de  esa  sucesión  impix)vi- 
sando  juntas  de  gobierno  qu(^  juraban  fidelidad  á  Fer* 
nando  VIL  secuestrado  en  Francia,  surgieron  do  golpe 
vanos  problemas,  á  cual  más  grave.  ¿  Que  5>e  pro- 
pondría Napoleón  respecto  de  la  América  f  |  Qué  pre* 
tenderían,  en  cuanto  á  ella,  las  Juntas  de  gobierno 
españolas  t  ¿  Que  actitud  asumnia  iu  América  t  No  se 
tardó  mucho  en  saberse. 

La  abdicación  de  Carlos  IV  y  la  proclamación  de 
Fernando  VII  se  conocieron  en  el  Río  de  la  Plata  tan 
pronto  como  lu  pLi  iuitieron  los  medios  de  comunicación 
usados  ent(Mices.  Se  disponían  lodos  á  jurar  al  nuevo 
rey,  cuando  se  le  avisó  á  Liniers  desde  Montevideo  que 
graves  sucesos  habían  ocuiTido  en  Europa  y  que  aca- 
baba de  llegar  un  emisario  del  emperador  Napoleón.  El 
emisario  era  el  marques  de  Sassenay.  Había  salido  de 
Bayona  en  Mayo ;  vientos  desfavorables  habían  obligado 
al  buque  de  guerra  que  lo  conducía  á  arribar  en 


üiyiiizeo  by  Google 


Dfi  LA.  Rfil^ÚBLlCA  OiUENTAL  DEL  URUGUAY  101 

Maldonado ;  de  ahí  había  pasado  á  Montevideo  por 
tierra,  y  de  aquí  á  Buenos  Aires,  á  cuya  ciudad  llegó 
el  13  de  Agosto.  Se  le  recibió  en  el  palacio  real,  situado 
en  el  recinto  del  fuerte^  pero  Uniers  no  se  atrevió  á 
llamarlo  ante  sí  hasta  que  hubo  reunido  en  su  despa- 
cho á  los  principales  individuos  de  la  audiencia  y  del 
cabildo,  porque,  como  era  francés  y  no  se  ignoraba  la 
admiración  que  tenía  por  el  grande  hombre  de  la  época, 
temió  hacerse  sospechoso  al  pueblo.  Reunidas  las  per- 
sonas á  quienes  precipitadamente  había  convocado, 
hizo  entrar  al  marqués  de  Sassenay  y  le  preguntó  en 
tono  frío  y  seco,  que  comisión  traía.  El  marqués  entregó 
por  toda  respuesta  una  valija  de  despachos.  En  ellos  se 
constataban  los  sucesos  de  Bayona,  se  bacía  saber  que 
Napoleón  cedería  en  breve  su  derecho  de  soberanía  á 
José  Bonaparte,  y  se  esperaba  que  el  Río  de  la  Plata  se 
adheriría  con  jubilo  á  la  nueva  situación.  La  lectura  de 
estos  documentos  irritó  sobremanera  á  los  españoles 
presentes.  A^gnnos  propusieron  que  se  tratase  como 
enemigo  al  marqués ;  pero  prevaleció  la  idea  de  que  se 
le  ordenara  el  inmediato  regreso  á  Europa,  por  vía  de 

Monievideo. 

No  pudo  salir  buque  alguno  ese  día,  por  mal  tiempo. 
Uniers  aprovechó  la  noche  para  conferenciar  secreta- 
mente con  Sassenay,  á  quién  conocfa  desde  hacía  seis 

ó  siete  afioís.  El  marqués  había  esperado  ser  mejor 
recibido  por  esta  circunstancia.  Liniers  se  excusó 
diciéodole  que  entre  la  dinastía  borbónica  y  la  de 
Napoleón,  le  sería  más  simpática  esta  última;  pero  que 
no  tenía  tropas  re^^ulares,  que  toda  su  autoridad  depen- 
día de  la  conibrmidad  de  sus  actos  con  la  voluntad 
popular,  que  cualquiera  hecho  ó  palabra  equívoca  bas- 
tarla para  inspirar  sospechas,  por  haber  nacido  en 
Francia,  y  que  lo  más  conveniente  sería  esperar  á  los 
sucesos  y  coniemporizar  entretanto. 

n 


üiyiiizeo  by  Google 


162 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


La  reserv  a  con  que  todo  se  hizo  no  impidió  que  se 
supiera  en  la  ciudad  la  venida  de  Sassenay  y  lo  esen* 
cial  de  la  misión  que  traía.  La  emoción  fíié  inmensa»  y 
la  aversión  al  usurpador  unáninít*.  Todus  pensaban  en 
que  el  virrey  <^ra  írancés,  y  se  preguntaban  que  pensa- 
ría el  virrey.  Liniers,  temeroso  de  que  el  silencio  diera 
facilidades  á  suposiciones  inconvenientes  se  resolvió  á 
publicar  un  maniíiesto.  Pero,  mientras  por  un  lado 
tenia  que  satisfacer  el  patriotismo  del  pueblo,  por  otro 
debía  tener  en  vista  que  Espafia  tenia  á  la  fecha  por 
rey  á  un  Bonaparte.  Y  si  Espafia  lo  aceptara  { cómo  lo 
rechazaría  América  ?  ^  Cómo  podría  rebelarse  él  contra 
el  monarca  cuya  autoridad  ya  representaba  probable* 
mente}  La  indecisión  invadió  su  ánimo»  y  el  manifiesto 
resultó  ambiguo. 

La  impresión  que  piudujo  fué  deplorable,  pero  no 
significó  lo  mismo  ea  ios  americanos  que  en  los  españo- 
les. Éstos  vieron  en  aquel  documento  la  revelación  de 
que  Liniers  se  disponía  á  corresponder  á  la  ambición 
del  eniperadur  de  los  franceses,  y  em[)ezaron  á  mirarlo 
como  traidor  á  Espaüa.  Los  americanos,  juzgando  más 
fríamente  las  cosas,  pensaban  que  si  Espafia  tenia  el 
derecho  de  aceptar  ó  de  rechazar  á  Bonaparte,  la  Amé- 
rica tema,  por  lo  menos,  el  de  pronunciarse  sc¿^ún  su 
propia  voluntad,  y  el  de  aprovechar  los  sucesos  para 
asegurar  su  autonomía;  y,  en  tal  concepto,  se  inclina- 
ban á  hacer  de  Liniers  el  jefe  de  los  intereses  americanos 
del  Rio  de  la  Plata.  Entretanto  el  virrey,  nu  atrevién- 
dose á  pronunciarse  resueliamenie  en  íávor  del  nuevo 
rey»  ni  de  los  españoles,  ni  de  los  americanos,  procuró 
aplacar  la  exaltación  de  los  segundos  celebrando  el  21 
de  Agosto  el  juramento  solemne  del  rey  Fernando  VIL 

A  los  dos  días  llegó  don  Manuel  Goyenecho,  enviado 
por  la  Junta  de  Sevilla  para  que  hiciera  conocer  en  el 
Río  de  la  Plata  y  en  el  Perú  el  levantamiento  de  España 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  RKPCbLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  Hi3 


contra  la  dominación  napoleónica.  Esta  noticia  avivó  el 

sentimiento  de  los  españoles ;  y,  como  el  enviado,  que 
había  estado  en  Montevideo  durante  tres  díns,  refirió  el 
entusiasmo  con  que  esta  citidad  manifestaba  su  adhe- 
sión á  Fernando  VII  y  el  odio  con  que  se  expresaba 
contra  el  francés  que  en  Buenos  Aires  desempeñaba  el 
virreinato,  la  aversión  de  los  españoles  á  Liniers  y  el 
recelo  que  éste  les  inspiraba  se  ahondai^on  de  día  en  dia; 
y  tanto,  que  se  resolvieron  á  deponerlo  y  á  nombrar 
una  Junta,  como  las  que  habían  nombrado  las  provin- 
cias esimüolas.  El  cabildu  encabezaba  estos  trabajos, 
aguijoneado  por  el  alcalde  Alzaga,  que  gozaba  de  pres- 
tigio entre  los  espafioles ;  pero«  no  atreviéndose  á  iniciar 
d  movimiento  en  Buenos  Aires,  juzgaron  preferible 
hacerlo  estallar  en  Montevideo,  aprovechando  la  cir- 
cunstancia de  que  españoles  y  americanos  estaban  uni- 
dos en  esta  ciudad  en  su  odio  contra  el  virrey  y  en  su 
adhesión  á  los  intereses  de  España,  con  cuyo  fin  se 
trasladó  Alzaga  á  Montevideo. 

A  su  vez  los  americanos,  seguros  como  estaban  de 
que  si  prevalecía  la  influencia  de  sus  antagonistas  se 
verían  ellos  más  sujetos  y  maltratados  que  nunca«  por 
el  interés  de  que  el  monarca  ejerciese  su  poder  sin 
recelos  ni  traba  alguna»  y  de  que  no  fuese  menoscabado 
lo  que  ellos  entendían  que  era  derecho  de  los  españoles 
de  éjercer  exclusivamente  la  administración  de  las 
colonias,  y  de  intervenir  en  ella  con  su  consejo  ó  con 
su  opinión,  trab^aban  por  aunar  sus  fuerzas  y  por 
extenderlas,  así  como  procuraban  decidir  al  virrey  á 
que  hiciera  causa  común  con  ellos.  Pero  el  virrey  no  se 

libraba  de  su  pusilanimidad. 
La  oposición  de  los  dos  parados  se  extremó  hasta 

Iue,  al  fin,  el  gobernador,  el  cabildo  y  las  tropas  de 
lontevideo  se  apartaron  abiertamente  de  la  obediencia 

que  le  debían  á  Liniers  y  constituyeron  en  Septiembre 


üiyiiizeo  by  Google 


164  BOSQUÜJO  HISTÓRia) 

de  180S,  en  confoi-iiiidad  ron  las  proposiciones  de 
Alzaba,  xinajutUa  de  gobienio  destinada  á  conservar  la 
fidelidad  de  los  pueblos  del  Plata  á  España^  fuera  cual 
fiiese  su  rey  ó  gobernante,  y  á  combatir  la  autoridad, 
que  ellos  decían  ^  napolróaica  de  Liiuers,  así  como 
la  preiionderan-  ia  que  no  estaban  lejos  de  tener  los 
americanos  de  Buenos  Aires,  y  que  sería  tan  ñinesta  en 
América  para  los  intereses  dinásticos  de  los  borbones» 
como  el  despotismo  de  los  buiia|)arte. 

Esta  junta,  el  gobernador  y  el  cabildo,  empezaron  á 
trabfijar  activisimamente  por  conseguir  la  deposición 
del  virr*  \  y  [\ov  eliminar  á  los  americanos  de  los  nego- 
cios públicos.  Mandaron  á  España  comunicaciones  y 
uuiisarios  para  inducir  á  la  Junta  central  de  la  Penín- 
sula á  que  nombrase  otro  virrey  más  seguramente 
adicto  á  la  nación  española  y  activaron  su  correspon«» 
dencia  con  el  cabildo  y  con  los  españoles  más  caracte- 
rizados de  Hílenos  Aires  animándolos  á  que  apresuraran 
su  pronun(  i  amiento  contra  Liniers  y  los  americanos. 

El  cabildo  de  Buenos  Aires,  una  vez  que  se  hubo 
asefrurado  de  <iue  los  cuerpos  milicianos  de  españoles 
que  había  en  la  plaza  secundarían  sus  trabajos,  exigió 
el  r  de  Enero  de  1809  á  Liniers  que  depusiese  el 
mando,  y  las  tropas  de  catalanes,  vascos  y  gallegos, 
formadas  en  la  plaza,  demandaron  tambit^n  á  gritos  que 
renunciase  el  virrey  y  que*  se  nombrase  una  junta  de 
gobierno  como  las  de  España,  Liniers,  no  atreviéndose 
á  resistir  á  este  aparato  de  fUerzas  y  á  la  autoridad  del 
cabildo,  firmó  la  renuncia  de  su  cargo.  Pero  se  inter- 
puso ei)  st'2"uida  la  Legiuu  de  patricios,  mandada  por 
el  coronel  don  Cornelio  Saavedra,  penetró  en  el  fuerte, 
obligó  á  Liniers  á  retirar  su  renuncia,  y  éste,  que  se 
hizo  de  energía  al  verse  así  apoyado,  disolvió  los  cuer- 
pos militares  que  no  \o  ins|>irabau  coníiaii/a,  desterró 
á  Patagonia  á  los  capitulares  que  encabezaron  el  movi- 


üiyiiizeo  by  Google 


4 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  BEL  URÜOUAY  165 

miento  y  tomó  otras  medidas  tondentes  á  consolidar  su 
aatoridad. 

Los  americanos  dominaion,  pues,  enteramente  la 
situación.  Pero,  si  bien  los  trabajos  de  Buenos  Aires  no 
dieron  el  resultado  apetecido,  consiguieron  las  autori* 
dades  de  Montevideo  que  el  gobierno  provisional  de 
España  nombrase  en  Febrero  del  mismo  año  (IsuUj  á 
don  Üaltasar  Hidalgo  de  Cisneros  para  desempeñar  el 
virreinato  dei  Río  de  la  Plata.  Hidalgo  llegó  á  Monte* 
video  al  terminar  el  mes  de  Junio,  en  donde  se  detuvo 
hasta  enterarse  de  la  situación  de  Buenos  Aires  v  estar 
cierto  de  (^ue  sería  pacííicamente  recibido.  Los  ameri- 
canos pidieron  á  Liniers  que  no  entregara  el  mando, 
pero  el  virrey  no  quiso  ser  desleal  á  la  causa  de  la 
monarquía  española.  Con  todo,  no  se  atrevió  Hidalgo  á 
pasar  directamente  á  Buenos  Aires,  snio  que  lUe  á  la 
Colonia,  solicitó  que  allí  se  le  biciese  acto  de  reconoci- 
miento, y  después  de  veriflcado  entró  en  la  capital  el 
3í)  de  Julio,  sin  qne  nadie  hiciera  demostración  que  le 
fuera  desfavorable. 

i  Qué  sucedería  desde  esto  día  ?  i  Se  sometorían  los 
americanos  á  los  españoles  volviendo  á  su  condición 
aniigua,  ó  vencerían  al  nuevo  virrey  como  vencieron  al 
cabildo  y  á  las  milicias  europeas  ¡  Se  verá  pronto. 

LXVIII.  —  Regencia  eb|»ii¿oIa  ó  regencia  americana 

Se  ha  dicho  en  artículos  anteriores  de  este  libro 
(XXXIX)  que  América  era  un  dominio  de  los  reyes  que 
sucedieron  á  Fernando,  y  España  otro  dominio,  regidos 
cada  uno  por  leyes  y  funcionarios  distintos;  y  que,  si 
Uen  los  dos  dependían  del  mismo  rey,  como  dos  suelos 
[Hieden  depender  de  un  mismo  dueño,  no  dependía 
América  de  España,  ni  España  de  América,  como  no 
depende  un  suelo  del  otro.  Ahora  bien  :  España  y  Amé- 


üiyiiizeo  by  Google 


100  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

rica  aceptaron  la  abdicación  que  Carlos  1\  hizo  de  los 
dos  reinos  en  favor  de  su  hyo  Fernando ;  oms  no  acep- 
taron las  abdicaciones  que  padre  é  h^o  hicieron  á  la 
fVierza  en  Brivona,  íü^mÍvo  por  ol  rual  era  Fernando  VII 
el  rey  legiumo  para  los  españoles  y  para  los  america- 
nos. Pero,  como  este  rey  estaba  secuestrado  en  Fran- 
cia, no  podfa  ejercer  su  poder;  de  cuya  imposibilidad 
surííió  la  necesidad  de  <iue  alcriiien  lo  ejerciera  en  su 
noml>re,  mientras  el  secuestro  durase.  Los  españoles 
asumieron  entonces  por  momentos  la  soberanía  y  nom- 
braron la  Junta  central  de  gobierno  y  luego  la  Junta  de 
rcürencia,  con  carácter  temporario  y  jurando  fidelidad  á 
Fernando  VIL  Los  americanos  det)ieron  asumir  tam- 
bién la  soberanía  y  constituir  una  autoridad  que  supliese 
la  falta  del  rey,  con  independencia  de  las  juntas  do 
Esimfia,  ya  ijue  la  América  era  distinta  ó  independiente 
de  eila. 

No  se  procedió  así,  empero.  Las  autoridades  de  Mon- 
tevideo  nombraron  la  Junta  en  Septiembre  con  el  fln 

de  rebelarse  contra  LiniiM  s,  á  quien  juzgaban  dispuesto 
á  traicionar  la  causa  española  justificando  su  conducta 
con  su  lealtad  al  rey  Fernando  y  con  el  ejemplo  de  las 
provincias  de  Bspíiña;  prestaron  obediencia  á  la  Junta 
c^ntr.il.  .idicta  álos  reyes  cautivos;  juraron  obedecerle, 
y  se  dirigiei  on  á  eüa  pidiéndole  que  hiciera  cesar  el 
interinato  de  Liniers  y  nombrase  nuevo  virrey.  La  Junta 
central  procedió  así,  y  á  la  vez  depuso  al  |?obernador  de 
Montevideo  y  decretó  la  disolución  de  la  Junta  de  Sep- 
tieml)re;  y  tanto  el  gol)ernador  como  la  junta  obede- 
cieron y  cumplieron  estos  decretos,  Á  su  vez  Liniers 
que,  si  bien  había  vencido  á  los  españoles  apoyado  por 
los  americanos,  no  se  atmvía  á  encabezar  la  política  de 
estos,  ni  quería  pasar  por  iníiei  al  rey,  ni  á  España, 
dispuso  que  á  los  siete  días  de  vencida  la  insurrección 
del  cabildo  se  jurase  solemnemente  á  la  junta  central 


üiyiiizeo  by  Google 


BE  LA  REPÚBLICA  Oaii^NTAL  DEL  URUGUAY  167 

española  y  luego  entreg(3  el  puesio  á  Hidalgo  de  Cisne- 
ros,  nombrado  por  ésta,  contra  la  voluntad  de  ios 
criollos.  Por  lo  que  se  vé  que  Liniers  y  las  autoridades 
de  Montevideo  concordaron  en  reconocer  cual  poder 
supremo  de  América  á  la  Junta  ctiiLral  de  España,  q€e 
ninguna  delegación  había  recibido  del  rey,  y  que  debía 
su  existencia,  al  voto  del  pueblo  español,  pero  ne  al 
voto  -de  los  pueblos  americanos,  como  si  la  América 
íbera  [pertenencia  y  dependencia  del  pueblo  español. 

Las  autoridades  principales  de  Buenos  Aires  y  de 
Montevideo  incurrieron  en  la  gravísima  falta  de  con- 
fundir el  pueblo  de  España  con  el  rey  de  América.  El 
sol>€rano  de  las  Indias  no  lo  era  el  pueblo  español;  lo 
era  ei  monarca  que  ocupaba  á  la  vez  el  trono  de  España 
y  el  trono  de  las  Indias  y  que  €(jercía  imperio  absoluto 
en  ambos  reinos  en  virtud  del  derecho  de  sucesión,  que 
era  un  derecho  jiropio,  segfm  la  constitución  de  la 
época.  Si,  pues,  el  pueblo  español  no  era  el  soberano 
de  Aniérica^  las  autoridades  instituidas  por  ese  pueblo 
no  tenían  derecho  alguno  para  atribuirse  la  soberanía 
deloírada  de  América,  ni  para  ejercer  el  gobiernr)  su- 
premo de  la  misma.  Y,  por  lo  tanto,  el  virrey  del  iíío  de 
la  Plata  y  el  gobernador,  ei  cabildo  y  la  junta  de  Mon- 
tevideo subrogaron  la  soberanía  del  rey  por  la  del  pue- 
blo español,  creando  entre  el  virreinato  y  España  vín- 
culos de  dependencia  política  que  no  habían  existido, 
cuando  más  correcto  habría  «sido,  dentro  del  orden  de 
la  monarqiáa,  que  el  virreinato  nombrara  una  Junta 
suprema  que  lo  rigiera  con  entera  independencia  de  la 
junta  suprema  española,  mientras  durase  la  acefaha 
del  trono  americano. 

Es  muy  probable  que  los  autores  de  esta  innovación 
ne  se  dieran  cueiua  clara  de  lo  que  ella  signiíicaba,  ni 
de  la  trascendencia  que  pudiera  tener.  Las  autoridades 
Vie  en  Montevideo  imponían  estas  soluciones  eran 


üiyiiizeo  by  Google 


168  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

desempeñadas  por  españolas,  y  el  virrov  Liniers,  deseoso 
ih'  <  ontemi3ori/ar  con  I(>s  l  emasuiares  residentes  en  las 
dos  bandas  del  Plata,  obraba  por  la  sugestión  de  sus 
adversarios.  Dominaron,  pues,  en  aquellas  deliberacio- 
n<ft  el  Siuutiiiento  y  el  interés  de  é^ios  últimos,  quienes 
estaban  acosiuiiibrados  desde  antiguo  á  pensar  que, 
siendo  la  América  dominio  del  rey  de  Bspaña,  era 
dominio  de  Espafta  ó  de  los  españoles ;  cuya  creencia 
luibia?,e  formado  inconscientemente  á  ra\  ür  del  hecho 
de  ^ue  los  reyes  hubiesen  empleado  los  subditos  de  su 
reino  de  España  en  la  administración  de  su  reino  de 
América. 

No  todos  los  «'si>afiolo6  eran,  sin  embargo,  de  este 
sentir.  El  primer  descendiente  do  Curios  IV,  que  lo  fue 
Carlota  Joaquina  de  Borbón,  y  que  no  podía  heredar  á 
su  padre  en  el  trono  de  España  mientras  hermano» 
varones  suyos  vivieran,  liabíase  casado  con  el  príncipe 
don  Juan,  de  Portugal,  que  tomó  la  regencia  por  mea- 
pacidad  de  su  madre.  Como  ya  se  ha  dicho,  estaba  la 
fhmilia  real  portuguesa  en  el  Brasil  cuando  ocurrieron 
las  abtiicaciones  v  se<'aestros  de  Bavona.  La  infanta 
Carlota  consideró  sin  esfuerzo  que  si  alguien  tenía  el 
derecho  de  suceder  á  Carlos  IV,  en  los  tronos  de  España 
y  de  las  Indias,  á  falta  de  descendientes  varones  que 
pudieran  y  quisieran  sucederle,  era  ella,  hija  primo- 
pénita,  no  el  emperador  Napoleón  ;  cuyo  razonamiento 
la  indqjo  á  declarar  públicamente  desde  Rio  de  Janeiro, 
en  Agosto  de  1808,  que  consideraba  nulas  la  abdicación 
y  cesiones  que  su  padre  y  los  demás  individuos  de  la 
familia  real  habían  hecho  en  favor  del  emperador  de  los 
franceses. 

Nadie  estaba  seguro  entonces  de  que  los  españoles 

resistirían  con  éxito  el  poder  colosal  del  que  había  reco- 
rrido toda  la  Europa  de  victoria  en  victoria.  Los  ánimos 
se  inclinaban  á  creer  más  probable  que  la  dinastía  de 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  169 


los  bonapartes  había  sustituido  deílnitivameiue  á  la  de 
ios  borbolles  en  España^  Pero  esa  probabilidad  no  tenía 
tantos  creyentes  tratándose  de  América.  Participando 
de  estos  pareceres,  l.i  inlaiita  Carlota  se  hizo  la  cuenta 
de  que  si  los  reyes  é  intimes  secuestrados  en  Francia 
DO  recobraban  su  libertad,  sería  ella  la  sucesora  legí- 
tima al  trono  de  las  Indias ;  y  que,  de  lodos  modos, 
nadie  teiiia  Miejores  títulub  i>ara  desempeñar  la  regencia 
en  América,  mientras  durara  el  secuestro.  Aunque  ella 
DO  se  distinguía  por  su  ciencia,  y  se  la  juzgaba  casqui- 
Tana,  debe  reconocerse  que  la  teoría  monárquica  en  que 
apoyaba  su  pretensión  era  iimcho  mjís  correcta  que  la 
que  liabia  prevalecido  en  el  Plata  :  el  rey  de  América 
no  podía  ser  reemplasado  sino  por  sus  sucesores  legí- 
tíinoB ;  y  mientras  ellos  vivieran  y  estuvieran  impedidos 
para  ejercer  la  soberanía  americana  debían  ser  suphdos 
por  una  regencia  establecida  en  América  por  el  voto  de 
los  súbditos  americanos. 

Ha  le  Alé  difícil  á  su  ambición  inferir  de  aquí  que,  á 

falta  de  otros  amjiarados  por  mejor  derecho,  debeiia 
ocupar  la  regencia  de  las  Indias  la  sucesora  eventual  de 
Cariofi  IV  ;  es  decir,  ella.  Y«  asi  que  lo  pensó,  pidió  á 
SQ  marido  consentimiento  para  trabajar  pov  la  realiza* 
ción  de  su  concepto  y  abrió  comunicaciones  con  el  vi- 
rrey Liniers,  con  la  audiencia,  con  el  asesor  del  virrei- 
Dato,  con  el  gobernador  y  el  cabildo  de  Montevideo,  y 
con  numerosas  personas  prestigiosas,  tanto  españolas 
como  americanas,  de  las  dos  ciudades  principales  del 
tlsusL^  exhortándolos  á  que  se  mantuvieran  heles  al  rey 
Femando  VII  é  insinuándoles  la  conveniencia  de  esta- 
blecer en  Buenos  Aires  la  regencia,  ocupada  por  ella, 
convocando  una  corte  ó  asamblea  nacional  |)ara  el 
electo,  como  habían  acostumbrado  los  reyes,  sus  anie- 
oesorcs. 

Bl  virrey  se  limitó  á  contestar  con  frases  de  cortesía. 


üiyiiizeo  by  Google 


170  BOSQU&JO  HISTÓRICO 

Los  espafiolí'á  viendo  la  infjinta  un  apoyo  íle  sus 
pretensiones,  \}or  ser  relíente  de  Portugal  y  del  Brasil, 
se  expresaron  en  términos  satisfoetorios.  Los  ameri- 
canos de  Buenos  Aires  pensaron  que  el  halagar  la  ambi* 
ciuii  de  Caii(tt;i  i>odrí;i  s»  r  el  medio,  no  sólo  de  que 
prevaleciera  en  la  p(díii(  a  la  voluntad  de  los  america- 
nos, sino  también  de  fUndar  la  autonomüía  del  Río  de  la 
Plata.  Sos  respuestas  fheron,  pues,  muy  cordiales  y 
aliMitadoras  ;  m.iiidaron  rornisionadíjs  a  Río  de  Janeiro 
para  que  sirvieran  de  intermediarios,  y  se  dedicaron  á 
formar  un  partido  favorable  al  proyecto  de  emancipa- 
ción sobre  la  base  de  la  regencia  de  la  infanta. 

El  problema  no  era,  con  todo,  dolos  más  fáciles?.  Los 
españoles,  aunque  vencidos  en  Buenos  Aires  en  Knero, 
trabiyaban  activamente  por  recuperar  el  terreno  per- 
dido, mediante  la  autoridad  de  la  Junta  central  de 
España,  y  espiaban  todos  los  pasos  de  los  cnullos.  Río 
do  Janeiix)  era  á  su  vez  foco  de  intrifías  y  de  ambi- 
ciones encontradas.  Si  el  Principe  don  Juan  había  auto- 
rizado á  la  infanta  para  desempefiar  en  Buenos  Aires  la 
regencia,  ía<'  on  \  ista  (]o  que  así  lleiraría  á  dominar  en 
estas  regiones.  El  coutra-aimirante  inglés  Sidney  SmiUi 
apoyaba  tales  ideas,  acaso  sin  otro  propósito  que  el  de 
ser  agradable  á  la  princesa.  Pero  el  ministro  de  la 
misma  nacionalidad,  Straní^ford,  niíis  obli»2^ado  por  las 
miras  del  gabinete  de  la  Gran  Bretaña,  se  proponía  con- 
trariar el  proyecto  de  regencia,  por  creerlo  peligroso 
para  la  inde|>endencia  del  Río  de  la  Plata,  que  su 
pTtbierno  quería  favorecer,  ya  que  la  conquista  le  había 
sido  imposible.  Los  agentes  de  los  americanos  bonae- 
renses (Peña,  Padilla,  Sarratea)  protegidos  por  Strang<^ 
ford,  cooperaban  con  éste  sin  indisponerse  con  la  Car- 
lota. Todos  se  movían,  |>ero  con  si^rilo.  Lloaró  im 
momento  en  que  la  situación  tuvo  que  deUnii^se.  Juz- 
gando la  infanta  que  todo  estaba  suficientemente  prepa- 


üiyiiizeo  by  Google 


DB  LA  RETÜBLICA  ORIENTAL  DEL  ÜHÜOÜAY  171 


redo  para  que  ella  se  presentara  en  Buenos  Aires^  hizo 

redactar  á  su  secretario  el  nianifiesto  por  el  cual  con- 
vocaría las  cortes,  y  lo  pasó  en  consulta  á  Smith,  al 
conde  de  Galveas,  (ministro  del  principe  regente)  á 
Strangford  y  al  mismo  regente.  Los  dos  primeros  se 
mamfostaron  coníunjics  con  el  proyecto  do  manifiesto, 
pero  no  ei  tercero  que  desaprolxj  la  pretensión  de  la 
infanta ;  y  como  los  consejos  del  diplomático  inglés  . eran 
poco  menos  que  órdenes  para  el  gobierno,  el  príncipe 
don  Juan  retiró  á  su  esposa  la  autorización  que  antes  le 
4iera  para  asumir  la  regencia  americana.  Parece  que 
también  influyeron  en  esta  determinación  palabras  que 
se  escaparon  á  la  ligereza  de  la  pretendiente,  según  las 
cuales  cuidaría  ella,  desde  que  subiese  al  trono,  de  no 
lener  demasiadas  amistades  con  los  portugueses. 

Así  terminó  este  episodio  de  la  regencia,  lo  cual  no 
obstó  á  que  la  infanta  Carlota  interviniera  en  los  sucesos 
del  Río  de  la  Plata,  ¡mxiliando  á  los  españoles,  durante 
la  coiiuiiuacióa  de  su  lucha  coa  los  americanos. 

I#X1X«  —  Estalla  j  triunfa  en  Buenos  Aires  la  rerolaelén 

americana 

El  virrey  Hidalgo  no  pudo  conseguir  atraei*se  la 
adhesión  de  los  americanos  de  Buenos  Aires,  por  lo 
mismo  que  éstos  perseveraron  después  de  la  caída  de 
I.iniers  en  su  obra  revolucionaria.  Al  contrario  :  la  con- 
trarieilad  de  que  la  Junta  central  de  España  Imí  iese 
atendido  las  quqjas  y  recriminaciones  de  los  españoles, 
privándolos  á  ellos  de  las  ventajas  adquiridas  en  Enero, 
exacerbó  su  ánimo  y  los  estimuló  á  pretender  míts  y 
más  á  medida  que  el  tiempo  transcurría.  En  los  años 
1806  y  1807  los  americanos  empezaron  por  intervenir, 
como  flierza  militar  espontáneamente  movida,  con  el 
propósito  de  salvar  la  independencia  que  los  españoles 


üiyiiizeo  by  Google 


172 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


habían  cumpromcudu,  y  luego  se  pronunciai*oa  como 
poder  político  en  la  sustitución  de  un  virrey  por  otro, 
pero  en  amitos  casos  en  unión  con  los  europeos.  £n 

1808  y  1809  se  rompe  esta  uiii«')n  :  los  amtM  icanos  aspi- 
ran á  más:  quiet  en  la  dirección  de  los  negocios  públicos, 
quieren  ser  autónomos,  sofocan  una  conspiración  de  sus 
enemigos,  conquistan  la  {ueponderancia,  y,  si  bien 
desaparece  del  puder  la  personalidad  por  ellos  elevada 
y  sosteiuda,  conservan  todavía  inüueucia  bastante  pura 
hacerse  tener.  Nuevos  sucesos  ocurridos  dentro  del 
virreinato  vienen  ahora  á  determinar  un  paso  noás  en 
el  camino  de  esa  revolución  que  se  desenvuelve  por 
grados,  acercándose  constantemente  á  desenlaces  radi- 
cales. 

En  efecto :  cuestiones  particulares  habidas  entre  el 

arzohisfX)  y  el  senado  del  clero  de  LaPlaiu  interesaron 
al  presidente  de  Charcas  en  favor  del  primero  y  á  la 
audiencia  en  favor  del  segundo.  £1  acaloramiento  subió 
á  tanto  grado,  que  las  dos  partes  ocurrieron  á  las 

Mrnias,  decidiéndose  los  espaíudes  á  de  fender  al  ¡íresi- 
dente  v  ios  ainerii  auos  á  la  audiencia.  Triunfaron  estos 
el  25  de  Mayo  (1809)  y  depusieron  á  su  enemigo.  Aunque 
el  suceso  flié  enteramente  local  y  sin  propósito  alg-uno 
revolucionario,  produjo  el  efecto  de  enemistar  abierta- 
mente á  españoles  y  americanos  y  de  animar  á  éstos 
por  el  triunfo.  £1  16  de  Julio  estalló  otro  movimiento 
en  La  Paz,  capital  de  la  intendencia  del  mismo  nombre, 
pero  de  si /unificación  muy  distinta.  Los  aconieeiinientos 
de  España  habían  causado  honda  impresión  en  todo  el 
pueblo.  Los  españoles  se  propusieron  adherirse  á  la 
Junta  central  de  la  Península ;  poro  los  americanos  se 
upusieron  íi  ello,  nleirando  (jue  la  America  no  dependía 
de  España  y  sí  suio  del  rey.  Se  levantaron,  pues,  á  los 
gritos  de  «  ¡Viva  Fernando  Vil!  9*  «  ¡Mueran  los 
chapetones?     depusieron  las  autoridades  y  constituye- 


üiyiiizeo  by  Google 


I>E        REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  173 

ron  una  junta  tuitiva,  de  cuyo  desempeño  se  encarg«a- 
ron  los  mismos  americanos,  reformaroQ  la  administra- 
ción de  la  intendencia  y  levantaron  tropas. 

Aunque  ambas  ciudades  pertenecían  al  virreinato  del 
Río  de  la  Plata,  dos  virreyes  se  ai^resuraron  á  restable- 
cer el  antiguo  orden  de  cosas.  El  del  Perú  mandó 
contra  La  Paz  numerosas  fuerzas  bajo  'las  órdenes  del 
ya  nombrado  brigadier  don  Manuel  Goyeneche,  nacido 
en  America;  v  el  de  Buenos  Aires  envió  al  frente  de 
1.000  hombres  contra  La  Plata  al  mariscal  Nieto,  que 
habla  venido  de  España  juntamente  con  Hidalgo  de 
Ctsneros.  l^a  audiencia  de  La  Plata  se  sometió,  recono- 
<  ién<los6  impotente  para  triunfar.  Goyenechc  vrix  ió  á 
ios  revolucionarios  de  La  Paz,  hizo  degollar  y  ahorcar 
á  varios  de  los  principales,  y  consultó  al  virrey  Hidalgo 
qué  haría  de  otros,  condenados  á  muerte  ó  prisioneros 
que  nún  (jin  l  ií)an.  Hidalgo  le  ordenó  que  ejecutara  á 
los  primeros  y  que  juzgara  militarmente  á  los  otros. 
Estos  hechos  se  veriflcaron  entre  Octubre  de  1809  y 
Febrero  de  1810. 

La  derruía  de  los  americanos,  la  crueldad  de  Goyene- 
che,  y  la  participación  que  en  éstas  sangrientas 
venganzas  habia  tomado  el  vhrrey  Hidalgo  exasperaron 
extraordinariamente  la  población  americana  de  Buenos 
Aires  y  la  decidieron  á  organizarse  para  poner  fln  á 
una  situación  que  les  era  insoportable,  en  cuanto  la 
oportonidad  se  presentase.  No  tardó.  £1  18  de  Mayo 
díó  á  conocer  el  virrey,  por  medio  de  una  proclama, 
que  los  franceses  habían  obligado  á  los  españoles  á 
desalojar  la  Andalucía,  y  que  la  Península  pasaba  por 
difíciles  momentos.  Era  necesario  aprovecharlos.  Los 
americanos,  seguros  de  que  se  habían  ganado  la  adhe-- 
KÍón  de  las  ti  *  [jas  de  f)atricios,  intimaron  á  Hidalgo  f|iie 
renunciase  el  mando.  Se  somete  la  decisión  al  cabildo 
abierto»  al  cual  concurriría  lo  principal  de  la  ciudad,  y 


üiyiiizeo  by  Google 


174  BuSgUEJO  HiSlOKlCO 

la  asamblea  resuelve  que,  siendo  incompatible  el  rc^^i* 
men  ostableoido  con  la  salud  imblioa,  se  inbuuiyese  una 
junta  de  gobierno,  cuyos  individuos  se  elegirían 
popularmente;  y  que«  mientras  esta  elección  no  se 
verificara,  gobernase  una  junta  elegida  por  el  cabildo 
cerrado. 

Los  españoles  consiguieron  que  esta  junta  provisional 
se  compusiera  de  dos  de  ellos  y  de  dos  americanos 
(Saavedra  y  Castelli)  presididos  por  el  virrey.  Pero, 
como  tal  noinhraiiiiento  defraudara  Ja  voluntail  de  los 
patriotas,  dirigieron  estos  una  representación  al  cabildo 
exigiéndole  que  depusiera  al  virrey,  mientras  los 
mismos  Saavedra  y  Castelli  pedían  personalmente  á 
Hidal^j^o  sil  renuncia.  Se  tvunió  el  cabildo  el  25  de  Mayo 
para  deliberar  acerca  de  la  renuncia  y  de  la  represen* 
tación,  y  pretendió  imponerse  al  pueblo  americano  que 
llenaba  la  plaza  de  la  Victoria  ostentando  como  disUn* 
tivü  cintas  azules  v  I  huicas;  más  la  actitud  de  los 
patriotas^o  obligó  á  aceptar  la  renuncia  del  virrey  y 
á  nombrar  para  la  junta  á  los  candidatos  del  pueblo 
americano.  Este  día  Alé  el  último  de  la  dominación 
española  en  Buenos  Aires. 

Las  intendencias  tomaron  diferentes  partidos.  Durante 
los  meses  de  Junio  y  Julio  se  pronunciaron  por  la  revo- 
lución varios  pueblos  de  la  Banda  oriental ;  pero  los 
dominó  Montevideo,  que  persistió  en  su  obediencia  á 
£spaúa.  El  virrey  del  Perú  declaró  (¡ue  quedaban  sepa- 
radas del  gobierno  del  Rio  de  la  Plata  y  reincorporadas 
al  virreinato  del  Perú  las  intendencias  de  Córdoba, 
Charcas,  La  Paz  y  Potosí.  En  la  primera  de  ellas  se 
apercibieron  para  la  guerra  su  gobernador  Concha,  el 
ex-virrey  Liniers,  y  varios  otros  jefes  y  oficiales;  y  en 
las  otras  los  generales  Nieto  y  Goyeneche,  el  coronel 
Córdoba  y  otros  niilitares  realistas.  La  intendencia  de! 
Paraguay  negó  también  su  obediencia  á  la  Junta  de 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIBNTAL  DEL  URUQUaY  175 

Buenos  Aires,  si  bien  manifestáiiciole  (jue  mantendría 
con  ella  amistosas  relaciones. 

Por  8U  parte  la  Junta  asumió  desde  el  día  de  su  crea- 

cióa  una  aciitaJ  decididamente  revolucionaria  cun 
miras  de  largo  alcance.  Comprendiendo  que  Ja  obra  lan 
afortunadamente  comenzada  no  podría  terminar  sino  i 
fuerza  de  actividad  y  de  energía,  decretó  el  destierro 
del  ex-virrey  Hidalgo,  cambió  el  peióujial  de  la  audien- 
cia; tomó  diversas  medidas  políticas  y  adminisirativas 
que  le  permitieron  obrar  desembarazadamente;  mandó 
un  pequefio  ejército  de  1,000  hombres  contra  las  pro- 
vincias refractarias  del  Norte  y  otro  de  600  contra  el 
Paraguay;  se  dispuso  á  obrar  sobre  Montevideo;  con- 
vocó una  asamblea  de  diputados  de  todos  los  pue- 
blos, etc. 

La  división  del  Norte  se  apoderó  de  Liniers,  Concha, 
ei  obispo  Oreliano  y  vanos  oficiales,  y  fusiló  por  orden 
de  la  Junta  á  cinco  de  los  más  comprometidos  en  la 
reacción*  entre  los  cuales  se  contaron  Uniers  y  Concha. 
Dominante  la  revolución  en  Córdoba,  siguió  marchando 
la  fuerza  patriota  á  las  intendencias  del  Norte;  derro- 
tada una  vez  y  triunfante  otras,  consiguió  que  se  ple- 
garan á  la  revolución  las  cinco  intendencias  del  alto 
Perú  y  fusiló  en  la  plaza  de  Potosí  á  Nieto,  Córdoba  y 
Paula  Sauz,  que  habían  cometido  muy  graves  excesos 
ao  pretexto  de  impedir  insurrecciones  (Diciembre  de 
1810).  En  el  mismo  mes  en  que  estas  ejecuciones  tuvie- 
ron lugar  invadió  Belgrano  el  Paraguay  y  se  instaló 
en  Buenos  Aires  el  primer  congreso  del  Río  de  la 
Plata. 


üiyiiizeo  by  Google 


LIBRO  TMGERO 


La  Banda  oriental  ¡lasla  18 JO 
CAPÍTULO  I 

BL  TERRITORIv^  Y  lA  FUNDACIÓN  DE  PCBBLOS  HASTA  181 

LXX.  •  tm  Uiidtts  ét  Im  Bm*í  Miestel 

españoles  disiiiiiraieron,  en  la  vasta  extensión  d 
tierra  que  poseveix)a  al  Este  del  río  Urugruay,  tre 
ratones  y  las  denominaron  da  diferente  manera*  En 
una  la  situada  al  Norte  del  rio  Negro,  que  desígnarot 
con  el  nombre  de  Misiones  orientales.  Eii  la  segunda 
mitad  del  siglo  XVIII  se  discutió  mucho  si  el  territori( 
de  las  Misiones  llegaba  sólo  hasta  el  rio  Negro  6  si  si 
extendía  hasta  el  Yic,  ÍYí)  que  ñuye  á  aquel.  Los  suce- 
sos de  1801  dieron  lia  al  débale  por  el  hecho  de  haber 
renunciado  Carlos  iV  al  dominio  de  los  siete  pueblos  y 
de  haber  tomado  posesión  los  portugueses  hasta  el  "río 
Cuaray  (Cuareim).  Otra  de  las  n^giones  era  la  Mtuada  al 
Este  del  río  lagarón  y  de  la  laguna  Merim,  desde  las 
Misiones  hasta  el  Atlántico,  denominada  de  Rio  Grande* 
Y  la  terc^^ra  era  la  comprendida  entre  el  ri'^  Ne^  ^ 
Yic  y  el  de  la  Plata,  que  es  la  que  comunmeuie  se  Ua- 


Digitiztxi  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  177 


naba  Banda  Oriental,  antes  del  siglo  XIX.  Una  vez  que 
los  portugueses  poseyeron  hasta  el  río  Cuaray,  el  terri* 

torio  oriental  de  los  españoles  quedó  eiicenado  entro 
t^ie  no,  el  Uruguay,  el  Plata,  la  laguna  Merim  y  el 
río  Yaguarón,  y  se  extendió  á  todo  él  el  nombre  de 
*  Banda  Oriental  que  á  veces  ftaé  sustituido  por  el 
pomposo  de  -  Continente  Oriental 

£n  ningún  tiempo  de  la  dominación  es[)^iñola  forma- 
ron una  unidad  administrativa  las  tierras  situadas  al 
Este  del  Uruguay.  Todas  ellas  ñieron  parte  de  la  pro*' 
vincia  de  Buenos  Aires.  Cuando  el  hecho  de  poblarse 
algún  punto,  ó  la  necesidad  de  defender  la  integridad 
territorial  determinó  al  gobierno  de  Buenos  Aires  á 
establecer  autoridades  civiles  ó  militares,  señaló  al 
lugar  poblado  ó  fortificado  una  cantidad  de  superficie, 
«iue  era  su  jurisdicción.  Algunas  veces  varias  jurisdic- 
ciones contiguas  ó  próximas  formaron  una  unidad 
administrativa  superior,  regida  por  füncionaríos  cen* 
trales,  como  fueron,  por  ejemplo,  las  Misiones,  á  tines 
del  siglo  XVIII  y  principios  del  siguiente.  Pero  otras 
veces  la  vecindad  de  los  partidos  civiles  ,6  militares  no 
era  motivo  para  que  éstos  compusieran  una  sección 
administrativa  superior,  sino  que  cada  un  i  ura  inde- 
pendiente de  los  otros  y  todos  se  incluían  en  la  unidad 
provincial  de  Buenos  Aires.  De  esta  separación  fueron 
^mplo  las  primeras  poblaciones  y  plazas  militares  de 
la  Banda  Oriental,  las  cuales  no  tuvieron  entre  sí  víii- 
cn\o  ninguno,  á  no  ser  el  de  su  dependencia  directa  de 
Buenos  Aires»  como  se  verá  más  adelante. 

LXXI.  —  Tolderías,  lagares  j  pueblos 

Habitada  la  Banda  Oriental  por  indios  salvajes, 
como  se  ha  dicho  ya»  (III)  los  españoles  no  se  propusie- 
ron seriamente  combatir  á  los  naturales  ni  poblarse  en 


üiyiiizeo  by  Google 


178  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

esta  regióa  puede  decirse  que  durante  dos  siglos.  Eu 
todo  este  tiempo,  ni  aún  después,  hasta  1810,  los  sal- 
vajes carecieron  de  pueblos,  porque  las  tribus  eran 
lo<las  miis  ó  menus  enaates,  |>or(¿uc  uo  leüiun  asiciiio 
l\jo,  ni  las  que  se  movían  dentro  de  límites  relativa- 
mente estrechos,  como  loe  yaros.  Cuando  las  circuns^ 
tancias  las  determinaban  á  detenerse  temporariamente 
en  algCm  lugar,  se  veriíicaba  lo  que  se  ha  llamado  *¿  un 
paradero  » ;  y  entonces  los  indigenaü  armaban  sus  cho- 
zas sin  orden,  cada  uno  en  donde  quisiera,  y  allí  se 
estaban  hasta  que  las  necesidades  de  la  guerra  6  de  la 
alimentación  los  decidiese  á  cambiar  de  sitio.  Á  esias 
poblaciones  movibles  se  ha  dado  más  tarde  el  nombre 
de    tolderías  9». 

Los  campesinos  españoles  ó  descendientes  de  espa- 
ñoles edificaron  casas,  como  se  verá  más  adelante; 
pero  aisladas  y  distantes  unas  de  otras  cuatro,  seis,  y 
hasta  veinte  ó  treinta  leguas.  Cuando  varías  casas  se 
erigían,  diseminadas  en  el  espacio  de  media,  de  una  6 
de  dos  leguas,  lormabau  ya  un  lugar  Alguiios  de 
estos  lugares  llegaron  á  tener  capilla  para  1810,  pero 
muchos  carecieron  de  ella,  por  la  escasez  de  sacer- 
dotes. 

Los  núcleos  proitiauirnte  urbanos  se  formaron  con 
leuutud:  algunos, de  modo  espontáneo;  otros,  delibe- 
radamenie,  ya  en  una  región,  ya  en  otra,  según  las 
conveniencias  políticas  lo  aconscjjaron  6  segCm  el  interés 
de  los  pai^ticulares  sugii'ió. 

LXXn.  —  FimdadoKes  «rbuai  IumI*  el  0«ste 

Las  primeras  j^ulilariones  se  íbriiiaroa  hacia  el  Oeste. 
Habiendo  algunos  religiosos  emprendido  la  civilización 
de  los  salviges  que  vivían  al  Sud  del  río  Negro  y  al  £ste 
del  Uruguay,  se  aplicaron  primeramente  á  reducir  á  los 


üiyiiizeo  by  Google 


1» 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  179 

charrúas  y  consiguieron  agruparlos  bajo  su  obediencia 
dorante  un  poco  de  tiempo ;  mas,  como  se  mostraran 

refractarius  respecto  de  las  ideas  y  de  la  disciplina  do 
k&  misioneros,  se  cansaron  pronto  de  vivir  sometidos  á 
eDos,  los  abandonaron  y  pasaron  al  Norte  del  rio  Negro. 
No  fueron  asi  los  chanás.  Pertenecientes  á  otra  nación 
'le  iubliiilu^  iiicís  suaves,  se  acomodaron  íacilmente  á 
hí&  reglas  de  la  vida  civilizada ;  y,  como  los  charrúas  y 
minaanes  los  hostilizaban  en  la  tierra  continental,  se 
resig-uaron  á  permanecer  en  una  de  las  islas  situadas 
en  la  desembocadura  del  río  Negro  y  distinguida  cun  el 
ú&mbre  de  Vizcaíno.  Esta  fué  la  primera  población 
estable  que  tuvo  la  Banda  Oriental  desde  mediados  del 

'  siglo  XVII,  compuesta,  toda  ella,  de  indios,  denominada 
nal  ftueblü  de  Sanio  JJoj/dngo  SoHanOf  y  goliernada  por 
m  corregidor.  Pero  la  isla  era  tan  anegadiza,  que  la 
menor  creciente  del  río  la  inundaba  inutilizando  los  tra- 
¡Myos  apícolas  y  liaciendo  penosa  la  existencia,  motivo 

I  ¡or  el  cual  los  indios  abandonaron  su  pueblo  en  ITüS. 

Otra  reducción  de  indios  se  formó,  poco  más  ó  menos 
nada  1780,  en  la  orilla  del  arroyo  Espinülo^  cuyo 
aombre  tomó.  Sus  progresos  fueron  muy  lentos,  y  su 
iK^blición  muy  escasa,  aun(iae  al^^unos  españoles  se 
i^regarou  á  loá  indígemis,  razí  jn  i>or  la  cual  no  se  creyó 
lecesario  darle  autoridades  civiles  para  su  gobierno. 
La  necesidad  de  mejorar  de  condición  indujo  al  ecle- 
mástico  que  dirigía  aquel  pequeño  grupo  á  abandonar 
:^bién  el  pumo  en  1800. 

Los  pueblos  que  existían  en  1810  en  la  zona  Oeste  de 
U  Banda  Oriental  son  :  la  colonia  del  Sacramento,  y 
*fl  Rt-al  Carlos,  fundados  en    1680 ;  Santo  Domingo 
>:>riano,  fundado  en  1708;  Víboras,  que  tuvo  principio 
1780 ;  Mercedes  ó  la  Capillanueva,  fundado  de  1788 

i  4 1791 ;  Dolores,  fundado  en  1800 ;  y  Rosario,  fundado 


üiyiiizeo  by  Google 


180  líU^QlKJo  HISTÓRICO 

Ya  se  sabe  que  la  colonia  del  Sacramento  debe  su 

exii^lencia  á  los  portugueses,  y  (jue  éstos  y  los  españo- 
les la  ocuparon  alternativaiiiente,  hasta  que  recunooie- 
rou  los  primeros  para  siempre  ei  derecho  de  los  según* 
do6.  Tres  veces  la  tomaron  los  españoles  por  la  fuerza 
délas  armas.  Ka  la  primera  (1680)  la  destruyeron, 
C  ':nosi  farra  su  pi  oposiio  contrario  á  tener  j>uebios  en 
la  orilla  izquierda  del  Plata;  reedificada  por  los  portu* 
guoses  lue^''o,  la  conservaron  los  españoles  desde  que 
volvieron  ?1  apoderarse  de  ella  en  1705,  hasta  que  la 
euire^Mron  ñ  sus  autaj^onistas  diez  años  después;  peix>, 
cuando  por  última  vez  la  asaltó  Cevallos  en  1777,  la 
arrasó  nuevamente,  como  si  así  imposibilitara  ulterio- 
res contiendas.  La  jx)blacit)n  se  formó  después  de  1777 
por  tercera  vez  y  creció  poco  á  poco,  sin  interrupción, 
en  los  tiempt^s  ulteriores. 

'   El  puoblecito  Real  Carlos  debió  su  origen  al  sitio  que 

los  españoles  pusieron  al  Sacramento  en  1680,  y  lia- 
Uióse  al  i>rincipÍ4i  r////^;>u  del  bloqueo.  Recibió  su  úkiuiu 
nombre  recién  en  1702,  cuando  Cevailos  sitió  por  pri* 
mera  vez  la  plaza  portuguesa. 

Los  indios  que  habían  po!>lado  la  isla  Vizcaíno  so 
trasladaron,  en  seíjruida  que  la  ahandunaroa  con  pei'- 
miso  del  gobierno  de  Buenos  Aires,  á  la  punta  meridio- 
nal que  forman  los  ríos  Negro  y  Uruguay  y  fbndaron 
aquí  un  pueblo  nuevo  (1708)  poniéndi^le  el  mismo  nom- 
bre úA  :il»aiidonado;  es  decir,  Sanio  i)i>iiiingo  Suriano, 
el  cual  fué  regido  por  uu  corregidor,  un  cabildo,  y  iin 
comandante  militar,  abrazando  su  jurisdicción  todo  el 
espacio  encerrado  por  el  Uruí^uay,  el  Negro,  ol  arro^'o 
Grande,  el  Maciel  y  el  San  Salvador.  Un  siglo  después 
su  cabildo  se  corapunía  de  un  alcalde  y  4  regidoi-es.  Lo 
presidía  el  comandante  militar,  que  era  nombrado  por 
el  virrey.  Defendían  este  partido  7  compañías  de  mili« 
cias  de  caballería.  Había  dos  i¿jlesias;  una  en  el  pueblo 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  181 

y  otra  fuera  de  él,  y  era  relativamente  hermosa  la  casa 
capitular,  pero  los  demás  edificios  eran  de  muy  escasa 
importancia. 

Lü  pi'imero  que  hubo  en  doiulo  está  Mercedes,  fue 
oaa  capilla,  dependiente  de  la  parroquia  de  Soriauo, 
que  86  edificó  en  1788  para  servir  á  los  campesinos  que 
habitaban,  acá  y  allá,  en  los  parsyes  próximos.  Lla- 
mósele  la  Capilla  nueva.  Los  terrenos  adyacentes  enijie- 
¿aron  á  poblarse  poco  después  y  ya  en  1791  se  juzgó 
ronveniente  decretar  el  pueblo  de  Mercedes  y  dotarlo 
de  antorídades  administrativas. 

Los  indios  que  en  1800  abandonaron  el  pueblo  del 
Espiniilo  se  trasladaron  con  su  director  eclesiástico  á  un 
lugar  situado  más  al  Norte,  en  la  margen  del  arroyo 
San  Salvador,  y  fundaron  otro  pueblo.  Unos  lo  deno- 
miiiaron  en  los  primeros  ticmi)OS  Espiniilo,  y  otros  ¿an 
Salvador ;  pero  lue^o  recibió  el  de  Dolores,  con  el  cual 
se  le  conoció  después. 

El  Rosario  no  era,  á  fines  de  1810,  más  que  un 
[  equeüo  caserío  de  pobre  aspecto,  que  tuvo  su  ori^Lren 
en  1780  y  que  recién  en  aquel  año  recibió  el  título  y 
el  nombre  con  que  se  le  conoce.  Se  le  llamó  anterior- 
mente, y  aún  después  de  1810,  con  el  nombre  de  el  Colla, 
y  también  con  el  de  VigUanciu,  aunque  este  último  fué 
Quiy  poco  usado. 

LXXUI  —  i  uudaciüucs  urbanas  hacia  el  Esíe 

Las  poblaciones  más  antiguas  de  la  zona  oí  k  iital  son 
MaMonado,  San  Miguel  y  Santa  Teresa,  que  tuvieron 
principio  de  1730  á  1740.  Maldonado,  aunque  dotado  de 
\ka  extenso  y  profundo  puerto,  progresó  mucbo  menos 
de  lo  que  su  posición  mereciera,  debido  en  mucha  parte 
á  que  su  distancia  de  la  costa  y  lo  arenoso  del  suelo 
dificaltán  el  transporte.  San  Miguel  y  Santa  Teresa 


üiyiiizeü  by  Google 


182  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

fueron  dos  i>unios  íortiíicados,  que  se  fundaron  :  el  pri- 
mero cerca  del  arroyo  Chuy  y  del  extremo  Sud  de  la 
lag^una  Merim,  y  el  otro  más  al  Sud,  entre  la  laguna 

de  iMi  Hitos  y  li  rosta  del  Ailantico,  para  defensa  de 
las  posesiones  que  españoles  y  portugueses  se  disputa- 
ban. Los  pequeños  caseríos  que  en  su  rededor  se  levan- 
taron, como  qiie  tenían  vida  dependiente  de  las  guarni- 
ciones, deca}ciun  en  cuanto  cesaron  las  invasiones 
lusitanas. 

Á  mediados  del  siglo  XVIII  creó  Cevallos  el  pueblo  de 
San  Carlos  y  á  ñnes  se  formaron  los  de  Rocha  y  Melo. 

Llamóse  al  primero  MaMrma^o  chico  hasta  qtie  se  le 
nombro  patrono.  Rocha  dependió  d<^  la  parroí^uia  de 
San  Carlos  durante  algún  tiempo,  y  Meio  fué  en  su  ori- 
gen una  guardia  encargada  de  estorbar  el  contrabando 

de  los  portuguoes. 

LXXIT*  —  Fwitetoiies  orlMuias  ea  «1  Centro  y  al  Korto 

La  i  niñera  [>obla('ión  que  se  fundó  enlazóla  centr:ü 
es  la  de  San  l'elip^*  y  Santia¿^o  de  Montevideo.  Asi  que 
Zabala  obligó  á  los  portugueses  á  abandonar  la  penín- 
sula de  Montevideo,  que  habían  ocupado  y  fortificado 
en  1723,  (LXIII)  hizo  edilicar  la  f«»rtal«^7a  de  San  Josc 
(1721)  en  el  ángulo  noroeste  de  la  PiMonsula  para  pre- 
caverla contra  ulteriores  tentativas,  y  á  los  dos  años 
fundó  la  ciudad,  como  ya  se  ha  dicho,  (LXIII)  con  10 
familias  que  trajo  de  líu-  nos  Aires,  ,i  las  cuales  se  agre- 
garon, mest's  di  spues  del  mismo  año,  otras  trece  pro- 
cedentes de  las  islas  Canarias»  que  condujo  don  Fran- 
cisco Alzaibar,  y  en  1723  otras  más  que  \inicron  de  las 
mismas  islas  v  de  Buenos  Aii*es. 

Más  de  cincuenta  años  transcurrieron,  desde  que  se 
ftmdó  San  Felipe  y  Santiago,  antes  que  se  iniciara  nin* 
guna  otra  población  dentro  de  los  Umites  de  su  terri- 


üiyiiizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIEm'AL  DEL  URUGUAY  183 


lorio.  La  primera  que  le  siguió  íué  Guadalupe,  de  los 
Canelones,  en  1774  segtin  unos  y  en  1778  según  otros. 
Sucediéronle  después  San  Juan  Bautista,  del  Santa 
Lucía,  (1781)  Pando,  (1781  6  1782)  San  José,  (1781  6 
Minas,  (1783  ó  1781)  Piedras,  (1800)  y  Florida, 
( iswó)  por  lo  que  se  vé  que  las  poblaciones  íkeron  ale- 
jándose de  las  cercanías  de  Montevideo  según  el  tiempo 
corría.  Fliera  de  la  jurisdicción  se  fundó  además  la  San- 
tísima Trinidaíl  de  Porongos,  (1803)  entre  la  Cuchilla 
Grande  y  el  río  Yí. 

Cuando  las  tierras  situadas  entre  los  ríos  Cuaray, 
Uruguay  y  Negro  se  separaron  del  vasto  territorio  de  las 
Misiones  (1801),  existían  des  aldeas  sobre  la  orilla  del 
Uruguay  :  la  de  Belén,  más  al  Norte  del  río  Arapey,  y 
Paysandú,  al  sud  del  río  Queguay,  fundadas  respectiva- 
mente en  1800  y  en  1772.  No  se  a*?regó  á  éstas  otra 
|x»blación,  dentro  del  territorio  septentrional  del  río 
Negro,  en  los  años  que  corrieron  hasta  1810« 

CAPÍTULO  II 

EDIFICACIÓN  DE  LOS  PUEBLOS 
LXXT.  —  Las  calles  j  manzana» 

Algunos  pueblos  tuvieron  origen  completamente  for- 
tuito, por  haberse  formado  con  ocasión  de  un  estable- 
cimiento militar,  como  Santa  Teresa  y  Meló,  ó  de  un 
establecimiento  religios»^,  romo  Mercedes.  Pero  los  m;is 
deben  su  existencia  al  propósito  de  colonizar.  En  el 
primer  caso  se  edificaron  habitaciones  al  rededor  del 
establecimionto  militar  ó  relií2rioso  paulatinamente,  sin 
que  interviniera  otra  \  uluniad  ni  otro  interés  que  los 
individuales  del  poblador,  y  entonces  cada  uno  edificaba 


üiyiiizeo  by  Google 


184  BUSsyLEJO  HIM URICO 

en  donde  y  como  quería.  En  el  segundo  caso,  como  que 

la  iniciativa  partía  de  la  autoridad  pública,  se  procedía 
coii  máb  orden  :  so  niecii;iii  lus  terrenos  con  arreglo  á 
nn  plan  regular,  se  trababan  ia¿i  divisiones,  y  los  adju- 
dicatarios construían  sus  casas  y  ^ercían  su  industria 
dentro  de  sus  lotes  deslindados. 

Los  españoles  no  tuvieron  en  la  Banda  Oriental  más 
que  un  lijto  tle  trazado  urbano,  el  cual  consistió  en  esta- 
i)lecer  calles  rectas  y  paralelas  equidistanies,  qui'  se 
cortaban  per))endicularmente,  de  modo  que  entre  cuatro 
calles  quedaba  un  espacio  cuadrado  de  cien  á  ciento 
cincuenta  varas  de  lado.  Llamóse  cuadra  á  este  espacio 
primiuvaniente.  Con  el  tiempo  se  aplicó  ese  nombre  á 
cada  uno  de  ios  lados,  y  el  de  manzana  á  la  su[)erricie 
cuadrada.  Á  este  tipo  se  sujetaron  los  pueblos  íundados 
por  orden  ó  con  autorización  de  los  gobernadores  6  de 
los  virreyes  ;  y  á  él  se  redujeron  también,  en  cuanto  el 

caserío  empezara  á  í'urmar  núcleo,  los  que  nacieron  sin 
concepto  preconcebido. 

La  colonia  del  Sacramento,  aunqne  edificada  por  los 
portugueses,  siguió  en  éste  punto  un  i  I m  ÍLíual  al  de 
los  españoles.  Á  mediados  del  siglo  XVIII  tenía  traza* 
das  dieciocho  calles  largas  y  paralelas,  dirigidas  de  Este 
á  Oeste,  las  cuales  estaban  cruzadas  por  otras  dieciséis 
que  iban  de  Nurto  á  Sud.  Entre  unas  y  otras  se  habían 
señalado  cuatro  plazas. 

No  se  usaba  poner  nombres  á  las  calles  desde  que  se 
aprobara  el  plan  del  pueblo.  Lo  general  era  que  se 
prescindiese  de  tales  iiidicaciones  hasta  que  la  edifica- 
ción hubiese  avnn/.ido  muclio  ;  jicro,  una  vez  que  se 
pensaba  en  nomenciaiuras,  se  recurría  al  santoral  para 
tomar  de  él  los  nombres.  Muchos  pueblos  llegaron  al 
año  1810  sin  que  hubiesen  nominado  sus  calles.  Mon- 
tevideo mismo  recibió  su  nomenclatura  en  1778,  cin- 
cuenta años  después  de  fundado  y  cuando  casi  todas  sus 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  185 

calles  estaban  bien  determinadas  por  las  líneas  de  casas. 

No  iuibo  cii  ese  sistema  sino  un  solo  nombre  que  no 
fuera  de  santo»  como  se  ve  en  seguida : 


CALLES  LARGAS,  QUE  VAN  DE  O.  Á  E. 


San  Mi^^uel  (hoy  Piedras) 

San  Luis  (Cerrito) 

San  Pedro  ó  del  Portón, 

(25  de  Mayo) 
San  Diego  (Washington) 
San  Gabriel,  prolniiiíación 

oriental  de  ban  Diego 

(Rincón) 


San  Carlos  (Sarandi) 
San  Sebastián  (Buenos 
Aires) 

San  Ramón  (Reconquista) 

Del  Portón  nuevo,  lla- 
mada así  por  el  vulgo 
(Santa  Teresa) 


CALLES  CORTAS,  QUE  VAN  DE  N.  Á  S. 


San  José  (Guaraní) 
Santo  Tomás  (Maciei) 
San  Vicente  (Pérez  Cas 

tellanos) 
San  Benito  (Colón) 
San  Agustín  (Alzaybar) 
Santiago»  continuación 

septentrional  de  S.  A- 


gusíín  (Solis) 
San  Francisco  (Zabala) 
San  Felipe  (Misiones) 

San  Joaquín  (^Treinta  y 

Tres) 

San  Juan  (Ytuzaingo) 
San  Femando  (Cámaras) 


Era  de  regla  que  en  todo  plano  de  pueblo  se  desti- 
nase algún  espacio  para  plaza  pública  ;  pero  éstas  solían 
ser  pocas,  i)equeiias  é  innoniiucidas.  Por  lo  reírular  no 
tenia  cada  pueblo  más  que  una  plaza,  de  la  extensión 
de  una  manzana.  Montevideo  tenía  una  también,  que 
era  el  cuadrado  comprendido  entre  las  calles.  San 
Gabriel»  San  i  ci  lÉando,  San  Carlos  y  San  Juan.  Á  falta 
de  nombre  propio,  se  la  designaba  con  el  adjetivo  de 
plaza  Mayor. 


Digitized  by  Google 


186 


BiKSQLEJO  HISTÓRICO 


Hubo  on  la  Randíi  <  >neiU:ii  hasta  1777,  cuatro  puüios 
fortiíicados :  San  Mi;?üel,  Santa  T^  ro^a,  la  Colonia  del 
Sacramento  y  Monte\1cleo.  San  Miguel  y  Santa  Teresa 
faeron  dos  fortalezas  aisladas  de  la  frontera,  tan  pronto 

ocupadas  por  españoles  como  por  [X)rtugueses,  como  se 
ha  visto. 

La  Colonia  fué  fortiíicada  desde  que  se  fundó  con  una 
trinchera  de  madera,  tierra  y  fagina;  los  españoles 
demolieron  en  el  mismo  año  las  construcciones  de  sus 

enemigos,  poro  éstos  las  rehicieron  así  que  recuperaron 
la  posesií^n  del  jtunio  y  las  ampliáis  ni  do  modo  muy 
considerable.  Cuando  el  gobernador  Salcedo  puso  sitio 
á  la  plaza  en  17:^,  la  pequeña  península  en  que  ésta 
descansa,  dirigida  do  Este  á  Oeste,  sirviendo  de  abrigo 
al  puerto  que  ocupa  la  parte  Noroeste,  estaba  defen- 
dida: por  la  hateria  Santa  Hita  en  d  ángulo  saliente 
del  Norte;  por  la  balería  San  Pedro  de  Alcántara  en  el 
ángulo  saliente  del  Sud;  por  una  torre  6  cubo  hacia  el 
medio  del  lado  Norte,  con  frente  al  puerto,  y  por  una 
línea  de  murallas  fosadas  que  desde  dicha  torre  it>a 
hasta  la  costa  Sud  para  cerrar  l;i  [«'nínsiila  por  el  lado 
do  tierra.  En  el  cpniro  de  la  muralla  li:ilna  una  ciuda- 
dola  de  cuatix)  án^^-^ulos»  en  cuyo  interior  se  hallaban  la 
iglesia  parroquial,  el  palacio  del  gobernador,  el  hospi* 
tal  real  y  el  hospicio  de  San  Antonio.  Fuera  de  la 
ciudadela,  pero  dentro  del  recinto  fortiíicado,  había  un 
deiHxsiín  de  armas,  dos  capilla^,  un  roleg-it)  do  jesuítas, 
un  molino  de  viento  y  bal  «ilaciones  de  jefes,  oíiciaies  y 
tropa.  Salíase  del  recinto  fortificado  por  dos  portones 
abiertos  en  ambas  cortinas  ó  murallas,  y  por  una  puerta 
falsa  que  tenía  la  cindadela.  Toda  la  población  estaba 
fuera  de  murallas,  formando  dos  barrios  :  el  del  Norte, 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  187 

sobre  el  puerto ;  y  el  del  Sud,  sobre  el  borde  meridio- 
nal. Entre  ;iinl)os  hnhín  iin  erran  espacio  libre  que  per- 
mitía á  la  artillería  obrar  en  tiempo  de  guerra  siu  cau- 
sar daño  á  las  casas. 

Las  fortiñcaciones  de  Montevideo  llegaron  á  rodear 
completamente  la  ciudad.  Su  construcción  duró  más  de 
cincuenta  años,  ;í  pesar  de  que,  ya  al  empezar,  trabaja- 
ron en  ellas  mil  hoDihres  traídos  de  las  Misiones.  En  el 
año  1736  no  había  aún  más  que  la  fortaleza  de  Sau  José, 
revestida  con  camisa  de  piedra  y  cal,  fosada  y  con 
puente  levadizo,  la  baieria  vit^a  que  en  1723  levanta- 
ron los  portugueses  en  el  ání>ulo  Sudoeste  de  la  penín- 
sula, que  los  españoles  re'^d¡íi(\'iroii  hacia  1734;  tres 
baterías  pequeñas  que  se  edificaron  en  la  misma  época 
y  que  se  demolieron  para  mediados  del  siglo  XVIII;  y 
una  muralla  de  piedra  seca,  en  forma  de  zigzag,  que 
defendía  la  villa  por  el  lado  de  tierra,  dando  paso  á 
ella  por  un  portón  situado  á  la  altura  de  la  <  alie  San 
Pedro.  Hacia  17S0  se  componían  las  obras  defensivas 
de  :  las  baterías  del  Muelle  y  de  San  Francisco  y  situadas 
en  la  costa  Norte,  con  frente  á  la  bahía ;  del  íUerte  San 
José  ya  mencionado;  de  las  baterías  San  Carlos  y  San 
Joaqwn,  en  la  costa  del  Oeste;  de  la  batería  de  Santo 
Tontas  situada  en  el  ángulo  Sudoeste;  la  batería  San 
Juan  sobre  la  costa  del  Sud ;  de  una  ciudadela,  situada 
casi  en  el  centro  del  lado  Este,  y  de  dos  grandes  alas 
amuralladas  y  prof\indamente  fosadas  que  partían  de 
la  ciudadela  y  llegaban  :  una  hasta  la  costa  Norte, 
rematando  en  un  o'bo  ó  torreón,  y  la  otra  hasta  la  costa 
Sud,  terminando  en  otro  cubo.  X  ambos  lados  de  la 
ciudadela,  contiguas  á  ella,  había  otras  dos  baterías,  y 
hada  el  medio  de  la  distancia  de  éstas  á  los  cubos  otra 
batería  en  cada  ala.  Se  aumentaron  los  trabajos  en 
seguida  de  las  invasiones  inirlesas,  concluyendo  una 
batería  sobre  el  lado  Sud,  entre  los  de  San  Juan  y  Santo 


Digitized  by  Google 


188 


Tomás,  y  otra  al  Oeste,  entre  las  de  San  Joaquín  y  San 

Carlos.  Se  haliía  proyectado  una  línea  terresire  do 
murallas,  á  la  distancia  de  un  tiro  de  cañón  de  la  ya 
descripta,  pero  no  llegó  á  ejecutarse.  Se  salía  de  la  ciu- 
dad al  campo,  primitivamente  por  un  portón  situado  al 
Norte  de  la  cindadela,  en  la  dirección  de  la  calle  San 
Pedro  ó  d«d  Portón,  y  últiiiiainrriie  i>or  el  mismo  y  por 
oU'ü  abierto  cerca  del  cubo  del  Sud,  llamado  el  Portón 
nuevOt  Á  la  par  de  la  calle  á  que  dió  nombre.  A  las 
baterías  nombradas  se  agregaron  otras  dos  para  1810 ; 
ana  entre  las  de  Santo  Tomás  y  San  Juan,  que  se  llamó 
de  San  líaíacK  y  otra  entre  las  de  San  Joaquiu  y  Sau 
Carlos  que  se  denominó  de  Sau  Diego. 


Los  salvajes  modificaron,  [>ara  el  año  1810,  el  sis-» 

tema  de  edilicaciún  quo  t^ní  i:i  (Mi  ludo  se  descubrió  el 
Río  de  la  Plata.  Luí»  ({iie  se  suuieueron  á  la  raza  con- 
quistadora adoptaron  las  costumbres  de  sus  dominado- 
res.  Los  que  no  se  sometieron,  principalmente  los 
charrúas  y  los  mínuanes,  siguieron  haciendo  viviendas 
portátiles,  pero  aprovecbando  los  cueros  do  animales 
vacunos  y  caballares.  Coi  iaban  para  ello  tres  ó  cuatro 
g^jos  iaxgos  de  ios  árboles,  los  arqueaban,  clavaban  en 
el  suelo  ambos  extremos  de  cada  gajo  de  modo  que 
éstos  distasen  entre  sí  algo  más  de  media  vara,  y  ten* 
dían  sobre  ellos  uno  ó  más  cueros.  Dentro  de  cada 
habitación  entraban  dos  persoiias  y  algunos  hijos.  Si  la 
familia  era  más  numerosa,  se  haciau  cerca  una  ó  más 
habitaciones  iguales,  y  en  ellas  entraban  las  demás 
personas,  arrastrándose.  Otro  cuero  les  servía  de  piso  y 
de  cama. 

Las  casas  de  iu¿»  rsjiafi(iK>s  chacareros  ó  labradores 
eran  ^  ranchos  »  pequeños  y  biyos,  con  pai-edes  de 


Digitized  by  Google 


DE  LA  RETÜBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  18i> 

barro  y  techos  de  paja,  dotados  generalmente  de  una 

puerta  y  de  una  ventana  muy  chica.  Los  españoles  y 
sus  descendientes  que  viví¿iu  eii  los  distritos  pastoriles 
habitaban  también  ranchos;  pero  los  huecos  de  puertas 
y  ventanas  se  cubrían  generalmente  con  cueros  y  á 
menudo  con  nada.  Muchos,  que  no  eran  estancieros  ni 
peones,  carecían  de  casa  y  vivían  en  los  montes  con  sus 
mujeres  y  sus  hijos. 

La  edificación  urbana  eia  mucho  más  adelantada; 
pero  áiñnn  notablemente  la  de  Montevideo  de  la  de 
otros  pueblos.  Gomo  éstos  eran  meras  aldeas,  de  escasa 
población,  no  proi>orcionaron  motivos  suficientes  para 
promover  la  fabricación  de  hidrillo  y  teja  en  sus  inme- 
diaciones; y,  aparte  de  que  hubo  tiempo  en  que  aún 
en  Montevideo  faltaban  ó  no  sobraban  tales  fábricas,  la 
escasez  de  medios  de  comunicación  dificultaba  y  enca- 
recía los  transportes  de  aquellos  materiales.  No  era  fácil 
tampoco  disponer  en  todo  tiempo  y  en  cualquier  parte 
de  arena  y  cal,  ni  de  ol>rcros  aptos,  y  la  pobreza  de  los 
colonos  era  causa  de  que  no  pudieran  pagar  servicios  y 
artículos  demasiado  solicitados  ó  procedentes  de  lejanos 
puntos.  De  ahí  que  en  los  pueblos  del  interior  abunda- 
raii  mucho  las  cho/  is  de  quincha  (pared  de  cañas  ó 
ramas  y  Ij.irro)  ó  do  adobe,  con  techo  de  paja,  porque 
estos  materiales  se  hallaban  á  la  mano  en  todas  partes, 
y  que  los  mejores  edificios  fueran  de  piedra  asentada 
con  barro  y  techados  de  paja,  salvo  casos  excepcionales 
en  que  se  empleara  la  teja  para  techar.  Motivos  pode- 
losos  liabía  para  que  la  colonia  del  Sacramento  estu- 
viese más  adelantada  á  este  respecto,  y  en  reaUdad  lo 
estaba.  Sin  embai^,  casi  todas  sus  321  casas  eran  de 
tierra  cruda  á  mediados  del  siglo  XVIIL  Paredes  de 
ladrillo  y  barro  se  hicieron  recién  á  fines  del  siglo 
XVIII  y  princi])ioá  del  XIX,  pero  en  pocos  pueblos. 

En  cuanto  á  Montevideo,  hacia  1745  no  había  todar 


190 


Büb4iU£JO  HISTÓRICO 


vía  más  que  un  corto  número  de  casas  erigidas  acá  y 
allá.  Hacia  178Ü,  ya  lerniiiiadas  las  principales  obras 
de  defensa,  el  número  de  casas  había  aumentado  liasta 
cubrir  totalmente  loa  írenies  de  alumnos  manzanas  cen* 
trates  y  ocupar  más  ó  menos  los  de  las  manzanas  del 
Nordeste,  Este  y  Sudeste.  Estaban  aún  casi  despobladas 
las  manzanas  biLuada^  ^uijrt  la  calle  San  Benito  (Colón) 
y  la  mar'^'^en  occidental.  \'eiiUc  años  má^  tarde  la  edifi- 
cación, naturalmente  más  compacta  hacia  el  centro  y 
el  Este,  se  había  extendido  iiacia  el  Oeste,  especial- 
mente entre  las  calles  San  Migruel  y  San  Pedro  y  entre 
las  de  San  Carlos  y  San  Sebastian.  Fuera  de  las  Ibrtiíi- 
cacioiics  no  había  nia-'^  4110  alg"iinas  poquihimas  casu- 
chas,  muy  distantes  entre  si,  á  lo  iai*go  de  la  ohüa  de 
la  bahía. 

A  los  quince  años  de  íUndada  la  ciudad,  y  aún  de&> 

¡)U('s,  eran  todas  las  casas  de  un  solo  piso  al  nivel  de  la 
calle,  bajas,  y  de  pobre  aspecto.  Haliía  algunas  de  pie- 
dra, techadas  de  teja;  pero  la  mayoría  eran  de  barro  y 
tenían  techo  de  p^ja,  y  no  pocas  estaban  techadas  con 
cueros  de  ganado  mayor.  Las  casas  de  dos  pisos  apare- 
cieron al  acercarse  el  fin  del  sig^lo  XVIII,  y  su  número 
no  era  crecido  el  añu  I8lu.  Todavía  en  el  úluino  tercio 
de  aquel  siglo  no  era  raro  ver  levantar  casas  de  impor- 
tancia con  paredes  de  adobe;  era  común,  aun  tratán- 
dose de  edificios  públicos,  construirlos  con  piedra  tosca 
sentada  en  barro;  después  se  emplearon  con  alguna 
frecuencia  la  arena  y  la  cal  cii  ve/  dd  barro,  y  más  los 
ladrillos  cocidos  eu  vez  de  la  piedra,  sobre  todo  en  los 
pisos  altos. 

Fuera  cual  íüese  el  material  empleado,  las  paredes 
solían  ser  muy  ^^ruesas.  Una  vara  6  vara  y  media,  si 

erai:  laacslras;  niedia  vara  ó  ali:o  aias,  si  eran  tabiques 
principales  :  tales  eran  las  medidas  comunes  respecto 
de  los  pisos  b^os.  Se  usaron  el  techo  de  p^a  y  el  de 


Digitized  by  Google 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  191 


teja  para  cubrir  las  casas  hasta  fines  del  siglo  XVIII. 
En  esta  época  se  empezaroa  á  coastruir  con  ladrillos, 
cocidos  techos  de  dos  aguas  y  horizontales  (azoteas). 
Los  pisos  se  cubrían  en  los  tiempos  más  remotos :  si 
eran  interiores  y  de  piezas  destinadas  á  habitación,  con 
ladrillo;  si  eran  de  deparlamentos  destinados  á  depó- 
sito, almacén  ó  tienda,  no  se  cubrían  ó  se  enlosaban 
con  piedra  labrada.  Después  se  empleó  la  baldosa  en 
las  habitaciones  y  primeros  patios. 

Las  casas  tenían  poca  altura.  Las  piezas  principales 
eran  esi)aciosas  por  lo  regular;  las  del  Tundo  solían  ser 
pequeñas,  agrupadas  de  modo  que  traían  á  la  memoria 
la  idea  del  laberinto.  Las  puertas  y  ventanas,  tanto 
interiores  como  exteriores,  se  usaron  pequeñas,  excepto 
la  del  zsLgvián,  que  solía  ser  grande,  \ ,  por  lo  mismo, 
teiiia  uii¿i  de  sus  hojas  otra  mucho  más  chica,  que  es 
la  que  se  abría  ordinariamente.  Se  usaban  {iocd  las 
puertas  vidrieras,  porque  no  se  las  reputaba  bastante 
segaras.  Así  las  de  calle,  como  las  del  patio  y  las  inte- 
riores eran  de  tablero  cerrado,  de  madera  gruesa; 
giraban  sobre  goznes  ó  alcayatas,  y  se  las  aseguraba 
con  grandes  llaves,  pesados  cerrojos  v  tuertes  trancas 
de  hierro.  Se  usaban  escás  trancas  aún  cu  las  puercas 
interiores  que  daban  paso  de  una  pieza  á  otra  cuando 
en  alguna  de  éstas  se  guardaban  cosas  de  valor.  Los 
vidrios  de  las  ventanas  eran  de  cortas  dimensiones  y 
estaban  sosteuidos  [)or  montantes  y  travesanos  gruesos. 
Su  fragilidad  estaba  reparada  por  pesados  postigos 
interiores  y  por  rejas  de  robustos  bari'otes  de  hierro 
encajadas  al  muro  por  el  lado  de  fhera.  Abundaban 
los  grandes  patios,  como  que  el  terreno  costaba  poco. 

No  se  buscaba  la  belleza  ia  ^^lugaiicia  de  los  edifi- 
cios. Los  balcones,  cuando  los  había,  descansaban 
sobre  tirantes  de  madera  que  quedaban  á  la  vista  de 
los  transeúntes,  aunque  blanqueados,  por  lo  regular. 


l\)2  BOi^tKJO  UISTÓIUCO 

Si  $e  quería  ostentar  buen  p^to,  se  cubrían  sus  cabe- 
ceras culi  una  i.iMi  horizoiitalinente  clavada  clt'  uü 
extremo  al  otru  del  balcón.  No  se  veían  cornisas  de 
ancho  vuelo,  ni  más  ornamentación  que  la  forma 
arqueada  de  la  parte  superior  de  puertas  y  ventanas, 
los  guardapolvos  de  i^ual  curvatura,  pilares  tigurados, 
á  menudo  >ii.  molduras,  en  las  fachadas  de  más  preten- 
sión de  liiieb  <lel  siglo  XMII,  y  algunos  recortes  y 
calados  en  los  pretiles  del  frente.  Y  aun  estos  adornos 
solían  ser  de  mal  gusto  y  poco  variados,  cuando  no 
eran  deslucidos  por  la  falta  de  reboques,  pues  harto  se 
usaba  dejar  desnudos  los  ladrillos  de  las  fachadas  y  aún 
lo>de  los  i)aüos,si  l>ien  blanqueados  con  cal.  Tudu,  en  el 
conjunto  y  en  los  detalles,  era  tosco,  despertaba  la  idea 
de  tuerza  y  praducía  una  impresión  de  pesadez  agravada 
por  la  monotonía. 

LXXYIIL  ^  fii  fafUseato  ét  Mtrm  j  caUei 

Las  aceras,  siempre  y  en  todas  partes  estrechas,  care* 
cieron  de  cubierta,  así  en  Montevideo  como  en  los  otros 
pueblos,  durante  muchos  años,  por  manera  que  se 

hacía  din'cil  transitar  por  ellas  en  días  de  lluvia  y  en 
los  inmediatos.  Pocos  pueblos  del  interior  se  ocuparon 
antes  de  1810  de  prevenir  de  algún  modo  las  molestias, 
privaciones  y  males  que  de  tal  estado  se  seguían.  En 
Montevideo  empezaron  los  vecinos  más  cuidadosos  ¿ 
poner  en  los  frentes  de  las  puertas  de  calle  piedras  y 
cascotes.  Se  hicieron  luego  alirunas  sendas,  y  por 
último  se  empezó  á  pavimentar  en  todo  lo  ancho  las 
aceras,  y  se  generaUzó  esta  mejora  lentamente,  en  las 
cuadras  más  pobladas.  Los  pisos  de  ladrillo,  colocado 
de  plano  ó  de  cajito,  y  los  de  cascajo  fueron  los  más 
generales.  La  losa  de  piedra  se  usó  mucho  menos. 
Sin  duda  el  motivo  principal  de  haber  atendido  ton 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  OKiLNiAL  DLL  URUGUAY  193 

tarde  y  mediocremente  á  esta  necesidad  común  fué  el 
concepto  grosero  que  se  tenía  de  estas  comodidades; 

pero  en  buena  parte  debió  iiiíluir  lainbien  el  teDior  de 
que  los  carros  y  las  bestias  prefirieran  las  aeeras  á  las 
calles  y  destrozaran  las  obras,  pues  los  vecinos  y  el 
cabildo  se  dieron  á  defenderlas  cuidadosamente,  desde 
los  primeros  años  del  siglo  XIX.  Estas  defensas  consis- 
tieron en  postes  plantados  en  el  borde  exterior  de  las 
aceras  á  la  distancia  do  cuairo  ó  cinro  varas  unos  de 
otros.  Hacían  tal  oíicio,  en  los  extremos  de  las  cuadras, 
grandes  cañones  de  hierro  que  se  reputaban  inservibles 
para  su  olgeto  propio.  Los  postes  preservaban  contra  el 
dafio  de  los  vehículos  y  servían  á  los  muchachos  para 
ejercicios  de  salto;  pero  no  impedían  que  los  catiallos 
tomasen  el  lugar  de  las  p-entes.  Estos  abusos  su^^ii  ieron 
ia  idea  de  cerrar  ios  espacios  clavando  barras  de  ñerro, 
á  manera  de  barandas,  en  las  cabeceras  de  los  postes; 
luego  se  agregó,  en  los  extremos  y  en  la  línea  'eje  de 
las  aceras  así  embarandadas,  un  molinete  de  madera 
que,  girando  horizontalmente  sobre  el  extremo  de  un 
poste,  impedía  el  tránsito  á  los  irracionales  y  lo  estor- 
baba á  los  hombres.  Y,  como  si  tales  medios  no  basta- 
ran para  conservar  los  pisos,  agregaron  algunos  un 
arco  de  hierro,  sujeto  un  extremo  á  la  pared  y  por 
el  otro  al  poste  esquinero  y  á  tal  altura  que  no  {Midiera 
pasai*  el  jinete  siu  dar  con  la  cara  en  el  canto  del  hierro 
y  estropeái^la. 

£1  pavimento  de  las  calles  faé  desusado,  antes  de 
1810,  en  la  Banda  Oriental.  Esta  obra  ha  sido  costosa 
en  todo  tiempo ;  los  pueblos  del  interior,  pequeños, 
espaciados  y  pobres,  no  podían  >ulVagarla;  y  su  nece- 
sidad no  era,  además,  muy  sentida  por  las  poblaciones, 
compuestas  de  gente  fíierte,  más  acostumbrada  á 
soportar  molestias  que  á  gozar  de  comodidades.  Mon- 
tevideo, era,  seguramente,  la  que  miis  había  menester 

15 


Digitized  by  Google 


I 


194  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

de  que  sus  calles  se  empedraran,  ya  por  la  clase  de  una 
parte  de  su  población,  ya  por  lo  desigual  y  áspero  de 

su  snolo  ;  pero,  si  bien  hnl»o  quienes  aspiraran  á  tai 
mejora,  y  quienes  la  intentaran,  no  se  hizo  nunca  otra 
cosa  que  rellenar  zanjones,  cegar  pantanos  y  empedrar 
veredas  á  través  de  las  callos.  Los  propietarios  empren- 
dían, de  tarde  en  tarde,  estas  pequeñas  obras  en  los 
frentes  de  sus  casas,  y  siempre  de  modo  incompleto  y 
derectuoso,  como  se  hacen  estas  cosas  cuando  se  indi- 
vidualizan. Una  vez,  hacia  1775,  se  hizo  un  esfuerzo 
colectivo.  No  í'ué  de  grandes  resultados;  pero  algunas 
calles  quedaron  más  transitable?^ue  lo  estaban. 

LXXIX.  —  Lm»  If ledas,  eoBTeatos  j  eementerlM 

Los  pueblos  de  la  Banda  Oriental  se  formaron  por 

reuniones  de  indios  salvajes  reducidos,  ó  de  lanulias 
españolas.  En  el  primero  de  estos  casos  los  indios  obe- 
decían la  dirección  de  clérigos  y,  por  lo  mismo,  a! 
hacerse  las  chozas  en  que  habían  de  vivir  se  hacía  la 
ig-lesia  en  que  habían  de  orar.  En  el  segundo  caso  la 
autoridad  disponía  á  veces  que  un  sacerdote  acompa- 
ñara á  las  familias,  sea  desde  el  momento  de  su  insta- 
lación, sea  alLi-ún  tiempo  después,  en  cuyos  casos  se 
destinaba  alguna  de  las  casucas  á  los  oíicios  reiigiüso6 
6  se  la  edificaba  especialmente.  Ks  así  que  todos  los 
pueblos  de  cierta  importancia  estuvieron  dotados  de 
iglesia,  fuera  parroquial  ó  dependiente  de  alguna  pa- 
rroquia. 

Los  materiales  de  las  primeras  que  se  erigieron  no 

difirieron  mucho  de  los  empleados  en  la  ediíicación 
general;  pero  f'sto  no  obstó  á  que  la  iglesia  fuese,  en 
todos  los  pueblos,  la  mejor  de  las  construcciones,  como 
que  estaba  consagrada  al  más  grande  y  temible  de  los 

seres  concebibles.  Pocas  se  hicieron  con  el  propóbiiu  de 


Digitized  by  Google 


D£  LA  K£PCBLICA  ORl£I<iTAL  DEL  URUGUAY  195 

que  sirvieran  definitivamente;  la  ur^aMicia  y  la  escasez 
de  materiales  adecuados  á  una  fábric^i  imponente  y 
duradera  obligaron  á  menudo  á  levantar  edificios 
pequeños  y  ligeros»  de  carácter  proylsional;  pero  muy 
luego  empezaba  la  reunión  de  fondos  para  obra  «  más 
digna  de  su  objeto  sedaba  fonna  á  un  proyecto  y  se 
principial)ii  su  ejecución,  l:i  cual  adelantaba  á  medida 
que  se  allegaban  los  medios. 

üo  de  muy  diferente  manera  se  hicieron  estas  cosas 
en  San  Felipe  y  Santiago*  Los  jesuítas  que  en  1724 
vinieron  de  Misiones  con  los  indios  llamados  á  trabajar 
en  las  obras  de  defensa,  hicieron  construir  una  capilla 
de  pequeñas  proporciones  y  muy  á  la  ligera,  porque 
sus  neófitos  no  debían  pasar  dias  sin  ^  casa  de  Dios 

Hacia  1730  se  propusieron  los  franciscanos  establecer 
un  hospicio  en  ]as  dos  manzanas  limitadas  por  las  calles 
San  Miguel,  San  Francisco,  San  Luis  y  San  Benito ; 
pero  lueg-o  se  cambió  el  proyecto  por  el  de  un  convento, 
y  se  edificó  una  pequeña  iglesia  de  piedra  y  ladrillo 
asentados  en  barro,  con  techo  de  teja  y  entrada  con 
atrio  por  la  calle  San  Francisco,  y  á  continuación, 
hacia  el  Oeste,  el  convento.  Ambas  secciones  tenían  su 
costado  septi'ntrional  sobre  la  calle  San  Miguel  y  se 
llamaron  respectivamente  convento  é  iglesia  de  San 
Francisco. 

En  el  mismo  año  se  empezó  á  trabajar  en  otra  iglesia» 
qm  había  de  ser  la  matriz.  Por  ser  lugar  de  prefe- 
rencia, se  echaron  las  bases  en  una  de  las  esquinas  de 
la  plaza  Mayor  ;  es  decir  en  la  Nordeste  de  las  forma- 
das por  las  calles  San  Gabriel  y  San  Juan.  Constaba  de 
una  sola  nave  de  mediano  tamafto,  y  de  un  bautisterio. 
Sus  paredes  fueron  de  piedra  y  barro ;  su  techo  de  teja. 
Por  tanto,  sus  materiales  y  su  factura  fueron  lo  mejor  que 
se  acostumbraba.  Los  fieles  pudieron  verla  terminada 
á  los  16  anos  de  esfuerzos  muchas  veces  renovados. 


Digitized  by  Google 


bos(v»i;ejo  histórico 


La  población  creció,  y  progresaron  las  ideas  edili- 

cias,  y  aumentaron  los  recursos.  Por  todo  esto  las  iglc* 
sias  existentes  fueron  juzgadas,  para  los  últimos  años 
del  siglo  XVIII,  insuficientes  y  pobres.  Se  pensó  en  cosa 
que  mejor  satisficiera  la  fé  y  el  arte ;  y,  como  no  tuviera 
Montevideo  arquitectos  capaces,  se  encomendaron  los 
planos  á  peritos  de  Buenos  Aires ;  y  la  caja  del  virrei- 
nato proporcionó  las  primeras  sumas  de  dinero  que  se 
invirtieron  en  l;i  [U'oyectada  obra.  Los  irabajos  empe- 
zaron en  el  año  iTUü,  en  la  esquina  Noroeste  que  for- 
man en  la  plaza  Mayor  las  calles  San  Carlos  y  San  Juan, 
empleándose  ladrillos  y  argamasa  inmejorables.  A  los 
veinte  años  estaban  t43rraina(las  las  tres  hermosas  naves 
de  la  que  ya  se  llamaba  Matriz  nueva ;  pero  faltaban 
la  cúpula,  las  torres,  el  reboque  exterior  y  varios  tra- 
bajos interiores. 

Lo  costoso  de  esta  obra,  que  en  su  época  era  monu- 
mental, no  arredró  á  los  habitantes  de  Montevideo,  sino 
que  al  contrario,  sirvió  de  modelo  y  animó  á  imitarlo 
en  menores  proporciones.  Es  así  (jiie  ocho  anos  después 
de  haber  comenzado  se  puso  la  piedra  fundamental  de 
la  capilla  de  la  Caridad^  la  cual  fué,  no  tan  grande  como 
la  Matriz  nueva,  y  de  una  sola  nave,  pero  como  ella  de 
materiales  escogidos,  de  robustas  formas  y  de  aspecto 
agradable.  Se  la  edificó  en  la  calle  Santo  Tomás,  entre 
las  de  San  Diego  y  San  Pedro,  y  estaba  por  concluirse 
todavía  á  los  doce  añus  de  enterrada  la  primera  piedra. 

Las  iglesias  íUeron  consideradas  en  mucho  tiempo 
como  lugares  apropiados  al  entierro  de  los  cadáveres. 
En  los  primeros  años  se  abrían  las  sepulturas  en  el 
interior,  en  los  corredores  y  en  los  atrios  de  la  capilla 
de  la  cindadela,  de  la  Matx'iz  y  de  San  Francisco.  Cuando 
la  población  de  Montevideo  creció  tanto  que  el  interior  de 
las  iglesias  no  bastó  para  (hir  sepultura  á  los  muertos, 
San  Francisco  y  la  Matriz  destinaron  al  objeto  una  parte 


Digitized  by  Google 


DE  LA  RKi^ÜBLlCA  üRiEOTAL  DEL  URUGUAY  197 

del  terreno  contiguo  desocupado  que  les  pertenecía.  Desde 

entonces  se  enterró  á  los  militares  en  la  capilla  de  la 
cindadela,  á  los  pobros  en  el  Campo  Santo  do  cada  ig-le- 
sia,  y  á  los  ricos  en  el  interior  ó  en  el  atrio  de  ésta. 
Mas  estos  mismos  campos  anexos  á  las  iglesias  fueron 
estrechos  para  principios  del  siglo  XIX ;  razón  por  la 
cual  mandó  el  cabildo  que  se  construyese  otro  más  espa- 
cioso fuera  de  muros.  Estuvo  situado  este  ('ampo  Santo, 
desde  que  se  le  inauguró  en  1.SU8,  en  la  costa  Sud,  en 
ano  de  los  ángulos  que  hoy  forman  las  calles  Durazno  y 
Andes. 

LXXX.  —  LttB  easas  capllalares 

Sí  la  iglesia  era  el  primer  edificio  público  de  toda 
población  española  naciente,  la  casa  del  ayuntamiento 
había  de  ser  el  segundo.  Los  reyes  no  ponían  trabas  al 

establecimiento  de  los  cabildos.  En  cuanto  un  pueblo 
reunía  cierto  numero  de  habitanies  en  su  núcleo  y  cer- 
canías, le  era  acordada  la  gracia  de  tener  su  autoridad 
municipal;  y»  creada  ésta,  era  de  regla  que  se  le 
hiciese  casa  especial.  Las  primeras  eran  provisionales 
las  más  de  las  veces,  porque  la  institución  nacía,  como 
es  natural,  sin  que  le  precediera  alojamiento.  Pero  muy 
luego  se  disponía  el  vecindario  á  sustituirlas  por  otras 
que  se  distinguiesen  del  común  de  las  casas,  aproxi- 
mándose, en  importancia  y  en  apariencia  exterior,  á 
las  jg-Iesias.  Un  palacio  municipal  n  aunque  fiiese  de 
aüobr,  si  era  couipleto,  constaba  de  tres  d<  partamentos: 
uno,  consagrado  á  las  funciones  del  cabildo  y  de  sus 
oficios  y  empleados ;  otro,  adecuado  para  asegurar  á 
los  acusados  y  penados ;  y  otro  para  el  cuerpo  de  guardia 
que  había  de  defender  al  cabildo  y  custodiar  á  los 
detenidos  y  presos.  No  era  frecuente  que  estas  tres  sec- 
ciones se  reuniesen  desde  luego  en  las  casas  capitulares, 


Digitized  by  Google 


198 


B(>SQC£JO  HISTÓRICO 


que  harto  se  conseguía  muchas  veces  con  tener  una 
sala  (le  st'Muneü  ;  pero  la  aspiracjou  era  reunirías,  y 
se  procuraba  realizarla  venciendo  m<is  ó  menos  diücui- 
iades. 

Podrá  concebirse  cómo  se  graduaban  estas  adqui- 
siciones en  loe  pueblos  de  segundo  y  tercer  orden,  por 

lo  que  ocurrió  en  Montevideo.  La  villa  existió  desde 
172t) ;  pero  tuvo  justicia  y  regimiento  álos  cuatro  años, 
cuando  el  número  de  habitantes  requirió  ios  funciona- 
rios capitulares.  En  ese  mismo  año  1730  se  adquirió  la 
primera  casa  para  su  servicio,  que  se  compuso  de  una 
sola  pieza,  sin  acoesori(»s,  loeliadade  teja  \  Cómo  inter- 
vendría fi  barro,  cuandu  siete  años  mas  tarde  hubo  que 
decidirse  á  rehacer  la  casa !  Esta  vez  no  se  inido  tam- 
poco hacer  más  que  una  sala*  y  de  adobe ;  la  cual»  sí 
aventajó  á  la  primera  en  que  Alé  más  grande,  no  en  ser 
mas  duradera,  pues  consta  que  á  los  poeof?  afios  hubo 
que  demolerla  para  reemplazarla  por  cosa  íiit  jur. 

El  tt  rrer  edificio  que  ocupó,  en  la  plaza  Mayor,  el 
ángulo  Nordeste  que  forman  lias  calles  San  Carlos  y  San 
Femando,  excedió  al  segundo  en  el  ntímero  de  depar- 
tamentos. El  cabildo,  el  cuerpo  de  ¿^u.trdia  y  los  proce- 
sados tuvirron  el  suyo  respectivo,  bajo  el  mismo  techo. 
Aunque  entiú  el  bai^ro  como  materia  prima,  también 
esta  vez»  la  construcción  se  mantuvo  en  pie  hasta  los 
primeros  años  del  siglo  XIX.  En  esta  época  el  palacio 
capitular  podía  sostener  una  comparación  con  la  Matriz 
vieja  sin  £rrand<'  niení^ua  ;  pero,  enfrentado  á  la  Matriz 
miei  a,  pareeia  que  su  fealdad  y  mala  construcción  se 
acrecían,  y  el  vecindario  llegó  á  no  poder  mirar  ambos 
monumentos  vecinos  sin  cierto  escozor,  tanto  más  pun- 
zante, cuanto  que  la  Caridad,  aunque  despacio,  avan- 
zalia  á  lo  lejos  eoiji  i  rifando  lialagiiefias  esperanzas.  Se 
hizo,  pues,  la  resolución  de  <iüe  el  cabildo  estuviera 
mejor  alojado,  porque  así  lo  requería  el  decoro ;  se  enco- 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  199 


meiidaron  los  plnnos  ;  se  presupuestóla  obra  en  el  con- 
cepto de  que  seria  de  piedras  sillares  y  de  ladrillos 
unidos  con  buena  mezcla  de  cal  y  arena  y  de  que  cons- 
taría de  dos  pisos  sólidamente  abovedados ;  y  se  inau- 
guraron los  trabajos  en  1801,  los  cuales  este ban  todavía 
atrusiulus  ca  1810,  ¡)ero  no  tanto  que  los  niuntevidcanos 
no  se  sintieran  ya  satisieclios  de  realizíu^  tan  hoiinosa 
fiibríca. 

LXXXI.  —  El  imlaeio  real 

Muchos  años  estuvo  la  Banda  Oriental  411^  su 
primera  autoridad  militar  tuviera  una  habitación  ade- 
cuada. Cierto  que  las  necesidades  no  fueron  muchas  en 
I08  primeros ;  pero,  según  fué  aumentando  la  población 
de  San  Felipe  y  Santiago,  y  multiplicándose  la  de  su 
extenso  distrito,  complicóse  el  servicio,  aumentó  el  per- 
sonal, y  hubo  que  crear  nuevas  oficinas.  Día  llegó,  pues, 
en  que  no  bastaron  los  edificios  comunes  para  el  objeto 
y  en  que  se  pensara  en  hacer  una  residencia  capaz  de 
corresponder  al  fin  que  se  tenía  en  vista,  así  por  su 
extensión  como  por  su  apariencia. 

Se  ideó  el  plan,  se  eligió  el  lugar  y  se  hizo  la  obra. 
En  cuanto  al  lugar,  recayeron  las  miradas  de  los  inte- 
ligentes en  las  cuatro  cuadras  ó  manzanas  limitadas  por 
las  calles  San  Pedro,  San  Francisco,  San  Carlos  y  San 
Beniio.  El  espacio  era  demasiado  para  ocuparlo  com- 
j)letameüLe  desde  luego,  pues  en  1708,  íecha  de  I:i  fun- 
dación, no  era  menester  fábrica  de  lanta  miigniiud.  Se 
acordó  ocupar  aproximadamente  un  cuadrado  de  cien 
▼aras  por  lado,  que  se  situaría  en  el  centro  de  las  cua- 
tro manzanas.  Pero,  como  las  calles  no  tenían  la  direc- 
ción d(.'  los  puntos  cardinales,  y  se  quiso  que  los  frentes 
del  palacio  la  tuvieran  resultó  que  los  ángulos  del  edi- 
ficio vinieron  á  dar  en  las  calles  que  cruzan  las  men- 


200  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

cion.'Klas  cuatro  maiiz.'in.t^,  muy  coiva  de  ellas,  y  que 
delante  de  cadu  lado  ú*A  {ialacio  quedara  disponible  ua 
espacio  iientagonal.  fistos  espacios  hubieran  servido 
para  despejo,  higiene  y  embellecimiento  de  la  residen- 
cia d<  1  ^M)bierní);  mas  ediflcííronlos  los  particulares,  de- 
jando Pijiiv  sus  propiedades  y  la  pública  una  calK». 

El  eduicio  ucupó  casi  lodo  el  cuntorno  del  terreno, 
dejando  en  su  c«Mitro  un  gran  patio  cuadrado.  £n  el 
punto  medio  del  lado  Norte  estaba  la  portada,  muy 
ancha,  con  fi^oznes  clavados  en  marco  de  piedra  sillar. 
A  su  izquierda  estaba  el  departamento  del  cueri>o  do 
•guardia,  que  era  una  pieza  peijueña,  muy  baja,  con 
paredes  de  piedra  y  techo  de  teja,  á  la  cual  entraba 
escasa  luz  por  %*entanas  de  cortas  dimensiones  provis* 
tas  de  rejas  de  hierro  fuertísimas.  Seguían  al  cuerpo  de 
;,'uardi  i,  hacia  el  Este,  hasta  la  esquina,  otras  piezas  de 
i^ual  constru<^ción,  con  puertas  al  patio  y  pe(|ueñas 
ventanas  ;í  la  cidle.  Los  lados  Este,  Sud  y  Oeste,  esta- 
ban ediílcados  con  ladrillo  y  cal,  á  no  mayor  altura  que 
el  íVente.  El  gr<>bornador  tenía  sus  habitaciones  en  el 
lado  Oeste;  una  capillita  ocupaba  el  medio  del  lado  Sud, 
frente  á  la  entrada;  á  su  i/«iuierda  estaba  el  salón  de 
recepciones;  lo  demás  era  paralas  oílcinas  del  ser- 
victo  pCiblico.  Todo  era,  por  dentro  y  ítaera,  sencillo, 
sin  la  menor  ornamentación,  de  asi>ccto  casi  mísero. 
La  portatla  era  m;ís  propia  de  un  cuartel  que  de  un  pa- 
lacio de  gobierno.  Hacia  se  tuvo  la  buena  idea  de 
í'ormar  un  jardín  en  el  gran  patio,  el  cual  mejoró  la 
impresión  que  causaba  el  aspecto  general  del  ediñcio, 
y  se  empezó  A  edificar  con  ladrillo  y  mezcla  de  cal  una 
sección  de  dos  pisos  en  el  ángulo  Noroeste,  que  sola- 
meí.ti'  hal*;,i  estado  cercado  hasta  e!Hen('e>.  Ta!  era  la 
mansión  de  ios  gobernadores,  que  generalmente  se  desig- 
naba con  el  nombre  de  £1  fuerte. 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  201 


LXXXn*  —  Los  depósitos  de  ayas  iiotoMe 

Se  habrá  notado  que  todos  los  pueblos  del  interior, 
fundados  hasta  1810«  están  sobre  ia  orilla  ó  muy  cerca 
de  algún  río  ó  arroyo.  Han  tomado  esta  situación :  algu- 
nos por  gozar  de  las  ventajas  de  la  comunicación  flu- 
vial; y  todos,  por  tener  á  la  mano  las  maderas  y  la  leña 
que  los  montes  podían  proporcionarles,  y  por  la  facili- 
dad de  proveerse  de  agua  potable.  Tenían,  pues,  un 
servicio  abundante  de  este  artículo  tan  indispensable 

a  la  vida. 

Por  ser  el  agua  del  río  do  la  Plata  salada  en  las 
cercanías  de  Montevideo,  los  habitantes  de  esta  ciudad 
tuvieron  que  recoger  el  agua  llovediza  y  que  usarla 
exclusivamente  en  los  primeros  años  que  siguieron  á  la 
fundación.  Emi)learon  para  el  electo  pipas  y  tinajas,  que 
culocaban  comunmente  en  los  ííngulDS  de  lus  [>atios,  y 
á  las  cuales  caía  el  agua  de  los  techos  por  medio  de 
caños  de  hojalata  ó  de  conductores  de  t^a.  Mas,  suce- 
diendo que  las  lluvias  no  se  producían  periódicamente, 
que  aquellos  recipientes  no  bastaban  para  recoger  toda 
el  agua  que  pudiera  neresitarse  hasta  la  lluvia  pi  óxima, 
y  que  con  írecuencia  se  descomponía  el  líquido  cuando 
más  se  le  necesitaba,  este  medio  de  provisión  distó 
mucho  de  satisfacer  las  necesidades,  y  tal  deficiencia 
motivó  que  se  abriese  en  el  recinto  fortificado  el  llamado 
Pozo  del  Rey. 

Ck)mo  su  agua,  aunque  ahundante,  era  salol>re,  no 
hizo  todo  el  bien  que  se  esperaba.  Pero  no  tardó  un 
vecino  en  abrir  otro  pozo  fuera  de  las  fortificaciones, 
cerca  de  la  playa  de  la  bahía,  sobre  la  orilla  del 
arroyuelo  de  las  Canarias.  Surgió  aquí  agua  potable; 
la  pohlación  se  sirvió  de  ella  durante  mucho  tiempo  á 
lalta  de  agua  llovediza  y  el  autor  de  la  benéfica  obra 


Oigitized 


202  Bo^yCEJU  msTüKICO 

tUTo  la  satisfacción  de  que  lo  recordaran  á  menudo  los 

consumidores  agregando  al  pozo  el  nombre  de  Masca^ 
renos. 

Ci  t'ció  la  población;  el  servicio  de  las  pipas  y  tiu^jus 
siguió  siendo  inseguro  y  el  del  po20  llegó  á  ser  insuft* 
cíente.  El  descubrimiento  de  Mascareñas  enseñó  á  otros 

en  qué  lugar  podría  hallarse  buena  agua.  No  era 
meiii^it'r,  por  lo  mi5?nin,  otra  cusa  í{\\Q-  aprovechar  ia 
lección,  y  la  aprovechó  la  autoridad  haciendo  abrir 
otros  poeos  en  las  inmediaciones  de  aquél,  que  por  ser 
obra  de  autoridad  se  llamaron  Pozas  del  Rey. 

Confiar  en  ellos  equivalía  á  poco  menos  que  ponerse 
á  merci'í!  del  enemigo  cada  vez  que  la  plaza  íiiese 
sitiada,  aparte  de  lo  molesto  costoso  que  era  su  bene- 
ficio. Los  dueños  de  casas  se  decidieron,  por  evitar 
tales  inconveniencias,  á  abrir  en  sus  fincas  aribes  ó 
cisternas;  y  tanto  se  aficionaron  á  ellos  para  fines  del 
siglo  XVII,  que  en  adelante  los  hicieron  de  enorme 
capacida  l,  {lerfcctamenie  iiiqicrmeables  v  abovedados, 
b^jo  de  tierra.  No  tuvo  nunca  Montevideo  agua  tan 
ponderada  como  la  de  lluvia  que  se  recogía  en  estos 
recipientes  casi  inagotables. 

LXXXin.  —  finrernediides,  médlMS,  renediot  r  liaepltoles 

Como  que  las  costumbres  alteraban  poco  el  orden  de 
la  naturaleza,  la  salud  fué  excelente  en  pueblos  y  cam- 
pos durante  muchísimo  tiempo.  Pero,  como  nadie  era 
inmortal,  ni  cjsíaba  del  todo  exento  de  irregularidades 
de  vida,  ni  libre  de  accidentes  imprevistos,  ocurrían  de 
tarde  en  tarde  enfermedades  y,  por  lo  tanto,  necesidad 
de  curarlas. 

Los  salvajes  adultos  y  varones,  aficionados  á  embo- 
rracharse con  aguartlitMiio,  ó  con  inirl  de  abejas  iV'r'aicn- 
tada  ^K}r  medio  del  agua  (chicha)  sentían  en  el  estómago 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  tKUÜÜAY  203 

los  efectos  del  alcohol ;  juzgaron  que  este  órgano  era  el 

aíiiento  de  la  embriaguez,  é  iiidajcroii  de  aquí»  seírfm 
parece,  que  allí  se  radicaban  todas  las  eiiíermeüades 
que  padecían.  La  lógica,  que  á  ningún  ser  animado 
&ita,  los  condujo  á  sentar  como  regla  terapéutica  que 
la  vuelta  de  los  enfermos  á  la  salud  dependía  de  extraer 
el  mal  del  estómago;  y,  no  hallando  nada  más  ade- 
mado, curaban  todas  bs  enfermedades  chupando  con 
gran  fuerza  la  piel  de  la  región  gástrica.  No  todos 
debían  ser  aptos  para  aplicar  con  buen  resultado  este 
tratamiento,  pues  había  indios  que  se  ocupaban  espe- 
cialmente en  curar.  Eran  los  médicos  de  la  tribu. 

Los  campesinos  españoles,  criollos  y  mestizos,  no 
tenían  médicoSt  es  decir,  personas  dedicadas  especial- 
mente á  curar,  ni  los  necesitaban,  pues  creían  á  toda 
persona  cristiana  más  ó  menos  dotada  de  la  capacidad 
de  sanar  ciertas  enfermedades.  Es  así  que  cuando  alguno 
se  enfermalia  pedía  la  asistencia  de  indígenas  liautiza- 
dos,  ó  de  vecinos  de  su  propia  raza,  y,  á  falta  de  aqué- 
llos y  de  éstos,  del  primer  transeúnte  que  divisaran. 
Tanta  confianza  inspiraban  las  prescripciones  de  estas 
personas,  que  el  paciente  las  t  jecutaba  sin  poner  nunca 
en  du<la  su  eficacia,  por  más  peregrino  que  fuera  el 
medio  curativo. 

£n  los  pueblos  del  incerior,  y  aún  en  Montevideo 
durante  medio  siglo,  poco  ó  nada  tuvieron  que  hacer 
los  médicos  diplomados,  ni  los  farmacéuticos.  No  se 
usaban  otros  remedios  tpie  algunas  hierbas  medicinales, 
cuyas  virtudes  eran  cunocidas  por  cierto  nfimero  de 
mi^eres  de  las  diversas  clases  sociales.  Producido  un 
caso  de  enfermedad,  se  ocurría  á  los  buenos  oficios  de 
la  señora  Tal  6  de  la  china  Cual,  y  nadie  pensaba  en 
más  para  sanar  de  calenturas,  catarros,  cólicos  y  con- 
tusiones. La  primera  botica  la  tuvo  Montevideo  en  176.S, 
y  por  ese  tiempo  hallaron  ocupación  los  facultativos 


I 


204  bo.si^UEJO  HISTÓRICO 

Bnfermero  lo  era  todo  el  mundo  con  la  mejor  voluntad, 
de  modo  que  á  nadie  faltaba,  llegado  el  caso,  quien  lo 

cuiíl.'iiM,  ¡»*»i-  \)ocn^  í|ue  fueran  sus  amistades. 

Euipero,  segúa  íue  civciendo  la  ciinlad,  so  aumentó 
la  clase  de  loa  pobres,  tan  privados  de  familia  como  de 
fortuna,  y,  por  lo  mismo,  también  la  necesidad  de  que 
la  ñlantropía  de  los  vecinos  se  ejercitase  con  más  fre- 
cuencia. V,  ' oiiK)  nunca  son  tan  fáciles,  ni  tan  útiles, 
los  actos  de  iM^nelicencia  ejecutados  individualmente 
como  los  asociad(>^  .  'ombinando  el  sentimiento  de  amor 
al  prójimo  con  la  idea  de  la  economía,  sugirieron  al 
vecino  don  Francisco  Antonio  Maciel  el  proyecto  de 
constituir  una  asociación  con  el  ñn  de  auxiliar  á  los 
condenados  á  muerte  en  sus  últimas  horas,  y  «4  los 
cnlermos  pobres.  Asociáronse  en  1775  unas  pocas  per- 
sonas bajo  el  titulo  de  Cofradía  del  señar  san  José  y 
caridad^  y  desde  el  aflo  siguiente  se  consagraron  al 
segundo  de  aquellos  humanitarios  oficios. 

Al  [irincipio  i)oin.'in  los  coírades  y  recog^ían  en  el  vecin- 
dario S'  Ui  uuilmenie  cantidades  do  dinero,  nombraban, 
pagaban  y  enviaban  enfermeros  á  los  necesitados  y 
daban  á  cada  uno  de  éstos  dos  reales  diarios,  mientras 
durase  la  enfermedad.  Mas,  como  esta  manera  de  asis- 
tir no  careciese  de  inconv»^nientes,  v  el  Cabildo  avan- 
zalia  lentamente  en  la  jirepararioii  de  un  Im^ini  d,  por 
faltarle  ios  insdispensables  recursos,  se  resolvió  Maciel 
á  convertir  en  hospital  provisionalmente  una  casa  suya ; 
lo  dotó  con  12  camas  y,  tomando  sobre  sí  los  gastos 
que  la  asistencia  causara,  iiiaiiíJruró  en  1787  el  Asih  de 
caridad.  El  Cal)iMo  terminó  en  el  año  siguiente  el  Jíus- 
pitai  de  igual  nombre,  lo  entregó  á  la  cotradia  de  que 
era  hermano  mayor  el  caritativo  Maciel,  llamado  justa- 
mente el  Padre  de  los  pobres,  y  se  trasladaron  á  él  las 
camas  y  los  enfermos  del  Asilo. 

Diez  años  despucs  de  inaugurado  el  Hospual  de  can- 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  205 


(hd  se  fundó,  por  resolucióa  de  las  autoridades  de  Bue- 
lÁji,  Aires,  un  hospital  rmiitar  que  ocupó  el  terreno  limi- 
tado por  las  calles  San  Benito,  San  Francisco  y  San 
Higaei»  y  por  la  orilla  septentrional  de  la  ciudad,  bajo 
et  nombre  de  Hospital  y  barracdn  de  la  marina.  Se 
confió  su  administración  interior  á  los  reli^nosos  betle- 
mistas,  y  se  asistieron  en  él  lus  enfermos  del  personal 
ele  la  marina  de  guerra,  de  las  fuerzas  que  guarnecían 
la  ciudad,  y  de  la  clase  de  presidarios. 

LXXXIV.  —  Edificios  destinadab  ú  diversiones  populares 

El  primer  ediíicio  erigido  en  Montevideo,  con  destino 
á  diversiones  populares,  de  que  se  tiene  noticia  íue  una 
[dm  de  toros.  Se  la  edificó  hacia  17  7d,  según  se  dice. 
Era  de  forma  ochavada  por  dentro  y  fuera,  y  ocupó  la 
cuadra  encerrada  por  las  calles  San  Diego,  San  Carlos, 
maíllo  Toaids  v  San  José.  Existia  aún  hacia  1790. 

Mientras  hubo  plaza  de  toros  no  iiubo  teatro.  Vínole 
ea  1794  al  portugués  Cipriano  de  Mello  la  idea  de 
hacer  levantar  el  primer  edifício  aplicado  á  las  repre- 
sentaciones, y  realizó  su  pensamiento  en  el  callejón 
pe  conducía  dul  Fuerte  á  la  calle  San  Pedro,  enue  las 
de  Santiago  y  San  Francisco.  La  casa  de  la  comedia, 
(gue  asi  se  le  llamó)  importaba  el  principio  de  un  pro- 
greso importante ;  pero  no  había  en  ella  el  lujo,  ni  la 
elegancia,  ni  las  comodidades  de  los  teatros  de  hoy  en 
día.  Li  techo,  cuya  armazíui  de  madera  era  muy  sólida, 
era  de  teja  y  estaba  sostenido  por  toscas  vigas  (jue  del 
caballete  venían  á  buscar  apoyo  en  el  suelo,  intercep- 
tando el  paso  y  la  vista  de  los  espectadores.  £1  piso  de 
la  platea  era  de  ladrillos.  A  ambos  lados  había  dos 
hileras  superpuestas  de  palcos  y  una  de  asientos  espe- 
ciales para  las  mujeres  ( la  cazuela).  Desde  el  techo 
pendían  varios  aros  de  madera  que  se  mantenían  en 


2üi)  BOSQUEJO  UISTÓaiCO 

posición  horizontal  y  bajaban  ó  subían  por  medio  de 

cuenias.  El  i)r>rde  superior  esos  aros  <*staba  provisto 
de  cierto  núm<n*o  de  tubos  conos  de  hojalata,  ea  los 
cuales  se  aseguraban  velas  de  sebo,  fabricadas  á  baño. 
Esos  aros  eran,  pues,  los  candelabros  ó  arañas  que 
servían  para  alumbrar  la  sala  en  los  días  de  fiesta. 

CAPÍTULO  m 

POBLACIÓN  DE  LA  BANDA  ORIENTAL  HASTA  1810 
LXXXV.  «-  l*(»blaciáii  de  MoiiteTideo 

La  pequeña  península  en  que  está  situada  la  ciudad 
de  Montevideo  era  habitada  por  alguna  que  otra 
persona  que  vivían  en  casuchas  de  piedra  ó  de  adobe 

(lis'MJiiiiadas  á  lariras  distaucias.  Decretada  la  imiiiación. 
se  establecieron  iumediatamt'iite  s  ('»  lo  lauiilias  venidíis 
de  la  Banda  Occidental,  y  luego,  hacia  fines  del  mismo 
año,  llegaron  otras  13,  procedentes  de  las  Canarias,  que 
fueron  traídas  por  Alzaybar.  El  mismo  condujo  en  1728 
unas  30  familias  más  de  las  mismas  islas,  á  las  cuales 
precedieron  y  si;Lmieron  otras  qu<^  haljían  residido  en 
varios  puntos  de  la  jurisdicción  de  Huenos  Aires,  y  que 
se  trasladaron  animadas  por  el  Cabildo  de  la  capital. 

La  población  no  aumentó  en  los  primeros  tiempos 
con  mucha  rapidez,  puesto  que  en  1770  contaría  algo 
más  que  mil  individuos  d(^  lodas  las  edades  y  sexos. 
Seí^ún  algunos  testimonios,  hacia  1800  el  número  fué 
de  unos  T.'oo  dentro  de  muros  y  otros  tantos  íUerat 
diseminados  en  las  chacras ;  pero,  el  padrón  formado  en 
1803  por  orden  del  cabildo  no  constató  mayor  número 
que  el  do  4722,  comprendiendo  los  blancos,  los  indíge- 
nas, iob  uegros  y  los  mestizos  de  todas  clases  que  vivían 


Digitized  by  Google 


DE  LÁ  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  207 

la  ciiidaíl  v  suburbios.  Creció  enlósanos  siLuientcs, 
y  luogo  disminuyó,  sobre  todo  fuera  de  muimt  con 
motivo  de  las  invasiones  inglesas;  por  manera  que 
hacia  1810  no  excedía,  ó  excedía  poco,  la  cantidad  de 
habitantes,  de  la  que  había  sido  en  1803. 


No  se  puede  determinar  qué  progr^s  hizo  la  pobla- 
ci/>n  «le  la  Banda  oriental,  fuera  de '  Montevideo,  hasta 
el  año  1810.  Sólo  se  tienen  los  datos  que  publicó  Azara, 
relativos  á  los  últimos  años  del  siglo  XVIIl,  en  los  cua* 
les  se  incluyen  los  habitantes  dei  núcleo  de  cada 
I>ueb1o  y  los  de  su  distrito  rural.  Son  éstos,  compren- 
diendo á  Montevideo : 


LXXXTI.  —  Población  dei  resto  del  ptd» 


Región  dei  Oeste 


Colonia  del  Sacramento. 
Real  Carlos  .... 
Soriano  

Víboras  

Mercedes   

Dolores  ó  Espiniliü  «  . 
Rosario  ó  Colla  .    .  . 


300 
230? 
1.700? 

1.500  ? 

850  l 
1.300  ? 

300? 


6.150 


Región  del  Esle 


Maidonado  

San  Miguel  

Santa  Teresa  

San  Carlos  6  Maidonado  chico  . 

Rocha  

Meló  *  • 


2.ÜÜ0  ? 


40 

120? 
400? 

250 
820 


3.630 


A  la  vuelta 


9.780 


Digitized  by  Google 


2Ü8 


liüü>gL£JO  HISTÓRICO 


De  la  vuelta  0.780 

Región  del  Centro 

Guadalupe  ó  Canelones .    ,   «    .  3.500 
Santa  Lucia  ó  San  Juan  Bautista.      4fiO  f 

Pando   300  ? 

San  José   .'>5fl  ? 

MiniiS   450 

Piedras   800  {  5.860 

15.Ü40 


LXXXTn.  -  P^UadóB  tttel  de  ím  Hmmém  Oriental 

Sumando  las  poblaciones  do  Montevideo  y  del  resto 
del  país  se  tiene  el  total  de  :^.985,  á  que  ascendía 
aproximadamente,  el  número  de  habitantes  en  1800. 

}\}v  i'l  incremento  de  esta  población  y  por  haberse 
fundado  ¿iusieriurmenie  laFlorida,  la  Santísima  Trinidad 
de  Porongos  y  Paysandú,  creciu  aquella  ciíni  para  1810 
en  términos  que  no  es  posible  precisar.  No  falta  quien 
suponfira  que  llegó  hasta  60  ó  70  mil ;  pero  este  número 
es  indudablemente  exagerado. 

En  Cí>ta  ijublación  entraban  los  españoles,  los  iiuh- 
gcnas,  los  negros,  lus  mesii/A>s,  ios  zambos  y  los  mula- 
tas. La  mayoría  era  do  españoles  y  mestizos.  Cuando 
aciuéUos  empezaron  á  colonizar  la  Banda  Oriental  eran 
muchos  los  indiV'enas  y  rarísimos  los  negros ;  pero  el 
nú  moro  de  éstos  aumentó  mucho  para  1810,  sobre  todo 
en  MontcN  idri»,  en  que  íbrmaban  el  tercio  de  toda  su 
población;  y  el  de  aquéllos,  ai  contrario,  disminuyó, 
por  la  persecución  que  motivaron  su  carácter  indómito 
y  sus  costumbres  dañinas.  Mientras  los  españoles  no  se 
propusieron  ocupar  esto  territorio  los  ohamias  perma- 
necieron ea  la  zona  limítrofe  del  rio  de  la  Plata ;  mas 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  209 


desde  quo  se  fundó  Montevideo  y  que  los  colonos 
empezaron  á  tomar  posesiones  en  el  interior,  se  some- 
tieron las  tribus  de  origen  goaranítico  y  los  más  de  los 
charrúas  se  Alejaron  continuamente  hacia  el  Norte,  no 
sin  disputar  en  sani^rientas  luchas  sus  posesiones,  siendo 
de  notarse  que  quedaron  en  su  lugar,  durante  algún 
tiempo,  tribus  minuanes  venidas  del  otro  lado  del 
Uruguay,  hostilizando,  aunque  sin  éxito  de  importancia, 
á  los  pobladores  europeos.  Para  el  último  cuarto  del 
siglo  XVIII  los  charrúas  refractarios  á  la  civilización 
habían  transpuesto  el  río  Negro,  diezmando  de  paso, 
según  parece,  á  los  yaros  semi-amansados  que  vivían 
entre  ese  río  y  el  San  Salvador,  y  á  los  bohanes  que 
residían  poco  más  allá.  Los  minuanes  vagaban  entre 
tanto  al  Sud  del  río  Yic,  atacando  hoy  una  aldea  ó  una 
estancia,  mañana  otra,  y  sufriendo  repetidas  ])ersecu- 
ciones  de  los  espíinoies.  Ya  para  finer>  del  mismo  siglo 
los  charrúas  y  minuanes  indómitos,  reducidos  á  muy 
corto  número,  habían  pasado  el  Cuareim,  y  sólo  venían 
al  Sud,  en  partidas  de  pocos  hombres,  para  ejecutar 
cori*''i'ías. 

Las  tribus  indí'j-enas  amansadas  s(*  repartieron  en 
las  estancias,  chacras  y  pueblos  fundados  por  los  con- 
quistadores. Los  demás  continuaron  durante  la  domina- 
ción española  la  vida  errante  que  llevaban  cuando  se 
descubrió  el  río  de  la  Plata,  con  la  diferencia  de  que  su 
movilidad  auui^'nió  por  el  uso  del  caballo  y  por  la  con- 
tinua persecución  de  que  eran  objeto.  Los  negros 
residían  en  los  centros  urbanos  y  en  las  chacras  princi- 
palmente, con  las  familias  á  quienes  pertenecían.  Los 
españoles  y  sus  hijos  habitaban  en  los  pueblos  y  en  sus 
establecimientos  agrícolas  ó  ¡)astoriles,  los  últimos  de 
los  cuales  estaban  diseminados  en  el  campo  á  grandes 
distancias  unos  de  otros.  £n  la  población  rural  es  en 
donde  abundaban  más  los  mestizos,  por  la  razón  de 

14 


Digitized  by  Google 


210  BO^CEJO  HISTÓRICO 

que,  siendo  muy  pocas  las  mujeres  españolas»  lo8  hom- 
bres bc  unían  ;i  las  indias  reduciüas  >  alas migeres  que 
éstas  generaban. 

Las  clases  mencionadas  no  se  mirabaíf  nada  bien. 
Desde  el  principio  de  la  conquístalos  salviyes  odiaron á 
los  españoles,  y  éstos  juzgaban  á  los  salvajes  y  á  los 
negros  como  á  seres  tan  inferiores,  qu<  iuianif  largo 
tiempo  discutieron  ios  más  doctos  si  ios  indios  i>oriene- 
cían  ó  no  á  la  especie  humana,  siendo  necesario  que  el 
Papa  declarase  la  afirmativa.  Aun  así,  muchos  sacer- 
dotes se  negaron  después  á  administrarles  sacramentos. 
Mejor  concepto  si*  tenía  de  los  mestizos  ;  pero  ni  éstos, 
jii  los  criüilüs,  m:ujt(_-mau  buenas  relaciones  con  los 
españoles,  aunque  perteneciesen  á  una  misma  iamilia. 
Parece  que  esta  aversión  era  mayor  en  Montevideo  y  en 
los  pueblos  que  en  el  campo,  acaso  porque  era  menor 

la  ignorancia. 

CAPÍTULO  IV 

AUTORIDADES  LOCALES 
LXXXVIll.  —  Ort^atii¿4iciuu  geiierai  del  serrieio  iiúUieo 

En  los  primeros  ueiiiitos  la  Colonia,  (cuando  la 
poseían  los  españoles)  Montevideo,  Maldonado  y  Santa 
Teresa  eran  otras  tantas  comandancias,  y  se  tuvieron 
en  esos  puntos  muy  })ocas  autoridades  subalternas.  Los 

comandantes  r'K'n  ían  principalmente  autoridad  mib- 
tar;  la  política,  judicial  y  mani<Mpal  convspoii' iia  á  los 
cabildos*  Pero,  así  que  las  pol)lacíones  empezaron  á 
tener  importancia  se  hizo  sentir  la  conveniencia  de  que 
el  gobierno  de  Buenos  Aires  tuviese  en  la  Banda  Orien- 
tal un  auxiliar  de  mayor  significación.  Inducido  por 
tales  consideraciones  el  gobernador  -\ndonaegui  solicitó 


Digitized  by  Google 


D£  LA  REPÚBUCA  üKlfiMAL  DEL  LHUGUAY  211 

del  Rey  que  dotase  á  Montevideo  de  un  gobernador 

político  y  militar  con  las  facultades  correspondientes  á 
la  importancia  del  puesto;  y,  accediendo  el  Soberano, 
lo  instituyó.  El  coronel  don  Joaquín  de  Viana  fué  quien 
recibió  el  primer  nombramiento,  y  lo  ejerció  desde 
Marzo  de  1751.  £1  gobernador  de  Montevideo,  como 
todos,  debía  ser  nombrado  por  el  Rey;  pero  estaba 
subordinado  á  la  autoridad  política  y  militar  áv  FUi'mios 
Aires,  por  ser  la  Banda  Oriental  parte  de  la  provincia 
bonaerense. 

Desde  entonces  filé  más  cómplicada  la  organización 
administrativa  de  la  Banda  Oriental,  sobre  todo  la  de 

Montevideo.  En  la  |>niiiL'i  a  década  del  siglo  XIX  era 
como  se  indica  en  los  artículos  siguienies. 


LXXXDÍ.  —  ÁBlorlMee  de  la  ngi6«  eentnd 

La  autoridad  política  y  económica  de  la  ciudad  de 
Montevideo  y  su  jurisdicción  era  de.sem[)eñada  :  P  por 
el  gobernador,  con  un  asesor  y  uu  escribano  de  go- 
bierno; —  2**  por  un  mmisira  de  la  real  hacienda^  con 
oficiales  primero, segundo  y  tercero;  ^  3^  por  un  admi- 
msirador  de  aduana,  con  un  contador,  un  vista,  un 
alcaide,  oficiales  primero,  segundo  y  tercero,  un  oficial 
dt'  tesorería,  uno  ile  administración  y  un  escribano  de 
registros;  4"*  por  uu  admmisírador  de  la  renta  de  taba'^ 
eos\  con  un  contador,  un  oficial,  un  tercenista  (encar<> 
gado  de  la  tercena  6  puesto  en  donde  se  vendía  el 
tabaco)  y  un  mozo  de  almacenos;  5°  por  un  adminis- 
trculor  de  la  renta  de  correos,  con  un  contador  y  dos 
oficiales. 

La  autoridad  militar  estaba  á  cargo  :  I""  de  un  estado 
mayor  de  plaza  con  un  gobernador,  que  lo  era  el  poli* 

tico  y  jefe  de  la  real  armada,  con  un  sar¿,'-onio  mayor; 
2^.  un  comandante  niüÜar  de  matricida,  con  un  ayu- 


J      Digitized  by  Google 


212  .  ÜOáglliJu  HISTÓRICO 

dante,  un  asesor  y  un  escribano;  3^.  un  capitán  del 
puerto  con  dos  escribientes,  un  asesor,  un  escribano, 

üii  vidria  del  rcrro,  un  i)nicti(  0  lu.ivor,  uno  de  nombra- 
mienio  y  tres  supernumerarios ;  4''  un  cuerjjo  político 
de  artillería  con  un  ayudante  de  contralor,  (el  contralor 
residía  en  Buenos  Aijres)  un  guarda-almacén  y  su  ayu- 
dante, y  un  maestro  mayor  de  montajes;  una  sec- 
ción del  rrnl  cue^^po  de  iníjenwros  del  virreinato. 

Las  l\ier/:is  (jue  urdinariamente  dependían  déla  auto- 
ridad militar  eran : 


2  compañías  de  milicias  del  i*eal  cuerpo 

de  artillería   230  plazas, 

2  eouipaiiias  de  naturales,  del  mismo 

cuerpo   210  — 

1  batallón  de  voluntarios  de  infantería 

con  8  compañías  de  flisileros  y  1  de 

firranaderos   094  — 

4  escuadrones  de  voluntr^rios  de  eaba- 

Ueria,  de  ti*es  compaíiias  ca  la  uno  •  700  — 
1  compañía  de  pardos  granaderos  •  •  100  — 
l  compañía  de  negros  granaderos  .   •       60  — 

l/.rJ4  plazas. 


Además  había  un  cuerpo  de  hlandcngves  de  la  fron^ 
terüf  compuesto  de  8  compañías  de  á  100  plazas  cada 
una,  creado  en  el  año  1799,  y  un  escuadrón  de  900  pla- 
zas de  caballería  estacionado  en  el  Yí. 

El  ui>üstadero  ó  esi.u  ión  naval  del  Riu  de  la  Plata 
era  administrado  por  un  comandante  general  de  ma- 
rina» que  durante  algún  tiempo  lo  íUé  el  gobernador  de 
Montevideo  y  funcionaba  con  un  asesor  y  un  escribano; 
por  una  secretaría  de  la  comandancia,  con  un  ayudante, 
"Vi^^dos  escribanos,  un  portero,  y  un  interprete  de  lenguas; 


Digitized  by  Google 


I 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIKNTAT>  HEL  URUGUAY  213 

por  UDa  nuiyorfa  con  un  oficial  de  órdenes  y  un  escri- 
biente; por  una  junta  de  apostadero  que  presidia  el 

comandanta  ^'-eneral,  constaba  de  1  vocales  con  un 
secretario  y  un  asesor;  y  por  un  ministerio  de  bajeles, 
con  un  ministro  principal,  dos  agregados  y  dos  escri- 
bientes. £1  número  y  clase  de  buques  de  guerra  era 
variable;  pero  generalmente  era  de  una  fragata»  dos  ó 
tres  corbetas  y  veinte  y  luuLas  lanchas  cañoneras  y 
obliteras,  aparte  de  varios  bergantines,  faluchos  y 
místicos  que  se  ocupaban  en  el  servicio  de  la  costa  pata- 
gónica, de  las  Malvinas  y  de  los  ríos,  y  en  conducir  la 
correspondencia  entre  Buenos  Aires  y  la  Colonia.  La 
escuadra,  prefería  apostarse  en  el  puerto  de  Montevideo, 
I»nr  ser  más  cómodo  que  el  de  Buenos  Aires  y  que  el  de 
la  Ensenada  de  BaiTagán. 

Las  fiinciones  judiciales,  pohciules  y  municipales 
eran  desempeñadas,  en  cada  pueblo  de  la  jurisdicción 
(le  Montevideo,  por  su  cabildo. 

No  había  en  toda  la  Banda  oriental  otra  autoridad 
eclesiíística  que  ios  curas  piírrocos.  La  ciudad  de  Mon- 
tevideo tuvo  uno  solo.  Hubo  otro  en  Canelones,  y  otro 
en  las  Piedras. 


X€.  —  AutarldadM  de  las  rtffUmet  del  Oeste  j  Este 

El  punto  algo  importante  de  la  región  occidental' era 
la  plaza  de  la  Colonia  del  Sacramento;  pero  esa  misma 
importancia  era  militar  más  que  política.  Es  así  que  no 
haljía  en  ella  autoridades  encargadas  especialmente  de 
funciones  políticas.  La  policía,  la  justicia  y  las  atencio- 
nes municipales  eran  servidas  por  el  cabildo,  y  el  cui- 
dado militar  estaba  á  cargo  de  un  comandante,  quien 
disponía  de  80  hombres  de  infantería  y  2  escuadrones 
con  150  plazas  de  caballería. 

Hacia  el  Este  había  dos  lugares  importantes,  que 


214  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

eran  Maldonado  y  Santa  Teresa,  hajo  el  punto  de  vista 
militar,  razón  por  la  cual  habla  en  cada  ano  de  ellos 
un  comandante.  En  el  primero  la  ftierza  era  de  100 

liuinbres  (\e  infantería  y  150  de  caballería.  Sobre  la 
frontera  del  Brasil  había  un  <»s<  iiatliV.a  ralullería, 
de  300  plaz;is.  Además  funcionaba  en  Maldonado  un 
ministro  de  la  real  hacienda  con  un  oficial. 

CAPÍTULO  V 

COSTUMBRBS  POPULARES 

XCI*  ^  Práetieas  religiosas 

Personas  que  luvieron  relaei(Sn  eon  los  charrúas  y 
los  minuanes  aseguran  que  estos  salvfyes  no  se  entre- 
¿"aban  á  ninguna  práctica  religiosa  á  Unes  del  siglo 
XVin,  y  que  no  tenían  idea  de  divinidad,  ni  de  exis* 
tencia  sobrenatural,  ni  ninguna  otra  que  pueda  califi- 
cai-sp  de  religiosa.  Autores  modernos  Miptuien  que 
alguna  noción  debieron  tener,  aunque  vaga,  de  la  vida 
Altura,  puesto  que  enterraban  sus  muertos  con  armas, 
como  para  que  usaran  de  ellas  después  de  la  muerte ; 
|)ero,  éstas  y  otras  costumbres  que  sin  duda  han  tenido 
origen  en  creencias  reliíriosas,  bien  pudieron  ser  obser- 
vadas por  mera  imitación  hereditaria  de  usos  pertene- 
cientes á  pueblos  místicos  antiguos  de  que  procedieran, 
habiendo  olvidado  las  ideas  á  que  en  tiempos  remotos 
correspondieran,  pues  ¡es  m«4s  fácil  perpetuar  actos 
externos  <]iie  sentimientos.  Este  p-^recer  tiene  en  su 
apoyo  la  constancia  de  que  ningún  eiiarrtía  6  niiuuán 
hacía  cosa  que  pudiera  interpretarse  como  culto.  El 
mismo  casamiento,  que  en  todas  las  religiones  reviste 
formas  especiales,  ninguna  tenía  entre  los  salviyes  que 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  215 

lo  distinguiese  de  cualquiera  acto  civil,  pues  se  reducía 
á  pedir  una  mvi¡ev  á  su  padre,  obtener  contestación 
afirmativa  y  llevársela  consigo.  Hombre  y  mujer  vivían  . 

juntos  mientras  estaban  á  su  g'usto;  y,  cuando  desapa- 
re("ía  la  buena  inteliíi^eiicia,  se  separaban  para  unirse 
á  otra  persona  de  su  agrado. 

Los  mestizos  que  vivían  en  el  campo,  á  largas  distan* 
das  de  pueblos  y  capillas,  habían  aprendido  de  sus 
padres  españoles  sus  ideas  y  prácticas  religiosas  ;  pero, 
ya  por  la  iiidifrrencia  de  las  madres  indígenas,  ya  por 
la  ausencia  de  sacerdotes,  aquellas  impresiones  se  des* 
vanecieron  poco  á  poco  y  apenas  les  quedaron,  para 
principios  del  siglo  XIX,  la  costumbre  de  bautizar  á  sus 
hijos,  aunque  fuera  por  sí  mismos,  cuando  estaban  cre- 
cidos ó  eran  ya  mozos,  y  numerosas  supersticiones. 

Los  españoles  y  sus  descendientes  urbanos  profesaban 
el  catolicismo,  y  también  los  negros.  Las  creencias  de 
los  católicos  de  entonces  diferían  de  las  creencias  cató- 
licas de  hoy  en  día,  en  que  se  aplicaban  con  igual 
adhesión  á  todas  las  ideas  que  ens'  üalía  la  Iglesia,  en 
que  lio  abundaban  quienes  adiuitiesen  unas  y  rechaza- 
sen ó  pusieran  en  duda  otras.  Nadie  estaba  en  relación 
con  personas  de  otras  religiones,  ni  con  libre^nsa- 
dores  ;  nadie  leía  libros  que  no  ñieran  místicos,  apro- 
bados por  la  autoridad  eclesiástica  ;  nadie  recibía  el 
intlujo,  por  lo  mismo,  de  ideas  contrarias  á  las  del  eato- 
licismo.  La  fé  era  una,  y  se  extendía  con  igual  inten- 
sidad á  las  doctrinas  que  la  Iglesia  reputa  indiscutibles 
y  á  las  que,  si  bien  admitidas  por  sus  representantes, 
podrían  ser  discutidas. 

No  sabiendo  el  vulgo  distinguir  lo  que  era  de  lo  que 
no  era  de  precepto,  lo  que  mandaba  la  autoridad  ecle- 
siástica de  lo  que  aprobaba  simplemente  ó  sólo  toleraba, 
prestaba  adhesión  incondicional  á  muchas  ideas  extra- 
lias,  y  á  supersticiones  y  pi*eocupaciones  de  todas  da- 


Digitized  by  Google 


21Ó  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

SOS,  por  {^roseras  que  fueiaii.  No  hal>ía  liecho  extraor- 
dinario ó  sobrenatural  que  iiu  se  aüibuyese  a  las  brujas» 
las  ánimas  solian  aparecer  de  mil  maneras,  y  los  demo- 
niofi  se  entretenían  en  llevarse  los  pecadores  en  pleno 
dfa.  Refiérese  que  mientras  un  misionero  predicaba 
acerca  de  las  \m\as  (M  Iníierno  en  v\  atrio  de  San 
Francisco  á  un  iiUiut'j  u>o  ^^enúo  que  llenaba  el  anden 
y  la  sección  inmediata  de  las  calles,  y  del  cual  eran 
parte  gauchos  que  oian  el  sermón  montados  en  sus 
caballos,  empezaron  éstos  á  piafiu*.  Asústanse  algunas 
personas  por  atribuir  el  ruido  á  la  presencia  de  los  espí» 
ritus  malos,  iiriian  que  el  deiiiuuio  las  persig:ue,  huyen 
aterradas,  comunican  á  los  demás  el  espanto,  y  el  pre- 
dicador se  queda  solo  antes  qifó  se  diera  cuenta  de  lo 
ocurrido* 

Cuando  algún  criminal  era  condenado  á  muerte  en 

Montevideo,  la  colradia  <le  San  José  y  Caridad  entraba 
en  función  con  el  lia  de  a^isur  al  penado  en  sus  últimos 
momentos. 

Dos  de  ellos,  que  se  reemplazaban  periódicamente  en 
los  tres  días  de  capilla,  lo  exhortaban  á  que  se  arre- 
pintiese y  á  que  creyera  en  la  misericordia  de  Dios  ;  y 
otros  iban  de  casa  en  casa  pidiendu  iiniosna  -  para  luen 
del  alma  del  que  van  á  ¿gusticiar.  »  Las  donaciones  eran 
aplicadas  á  los  gastos  del  entierro.  £n  la  hora  de 
cutar  la  pena  la  hermandad  acompañaba  al  condenado 
al  lugar  del  suplicio  cantando  el  Padre  Nuestro,  se  diri» 
gía  de  allí  á  la  iglesia  y  oraba  por  que  Dios  se  apiadase 
del  que  iba  á  morir. 

Era  costumbre  rezar  en  las  horas  de  comer,  de  acos- 
tarse y  de  d^ar  la  cama,  como  lo  era  santiguarse  al 
salir  de  casa.  Ningún  niño  ó  joven  se  acostaba  sin  pedir 
lo  bendiriuii  a  sus  padres  y  abuelos,  quienes  la  daban 
solemnemente  acompañando  sus  palabras  con  la  señal 
de  la  cruz  hecha  en  el  aire.  Ai  dar  las  campanas  el 


Digitized  by  Google 


D£  LA  KEPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  217 

toque  de  oración  descubríanse  los  hombres  la  cab^a* 

todas  las  personas  detenían  su  andai  ,  li;ill)uceaban  uua 
oración,  y  continuaban  su  camino  6  su  tarea.  Ningún 
sano  omitía  la  misa,  la  coníesión  ó  la  comunión  en  los 
días  de  regla,  sin  atraerse  la  reprobación  de  sus  seme- 
jantes, y  ningún  enfermo  quería  morir  sin  que  se  le 
administrase  el  sacramento  de  la  eucaristía.  El  viático 
iba  á  casa  del  moribundo  y  volvía  á  la  iglesia  pro- 
cesionalmente ;  hombres  y  mujeres  lo  acompañaban 
orando  por  el  alma  del  enfermo,  y  los  transeúntes 
que  hallaba  al  paso  hincaban  las  rodillas  en  tierra  y 
rezaban  también,  si  no  preferían  unirse  á  los  acom- 
pañantes. 

No  se  habría  atrevido  el  pueblo  á  bañarse,  durante  el 
Terano»  en  aguas  fluviales  que  no  hubiesen  sido  hender 
ddas  previamente :  creía  que  la  bendición  tenía  la  vir- 
tud de  disminuir  el  peligro  de  morir  ahogado  en  los  ríos, 

ya  que  la  experiencia  le  probaba  que  el  preservativo 
no  era  efícaz  del  todo.  £1  más  ó  el  menos  dependía  no  • 
sólo  de  la  bendición,  sino  también  de  la  fé  que  en  sus 
virtudes  tuviesen  los  que  se  sumergían  en  la  corriente ; 
ó,  por  k)  menos,  esta  era  una  de  las  teorías  con  que  el 
MÚgo  explicaba  los  frecuentes  casos  de  des^^racia.  Ade- 
más una  bendición  hecha  en  cualquier  día  y  sencilla- 
mente, sin  testigos  ni  aparato,  habría  sido  de  valor 
dudoso,  no  habría  satisfecho  á  los  creyentes.  Era  nece* 
sario  dar  al  acto  cierta  solemnidad,  y  verificarlo  en  día 
fijo.  Así,  pues,  el  <s  de  Diciembre  partía  de  la  iglesia  un 
sacerdote  precedido  i)or  la  cruz  y  seguido  por  pueblo, 
y  una  vez  en  la  orilla  del  río,  se  ejecutaba  la  ceremonia 
aolemnemente.  Desempeñaban  este  oñcío,  en  Monte- 
video, los  padres  íhtnciscanos ;  quienes  se  trasladaban 
procesionalmente  al  lugar  elegido  para  baño  público, 
al  Norte  de  la  ciudad,  entre  las  calles  Santo  Tomás  y 
San  Vicente,  al  cual  se  llamaba  Baño  de  los  padres. 


'  Digitized  by  Google 


21S  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

porfjiie  allí  refrescaban  t.inibiéii  su  cuerpo  los  de  la 
coiimniíl?>r|  fio  San  Francisco. 

Las  calamidades  públicas  eran  motivo  de  que  se  saca- 
sen las  imágenes  de  San  Felipe  y  Santiago  de  la  iglesia» 
V  se  las  Ueyase  en  procesión  por  las  calles  principales. 
Acudían  el  Cabildo  y  hombres  y  mujeres  en  gran 
nüraoro,  y  rlcníros  y  seglar»^s  unían  sus  [»reces  para  que 
Dios  hiciera  obrar  á  la  naturaleza  como  los  saplicantes 
querían: 

Se  tenía  la  idea  do  que  los  actos  religiosos  eran  más 

{srratos  al  Ser  supremo  si  se  ejecutaban  en  lugares 
osiN  eiuhnenie  consagrados,  que  en  oira  parte  cual- 
quiera. Las  iglesias  eran,  pues,  muy  concurridas ;  y, 
como  no  se  podía  ir  á  ellas  á  todas  horas,  era  general 
en  las  familias  pudientes  destinar  á  oratorio  un  depar^ 
lamento  de  las  casas  que  habitaban.  Guando  él  domi- 
cilio ostuba  situado  fuera  de  la  ciudad,  á  considerable 
distancia  de  las  iglesias,  el  oratorio  asumía  cualidades 
de  capilla  y  servía  á  la  devoción  del  vecindario. 

La  religión  católica  ha  interesado  la  imaginación  de 
los  creyentes  dando  macha  solemnidad  á  sus  fiestas,  y 
liaí'ieu'lo  en  ellas  ostentación  do  lujo.  Cada  iglesia  de  la 
Banda  Oriental  desplegaba,  pues,  en  las  grandes  Tesii- 
vidades  todo  el  boato  que  podía.  Siendo  Montevideo  la 
población  más  pudiente  y  la  de  gusto  más  cultivado» 
natural  era  que  aquí  tuvieran  más  lucimiento  las  misas 
y  las  procesiones.  Y,  como  el  ser  humano  es  imitador» 
el  fausto  de  la  iglesia  estimuló  el  del  pueblo  ;  por  manera 
que  las  damas  ponían  empeuo  en  llevar  á  los  actos 
solemnes  cuantas  riquezas  podían  en  vestidos  y  Joyas. 
Menos  ostentoso  era  el  vestir  de  los  hombres ;  pero,  en 
cuanto  les  permitían  las  costumbres,  esmerábanse  tam- 
bién ellos  i>or  lucirso.  Qiiionos  lo  conseguían  particu- 
larmente eran  los  capitulares,  que  en  tales  ocasiones 
asistían  formando  cuerpo,  llamando  la  atención  con  sus 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  219 

vistosos  trajes  de  gala.  Ya  para  el  año  1810  había 
adoptado  el  Cabildo  la  regla  de  hacerse  preceder  en  las 

solemnidades  por  dos  maceres  y  un  clarín,  uniformados 
ei>n  capa  encarnada,  chaleco,  calzón  corto,  media  del 
mismo  color  que  la  capa  y  zapato  de  hebilla. 

XCU  —  Usos  judiciales 

El  principio  imiversal  que  reiría  entre  los  charrúas  y 
minuanes  era  el  de  la  libertad  más  completa  que  ima- 
^inarse  puede,  todavía  á  principios  del  siglo  XIX.  Cada 
tmOt  hombre  ó  mi^er,  podía,  pues,  hacer  lo  que  qui- 
siera. No  imponía  obh'gaciones,  ni  el  matrimonio  ni  el 
reconocimiento  de  un  cacique.  Ihiy  más  :  si  los  jefes  de 
familia  acordaban  un  acto  de  guerra  ó  <le  pillaje,  el 
acuerdo  no  obligaba  á  nadie^  ni  á  los  mismos  que  lo 
habían  tomado,  por  cuya  razón  podían  abstenerse  ios 
que  quisieran,  sin  que  los  otros  lo  tomaran  á  mal.  Se 
comprende  que  en  tal  sistema  no  podía  haber  delitos, 
ni  jueces,  ni  castigos;  y,  en  efecto,  no  los  había.  No 
conocían  leyes»  ni  los  caciques  ejercían  autoridad  res- 
pecto de  ellos,  ni  se  aplicaban  penas  ni  acto  alguno  de 
cualquiera  ofendía  á  los  demás.  Debíase  ésto  en  gran 
parte  á  que,  debiendo  bastarse  cada  individuo  á  sí  pro- 
pio, no  ha!  ía  relaciones  sociales:  y  á  que  el  carácter 
taciturno  que  les  era  peculiar  evitaba  comunicaciones 
y  reyertas.  No  se  mataban  ni  se  herían  coh  armas.  Si 
alguna  vez  alguno  era  ofendido  por  otro,  arreglaban 
los  dos  solos  la  cuestión  á  bofetadas,  v  continuaban 
luego  como  si  nada  hubiesen  tenido.  Como  se  vé,  no 
diferían  mucho  de  las  bestias. 

Los  campesinos  oriundos  dp  españoles  habían  adqui- 
rido, en  este  punto,  mucho  de  la  condición  del  salvaje. 
No  sentían  la  cólera,  ni  los  afectos  profUndos.  No  ambi- 
cionaban el  compañerismo  de  los  semejantes,  sino  acci- 


Digitized  by  Google 


220  BOSQUEJO  U16IÜRIC0 

dentalmente  y  dentro  de  ciertos  límites.  Ni  sentían 

uuüca  lu  necesidad  du  la  autoridad  judicial  para  reparar 
.  hu.s  agravios,  sino  que  rc¿*»lví;ui  todas  las  cuestiones^ 
fueran  cuales  fuesen,  en  combate  singular  á  cuchillo. 
Los  testigos  de  estos  hechos  no  los  denunciaban  á  la 
justicia,  ni  se  prestaban  á  declararlos  si  eran  citados. 
El  individualismo  de  ostx)s  gauchos  no  era  tan  absoluta 
romo  el  de  los  charrúas,  pero  estaba  n.uclio  mas  cer- 
cano de  él  que  del  socialismo  poUtico  délas  poblaciones 
civilizadas.  El  poder  social,  el  poder  del  estado,  era 
algo  que  no  les  hacía  falta,  ni  les  preocupaba.  Ni  tenían 
noción  de  los  sentimientos  humanitarios.  Su  estado  de 
barbarie  distaba  |>oco  del  salvaj<\ 

Concuerdan  ios  icsiimonios  eu  que  había  muciia  i*ec- 
títud  de  intención  en  las  costumbres  ur])anas  españolas 
del  siglo  XVIII  y  principios  del  XIX.  Los  caracteres 
eran  sinceros,  leales  y  fjrancos.  Las  personas  se  consi- 
deraban entro  si  y  se  proU'í^íaii  cuiUito  pudiesen.  La 
confianza  era  ihmiiada  :  los  contratos  apenas  leníau 
que  ser  escritos,  pues  la  palabra  empeííada  valia  como 
si  íbera  documento.  Era  cosa  corriente  recibir  cantida- 
des de  monedas  de  oro  y  plata  sin  contarla^,  por  la  fé 
que  inspiraba  la  asev(^'raci<»n  del  pagador,  y  más  de 
un  caso  han  referido  los  ancianos,  hasta  hace  jM»ca 
tiempo,  de  lomai^  en  depósito  y  devolver  bolsas  ó  tale-  ' 
gas  de  dinero,  sia  que  mediase  formalidad  de  ninguna 
clase  entre  depositante  y  depositario. 

Los  malhechores  no  abundaban,  pues,  en  los  pueblos 
y  la  [íolicía  no  necositaba  do  personal  numeiuso  para 
prevenir  los  dchtos,  ni  para  aprehender  á  los  delin- 
cuentes. Los  funcionarios  públicos  que  desempeñaban 
estos  cometidos  eran  los  alcaldes  y  los  pocos  alguaciles 
que  los  auxiliaban.  Así  que  se  tenía  noticia  de  un  delito 
cual(iui(*ra  se  buscaba  al  autor;  y  en  cuanto  se  hallaba 
al  que  se  presumía  tal,  el  alcalde  ó  el  alguacil  daba  tres 


Digitized  by  Google 


D£  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  ÜRUaüAY  221 

jrolpps  en  el  suelo  con  la  vara  que  siempre  llevaba, 
iavocaba  el  nombre  de  la  justicia  y  daba  la  voz  de 
preso.  £n  la  mayoría  de  los  casos  no  se  necesitaba  más 
para  que  el  presunto  criminal  obedeciera ;  poro,  cuando 
así  no  sucedía,  el  alcalde  ó  alguacil  salía  á  la  calle,  si 
no  estaba  en  ella,  daba  los  tres  golpes  con  su  vara  y 
solicitaba  en  alta  voz  :  ^  \  Favor  á  la  justicia  !  Los 
▼ecinos  que  tales  palabras  oían  suspendían  sus  queba< 
ceres,  se  armaban  con  lo  primero  que  les  venía  á  la 
mano  y  cordan  á  prestar  el  auxilio  de  su  ñierza.  Entre 
todos  reridi  iii  al  desobediente,  lo  sujetaban,  y  becho 
esto  bastaban  pocos,  6  no  era  menester  más  (¡ue  el 
representante  de  la  justicia  para  conducir  al  aprehen- 
dido á  la  cárcel. 

No  siendo  firecuentes  los  crímenes,  causaban  mayor 
sensación  que  si  lo  fueran  los  pocos  que  se  cometían,  se 
les  juzgaba  más  atroces,  y  se  les  casti^^'-aba  con  severi- 
dad aparatosa,  porque  escarmentaran  ios  que  se  sin- 
tieran tentados  á  salir  del  buen  camino.  Las  previsiones 
de  la  Justicia  se  dirigían  principalmente  á  los  salvajes» 
á  los  campesinos  y  á  los  esclavos;  á  aquéllos,  porque 
solíau  acometer  á  los  vecinos  para  robarlos  ó  matarlos, 
ó  porque  habían  puesto  fin  á  la  vida  de  algún  ofensor 
en  íüensa  de  su  natural  indisciplina;  y  á  éstos,  porque, 
mirados  como  seres  abyectos,  se  estimaba  con  particu- 
lar prevención  y  crueldad  cualquiera  desmán  en  que 
incurrieran.  En  Montevideo  hal>ía  oua  dase  que  ocu- 
paba de  modo  principal  á  la  justicia  :  era  la  de  gente 
de  guerra,  la  cual,  por  los  hábitos  de  su  oficio,  solía 
dar  pruebas  excepcionales  de  estimar  en  poco  la  vida 
de  los  semejantes. 

Tales  son  las  razones  que  movieron  á  la  autoridad  á 
umplcar  perraanentemeaie  medios  adecuados  para 
infundir  miedo*  En  la  cárcel  del  Cabildo  había  de  con- 
tinuo una  escalera  destinada  á  castigos  corporales.  Se 


Digitized  by  Google 


222 


B06QÜEJO  HISTÓRICO 


la  empleaba  pruforentemente  para  corregir  á  los  escla- 
vos. Si  huían  del  poder  de  sus  amos,  ó  si  hurtaban,  ó 
si  no  servían  como  se  les  mandaba,  ó  si  de  cualquier 
otro  modo  faltaban  á  las  reglas  de  la  sumisión  y  no  se 
corregían  por  los  uiedios  represivus  empleados  por  los 
dueños,  se  les  llevaba  á  la  cárcel,  se  les  despojaba  de 
sus  ropas,  se  les  amarraba  de  pies  y  manos  á  la  predi- 
cha  escalera  y  se  Ies  azotaba  sin->piedad.  Luego  se  les 
conducía  al  hospital  para  que  se  curasen  las  heridas. 
Los  autores  de  crímenes  muy  ¿^^raves  solían  ser  ahorca- 
dos en  público.  Ilaria  1764  se  plantó  en  Montevideo 
una  máquina  de  ahorcar  permanente,  para  que  su  sola 
vista  intimidara.  En  1803  se  puso  otra  horca,  perma- 
nente también,  en  la  plaza.  La  primera  sirvió  para  toda 
clase  de  condenados  á  la  pena  capital ;  la  segunda  füé 
erigida  pniicipalmciite  contra  los  es*  l.ivus. 

Los  condenados  á  sufrir  el  ultimo  suplicio  eran  pues- 
tos en  capilla  desde  tres  días  antes  del  señalado  para 
la  ^ecución»  á  fin  de  que  se  reconciliasen  con  Dios  y  se 
dispusieran  á  morir  resignados.  Eran  auxiliados  en  esta 
operación  de  la  meiUe,  pnr  individuos  de  la  hermandad 
que  creara  Maciel  y  por  saceidoies.  En  la  hora  del 
suplicio,  (las  10  de  la  mañana  generalmente)  se  les 
conducía  engrillados  al  patíbulo,  acompañados  por  el 
clérigo  y  los  cofrades  y  seguidos  por  troi)a  >  jior  gentío 
liuiiieroso.  El  verdu¿;o  ejeeüUiba  la  j>ena.  El  ajusticiado 
permanecía  suspendido  de  la  horca  hasta  la  tarde,  para 
que  el  pueblo  lo  contemplara.  La  hermandad  y  un 
sacerdote  se  dirigían  orando,  precedidos  de  un  pendón 
negro  y  de  la  cmz  parroquial,  llevando  velas  encendidas 
en  las  manos  y  seguidos  de  pueblo,  á  la  vez  curioso  y 
devoto,  de  la  iírlesia  al  In^^ar  del  suplicio.  Los  hermanos 
tomaban  el  cadáver  en  andas  cubiertas  con  paño  negro, 
lo  cargaban  en  hombros,  lo  conducían  á  la  iglesia,  se 
rezaba  aquí  el  responso,  y  por  último  el  cadáver  era 


\ 

^  Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  223 

conducido  con  igual  solemnidad  al  campo  santo  y 
sepultado. 

XCIU.  —  CeremoMlas  mortuorias 

Los  charrúas  y  minuanes  no  solían  emplear  con  los 
cadáveres,  hacia  1800,  ninguna  ceremonia  de  signifi- 
cación religiosa.'  Así  que  uno  moría  llevaban  el  cuerpo 
á  una  colina  y  lo  enterraban  con  sus  armas.  Á  veces, 

como  distinción,  los  amig-os  ó  parientes  mataban  sobre 
ei  sepulcro  el  caballo  que  más  hubiese  apreciado  el 
diiUnto.  £ra  inútil .  preguntarles  porqué  hacían  estas 
cosas,  pues  no  conocían  otra  razón  que  la  costumbre. 
La  mujer,  las  hermanas,  y  las  hijas  adultas  solían» 
coDiu  señal  de  duelo,  cortarse  una  ariicuLioión  de  un 
dedo  de  la  mano,  clavarse  ea  el  brazo  ó  en  el  tronco 
del  cuerpo  ei  cuchillo  ó  lanza  del  finado,  y  llorar  y 
privarse  la  mayor  parte  de  los  alimentos  durante  dos 
meses.  Los  h^os  adultos  se  privaban  de  alimentos 
duraníc  dos  días,  luego  se  hacían  atravesar  el  brazo 
por  astillas  distantes  una  pulgada  entre  sí,  iban  á  un 
hosque,  abrían  un  foso«  permanecían  una  noche  metidos 
en  él  hasta  la  cintura  y  luego  se  arrancaban  las  astillas 
y  se  sometían  á  dos  días  de  abstinencia.  Ninguno  de 
estos  sufrimientos  era  obligatorio,  pero  pocos  los  omi- 
tían, y  nadie  se  daba  cuenta  del  ña  á  que  prác ticas  tan 
attroces  conducían. 

Los  campesinos  de  raza  blanca  ó  mestiza,  si  vivían  á 
pocas  leguas  de  alguna  iglesia,  vestían  el  cadáver,  lo 
montaban  á  caballo  con  los  pies  en  los  estribos  como  si 
viviera,  sosteniendo  derecho  el  cuerpo  con  dos  palos 
cruzados,  y  así  lo  llevaban  al  cura  para  que  dispusiera 
su  entierro.  Pero,  si  la  distancia  era  mayor,  ó  bien 
d€t|aban  el  cadáver  sobre  tierra,  cubierto  con  ramas  ó 
piedras,  hasta  que  se  pudriera  la  carne,  ó  bien  descar- 
naban los  huesos  y  airojaban  los  músculos  y  lus  víscc- 


Digitized  by  Google 


2'¿i  BOi>Ql.i¿JU  HlbXÓKICO 

ras.  Los  que  podían  y  querían  hacían  enterrar  el  esque* 

lelo  cuando  estuviuict  íí:íi[)Ío  y  seco. 

En  los  pueblos  era  cosLumbre  enterrar  los  cadáveres 
en  las  iglesias,  después  de  los  oficios  que  la  Iglesia 
católica  prescribe  para  tales  casos.  No  se  mezclaba 
menos  la  religión,  en  tales  actos,  según  las  costumbres 
de  Montevideo.  Mueit.i  una  |)ersona,  se  la  vestía,  no 
con  sus  r(»pas  coiiiunos,  sino  con  especial  mortaja  de 
significación  religiosa.  Si  era  varón»  poníanle  un  hábito 
de  santo ;  si  mcger,  uno  de  virgen.  Teníase  la  creencia 
supersticiosa  de  que  estas  vestiduras  de  santos  valían 
para  aproximar  á  la  santidad  á  los  fallecidos;  y  era 
mayor  la  fé  si  el  hábiii»  había  pertenecido  A  algún 
clérigo,  y  mayor  aun  cuanto  más  tiempo  el  clérigo  le 
hubiese  usado.  De  aquí  que  fuese  más  meritorio 
amortajar  con  hábitos  comprados  en  el  convento,  que 
con  hechos  ex  profeso,  y  se  pagasen  más  caros  los  más 
viejos. 

Los  hombres  tenían  la  suerte  de  contar  con  un  con- 
vento de  franciscanos;  y  éstos  la  de  hacer  buen  comer- 
ció  con  la  venta  de  sus  tnges,  pues  se  generalizó  la  eos* 
tumbre  de  amortajar  con  el  hábito  de  San  Francisco. 

Las  mujeres  era  nieuus  dichosas:  no  habitado  convento 
de  su  sexo,  no  podían  adquirir  de  monjas  los  hábitos 
preferidos,  á  no  ser  que  los  compraran  en  Buenos  Aires 
á  las  dominicas  ó  á  las  capuchinas,  lo  cual  era  difícil  y 
no  estaba  al  alcance  de  todos.  Tenían  que  conformarse, 
pues,  con  hacer  la  vestidura  en  cada  caso,  seirim  la 
voluntad  de  la  difunta  ó  de  su  familia,  cuya  elección 
recaía  en  el  hábito  de  la  Virgen  del  Carmen  ó  de  la 
Virgen  de  los  Dolores. 

No  todos  podían  beneficiar  d  alma  del  finado  con  el 
empleo  de  tales  mortajas,  que  gentes  liabía  que  a|)enas 
ganaban  para  aümenlai^e  i)ubremente,  6  que  ni  tanto 
ganaban.  £stos  infelices  tenían  que  resignarse  á  cubrir 


Digitized  by  Google 


D£  LA  REPÚfiUCA  0R1£NTAL  DEL  URUGUAY  225 

de  cualquier  modo  los  cadáveres  de  sus  amados  extintos; 

pero  era  cosuuiibre  (lue  empleasen  tela  blanca. 

Amortajado  el  radáver,  se  atendía  al  modo  comu  se 
le  había  de  velar  y  de  enterrar.  Los  pudientes  manda* 
bao  hacer  ataúd  más  ó  menos  li^joso ;  los  menos  pudien* 
tes  lo  alquilaban ;  y  los  pobres  eran  conducidos  en  cami* 
lía.  El  hospital  arrendaba  sus  cajas  á  las  familias  pudien- 
tes de  ios  que  en  iú  morían ;  las  camillas  eran  pro- 
porcionadas püi'  los  padres  franciscíums.  Estas  diferen- 
cias» aunque  suücientes  para  graduar  el  estado  de  for- 
tuna ó  el  rango*  no  eran  tan  considerables  como  pudie* 
ra  imaginarse,  pues  la  ley  ponía  trabas  á  las  manifes* 
taciones  excesivas  de  la  vanidad,  prohibiendo  que  se 
forrara  los  ataúdes  con  cosa  que  no  fuera  coco,  bayeta 
ó  paño,  y  que  se  le  ornamentara  con  más  que  galón 
negro  y  tachuelas  ó  tachones.  Lo  que  no  üsdtaba  nunca 
en  ellos  es  la  cruz,  hecha  en  la  tapa,  cerca  de  la  cabe- 
cera, de  modo  que  cayese  sobre  la  parte  más  noble  del 
cuerpo  que  dentro  iba.  El  arte  procuraba  mostrarse  en 
este  signo  de  redención,  adornándolo;  pero  dentro  de 
límites  esti^echos,  porque  no  disponía  para  ello  de  más 
elementos  que  cintas  negras  ó  blancas  y  tachuelas  ama- 
rillas ó  negras. 

Colocado  el  cadáver  sobre  una  mesa,  con  las  manos 
cruzadas  soln  e  el  pecho,  entre  cuyos  dedos  se  asegu- 
raba una  imagen  de  Jesús  cruciíicado,  se  encendían 
cuatro  velas  en  los  ángulos  de  la  mesa,  y  las  personas 
amigas  de  la  casa,  y  otras  que  sin  serlo,  acudían  por 
devoción,  velaban  conversando  poco  y  rezando  mucho 
y  muy  gravemente  por  que  Dios  iuera  misericordioso 
con  el  alma  que  había  abandonado  el  mundo. 

Sucedía  luego  la  conducción  á  la  iglesia.  Se  hacía  en 
hombros  y  de  noche.  El  cortejo  iba  á  pie,  á  paso  lento, 
llevando  en  las  manos  faroles  encendidos,  que  tanto 
servían  en  las  noches  obscui^as  pax*a  alumbrar  el  camino, 

15 


Digitized  by  Google 


226 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


como  para  disponer  á  Dios  en  favor  del  finado.  En 

iglosia  seguían  los  rosarios  y  las  oraciones  con  el  ánii 
absii  aído  y  serio,  cuyo  acto  se  hacía  más  imponer, 
por  el  silencio  que  le  rodeaba  y  por  la  negrura  c 
espacio,  que  apenas  quebrantaban  las  pocas  luces  d 
túmulo.  Después,  ya  de  día,  doblaljaii  las  campan 
Uistemeate,  acudían  los  tíeles,  el  sacerdote  oíiciaba 
responso  6  la  misa,  y  el  corteo  tomaba  á  pulso  el  ataú 
6  al  hombro  la  camilla,  y  se,dirigía  al  campo  santo,  « 
donde  desaparecían  para  siempre  los  restos  del  tlifunt 
El  estado  de  los  ánimos  cambiaba  desde  este  moment 
Los  acompañantes  volvían  á  su  habitual  modo  de  se 
se  encaminaban  al  domicilio  de  la  iUmilia  dolorida,  coi 
versando  de  asuntos  ordinarios,  y  al  llegar  á  su  destin 
se  encontraban  con  una  mesa  bien  provista  de  vim 
pan,  queso,  nueces,  avellanas  y  pasas,  ó  de  chocóla^ 
y  bizcochueiüs,  ó  de  ésto  y  aquéllo,  según  luera  la  cías 
de  las  personas  invitadas.  Si  pertenecían  á  la  más  culi 
6  principal  y  eran  adultos,  se  servía  el  chocolate  á  todo 
indistintamente  ;  si  además  había  muchachos,  porqu 
se  había  enterrado  un  niño,  se  les  regalaba  con  pan 
queso,  y  las  frutas  mencionadas*  Guando  los  invitado 
pertenecían  á  clase  de  gusto  menos  refinado,  se  reser 
vaba  el  chocolate  para  las  mujeres.  No  era  raro  que  ei 
los  entierros  de  niños  se  obsequíase  además,  á  los  joven 
citos  que  habían  transportado  el  cadáver,  con  moneda: 
de  plata,  de  valor  de  uno  á  dos  re.iles  soltuh  l.i  posiciói 
del  que  pagaba.  Así,  pues,  si  alguna  idea  triste  habíi 
quedado,  se  disipaba  con  esta  especie  de  fiesta ;  y  tantc 
era  el  atractivo  de  ella,  que  más  de  uno  se  sometían  i 
las  penas  del  acto  lúgubre,  por  ganarse  el  derecho  ik 


Digitized  by  Google 


lA  LA  R£PCBiaCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  227 


JOS  caluldos  decretaban  y  cobraban  impuestos  para 

-Jer  con  su  producto  los  servicios  que  les  estaban 
y^ffi^idados ;  pero,  insuficientes  á  menudo  para  pagar 
i  fistos  ordinariofit  lo  eran  mayormente  para  cubrir 
» enraordinarias  erogaciones.  En  tales  casos  bien 
-ieran  podido  decretar  contri  buc iones  temporarias  ó 
oedales  calculadas  para  que  todo  el  pueblo  concu- 
proporcionadamente  á  la  posibilidad  de  cada 
•  iüo ;  pero  solía  preferirse  el  medio  de  las  donariones 
l^ümáaeas,  y  ésias  eran  solicitada¿>  casi  siempre  en 
oefldo  de  alguna  obra  á  la  caal  no  Aiera  extraña  la 
abd. ,  E:^  uaba  retardada  la  constmcGídn  de  alguna 
^'tsa  ó  de  algruna  cárcel  ?  Se  recun  ía  á  los  sentimientos 
<i pueblo  -  iban  los  limosneros  de  casa  en  casa  y  reu- 
la  fondos ;  volvían  algún  tiempo  después  si  la  pri- 
colecta  no  alcanzaba  á  satislacer  la  necesidad,  y 
isseguiase  el  resultado.  La  alimentación  de  los  presos 
n  otro  motivo  de  peticiones  de  igual  carácter ;  pero« 
^  permanente  la  necesidad,  eran  más  continuas  y 
^"alares  las  solicitudes.  Había  autorizado  la  costiiml)re 
^  im  preso  ñiera  al  mercado,  vigilado  por  un  guardia, 
«Oí  conseguía  cebollas  y  sios  de  unos,  coles  de  otros, 
ri'Jtos  de  estos,  patatas  de  aquellos,  cuanto  fuera 
liispensable  para  mantener  la  vida  de  los  i¿ue  habíta- 
la la  cárcel. 

Los  franciscanos  invocaban  igualmente  la  caridad 

¿.'"a  proveerse  de  cumestiblos  ;  y  cuando,  por  extraor- 
t&arios  acontecimientos,  se  declaraba  la  miseria  en  las 
iiaes  pobres  de  la  ciudad,  los  hermanos  legos  salían  á 
"^iir  para  los  necesitados  y  luego  repartían  raciones  á 
(Oeoes  las  demandaban  á  las  puertas  del  convento.  Se 
ibe  ya  que  por  medio  de  limosnas  atendían  también 


Digitized  by  Google 


228 


B06QUBJ0  HISTÓRICO 


los  heruianos  de  San  José  y  Candad  á  su  doble  ün  de 
asistir  á  los  ^justiciados  y  de  mantener  la  casa  de  enfer- 
mos, cuyas  limosnas  consistían  á  veces  en  donativos 

periódicos  permanentes,  ya  de  dinero,  ya  de  animales 
ú  otras  cosas. 

Todos  estos  actos  se  dirigían  á  favorecer  á  seres 
humanos,  fueran  indigentes,  enfermos,  presos  ó  diftin- 
tos.  Pero  el  móvil  que  los  determinaba  no  era  tanto  la 
sola  idea  abstracta  del  deber  que  todo  hombre  tiene  de 
hacer  el  bien  A  sus  semejantes,  como  era  el  sentí- 
miento  religioso,  la  aspiración  de  ser  grato  á  Dios  ;  es 
decir  que  se  protegía  al  ser  humano  menos  por  consi- 
deración á  la  humanidad  que  por  consideración  al  Ser 
supremo.  Expresábase  con- claridad  este  concepto  esen- 
cialmente religioso  en  la  constitución  de  la  cofradía 
mencionada.  Sus  individuos  se  unían  en  provecho  del 
prójimo,  pero  «  á  mayor  honra  y  gloria  de  Dios  » ;  y  si 
se  ofrecían  á  conducir  en  sus  hombros  «  á  los  pobres 
enfermos  de  Jesucristo  ^  era  porque  contemplaban 
que  tenían  la  dicha  de  carinar  al  mismo  señor  Jesucristo, 
que  se  representa  vivamente  en  sus  pobres,  r 

XCY.  ~  JUlMitM 

Grandes  diferencias  había,  para  {principios  del  siglo 
XIX,  en  el  modo  como  se  aHmentaban  las  varias  clases 
de  personas  que  poblaban  la  Banda  Orienial. 

Los  salvajes  no  comían  más  que  carne  asada  sin  sal. 
Las  mij^eres  solían  desempeñar  el  oficio  de  cocineras. 
Encendían  fhego  sobre  el  suelo,  sirviéndose  de  leña  que 
tomaban  del  monte  cercano.  Cuando  habían  desapare- 
cido el  humo  y  las  llamas,  y  quedaban  solo  las  brasas, 
aseguraban  uu  pedazo  de  carne  en  un  palo  puntiagudo, 
y  clavaban  este  asador  en  la  tierra,  un  poco  inclinado 
hacia  las  brasas  para  que  la  carne  recibiera  mcyor  el 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  229 


calor.  Cuando  ya  consideraban  asada  la  carne  por  el 
lado  del  fuego  le  daban  laielta  para  que  se  asara  del 
otro  lado  y  quedaba  terminada  la  operación.  Se  asaban 

á  la  vez  varios  pedazos  de  carne  en  otros  tantos  asa- 
dores. No  se  reunían  los  individuos  de  la  familia  íí 
comer  en  horas  determinadas,  sino  que  cada  uno  se 
apoderaba  de  un  asador  cuando  tenía  hambre,  lo  cla- 
vaba delante  de  sí,  y  comía  hasta  hartarse,  sin  impor- 
tarlo lo  que  hicieran  los  demás.  Usaban  como  bebida  el 
agua,  la  chicha  y  el  aguardiente  ;  pero  no  estas  últimas 
hasta  (iue  hubiesen  concluido  de  comer  la  carne.  Enton- 
ces bebían  hasta  emborracharse,  pero  solamente  los 
hombres. 

Los  criollos,  mestizos,  é  indígenas  reducidos  del 
campo  no  empleaban  en  sus  comidas  legumbres,  ni 
verduras,  pues  creían  que  las  sustancias  vegetales 
servían  sólo  para  las  bestias.^Su  alimento  único  era  la 
carne  de  vaca,  asada,  y  la  asaban  exactamente  como  : 
los  salvajes.  Se  parecían  también  á  éstos  en  que  no 
tenían  horas  señaladas  para  comer,  y  en  que  cada  cual 
comía  cuando  quería.  No  tenían  otro  tenedor  que  los 
dedos  de  la  mano,  cuya  grasitud  se  limpiaban,  después 
de  comer,  frotándolos  en  las  piernas  ó  en  la  bota  de 
potro,  si  la  tenían.  Las  únicas  partes  de  la  res  que 
aprovechaban  eran  el  costillar,  el  nui/ahambre  y  la 
picana.  Lo  dem;is  lo  arrojaban  y  dejaban  podrir  en  las 
cercanías  de  sus  casas.  Cuando  la  lluvia  les  impedía 
asar  la  carne  al  aire  libre,  tendían  un  poncho  y  lo  sos- 
tenían horizontalmente  dos  personas  á  cierta  altara,  y 
un  tercero  encendía  el  fuego  y  atendía  al  asador. 
Cuando  alguno  se  enfermal)a  y  necesitaba  caldo,  muy 
pocos  lo  hacían  eu  olla  ó  puchero,  sino  que  llenaban 
con  agua  una  asta  de  toro,  ponían  dentro  pedazos  de 
carne,  y  sometían  el  todo  al  calor  de  brasas,  cuidando 
de  que  el  asta  no  se  quemara.  Entre  las  comidas  toma- 


Digitized  by  Google 


230  Bosgufijo  histórico 

han  mate  muy  á  menudo,  y  en  los  vúges  se  detenían  en 
las  pulperías  para  apurar  copas  de  aguardiente. 

En  las  chacras  y  [Ablaciones  urbanas  se  alinientabau 
las  personas  con  carnes  de  vaca,  de  ternera,  de  aves, 
de  peces,  y  con  hortalizas.  £1  asado  ¿rozó  de  estimación 
en  todas  las  clases  de  personas  y  faé  el  plato  principal 
de  muchas;  pero  no  por  eso  faltaban  el  cocido,  los 
guisos,  los  fritos  y  ciertos  refinamientos  del  nnr  culi- 
naria .  se^úii  íUerau  el  pueblo  y  la  clase  á  que  las  íámilias 
pertenecieran. 

XCn.  ~  Serrleioe  urlmiiofl 

Es  constante  que  cuanto  uiás  atrasado  sea  uu  [)ueblo, 
menos  divididas  están  en  él  las  industrias,  is'otábase 
esto  en  la  Banda  Oriental,  comparando  lo  que  sucedía 
>  en  las  poblaciones  de  diferente  grado  de  cultura.  En  los 
pueblos  pequeños  del  interior  no  había  mercados  de 
bastimentos.  Suplían  su  falla  los  vendedores  ambulan- 
tes; pero  éstos  mismos  apenas  se  ocupaban  en  proveer 
de  carne,  y,  con  menos  frecuencia,  de  pan  y  hortalizas. 
Era  bastante  común  que  las  íkmilias  pobres,  y  algunas 
que  no  lo  eran,  tuviesen  en  su  casa  una  pequeña  huerta, 
en  que  recorrían  legumbres,  verduras,  frutas  y  aún 
cereales,  y  un  horno  en  que  cocían  pan.  La  costumbre 
de  hacer  el  pan  en  casa  era  estimada,  no  tanto  por  lo 
económica,  como  por  la  bondad  que  se  le  atribuía,  pues 
era  preferido  el  pan  casero,  sólo  por  serlo,  á  todo  otro 
hecho  en  panadería  aun  cuando  la  imbiera,  que  no  la 
había  en  todas  partes. 

Tuvo  Montevideo  época  en  que  no  aventajó  á  los 
demás  pueblos  b^jo  tal  respecto;  pero,  asi  que  la  pobla* 
ción  creció  y  que  en  ella  entraron  familias  distinguidas 
y  pudientes,  empezó  la  industria  de  abastecer  y  no 
tardó  mucho  en  exiendei'se  y  multipiicai*se. 


Digitized  by  Google 


D£  LA  Rl!:PÜBLICA  ORlEIlTAL  D£L  URUGUAY  231 

Ed  los  primeros  tiempos  se  agre^^ó  á  la  costumbre  dé 
que  cada  íamilia  tuviese  su  huerta  y  su  horno.  \i\  de 
que  los  hoiii tires  de  elhi  emplearan  los  días  ó  los  ralos 
de  ocioencazary  eu  pescar.  En  cuanto  se  salíadei  recinto 
fortiücado  se  hallaban  en  abundancia  perdices  y  otras 
aves  comestibles ;  y,  como  la  caza  era  libre  en  todo  el 
año.  los  que  tenían  escopeta  y  municiones  emprendían 
vi^e  hacia  medio  día  y  regresaban  por  ia  tarde  eoii  sus 
escarcelas  repletas.  Otros  preferían  por  afición  ó  por 
necesidad  la  pesca*  de  donde  resultó  que  varios  puntos 
de  la  orilla  Aiesen  frecuentados  con  tal  fin,  dentro  y 
íbera  de  fortificaciones.  Luego  vinieron  los  que  se 
dedicaron  a  hi  caza  y  á  la  pesca  |)or  oficio ;  y  tanto  tra- 
bajaron, que  ya  á  principios  del  siglo  XIX  tuvo  el 
Cabildo  que  reglamentar  ambas  industrias  por  impedir 
abasos.  Los  que  se  dedicaban  á  pescar  tenían  sus  depó- 
sitos en  la  calle  San  Joaquín,  de  donde  se  originó  que 
fliera  llamada  esta  calle  fie  los  pescadores  por  el  vulgo. 
Allí  compraban  los  que  comerciaban  con  el  artículo,  lo 
cargaban  en  palancas  é  iban  á  venderlo  de  casa  en  casa 
por  precio  ínfimo. 

La  panadería  tomó  importancia  en  Montevideo  ya 
antes  de  1810.  Para  las  familias  acomodadas  se  fabri- 
caba pan  de  v  uias  clases  con  harina  flor;  para  los 
pobres  se  hacia  pan  bazo  ó  de  salvado  y  hogaza.  Los 
panaderos  no  podían  imponer  al  pan  el  peso,  ni  el  pre- 
cio que  querían,  sino  los  que  el  ayuntamiento  determi- 
naba,  razón  por  la  cual  costaba  poco  este  alimento.  Se 
le  vendía  á  razón  de  tantas  lil>ras  pui*  peso,  ó  de  tantas 
onzas  por  real.  Era  permitido  dar  á  los  panes  varias 
dimensiones;  mas  no  se  podía  cambiar  la  relación  del 
precio  con  la  medida.  Bmpero,  la  baratura  no  puso  fin 
á  la  costumbre  de  amasar  y  de  cocer  el  pan  en  casa  de 
muchas  ñimilias.  No  se  hacía  esie  trahajo  diariauiunte, 
aino  de  Mntos  en  tantos  días.  La  regia  más  ¿¿euerul  era 


Digitized  by  Google 


2H2  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

(!<•  \]u:\  vez  por  .Ntiiiana.  El  día  del  nmasijo  era  para  las 
mugieres  y  para  los  mucliachos  día  extiaordiiiario,  al*2ro 
así  como  de  fiesta.  Reuníanse  las  parientes  y  las  vecinas 
más  íntimas;  dirigían  el  trabtgo  de  las  esclavas,  si  las 
tenían,  y,  sino,  unas  hacían  ana  parte  de  la  faena,  otras 
harí  iii  Otra,  V  las  más  hábiles  hacían  tollas  v  bizcochos 
a  cual  niíis  a^n-adables  al  ^''uslo  y  á  la  vista,  con  los 
cuales  obsequiaban  las  dueñas  á  las  auxiliares  y  á  la 
gente  joven.  No  era  raro  que  dos  familias  se  unieran 
para  fabricarse  sus  panes  juntamente,  en  cuyos  casos 
los  ol)sequios  se  hacían  recíprocos,  mejorados  por  gene- 
rosa emulación.  Todos  trabajaban  aleíj^re mente  ;  la 
ami:?>tad  í^e  aianifestaba  con  es|>ontaneidad  encantadora, 
y  ganaban  á  la  vez :  la  hacienda  de  las  familias  en 
ahorros,  el  cuerpo  en  vigor  y  el  ánimo  en  nobleza  y 
contento. 

Las  lu.ri  iii/as  se  hicieron  también  objeto  de  comer- 
cio. En  Mízún  tiein(K>  ios  vendedores  las  ofrecían  á 
domicilio,  solas  ó  juntamente  con  la  carne,  llevándolas 
en  carretas.  Después  se  estableció  en  la  plaza  Mayor  la 
Plaza  de  ¡a  verdura,  y  en  la  plazuela  exterior  de 
la  cindadela  la  estación  de  las  carretas  de  carne  ;  y  más 
tarde,  hacia  1^09.  la  Recorn^  para  la  venía  de  aves  y 
de  carne  vacuna,  al  Este  de  la  ciudad,  en  la  calle  San 
Carlos,  próximo  á  la  cindadela.  La  carne  de  cerdo  se 
vendía  en  casas  especiales.  Los  verduleros  tenían  sus 
puestos  en  la  calle  San  Carlos,  contra  la  acera  meridional, 
mediante  un  dereclm  une  pagaban  al  Cabildo.  Los  car- 
niceros, antes  de  iUndarse  la  Recova,  se  estacionaban 
con  sus  carretas  en  la  plazoleta  mencionada  y  en  ellas 
vendían.  Las  mi:geres  iban  todas  las  mafianas,  solas  ó 
con  sus  esclavas,  segfm  pudiesen,  á  hacer  las  compras 
de  lo  que  hubieran  menester,  sumergiéndose  hasta  el 
tobillo  en  el  barro  en  días  de  lluvia,  v  volvían  á  sus 
casas  con  la  cesta  de  cuero  (tipa)  cargada  de  carne» 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  0RI£1STAL  D£L  URUGUAY  233 

verduras  y  legumbres  que  apenas  habían  costado  poco 
más  que  el  trabajo  de  pedirlos  y  transportarlos,  porque 
se  tenía  por  dos  ó  tres  cuartillos  de  real  cuanta  hortaliza 
pudiera  comerse  en  24  horas  y  por  otro  tanto  una  arroba 
de  la  mejor  carne  que  daban  reses  gordas  y  sanas. 

Familias  dueñas  de  alguna  esclava,  pero  escasas  de 
fortuna,  solían  aprovecliar  la  singular  luLbilidad  de  his 
negras  en  fabricar  mazamorra,  empanadas  y  pasteles, 
y  para  hacerles  vender  el  producto  en  beneíicio  propio, 
ó  las  esclavas  libertas  se  dedicaban  á  esa  industria  por 
su  cuenta.  Puesta  su  mercancía  sobre  cestas  ó  tablas 
cubiertas  de  blanco  paño,  y  cargándolas  con  soltura  en 
su  lanuda  cabeza,  recorrían  las  calles  las  esclavas  ofre- 
ciendo á  voces  «  la  buena  mazamorra,  y>  las  tortas  y 
empanadas  calientes  i>,  sin  perjuicio  de  entrar  acá  y 
allá,  en  las  casas  de  los  parroquianos  declarados.  Á 
esta  venta  precedía  de  ordinario  la  que  hacían  tem- 
prano en  la  plaza  de  la  verdura.  Allí,  en  paraje  que 
cada  una  elegía  y  conservaba  permanentemente,  se 
las  veía  aseadas  y  llenas  de  voluntad  ofreciendo  coa 
manera  insinuante  su  mercancía  á  « la  amita  n  conocida 
que  pasara  cerca  de  ellas,  distraída  acaso  por  asunto 
de  más  u rícente  necesidad. 

No  tcxlus  los  días  iban  al  mercado  ó  recorrían  las 
calles.  Muchas  de  esas  esclavas  tenían  otro  Oficio  en  el 
cual  no  revelaban  menos  competencia :  eran  las  lavan- 
deras de  la  ropa  blanca  que  usaban  sus  duefios.  Una 
vez  en  la  semana,  en  cuanto  se  abría  el  portón  do  la 
ciudad,  salían  por  él  llevando  solare  la  cabeza  volumi- 
noso atado  y  una  batea  de  madera,  y  se  dirigían  á  los 
pozos  de  la  Aguada»  conversando  unas  con  otras  anima- 
damente,  en  donde  pasaban  el  día  cumpliendo  su  come- 
tido. Como  no  eran  Hbres,  ni  muy  consideradtis,  tenían 
que  devolver,  cuidada  y  blanca  como  la  nieve,  so  pena 
de  azotes,  la  ropa  que  habían  tomado  descolorida  y 


Digitized  by  Google 


234  iK'HtLiiJu  nurruEiCo 

mugríeota.  Por  el  rigor  adqniríeroQ  el  hábito  de  lavar 
tan  bien,  que  nadie  pudo  superarlas  en  nincún  tíempo. 

Los  frutos  que  producía  la  campaña  y  (|Uf  '*ran  desti- 
naditb  á  Montevideo  eniraban  |)or  los  |^H»ru>nes  en  pesa- 
das y  chillonas  carrei^is  toldadas,  tiradas  por  varias 
yantas  de  ba^es,  é  iban  á  sitnarae^  mientras  descarga- 
ban y  voMan  á  cargar  con  efectos  de  comercio*  en  la 
plaza  de  Lis  carretas,  terreno  espacioso  y  despoblado 
silo  al  <  k'sre  de  la  calle  San  FrancÍM  ü  y  al  Sud  de  la 
San  Sebastián,  al  cual  llamaban  vulgarmente  el  Hueco 
de  la  cruz. 

Los  carreteros,  %*e$tidos  con  d  tnge  usual  de  los 

gauchos,  marchaban  picana  (aijada)  en  mano  á  los 
lados  de  sus  carretas,  numiados  eu  caballos  de  larga 
cola,  no  del  todo  amansados  todavía. 

Mientras  duraba  la  estación  de  las  carretas  en  la 
placa  se  les  veía  en  compaña  de  sus  chinas  w  hacer 
lumbre  en  el  suelo,  al  lado  de  los  vehículos,  para  asar 
\os  thur roscos  y  calentar  el  agua  con  que  lialuan  de 
cebar  el  mate;  y  luego,  entretener  el  ocio  -  churras- 
queando ^  ó  •  mateando  al  rededor  del  fuego,  sin 
peijuiciode  regalarse  con  tortasy  empanadas  compnulas 
allí  mismo,  al  lado  del  fogón,  á  las  negras  que  acudían 
secruras  de  despachar  su  mercancía  espolvoreada  de 
azúcar. 

Toda  esta  gente  y  otros  campesinos  que  venían  á  la 
ciudad  con  diversos  motivos  solían  proveerse  de  las 
piesas  de  montar  á  caballo  ó  de  vestir  que  les  hiciera 

falta,  con  lo  que  sostenían  una  pane  muy  importante 
del  «^omercio  de  Montevideo.  Los  comerciantes  que 
tales  cosas  vendían  ocupaban  con  iirefereucia  la  cuadra 
de  la  Caile  del  Portón  (San  Pedro)  situada  entre  las  de 
San  Femando  y  la  muralla,  pero  sobre  todo  la  cuadra 
de  la  calle  San  Femando  que  quedaba  entre  la  calle 
Pedro  y  la  plaza  Mayor,  por  ser  estas  dos  cuadras 


Digitized  by  Google 


DE. LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  235 

de  pasige  obligado  para  todos  los  que  venían  de  flxera* 
La  economía  no  había  alcanzado  á  convencer  aún  en 

aquellos  tiempos  de  que  se  gana  más  vendiendo  barato 
que  vendiendo  caro,  porque  el  baratero  vende  mucho  y 
el  carero  poco.  Los  negociantes  de  la  calle  San  Fer- 
nando juzgaban  (con  criterio  en  verdad  harto  generali- 
zado) que  quien  necesitara  un  rebenque,  un  bozal,  un 
ñ^no  ó  un  chiripá  había  de  comprarlo  á  cualquier  pre- 
cio; y  que,  siendo  secura  la  venta,  mejor  sería  cobrar 
diez  que  cmco.  Pronto  adquirieron  la  merecida  reputa- 
ción de  careros  y,  como  si  el  serlo  fu^ra  atributo  pecu- 
liar de  los  oriundos  de  Judea,  llamáronles  judíos  los 
gauchos  y  hasta  la  calle  de  San  Fernando  tomó  el  nom- 
bre de  Calle  de  los  judíos, 

"Muchas  cosas  se  debieron  á  la  falta  de  nociones  de 
economía,  que  hoy  se  atribuirían  á  torpe  avaricia,  si  se 
repitieran.  Naturalísimo  parece  que  en  cuanto  alguno 
haya  reunido  una  cantidad  de  dinero  que  para  nada 
necesita,  la  coloque  en  un  banco  ó  la  preste  á  especu- 
ladores ó  comerciantes  por  un  interés  de  tanto  por 
ciento.  En  el  siglo  XVIII  no  tenía  bancos  la  Banda 
Oriental,  ni  la  costumbre  de  colocar  el  dinero  á  rédito. 
Cuando  alguno  necesitaba  una  cantidad  accidental- 
mente, la  pedía  á  un  amigo,  la  recibía  siu  contar  ni 
documentar,  y  la  devolvía  al  poco  tiempo  en  la  misma 
forma.  Se  hacían  favores  con  ilimitada  conñanza,  pero 
no  se  comerciaba  con  la  moneda.  Cada  cual  se  mane- 
jaba con  la  propia,  no  con  la  ajena;  y,  si  reunía  canti- 
dades sobrantes,  las  guardaba  en  su  casa.  En  esto  de 
guardar  se  empleaban  precauciones  curiosas,  por  temor 
de  robos.  Algunos  ocultaban  la  plata  y  el  oro,  que  eran 
exclusivamente  de  cuño  español,  en  el  techo,  entre  los 
turantes.  Otros  llenaban  botijas,  y  las  enterraban  higo 
del  piso  de  una  habitación;  ó  en  cavidades  de  la  pared, 
cuidadosamente  disimuladas;  ó  fuera  de  las  habitacio- 


Digitized  by  Google 


nes,  bigo  de  tiem.  Bl  dueiko  del  dioero  guardaba  el 
mayor  secreto  acerca  de  estos  escondites,  aun  respecto 

i\f  su  jíFuj  ia  üimilia;  ouya  reserva  ha  dado  margen  con 
íreouenriA  a  quc,  mueri"  roj»eiuinamenie  el  acaudalado, 
hayan  permanecido  los  caudales  soterrados  é  ignorados 
durante  machos  afios,  hasta  qae  por  acaso  se  han 
encontrado  con  ocasión  de  demolerás  algún  edificio  ó 
de  construirse  otro. 

No  es  iie  exaañar  tamo  ivüin  an  l^s  lu.  es  de  la 
ciencia  económica,  cuando  escíiseabiui  las  que  propor- 
ciona el  arte  de  la  iluminación.  £n  efecto :  gran  mayo- 
ría del  pueblo  se  alumbraba  de  noche,  en  el  interior  de 
las  casas,  con  velas  de  sebo  de  forma  cónica,  que  las 
fauiilias  lui'-ian  <]ii«-  compraban  hechas,  ouya  r:il>rica- 
ción  consistía  en  bañar  un  pedazo  de  pábilo  en  seí)o 
derretido  repetidas  yeces,  hasta  que  adquiriese  la  vela, 
por  superposición  de  capas  de  sebo»  el  volumen  que  se 
quería  darle.  Las  personas  pudientes  usaron  desde 
cierta  óptica  esias  velas  en  los  dopartamentos  del  servi- 
cio, y  candiles  más  ó  meaos  vistosos  en  las  piezas  prin- 
cipales ocupadas  por  la  íamilia.  No  se  iluminaron  las 
calles  de  modo  alguno  hasta  1795.  fin  esta  fecha  sacó 
^  Cabildo  á  licitación  el  alumbrado  de  las  calles  prin- 
cipales, el  cual  se  hizo  duiaiiio  muchos  afi^s  con  velas 
de  sel»o,  doble  más  largas  que  las  comunes,  cuya  luz  se 
resguardaba  del  viento  con  faroles  suspendidos  de  pes* 
cantes  de  hierro  asegurados  en  la  pared.  Al  ponerse  el 
sol  salían  los  negros  foroleros  con  una  escalera  al  hom- 
bro y  una  nieclia  encendida  en  la  mano,  á  encender  las 
\  elas.  Como  estas  se  consumían  poco  después  de  media 
noche,  los  africanos  volvían  ai  trabígo  de  reponer  y 
encender  las  velas  en  la  hora  oportuna,  provistos  de  su 
escalera  y  su  mecha,  y  de  yesquero,  piedra  do  chispa  y 
eslabón,  ó  de  pagúelas. 


Digitized  by  Google 


D£  hX  REPÜBUGA  0R1£^TAL  D£L  URUGUAY  237 


XCTII*  ^  B«ereos  y  dlTersIones 


Nunca  fueron  los  charrúas  y  minuanes  afectos  á  nin- 
gún género  de  diversión ;  y  la  proximidad  de  los  espa- 
ñoles no  los  movió  á  cambiar  de  costambres  en  esta 

parte.  Es  así  que  á  principios  del  siglo  XIX  no  se  entre- 
tenían en  juegos,  ni  en  bailes,  ni  en  cantar.  Carecían 
de  todo  instrumento  musical,  no  celebraban  reuniones 
de  pasatiempo,  y  ni  el  caballo  engendró  en  ellos  otro 
género  de  ^ercicio  que  el  necesario  para  adiestrarse 
en  su  empleo. 

Los  campesinos  criollos  y  mestizos  süli¿iii,al  contrario, 
reunirse,  y  amaban  la  música,  el  canto  y  el  juego.  Sus 
reuniones  solían  ser  accidentales  y  tenían  lugar  en  las 
pulperías.  £1  que  tuviese  algda  dinero  invitaba  á  todos 
á  beber  aunque  le  ftiesen  desconocidos.  El  pulpero 
llenaba  un  ííran  vaso  con  aguardiente,  (pues  no  era  el 
vino  agradable  al  gaucho)  y  el  obsequioso  lo  daba 
sucesivamente  á  todos,  hasta  que  el  líquido  concluyera. 
Luego  se  repetía  esto  mismo  varias  veces,  mientras 
hubiera  dmero  que  gastar.  Los  invitados  tenían  que 
aceptar,  porque  lo  contrario  era  ofensivo,  y  estas  ofen- 
sas provoca  1)1  II  duelos  á  cuchillo,  que  á  menudo  costa- 
ban la  vida  á  los  actores.  Mientras  se  bebía,  un  guita- 
rrista (que  nunca  faltaba)  lucía  su  habilidad  tocando  y 
cantando  iris^  que  disponían  á  la  melancolía  por  el 
asunto  desgraciado  de  los  versos  y  por  lo  aflictivo  de  la 
música.  Se  solía  aprovechar  estos  éncuenti'os  para 
satisfacer  la  gran  pasión  del  gaucho,  que  era  el  juego 
del  naipe.  Tendían  en  el  suelo  un  poncho,  se  sentaban 
en  cuclillas  teniendo  bigo  del  pie  la  rienda  de  su  caba- 
llo, y  jugaban  hasta  que  hubiesen  perdido  cuanta 
poseían,  incluso  la  camisa.  Si  la  del  ganadur  valía 
menos  que  la  ganada,  la  regalaba  al  vencido. 


Grandemente  aficionada  á  los  paseos  ñié  la  población 

montevideaua,  acaso  |'or([iie  no  abundaban  otros  medios 
de  amenizar  el  iieini)o.  Siendo  a*rresie  y  desiiruai  el 
terreno  que  quedaba  fuera  de  la  linea  de  ibrUÜcacioneSt 
la  gente  no  paseaba  en  él  sino  á  caballo,  en  los  domin- 
gos y  días  de  fiesta,  coyas  cabal^^atas,  en  las  cuales 
solían  reunirse  hombres  y  mujeres,  tenían  por  tenia:;» .• 
ordinariamente  las  ináro'enes  del  arroyo  Mi^ueleie.  Los 
paseos  á  pie  se  hacían  dentro  de  murallas»  en  el  espacio 
despoblado  que  había  hacia  el  Oeste  y  el  Norte,  sobre 
toda  la  línea  del  puerto;  y  hacia  el  Bste»  entre  la 
muralla  y  la  línea  de  casas.  Tal  era  el  paseadero  lla- 
mado -  del  recinto  muy  freciientadu  lodos  los  días 
por  las  personas  pudientes,  y  ¡)or  toda  clase  de  perso- 
nas en  los  días  de  descanso.  En  verano»  las  horas  de 
paseo  eran  la  maflana  y  la  tarde ;  en  invierno,  el  centro 
del  día,  como  que  en  la  primera  de  estas  estaciones  se 
salía  á  respirar  aire  fresco  y  en  la  segunda  á  jrozar  la 
suave  temi)eratura  del  sol.  Este  era  el  lin  higiénico. 
Más  ó  menos,  uníasele  el  propósito  de  coquetear,  que 
no  era  exclusivo  de  las  miyeres,  pues  si  ellas  se  esme* 
raban  en  sus  vestidos,  en  sus  adornos  y  en  su  tocado 
por  llamar  la  atención  de  los  paseantes,  no  menos  se 
esmeraban  los  hombres,  entre  quienes  hubo  coquetones 
que  han  dejado  tras  de  sí  duradera  iama  de  tales.  Por 
lo  cual  bien  puede  decirse  que  la  higiene  era,  para 
muchos,  más  que  la  causa,  el  pretexto  de  aquella  tan 
saludable  como  amena  costunilire. 

Gustaban  también  del  iniile  las  poblaciones  urbanas. 
Un  casamiento,  un  bautizo,  un  cumpleaños,  eran  moti- 
vos que  en  los  pueblos  del  interior  obligaban  á  bailar; 
y  cuando  por  cualquiera  causa  que  no  fliera  una  des- 
gracia indujera  á  la  íamilia  á  suprimir  del  programa  de 
la  fiesta  aquella  manera  de  divertirse,  no  necesitaban 
de  sugestiones  ios  asistentes  para  traer  un  guitarrista. 


Digitized  by  Google 


D£  LA  RBPÚBUCa  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  239 

si  no  lo  había'  entre  ellos,  é  improvisar  un  baile  que 

les  hacía  pasar  alegremente  las  horas. 

En  Montevideo  era  el  baile  modo  ordinario  de  cele* 
brar  aconiecimientos  señalados,  no  sólo  del  orden  pri- 
vado sino  también  del  oficial.  Se  desplegaba  en  él  todo 
el  li^o  que  se  podía,  según  la  clase  á  que  las  personas 
pertenecían,  y  eran  afamados  los  que  solían  dar  detor- 
rainadas  familias.  Pero  á  todos  sobrepujaban  en  magni- 
ficencia los  que  daba  el  gobernador,  en  los  salones  del 
palacio  real,  en  los  grandes  aniversarios. 

Bailaban  también  los  esclavos,  y  tenían  sus  candom- 
bea la  particularidad  de  que,  sobre  ser  africanos,  se 
verificaban  todos  los  domingos  por  la  tarde,  al  aire 
libre,  en  la  misma  calle  del  Portón  nuevo.  Los  amos 
habían  contribuido  á  establecer  esta  costumbre,  auto- 
rizándola; con  lo  cual  satisfiicían  la  afición  de  los 
negros,  á  la  vez  que  estimulaban  su  buen  comporta- 
miento,  pues  sólo  daban  el  permiso  dominguero  si  el 
servicio  había  sido  bueno  en  la  semana  transcurrida. 
Cuando  el  esclavo  se  conducía  de  tal  modo  constante- 
mente que  inspirara  estimación  á  los  amos,  éstos  lo 
recompensaban  regalándole  vestidos  usados  y  aún  ador- 
nos, por  que  se  lucieran.  Bien  í[ue  estas  dádiv  is  no 
siempre  significaban  reconocí  iinento  de  méritos  contraí- 
dos, pues  influía,  y  no  poco,  el  vanidoso  empeño  de  los 
amos  por  que  sus  esclavos  se  distinguieran  de  los  otros. 

Bailaban  los  hombres  con  su  caoAapI  sobre  el  muslo 
derecho,  desde  que  tenían  16  años  de  edad  hasta  que 
t42nían  edad  muy  avanzada;  pero,  obteniendo  permiso 
previamente,  podían  bailar  desde  que  tenían  8  años. 
Las  mujeres  no  podían  entrar  en  dansa  antes  de  haber 
cumplido  doce  afk)8.  Hombres  y  nnijeres  bailaban  á  un 
tiempo,  ordenados  en  dos  filas,  al  son  de  un  tambor  de 
mucha  longitud  y  poco  diámetro  que  un  hombre  percu- 
tía con  ambas  manos,  ó  de  marvnbas  cuyas  lengüetas 


240  BOSQUEJO  HISTORICO 

metálicas  aseguradas  sobre  el  hueco  de  un  mate  ó  cala- 
baza, hacían  vibrar  con  los  dedos.  Los  ilanzanies  aceu- 
tualiau  el  compás  de  la  música  con  palmoteos  y  cantos 
que  no  cesaban  mientras  duraba  la  pieza  de  magi,  de 
luboUif  de  mosambtque^  de  iacúa^  de  banguela  6  de 
lucamba^  que  cada  nación  tenía  sus  bailes  peculiares  y 
formaba  prupo  aparte. 

Acudía  a  presenciar  esta  divei'sión  iii.  i  ;>uriia  |»artx3 
de  la  población  blanca,  sin  que  las  clases  se  distinguie- 
ran en  ésto  de  otro  modo  que  por  el  tiempo  de  perma- 
nencia. La  más  sencilla  se  pasaba  las  horas  sin  acor- 
darse de  penas,  y  se  retiraba  pesarosa  de  que  tan 
velozmente  hubiese  corrido  la  tarde.  La  más  entona  !a 
se  detenía  poi*o:  recorría  los  candombes  afectando 
cierta  indiferencia  ó  desden,  pero  no  sinüendo  menos 
deseo  que  la  otra  de  solazarse  libremente. 

El  candombe  revestía  excepcional  solemnidad  y  brillo 
una  vez  en  ol  año,  el  día  de  leyes.  Cada  -  nación  de 
esclavos  u  nía  un  rey,  cuyo  carino  era  presidir  sus  reu- 
niones y  dirigir  sus  actos  colectivos.  Se  le  elegía  por 
tiempo  determinado  y  se  le  reelegía  si  se  conducía  á 
gusto  de  sus  súbditos.  Todos  estos  tenían  voto  en  la 
elección  y  bastaba  que  uno  solo  observase  una  candida- 
tura para  que  la  elección  no  se  hiciera  liasta  dilucidar 
la  justicia  de  ios  cargos.  Las  naciones  ei*an,  pues,  emi- 
nentemente democráticas.  Además  todas  ellas  el^ían 
un  rey  principal  común,  también  temporario  y  reelegí- 
ble,  por  lo  que  se  vé  que  formaban  una  confederación. 
Esius  x'eyes  vestían  el  día  6  de  Enero  unilbruie  de  ^ran 
gala,  lucían  condecoraciones,  eran  acompañados  por 
ministros  y  corte  lijosamente  vestidos,  recibían  el 
respetuoso  homencge  de  toda  la  población  africana, 
oían  misa  especialmente  celebrada  y  visitaban  á  las 
autoridades  públicas,  de  las  cuales  recil)ían  corteses 
cumplimientos.  Saii^lechos  los  deberes  respecto  de  Dios 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  241 

y  del  Gobernador,  sus  Majestades  y  el  séquito,  rodeados 
por  geniío  numeroso,  se  encaminaban  al  logar  que  se 
les  había  preparado  en  el  candombe,  y  allí,  £?ravemente 
sentados,  honraban  á  sus  felices  vasallos.  K.síos,  por  su 
parte,  realzai);\n  la  solf  innulad  así  por  la  compostura 
con  (iue  obraban,  como  por  el  liyo  que  desplegaban. 
Los  vestidos  de  seda,  raso  ó  terciopelo  que  sus  primi* 
tivas  dueñas  habían  degado  de  usar,  salían  nuevamente 
á  desempeñar  papel ;  yá  nadie  sorprendía  que  sobre 
ellos  luciesen  collares  y  otras  alhajas  do  subido  precio, 
que  la  bondad  ó  el  buen  humor  de  algunas  amas  ó 
-  niñas  «  habían  proporcionado  á  título  de  préstamo. 
En  esos  días  se  aumentaba  el  atractivo  de  la  fiesta 
adornando  la  sala  de  recepciones  que  cada  nación 
tenia,  la  cual  senía  asimismo  para  solemnizar  el  día 
de  difuntos.  Pero  la  sala  que  A  todas  sobrepujaba  en 
e8])]endor,  y  también  en  signiíicación  humanitaria,  era 
la  de  gunga,  dedicada  especialmente  á  las  ánimas,  por- 
que en  ella  velaban  los  africanos  á  todos  los  de  su  raza 
que  hubieran  muerto  sin  dejar  deudos  ó  en  pubreza  tal 
que  no  tuviera  la  familia  con  que  costear  el  entierro. 
Terminado  el  velorio  en  la  gunga,  asistían  los  negros 
al  entierro,  el  cual  se  hacía  decentemente  á  expensas 
de  la  c£ya  común. 

.Psi  que  se  construyó  la  plaza  de  toros  se  compuso  una 
cuadrilla  con  un  picaflor,  du^  iianderiiieros  y  cuatro 
capeadores,  (|ue  no  se  sabe  si  habían  ejercitado  la  pro- 
fesión en  España,  ó  si  se  ofrecían  por  aficionados.  Es 
de  suponerse  lo  último,  porque  en  las  corridas  que 
luego  se  dieron  aparecieron  emboladas  1  is  astas  de  los 
toros.  No  habiendo  espadas,  se  sui)rimía  el  último 
«  tercio  «  del  toreo,  que  consiste  en  matar  la  res.  La 
gente  iba  muy  decidida  á  las  lides  de  tauromaquia;  y 
no  sólo  los  hombres,  que  también  iban  en  buen  número 
las  mi^eres,  y  de  las  principales,  las  cuales  se  hacían 

la 


Digitized  by  Google 


242  fiO6Q0BIC>  iii«t6ríoo 

notar  [>or  su  entusiasmo  y  \yov  la  á?enerosidad  con  que 
roí  res[>undían  á  picadores  y  banderilleros  que  les  brin- 
daban una  suerte»  sobre  todo  si  la  ejecutaban  con 
valentía  y  arte. 

No  se  estrenó  la  Casa  de  eomediás  de  modo  más 
halagüeño  para  el  arle  ([ue  la  plaza  de  toros,  pues 
fueron  aficioaados  los  que  representaron  la  primera 
{Heza.  Pero  se  consiguió  más  tarde  que  trabajasen  allí 
las  compañías  que  venían  para  Buenos  Aires;  y  pndie- 
ron  los  montevideanos  oír  excelentes  actores  y  actrices 
y  ver  bailarines  de  nota,  todos  de  la  escuela  española. 
El  público  se  afieionó  al  teatro  de  tal  modo,  (]ue  muy 
pronto  faltó  lugar.  Se  produjo  entonces  una  seria  com- 
petencia de  clases  sociales.  La  aristocrática  se  quejó 
de  que  la  media  ocupaba  una  parte  de  los  palcos  y 
lunetas  que  ella  necesitaba  para  sí.  El  Grobemador  y  el 
Tahildo,  resolvieron  jue  se  atendieran  primeramente 
los  pedidos  de  las  fauaiias  ó  personas  de  distinción,  y 
que,  hi^o  que  estuvieran  satisfechos,  se  cediesen  á  los 
buiigfueses  los  que  quedaran  disponibles;  y,  como  no 
era  tarea  que  cualquiera  pudiese  desetapeñar  la  de 
resolver  quienes  ¡Kírteneeían  i  la  primera  categoría  y 
(¡uienes  á  la  se-^'-unda,  asumió  el  mismo  Cabildo  el 
encargo  de  vender  los  asientos  aplicando  según  su  cri- 
terio la  regla  establecida. 

XCVin.  —  £1  resUda  y  el  i^mt 

Los  charrúas  y  rninuanes  no  adelantaron  nada^ 
durante  la  dominación  española»  en  cuanto  ai  vestido, 
al  adorno  de  su  cuerpo  y  al  muebliye.  Al  pasar  del 
si^o  XVIII  al  siguiente  andaban  los  varones,  (  asi  todos, 
enteramente  desnudos.  Solo  al^^auios,  y  en  la  estiri  jón 
fHa,  se  ponían  nna  especie  de  camiseta  sin  mangas, 
bocha  de  pieles,  ó  se  envolvían  en  algún  poncho,  si  lo 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPCBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  243 

conseguían  de  cualquier  modo.  Las  mujeres  se  cubrían 

también  con  ponchos  ó  con  ra  misas  que  sus  pariros  á 
maridos  robai>an  ú  obtenían  (1<  otro  modo;  y  cuando 
DO,  se  pasaban  sin  nada.  Hombres  y  mujeres  eran  muy 
sucios :  no  se  peinaban  sino  con  los  dedos;  ni  se  lam- 
ban la  ropa,  ni  el  cuerpo;  motívo  por  el  cual  despedían 
un  olor  nauseabundo.  Se  bañaban,  empero,  en  verano 
por  refrescarse.  Así  limpiaban  aljsro  el  cuer^x);  mas 
apreciaban  tan  poco  esu  limpieza,  que  luego  se  ponían 
sus  andnjofi  mugrientos.  Bn  cuanto  á  muebles,  no  los 
tenían  de  ninguna  clase.  Puesto  que  se  acostaban^ 
siempre  de  espaldas,  sobre  un  cuero  ó  sobre  la  uen  a; 
que  se  sentaban  sobre  los  talones;  que  montaban  los 
caballos  en  pelo,  si  eran  hombres,  y  muy  ligeramente 
ensillados,  las  mi^jeres;  que  comían  del  asador  clavado 
en  él  suelo,  y  que  no  se  lavaban,  no  necesitaban  camas, 
ni  sillas,  ni  mesas,  ni  lavatorios,  ni  recados.  Siendo 
guerreros  exclusivamente,  bastái)ales  el  freno  y  la 
lanza,  que  los  portugueses  proporcionaban  á  muchos  de 
ellos,  ó  las  flechas  que  en  defecto  de  lanza  llevaban  en 
'  un  carciy  sujeto  á  la  espalda,  cuyas  armas  eran'  las 
únicas  que  usaban  hacia  él  fin  de  la  dominación  espa- 
ñola. 

Los  campesinos  que  vivían  sin  trabajar,  apenas  se 
vestían  con  un  chiripá  de  bayeta  y  un  sombrero  viejos, 
si  no  eran  ladrones.  Los  que  se  dedicaban  á  trabjyos 
pastoriles,  como  peones,  agregaban  al  chiripá  y  el  som- 
brero un  calzoncillo  blanco,  un  poncho  y  -  botas  de 
poU'o  -  i^iiechas  con  la  piel  de  potro  ó  de  ternero,)  y  los 
que  podían,  no  todos,  usaban  camisa.  Sus  mujei  es  no 
usaban  otro  vestido  que  una  camisa  ajustada  á  la  cin- 
tura con  una  cuerda.  Andaban  siempre  descalzas.  Los 
hombres  y  mujeres  de  esta  clase  de  población  eran 
generalmente  sucios,  porque  no  tenían  ropa  ^ou  que 
mudarse  la  que  tenían  puesta  y  porque  no  les  intere- 


Digitized  by  Google 


"¿4^  BOSQÜÜJO  UmÓRICü 

saba  la  limpieza.  Las  inujcros  que  no  eran  tan  desasea- 
das lavaban  su  única  <  ainisa  de  tiempo  en  tiempo,  en 
el  rio  6  aiToyo  más  próximo,  y  se  estaban  desnudas 
mientras  duraba  la  operación.  Bn  los  días  de  lluvia 
conservaban  seca  su  ropa»  los  que  tenían  que  andar 
fuera  de  casa  ó  carecían  de  ella,  poniéndola  bajo  el 
recado.  Recibían  A  agua  sobre  la  piel»  y  iueiro  que 
cesaba  de  llover  se  volvían  á  vestir.  Su  ajuar  era  ion 
escaso,  casi,  como  el  de  los  salvajes.  Algunos  tenían 
una  cama  compuesta  de  cuatro  palos  y  un  cuero,  sin 
colchones  ni  ropas ;  pero  los  más  se  acostaban  en  el 
suelo,  sobre  un  ciicro  ó  sin  na<i.K  Rara  vez  se  veía  un 
tosco  banco  en  sus  «  hozas  ó  taporas  :  se  sentaban  en  el 
cráneo  de  un  animal  vacuno  ó  caballar,  ó  en  cuclillas  ó 
sobre  los  talones.  Todo  lo  que  poseían  además,  era  el 
barril  con  (|ue  traían  agua  del  próximo  arroyo,  un  vaso 
de  cuero  para  bel)erla,  una  caldera  t»n  que  calentaban 
agua,  el  maie,  y  un  mal  recado  de  montar,  compuesto 
á  menudo  de  jerga,  carona,  lomillo,  cojinillo  y  bridas, 
todo  pobre  y  deteriorado,  y  muy  frecuentemente  de  solo 
bridas  y  jerga.  Pero  á  nadie  faltaba  el  cuchillo  puntia- 
gudo y  adiado,  que  le  servía  para  varios  trabajos 
menudos,  así  romo  para  dcfcnflerst»  de  un  adversario,  6 
para  consumar  una  venganza  ó  un  acto  de  justicia,  ó 
para  matar  bestias  por  necesidad  ó  por  placer. 

Entre  los  campesinos  acomodados  había  algunos  á 
quienes  daba  por  ser  lujosos,  sol)re  todo  cuando  iban  al 
pueblo.  Su  traje  en  tab^s  casos  solía  consistir  en  rhiriiuí 
amplio,  calzoncillo  muy  biaaco  que  rematara  en  ñeco, 
tirador  ancho  adornado  con  monedas  de  plata,  botas  de 
potro,  espuelas  de  grandes  y  ruidosas  rodigas,  chaqueta, 
hermoso  poncho  y  sombrero.  Su  puñal,  sujeto  á  la  cin- 
tura por  el  tirador,  era  [troiula  de  arte  y  de  precio. 
-No  llevaban  peor  vestido  el  caballo,  ai  cual  ponían  :  en 
la  cabeza,  las  bridas  y  el  bozal,  que  sostenía  la  manea; 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  2Í6 

el  largo  maneador  al  rededor  del  pescuezo;  sobre  el 
lomo,  el  cómodo  recado,  compuesto  de  bajera,  carona 
inferior,  jerga,  carona  superior,  lomillo,  cincha,  enci- 
meraj  estriberas,  (aciones)  estribos,  cojinillos,  pellón^ 
sobrejjcllón  ó  sobreptiesio  y  sobrecincha;  las  boleadoras 
á  un  lado  del  recado»  sijgetas  por  tientos  traseros  del 
lomillo;  y,  sobre  el  anca,  el  lazo  enrollado  con  arte. 
Pero  si  los  campesinos  eran  propietarios  y  no  vivían 
muy  lejos  de  .Montevideo,  su  traje  era  más  urbano  y 
menos  pretencioso,  y  se  componía  de  calzado,  calzon- 
cillo blanco,  calzón  corto,  chaleco,  chaqueta,  poncho  y 
sombrero.  Las  telas  eran  bastas,  por  lo  común,  en  las 
lupas  de  uso  diario,  y  no  había  prolijidad  en  el  iiiudo 
de  llevar  las  diversas  piezas,  ni  cuidado  en  su  conser- 
vación ;  mejor  era  ei  U'fiye  destinado  á  lucir  en  señala- 
dos días;  pero  el  poncho  había  de  ser  excepción  de  la 
regla,  porque  era  la  prenda  de  liyo,  y  quien  lo  pudiera 
había  de  llevar  sobre  sí  uno  de  los  afamados  que  se 
imiiortaban  de  Tucumán.  Las  mujeres,  aun(iue  vestían 
algo  mejor  que  las  de  los  trabajadores,  andaban  bas- 
tante desahñadas :  no  eran  el  liyo  ó  la  coquetería  sus 
pasiones  sobresalientes. 

En  los  pueblos  la  gente  menos  acomodada  usaba 
también  calzado,  calzón  y  chaqueta,  de  más  ó  uicnos 
buena  calidad,  según  sirvieran  en  los  días  de  trabajo  ó 
en  los  de  ñesta.  Las  miyeres  llevaban  calzado  bajo  y 
falda  corta,  que  permitía  á  las  coquetas  lucir  ei  pie  bien 
formado  y  la  bordada  media. 

En  Montevideo  todas  las  clases  cuid;il)an  más  que  en 
otra  parte  de  aparecer  <'on  ele<^'"an<*ia,  de  manera  fjue, 
aunque  las  tbrmas  principales  fueran  iguales,  sobresalía 
el  interés  en  la  calidad  y  en  los  adornos.  miyeres 
pudientes  usaban  vestidos  de  seda,  raso  y  terciopelo, 
bordados  de  oro,  ricas  mantillas  y  joyas  de  oro,  enri- 
quecidas con  perlas  y  brillantes.  Los  hombres  se  vestían 


Digitized  by  Google 


1^40  Bu.^UlKJO  HISTÓRICO 

j)ara  los  bailes  y  solemnidades  oficiales  ó  eclesiásticas 

con  zapato  de  hebilla,  media  de  seda,  cabón  hasta  la 
rodilla,  caüiisa  de  ele^rante  pechera  y  puños  con  vuelos, 
corbata  blanca  y  aacha,  chupetín  de  raso  y  frac.  Loa 
individaos  del  ayuntamiento  usaban  en  tales  ocasiones 
medias  de  seda  negra,  sapatos  adornados  con  hebillas 
y  piedras,  calzón,  chupetín  de  raso  blanco  bordado  de 
ovo,  canaca  negra,  capa  carmesí  y  sombrero  de  tres 
picos. 

Los  cuer|x)s  militares  vestían  todos  calzón,  chupa, 
solapa,  collarín  con  galón,  casaca,  y  vuelta.  £1  uniforme 
-de  los  diversos  cuerpos  se  distinguía ;  en  que  la  casaca 

de^unos  (blandengues,  por  ejenii>lo)  era  corta  y  la  de  los 
otros  h\r*yZ;i ;  en  que  los  calzones  eran  de  diferente 
color,  (azul  ó  blanco)  y  en  que  los  botones  eiun  blancos 
«n  unos  y  dorados  en  los  demás. 

XCHú  —  Is«UiUMl«i«t  eeo«ósiif Si  j  Mralm 

Las  reliH  ion.'s  (|ue  hasta  ahora  se  han  notado  en  las 
<:ostumbrcs  de  las  gentes  saiv^e,  campesina  y  urbana 
se  observan  con  poca  diferencia  en  las  inclinaciones 
económicas  y  morales  de  estas  tres  clases  de  la  poblar 
ción  uruguay  a,  en  el  último  cuai^to  del  siglo  XVIII  y  al 
comenzar  el  XIX. 

Loa  charrúas  v  minuanes  se  habían  adiestrado 
extraordinariamente  en  el  uso  del  caballo.  Lo  montaban 
en  pelo,  lo  manejaban  por  medio  de  riendas,  con  ó  sin 
íbeno,  y  hacían  con  él  lo  que  querían.  Cada  individuo 
tenía  su  cjíIkiHo.  Si  1<>  perdía  ó  se  lo  mória,  no  tenía  qne 
es[)erar  de  lus  demás  de  la  tribu  que  le  dieran  ó  le  pres- 
taran otro :  tenía  que  proporcionárselo  por  sí,  robáo- 
<iolo  ó  conquistándolo  al  enemigo.  Si  en  una  familia  no 
había  tantos  caballos  como  personas,  los  que  hubiera 
^ran  para  los  hombres  ;  las  mujeres  y  los  muchachos 
andaban  á  pie.  Es  decir  que  el  individuo  se  ocupaba  de 


Digitized  by  Google 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  247 

ai,  no  de  los  demás,  y  que  el  más  fuerte  se  imponía  al 
más  déhíL  La  regla  era  el  egofsmo  puno,  de  la  cual 
estaim  excluido  por  completo  el  altruismo  egoísta,  cuy^ 
concepción  no  alcanzaban. 

No  conocían  otro  género  de  actividad  que  la  guerra, 
el  pillaje,  ^  caza  y  el  comercio  de  cambioSr.Cuanddrfle 
descubrió  éí  río  de  la  Plata  se  fabricaban  sus  ani^  y 
se  dedicabaa  á'pescar  y  á  cazar  toda  clase  de  animales; 
pero,  en  quanto  el  país  se  cubrió  de  ganado  vacuno  y 
caballar  y  los  portngueses  empezaron  á  cambiarles 
trenos  y  lanzas  por  caballos  y  vacas,  descuidaron  sus 
primitivas  industrias,  y  se  limitaron  á  matar  reaes  |Mtra 
alimentarse  y  á  arrearlas  al  Brasil  para  cambiaCrtas  por  * 
las  [X)(|uísimas  cosas  que  usaban. 

La  villa  individual  y  aislada  que  hacían,  y  su  carác- 
ter misantrópico  y  ensimismado,  les  privaba  de  ocasiones 
de  contrariedad»  por  lo  que  eran  raras  las  reyertas  entre 
sí,  y  nunca  se  hacían  daño  con  la&  armas.  Pero  eran 
crueles  é  implacables,  no  sólo  con  los  conquistadores  de 
raza  blanca,  sino  también  con  las  m.ís  inofensivas  tribus 
aborígenes ;  esto  es,  con  todos  los  que  no  fueran  ellos, 
á  quienes  robaban  y  dañaban  cuanto  podían. 

Los  campesinos  de  raza  española  igualaron  á  los  sal- 
vajes en  el  dominio  del  caballo.  Habituaban  á  sus  hijos 
á  Miidar  en  él  desde  poco  después  de  nacer ;  y,  como  no 
andaban  veinte  varas  sino  á  caballo,  y  á  menudo  tenían 
que  recorrer  larguísimas  distancias  de  20,  30  y  más 
leguas,  se  hicieron  consumados  é  incansables  cabalga- 
dores. Por  cerril  que  fuera  un  potro  ló  montaban  con 
rapidez  sorprendente,  so  sostenían  en  él  sin  perder  el 
equilibrio  ni  ser  arrojados,  como  adheridos  á  su  lomo, 
aunque  mucho  y  muy  furiosamente  se  encabritase  ó 
corcobease  el  potro,  hasta  que  se  rindiera  de  fatiga ;  y 
era  seguro  que  toda  vez  que  el  animal  tropezase  y 
rodara  había  de  caer  de  pie  el  jinete. 


Digitized  by  Google 


248  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

El  mucho  andar  á  caballo  los  hizo  perezosos  de  pier* 
ñas,  razón  por  la  cual  no  recorrían  ninguna  distancia 
y  hacían  lo  menos  posible  á  pie.  Si  varios  se  reunían  á 

convers.ir,  no  se  apeaban,  aun<|iie  coiivei'Síirnn  «luranie 
horas  ;  cuaiulo  iban  á  pescar,  habían  de  eeliar  la  red  á 
caballo  ;  no  sacaban  a^ua  del  po/o,  sino  á  caballo ;  no 
hacían  barro  de  otro  modo  que  pisándolo  con  las  paUis 
del  caballo  que  montaban  vni  traían  del  cercano  monte 
cantidad  alirunade  leña,  aunque  solo  fuera  un  pequeño 
brazado  de  ramas,  sino  an  asuandolo  por  una  cuerda 
atada  á  la  cincha  del  recado. 

Se  vé  por  ésto  cuán  holgazanes  eran.  El  pastoreo^ 
profesión  principal  i  que  se  dedicaban  los  trabajadores, 
lo  hncían  del  modo  más  neulii^^ente  imaginable.  Los 
animales  pai  ían  con  libertad  «mi  dilatado  camix),  y  se 
esparramaban  por  todo  el  á  pumo  de  invadir  la  pro- 
piedad de  otro  hacendado.  Entonces  (esto  se  hacía  una 
vez  por  semana)  el  pastor  recorría  al  galope  los  con- 
tomos de  la  estancia,  y  espantaba  las  reses  hacia  el 
centro  a  fuerza  de  ^mmios  y  de  siIl)idos,  y  con  el  au.KÍlio 
de  numerosos  perros  que  le  seguían.  Nada  más  hacían 
en  el  resto  del  tiempo,  si  no  era  domar  algún  potro. 

Tampoco  empleaban  las  mujeres  el  tiempo  en  traba- 
jar, siquiera  fliese  en  cocinar  ó  en  coser.  Lo  único  que 
hacían  era  barrer  su  vivienda,  encender  fue^^o,  calentar 
agua  para  el  mate,  y  acaso  cel)arlo,  si  no  había  hombre 
que  quisiera  ahorrarles  esa  incomodidad. 

Como  el  ser  humano  necesita  emplear  sus  facultades 
en  algo,  si  no  las  aplica  al  bien  tiene  que  aplicarlas  al 
mal.  Es  así  que,  careciendo  los  campesinos  de  la  afición 
al  uabajo,  se  aficionaron  al  jueíro,  á  las  apuestas  y  á 
beber,  como  se  ha  visto  en  el  artículo  XCVIL  De  ahí 
derivaban  frecuentemente  sangrientas  riüas*  Pocas  veces 
jugaba  el  gaucho  sin  clavar  el  cuchillo  á  su  lado :  lo 
hacía  para  advertir  que  no  perdonaría  una  trampa  ;  y 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  249 

bastaba  que  la  sospechase  para  desafiar  al  adversarlo  ó 
para  acometerlo  con  menos  caballerosidad.  Horas  y 
horas  pasaban  en  las  pulperías  bebiendo  y  refiriendo 
hazañas.  No  era  raro  que  la  imprudencia  ó  baladro- 
nada de  alguno  hiriese  el  amor  propio  de  otro,  ó  que 
sirviera  de  pretexto  para  desahogar  resentimientos  ante- 
riores, de  lo  cual  se  seguían  también  escenas  de  sangre. 
Ciiamlo  el  juego  ó  los  convites  les  consumían  el  dinero, 
rohabaii  caballos  ó  vacas,  los  llevaban  al  Brasil  para 
venderlos  y,  si  bien  en  muchas  ocasiones  operaban  así 
sin  experimentar  lance  desagradable,  á  veces  tenían 
que  afrontar  peligros,  en  los  cuales,  vencidos  6  vence- 
dores, ponían  á  prueba  su  bravura.  Kvd  cosa  corriente 
que  matasen  animales  ajenos  para  alimentarse,  y  nada 
extraño  que  lo  hicieran  por  satistacer  el  gusto  de  matar. 

Estaban,  pues,  familiarizados  con  el  derramamiento 
de  sangre,  al  punto  que  tanto  les  daba  apuñalear  ó 
degollar  á  personas  que  matar  vacas.  Tan  natural  les 
parecía  esto,  que  lo  hacían  sin  repugnancia,  sin  odio, 
sin  exaltarse,  y  sin  (jue  la  víctima  se  quedara.  Los  que 
presenciaban  el  hecho  no  procuraban  evitarlo,  ni  lo 
censuraban  luego  de  consumado,  porque  lo  consideraban 
lícito. 

Por  otra  parte>arecían  de  vergüenza,  de  delicadeza, 
de  pudor  y  del  respeto  que  las  personas  se  deben  entre 
sí.  Padres,  hijos  y  extraños  de  diferente  sexo  se  nnra- 
ban  y  se  trataban  con  la  mayor  libertad,  desde  los  10  ó 
12  años,  sin  que  á  nadie  pareciera  inconveniente  esta 
salvajez  tomada  de  los  charrúas  y  minuanes. 

Lo  dicho  conviene  á  la  generalidad  de  la  gente  cani- 
pesina«  Pero  una  porción  de  ella  tenía  la  condición  de 
ser  movida  por  inclinaciones  más  depravadas.  No  se 
stgetaban  á  ninguna  clase  de  trabajo,  ni  accidental- 
mente. Recoi  rian  el  país  en  todas  direcciones,  come- 
tiendo toda  ciase  de  violencias.  Asaltaban  estancias. 


Digitized  by  Google 


'  Bi)§QUEJO  HISTÓRICO  ^ 

cbacras  y  pequeñas  poblacioneB.;  robaban,  inceadiaban, 
asesinaban  y  tenían  en  conslante  alarma  á  la  ijiento  jr 

vn  continuo  niovi miento  á  la  justicia  ;  pero  su  impu- 
ni  liad  era  casi  secura,  porque  les  favorecían  los  extensos 
4^poblados  del  Sud  del  río  ^'eg^o,  los  desiertos  dei  \ 
Norte,  los  bosques  inexplorados  y  la  acogida  protec- 
tora de  las  poblaciones  portuguesas  qae  medraban  con 

el  fruto  (le  sus  saii^nentas  depredaciones. 

Las  po})la<"ii>nes  urhanas  eran  mucho  más  cultas, 
morales  y  laboriosas,  como  que  en  ellas  se  concent  ra  V>aii 
iodos  los  elementos  de  la  civilisación  uruguaya.  Tales 
cualidades  sobresalían,  mucho  más  que  en  otra  parte, 
en  Montevideo,  por-jue  aquí  estaba  el  asiento  de  las 
principales  autoi  idados  locales  de  la  Banda  Oriental,  en 
su  puerto  se  apostaba  ordinariamente  la  escuadra  del 
río  de  la  Plata,  y  á  tan  numerosos  funcionarios,  machos  í| 
jde  ellos  de  clase  distinguida,  se  unían  sus  familias  y 
otras  personas  de  condición  análoga  vinculadas  á  ellas 
de  diversas  maneras. 

Sin  embargo,  pei*suadidos  los  españoles  y  sus  hijos 
criollos  de  que  la  raza  á  que  pertenecían  era  de  especie 
muy  superior  á  la  de  los  negros  y  americanos  aboríge- 
nes, y  pudiendo  disponer  de  ellos  con  mucha  libertad  y 
por  poco  precio,  se  habituaron  á  encoiiícndarles  toda 
clase  de  scr\  irius,  por  nobles  que  fueran,  y  por  muy 
acostumbrados  que  hubiesen  estado  á  desempeñarlos 
.por  sí  mismos.  Resultó  de  aquí  á  los  pocos  años  que  i 
siendo  desempeñados  por  seres  despreciados,  los  oficios, 
les  tomaron  repugnancia  los  españoles  y  criollos  por 
pensar  que,  si  los  ejercieran,  se  rebajarían  á  la  condi- 
ción de  los  negros  ;  por  manera  que  ningún  español  ('> 
criollo  urbano  quería  ser  otra  cosa  que  clérigo,  abc^ado, 
empleado  público  ó  comerciante,  que  eran  las  únicas 
profesiones  consideradas  dignas ;  y,  aún  el  comercio,  no 
por  lodos. 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBUGA  ORIENTAL  DiBL  URUOUAT  25i 

Es  así  que  las  mtyeres  de  la  raza  conquistadora  uQ 
^amumautabaa  á  sus  hijos,  ni  los  educaban  en  los  pH- 
'líieros  aeia  altos  de  édad,  sino  que  los  conñafoaa:  á 
.negn^»  mulatas,  índiaa  y  mOBlieas*  |.(toé^podiia  a|ifUr> 
der  de  gentes  tan  mal  c^msideradás  esa  infancia?  Es 
así  también  que  no  se  hallaba  mujer  ni  bombre  blanco 
que  quisiera  ejercer  los  servicios  domésticos,  ni  los 
oficios  ó  artes  mecánicos,  á  no  ser  que  lueran  recién 
llegados  de  España  y  no  encontraran  otro  modo  de 
vivir ;  que  en  cuanto  lo  hallaran  abandonaban  aquél  por  . 
no  merecer  el  menosprecio  de  sus  compatriotas,  ni 
i«;ualarse  A  lus  esclavos. 

Mas  como  eran  muy  pocos  los  que  podían  dedicarse 
á  la  carrera  eclesiástica  y  á  la  abogacía,  pues  no  había 
c6mo  aprenderlas,  y  como  á  los  empleos  públicos  eran 
llamados  los  espafioles  preferentemente,  y  no  todos 
podían  ser  comerciantes,  se  siguió  el  becho  de  que  si 
los  españoles  llevaban  vida  poco  activa,  los  criollos  la 
llevaban  ociosa ;  salvo  que,  como  no  les  íáltara  dinero, 
ae  entretuvieran  en  disiparlo.  La  continuación  de  este 
modo  de  obrar  engendró  la  idea  de  que  malgastar  for- 
tuna era  propio  de  gente  principal  é  indicio  de  buen 
tono. 

Tal  manera  de  ser  y  de  gastar  aüojó  los  resortes 
morales  de  muchos  que,  gozando  de  consideración 
social  por  el  puesto  que  desemp^ban  en  la  adminia- 

ti'ación,  no  ganaban  lo  bastante  para  acompañar  á  los 
ricos  en  sus  prodi*rali(lades  y  disipaciones.  De  aquí 
surgieron  abusos  de  confianza,  sobre  todo  en  los  admi» 
nistradores  de  la  hacienda,  confabulados  con  los  prin** 
cipales  que  tenían  su  asiento  en  Buenos  Aires.  La 
malversación  se  efectuó  durante  algún  tiempo  sin  que 
fuera  notarla;  pero,  como  el  móvil  era  satisfacer  deseos 
de  grandeza,  lo  desproporcionado  del  lujo  con  los  noto- 
rios recursos  legítimos  llamó  la  atención,  hizo  nacer 


Digitized  by  Google 


252  BiíSQI  EJO  HISTÓRICO 

sospechas  y  aurnt^  niar  la  vi«jilancia  y,  por  fin,  descu- 
bierlos  los  dosfab-us  y  rohorhos  á  íines  c1el  si^lo  X^'I^, 
ilurante  el  virreinato  del  marqués  de  Loreio  so  sometió 
á  los  autores  conocidos  á  la  acción  de  ia  justicia  en 
procesos  que  mucho  escandalizaron  al  pueblo,  pues 
éste  ora  coiitM  almi  lue  iiom^ado  y  abundaban  en  él  los 
caracteres  austeros. 

CAPÍTULO  VI 

INSTRUCCIÓN  DEL  PUEBLO 

Lo  dicho  en  los  capítulos  anteriores  sugerirá  fácil- 

monte  la  idea  do  que  distaban  mucho  los  campesinos, 
hasta  1810,  do  pensar  en  escuelas;  y,  en  efecto,  calve- 
cieron completamenio  de  ellas. 

No  flieron  más  afortunados»  bigo  este  respecto,  los 
lugares  y  los  pueblos,  pues  tampoco  tuvieron  escuelas, 
salvo  dos  6  tres  excepciones.  Una  de  éstas  parece  haber 
sido  Santo  Doiuiiiíro  Soriano,  pues  se  ha  dii  liu  tjuo  los 
religiosos  que  gobernaban  la  conciencia  de  los  pobla- 
dores chañáis  les  enseñaban  el  catecismo  y  algunos 
rudimentos  de  lectora  y  quizás  de  escritura.  Los  jesuí- 
tas íUndaron  en  la  (íolonia  del  Sacramento  un  colegio, 
mientras  gobernaron  .illi  los  portu^^ucses,  y  eii-íeñaroii 
a  loei',  a  escribir,  á  contar  v  la  .locrrina  crisiiaua  á  la 
juventud.  Pero,  expulsada  la  Compañía  de  Jesús,  pasó 
el  establecimiento  á  religiosos  de  otra  orden  y  más 
tarde  fué  suprimido,  cuando  los  españoles  tomaron  y 
arrasaren  por  última  vez  la  Colonia. 

Los  jesuítas  sostuvieron  también  en  Moní'  \  ideo  una 
escuela  desde  1744,  durante  más  de  veinte  afios,  esto 


Digitized  by  Google 


l)E  LA  HEl^BUCA  ORIENTAL  DKL  ÜRÜGÜAY  253 

es,  hasta  que  ftieron  extrañados.  Los  padres  francisca- 
nos continuaron  después  con  ella,  en  la  cual  admitieron 
á  los  niños  y  jóvenes  que  contribuían  con  una  cuota 
laeiisual.  Vino  en  1796  á  hacerle  competencia  una 
escuela  laica,  pero  tan  impregnada  como  la  otra  de 
sentimiento  religioso,  cuyos  beneficios  eran  limitados  á 
quienes  pudiesen  pagar  uu  precio  mensual  á  su  director, 
quc  k»  liu  ilua  Mateo  Cabral.  Los  tres  estableeiuaeatos 
fueron  dedicados  á  los  varones. 

Considerándose  que  las  mujeres  no  necesitaban  ins- 
trucción, porque  no  tenían  en  que  aplicarla,  no  se  había 
pensado  en  abrir  escuela  alguna  para  ellas.  Pero  siendo 
de  otro  parecer  la  señora  María  Ciara  /abala,  esta- 
bleció en  1795,  b¿go  la  dirección  de  sor  Francisca,  una 
escuela  para  niñas  pobres,  cuya  asistencia  estimuló 
decidiendo  que  la  enseñanza  ñiera  gratuita.  Los  varo- 
nes no  tuvieron  quien  Ies  brindase  el  beneficio  de  la 
gr.iLuídaíl,  hasta  que  en  1S09  acordó  el  Cabildo  fundar 
una  escuela  exclusivamente  para  ellos,  la  cual,  con- 
fiada á  la  dirección  del  padre  Arrieta,  fué  la  primera 
escuela  oficial  del  país. 

En  todas  esas  escuelas  se  enseñaba  la  religión,  á  leer 
y  <*í  escrilúrun  [míco.  En  algunas  se  ayi^egaban  nociones 
tie  ariimelica,  v  en  la  de  niñas  se  cosía.  La  escnicla 
pública  enseñó  además  gramática  y  ortografía.  JSo  se 
prohibió  que  asistieran  á  ella  los  niños  de  color,  pero 
sí  que  se  sentaran  con  los  blancos  y  que  se  mezclaran 
con  ellos.  Todos  los  alumnos  tenían  que  ir  diariamente 
á  oir  misa,  conducidos  por  los  a\  udanies.  Éstos  iban 
además  á  buscarlos  á  sus  domicilios  para  la  hora  de 
abrirse  las  clases,  y  á  devolverlos  asi  que  terminaran. 
Én  cambio  podían  recibir  una  gratificación  mensual  de 
4  reales,  de  quienes  voluntariamente  quisieran  darla. 

La  asistencia  á  estas  escuelas  era  escasa  y  la  ense- 
ñanza muy  defectuosa.  Se  ensenaba  la  lectura  por  el 


Digitized  by  Google 


¿S4  BOSw^fc-ÍO  HISTÓRICO 

método  del  da,  ba;  la  escritura,  empezando  en  palotes 
y  eígaieiido  con  letras  aaeltaa;  la  doctrina  y  la  gramá* 

tica  reteniendo  de  luemoria  la  palabra  de  los  textos, 
nada  ó  mal  entendida;  y  los  rudimentos  de  aritmética, 
como  la  gramática  en  cuanio  á  las  definiciones  y  reglas 
y  prácticamente  las  aplicaciones.  Como  los  ejercicios 
prácticos  de  esta  última  asigoatora  tenían  por  antece- 
dentes las  definiciones  y  reirías,  no  se  entraba  en  aqué- 
llos mientras  no  se  supiesen  éstas;  y  como  todas  la¿» 
materias  se  estudiaban  en  opúsculos  impresos,  no  se 
iniciaba  su  aprendi2^je  hasta  que  los  niños  supieran 
leer.  Debiendo,  pues,  estudiarse  las  asignaturas  en 
orden  sneesivo,  el  curso,  aunque  limitado  á  tres  6  oua- 
tiu  \  Hiuv  elemental,  snlia  ser  oxcesivauiente  duiaiiero, 
y  adeaias  penoso  vn  sumo  grado,  ya  por  la  aridez  <le 
los  métodos  y  procedimientos,  ya  porque  el  níüo  tenia 
que  ocupar  las  horas  de  clase  con  una  sola  materia 
cuando  más  variación  reclamaba  su  edad.  La  disciplina 
era  tan  cruel  como  la  meto(lolo«zía  rutinaria  que  se 
aplicaba  :  se  restringía  de  todos  modos  la  espuinaneidad 
de  los  niños;  se  contrariaban  todas  sus  inclinaciones  y 
necesidades  mentales,  y  cuando  éstas,  cansadas  de 
sufrir  la  opresión,  se  rebelaban  aunque  fuera  sin  mala 
voluntad  por  segundos  y  á  hurtadas,  venían  á  restable- 
cer la  disciplina  ia  paimeia,  los  azotes  y  otros  castigos 
no  menos  torpes. 

CI.  —  Llbrerins  y  peri6dií'08 

La  acción  de  la  escuela  no  era  auxiliada  poi  ninguna 
biblioteca  ;  y  apenas  puede  decirse  que  en  los  primeros 
años  del  siglo  XIX  hubiera  librerías  y  publicaciones 
diarias  ó  periódicas,  porque  solamente  en  Montevideo 

existía  una  pequeña  casa  en  que  se  vendían  unos  cuantos 
libros  de  devoción  y  de  teología,  y  recién  en  1S07  se 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPf  BLICA  UHIENTAL  DEL  URUGUAY  255 

fttñdo  un  pcnódico,  titulado  La  estrella  ^déí  iSud,  que 

apareció  semfinalmente,  en  inglés  y  en  castellano,  desde 
el  23  de  Mayo  hasia  el  4  de  Julio  ;  es  decir,  durante  un 
Bflés  y  doce  días.  Dieron  á  luz  esta  publicación  los 
ingleses  cuando  se  apoderaron  de  MonteTideo  y  la  ter- 
minaron  asi  (lue  pactaron  en  Buenos  Aires  el  desatójo. 
Se  dedicó  á  demostrar  que  España  era  incapaz  de  hacer 
progresar  la  America,  á  hacer  simpática  la  dominación 
inglesa,  y  á  publicar  documentos  oüciales  y  avisos  del 
comercio. 

£1  segundo  periódico  que  tuvo  Montevideo  fué  la 
Gaceta  de  Montevideo,  que  apareció  el  13  de  octubre  de 

1810  por  la  Imprenia  de  la  Caridad,  redactada  por  fray 
Cirilo  de  la  Alameda  y  Brea,  franciscano  de  vasta  eru- 
dición, que  había  venido  huyendo  de  Madrid  por  temor 
á  los  frianceses.  Se  aplicó  principalmente  á  publicar 
documentos  favorables  á  los  españoles  de  Europa  en  sus 
relaciones  con  Francia  y  á  los  españoles  de  Montevideo 
en  sus  relaciones  coa  los  revolucionarios  de  Buenos 
Aires. 

■ 

■ 

CU-  —  Grado  de  iuütrueeióu  del  pueblo 

Los  hechos  expuestos  en  los  dos  artículos  precedentes 
prueban  que  tenía  que  ser  crasa  la  ignorancia  de  la 
gran  mayoría  del  país,  puesto  que  le  faltaban  todos  los 
medios  de  instrucción.  Los  salvajes  no  tenían  idea  sino 
de  lo  que  veían.  Los  campesinos  de  los  distritos  pasto- 
riles no  sabían  más  que  los  salvajes  ;  ni  leían,  ni  escri- 
bían, ni  teníau  nociones  de  número,  salvo  alguno  que 
otro  español  que  hubiera  traído  de  su  patria  estos  cono- 
cimientos. Entre  los  campesinos  agricultores  la  igno* 
rancia  era  también  generalísima,  aunque  no  tanto  como 
entre  los  otros,  porque  había  en  esa  clase  ni;ís  españo- 
les, y  porque  pertenecían  á  ella  indios  que  habían  emi- 


Digitized  by  Google 


25G 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


grado  de  las  Misiones  después  de  la  expulsión  de  lo 
jesuítas,  y  que  venían  sabiendo  leer  y  escribir  algo,  P^r- 
su  pereza  invencible,  la  influencia  del  ambiente  y  h 
falta  de  medios  fueron  causas  «le  que  su  poco  saber  ii< 
se  transmitiera  á  los  liyos  y  desapareciera  á  los  poco: 
años. 

En  los  pueblos  abundaban  también  mucho  los  que  nc 

leiüiih  ninguna  clase  de  instrucción,  pues  los  pri^let^- 
rios,  aun  los  procedentes  de  Europa,  eran  en  extr  emo 
ignorantes.  Y  lo  eran  también  muchos  que  figuraban 
en  clases  suj)eriores.  Es  así  que  cuMudo,  á  los  cuatro 
anos  de  fundada  Montevideo,  juzgó  el  general  Zabala 
que  la  cantidad  de  población  requería  ya  ser  gobernada 
[)«)r  autoridades  civiles  y  creó  el  cabildo  disponiendo 
que  fueran  nombrados  para  componerlo  las  personas 
más  distinguidas  por  su  saber  y  cualidades  sociales  y 
morales,  se  vió  forzado  á  declarar  que  se  admitirían 
para  regidores,  y  hasta  para  el  alto  puesto  de  alcalde, 
personas  que  no  supieran  escriba*  ni  leer,  por  quienes 
lirmarian  otros  que  lo  supiesen. 

A  medida  que  pasaron  los  años  y  que  la  población 
urbana  creció,  y  que  vino  complicándose  la  administra- 
ción pública  y  requiriendo  mayor  numero  de  funciona- 
rios de  todas  clases,  se  agregaron  numerosas  personas 
de  clase  civil  y  militar  relativamente  instruidas,  algunas 
doctas,  que  formaron,  sobre  iodo  en  Montevideo,  un 
considerable  núcleo  de  ilustración,  si  es  permitido  abra* 
zar  con  la  significación  de  este  vocablo  á  todos  los  que 
liabi.ui  recibido  enseñanza  elemental  y  superior.  Como 
es  de  presumirse,  ios  liijos  de  éstos  fueron  los  que  prin- 
cipalmente recibieron  lecciones  de  sus  padres,  y  fre* 
cuentaron  las  pocas  escuelas  que  quedan  mencionadas, 
pero  no  los  únicos;  por  manera  que  la  instrucción 
elemental  coasistente  en  lectura,  escritura,  cálculo,  y 


tica  se  extendió  para  1810  á  la  juventud  aristo- 


L 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  267 


crática  y  á  buena  parte  de  ia  burguesa.  Pero  no  pasó  de 
ahí  el  saber  de  los  criollos,  porque  nada  más  enseñaban 
las  escuelas,  porque  faltaban  colegios  y  universidades, 
y  porque  no  había  posibilidad,  ni  se  tenia  interés  en 

leer  otra  cosa  que  obras  ascéticas,  cuino  si  este  fuera 
el  único  medio  de  cumplir  deberes  y  de  ser  teliz  antes  y 
después  de  la  muerte. 

CAPÍTULO  VII 

INDUSTRIAS 

CSn.  —  La  g«uitel%  la  «griealtmni  j  la  mlaerU 

Püdria  discutirse  si  hubo  en  la  Uaiida  Oriental,  antes 
de  1810,  industria  ganadera,  dada  la  acepción  ordina- 
ria que  hoy  tiene  este  vocablo;  pero,  admitido  que  la 
hubo,  no  es  dudoso  que  su  estado  iüé  rudimentario*  Ya 
cuando  se  flindó  Montevideo  estaba  cubierto  él  suelo  de 
animales  vacunos  y  caballares  salv^es  que  se  habían 
mulüplicado  sin  cuidado  alí?uno  de  los  hombres  y  que 
carecían  de  dueños.  Repartido  el  territorio  en  suertes 
de  estancia,  cada  estanciero  se  apropió  el  número  de 
ganado  que  pudo  y  apenas  se  cuidó  de  otra  cosa  que 
de  contenerlo  dentro  de  su  posesión.  Según  el  plan  del 
ftindador  Zal» ala  cada  estancia  debía  constar  de  2.700 
cuadras  de  lerreno  y  no  debería  tener  cada  propietario 
más  que  una  estancia.  Mas  la  ambición  inventó  medios 
para  que  cada  uno  acumulase  en  su  dominio  varias 
suertes,  y  aun  extensiones  inmensas,  de  modo  que  para 
1780  era  imposible  donar  suerte  alguna  á  los  mucliísi- 
mo.>  qiiü  solicitaban  tierras. 

Generalmente  se  pensaba  que  una  extensión  de 
cuatro  ó  cinco  leguas  cuadradas  no  eran  demasiadas 

17 


Digitized  by  Google 


258  BOSQUEJO  H18TÓRia> 

para  una  reinilar  esuuicia,  poniue  el  iranado,  auiique 
no  fuera  muy  numeroso,  se  esparcía  mucho,  sobre  todo 
en  épocas  de  sequía,  ea  busca  de  (>astos  y  de  agua.  Se 
encomendaba  una  estancia  á  la  dirección  de  un  capa- 
taz, y  cada  mil  cabezas  de  ^nado  á  un  pastor.  Éste  no 
so^ía  a  los  animales,  ni  los  conducía  á  los  parajes 
más  convenientes,  ni  lv>s  mantenía  reunidos,  ni  lus 
hacía  volver  por  la  taixie  á  un  punto  para  que  pasai*an 
la  noche,  ni  hacía  otra  cosa  que  arrearlos  á  un  lugar 
céntrico  una  vez  por  semana  por  que  no  pasasen  la 
iVentera  de  la  propiedad.  Los  dueños  y  capataces  pen- 
saban á  su  vez  que  si  la  nainrale/a  había  íiastado  para 
crear  y  multiplicar  tan  prodigiusameuie  aquella  riqueza, 
nada  m^or  podría  hacerse  que  dtyar  obrar  á  la  natu- 
raleza, reservándose  ellos  la  sola  tarea  de  contener  en 
sus  tierras  sus  ganados,  y  de  venderlos  cuando  hubiera 
comprador.  La  iranaderia  l  a,  pues,  todo,  menos  obra 
que  algo  debiera  al  trabajo  del  hombre. 

La  agricultura  se  aplicaba  al  trigo  y  ai  maiz  princi- 
palmente, pero  en  cantidad  insuficiente  para  el  consumo 
interior,  puesto  que  se  tenia  que  importar  todos  los 
años  una  buena  cantidad  de  Buenos  Aires.  La  llena 
producía  12  granos  por  1  al  año,  más  {^>equeüos  que  ios 
europeos.  Se  cuiúvaimn  algunas  legumbres,  verduras  y 
firutas  para  el  uso  de  los  mismos  agricultores  y  de  las 
familias  urbanas  que  no  tenían  huerta,  aunque  estos 
productos  eran  poco  variados  todavía  hacia  1^00.  En 
esta  época  se  inu  odujoroa  de  oíros  i>aíses  aiiiei'ieanos 
cl^lses  de  durazno  desconocidas,  y  de  Italia  el  damasco, 
de  cuyo  íhito  vinieron  dos  carozos  inadvertidamente 
mezclados  con  semillas  de  coles  y  lechugas. 

Se  hicieron  ensayos  por  explotar  las  minas  de  oro, 
plata,  plomo  y  cobre  cu; a  existencia  se  creyó  compro- 
bada en  las  venientes  de  los  ríos  San  José  y  Santa 
Lucia  y  en  el  distrito  de  Minas,  tomando  aliento  en  las 


Digitized  by  CoogI 


DE  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  259 

versiones  que  se  corrían  de  que  personas  ineptas 
habían  recogido  laminitas  de  oro  sin  más  ^íUerzo  que 

el  de  lavar  arenas  y  tierras.  Lo  cierto  fué,  empero,  que 
todos  ios  que  emprendieron  trabajos  de  esta  clase  habían 
perdido  tiempo  y  capital»  ya  para  1787. 

CIT..-*  Indattrias  derifadas  de  la  ¡ganadería  y  de  la  a^neultiinu 

La  pesca 

£n  mucho  tiempo  no  sirvió  la  ganadería  sino  para  la 
alimentación  local  y  para  la  extracción  de  los  caeros, 
de  la  grasa  y  del  sebo.  La  carne  que  excedía  de  la 

demanda  de  los  carniceros  ó  de  las  familias  era  arrojada 
por  no  saberse  que  hacer  de  ella,  y  tainiiién  lo  eran, 
por  igual  motivo,  las  astas,  los  huesos,  las  pezuñas,  etc. 
Este  escaso  aprovechamiento  de  los  animales  explica : 
por  un  lado,  la  extrema  baratara  de  la  carne,  y  por 
otro,  la  necesidad  que  tenían  los  ganaderos  de  poseer 
gran  numei  o  de  cabezas  para  que  esta  clase  de  i)ropie- 
dad  les  produjese  una  renta  suñcienie.  Los  cueros  se 
secaban,  se  utilizaban  en  parte  dentro  del  país,  y  se 
exportaban  en  lo  restante.  Otro  tanto  se  hacía  con  la 
gordura. 

La  preparación  de  la  cecina  ó  carne  salada  y  seca  se 
hacía  en  Buenos  Aires  desde  ios  primeros  años  del 
siglo  XVII,  segfín  se  ha  referido  en  el  libro  primero  ; 
mas  no  se  ensayó  en  la  Banda  Oriental  hast^'  mediados 
del  siglo  XVIII,  en  cuya  época  emprendieron  esta 
industria,  con  mal  éxito  y  por  poco  tiempo  dos  herma- 
nos Perafan  de  la  Rivera  y  Luis  Herrera,  habitantes  de 
Montevideo  (1754).  Corrieron  treinta  y  dos  años  para 
cuando  Francisco  Medina  íündara  otro  establecimiento 
con  más  capital  y  más  inteligencia  de  la  materia ;  pero 
falleció  este  industrial  antes  qae  los  resaltados  corres- 
pondieran á  su  buena  voluntad  y  su  saladero  desapa- 


Digitized  by  Google 


200 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


reció  (1788).  Más  tarde  se  veriücaron  otros  ensayos, 
tomando  en  cuenta  la  experiencia  de  los  anteriores  y 
con  resultados  menos  desalentadores,  á  los  cuales  se 
debió  que  esta  industria  permitiera  abrigar  esi)eraíizas 
acerca  de  su  estabilidad  y  desenvolvimiento  futuros, 
pero  sin  tomar  cuerpo  en  los  años  que  corrieron  hasta 
1810. 

Ensayóse  igualmente  en  algunas  chacras  y  estancias 
la  fabricación  de  quesos  y  de  manteca,  antes  de  1780. 
No  parecieron  malos  estos  productos,  á  |)esar  de  que 
eran  susceptibles  de  períeccionarse  bastante,  según 
opinaron  entonces  los  entendidos ;  mas,  como  el  pro- 
greso de  las  industrias,  sea  en  cantidad  ó  en  calidad, 
necesita  el  estímulo  del  consumo,  y  no  lo  tenían  fuera 
del  país,  y  escasamente  en  el  interior,  los  quesos  y 
mantecas  que  se  hicieron  en  corta  cantídad*y  á  manera 
do  prueba,  no  Uegó  esta  clase  de  producción  á  tomar 
los  caractero-s  de  una  industria. 

Una  compañía  inglesa,  animada  por  el  permiso  que 
otorgó  el  Rey  para  que  se  explotaran  las  riquezas  ani- 
males marítimas  de  estas  regiones,  se  establooió  en 
Maldonado  para  beneficiar  cueros  y  grasa  de  lobos  y 
grasa  y  barbas  de  ballena.  Los  resultados  no  correspon- 
dieron, empero,  á  las  esperanzas,  razón  por  la  cual 
hubo  que  dar  fin  á  este  ensayo  al  poco  tiempo. 

La  agricultura  alimentó  la  fabricación  de  la  harina 
de  trigo,  cuya  molienda  se  hacia  en  tahonas;  es  decir, 
en  molinos  movidos  por  caballos  ó  muías.  Á  mediados 
del  siglo  XVIIl  estableció  el  jesuíta  Rullo,  en  ei  Mlgue- 
lete»  en  el  punto  llamado  Paso  del  fnolino,  uno  movido 
por  la  flierza  de  este  arro}'o ;  y  á  fines  del  mismo  siglo 
crií?ió  Manuel  (3campos  en  el  mismo  parai(^  otro  movido 
por  la  fuerza  del  viento,  los  cuales  elaboraron  toda  la 
harina  que  consumía  Montevideo. 


Digitized  by  Google 


I 


D£  LA  KJ¿PÚfiLICA  ORl£JKTAL  DEL  URUGUAY  261 


La  plaza  mercantil  más  antigua  de  la  Banda  Oriental 
fué  la  colonia  del  Sacramento.  Este  punto,  mientras 

estuvo  á  disposición  de  los  españoles,  no  había  desí)er- 
tado  niiiiiún  interés  especial,  ni  motivos  hubo  para  que 
lo  despertara,  porque,  no  estando  permitido  casi  el 
comercio  á  los  pueblos  del  Río  de  la  Plata,  y  aunque  lo 
estuviese,  siendo  para  todos  las  mismas  las  leyes  y 
autoridades,  no  había  razón  ninguna  para  esperar  que 
la  habilitación  del  puerto  septentrional  diera  origen  á 
un  comercio  próspero. 

Colonizado  el  punto  por  los  portugueses,  cuando  ya 
no  dependían  del  Rey  de  Espa&a,  tampoco  habría 
tomado  importancia  comercial  si  á  ellos  les  hubiesen 
regido  leyes  prohibitivas  como  las  españolas,  ó  si  hubie- 
sen lespetado  el  orden  le^ral  establecido;  j^eiu  las  rela- 
ciones políticas  de  los  lusitanos  con  Inglaterra  motiva- 
ron que  ésta  pudiera  comerciar  con  plazas  y  posesiones 
de  la  nueva  monarquía,  cuya  libertad  se  'extendió  en 
ocasiones,  por  motivos  i^rualmente  políticos,  á  otros 
estados  europeos.  Resultó  de  aquí  que  en  cuanto  las 
autoridades  del  Brasil  cumplieron  la  orden  de  fundar  y 
fortificar  la  colonia  del  Sacramento,  los  comerciantes 
portugueses,  ingleses,  franceses,  y  holandeses  vieron  la 
facilidad  de  introducir  clandestinamente  los  productos 
de  estos  países  en  las  posesiones  del  Rey  de  España  y 
de  exportar  de  ellas  oro  y  productos  americanos,  sin 
más  trab^o  que  el  de  mandar  buques  á  la  Colonia, 
tener  aquí  y  en  la  isla  de  San  Gabriel  sus  depósitos,  y 
•  pasar  los  artículos  al  interior  de  la  Banda  Oriental  y  á 
la  occidental,  burlando  la  vigilancia  de  las  autoridades 
españolas,  ó  enTorpecieiidola  por  el  cohecho. 

Así  sucedió.  AÜuyeron  los  comerciantes  ála  Colonia, 


Digitized  by  Google 


262 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


miel u ras  fué  poriuguesa,  trabaiou  relaciones  con  los 
comerciantes  de  Buenos  Aires  y  coa  los  indios  y  campe- 
sinos del  Uruguay,  recibieron  buques  europeos  y  bra- 
silefios  caiigados  de  mercancías,  y  se  consagraron  á  .i 
introducir  de  contrabando  estos  artículos  en  los  territo-  ^ 
riuís  vecinos  y  á  recibir  de  ellos  en  cambio  las  carnes, 
cueros  y  harinas  que  habían  de  utilizar  el  viaje  de 
retomo  de  las  embarcaciones.  Por  tales  causas  se  activó 
el  comercio  en  términos  que  dieron  mucho  que  pensar 
al  Roy,  á  punto  que  los  ruidosos  sucesos  militares  y 
diplomáticos  que  se  sucedieron  después  de  la  fundación 
(le  la  Colonia  hasta  1777  fueron  cnusados,  tanto  ó  Ui.is 
que  por  el  derecho  que  los  soberanos  pretendían  tener 
en  la  pequefia  tierra  disputada,  por  los  intereses  indus- 
triales y  comerciales  que  esa  posesión  peijudicaba  ó 
favorecía.  ^ 

Montevideo  no  fué  plaza  comercial  hasta  íines  del 
siglo  XVlil;  pero,  una  vez  que  su  puerto  fué  habilitado, 
lo  prefirieron  las  naves  al  de  Buenos  Aires  y  al  de  la 
Ensenada  de  Barragán  por  su  posición,  por  su  mayor 
comodidad  para  cargar  y  descargar  y  porque  en  él  esta-  , 
ban  más  scíTuras  durante  los  temporales.  Su  movimiento 
aumentó,  pues,  rápidamente,  ccuaprendiendo  el  comer- 
cio de  la  Banda  Oriental  y  mucho  de  la  occidental.  £n 
1795  recibió  34  buques  procedentes  de  España,  cuyas 
cargas  im|)ortaban  cerca  de  2  millones  de  pesos  fUertes, 
y  despachó  3()  con  carga  que  valía  cerca  de  4  millones  ^ 
y  800  mil  pesos,  la  mayor  pane  en  oro  y  plata,  pues  el 
valor  de  los  frutos  no  excedió  075  mil  pesos.  En  el 
decurso  del  afio  siguiente  la  importación,  hecha  en  73 
buques,  aumentó  en  900  mil  pesos  y  la  exportación, 
que  ocupó  51  embarcaciones,  creció  on  200  iii¡i  pesos.  * 
Los  fnitos  exportados  en  esto  afio  inijM'i  íai'on  c*erea  de 
4 -millón  y  100  mil  pesos,  por  .manera  que  hubo  un 
aumento  de  300  y  tantos  mil  pesos.  Para  el  año  1799  la 


Digitized  by  Google 


D£  LA  K£PÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  263 

exportación  de  ftutos  excedió  de  2  millones  de  pesos. 
El  movimieni  )  del  puerto  ftié,  desde  1800  hasta  1800, 
ei  que  se  expresa  ea  seguida : 

Bntradas  Salidas 
1^00  ~     Ü  34 


1801   ?  ? 

1802    188  169 

1803    84  67 

1804    134  47 

1805    109  73 

1806    49  55 


CAPÍTULO  VIII 

SUCBS06  MILITARES  T  POLÍTICOS 
CTI.  —  Materia  de  este  eapítulo 

Narrados  ios  liechos  de  armas  y  las  cuestiones  diplo- 
máticas que  tuyieron  por  objeto,  hasta  1801,  el  límite 
oriental  de  la  gobernación  y  Virreinato  del  Rio  de  la 
Plata  (arf  lAII  -  LXIV),  no  li  i}  muiivo  para  volver 
á  los  mismos  .sucesos  en  este  capítulo,  porque  sería  repe- 
tir su  historia  inútilmente  y  fuera  de  lugar. 

Se  han  referido  también  las  invasiones  inglesas  y  las 
relaciones  políticas  que  sobrevinieron  (art*  LXV  — 
LXIX) ;  pero,  como  estos  hechos,  á  diferencia  de  los 
otros,  fueron  de  Buenos  Aires  en  parte  y  en  parte  de  la 
Banda  Oriental,  uo  se  habló  en  el  Libro  primero  de  los 
orientales  más  que  lo  indispensable  para  explicar  algu- 
nos que  se  verificaron  en  la  capital  del  virreinato,  reser* 
vando  para  este  Libro  segundo  el  darlos  á  conocer  más 
detenidamente,  como  corresponde. 


Digitized  by  Google 


264 


BOSQUEJO  UlSTÓRirA) 


Muy  poco  digno  de  mención  ocurrió  en  la  Banda 
Oriental,  hasta  1810,  en  los  órdenes  militar  y  político, 
fiiera  de  los  sucesos  á  que  se  acaba  de  aludir;  sin 
embargo,  se  dará  una  brevL*  idea  de  los  combates  habi- 
dos con  salvajes,  campesmos,  malhechores  y  piratas,  y 
de  las  desavenencias  habidas  entre  las  autoridades 
militares  y  civiles  de  Montevideo,  porque  nada  falte  en 
el  bosquejo  de  la  época  á  que  está  consagrado  el  pre- 
sente libro. 

SECaÓN  I 

Jjesof'de/ies  iniernos  de  la  Banda  Oriental 
CTIL  —  Gaerra  eon  eiiarruas  y  mimuuiee 

Ya  se  sabe  que  los  charrúas  y  minuanes,  unidos  en 
estrecha  alianza  y  amistad,  (aunque  habitantes  en  ban- 
das opuestas,)  por  la  gran  afinidad  de  sus  razas,  carác- 
ter, instintos  y  costumbres,  se  entretenían  en  robar, 
incendiar  y  matar,  no  precisamente  por  defender  el 
territorio  americano  contra  los  invasores  europeos,  sino 
porque  estaba  en  sus  iiábiios  ó  modo  de  ser  el  llevar 
esta  guerra  destructora  á  toda  agrupación  humana  que 
se  distinguiese  de  la  suya,  aunque  fuera  salvaje  y  no  los 
inquietara  de  manera  alguna. 

Bastó  que  hacia  17:30  matara  un  español  á  un  miauán, 
para  que  la  tribu  de  éstos  recorriera  el  campo  en  todas 
direcciones  cometiendo  toda  clase  de  violencias,  después 
de  lo  cual  se  acercó  á  Monievideo  y  desalío  al  coman- 
dante. El  gobernador  Zabala  envió  desde  Buenos  Aires 
50  dragones  con  orden  de  escarmentar  á  los  vengativos 
indios,  cuyo  luiiiiero  ascendió  á  500.  Los  dragones  se 
reforzaron  con  alguna  gente  de  la  ciudad  y  salieron  á 
dar  batalla ;  pero  tuvieron  que  retirarse  sin  lograr  el 


Digitized  by  Google 


D£  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  265 

escarmiento.  Zabala  hizo  bajar  entonces  500  indios  de 
las  Misiones.  Los  nunuanes  reconociendo  esta  vez  el 
peligro  que  corrían,  se  mostraron  dispuestos  á  un  ave- 
nimiento. Mas,  si  ellos  suspendieron  sus  actos  de  ven- 
ganza, tuvieron  continuadores  no  mucho  menos  dañinos 
en  los  súbditos  de  los  jesuítas,  razón  por  la  cual  hubo 
que  devolver  al  lugar  de  su  origen  á  los  tales  elementos 
de  civilización. 

Aunque  los  salvajes  no  cesaron  de  robar  y  de  matar, 
lo  hacían  individualmente  6  reunidos  en  pequeños  gru- 
pos, de  modo  que  bastaran,  para  persegairlos,  lasñier- 
zas  ordinariamente  encardadas  de  la  policía  rural, 
hasta  el  año  1740  en  que  se  pusieron  de  acuerdo  ios 
charrúas  y  minuanes  de  todo  el  país  para  talarlo. 
Difundieron  el  terror  por  todas  partes  y  tanto  alarma- 
ron, aun  á  las  autoridades  centrales,  que  el  gobernador 
Andonaegüi  puso  en  movimiento  las  fuerzas  de  las  Misio- 
nes, de  Sania  Fe  y  de  la  IJanda  Oriental  y  dispuso  que 
con  arreglo  á  un  plan  general,  cargasen  simultánea- 
mente á  los  salvajes.  Éstos  huyeron  al  sentir  cerca  al 
enemigo ;  pero,  perseguidos  rápidamente,  ñieron  alcan- 
zados y  deshechos,  pues  los  vencedores  pasaron  á 
rU(  liillo  aiui  á  los  muchachos,  como  si  así  creyeran 
concluir  para  siempre  con  tan  feroces  enemigos. 

Todavía  obligaron  los  minuanes  y  charrúas  al  gober- 
nador Víana,  en  1751,  á  enviar  tropas  contra  ellos. 
Sorprendidos,  fueron  vencidos  en  una  acción  y  diezma- 
dos en  otra,  no  porípie  los  vencedores  desplegaran  exce- 
sivo ri^or,  sino  porque  no  fué  posible  rendirlos  mientras 
tuvieron  vida  ó  estuvieron  sanos.  Estas  tribus  no  que* 
daron  exterminadas,  pero  sí  muy  reducidas  y  recelosas. 
Desde  entonces  no  motivaron  alarmas  generales,  con- 
íimiaron  su  retirada  hacia  el  Norte,  y  no  invadieron 
sino  para  empresas  aisladas  de  pillaje. 


Oigitized 


266 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


CVnL  —  aaem«ott  taiMM  y  eoKtniteidtotas.  Artlfas* 

Scgfm  >  :ise  ha  dicho  (artículo  XCIX),  liabía  en  hi 
Banda  Oriental,  aparte  de  los  indios  salvajes»  numerosos 
campesinos  que  se  entretenían  liabitualmente  en  incen- 
diar y  asesinar,  ñiera  por  el  interés  de  la  rapiña,  por 
venganza  ó  por  el  placer  de  hacer  mal. 

Otros  muchos,  habitantes  de  los  dominios  españoles 
y  portugueses,  se  ocupaban  principahnente  en  exportar 
al  Brasil  grandes  cantidades  de  ganado  y  de  cueros,  sin 
pagar  los  derechos  que  debían  al  Fisco,  razón  por  la 
cual  se  Ies  llamaba  cotUrabandisUis.  Pero,  si  bien  se 
distinguían  de  aquellos  candoleros  en  que  tenían  el  ofi- 
cio de  comerciar  y  contra b  índear  por  cuenta  propia,  no 
eran,  por  sus  modos  de  proceder,  mucho  menos  baadli- 
dos  que  los  otros.  Robaban  cuanto  podían  los  artículos 
que  habían  de  exportar;  otras  veces  los  compraban  á 
vil  precio,  hajo  la  presión  del  temor  que  inspiraban ;  á 
menudo  se  negaban  á  pagar  lo  mismo  que  habían  con- 
venido, y  veces  hubo  en  que  asesinaron  á  los  vendedo- 
res por  robarles  el  precio  que  llevaban. 

Los  contrabandistas  no  go/aban  de  más  fama  por  sus 
delitos,  que  causaban  admii'ación  por  la  audacia  de  sus 
empresas.  Las  autoridades  españolas  ponírui  todos  los 
medios  imaginabies  por  combatirlos,  pero  sin  éxito« 
Nadie  conocía  como  aquellos  los  caminos  del  desierto, 
ni  los  vados  de  ríos  y  arroyos,  ni  los  bosques,  ni  las 
escarpadas  sierras.  Á  pesar  de  marchar  con  pesadas 
cargas  ó  crecidos  rebaños,  burlaban  con  frecuencia  la 
persecución  de  guardas  y  milicias ;  y,  cuando  no  conse- 
guían  frustrarla,  se  apercibían  j)ara  resistir,  y  aun  para 
at^icar,  libraban  sangrientas  batallas  y  pocas  veces 
daban  motivo  á  sus  perseguidores  para  jactarse  de  haber 
hecho  un  escarmiento.  Ya  sabían  los  contrabandistas 


Digitized  by  Google 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  BEL  URUGUAY  267 


que,  si  oran  tomados  con  vida,  pagaban  con  ella  sus 
maldaJes.  Esta  segundad  aumentaba  su  coraje  y  su 
tenacidad  en  la  pelea,  así  como  la  crueldad  con  que 
Cjjecutaban  sos  represalias.  ¡  Ay  del  enemigo  que  cayera 
en  su  poder ! 

Larga  experiencia  convenció  al  jjfobierno  de  que  el 
contrabando  y  el  vandalaje  serían  Interminables  mien- 
tras no  se  recurriera  á  una  medida  extraordinaria.  Esta 
medida  consistió  en  atraerse  á  uno  de  los  más  afama- 
dos contrabandistas  para  confiarle  la  persecución  de 
sus  propios  colegas  y  de  los  demfís  malhechores.  I.a 
elección  recayó  en  José  Gervasit)  Anií^as,  de  quien  so 
reterían  episodios  que  lo  caracterizaban  como  ser  excep* 
cional. 

Artigas  había  nacido  en  Montevideo,  el  año  1758. 

Fueron  sus  padres  don  Martín  José,  hijo  de  don  Juan 
Antonio,  uno  de  los  primeros  pobladores  de  la  ciudad 
nombrada,  y  doña  Francisca  Alzaybar.  Don  Martín  José 
Artigas  tenía  buena  posición  social  y  era  dueño  de  bie- 
nes urbanos  y  de  valiosa  estancia  situada  en  la  juris* 
dicción  de  Maldonado.  Cuando  su  hijo  llegó  á  la  edad 
convcnieíite,  lo  envió  á  la  escuela»  y  aquí  le  ensoñaron 
lo  que  entonces  se  enseñaba :  la  doctrina  cristiana,  la 
lectura  y  la  escritura,  en  cuyas  materias  le  comunica- 
ron medianos  conocimientos.  José  Gervasio  reveló  desde 
pequeño  carácter  tan  enérgico,  tenaz,  6  irreductible  á 
las  reglas  de  la  sociabilidad,  que  el  padre  decidió 
sacarlo  de  la  ciudad  y  llevarlo  A  sn  estancia,  juzgando, 
sin  duda,  que  el  campo  sería  medio  más  adecuado  que 
la  ciudad  para  sus  inclinaciones. 

Allá,  entre  gauchos  bárbaros  ó  semisalvajes,  el 
muchacho  Artigas  dominó  el  caballo,  satisfizo  con  él 
sus  naturales  disposiciones  de  movimiento  y  de  activi- 
dad, y  se  hizo  más  independiente  y  más  insubordinado. 
La  estancia  no  podía  tenerlo  muy  8i\jeto,  porque  las 


Digitized  by  Google 


268  ÜUÜWUEJO  HISTÓRICO 

escasas  ocupaciones  de  esta  clase  de  establecimiento, 

como  se  sabe,  consistían  en  nndar  á  caballo  v  eii  viiq-ar. 
Pero,  aun  así,  no  podía  el  suportar  la  i)Osici()n  subordi- 
nada que  naturalmente  había  de  tener :  érale  necesario 
no  obedecer  á  nadie,  dar  rienda  suelta  á  sus  inclinacio* 
nes  y  m'andar  en  vez  de  ser  mandado. 

Desertó,  pues,  de  la  estancia,  se  emancijx)  de  la 
familia  y  se  dió  á  tratar  cou  salvajes  y  contrabandistas 
en  cueros  y  ganados,  cuyas  relaciones  cultivó  en  largo 
tiempo.  La  experiencia  ha  enseñado  cuán  fácilmente 
las  personas  cambian  de  modales,  de  lenguaje,  de  cos- 
tumbres, de  sentimientos  y  de  ideas,  cuando  de  uii 
medio  social  pasan  á  otro  distinto  y  permanecen  en  él, 
así  como  demuestra  que  este  cambio  se  veriñca  tanto 
más  fácil  y  completamente,  cuanto  más  ióvenes  son 
las  personas  y  cuanto  más  añnidades  hay  entre  sus 
tendencias  eongénitas  y  las  costumfires  del  nuevo  cen- 
tro humano.  Fácil  es,  por  tanto,  imagiuai-se  cómo  inliui- 
ría  la  vida  de  la  inculta  estancia  en  las  ideas,  senti* 
mientes  y  hábitos  del  muchacho  Artigas,  y  cuanto  más 
barbarizadora  sería  con  el  trato  de  los  salvajes  y  con  los 
eoiiu  ih  iiidistas.  Si  su  natural  hubiese  sido  morige- 
rado, habríase  pervertido  for/.osamente  por  la  inevi 
table  imitación  de  las  costumbres  depravadas  que 
imperaban  entre  los  campesinos  de  aquella  clase; 
indisciplinado,  voluntarioso  y  violento  como  era,  más 
considerables  tenían  qiui  ser  los  efectos  del  contagio. 
Es  así  que,  desarrollándose  día  á  día  su  aíición  á  la 
licencia  y  á  las  aventuras,  y  su  aversión  á  las  leyes  y 
reglas  que  moderan  la  vida  de  las  poblaciones  cultas, 
llegó  tiempo  en  que  ni  el  comercio  con  los  bárbaros 
satisfizo  las  exigencias  de  su  modo  de  ser,  por  lo  que  se 
decidió  á  ser  contrabandista. 

Capitaneó  al  principio  una  pequeña  banda.  Concuer- 
dan  los  testimonios  de  la  época  en  que  no  tardó  en 


Digitized  by  Google 


DE  LA  HEPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  269 

atraerse  la  atención  de  los  otros  contrabandistas  por  el 

atrevimiento  de  sus  empresas,  por  los  medios  que  solía 
poner  en  juego  y  \)ov  ia  inteligencia,  el  valor  y  la  cons- 
tante energía  con  que  solía  llevarlas  á  cabo,  eludiendo 
^  unas  veces,  y  venciendo  otras  temibles  persecuciones. 
Los  contrabandistas  m€|jor  templados  prefirieron  luego 
obrar  bajo  sus  órdenes,  de  modo  que  llegó  á  aumen- 
tarse en  número  hasta  200,  quienes  ejercieron  su  oficia 
bárbaramente  en  gi^an  extensión  despoblada  del  país, 
sobre  todo  al  Norte  del  río  Negro,  y  en  las  comarcas 
occidentales  del  Río  grande. 

Los  hechos  hicieron  notar  asimismo  á  las  autorida- 
des que  en  la  mucheduial)re  que  perseguían  a  muerte 
había  tomado  plaza  una  personaUdad  que  se  excedía  de 
lo  común,  y  sonó  el  nombre  de  Artigas  en  todas  partes 
Tenía  él  en  alarma  constante  á  los  estancieros  situados 
en  la  zona  de  sus  excursiones;  se  le  sentía  hoy  aquí, 
mañana  allá;  pero  nadie  le  daba  caza,  por  que  nadie 
conocía  como  ól  los  accidentes  del  terreno,  ni  sabía  uti- 
lizarlos como  él  los  utilizaba,  ni  disponía  de  caballos 
más  veloces  y  resistentes,  ni  de  »  muchachos^»  más  dis- 
puestos á  afrontar  cualquier  peligix).  Si  alguna  vez  lo 
avistaban  las  milicias  é  iban  en  su  seguimiento  scí^niros 
de  alcanzarlo  porque  le  conocían  fatigada  la  caballería, 
la  banda  capitaneada  por  Artigas  mataba  una  parte  de 
las  bestias,  se  parapetaba  tras  de  ellas,  hacía  nutrido 
fi^ego  sobre  el  enemigo,  lo  diezmaba  y  lo  obligaba  á 
retirarse.  Si  las  fUerzas  eran  numerosas.  Artigas  convo- 
caba otras  partidas,  dándoles  instrucciones  diri^^ndas  á 
combinar  su  acción  contra  el  enemií^ro,  y  ocurría  ;í 
menudo  que  éste  saliera  disperso  ó  malparado.  Tales 
contrastes,  repetidos,  acabaron  por  intimidar  á  los  des- 
tacamentos policiales  y  á  las  milicias,  los  cuales  esqui- 
vaban por  último  el  encuentro  con  el  famoso  contra- 
bandista. 


Digitized  by  Google 


270  BOSQUEJO  HISTÓRICO  * 

Este  es  el  personaje  que  el  Gobierno  se  propuso 
emplear  para  combatir,  no  sólo  el  contrabando,  sino 

también  el  robo  y  el  asesinato  que  á  los  contrabandis- 
tas les  servían  írecuentemenie  du  aiedio.  Pasando  por 
encima  de  las  leyes  que  castigaban  severisimamente  ^ 
estos  delitos,  las  autoridades  le  ofrecieron  él  perdón  y 
un  señalado  puesto  en  el  ejército,  en  cambio  de  que 
persiguiera  y  ahuyeni  u  t  á  los  malliechores  de  la  cam- 
paña. Artigas,  halagado  i)or  la  propuesta,  la  aceptó:  á 
condición,  empero,  (condición  muy  propia  de  su  carác- 
ter) de  que  se  le  permitiera  obrar  como  él  juzgara  más 
conveniente,  sin  que  su  libertad  fuese  trabada  por 
nadie,  ni  por  nada.  La  edad  de  Artigas  andaba  enton- 
ces por  los  44  años;  por  manera  (lue  este  hombre  sin- 
gular se  disponía  á  servir  á  su  manera  la  causa  de  la 
civilización,  cuando  bacía  más  de  un  cuarto  de  siglo  que,  ' 
lejos  de  centros  de  población,  mezclado  con  gentes  de 
la  peor  clase,  y  llevando  vi-hi  -ompletamente  nómada, 
sostenía  guerra  implacable  contra  ella. 

Artigas  no  ümtró  las  esperanzas  á  que  debió  su 
nueva  posición.  Se  valió  de  las  cualidades  que  le  habían  ^ 
dado  sombría  reputación  de  contrabandista  para  perse- 
guir á  muerte  á  los  que  habían  sido  sus  colegas  y  cama- 
radas.  No  les  permitió  momento  de  reposo;  y,  como 
conociera  sus  recursos,  no  le  fué  difícil  vencerlos  y 
apresarlos  á  menudo.  Suprimió  toda  formalidad  judi- 
cial :  bastóle  el  conocimiento  que  tenía  de  los  individuos  t 
ú  ([uienes  ¡perseguía,  i^ara  ordenar  la  muerto  de  los  que 
creía  malos  ó  peligrosos. Sus  órdenes  se  cumpiian  inme- 
diatamente de  aprehendido  el  reo,  sin  darle  más  espera 
que  la  necesaria  para  orar  el  credo  cimarrén  (1),  Se 
empleaban  generalmente  formas  crueles  de  dar  la  muer- 
te ;  pero  la  más  usada  era  la  de  enchipar;  es  decir  que 

(1)  Credo  nal  recordado. 


Digitized  by  Google 


D£  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  D£L  URUGUAY  271 

se  envolvía  al  culpable  en  un  cuero  fresco,  dejando 
fuera  la  cabeza;  se  cosía  este  cuero  de  modo  que  el 
cuerpo  quedase  oprimido  dentro  de  él;  se  dcyaba  al 
^  enchipoílo  expuesto  á  los  ardores  del  Sol;  y  como  el 
cuero  se  contraía  á  medida  que  se  secaba,  el  paciente 
fallecía  después  de  sufrir  dolores  indecibles. 

Por  tales  medios  consiguió  Artigas  sembrar  el  espanto 
entre  los  bandidos  y  ahuyentarlos,  á  la  vez  que  tranqui- 
lizar á  los  pueblos  campesinos,  y  modificar  las  impre* 
sienes  que  su  nombre  había  causado  antes  de  ponerse 
al  servicio  del  gobierno.  Arti^ras  seguía  siendo  para 
lodos  el  liombrc  terrible;  pero,  habiendo  su  acción 
cambiado  de  objeto,  el  habitante  de  las  estancias  vió 
en  él,  no  ya  al  enemigo  sistemático  de  los  pasados  tiem- 
pos, sino  al  protector  de  su  vida  y  de  su  propiedad, 
cuyo  carácter  duro,  indisciplinado  é  iracundo  hal)ía  que 
temer  todavía,  porque  era  un  funcionario  independiente 
é  irresponsable  de  que  por  necesidad  se  valia  la  civili- 
zación. 

CIX.  —  Indlscij^iiia  en  las  aatoridadoi  de  Monteridet. 

Según  se  ha  visto  en  la  Jniroducdón  de  esta  obra, 
los  españoles  demostraron  en  el  Paraguay  una  tenden- 
cia constante,  muy  pronunciada,  á  obrar  con  indepen- 
dencia individual,  á  la  vez  que  á  hacer  prevalecer  la 
opinión  ó  el  deseo  de  cada  persona  respecto  de  las 
otras.  Todos  entendían  que  su  dictamen  debería  seguirse 
y  nadie  quería  seguir  el  de  otro.  Apenas  había  quien  no 
reclamase  para  sí  la  mayor  suma  de  libertad,  al  mismo 
tiempo  que  quisier;i  imponer  su  voluntad  á  todos.  Y, 
como  es  imposible  que  las  dos  tendencias  se  reaücen  á 
la  yez,''el  resultado  inevitable  fué  una  serie  de  luchas  y 
la  prepotencia  del  más  flierte. 

E¿yO  mismo  sucedió  en  Montevideo  desde  que  se  cons- 


Digitized  by  Google 


272  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

tituyó  el  cabildo.  Cada  capitular»  persuadido  de  que  su 
modo  de  sentir  era  el  mejor,  resistía  al  modo  de  pensar 

de  sus  cole-í^as ;  no  concebía  ning-uno  que  pudiera  estar 
equivocado,  ni  que  en  las  asambleas,  sean  pequeñas  ó 
numerosas,  no  hay  otro  modo  de  deliberar  razonable- 
mente que  acatando  los  menos  la  opinión  de  los  más, 
para  que  ésta  sea  la  que  se  cumpla  mientras  la  mayoría 
no  piense  de  distinta  manera.  De  ahí  resultó  que  las 
discusiones  íUeseu  ai)asionadas,  que  se  manifestasen 
rÍYalidades,  que  la  intriga  ocupase  el  lugar  de  la  razón, 
y  que  los  capitulares,  enemistados  entre  sf,  se  persi- 
guieran recíprocamente  y  se  pelearan  hasta  en  plena 
calle.  Se  comprende  cuán  despresligiad<i  debería  estar 
esta  corporación  eu  concepto  del  pueblo.  Á  lo  cual  debe 
{Agregarse  que  el  pueblo  mismo  vivía  intranquilo,  pues 
como  unos  grupos  tomaban  partido  por  unos  capitula- 
t*es  y  otros  por  sus  enemigos,  formábanse  bandos  opues* 
IOS  y  apasionados. 

No  menos  influían  los  desórdenes  del  cabildo  en  sus 
relaciones  con  la  clase  militar.  £s  congénita  en  los 
hombres  la  disposición  á  abusar  de  la  fuerza.  Los  mili- 
tares, que  á  la  condición  de  hombres  agregan  el  hábito 
<lc  resolver  por  la  íUcrza  las  cuestiones  en  que  intervie- 
nen, se  sienieii  más  impulsados  que  ninguna  otra  clase 
á  usar  de  la  fuerza  para  predominar.  Si  el  cabildo  se 
hubiese  acreditado  por  su  buen  sentido  y  por  su  disci- 
plina, hubiera  inspirado  respeto,  ya  que  no  temor,  á 
las  auioiidades  militares  ;  poro,  desconcepiuadu  como 
estaba,  no  sólo  carecía  de  respetabilidad,  sino  que  en 
ocasiones  pi*ovocó  con  sus  imprudencias  los  desmanes 
de  comandantes  y  gobernadores  de  la  plaza.  Así  se 
explica  que  Salcedo,  gobernador  del  Río  de  la  Plata, 
hubiese  dispuesto  que  no  se  reuniera  el  cabildo  en  lo 
futuro  sin  permiso  previamente  obtenido  del  comandante 
de  Montevideo  (1740),  y  que  éste  se  creyese  autorizado 


Digitized  by  GoogI 


DB  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  273 

para  ordenar  las  sesiones  capitulares  ;  para  intimar  al 
cabildo  que  se  reuniera,  no  en  la  sala  capitular,  como 
mandaban  las  leyes,  sino  en  el  domicilio  del  coman- 
dante; y  para  qne  se  arrogara  la  atribución  de  ordenar 

al  cabildo  que  tomara  las  medidas  económicas  que  a'  él 
•  le  parecían  convenieiiies.  El  cabildo  resistió  cuanu) 
pado  á  estos  abusos,  y  á  veces  con  éxito ;  pero  otras 
veces  el  invocar  sus  facultades  privativas  le  costó  pena 
de  cárcel. 

Estos  escándalos  entre  cabildos  y  coman(l;nites  se 
lücieroü  más  difíciles  desde  que  el  gobernador  de  Bue- 
nos Aires  deünió  las  atribuciones  respectivas  de  aque- 
llas autoridades  (1744) ;  pero,  asi  que  la  comandancia 
ñié  sostitnida  por  la  gobernación,  continuaron  con  los 
gubernadorcs  las  desinteligencias  v  ios  abusos  do  poder. 
El  segundo  de  ellos  quiso  imponer  al  cabildo  sus  suce- 
sores (1771),  y  porque  no  le  obedeció  lo  redujo  á  prisión. 
El  cabildo,  á  su  vez  reeiigió  dos  de  sus  individuos  ilegal- 
mente.  El  gobernador  de  Buenos  Aires  oyó  las  quejas, 
destituyó  al  de  Montevideo  y  liesaprobó  la  conducta  del 
cabildo.  Esta  sanción  severa  escarmentó  á  los  goberna- 
dores Altaros  de  Montevideo.  Con  todo,  catorce  años 
después  uno  de  ellos  quiso  anular  la  elección  de  capitu- 
lares ;  pero  no  realizó  su  intento,  porque  el  virrey  de 
Buenos  Aires  lo  desaprobó. 

SECCIÓN  II 

Las  invasiones  inglesas 

ex.  —  CiMperaeióu  de  lu  Banda  Oriental  en  la 
recoQ4¿uibta  de  Buenos  Aires. 

Se  ha  visto  que  la  primera  invasión  que  trtyeron  á 
mediados  de  1806  las  fuerzas  inglesas  al  Río  de  la  Plata 

se  dirigió  á  liuenos  .Aires;  que  esta  ciudad  íuo  tomada 

18 


Digitized  by  Google 


274 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


traiiiiuii:! mente  por  haberla  abandonado  indefensa  el 
virrey  Sobremonte;  que  mientras  Pueyrredón  se  dedicó 
á  organizar  las  milicias  de  fuera  de  la  ciudad  con  el  fin 
de  reconquistarla,  pasó  Liniers  á  solicitar  con  el  mismo 
fin  las  tropas  que  aquí  había,  y  que,  conseguido  ésto, 
se  unieron  las  fuerzas  de  los  dos  jefes  y  retomaron  la 
ciudad  de  Buenos  Aires,  venciendo  giono¡>amente  á  los 
conquistadores  (LXV), 

Conviene  volver  á  hablar  de  la  reconquista  para  dar 
idea  más  circunstanciada  del  modo  como  cooperó  la 
ciutl  i'l  de  Montevideo.  La  «gobernaba  á  la  sazón  el 
general  don  Pascual  lluiz  üuidobro.  Así  que  supo  este 
militar  que  Beresford  se  había  apoderado  de  la  capital 
del  virreinato,  tuvo  la  intención  de  recuperarla  con  las 
fuerzas  que  tenía  bajo  sus  órdenes,  las  eii-^les  en  l  uena 
parte  habían  venido  de  Buenos  Aires  cuando  se  temió 
que  la  expedición  al  Cabo  de  Buena  Esperanza  viniera 
antes  á  Montevideo.  Comunicó  su  pensamiento  al  cabildo 
y  obtuvo  la  más  decidida  adhesión  de  este  cuerpo ;  mas 
como  no  tardara  en  roncebir  temores,  bastantes  funda- 
dos en  verdad,  de  que  los  ingleses  intentaran  apode- 
rarse de  la  Banda  Oriental,  Ruiz  Huidobro  cambió  de 
propósito  y  se  decidió  á  permanece  en  Montevideo, 
preparado  para  defenderla.  El  cabildo  disentía  del 
gobernador.  El  11  de  Julio  le  instó  por  oficio  que  se 
resolviera  á  reconquistar  la  capital ;  y  como  Ruiz  Hui- 
dobro no  se  considerara  facultado  para  obrar,  mientras 
el  virrey  no  se  lo  ordenara,  el  cabildo  le  replicó  por 
oficio  del  IS  de  Julio  declarando  en  nombre  del  Rey 
que  modiantt)  la  ausencia  del  Virrey,  estaba  el  Gol>er- 
nador  de  la  plaza  facultado  para  emprender  por  sí  la 
reconquista  de  Buenos  Aires. 

En  este  estado  de  ánimo  sorprendió  liniers  á  Ruiz 
Huidobro  y  al  cabildo.  Liniers  no  negó  que  er  i  fundado 
el  temor  de  que  los  mgieses  atacaran  á  Montevideo; 


Digitized  by  GoogI 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  ÜRÜGÜAT  275 

pero  ot^etó ;  que  no  podrían  tomarla  sino  después  de  un 
«tío  y  por  asalto;  que,  como  no  contalMui  con  tropas 
soficíentes,  tendrían  que  esperar  la  Uegada  de  reflierzos 

procedentes  de  Buena  Esperanza;  que,  como  la  espera 
y  las  operaciones  requerían  mucho  tiempo,  podían 
muy  bien  los  españoles  reconquistar  á  Buenos  Aires 
antes  que  Hontevideo  corriese  ningtíii  peligro ;  y,  final- 
mente, que  no  pedía  más  que  tropas,  en  cualquier 
número,  pues  él  en  persona  mandaría  la  expedición.  El 
consejo  de  guerra  ante  el  cual  expuso  Liniers  estas 
razones  cedió  y  acordó  confiarle  600  hombres.  Muchos 
del  pueblo  se  unieron  á  esta  fherza,  los  acaudalados 
contribuyeron  con  capitales,  y  Liniers  emprendió  la 
maicha  por  tierra  hasta  la  (oh^ni  i,  en  donde  se  le 
incorporaron  lUU  milicianos ;  cruzó  el  río  de  la  Plata,  y 
^  desembarcó  en  las  Conchas,  al  Norte  de  Buenos  Aires, 
*  el  4  de  Agosto,  con  cerca  de  mil  soldados. 

Inmediatamente  se  le  incorporaron  quinientos  hom- 
bres que  lo  esperaban,  al  día  siguiente  más  de  otros 
tantos,  luego  muchos  más,  y  todos  marchamn  sobre 
Buenos  Aires,  cuyo  pueblo  se  había  apercibido  para 
cooperar  con  entusiasmo.  Al  llegar  á  los  arrabales  el 
€áército  reconquistador  constaba  de  más  de  4000  hom- 
bres. Ya  se  couo<  el  resultado:  el  12  de  Agosto  se 
rmdieron  las  tropas  inglesas  después  de  una  brava 
defensa,  con  banderas,  estandartes,  124  piezas  de  arti- 
llería y  1600  fhsiles. 

Las  dos  márgenes  del  Plata  celebraron  su  victoria 
<  Mil  transportes  de  alegría.  El  cabildo  de  Montevideo  se 
apresuró  á  enviar  la  noticia  al  Rey,  y  á  solicitar  la 
gracia  á  que  la  ciudad  se  había  hecho  acreedora  por 
su  participación  en  el  brillante  hecho  de  armas,  con 
cuyo  objeto  comisionó  al  alcalde  de  2*  voto  don  Manuel 
Pérez  Ralbas  y  al  licenciado  don  Nicolás  Herrera, 
dándoles  para  los  gastos  la  cantidad  de  2o  mil  pesos.  A 


Digitized  by  Google 


276  BOSQUEJO  HISTÓEIOO 

osa  iK'tición  com?spondió  el  Rey  acordando  á  la  ciudad 
ei  titulo  de  muy  fiel  y  reconquistadora. 

CXI.  —  iBiifléB  4é  ki  Mtmikk  MiMitl     !«•  liifleM 

El  triunfo  alcanzado  respecto  de  las  tropas  de  I^eres- 
ford  nu  impidió  que  la  escuadra,  mandada  por  j^ü  Home 
Popham,  (  onimu&ra  sus  operaciones  en  la  margen 
iaqiiierda  del  PiatEt  coatando  con  activarlas  á  la  lle- 
gada de  las  tropas  que  debían  venir  de  Buena  Espe- 
ranza y  de  In^^hiterra.  Bloqueó  el  puerto  de  Montevi- 
deo, y  así  que  se  le  incorporaron  cen  a  de  l.^no  hom- 
bres procedentes  del  ial»o,  llevo  un  simulacro  de  ata- 
que sobre  aquella  ciudad  é  inmediatamente  se  dirigió 
hada  el  Este  y  tomó  á  viva  fuerza,  á  fines  de  Octubre 
(1806),  á  MaMouado  y  la  isla  de  Gorríti. 

Popham  mantuvo  estas  posesiones  á  pesar  de  ser 
inquietadas  por  ^TUpus  de  milicianos  que  procuraban 
privar  á  los  invasores  de  animales  y  de  productos  de 
labranza,  y  de  una  expedición  de  tropas  regulares  que 
filé  vencida. 

Entretanto  se  habían  puesto  en  camino  ó  se  prepara- 
ban en  Inglaterra  tres  expediciones  que  vinieron  á 
reconstituir  y  á  aumentai'  el  poder  de  la  conquista : 
una  de  cerca  de  4500  hombres  de  tropa  y  numeroaoB 
obreros,  bajo  las  órdenes  de  sir  Samuel  Auchmuty,  en 
escuadra  que  mandaba  el  almirante  Stirling;  otra  casi 
igual  bajo  fl  mando  del  general  Crawfurd,  acompañada 
por  la  división  naval  del  almirante  Murray,  ((ue  se 
había  alistado  para  conquistar  á  Chile,  pero  que  luego 
recibió  orden  de  cooperar  con  Auchmuty ;  y  la  tercera 
de  1600  soldados,  c  v  >  jefe  era  el  teniente  genera 
Joiiíí  W'iiiielocke.  Stirliní,'-  debía  sustituir  á  Popham  eu 
el  mando  de  toda  la  escuadra  v  Wliitelot!ke  debía 
ponerse  al  frente  de  todo  el  ejército,  desde  que  se 


Oigitized  by 


DE  LA.  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  CRUQUAT  277 

hnbiesen  reunido  en  el  lugar  de  su  destino.  Las  tres 
expediciones  salieron  de  Inglaterra  sucesivamente.  La 
de  AuchmQty  llegó  al  Plata  en  los  primeros  días  de 
Enero  de  1807;  la  de  CrawAird  y  la  de  Whitelocke 

llegaron  en  los  meses  siguientes. 

Auchmuty  tonió  el  mando  en  jefe  en  cuanto  vino,  y 
resolvió  apoderarse  de  Montevideo  ante  todo.  Desem- 
barcó las  tropas  en  el  Buceo,  en  número  de  5700  com* 
batientes  de  infantería  y  artillería  y  marchó  por  el 
camino  de  la  ciudad,  mientras  la  escuadra  tomaba 
posiciones  para  bombardearla  plaza. 

CXn.  —  PMpantlTM  de*][oateTÍdeo  iNim  la  defeM 

Montevideo  estaba  defendida  por  sus  murallas  y  bate- 
rías, por  200  cañones,  por  míís  de  30Ü0  soldados  de  la 
guarnií'ion  y  por  40t)ú  blandengues  y  milicianos  que  el 
virrey  Sobremonte  iiabía  reunido  en  las  cercanías,  los 
más  de  los  cuales  había  traído  de  la  Banda  Occidental 
cuando,  rechazado  por  el  pueblo  de  Buenos  Aires,  resol* 
vió  pasar  á  la  otra  Banda  para  protcí^erla  contra  la 
segunda  camii.iña  que  los  ingleses  preparaban.  Las 
autoridades  militares,  el  cabildo  y  el  pueblo  rivalizaron 
en  celo  por  apercibirse  á  la  defensa  y  acumular  víveres 
y  recursos  de  todas  clases.  Se  trajeron  á  los  depósitos 
cuantos  frutos  de  origen  animal  y  vegetal  se  encontra- 
ron ;  se  pidiei  oM  fuerzas  .i  las  autoridades  de  Buenos 
Airt  s,  y  se  obtuvo  de  Córdoba  un  empréstito  de  300  mil 
pesos. 

CXni-  —  Frímeros  triunfos  de  Im  ingleses 

Así  que  los  ingleses  lomaron  ol  camino  de  Montevi- 
deo, se  dispuso  Sobremonte  á  estorbai  les  el  paso.  Salió- 
les al  camino,  pero  sólo  consiguió  perder  hombres  y  un 


Digitized  by  Google 


278 


BOSQÜBJO  HISTÓRICO 


4 


cañnn.  Reforzado  con  VAOO  infantes  de  la  plaza,  atacó 
de  nuevo  al  enemigo  (19  de  £nero  de  1807);  mas  tam- 
bién le  filé  adversa  la  fortuna :  huyó  hacia  las  Piedras 
8U  nomerosa  cabaDería,  y  la  in&nterfa  quedó  en  m 
mayor  parte  muerta  ó  prisionera,  pues  sólo  volvieron  á 
la  ciudad  oou  hombres  de  ius  üínu  que  hahiaii  dalido. 

£8ta  derrota  no  intimidó  á  los  defeosoi^es  de  la  iiid»> 
pendencia,  á  pesar  de  su  gravedad  suma,  sino  que 
exaltó  su  patriotismo  y  estimuló  su  valor,  acaso  más  de 
lo  que  hubiera  convenido,  pues  si  hion  muchos  hombres 
de  buen  sentido  opinaron  que  lo  acertado  sería  esj>erar 
el  ataque  dei  enemigo,  la  dase  militar  se  resolvió  á 
librar  nueva  acción  fuera  de  murallas,  llevando  el 
mayor  número  posible  de  fuerzas,  excitada  por  el  albo- 
roto de  una  parte  del  pueblo.  Kl  mismo  día  19  se  pidió 
caballería  á  Sobremonte.  Ea  el  silente  formaron  más 
de  5000  hombres  de  las  tres  armas  y  salieron  al  encuen* 
tro  de  la  división  inglesa.  La  batalla  se  trabó  á  la  altura 
del  Cristo.  Los  híspano-amerícanos  fueron  derrotados 
Lamiáén  en  esta  ocasión.  Huyó  la  caballería;  dejaron 
en  el  campo  un  cañón  y  mil  cadáveres  y  heridos; 
muchos  se  desbandaron  y  el  resto  volvió  á  la  ciudad  en 
desorden. 

Los  vencedores  se  acercaron  á  las  fortificaciones 

inm^  ili  i lamente,  levantaron  baterías,  y  comenz  irun  el 
fuego  de  cañón  por  mar  y  tierra  con  el  proposito  de 
rendir  la  plaza  ó  de  abrir  brecha  para  tomarla  por 
asalto. 

CXIV,  —  £xjpeilÍeioiies  mnxiliares  de  Buenos  Aires 

El  contraste  del  19  de  Enero  se  supo  en  Buenos  Aires 
el  21,  y  el  del  20  el  23.  Á  la  primera  noticia  se  ordenó 
que  se  preparasen  para  marchar  los  restos  veteranos  y 

un  tercio  de  paraguayos  y  luego  se  levantó  bandera  de 


Digitized  by  Google 


BE  lA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  ÜRCQUAY  279 


enganche  ofreciendo  doble  sueldo  á  los  voluntarios  j 
peosión  vitalicia  para  la  íamilia  de  ios  que  iaildcieran, 
y  se  envió  á  Montevideo  el  anuncio  de  que  inmediata- 
mente marcharían  500  y  tantos  hombres,  y  en  seguida 

los  cuerpos  que  se  formaran. 

La  [jiioiera  expedición,  compuesm  de  los  veteranos  y 
paraguayos,  salió  de  Buenos  Aires  el  25,  cruzó  el  río, 
siguió  su  marcha  por  tierra,  forzó  el  cerco  enemigo  y 
penetró  en  la  plaza  sitiada  desobedeciendo  la  orden  que 
recibiera  de  Sobreraonie  para  que  fuese  á  su  campa- 
menio  de  las  Piedras. 

Los  voluntarios  acudieron  en  buen  número  y  pronto, 
pero  poniendo  por  condición  que  serian  mandados  por 
Uniers,  no  por  Sobremonte,  de  cuya  nulidad  nada 
bueno  pudian  esperar.  La  primera  expedición  dió  á 
conocer  estos  heciios  eu  Montevideo,  v  el  Cabildo  se 
apresuró  á  comunicar  al  Virrey  la  necesidad  de  que 
íbera  Liniers  el  jefe  de  la  defensa,  y  de  que  se  le  fiEbcili- 
tasen  medios  de  transporte.  Pero  Sobremonte,  lasti- 
mado en  su  amor  propio  por  la  preferencia,  y  en  su 
auiuiidad  por  que  Liniers  asumía  mando  sin  su  per- 
miso, prohibió  al  comandante  de  la  Colonia  que  auxi- 
liara á  la  segunda  expedición  mientras  no  recibiera 
orden  suva. 

Liniers  partió  de  Buenos  Aires  el  30  de  Enero  al 
freiiie  <le  ¿óou  soldados.  Al  llegar  á  la  Colonia  se  cncon- 
iró  sin  caballos,  sin  muías,  sin  carros  y  sin  víveres,  é 
imposibilitado  para  conseguirlos.  El  calor  era  sofocante. 
Lenta  y  muy  penosa  había  de  ser  la  marcha,  á  pie, 
hasta  Montevideo;  pero  la  esperanza  de  ile¿;ar  á  tiempo 
para  evitar  un  nuevo  desastre  lo  decidió  á  emprender 
esa  marcha,  costara  lo  que  costase.  •  Partió,  pues,  la 
ootomna. 


Digitized  by  Google 


2S0 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


CXT«  —  OenpMiéft  i»  la  BabiU  OrieaUl  por  los  layleMs 

Tal  decisión  ñié  inútil,  porque  los  ingleses  no  dieron 
tiempo  para  que  la  segunda  expedición  llegara.  Sos 
baterías  abrieron  en  la  muralla  una  brecha  practicáble, 

hacia  el  Sud,  para  el  2  de  Febrero.  Sus  iro[).»s  dieron 
el  asalto  en  la  iiiaíirii¿,''ada  del  día  :5,  aprovechando  la 
obscuridad  de  la  noche;  la  lucha  fué  encarnizada ;  j>ero 
al  aclarar  el  siguiente  día  se  habían  apoderado  de  la 
ciudad  y  de  todas  las  fortíñcaciones,  excepto  el  parque 
de  a  i  t  i  Hería  y  la  ciudadela,  que  no  tardaron  en  ren- 
dirse. De  los  valientes  defensores  de  la  plaza  murieron 
más  de  800;  como  2000  cayeron  prisioneros,  y  pasaron 
de  1000  los  que  huyeron  atravesando  la  bahía. 

Auchmuty  dictó  medidas  severas,  reclamadas  por  el 
estado  de  las  cosas,  para  asegurar  su  triunfo ;  pero 
repniiiiií  severament»^  los  menores  excesos  de  sus  sol- 
dados; mand(')  una  fuerza  para  que  protegiera  al 
Cabildo ;  dispuso  que  éste  se  encargara  de  la  policía  de 
la  ciudad ;  hixo  respetar  á  todos  los  que  tenían  á  su 
cargo  alí^una  fünción  judicial  ó  municipal ;  prohibió  á 
sus  marinos  y  tropas  terrestres  el  andar  por  las  calles, 
niuesua  delicada  del  respeto  que  le  inspirábanlos  senti- 
mientos del  valiente  pueblo  vencido,  é  hizo  cuanto  pudo 
porque  el  vecindario  no  tuviera  razón  de  qu^ja.  Pasados 
los  primeros  momentos  nombró  comandante  de  la  plasa 
á  Gore  Browne ;  public(S  proclamas  ase^rurando  que  res- 
petaría la  relisfión  y  sus  ministros,  así  eomo  las  propie- 
dades, particulares  ó  comunes ;  puso  en  libertad  á  ios 
prisioneros  que  eran  casados  y  á  los  que  ejercían  el 
comercio  ó  tenían  su  domicilio  en  la  ciudad ;  dió  al 
comercio  de  importación  fi'anquicias  que  hasta  entonces 
habían  sido  desconocidas,  que  permitieron  introducir 
inmediatamente  gran  número  de  artículos  ingleses  de 


Digitized  by 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIBNTAL  DEL  URUGUAY  281 

USO  couiún,  (l.írnlo  vida  á  un  comercio  activo  que  resta- 
bleció proiiio  el  ánimo  de  la  población;  y  fundó  un 
periódico,  redactado  en  inglés  y  en  castellano,  el  pri- 
mero  que  haya  aparecido  en  esta  ciudad,  bcgo  el  título 
de  «  La  Estrella  del  Sud  cuyo  objeto  principal  íüé  el 
de  propag-ar  en  el  pueblo  ideas  y  sentimientos  liberales 
como  mofiiü  de  hacer  sini[»áuca  la  dominación  inglesa. 

Ordenados  ios  negocios  de  la  ciudad,  continuó  Auch-* 
moty  ejecutando  su  plan  de.  conquista.  Gomo  se  le 
hubiesen  presentado  Beresford  y  Pack,  fletados  de  la 
prisión  en  que  los  habían  tenido  las  autoridades  de 
Buenos  Aires  (losde  la  reconquista,  fné  destinado  el 
primero  para  apoderarse  con  2000  hombres  de  las  Pie- 
dras, Canelones  y  demás  pueblos  inmediatos,  y  ordenó 
al  segundo  que  con  otras  fuerzas  tomara  á  San  José  y 
la  Coloniadel Sacramento,  cuyas  operaciones  se  llevaron 
á  efecto,  no  ol)stante  la  hostilidad  de  algnnas  caballe- 
rías milicianas,  pues  Liniers  había  regresado  á  Buenos 
Aires,  al  saber  la  caída  de  Montevideo,  previendo  que 
pronto  sería  atacada  aquella  ciudad  y  que  allí  haría 
ñdta  la  tropa  que  le  seguía. 

CXVI.  —  JBeeoniiiibta  de  U  Banda  OrieaUL 

Los  habitantes  de  Maldonado  y  Montevideo  intenta- 
ron recuperar  estas  ciudades  por  medio  de  una  conspi- 
ración que  flié  descubierta  antes  de  estallar.  Algunos 

de  sus  autores  fueron  condenados  á  sufrir  la  pena  de 
muerte;  mas  Auciiüuity  les  hizo  <:,nacia  de  la  vida 
cuando  ya  estaban  en  el  lugai^  de  la  ejecución. 

Á  su  vez  se  propuso  Liniers  desalojar  á  Pack  de  la 
Colonia,  y  encomendó  esta  operación  al  coronel  don 
Francisco  Javier  Elío,  hombre  petulante  y  atronado 
que  recientemente  había  venido  de  Eí>{»aíia.  Lo  nombró 
comandante  general  de  la  campaña  uruguaya  y  le  con- 


Digitized  by  Google 


282  BU6aU£J0  HLblOHlOO 

fió  el  mando  de  1500  soldados.  EUo  prometió  de  pala- 
tea  y  por  escrito  que  haría  cosas  extraordinarias ;  pero 

fué  rechazado  en  el  ataque  que  llevó  al  Saci.iuiento,  y 
sorprendido  y  compietamenie  deslieciio  cuando  se  pre- 
paraba á  atacar  por  segunda  vez  con  mayor  número  de 
ftierzas  (Mayo  de  1807). 

Entretanto  habían  Uegrado  las  divisiones  de  Crawford 
V  (le  \VhiteIocke,  v  éste  habitt  asuiüulo  ei  mando  en 
jefe  de  ludo  el  ejercito  infries,  couio  Murra\'  el  de  toda 
la  escuadra.  £1  teniente  general  organizó  todas  las 
flierzas  para  lanzarlas  sobre  Buenos  Aires  y  emprendió 
la  campaña.  Se  sabe  ya  que  ílié  vencido  al  atacar  la 
capital  del  virreinato  y  oblii^'^adu  á  abandonar  todas  las 
posesiones  del  Río  de  la  Pinta  U^XV).  Así  aso^niró  Bue- 
nos Aires  su  independencia  de  los  ingleses  y  reconquista 
la  Banda  Oriental. 

SECCIÓN  III 

Revoluctunarios  y  reaccionarios 

CXYÍI.  —  OJerita  entre  XeateiMee  j  BiewM  Airee. 

Desde  hacía  al¿jiin  liempo  »'X istia  cierta  animosidad 
sorda  entre  Montevideo  y  Buenos  Aires.  Nadie  not6 
cuando  tuvo  principio,  ni  es  £icU  señalar  las  causas. 
Nació  y  se  desenvolvió  insensiblemente,  sin  que  hubiese 
ocurrido  nada  que  la  justificara.  Pero,  si  se  buscan  los 
hechos  ñ  las  ( ircuiistancias  que  hayan  concurrido  á 
determinar  el  malestar,  acaso  se  encuentren  entre 
ellos :  el  carácter  dado  á  la  emulación ;  las  contrarie- 
dades de  este  sentimiento,  causadas  por  la  desigual 
posición  que  ambas  ciudades  ocupaban  en  el  organismo 
administrativo,  en  el  comercio  y  en  el  movimiento 


Digitized  by  Google 


BE  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  283 

intelectual,  y  el  espíritu  descoDlentadizo  é  indisdpy- 
nado  que  distinguía  á  ios  españoles  y  á  sos  descendien- 
tes americanos. 

La  reconquista  de  Buenos  Aires  fué  ocasión  para  que 
talos  pasiones  se  manifestaran  públicamente  y  para  que 
se  acentuaran  más.  Apenas  llegó  la  noticia  del  liecho  á 
Montevideo  cuando  se  reunió  el  cabildo  y  resolvió 
envii^  al  Rey  una  diputación  costosa  para  hacerle 
saber  que  esta  ciudad  era  la  que  había  recuperado  la 
capital  del  virreinato,  y  para  í>olicitar  las  mercedes  (¡ue 
por  tan  sefiaiado  servicio  merecía.  Los  bonaerenses 
vieron  en  este  acto  una  jactancia  iqjustifícable  y  pro- 
curaron desautorizarla  alegando  que,  si  Montevideo 
concurrió,  fué  principalmente  con  las  tropas  que  poco 
antes  había  mandado  Buenos  Aires  para  aumentar 
sus  defensas;  que  ese  concurso  no  fué  espontáneo  y  sí 
solicitado  y  arrancado  por  Liniers ;  que  todas  las  tro- 
pas procedentes  de  la  Banda  Oriental  no  alcanzaron  á 
sumar  la  cuarta  parte  del  ejército  que  atacó  á  los 
ingleses  en  Buenos  Aires ;  que  tanto  como  la  acción  de 
este  ejército  influyó  en  la  victoria  la  actitud  del  pueblo, 
cuyos  ancianos,  mujeres  y  niños  habían  peleado  en  las 
calles  ó  desde  los  balcones  con  toda  clase  de  armas, 
con  piedras  y  con  líquidos  hirvientes,  motivos  por  los 
cuales,  si  era  cierto  que  a  Montevideo  corres|)()ii(]ía 
una  parte  del  irinnfo,  no  lo  era  menos  que  otra  parte, 
la  mayor  parte,  correspondía  á  Buenos  Aires. 

Cuando-  sobrevinieron  los  ataques  de  1807  á  Monte- 
video y  á  Buenos  Aires,  se  disputó  mucbo  también 
acerca  de  si  [)odía  compararse  la  rendición  de  la  pri- 
mera con  el  triunfo  alcanzado  por  la  segunda  sobre  el 
poderoso  ^érciio  de  Whitelocke,  y  no  fué  poca  la 
fiierza  que  hicieron  los  de  la  capital  arguyendo  que  el 
apoyo  prestado  por  Montevideo  en  1806  había  sido 
retribuido  con  creces  en  1807,  puesto  que  Buenos 


Digitized  by  Google 


284  BOS<3UBJ0  HiSTÓRiCO 

Aires  sola  había  salvado  su  independencia  y  rescatado 

toda  la  Hauda  Oriental,  que  ya  había  sido  dominada 
por  las  fuerzas  de  Inglaterra. 

Las  pasiones  se  enardecieron,  sin  que  bastara  para 
contenerlas  la  considmMsión  de  qae  todos  eran  xnieia- 
bros  de  una  misma  colectividad ;  de  que  nadie  hacía 
^acia  acudiendo  á  combatir  al  enemigo  común,  porque 
al  concurrir  con  el  vecino  atendía  tanto  á  su  propia 
deftosa  como  á  la  defensa  del  otro ;  y  que  para  partíci*- 
par  de  ia  gloría  de  1800  no  era  necesario  atribuirse  á 
sí  pn^pio  más  eficacia  que  la  real,  ni  negar  á  los  coope- 
radones  la  justa  proporcií^n  con  que  obraron.  Este 
estado  de  los  ánimos  fue  truto  de  una  rivalidad  de  mal 
género,  en  la  cual  no  había  nobleza,  ni  justicia. 

Otros  hechos  vinieron  pronto  á  alentar  la  inquina. 
Habiendo  desalojado  los  ingleses  la  plaza  de  Montevideo 
en  ios  pnuieros  días  de  Septiembre  (i8uT),  la  Audiencia 
y  Liniers«  que  desempeñaban  el  mando  político  y  mili* 
tar  del  Río  de  la  Plata  (LXVI),  nombraron  á  Elío  para 
que  ejerciera  Interinamente  esas  ñincíones  en  Montevi* 
deo.  El  (  ibildo  le  dió  posesión  el  14  de  Septiembre; 
l»ero  no  sm  sentirse  lastimado  en  su  derecho,  porque 
pensaba  que,  mientras  faltara  un  gobernador  nombrado 
por  el  Rey,  correspondía  al  Alcalde  de  1^  voto  el  ejer« 
ciclo  de  las  (Unciones  políticas,  cuya  opinión  manifestó 
reservándose  el  derecho  de  reclanKir.  En  otras  circuns- 
tancias se  habría  debatido  tranquilamente  este  punto; 
pero  en  aquellos  momentos  fué  como  combustible  arro- 
jado  á  la  hoguera.  Españoles  y  crioUos  no  reconocieron 
en  el  hecho  otra  cosa  que  el  propósito  de  vejar,  y  su 
exaltación  aumentó.  Efecto  de  ella  ñió  que  el  cabildo 
encomendara  al  síndico  procurador  una  información 
destinada  á  acreditar  que  la  reconquista  de  Buenos 
Aires  ñié  «  obra  de  Montevideo  y  no  de  la  capital, 
»  como  lo  vociferaban  sus  habitantes  y*  y  que  algunos 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  OEIENTAL  DEL  URUGUAY  235 

meses  más  tarde  decretara,  para  perpetuar  la  memoria 

de  ese  servicio  y  en  acción  de  gracias  ai  Omnipotente, 
que  todos  los  años,  el  12  de  Agosto,  se  celebrase  una 
misa  solemne  con  Te  Deimi. 

£Uo  vmo  de  Buenos  Aires  mal  impresionado  por  la 
preponderancia  que  los  americanos  tomaban  respecto 
de  los  españoles,  y  particularmente  prevenido  contra 
Liniers,  porque  á  no  ser  espafiul  atribuía  que  se  incli 
nara  en  favor  de  los  americanos  más  que  en  ei  de  éstos. 
Por  otra  parte,  ambicioso,  petulante  y  poco  reflexivo, 
en  ves  de  dedicarse  á  sosegar  los  ánimos,  procuró  disi- 
par  las  resistencias  motivadas  por  el  origen  de  su  auto- 
ridad plegandose,  con  la  exageración  y  el  aturdimiento 
propios  de  su  carácter,  al  partido  de  Montevideo  eu  las 
rencillas  con  Buenos  Aires,  pero  dirigiendo  sus  tiros, 
no  contra  todo  el  pueblo  bonaerense,  sino  contra  Liniers 
y  los  americanos  á  quienes  ésto  accidentalmente  acau* 
diliaba,  sin  darse  cuenta  del  sentido  en  que  los  sucesos 
empezaban  á  desenvolverse. 

Se  verá  sin  demora  basta  donde  se  llegó  por  este 
camino  de  resentimientos  de  un  pueblo  y  de  ambiciones 
de  un  atolondrado. 

CXmi.'—  FtmiiUMiMileBto  de  MonteTldM  wntn  LiBim. 

Juta  fvbenMftlni 

Se  sabe  ya  cómo  Goyeneche  fomentó  las  disposicio- 
nes de  Ello  y  de  Alzaga  contra  Liniers  y  los  americanos 
de  Buenos  Aires,  ^  y  como  vino  Alzaga  desde  Buenos 

Aires  á  luiiuir  en  el  ánimo  de  Elio  para  que  se  pronun- 
ciara conti'a  la  autoridad  del  virrey  y  promoviese  la 
creación  de  MUdijunéa  de  gobierno^  sem^ante  á  las  que 
se  habían  constituido  en  España,  para  suplir  al  Rey 
mientras  estuviese  retenido  en  Francia  (LXVII).  Estas 
insiigacioncs  encontraron  preparado  el  terreno ;  y  tanto, 


Digitized  by  Google 


286  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

que  ya  el  cabildo  había  consaltado  al  gobernador  «  si 
se  esperaría  orden  del  virrey  »  para  proclamar  á  Fer- 
nando VIL  cuvo  advenimiento  al  trono  aca])aba  de 
saberse  (T  de  Agosto  de  1808) ;  y,  como  obtuviese  con- 
testación negativa,  acordó  al  día  ^guíente  que  se  jurase 
al  nuevo  rey  el  día  en  que  se  cumpliera  el  primer  año 
de  la  reconquista  de  Buenos  Aires,  cuya  resolución  se 
cumplió  con  la  mayor  solemnidad  imaginable. 

Se  presentó  la  ocasión  de  realizar  el  plan  acordado 
con  Alzaga,  cuando  Elío  y  el  cabildo  recibieron  la  pro- 
clama que  dió  Liniers  después  de  sus  conferencias  con 
Sassenay  (LXVII).  Contestando  el  primero  la  circular 
con  que  vino  aquel  documento,  manifestó  al  virrey  que 
su  persona  le  era  sospechosa,  que  no  pensaba  como  él, 
y  que  estaba  dispuesto  «  á  hacer  la  guerra  á  todo  indi- 
viduo^  á  toda  provincia,  y  aun  á  la  misma  España,  » 
si  no  combatiese  al  inicuo  monstruo  y*  que  había 
usurpado  la  soberanía  de  Fernando  Yll.  El  cabildo  se 
pronunció  en  sentido  análogo  contra  Liniers  y  el  pueblo 
se  adhirió  francamente  á  esa  actitud. 

£1  virrey  contestó  la  provocación  suspendiendo  en  sus 
funciones  á  Elío  y  nombrando  para  reemplazarle»  inte- 
rinamente al  capitán  de  fragata  Juan  Ángel  Michclona. 
Presentóse  éste,  sin  que  le  acompañara  fuerza  ninguna, 
á  tomar  posesión  del  gobierno ;  pero  £lío  se  lo  negó 
hasta  que  se  resolviera  en  cabildo  abierto  lo  que  más 
conviniese.  El  cabildo  se  reunió  inmediatamente;  se 
dió  cuenia  en  su  seno  de  la  susuLución  de  Elío  por 
Michelena,  y  se  acordó  convocar  á  los  principales  hom- 
Ims  de  la  ciudad  para  celebrar  cabildo  abierto  el  mismo 
día  (20  de  Septiembre).  Abierta  la  sesión,  discutióse  el 
punto  con  gran  calor  y  se  resolvió  :  que  se  obedeciese 
j)ero  no  se  cumpliese  la  orden  dei  virrey;  que  se  recu- 
rriese ante  la  real  audiencia  de  Buenos  Aires,  y  aüa 
ante  la  Junta  suprema  de  Sevilla,  si  necesario  ftaera. 


Digitized  by  Google 


DE  lA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUOUAY  287 

hasta  conseguir  (¿ue  la  susponsi»')!!  de  Elío  fuese  revo- 
cada; que  mientras  ese  recurso  no  se  resolviera  conti- 
nuase el  actual  gobernador  en  su  puesto,. y  que  se  pro- 
cediera á  nombrar  una  junta  gubernativa  que  represen- 
tara en  Montevideo  á  la  suprema  de  Sevilla.  En  el 
mismo  acto  se  eligieron  los  vocales  de  la  junta,  se 
acordó  que  la  presidiera  el  gobernador,  y  se  la  declaró 
instalada. 

Michelena,  perseguido  Axríosamente  por  el  populacho, 

huyó  á  Buenos  Aires.  El  cabildo  se  dirigió  poco  daspués 
al  de  la  capital  expresándole  que  Montevideo  había 
jurado  morir  por  Fernando  VII  y  lo  cumpliría,  y  perse- 
guiría á  cualquiera  que  así  no  pensase ;  que  Uniers 
babía  dado  pruebas  de  su  afición  al  pérfído  extemüna- 
dor  de  la  real  estirpe  española ;  y  que  ya  no  tendría  á 
qui»  !:  Volverlos  ojos,  si  el  cabildo  de  Buenos  Aires  la 
abandonase,  si  no  se  empeñara  porque  cesaran  «  ios 
primeros  fervores  de  la  plebe  i  (5  de  Octubre).  Mas, 
como  el  cabildo  de  Buenos  Aires,  aunque  animado  por 
ideas  y  sentimientos  ÍLruales  á  los  (jue  dominaban  en 
Montevideo,  y  teniendo  en  su  seno  i>ersonas  influyentes 
que  preparaban  una  conspiración  contra  Liniers,  no 
podía  precipitar  su  acción,  el  de  Montevideo  confió  á 
don  Raimundo  Guerra  la  comisión  de  presentarse  ante 
la  Suprema  junta  de  Sevilla  y  de  solicitar  que  por  medio 
de  una  real  orden  ratificase  la  institución  de  la  junta 
gubernativa  y  aprobase  lo  obrado  contra  Liniers,  pro- 
hibiendo á  éste  ante  todo  que  inquietase  á  diclia  junta, 
á  Elío  ó  al  cabildo  mientras  la  suprema  autoridad  de 
España  no  decidiese  en  la  i)etición  que  por  intermedio 
del  señor  Guerra  se  lo  hacía.  En  las  int  ruco  iones  que 
éste  recibió  se  le  ordenaba  que  hiciera  valer  la  circuna- 
tancia  de  que  Liniers  había  adoptado  «  como  sistema 
constante  el  proteger  á  la  ínfima  plebe,  ^  rodeándose  de 
las  peleonas  más  despreciables,  como  -  Peña,  hombre 


Digitized  by  Google 


I 


288  BoSgiEJO  HISTÓRICO  ^ 

truhán,  vil  jr  díscolo  »  á  quien  había  tomado  para  [  ^ 
secretario  ^26  de  Octubre).  * 

A  lüS  poros  diaíi  de  íhisiradu  la  cons])iración  espa- 
ñola de  Buenos  Aires,  encabezada  por  el  cabiidu  de  i 
eeta  ciudad  y  auxiliada  por  las  fuerzas  europeas  de  la 
plaza  (LXVU)t  recibieron  las  autoridades  de  Montevideo 
una  circular  por  la  cual  se  les  comunicaba  la  instalación 
de  la  Suprc//ia  junta  general  de  L'spaña  c  Indias  y  se  or- 
denaba que  se  la  recoauciora  <  1 J  de  Enero  de  1809).  El 
gobemad(M:  y  el  cabildo  acordaron  inmediatamente  que  ^ 
se  procediera  á  prestar  el  solemne  juramento  de  estilo,  v 
y  así  se  biso.  ! 

Á  los  quince  días  llegaron  don  Baltasar  Hidalgo  de  ' 
(  iNueros,  íjue  venía  a  sustituir  á  Liniers  en  el  puesto  ile 
virrey  y  capitán  general,  y  don  Vicente  l<íieto  que  venia 
á  reemplazar  á  Eiío  en  el  de  gobernador  d^Montevideo.  ^ 
Y  el  3  de  Julio  hizo  conocer  éste  último  al  cabildo  la 
real  orden  por  la  cual  la  Suprema  junta  general  de 
Eí^paña  e  Indias  ordenaba  que  se  disolviese  la  Junta 
gul)ernativa  creada  el  20  de  Septiembre*  Todas  las 
autoridades  de  Montevideo  reconocieron  los  dos  altos  ^ 
ftincionaríos  que  quedan  nombrados,  EUo  quedó  sepa* 
rado  del  ^biemo,  la  Junta  gubernativa  se  disolvió  y 
se  reaiaulaiun  las  bueiias  reiacioues  de  Montevideo  con 
el  virrey  de  Buenos  Aires  ,  desde  que  Liniers  cesó  de  serlo. 

Los  hechos  expuestos  y  los  documentos  extractados 
demuestran  con  toda  claridad  que  la  actitud  asumida  | 
por  el  pueblo  y  por  las  autoridades  de  Montevideo  desde  | 
el  20  de  Septiembre  de  1808,  y  por  lo  mismo  la  Junta  [ 
gubernativa,  no  tuvieron  ¡tor  <*ausa  otro  móvil  que  el 
de  combatir  á  Liniers  como  medio  de  vencer  la  prepon- 
derancia que  habían  tomado  en  Buenos  Aires  los  ame-  J 
ricanos  respecto  de  los  naturales  y  el  sentimiento  de 
ciiianci pación  que  einpezal»a  ;i  germinar  en  la  cai)ital 
del  virreinato;  cuya  conducta  y  junta  gubernativa  cesa- 


< 


Digitized  by  Google 


DB  hk  REPÚBUGA  ORIENTáL  DBL  URCGÜAT  289 


ron  en  el  mismo  momento  en  que  Liniers  fue  sustituido 
por  Hidalgo  de  Cisneros,  de  quien  ae  esperaba  que  haría 
prevalecer  la  inflaenda  espafiola. 

Demuestran  también  aquellos  hechos  y  documentos 
que  tanto  el  pueblo  como  el  cabildo  y  el  goberna»Ior  de 
Montevideo  no  hicieron  la  menor  distinción  enire  depen- 
der del  monarca  y  depender  de  España,  pues  que  Jurar 
ron  y  se  sometieron  á  Femando  VII  cuando  Carlos  IV 
abdicó  en  su  favor  la  corona,  y  luego  juraron  y  se 
sometieron  iírualnit'nte  á  la  Junta  suprema  de  Sevilla, 
cuyo  nombramiento  y  autoridad  no  procedían  del  rey 
cautivo  y  si  del  pueblo  español,  con  exclusión  completa 
del  pueblo  americano.  Reconocieron,  pues,  que  la 
Banda  Oncuial  era  dependencia  de  Espauc*,  y  por  con- 
secuencia de  su  rey,  á  pesar  de  que  hasta  entonces  el 
rey,  España  y  los  americanos  habían  estado  de  acuerdo 
en  que  América  y  España  eran  dos  dominios  del  rey, 
no  América  de  España,  ni  España  de  América 

(LXViíIj. 

Habiéndose  dado  al  gobernador  Nieto  otro  destino, 

vinieron  despachos  de  la  Suprema  junta  por  los  cuales 
se  nombraba  á  Elío  gobernador  interino  de  la  plaza  de 
Montevideo  é  inspector  y  segado  comandante  de  todas 
las  tropas  de  Buenos  Aires,  en  cuyo  carácter  se  le  reco- 
noció desde  lue^  en  aquella  ciudad  (12  de  Julio  de 
1809).  Pero,  no  satisfechas  la  población  y  las  autorida- 
des de  Montevideo  de  la  marcha  que  seguían  en  Bue- 
nos Aires  los  sucesos  políticos,  pues  era  visible  que  los 
criollos  no  se  sometían  á  los  españoles  y  se  temía  que 
un  día  ú  otro  procedieran  respecto  del  virrey  Hidalgo 
como  hai>!an  procedido  respecto  de  Sobremonte,  discu- 
rrieron acerca  del  medio  de  que  se  habían  de  v  aler  para 


V 


Digitized  by  Google 


290 


BUSQUJBJO  HISTÓKICO 


que  la  revolución  prevista  de  Buenos  Aires  no  se  exten* 
diera  á  la  Banda  Oriental. 

Este  interés  conservador  Ue  la  dominación  espaüuia, 
y  probablemente  también  la  ambición  de  Elío,  sugirie- 
ron el  pensamiento  de  solicitar  de  la  Junta  suprema  que 
se  erigiese  á  Montevideo  en  intendencia  y  capitimía 
general.  Resuelto  que  el  mismo  Elío  ]»artiera  para 
España  el  4  de  Abril,  se  reunió  el  cabildo  el  2  y  acordó 
apoderarlo  para  que  promoviese  y  activase  la  gestión, 
dando  por  causa  no  la  verdadera»  sino  que,  por  ser 
limítrofe  la  Banda  Oriental  del  BrasU,  era  necesario 
precaverse  contra  las  usurpaciones  á  que  su  territorio 
estaba  expuesto. 

La  nueva  intendencia  dependería,  como  todas,  del 
Río  de  la  Plata;  pero^estaría  libre  de  la  autoridad 
militar  y  política  del  intendente  de  Buenos  Aires,  posee- 
ría en  sí  misma  esa  autoridad  y  podn;i  resguardarse 
con  mucha  mayor  eíicacia  de  los  peligros  levoluciona- 
rios  que  desde  la  margen  opuesta  del  río  le  amenazaban. 

€XX«  —  MttiteTideo  eootni  1«  retalneléii  de  BiiesM  Aires 

PartiC  Elío  quedando  el  brigadier  don  Joaquín  Soria 
como  gobernador  militar  y  el  alcalde  de  primer  voto 
como  gobernador  político,  mientras  no  viniera  á  desem- 
peñar ambas  funciones  el  brigadier  don  Vicente  María 
Muesas.  Pero  los  sucesos  de  Buenos  Aires  se  produjeron 
antes  que  se  esperaban.  En  cuanto  ocuiTieron  los  de  los 
días  20  á22  á  eMayo  de  1810,  dirigidos  á  obtener  la 
renuncia  del  vurrey  (LXIX),  envió  éste  su  secretario,  el 
capitán  de  fragata  don  Juan  Jacinto  Barga:?,  para  que 
diera  cuenta  en  Montevideo  de  loque  pasaba.  Se  reunió 
el  cabildo,  oyó  la  opinión  de  don  Nicolás  Herrera,  de 
don  Juan  José  Obes  y  del  ministro  provincial  de  la  real 
hacienda  de  Guancavelica,  y  luego  decidió  pedir  al 


Digitized  by  GoogI 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIKiNTAL  DEL  URUGUAY  291 

gobernador  interino  que  decretara  laclausm^a  del  puerto 
á  todas  las  procedencias  de  la  cai)ita!  (34  de  Mayo). 

Depuesto  definitivamente  el  virrey  Hidal^'o  y  lL-oIkIv. 
el  virreinato  por  la  revolución  de  Buenos  Aires,  vino  el 
subteniente  de  infantería  don  Martín  Galain  trayendo 
manifiestos  y  proclamas  y  conduciendo  oficios  de  la 
Junta  revolucionarla  y  del  ex- virrey,  por  los  cuales  se 
requería  que  las  auiuridades  de  Montevideo  reconocie- 
sen las  creadas  el  25  de  Mayo.  El  cabildo  se  mostró 
dispuesto  á  prestar  acatamiento  cuando  se. enteró  de  los 
pliegos,  en  el  concepto  de  que  los  franceses  habían 
hecho  disolver  la  suprema  autoridad  de  España  y  de 
que  la  Junta  bonaerense  gobernaría  en  nombre  de 
Fernando  Vil  mientras  éste  no  volviera  á  ocupar  el 
tronp ;  pero,  no  atreviéndose  á  resolver  por  si,  llamó  á 
los  vecinos  más  caracterizados  y  á  los  principales  fun- 
cionarios civiles,  militares  y  eclesiásticos,  incluso  los 
ministros  de  la  real  hacienda,  y  esta  asamblea  decidió 
que  la  Junta  de  Buenos  Aires  fuese  reconocida  y  que 
se  enviase  á  ella  un  diputado,  con  las  condiciones  que 
proyectase  una  comisión  en  que  estuvieron  representa- 
das todas  las  clases  i)redirhas,  y  que  aprobase  la  misma 
asamblea  en  sesión  del  día  siguiente ;  es  decir  del  2  de 
Junio. 

La  comilón  se  expidió  y  se  reunió  la  asamblea  para 
considerar  el  proyecto :  pero  el  gobernador  dió  cuenta 

de  que  en  la  noche  última  había  Iletrado  un  buque 
trayendo  la  noticia  de  que  se  había  insta  1; ni* .  pn  España 
el  Supremo  consejo  de  regencia^  y  se  leyó  una  proclama 
que  la  Junta  de  Sevilla  había  dirigido  á  los  pueblos 
americanos  al  cesar  en  sus  funciones.  La  sorpresa  flié 
tan  grande  como  la  alegría.  La  asaiiii>ita  [»ron  umpió 
en  gritos  de  fehciiaciones  y  decidió  en  el  acto  que  se 
reconociera  al  Consejo  de  regencia,  solemnizando  el 
acto  con  salvas  de  artillería,  repiques  de  campanas, 


Digitized 


292  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

iluminación  general  y  Te  Deuni,  Y  en  seguida  acordó 
que  no  se  tratase  el  oT)jeu>  para  que  había  sido  convo* 
cada,  hasta  ver  qué  efectos  producía  en  Buenos  Aires  la 
noticia  que  todos  festejaban. 

La  Junta,  que  distinguió  desde  el  día  de  su  crea- 
ciüii  entre  el  rey  y  España,  pudo  disfrazar  sus  ñnes  ver- 
daderos anunciando  que  gobernaría  en  nombre  de  Fer- 
nando VII,  ya  porque  no  había  que  temerle  mientras 
estuviese  secuestrado  por  Napoleón  y  no  era  seguro  que 
jaimís  n^cuperase  su  corona,  ya  porque  no  creyera  pru- 
dente desplegar  de  pronto  con  entera  traiiqueza  su  ban- 
dera de  independencia  de  reyes  y  pueblos ;  pero  no 
podía  someterse  al  Consejo  de  regencia,  porque  habría 
equivalido  á  someterse  á  España.  El  efecto  que  produjo, 
pues,  (MI  su  ániuio  la  noticia  de  la  autoridad  nuevamente 
constituida  por  los  españoles  no  había  de  ser  del  agrado 
de  las  autoridades  y  del  pueblo  de  Montevideo.  Sin 
embargo  no  desesperó  de  atraerlos  á  su  causa,  sino  que 
comisionó  al  Dr.  don  Juan  José  Passos,  su  vocal  secre- 
tario, hombre  de  mucha  respetabilidad,  para  que  con- 
venciese al  cabildo  y  al  pueblo  de  Montevideo  de  que 
la  unión  estaba  ¡en  el  interés  de  todos,  pero  que  no 
podía  basarse  en  el  reconocimiento  del  Consejo  de  re- 
gencia. 

El  cabildo  lo  oyó  el  14  de  Junio  y  decidió  convocar 
para  el  día  siguiente  á  los  altos  funcionarios  militares, 
políticos  y  de  hacienda,  y  á  los  más  respetables  vecinos. 
El  doctor  Passos  expuso  ante  eUos  cuáles  habían  sido 
los  motivos  por  que  se  había  croado  la  junta,  cuáles 
eran  sus  fines,  cuáles  hal)ían  sido  y  serían  en  general 
sus  actos,  y  qué  razones  tenía  para  no  reconocer  al 
Consejo  supremo  de  regencia,  entre  las  cuales  enunció 
la  de  que  su  instalación  no  era  aún  conocida  oñeial- 
mente.  Retirado  de  la  sala  de  sesiones  así  que  terminó 
su  pensado  di¿>curso,  deliberó  la  asamblea  y  resolvió 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIEJ^TAL  DEL  URUGUAY  293 

que  no  se  reconociese  la  auu  ridad  de  la  Junta,  ni  se 
admitiese  pacto  alguno  de  amistad  ó  unión,  mientras 
ella  no  se  sometiera  á  la  soberanía  del  Consejo  de  regen- 
cia» que  ya  Montevideo  había  reconocido. 

Aunque  la  reacción  contra  los  actos  revolucionarios 
de  Buenos  Aires  era  general  en  Montevideo,  había  una 
mmoria,  poco  significativa  al  parecer,  que  simpatizaba 
con  la  causa  de  los  americanos  de  la  capital.  Ya  á  fines 
de  1808  se  distinguió  en  este  sentido,  dando  prueba  de 
carácter,  el  síndico  procurador  general  don  Tomás  Gar- 
cía de  Zúñiíra,  que  alundoní^  su  puesto  y  se  au-sentó  por 
no  reconocer  la  autoridad  de  la  Junta  gubernativa, 
cuyo  hecho  fué  causa  de  que  el  cabildo  lo  declarase 
indigno  de  que  en  ningún  tiempo  se  le  confiaran  fun- 
ciones concejiles.  Se  sabía  á  mediados  de  1810  que  Gar- 
cía Zúíiiga  n(»  era  o\  único  partidario  de  la  revolución, 
y  se  temía  que  éstos  se  entendieran  con  los  cuerpos  de 
infantería  ligeray  de  Voluntarios  del  Rio  de  la  PkUa  que 
habían  venido  de  Buenos  Aires  á  ocupar  la  plaza  cuando 
la  desalojaron  los  ingleses,  en  1807.  Eran,  pues,  vigi- 
lados los  sospechosos,  y  frecuentemente  injuriados  los 
jefes  y  oficiales  de  los  mencionados  cuerpos. 

Los  recelos  y  las  ofensas  se  agravaron  desde  que  el 
Dr.  Passos  estuvo  en  Montevideo  ;  y  tanto,  que  el  gober- 
nador Sorui  se  propuso  someter  aquellas  fuerzas  citando 
para  el  efecto  las  milicias  á  su8  cuarteles  y  acantonando 
las  fiierzas  de  la  escuadra  en  las  azoteas  del  llamado 
Barracón  de  la  marina.  Los  cuerpos  así  amenazados  se 
retiraron  á  la  cindadela  y  al  cuartel  de  dragones,  y  sus 
comandantes  y  jefes  se  (| nejaron  al  cabildo  de  los 
liltrajes  de  que  eran  objeto,  pidieron  reparación,  y  exi- 
gieron que  se  embarcara  inmediatamente  la  marina  y 
se  sepasase  de  su  puesto  al  mayor  interino  de  la  plaza, 
como  medio  de  evitar  desgracias  que  recaerían  en  el 
pueblo,  concluyendo  por  responsabilizar  al  cabildo  por 


Digitized  by  Google 


294 


BO^a^l'EJO  HláXÓRICO 


las  consecuencias  peijudictales  qae  sobreTinieran  (12 

Reunidu  este  cuerpo  con  asisíeacia  del  gobernador 
militar  Soria,  del  oidor  de  la  real  audiencia,  del  asesor 
del  gobierno  y  del  consultor  don  NicoUb  Herrera,  se 
acordó  que  el  señor  Herrera  y  dos  regidores  invitasen 
á  jelV'-  <ie  los  cuerytos  queji^sos  para  celebrar  ea 
seguida  una  cooíerencia  •  amigable  ^  con  el  cabildo, 
con  los  dos  gobernadores  y  con  todos  los  demás  jefes 
militares  de  la  plaza.  Los  invitados  comparecieron  sin 
demora,  iííu\  distantes  de  sospechar  que  se  les  había 
armado  un  lazu  indigno.  Así  que  entraron  á  la  sala  se 
presentí  un  grupo  de  populacho  pidiendo  á  gritos  sus 
cabezas.  Se  decretó  en  el  acto  la  prisión  de  los  qae 
habían  comparecido  para  conferenciar  amigablemente, 
y  se  disolvieron  los  cuerpos  que  ellos  mandaban.  Los 
sostenedores  de  la  sumisión  á  España  adquirieron  así 
la  seguridad  de  que  podrían  obrar  libremente  en  lo 
futuro. 


Se  sabe  el  proyecto  que  tuvo  la  infanta  doüa  Carlota 
Joaquina,  princesa  del  Brasil,  de  hacerse  proclamar 
regente  por  los  pueblos  del  Río  de  la  Plata,  y  de  ejet^ 

cer  la  soberanía  del  virreinato  mientras  no  pudiera 
ejercerla  Fernaudo  VII  (LXVIII).  Ese  proyecto, alentado 
por  el  contra-almirante  inglés  Sidney  Smith,  autorizado 
durante  cierto  tiempo  por  el  regente  del  Brasil*  y  tole- 
rado por  el  ministro  Strangford,  quedó  sin  efecto  por 
un  súbito  cambio  en  las  disposiriones  del  ministro  de  la 
Gran  Bretaña  y  d^l  príncipe  regente;  pero  no  por  eso 
renunció  completamente  la  Carlota  á  intervenir  en  la 
política  del  Río  de  la  Plata  con  esperanzas  más  ó  menos 
vivas  de  realizar  su  aspiración. 


CXXL  —  Ofieios  de  i«  primesa  CarWU 


Digitized  by  Google 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  295 

Los  sucesos  de  1810  le  presentaron  buena  conyuntura 
para  hacer  uaa  prueba  cerca  de  las  autoridades  de 
Montevideo,  que  eran  las  que  m^or  podían  acogw  su 
intervención,  por  la  comunidad  en  la  defensa  de  los 
intereses  de  Fernando  VIL  Es  indudable  que  en  este 
caso  obtuvo  el  apoyo  del  marque :i  de  Casa-Yrujo,  emba- 
jador de  España  cerca  de  la  corte  de  Portugal,  aunque 
es  probable  que  éste  no  hubiese  comprendido  todo  el 
alcance  del  pensamiento  que  aún  acariciaba  la  prin- 
cesa. 

Los  oficios  que  ( ^ta  dirigió  con  tal  motivo  á  las  auto- 
ridades de  Montevideo  llegaron  el  12  de  Agosto  de  1810 
á  su  destino,  y  se  limitaban  á  acreditar  á  don  Felipe 
Contucci  para  que  comunicase  las  proposiciones  de 
doña  Carlota  y  tratase  de  que  fueran  aceptadas.  Con- 
tucci  trajo  también  pliegos  del  embajador  español,  en 
los  cuales  se  decía  que  la  princesa  deseaba  venir  en 
persona,  para  esforzarse  con  sinceridad  y  buena  fé  por 
calmar  los  ánimos  y  sofocar  los  movimientos  revolucio- 
narios del  virreinato.  El  señor  Contucci  arengó  al  cabildo 
y  terminó  otreciéndole  en  nombre  de  su  Alteza  serení- 
sima fberzas  y  cuanto  la  ciudad  pudiese  necesitar  para 
defender  los  derechos  de  su  hermano,  el  rey  de  España. 
La  corporación  contestó  á  la  infanta  que  agradecía 
mucho  su  ofrecimiento,  atisteniéndose  de  aludir  al 
proyecto  de  venir  al  Río  de  la  Plata ;  y  contestó  al  mar- 
qués de  Gasa-Yriyo  que  la  venida  de  su  Alteza  no  era 
conveniente,  ya  porque  despertaría  recelos  en  las 
demás  provincias  del  virreinato,  ya  porque  sería  peli- 
srrosa  la  introducción  de  fuerzas  extranjeras  en  un  país 
que  carecía  de  las  bastantes  para  contenerlas  en  caso 
de  necesidad. 

Estas  respuestas  demuestran  lue  sí  Montevideo  no 
q\iería  la  libertad  y  la  independencia  que  le  ofrecía 
Buenos  Aires,  tampoco  aceptaba  el  peligro  de  caer 


Digitized  by  Google 


2üG  BOSQUEJO  HlíaXuKlCO 

bigo  el  dominio  de  los  portugueses,  aun  cuando  apa- 
rentemente la  gobernase  una  infanta  española.  Quería 
perienecor  á  España,  y  uo  pcrtenecerse  á  sí  misma,  ni 
á  nadie  más. 

CXXll.  —  £1  f^Uernadur  Vij^et  j  lati  Cortes  ireiiefmks 

Transcurrió  lo  restante  del  año  i8iu  sin  que  ocurrie- 
ran novedades  de  bulto. 

Como  los  gobiernos  político  y  militar  estaban  desem- 
peñados provisionalmente,  el  Consejo  de  regencia  nom- 
bró para  ambas  funciones  al  mariscal  de  campó  don 
(la^i'ar  Vigodet.  Llegó  éste  á  Montevideo  en  los  prime- 
ros días  de  Octubre  y  tomó  posesión  del  cargo  en 
seguida. 

El  16  de  Diciembre  prestó  el  gobernador  ante  el 

alcalde  de  primer  voto  juramento  de  reconocer  la  auto- 
ridad de  las  Cortes  generalc>s  (\ne  en  España  habían 
sobrevenido  al  Consejo  de  regencia,  y  el  ayuntamiento 
y  las  demás  autoridades  militares,  civiles  y  eclesiásti- 
cas, lo  prestaron  á  su  ves  ante  el  gobernador. 

Al  proceder  así  se  mostraba  Montevideo  consecuente 
consigo  misma.  Pues  que  había  declarado  su  voluntad 
de  pertenecer  á  España,  lógico  era  que  recunociera  y 
obedeciera  todos  los  gobiernos  que  España  se  diese  ó 
aceptase. 


4 


Digitized  by  Google 


UfifiO  CUARTO 


Portugal,  España,  el  Brasil  y  el  Rio  de  la  Piala 
desde  1811  fiasta  1820. 

CAPÍTULO  I. 

PORTUGAL  T  BSPAlfÁ  D£  1811  Á  1820 
CXXin.  -*  El  reino  áe  Poriosai  ea  iot  aioB 

Se  ha  referido  en  los  artículos  XXIll  y  XXVII  cómo 
obligó  Napoleón  I  á  los  reyes  de  España  y  Portugal  á 

hacerse  sus  aliados  con  el  propósito  de  traicionarlos  y 
apoderarse  de  estas  naciones,  como  las  invadi(5,  y  cómo 
los  ingleses  tomai^ou  posesión  de  Lisboa  y  la  familia 
real  portuguesa  vino  á  establecerse  en  el  Brasil. 

Bl  Portugal  vino  á  ser  así  teatro  de  la  guerra  que  se 
hacían  Francia  é  Inglaterra.  El  pueblo  lusitano  no  se 
resignó  a  .ser  mero  espectador  de  esta  lucha,  sino  que 
se  pronunció  en  contra  de  los  Iranceses,  formó  ejércitos 
y  constituyó  en  Oporto  una  Junta  de  gobierno,  la  cual 
obró  de  acuerdo  con  los  ingleses.  Vencida  la  última 
invasión  de  las  tropas  imperiales  en  1810,  quedaron  los 


Digitized  by  Google 


298  B*>SQÜEJO  HISTÓRICO 

portugueses  gobernados  por  ana  regencia  á  nombre  del 
Rey,  que  i>ermanecía  en  el  Brasil. 

Los  portugueses  estal)an  descontentos  porque  el 
Reír«*nte  Juan  no  había  querido  regresar  á  Lisboa 
cuando  pasó  el  peligro  de  la  invasión  francesa,  y  por- 
que,  mientras  la  ausencia  de  la  corte  privaba  al  Por* 
tuf?al  de  muchos  hombres  de  importancia  y  de  mache 
Unllo,  se  aj)rovechaba  el  Brasil  para  engrandecer  su 
poder  y  su  prestigio. 

Habiendo  muerto  la  reina  doña  María,  el  regente  se 
proclamó  rey  con  el  nombre  de  Juan  VI  y  elevó  el  Bra- 
sil al  rango  de  reino,  y  formó  el  Reino  unido  de  Porkb* 
gal,  Brasil  y  Alnrrrves  (1S15),  cuyo  acto  aumentó  los 
celos  de  los  subditos  europeos. 

Además,  don  Juan  había  nombrado  á  Guillermo  Carr 
Beresford,  por  sugestiones  de  Inglaterra,  generalísimo 
de  los  ejércitos  de  Portugal.  Beresford  desplegó  una 
severidad  que  desairad/)  profundamente  á  sus  subordi- 
nados, y  sirvió  la  política  de  su  patria  favoreciendo  á 
los  partidarios  del  absolutismo  de  don  Juan  VI,  en  con- 
tra de  las  ideas  liberales  que  habían  cundido  en  toda 
la  península  ibérica. 

Todos  estos  motivos  de  disgusto  determinaron  un 
levantamiento  de  las  tropíis,  las  cuales  en  unión  con  el 
partido  liberal  convocaron  Cortes  (1820).  Éstas  dictaron 
una  constitución  que  devolvía  al  pueblo  la  soberanía  y 
dispusieron  que  el  Rey  fuese  á  Portugal,  para  ejercer 
allí  sus  funciones,  cuya  voluntad  se  cumplió  (1821). 

GXXIT.  —  La  fnem  de  la  ladepenieaela  MpaMa 

Vencidos  los  franceses  en  Portugal,  fueron  combati- 
dos en  España  por  los  ejércitos  unidos  de  españoles, 
ingleses  y  portugueses,  mandados  en  jefe  por  el  general 
Wellesley,  más  tarde  duque  de  WelUngton.  Este  ilustre 


D£  LA  REPÚBUCA  ORIBNTAL  DEL  URUGUAY  299 

*raorrero  venció  á  los  franceses  en  Arapiles  (1812)  y  en 
Vitoria  (1813),  los  obligó  á  retirarse  á  Francia  é  invadió 
tras  de  ellos  el  territorio  de  esta  nación  enemiga. 

España  concluyó  entonces  la  heroica  reconquista  de 
su  independencia,  y  eUa  y  sus  aliados  tuvieron  la  gloria 
<le  haber  probado^al  mundo  que  no  eran  invencibles  los 
ejércitos  del  Gran  Cupitáa  de  la  época. 

€XXy.  —  Política  Ubenl  y  iemoerátiea  de  Espaiia  eu  los  aoos 

1811-14 

Creadas  por  el  pueblo,  con  entera  independencia  de 
!a  monarquía,  las  juntas  de  gobierno  (|ue  se  instituye- 
ron en  todas  las  provincias  cuando  Napoleón  sornestró 
al  rey  en  Francia»  obra  del  pueblo  fueron  la  Junta 
suprema  que  flincionó  sucesivamente  en  Arai^uez,  en 
Sevilla  y  en  la  isla  de  León,  y  el  Supremo  consejo  de 
regencin  que  se  instaló  en  este  ultimo  punto  (XXTIl), 
Recordando  los  españoles  sus  cories  de  la  £dad  media, 
tan  celebradas  por  su  origen  democrático  como  por  su 
poder,  creyeron  oportuno  convocarlas,  ahora  que  eran 
soberanos.  Eligieron,  pues,  diputados,  y  las  cortes  se 
reunieron  en  la  mención m la  isla,  el  24  de  Septiembre 
de  1810,  animadas,  como  lo  estaba  la  prensa  y  una 
^an  parte  del  pueblo,  de  espíritu  ultraliberal  y  revo- 
lucionario. 

Su  primer  acto  de  importancia  Alé  proclamar  y  jurar 

por  rey  legítimo  á  FernanUo  VII,  y  declarar  nula  la 
cesión  que  éste  había  hecho  de  la  corona  en  favor  de 
Napoleón.  Luego  nombraron  una  comisión  para  que 
proyectara  la  constitución  política  de  España;  y,  habién- 
doseles presentado  este  proyecto  en  Diciembre  de  1811, 
lo  firmaron,  Juraron  y  proclamaron  en  Marzo  de  1812 
con  extremadas  demostraciones  de  entusiasmo. 

Esta  constitución,  conocida  con  el  nombre  de  del  año 


Digitized  by  Google 


300 


doce^  notable  por  las  drcunstancias  y  por  la  época  en 

que  ñié  dada,  declaró  que  el  territorio  español  com- 
prendía biS  posesiones  de  África,  Asia  y  America,  en 
las  úitimab  do  las  cuales  se  citaban  como  otras  tantas 
provincias,  Nueva  Granada»  Venezuela,  Perú,  Chile  y 
el  Río  de  la  Plata,  agregando  que  en  cuanto  las  cir- 
cunstancias lo  permiüerun  se  haría  por  una  ley  consti- 
tucional una  división  más  convenienie  del  territorio 
español. 

Disponía  además  que  eran  españoles  todos  los  hom- 
bres libres  nacidos  y  avecindados  en  los  dominios  de 

las  Españas  ;  que  la  wdy  'um  espaiiula  era  la  reunión  de 
todos  los  españoles  de  auibos  li^misfeyHos ;  que  esa 
nación  no  era  ni  podía  ser  patrimonio  de  ninguna  fami- 
lia ni  persona ;  que  la  soberanía  residía  esencialmente 
en  la  nación,  y  por  lo  mismo  á  ésta  exclusivamente  per- 
tenecía el  derecho  de  establecer  sus  leyes  fundamenta- 
les ;  y  que  eran  ciudadanos  los  españoles  que  por  ambas 
líneas  traían  su  origen  de  los  dominios  españoles  de 
ambos  hemisferios  y  estaban  avecindados  en  cualquier 
pueblo  de  los  mismos  dominios. 

Todos  los  ciudadanos  votarían  en  la  elección  indirecta 
de  diputados,  según  una  base  electoral  que  sería  idén- 
tica en  ambos  hemisferios,  y  esos  diputados  formarían 
las  Cortes,  compuestas  de  una  sola  cámara.  Estas  Cor- 
tes legislarían  con  el  Rey  ;  el  Rey  desempeñaría  el 
poder  ejecutivo,  y  ius  tribunales  y  jueces  administra- 
rían la  justicia  civil  }  criminal.  Cada  pueblo  de  más  de 
1000  habitantes  tendría  un  ayuntamiento  elegido  en  su 
totalidad  indirectamente  por  el  pueblo,  al  fin  de  cada 
año.  En  cada  jtroviucia  de  ambos  hemislerios  habría  un 
jefe  político  nombrado  i)or  el  Rey,  y  una  diputación  ele- 
gida indirectamente  por  el  pueblo,  y  presidida  por  el 
jefe  político. 


Digitized  by  GoQ 


D£  LA  REPCbLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  301 


CXXVL  —  Beaeetón  absolutista  de  18U  á  1820. 

Vencidos  los  franceses  en  España  y  fugritivo  en  Fran- 
cia el  rey  José  Bonaparte,  entraron  triunfalmente  las 
Cortes  en  Madrid  causando  entusiasmo  indescriptible 
<5  de  Enero  de  1814).  Los  negocios  de  Napoleón  I  no 

iban  mejor  en  el  resto  de  Europa  que  en  España.  Sus 
generales  habían  sido  derrotados  en  varias  acciones  por 
los  ejércitos  de  la  Europa  coaligada,  defeccionaban  sus 
aliados  y  él  se  había  visto  necesitado  de  regresar  á 
Parfs  para  preparar  nueva  campaña  contra  los  enemi* 
<^os  que,  alentados  por  el  triunfo,  cuuüauaban  sus  mar- 
chas para  invadir  á  Francia. 

En  circunstancias  tan  apuradas  entró  Napoleón  en 
tratos  con  Femando  VII  y  por  último  le  dejó  en  liber- 
tad. Bl  Rey  entró  en  España  el  22  de  Marzo.  Ejército 
y  pueblo  lo  aclanLui;  {)ero  él  piensa  más  <mi  recuperar 
las  facultades  .suprimidas  por  la  constitución  del  año 
doce,  que  en  mostrarse  agradecido.  Al  pasar  por 
Gerona,  Reus,  Zaragoza  y  Daroca,  hace  reunir  juntas 
para  que  se  pronuncien  acerca  de  si  había  do  jurar  la 
constitución.  Don  Francisco  Javier  Elío,  que  lo  acom- 
pañaba hf'cho  un  absohitisia  acérrimo,  considtó,  al  lle- 
gar á  Valencia,  á  los  oftciales  del  ejército  sobre  aquel 
punto ;  y,  como  ellos  le  manifestasen  que  defenderían 
al  poder  real  con  todos  sus  antiguos  derechos,  firmó 
Fernando  VII  (4  de  Mayo)  un  manifiesto  contra  las 
Oortes,  la  constitución  y  la  prens.i  lil)eraU  en  el  rual 
negó  autoridad  á  las  primeras  y  validez  á  las  segundas, 
y  tomó  el  camino  de  Madrid  escoltado  por  un  cuerpo  de 
caballería,  el  cual  vociferó  en  todos  los  pueblos  del  trán- 
sito contra  las  instituciones  democráticas.  Inmediata- 
mente se  procedió  á  encarcelar  y  á  desterrar  á  regen- 
tes, diputados  y  á  los  liberales  más  caracterizados,  se 


Digitized  by  Google 


302 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


declararon  disueltas  las  Corles  por  orden  del  Key  y  se 
anuló  la  constitución. 

Desde  este  momento  faltó  la  tranquilidad  en  España. 
A  menudo  conspiraban  los  pueblos  6  se  sublevaban 
cuerpos  del  ejército,  movidos  por  la  aspiracicm  de  aca- 
bar con  el  al»solutismo  y  de  restablecer  la  democracia 
liberal ;  pero  estos  pronunciamientos  abortaron  todos  y 
sus  promotores  ó  jefes  fueron  condenados  á  la  últuna 
pena. 


Cuando  el  Rey  y  sus  consejeros  juzgaron  que  el  abso- 
lutismo estaba  suíicient^raente  consolidado  en  el  ejér- 
ciU)  y  en  el  pueblo  de  la  Península,  pensaron  en  defen* 
der  sus  posesiones  de  Cérica  con  un  esfuerzo  supremo, 
ya  que  los  anteriores  habían  sido  ineficaces,  y  resol- 
vieron embarcar  en  Cádiz  un  ejército  numeroso  í^ue  se 
reunió  en  Andalucía. 

Cuando  estaba  pronto  para  emprender  el  viaje,  reu- 
nió uno  de  los  batallones,  su  segundo  comandante,  don 
Rafael  del  Riego,  en  las  Cabezas  de  San  Juan  y  lo 
sublevó  a]  grito  de  «  ;  Fuera  tiranos.  Viva  la  constitu- 
ción! (r  de  Enero  de  18:^0.)  Cinco  ó  seis  mil  hombres 
se  adhirieron  en  el  acto  al  movimiento,  toni  ron  la  isla 
de  León,  se  apoderaron  del  capitán  general  y  del  minis- 
tro de  marina,  y  salió  Riego  con  1500  hombres  á  reco- 
rrer la  Andalucía.  Pero,  habiéndose  deelaraclo  en  contra 
suya  el  ejercito  y  la  escuadra,  combaiiJo  incesante- 
mente y  perseguido,  no  le  quedaban  ya  más  que  400 
soldados  y  se  consideraba  perdido,  cuando  supo  que  la 
Corana  había  hecho  causa  común  con  él,  que  también 
se  habían  plegado  las  tropas  enviadas  para  dominarla, 
que  la  idea  revolucionaria  se  extendía,  y  que,  ame- 


CXXVn.  -  KeToladón  del  año  leiate 


DE  Ul  república,  oriental  DEL  URUGUAY  303 

drentado  el  Rey,  se  habfa  sometido  y  aceptado  la  cons- 
titución (1(1  ano  doce  (7  de  Marzo)  (1). 

Se  abriei  oii  entonces  las  cárceles,  volvitroa  á  España 
los  proscriptos»  se  reunieron  las  Cortes,  y  los  liberales 
86  entregaron  á  realizar  de  golpe  sus  ideales,  empe* 
zando  por  suprimir  monasterios  y  conventos.  Este  cam- 
bio político  que  aceptó  el  rey  forzosamente,  alarmó  á 
sus  partidarios  y  á  las  potencias  que  componían  la  Santa 
Aiianza.  Aquéllos  empuñaron  las  armas  en  muchos  pun- 
tos; éstas  dirigieron  comunicaciones  al  gobierno  liberal 
para  que  cambiase  de  conducta;  y  como  tal  pretensión 
fuese  dignamente  rechazada,  invadió  á  España  un 
ejercito  francés  de  100  mil  hombres  y  restauró  el  poder 
absoluto  de  Femando  VII  (1S23).  Riego  y  otros  perso- 
niyes  suñneron  la  pena  de  muerte ;  muchos  la  de  cár- 
cel 6  la  de  destierro ;  muchísimos  liberales  fiieron  ase- 
sinados. 

CAPÍTULO  U 

EL  BRASIL  J>B  1811  Á  1820 

CXXVm.  -  Progresos  dei  Btatúi  ta  los  «ios  ISU-ao 

La  venida  de  la  Corle  de  Portugal  á  Río  de  Janeiro 
(XXVII)  impulsó  mucho  el  progreso  del  Brasil  en  todo 
sentido,  el  cual  fbé  fovorecído  por  continuada  tranqui- 
lidad durante  varios  años. 

Aumentóse  el  número  de  los  habiiantes  y  mejoró 
considerablemente  la  clase  de  los  que  procedían  de 

(I)  Ha.  Frandico  Javier  Elio,  á  i|ttieii  ol  Rey  litbía  premiado  por  m  adhe* 
ii6n  dándole  lacapitawa  general  de  Vslencia,  fué  preso  por  los  revoluciona- 
rioSf  prooeiado  y  condenado  á  muerte  en  1820.  Se  le  di6  libertad  luego;  pero 
en  Mna  subteración  de  loidados  se  le  condenó  otra  vei  y  le  le  aplicó  la  pena 
de  garrote  (IStt). 


Digitized  by  Google 


I 


304  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

Eiiro|>a,  ]uies  no  sólo  añuyeron  la  aristocracia  y  altos 
ñmcionarios  do  Porrug-a!  y  los  representantes  y  marinos 
de  todas  las  naciones  amigas,  sino  también  gran 
número  de  comerciantes,  sobre  todo  ingleses  y  portu- 
gueses, y  i>er8onas  que  profesaban  las  letras,  las  artes 
y  las  ciencias.  Rió  de  Janeiro  y  Bahía  fueron  las  ciuda-  | 
des  .i  tionde  principalmente  acudieron  estos  factores  de  i 
civilización. 

Creáronse  numerosas  poblaciones  requeridas  por  el  ¡ 
aumento  de  inmigración  y  por  la  extensión  de  las  indus- 
trias, y  aumentaron  y  se  enriquecieron  las  que  existían 

ya  por  erincremenin  de  las  industrias,  ya  por  la  acti- 
vidad creciente  del  comercio  de  importación  y  de  expor- 
tación, entre  cuyos  ramos  figuró  la  trata  de  negros 
africanos. 

(JXXIX.  —  Actos  oliclales  eu  lo^  auo^  lbll-¿0 

Organizada*  1 1  administración  y  regularizadas  las 
fimciones,  pensó  la  Corte  en  ejercer  su  inüi\jo  fliera  de 
las  fronteras  de  su  dominio.  La  alianza  con  España  con- 
tra los  franceses  le  permitió  en  1812  intervenir  con 
fuerza  armada  en  la  liaüUa  ()riental,  con  el  doble  pro- 
pósito de  deiender  los  derechos  de  Fernando  VII  ame- 
nazados por  la  revolución  de  Buenos  Aires  y  de  coi\ju- 
rar  el  peligro  que  corrían  sus  propios  dominios  de  reci- 
bir el  contagio  de  las  ideas  de  libertad  y  emancipación 
que  tan  resueltamente  obraban  en  la¿3  regiones  del 
Plata. 

Cuatro  años  después,  vencido  el  enemigo  común  de 
Espafia  y  Portugal,  se  habían  aflojado  naturalmente 
los  vínculos  estrechísimos  que  habían  unido  á  estos  dos 

países;  y  como  el  Río  de  la  Plata  no  obedecía  ya  ni  á 
España,  ni  á  su  rey,  consideró  Juan  VI  que  podía 
emprender  libremente  la  conquista  de  la  Banda  Ohen- 

s 

i 


1 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIBKTAL  DEL  ÜRUOUaY  305 

tal,  y  que  le  convenk  emprenderla,  para  favorecer 
económicamente  á  sus  pueblos  del  Sudoeste  y  para 
asegurar  la  estabilidad  del  régimen  monárquico  abso- 
luto que  hacía  pesar  en  todos  sas  dominios.  Envió» 
pues,  tres  ejércitos  á  la  vez,  que  penetraron  en  la 
Banda  Oriental ;  uno  por  el  Norte,  otro  por  el  Nordeste 
y  otro  por  el  Sudeste,  los'  cuales  se  apoderaron  del 
país,  luchando  con  los  campesinos,  pero  hallando 
acogida  entusiasta  en  Montevideo  y  en  centros  urbanos 
(1816-17). 

A  la  vez  que  esio  sucedía,  los  políLicus  que  rodeaban 
á  Juan  VI,  cediendo  á  la  iníluencia  de  las  ideas  que 
habían  triuntado  en  ,1a  constitución  española  del  año 
doce  en  cuanto  al  concepto  en  que  debieran  ser  tenidas 
las  colonias,  pensaron  en  la  conveniencia  de  elevar  las 
posesiones  brasileñas  á  la  dignidad  y  preeminencia  de 
estado;  pero,  así  oomu  los  españoles  compusieron  un 
solo  reino  con  España  y  los  dominios  de  América, 
África  y  Asia»  los  portugueses  prefirieron  hacer  del 
Brasil  un  reino  distinto»  igual  en  consideración  y  en 
derechos  á  los  de  Portugal  y  Algarves,  uniendo  los  tres 
bajo  líi  autoridad  de  la  misma  coroua,  y  conservando  á 
las  demás  colonias  su  signiricación  de  tales.  El  Rey 
acogió  con  agrado  esie  pensamiento  y  promulgó  en 
Diciembre  de  181d  la  ley  erectiva. 

Juan  iv  había  conferido  á  los  primogénitos  de  la 
corona  el  título  de  príncipe  del  Brasil.  Erigido  en 
reino  esta  posesión,  y  unido  á  Poriu^-al  y  Algarves, 
necesario  era  que  aquel  título  se  acomodase  á  la  sitúa- 
cito  creada.  De  ahí  que  en  Enero  de  1817  dictase  el 
Rey  una  ordenanza  por  la  cual  confería  á  los  primogé- 
nitos el  título  de  principe  real  de  los  reinos  unidos  de 
Portugal  del  Brasil  y  de  '^os  Algarves  y  el  de  duque 
de  Braganza, 

Dos  meses  después  contraía  matrimonio  el  príncipe 

20 


Digitized  by  Google 


BOSQUEJO  UISTÓiUCO 


don  Pedro  con  la  archiduqnesa  Leopoldina,  hija  del 
emiicrador  de  Austria,  y  el  0  de  Febrero  de  1818  era 
coronado  don  Juan  VI,  |X)r  aclamación,  rey  de  Portu- 
gal, del  Brasil  y  de  los  Algarv^,  en  presencia  de  loa 
altos  flmcionarios  eclesiásticos,  ciTiies  y  militares  y 
del  pueblo  que  habla  concurrido  de  todas  partes. 


La  revolución  de  Buenos  Aires,  que  tanto  temía  la 
Corte,  interesó  la  atención  de  los  pueblos  brasileños  é 

hizo  nacer  en  ellos  ideas  y  sentí niienlos  que  se  armoni- 
zaban |)oco  eon  la  monarquía  absoluta  y  aun  coa  la 
integridad  del  Brasil. 

Los  primeros  que  los  manifestaron  en  la  vía  de  los 
hechos  ftieron  los  pemambucanos.  Qu^osos  por  las 
arbitrariedades  de  la  administración  y  por  lo  excesivo 
de  los  impuestos  que  sufrían,  se  resolvieron  á  procla- 
mar su  inde|>6ndeucia  á  principios  de  1817  y  constituye- 
ron un  gobierno  provisional  á  sem^anza  del  que  se 
había  instituido  en  Buenos  Aires  en  1810.  Una  parte 
del  pueblo  se  adhirió  á  la  revolución;  pero  otra  parte 
se  conservó  fiel  á  la  monarquía  y  se  fortiíioó  en  Serin- 
haem  y  en  Tamandaré.  Los  pernambucauos  atacaron 
varias  veces  en  esos  puntos  á  los  realistas,  sin  conse- 
guir vencerlos.  Los  habíanos  se  pronunciaron  también 
en  flivor  del  Rey;  el  i^obemador  mandó  tro{)as  por 
tierra  y  el  pueblo  equipó  una  ilota.  Ei  pueblo  de  Río  de 
Janeiro  contribuyó  á  su  vez  con  fuertós  sumas  para 
costear  otra  expedición,  en  la  cual  fueron  cuerpos  vete- 
ranos  y  de  voluntarios.  Los  pemambucanos,  mandados 
por  abogados  y  sacerdotes,  extremaron  sus  esftienos;  \ 
pero,  habiendo  perdido  la  acción  decisiva  de  Ipojuco,  ! 
(10  de  Mayo)  y  disuelto  su  gobierno,  tuvieron  que 
someterse.  Sus  jefes  principales  fueron  ahorcados. 


CXXJL. 


Kef«lMÍ6M  f^fslara 


i 


Digitized  by  Goog  t 


DE  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  307 

Machos  de  los  comprometidos  sufrieron  la  pena  de  cár- 
cel y  otros  fueron  condenados  á  destierro. 

No  por  eso  se  borró  en  el  ánimo  de  los  brasileños  el 
pensamiento  de  sacudir  la  opresión  del  absolutismo.  Se 
extendió,  al  contrario,  sordamente  y  ñié  tomando  tal 
vigor,  que  sólo  necesitaba  ocasión  propicia  para  resol- 
verse en  hechos.  La  ocasión  vino  con  la  noticia  del 
movimientoliberal  que  había  triunfado,  con  diferencia 
da  poco  tiempo,  en  España  y  en  la  nación  portuguesa. 
Los  brasileños  se  conmovieron  profundamente.  £Ü  Rey 
publicó  su  intención  de  enviar  á  Lisboa  al  principe  don 
Pedro  [íara  que  se  pusiese  de  acuerdo  con  las  Cortes; 
pero  se  insurreccionaron  los  pernamhucanos  el  mismo 
año  20,  y  luego,  en  Enero  y  en  Febrero  de  1821,  los 
pueblos  de  Pará,  de  Bahía  y  de  Río  de  Janeiro,  todos 
los  cuales  proclamaron  la  constitución  jurada  por  las 
Cortes  lusitanas,  jurando  íidclidad  al  Rey.  Ésie,  sin 
poder  y  sin  voluntad  para  resistir,  ordenó  al  Príncipe 
que  desde  ios  balcones  del  teatro  jurase  en  nombre 
suyo,  ante  el  pueblo  y  las  tropas,  «  que  veneraría  y 
respetaría  la  santa  religión  de  todos,  y  observaría  y 
mantendría  la  constitución  establecida  por  las  Cortes 
de  Portugal  »  (27  de  Febrero).  El  orden  constitucional 
nació  y  el  absolutismo  desapareció  en  el  Brasil,  ese  día, 
para  siempre. 


Digitized  by  Google 


308 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


CAPÍTULO  III 


£L  KiO  DE  LA  PLATA  D£¿>D£  1811  HASTA  1820 

La  guerra  de  la  independencia 

CXXXI.  —  Estodo  de  la  reToInción  en  Méjico, 
T«M»iel%  N«ef«  Gnuuid%  (talto,  Perú  y  CJiUe  deim  á  1816. 

La  revolución  se  había  extendido  en  toda  la  América 
española  con  mucha  Aierza  inicial,  para  1811.  Pero, 
después  de  r^ultados  lisonjeros,  había  decaído  ea 

Méjico  de  1813  á  1816  hasta  tal  punto,  que,  conside- 
rándola vencida,  el  virrey  avisó  ai  Soberano  q^ue  no 
necesitaba  ya  más  tropas/ 

Los  americanos  de  Venezuela  y  Nueva  Granada 
batallaron  terriblemente,  movidos  sucesivamente  por 
el  hábil  Miranda  y  por  el  genio  desordenado  de  Bolívar, 
consiguiendo  á  veces  triunfos  gloriosos  y  otras  veces 
suíHendo  espantosas  derrotas,  triunfos  y  derrotas  que 
debilitaban  sin  cesar  el  número  de  las  tropas  revolucio- 
narias, sin  posibilidad  de  reparar  tales  pérdidas  como 
los  españoles  reparaban  las  suyas  <^on  las  expediciones 
que  venían  de  la  Península,  La  más  importante  de 
todas,  compuesta  de  numerosa  escuadra  y  de  cerca  de 
^11000  hombres  de  desembarco,  que  obedecían  á  las 
órdenes  del  general  don  Pablo  Morillo,  afianzó  la  domi- 
nación de  Venezuela  y  redujo  á  Nueva  Granada  para 
:  1816,  á  costa  de  torrentes  de  sangre  cruelmente  de- 
'  iramada  por  ambas  partes* 

l     En  Quito  (Ecuador)  flieron  definitivamente  vencidos 


Digitized  by  Coogk 


DB  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  3üU 

los  revolucionarlos  á  fines  de  1812  y  los  españoles 
gobernaron  allá  en  paz  continua  hasta  1822. 

En  el  Peni  había  dominado  tranquilamente  el  virrey 
Abascal  hasta  1814,  por  manera  que  pudo  atender  con 
sus  tropas  á  la  defensa  de  la  causa  real  ya  en  el  Ecua- 
dor >  Nueva  Granada,  ya  en  las  intendencias  septen- 
ifionales  del  Río  de  l;i  l'l.Ua.  Aprovecháronse  en  Agosto 
los  indios  para  rebelai*se  contra  la  dominación  espa- 
ñola. Su  jefe  Pumacagua  se  apoderó  de  Cuzco,  estableció 
una  Junta  gubernativa  y  organizó  divisiones  militares, 
una  de  las  cuales  envió  hacia  el  Norte,  otra  á  las  inten* 
dencias  argentinas  limítrofes,  para  obrar  en  combina- 
ción con  Buenos  Aires,  y  la  tercera,  que  mandó  él  per- 
sonalmente, se  dirigió  al  Sud.  Pumacagua  obtuvo  triun- 
fos importantes  y  tomó  Arequipa;  la  del  Este  se  apo- 
deró de  la  Paz ;  la  del  Norte  se  encontró  con  una  resis- 
tencia superior  á  sus  (berzas.  Pezuela  mandó  entonces 
una  división  contra  Pumacagua.  Éste  fué  derrotado. 
Así  que  se  pronunció  su  derrota,  sus  propios  adeptos  lo 
mataron,  y  tras  este  hecho  reaccionaron  sucesivamente 
todos  los  que  se  habían  insurreccionado,  y  la  paz  quedó 
restablecida  durante  el  año  1816. 

La  revolución  fué  perjudicada  en  Chile,  durante  los 
años  1811  y  1812,  por  la  rivalidíid  del  doctor  Juan 
Martínez  de  Rosas  y  el  comandante  Miguel  Carrera. 
Este  último  aprovechó  la  ocasión  de  haber  sufrido 
Rosas  dos  reveses  en  Valdivia  y  Concepción,  para 
desterrarlo  á  Mendoza  y  asumir  la  dictadura  (Octubre 
de  1812).  El  virrey  del  Perú  mando  una  expedición  al 
principiar  el  año  1813.  Carrera  fué  desgraciado  durante 
la  campaña  que  se  abrió  y  fué  destituido.  Sucedióle  O' 
Higgins»  cuyo  hecho  filé  motivo  de  escisiones  entre  ca- 
rreristas y  o*  higginistas,  que  los  españoles  aprovecharon 
para  adquirir  ventajas.  El  descontento  del  pueblo  causó 
su  caída  y  la  vuelta  de  Carrera  ai  poder.  Los  españoles 


Digitized  by  Google 


310 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


reciben  del  Perú  nuevas  tropas,  mandadas  por  el  gene- 
ral Osorio.  O'Higgins  se  une  noblemente  á  su  riyal 
para  combatir  al  enemigo  común ;  pero  flieron  destrosa- 

dos  auilx)s  en  Kancaínia  (Octubre  de  1814)  y  oblig<idüs 
á  atravesar  los  Andes,  hasta  Mendoza,  micnuas  su 
vencedor  entraba  en  Santiago,  calurosamente  victo- 
reado por  el  pueblo» 

Kl  mismo  día  en  que  el  general  Belgrano  invadió  con 
600  hombres  el  Paraguay,  llevando  el  propósito  de  favo- 
recer el  pronunciamiento  de  los  naturales  y  criollos  en 
contra  de  las  autoridades  españolas,  cuyo  jefe  político  y 

miliuir  era  desde  1809  el  gobernador  don  Bernardo  de 
Volasco,  que  gozaba  de  general  estimación  (LXIX), 
obtuvo  una  pequeña  ventea  que  le  permitió  adelantar 
desembarazadamente  hasta  el  río  Paraguarí.  Aquí  tuvo 
que  batirse  con  ñierzas  superiores.  La  acción  le  ñié  des- 
tiivorable.  Careciendo  de  elementos  para  coniinuar  la 
campaña,  emi)rendió  la  remirada. 

Llegaba  al  Tacuari  con  235  hombres  cuando  fué 
sorprendido  por  cerca  de  2000  de  las  tres  armas,  man- 
dados por  paraguayos,  que  lo  atacaron  á  la  vez  de  cua- 
tro puntos.  Se  defendió  heroicamente,  pero  no  consiguió 
otra  ventaja  lüi litar  que  la  de  inipunerse  moralmente 
al  enemigo  y  un  armisticio  honroso  (9  de  Marzo),  á 
íkvor  del  cual  se  retiró  sin  ser  molestado,  y  repasó  el 
Faraná  á  fines  del  mencionado  mes. 

Los  sucesos  políticos  que  inmediatamente  se  produje- 
ron en  Para^T^uay,  de  los  cuales  hablaré  en  la  sección 
siguiente,  libraron  á  la  Junta  revolucionaria  de  Buenos 
Aires  de  todo  peligro  por  aquel  lado  y  fué  innecesario 
recurrir  á  otra  campaña  para  hacer  triunfar  la  revolu- 
''■'S^i^n  en  la  provincia  paraguaya. 

i 

^  Digitized  by  Google 


D£  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  311 


CXXXin*  —  La  guerra  en  las  ínienétú/6ÍM  del 
N0r(e,  de  im  á 

Ln  victoria  de  Suipacha,  la  ocupación  de  Cotagaita  y 
los  fusilamientos  de  Potosí  (LXIX)  contribuyeron  á  pres- 
tigiar la  revolución  en  las  intendencias  del  Norte  y  á 

inspirar  roníi.iii/a  en  el  triunfo  definitivo,  la  cual  pare- 
cía tanto  iijá«  íundada,  cuantx)  se  suponía  que  España, 
aplicada  toda  á  combatir  la  conquista  francesa,  no  podría 
destinar  ^ércitos  á  la  defensa  de  las  posesiones  de  Amé- 
rica. Este  razonamiento  hubiera  sido  exacto,  si  la  revo- 
lución hubiese  estallado  dos  años  antes,  ó  si  la  guerra 
de  la  independencia  española  hubiese  durado  algunos 
años  absorbiendo  lodas  las  fuerzas  de  la  Península; 
pero  ya  se  ha  visto  que  los  españoles  no  tardaron  en 
conseguir  posición  ventrosa  y  en  poder  atender  á  las 
necesidades  de  la  guerra  americana,  sobre  todo  desde 
que  los  franceses  evacuaron  la  Península. 

En  las  intendencias  sei)tentrionales  del  virreinato  del 
Río  de  la  Plata  se  señaló  el  año  1811  por  una  sola 
acción  de  importancia,  que  es  la  de  Huagui  (26  de 
Junio),  ganada  por  los  españoles.  Las  tropas  revolucio- 
narias quedaron  tan  debilitadas,  que  tuvieron  que  reti- 
rarse hasta  Tucumán,  permiiierido  á  Goyeneciie  que 
dominara  toda  la  región  del  Norte  del  virreinato. 

£1  año  de  1812  se  inauguró  con  otra  victoria  de  los 
españoles,  conseguida  en  Nazareno  (12  de  Enero),  á 
la  í'uaJ  siguió  pronto  el  envío  de  [una  divisi('»n  de  3000 
hoDibrcs,  bajo  las  ordenes  del  general  Tristán,  ({ue  debía 
avanzar  hacia  el  Sud  y  coni  binar  sus  operaciones  coa 
las  fuerzas  de  Montevideo.  Belgrano,  que  había  tomado 
el  mando  del  ^érdto  argentino  (Marzo),  avanzó  $  su 
ves  hacia  el  Norte ;  pero  reconociéndose  impotente  para 
luchar  con  el  general  Tristán  sin  arriesgar  la  suerte  de 


Digitized  by  Google 


312  BOSQUEJO  HISTÓRIOO 

la  revolución,  emprendió  la  retirada  hacia  el  punto  de 
partida,  buscando  un  centro  de  recursos  más  favorable. 
La  vanguardia  española  alcanzó  á  la  retaguardia  argen- 
tina en  las  Piedras,  al  Sud  de  Jujuy,  y  fué  vencida. 
Empero,  esto  ni)  impidió  que  Rpli^rano  siiruiera  su  reti- 
rada, ni  que  Tristán  viniera  tras  el.  Solicitado  el 
primero  por  los  tucumanos  para  que  no  continuara  su 
contramarcha,  y  reforzado  su  ejército  por  caballería 
campesina,  que  por  primera  vez  entraba  á  cooperar  en 
acciones  militaren,  se  resolvió  á  esperar  allí  al  ejército 
enemigo.  Libróse  la  batalla  en  Tuciimán.  La  victoria 
favoreció  esta  vez  á  los  americanos  de  Septiembre) 
en  condiciones  tales,  que  Tristán  tuvo  que  retirarse  con 
los  restos  de  su  ejército. 

Belgrano  {n(^  tras  de  él  durante  el  resto  <1l*1  año  y  en 
los  dos  primeros  meses  de  1813.  Lo  alcanzó  en  Salta  y 
lo  forzó  á  rendirse  (20  de  Febrero).  Bste  desastre 
ind^Jo  al  general  Goyeneche  á  renunciar  el  empleo  que 
desempeñaba,  y  le  sucedió  el  br;;^'^adier  Pezuela,  que 
gozalM  de  reputa^aón  militar.  Belírrano,  alentado  por 
sus  triunfos,  había  avanzado  hasta  más  allá  del  Poto^, 
y  determinado  á  Pezuela  á  abrir  una  nueva  campaña. 
Los  españoles  derrotaron  á  los  americanos  en  Vilcapu^ 
gio  (1"  de  Octut)re)  y  en  Aj/ohio,ia  (14  de  Noviembre), 
obligaron  á  Belpraiio  á  repiegarso  con  los  1000  hombres 
que  le  quedaban,  otra  vez  sobre  Tucumán,  dominaron 
de  nuevo  las  intendencias  del  Norte,  y  se  vinieron 
hasta  Salta,  en  donde  ñieron  tenazmente  hostilizados 
por  las  milicias  gauchas  que  reconocían  en  Martín 
Güemes  su  caudillo. 

San  Martín  fué  nombrado  para  suceder  á  Belgrano. 
Ocupó  el  lugar  de  éste ;  pero,  convencido  luego  de  que 
la  revolución  no  triunfaría  mientras  la  guerra  ftiese 
hecha  con  tropas  improvisadas  y  en  las  reíriones  que 
hasta  entonces  habían  sido  su  teatro,  concibió  un 


Djgitiaed  brGuiS^Ic 


0£  LA  REPÚBLICA  ORIBNTAL  DBL  URUGUAY  313 

nuevo  plan,  renunció  el  mando  y  se  retiró  á  Mendoza, 
como  gobernador  y  capitán  general  de  Cuyo,  para 
consagrarse  á  formar  un  ejército  bien  instituido  y  dis- 
ciplinado. 

Nombróse  entonces  al  general  don  José  Rondeau. 
Avanzó  éste  desde  Tucumán,  y,  como  Pezuela  retroce- 
diese, continuó  sus  marchíis  hacia  el  Norte,  é  inició 
operaciones  en  momentos  en  que  se  sublevaban  los 
indios  de  Pumacagua  (CXXXI).  Viéndose  Pezuela  en 
medio  de  dos  enemigos,  pactó  un  armisticio  con  Ron- 
deau  para  operar  libremente  sobre  Pumacagua;  pero, 
así  que  recibió  el  continii^ente  de  Ramírez,  ordeii<)  <í 
éste  que  íuera  contra  los  peruanos  y  se  volvió  él  contra 
los  argentinos,  á  quienes  deshizo  en  Viluma  ó  Sii)e-sipe 
(28  de  Noviembre)  obligando  á  los  restos  vencidos  á 
retirarse  hasta  Jujuy. 

Nunca  volvieron,  desde  •  luonces,  los  ejércitos  argen- 
tinos á  ocupar  las  intendencias  de  La  Paz,  Cochabam- 
ba,  Chuquisaca  y  Potosí,  las  cuales  fueron  domina- 
das por  los  españoles.  Éstos  emprendieron  varias  expe- 
diciones hacia  el  Sud,  entre  los  afios  1814  y  1816; 
pero  no  consiguieron  pasar  de  la  intendencia  de  Salta, 
porque  aquí  los  contuvo  el  arrojo  de  los  gauchos  de 
Güemes. 

CXXXIT.  -  La  fsem  ca  la  SaNa  Ofiwtal  Ms  lau  luMtft  ISie. 

Rechazadas  las  proposiciones  que  el  Dr.  Passos  hizo  á 
Montevideo  en  nuuibre  de  la  Junta  de  Buenos  Aires  para 
que  se  adhiriese  á  la  revolución  (CXX),  la  Banda  Orien- 
tal se  dividió  en  dos  partidos:  uno,  empeñado  en  defen- 
der la  dominación  española,  que  se  componía  de  la 
población  de  Montevideo  principalmente;  y  el  otro 
compuesto  por  la  población  americana  rural,  que  se 
plegó  á  la  causa  de  Buenos  Aires. 


Digitized  by  Google 


314  BOSwlKJO  HISTÓRICO 

Montevideo  declaró  la  gaerra  á  la  Junta  bcmaerense 
en  Febrero  de  1811,  se  apoderó  Inego  de  la  Colonia  y 

de  Maidunado,  bloqueó  los  puertos  de  la  Banda  Occi- 
dental, y  autorizó  el  corso. 

Pocos  días  después  de  aquella  declaración  se  protmn- 
ció  Mercedes  en  contra  de  la  dominación  española, 
mandó  tropas  el  gobierno  de  Buenos  Aires,  formaron 
en  la  vanguardia  las  milicias  orientales,  y,  tomadas  ya 
San  José,  las  Piedras  y  la  Colonia,  ei  tyercitx)  sitio  á 
Mmtevideo  (I""  de  Junio). 

La  plaza  sitiada  solicitó  entonces  el  auxilio  de  la  prin* 
cesa  Carlota,  invocando  su  interés  en  defenderlos  dere- 
chos de  su  hermano.  El  Regente  envió  á  Diego  de 
Souza  con  un  ejército  (Agosto),  que  inspiró  el  temor  de 
que  aunasen  su  acción  sobre  Buenos  Aires;  por  un  lado 
Goyeneche  que,  victorioso  en  Huaqui  y  dominador  del 
Alto  Perú,  podía  correrse  al  Siid,  solo  ócombiiiMiido  su 
moviniioiito  con  el  de  fuerzas  procedentes  de  Chile  ;  y 
por  otro  lado  la  escuadra  de  Montevideo  y  los  ejércitos 
unidos  de  la  Banda  Oriental  y  del  Brasil»  Este  plan, 
cuya  reah'zación  hubiera  concluido  con  la  revolución  de 
Buenos  Aires,  fué  concebido:  pero  el  ministro  inglés 
acreditado  en  Río  de  Janoiro  impidió  que  se  llevara  á 
cabo,  mediando  para  que  los  beligerantes  celebraran  un 
armisticio  (20  de  Octubre)  á  consecuencia  del  cual  se 
retiraron  el  ejército  portugués  al  Brasil  y  el  argentino 
á  la  Banda  Occidental,  y  se  esuiLlcrieron  relaciones 
cordiales,  en  el  concepto  de  que  los  americanos  segui- 
rían gobernando  en  la  Banda  Occidental  y  los  espafiioles 
en  la  oriental. 

Este  arreglo  no  tuvo  Rectos  duraderos.  Rotas  las 
relaciones  durante  el  año  1812,  se  organizó  en  Entre- 
ríos  un  ejército,  el  cual  atravesó  el  l^rufruay  (12  de  Octu- 
bre), triunfó  en  la  acción  del  Cernía  (31  de  Diciembre)  y 
puso  sitio  por  segunda  vez  á  la  plaza  de  Montevideo. 


Digitized  by  Goo; 


DE  LA  REPÚBUCA  ORLEKTAL  DEL  URUGUAY  315 

Los  sitiados  recibieron  de  España  200U  hombres  en 
los  meses  de  Agosto  y  Septíembre  de  1813;  losiadepen* 
dientes  improTisaroii  y  confiaron  á  Brown  una  escoa. 
drílla,  con  la  cual  bloquearon  la  plaza  (Abril  de  1814) 

y  dominaron  la  escuadra  española  (14  de  Mayo).  Cerca- 
dos los  realistas  por  mar  y  tierr;i,  sin  esperanzas  de 
triunfar  é  imposibilitados  de  recibir  víveres,  se  rindie- 
ron al  general  Alvear  mediante  una  capitulación  (20 
de  Junio). 

Cesó  en  este  día  para  siempre  la  dominación  (¿ue  los 
españoles  ejercieron  en  el  Río  de  la  Plata. 

CXXXY«  —  La  gaem  Ae  la  independenda  eontni 
B9•al^  desie  m7  hasta  182a. 

Lo  expuesto  en  la  presente  sección  enseña  que  para 
fines  de  1816  habían  triunfado  completamente  los  espa- 
ñoles en  algunas  regiones  de  América  y  que  la  causa  de 
loa  americanos  desfallecía  de  modo  notable  en  las  demás 
rumies,  excepto  en  el  Río  de  la  Plata.  Era  tácll  presu- 
mir que  el  poder  de  España  se  dirigiría  antes  de 
mucho  contra  Buenos  Aires  y  sus  dependencias.  La 
grande  expedición  con  que  Morillo  fué  á  \Y'nezueia  en 
1815  había  sido  preparada  para  el  Rio  de  la  Plata;  y, 
si  entonces  no  pudo  ese  ^ército  aplicarse  al  ñn  con  que 
había  sido  organizado»  nada  obstaba  á  que  el  pensa^ 
miento  del  Gobierno  español  se  realizase  ahora.  Se  sen- 
tía la  imposibilidad  de  resistir  con  rxito  á  Uil  operación 
y  ios  ánimos  mejor  templados  empezaban  á  preocuparse 
p<tf  la  suerte  de  la  América. 

Tal  íüé  el  momento  en  que  San  Martín  decidió  llevar 
la  ^"-iicn  a  al  centro  mismo  de  los  recursos  que  el  ene- 
migo tenía  en  América,  es  decir,  al  Perfi,  apoderándose 
desde  luego  de  su  opulenta  capital.  Podía  tomar  el 
camino  del  Norte,  ya  trillado  en  anteriores  campañas. 


Digitized  by  Google 


316  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

Ó  el  del  mar  Pacíñco,  pasando  por  Chile.  Optó  por  este 
último.  £1 17  de  Enero  de  1817  emprendió  la  marcha; 
su  pequeño  ejército,  dividido  en  dos  cuerpos,  atravesó 

la  coiíiillera  de  los  Andes  por  los  pasos  de  Uspaliata  y 
de  los  Patos;  se  reunió  en  el  valle  de  Acoaca^^ua  en  los 
primeros  días  de  Febrero;  triunfó  en  Chaccíbuoo  el  U 
del  mismo  mes ;  filé  sorprendido  y  disperso  en  Cancha- 
rayada  el  19  de  Marzo  de  1818;  pero,  rehecho  en 
seg-iiida,  ol)tuvo  el  5  de  Abril  la  esplendida  victoria  de 
Maipa,  que  dejó  á  Chile  dueño  de  sus  destinos  para 
siempre. 

En  Agosto  de  1820  partió  de  Chile  con  un  ejército  de 

de  argentinos  y  chilenos ;  desombareó  en  Perú  en  Sep- 
tiembre, y  tonii)  á  Lima  en  Julio  de  1821. 

Mientras  San  Martín  obraba  en  Chile,  Bolívar,  que 
se  había  retirado  vencido  á  Jamaica  y  á  Haití,  invadió 
otra  vez  el  territorio  de  Venezuela  y  adelantando  entre 
derrotas  y  victorias,  hizo  proclamar  l;i  ropúblicá  vene- 
zolana en  1818,  pasó  A  Nueva  Granada,  unió  los  dos 
países  en  un  solo  estado  bajo  la  denominación  de  Eepár 
blica  de  Colombia  (1819),  y  volvió  á  Venezuela  para 
prose^ír  acá  la  guerra. 

Así  como  San  Martín  había  concebido  su  plan  de  ir 
á  combatir  la  dominación  española  en  el  mismo  centro 
de  su  poder  americano,  para  obUgar  al  enemigo  á  reti- 
rarse de  las  intendencias  septentrionales  del  Río  de  la 
Plata;  Pezuela,  que  había  sido  nombrado  virrey  dd 
Perú,  pensaba  que  el  mejor  medio  de  impedir  á  San 
Martín  que  Secutase  su  proyecto  era  traer  la  guerra 
hasta  Buenos  Aires.  £1  general  don  José  de  la  Serna, 
que  había  tomado  el  mando  militar  del  Alto  Perú, 
aumentando  las  fuerzas  con  otras  que  había  traído  de 
España,  abrió,  pues,  en  Enero  de  islT  la  campaña 
ideada  por  Pezuela,  enviando  delante  de  sí  la  vanguar- 
dia b^o  las  órdenes  de  Olañeta.  La  expedición  avanzó 


DE  LA  REPCbUCA  ORIENTAL  i>£L  LKLüUAY  317 

lachando  con  mochas  dificultades  y  se  apoderé  suceei* 

vamente  de  Jujuy  y  de  Salta. 

La  Serna  debía  seguir  á  Tucumán,  auxiliado  por 
refuerzos  que  había  recibido ;  pero  la  noticia  de  que  San 
Martín  habla  triuníado  en  Chile,  la  hostilidad  tenas  é 
implacable  de  los  gauchos  de  Güemes,  y  también  él 
haber  sabido  que  fuerzas  argentinas  habían  penetrado 
en  el  Alio  Perú  y  >ubievaban  sus  poblaciones,  decidie- 
ron á  La  Serna  á  desistir  de  llevar  adelante  sus  opera- 
ciones y  á  retirarse  á  su  punto  de  partida. 

Coando  llegó,  con  sus  tropas  y  bagsyes  muy  dismi- 
nuidos, sonaba  por  todas  partes  el  noiübre  de  Lain  idrid, 
jefe  de  las  fuerzas  argentinas  que  habían  invadido  las 
intendencias  del  Norte.  Había  obtenido  ventajas  impor- 
tantes; pero,  derrotado  luego,  tuvo  que  retirarse  á  su 
vez  y  los  realistas  quedaron  dominando  aquella  comarca. 

Esa  dominación  era  ¡)erturbada,  empero,  incesante- 
mente por  partidas  de  americanos»  muchas  de  ellas 
procedentes  de  Jiyuy  y  de  Salta,  que  llevaban  á  los 
realistas  ataques  imprevistos  y  les  impedían  obrar  con 
libertad  y  tener  ase^^-irada  su  alimeniación.  La  necesi- 
dad de  alejar  tan  muleríios  enemigos  y  de  proporcio- 
narse víveres  indico  á  La  Sorna  á  disponer  que  Olafieta 
y  Yaldés  entrasen  en  el  territorio  de  Ji^uy  á  principios 
de  1818,  y  Olañeta  y  Cantírac  en  1810;  pero  estas  ope- 
raciones carecieron  de  proi>üSÍLü  u^ausceiideiiial  y  de 
verdadera  imporiancia.  Todavía  en  18JU  se  dispubu  el 
general  don  Juan  Ramírez,  sucesor  de  La  Serna,  llevar 
una  campaña  á  Jiiguy  y  Salta ;  más  no  se  lo  permitieron 
las  ventajas  que  San  Martín  conseguía  en  el  Perú,  las 
cuales  obIi¿^aiun  ai  virrey  Pezuela  á  oponerle  toda¿>  las 
tuerzas  que  leaia  disponibles. 


Digitized  by  Google 


I 
I 


318  BOSQUEJO  HISTÓRICO 


CXXXn.  —  La  fi€m  «Mtr»  la  Mafiftrta  portufueM, 
Ma  1817  tete  182D 

Los  argentinos  dominaban,  pues,  sin  dificult.id  todo 
el  territorio  que  se  extiende  al  Sud  de  Jujuy ;  pero  divi- 
didos y  debilitados  por  incesantes  luchas  internas,  no 
pudieron  impedir  que  los  portugueses  aprovecharan 
este  estado  de  anarquía  para  apoderarse  de  la  Banda 
OhentaL  Penetraron  en  ell.a  por  %'arios  puntos  en  1816. 
La  división  de  Lecor,  que  invadió  i>or  el  Sudeste,  mar- 
chó en  dirección  á  Montevideo  y  tuvo  la  fortuna  deque 
el  Cabildo  y  el  pueblo  de  esta  ciudad  salieran  á  recibirle 
con  grm  solemnidad  y  extremado  entusiasmo  (20  de 
Enero  de  ISIT).  La  división  de  Cur  ulo  penetró  por  el 
Norte  y  luchó  con  ios  campesinos  é  iiuii^^enas  del  país, 
de  £Qü*e-rios  y  de  Corrientes,  hasta  iS2ú,  en  cuyo  ailo 
quedó  terminada  la  conquista  y  asegurada  la  paz  de 
esta  provincia,  que  en  adelante  se  apellidó  cisplatíiM. 

SECCIÓN  11 

I 

Sucesos  poiiiicos  desde  1820 

I 

CXXXYU,  —  La  poliUe«  en  el  Parafuaj  (1811-1830) 

Las  proposiciones  de  paz,  amistad  y  comercio  que  ¡ 
Belgrano  había  hecho,  antes  de  abandonar  el  Paraguay 
al  jefe  que  lo  había  atacado  en  el  Tacuari,  c^n  el  ánimo 
de  divulgar  entre  sus  oficiales  y  soldados  paraguayos 
ideas  de  independencia  fueron  conocidas  inmediata- 
mente y  dieron  el  resultado  que  el  autor  había  tenido 
en  vista  (CXXXII).- 

£n  cuanto  aquellos  oficiales  llegaron  á  la  Asunción 


Digitized  by  Google 


DE  lA  R£PÜBUCA.  ORIKMXAL  DEL  URUGUAY  319 

coriiuiiicaron  sus  nuevas  ideas  a  varios  personas 
influyentes;  éstas  las  apoyaron  y  ordenaron,  y  la  guar- 
nición se  proauació*  £1  gobernador  no  opuso  resisten- 
da;  por  manera  que  los  revolucionarios  pudieron  cons- 
tituir un  gobierno  provisional,  compuesto  del  mismo 
ex-go  be  mador  Velasco,  el  doctor  José  Gaspar  de  Fran- 
cia y  don  Juan  V.  Zebalios,  el  cual  convocó  una  Asam- 
blea de  diputados. 

Esta  asamblea»  instalada  á  mediados  de  Junio  (1811) 
declaró  que  el  Paraguay  se  gobernaría  á  sí  propio  y 
enviaría  dipuiaJos  á  la  Junta  de  Buenos  Aires,  cuyas 
leyes  y  decretos  no  obligarían  al  Paraguay  sino  después 
que  ñiesen  aprobados  por  la  asamblea  general  de  esta 
provincia.  Es  decir  que  los  paraguayos,  al  emanciparse 
del  poder  español,  asumieron  su  autonomía  interna  y 
conservaron  con  Buenos  Aires  las  relaciones  propias 
de  una  coníéderación,  las  cuales  fueron  consagradas  en 
un  tratado  que  los  gobiernos  de  ambos  países  celebra- 
ron el  12  de  Octubre. 

Una  segunda  asamblea,  reunida  dos  años  después, 
declaró  rescindido  ese  tratado,  constituyendo  de  hecho 
la  independencia  del  Paraguay ;  abolió  el  triunvirato  y 
lo  sustituyó  por  dos  cdnsuleSt  que  lo  íberon  el  Dr.  Fran- 
cia y  don  Fulgencio  Yegros.  El  Dr.  Francia  tuvo  tanto 
ascendiente  respecto  de  su  coleara,  que  fué  el  verdadero 
gobernante,  aunque  cuidara  de  nu  parecería.  IIal)iendo 
este  político  astuto  conseguido  que  el  congreso  de  1814 
se  compusiera  principalmente  de  parciales  sayos»  se 
hi£0  nombrar  dictador  único  por  5  afios ;  gobernó  satis- 
fictoriamente  y  se  sirviu  de  la  coníianza  que  inspirara 
para  que  el  congreso  de  18it>  lo  nombrase  dictador 
perpetuo. 

Desde  este  momento  gobernó  tiránicamente ;  seimpuso 
á  todos  por  el  terror  y  aisló  el  Paraguay  del  mundo 

entero,  privándolo  absolutamente  de  toda  comunica- 


Digitized  by  Google 


320  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

ción,  porque  no  cundiesen  entre  sus  habitantes  las 
ideas  liberales  y  el  espíritu  deiiiocrático  de  otros  pue- 
blos, y  principalmente  las  ideas  y  las  prácticas  revolu- 
cionarías de  las  provincias  argentinas  (1). 

CXXXTm.     Orados  de  elTflIzaeióii  iel  Bfo  de  1a  Plata, 

de  XHU  á 

Sería  imposible  tener  un  concepto  claro  y  verdadero 

de  los  hechos  políticos  que  se  sucedieron  en  el  Río  de 
la  Plata  desde  1*^11  hasta  1820,  si  no  se  conociesen  el 
grado  de  civilización  del  pueblo  y  sus  tendencias  con- 
génitas.  £8ta  consideración  me  determina  á  darlos  á 
conocer  desde  luego,  aunque  con  menos  latitud  que  la 
dada  á  este  mismo  asumo  en  la  parte  relativa  á  la 
Banda  Oriental. 

La  población  era  urbana  y  rural»  ambas  muy  diferen- 
tes entre  sí«  La  rural,  compuesta  de  naturales,  mestizos 
y  criollos  principalmente,  era  la  más  ignorante  y  la  de 
más  incultas  costumbres.  Los  naturales  eran,  en  frmn 
parte,  salvajes,  y,  pór  lo  tanto,  carecían  en  absoluto 
de  las  ideas  y  de  los  hábitos  morales  y  jurídicos  cuyo 
régimen  constituye  en  los  centros  civilizados  el  consor- 
cio del  orden  con  la  libertad  individual.  No  respetaba» 
la  autoridad  {)riblica,  ni  el  honor,  ni  la  vida,  in  la  iraii-  1 
quilidad,  ni  la  propiedad  ;  disponían  de  personas  y 
cosas  á  su  antojo,  y  siempre  con  formas  groseras,  á 
menudo  crueles. 

Los  criollos  y  mestizos  que  habitaban  en  los  campos 
tenían  costumbres  menos  primitivas  que  los  naturales 
de  quienes  acabo  de  hablar;  pero  eran  muy  ignorantes  > 
también,  y  muy  ineducados.  Aventajaban  á  los  salvtges 
en  que  aprovechaban  algo  más  las  indusüias  de  los 

(i)  Fraofiia  gobernó  asi  baila  el  «fio  1810. 


Digitized  by  Goo^ifiJ 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  321 

pueblos  civilizados  en  el  vestir,  en  su  alimentación  y  en 

su  vivienda;  pero  tenían  igual  desprecio  por  el  orden 
regular  propio  de  la  civilización,  por  los  atributos  físi- 
cos y  morales  de  las  personas,  y  por  la  propiedad.  No 
acostumbraban  dirigir  su  conducta  por  la  razón*  sino 
que  seguían  ciegamente  los  impulsos  de  sus  pasiones 
torpes  ó  de  sus  necesidades  fortuitas,  complaciéndose 
en  abusar  de  su  fuerza.  Estas  poblaciones  bárbaras  no 
se  contenían  por  otra  causa  que  la  impotencia,  pues  el 
temor  les  era  casi  desconocido.  En  cambio  infundían  el 
terror  y  lo  explotaban  sin  el  menor  miramiento. 

Las  pobUciones  urbanas  tenían  ideas,  sentimientos  y 
costumbres  más  morigeradas  y  regulares  incompara- 
blemente; pero  distaban  mucho  unas  de  otras  bajo  el 
respecto  de  la  civilización.  Las  pequeñas  ciudades  y 
pueblos  del  interior  conocían  la  obediencia  á  la  autori- 
dad y  el  respeto  de  las  personas  y  de  las  cosas,  pero 
dentro  de  límites  restringidos.  Sus  costumbres  eran 
sencillas  y  rústicas;  carecían  do  todo  refinamiento;  y, 
siendo,  además,  extrema  la  ignorancia,  las  pocas  rela- 
ciones sociales  que  se  observaban  se  debían  al  bábito 
impuesto  por  los  gobiernos;  por  manera  que  quedaba 
ancho  espacio  para  que  los  individuos  obraran  libre- 
iiieiite. 

Según  se  acercaban  los  pueblos  á  Buenos  Aires  ó  á 
Montevideo»  y  según  aumentaban  en  habitantes  y  en 
comercio,  su  grado  de  civilización  avanzaba,  se  compli- 
caba, y  ganaba  en  delicadeza.  Los  tres  centros  más 

cultos  del  Río  de  la  Plata,  (prescindiendo  del  Alto  Perú), 
-eran  Buenos  Aires,  Montevideo  y  Córdoba,  pues  en 
estas  ciudades  se  concentraban  principalmente  el 
talento,  el  saber,  el  comercio,  las  industrias,  las  altas 
fíinciones  de  gobierno  y  la  cultura  de  las  relaciones 
privadas,  así  como  á  ellas  ailuí m  l:is  personas  y  fami- 
lias de  posición  más  ó  menos  encumbrada,  de  más  ó 

21 


Digitized  by  Google 


322  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

menos  significación  que  procedían  de  Europa,  de  Rio 

de  Janeiro  ó  de  Estados  Unidos. 

Puoíle  decirse,  pues,  que  iiabía  en  el  Río  de  laPlaiü 
dos  grados  extremos  de  cultura  humana:  el  entera- 
mente salvqje^  que  era  el  grado  mínimo,  y  el  entera- 
mente cMHzado,  que  era  el  grado  máximo.  Entre  estos 
dos  grados  había  otros  dos;  el  bárbaro,  que  se  acoroaba 
mucho  al  salvaje,  y  el  semi-civüizadOy  que  se  aproxi- 
maba al  civilizado.  Los  salvajes  y  los  bárbaros  compo- 
nían la  mayoría  de  la  población  rural;  los  semi-civiU- 
zados  componían  la  población  urbana. 

Los  centros  civilizados  del  Río  de  la  Phita  tenía:, 
dentro  de  sí  el  brillo,  la  elevaoiuii  moral  y  el  desenvol- 
vimiento intelectual  de  las  ciudades  europeas,  y  dife- 
rían inmensamente,  por  lo  tanto,  de  las  muchedumbres 
bárbaras  y  salvajes,  que  mxi  la  negación  encarnada 
de  todos  los  principios  económicos,  morales  y  jurídicos 
que  regían  á  los  pueblos  civilizados. 

Se  sigue  de  lo  expuesto  que  el  estado  general  de  la 
civilización  del  Río  de  la  Plata  no  difería  esencialmente  I 
del  estado  de  la  civilización  particular  del  Uruguay,  que 
con  latitud  he  descripto  en  el  libro  segundo. 

CXXXK*  —  Tendencias  centralistas  j  leeallataa* 

La  gran  diferencia  de  civilización  que  acabo  de 
hacer  notar,  no  impidió  que  constautenieiite  obrara  ea 
todas  las  clases  del  pueblo  ua  sentimiento  vigoroso  y 
tenaz,  en  virtud  del  cual  se  consideraban,  salvaos,  bár^ 
baros  y  civilizados,  hyos  de  una  misma  patria,  miem- 
bros de  un  solo  cuerpo,  esto  es,  argentinos. 

Con  todo,  no  debe  inferirse  que  en  esta  unidad  de 
ftenümiento  patrio  se  confundían  todos  los  sentimientos 
de  carácter  político.  Los  salvajes,  que  siempre  habían 
formado  numerosas  tribus  independientes,  tenían  la 


Digitized  by  Google 


BE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  323 


costumbre  secular  de  crear  su  cacique  y  de  obedecer  á 
él  solo  dentro  del  territorio  que  temporaria  6  perma- 
nentemente  ocuparan.  Aun  cuando  las  necesidades  de 
la  guerra  los  obligara  á  unirse  con  otras  tribus,  cada 
una  conservaba  su  personal  i  dad  y  su  orí^anización.  No 
concebían,  pues,  estos  pueblos  la  fusión  de  tribus  en 
una  gran  colectividad,  ni  que  los  caciques  nombrados 
por  ellos  flieran  sustituidos  por  fimcionarios  que  per- 
sonas extrañas  les  impusieran,  ni  que  la  voluntad  indi* 

vidual  de  cada  salvaje  fuera  siiitlaiitada  por  la  voluntad 
de  terceros,  sobre  todo  si  estos  les  eran  descunocido^. 
£1  saivige  era,  pues,  por  sus  ideas  arraigad¿is  y  por  sus 
inveterados  hábitos»  eminentemente  localista  ó  indivi- 
dualista intransigente. 

Los  bárbaros,  clase  formada  durante  la  dominación 
española,  no  coui¡>usieron  trilius  ni  tuvieron  oacituies; 
pero  su  género  de  vida  los  habituó  á  mirar  su  voluntad 
como  razón  suprema  de  sus  actos,  á  odiar  á  todo  fun- 
cionario impuesto  que  veníera  á  restringir  su  autono* 
mía  personal,  y  á  reconocer  la  autoridad  moral  de  los 
individuos  de  su  clase  i^ue  se  distinguieran  por  la  auda- 
cia, por  la  bravura  ó  por  la  inteligencia.  Dependiendo, 
por  otra  parte,  la  facilidad  y  el  éxito  de  sus  empresas 
del  conocimiento  del  terreno  y  de  las  relaciones  que 
tuvieran,  la  necesidad  y  el  sentimiento  se  unían  para 
hacerles  (¡uerer  especialmente  la  región  en  que  se 
habían  criado,  que  conocían  palmo  á  palmo  y  en  que  se 
reunían  todas  las  condiciones  de  su  existencia  desor- 
denada. £1  bárbaro  era,  pues,  tan  regionario  é  indivi- 
dualista como  el  salvaje. 

Los  pueblos  civilizados,  íí  su  vez,  se  habituaron  al 
gobierno  semi-autónonio  de  los  cabildos  y  de  las  inten- 
dencias, el  cual,  si  bien  no  ñivoreció  el  desarrollo  del 
individuahsmo,  y  acostumbró  á  reconocer  y  á  respetar 
la  autoridad  de  funcionarios  centrales,  engendró  el>en- 


Digitized  by  Google 


324  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

ümiento  de  las  entidades  locales,  se  llamasen  pueblen 
ó  provincias,  y  formó  el  hábito  de  considerar  estas  divi- 
siones administrativas  como  unidades  políticas  organi- 

zñ(\f\%  en  la  unidad  total  del  virreinato.  De  aquí  queloi 
liuei)los  civilizados  tuviesen  ideas,  sentimientos  y  hábi- 
tos de  subordinación  á  una  autoridad  ceutral  á  la  ve¿ 
que  ideas,  sentimientos  y  hábitos  de  autonoinfa  regio- 
nal, en  cuyo  último  concepto  concordaban  con  el  modo 
de  ser  de  las  poblaciones  bárbaras  y  salvajes  tanto  como 
en  ol  j>rimero  diferían. 

La  masa  de  la  población  bonaerense  participaba  de 
las  ideas  y  hábitos  regionistcLS  de  las  demás  poblaciones 
civilizadas,  porque  recibió,  como  las  otras,  el  inflijo  de 
las  práctica^  iiiunicipales.  Pero,  si  bien  tenía  también, 
y  en  alto  grado,  el  sentimiento  do  la  un  dad  total  admi- 
nistrativa, no  era  igual  ai  de  los  otros  pueblos.  Así  como 
éstos  habían  recibido  de  más  ó  menos  lejos,  y  sieDapfS 
indirectamente,  el  impulso  del  poder  central,  el  bonae- 
rense  tuvo  ese  poder  en  su  propio  seuo  desde]  que  se 
instituyó  el  virreinato  del  Río  de  la  Plata,  y  no  sólo  ¿t* 
acostumbró  á  ser  gobernado  directamente  por  él,  sino 
también  á  ver  que  desde  el  palacio  real  de  Buenos  Aires 
se  gobernaba  á  todas  las  intendencias.  Así,  pues,  mien- 
tras la  práctica  de  ia  adiiiiiüstración  local  lo  determi- 
naba á  considerar  á  Buenos  Aires  y  su  jurisdicción  con 
personalidad  propia,  con  autonomía  interna,  y  la  prác- 
tica de  la  administración  general  le  hizo^concebir  el  vi- 
rreinato como  un  todo,  complejo  sí,  pero  indivisible,  su 
condición  constante  de  pueblo  cnpitaleño  lo  lamiliariz<5 
con  la  idea  de  la  preeminencia  administrativa  de  Bue- 
nos Aires  y  le  inoculó  la  creencia  de  que  había  de  par- 
tir de  allí  necesariamente  toda  dirección  general. 

No  era  ésta  la  única  diferencia  en  el  modo  de  conce- 
bir el  gobierno  central.  La  constitución  del  virreinato 
había  sido  uoitaria :  centialista  en  las  altas  funcioneSt 


Digitized  by 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  325 


descentralizada  en  las  b¿yas.  Gomo  que  los  pueblos 
veían  y  tocaban  esta  última  parte  mucho  más  que  la 

primera,  fué  débil  en  ellos  el  sentimiento  do  i¿i  centra- 
lización y  fuerte  el  sentimiento  contrario,  en  cuanto  se 
debió  al  iníliv¡o  de  los  hechos  que  constituyeron  las  expe- 
riencias y  prácticas  constantes.  Pero,  como  los  hombres 
superiores  que  había  en  el  seno  de  esos  mismos  pueblos 
percibiún  los  mismos  hechos  que  las  muchedumbres,  y 
además  las  relaciones  con  el  gobierno  central  (}ne  éstas 
confusamente  vislumbraban,  no  tuvieron  nunca  ideas 
descentralistas  tan  vigorosas  y  exclusivas  como  la 
mayoría  de  sus  comprovincianos. 

Buenos  Aires  difería  también  bajo  tal  respecto  de  los 
otros  pueblos  civilizados,  por  la  fuerza  natural  de  los 
hechos.  Sus  habitantes  aprendieron  á  distinguir  la  admi- 
nistración local  de  la  general;  pero,  como  ambas  se 
ejercían  diariamente  á  su  vista,  tan  acostumbrados 
estaban  á  una  como  á  la  otra,  cuya  circunstancia  fué 
causa  de  que  el  pueblo  porteño  no  fuera  exclusiva- 
mente centralista,  ni  exclusivamente  descentralista, 
sino  que  participaba  de  ambas  tendencias,  en  mayor  ó 
menor  grado,  según  fuesen  la  cultura  intelectual  y  el 
medio  social  á  que  las  clases  pertenecían. 

CXL.  ^  Unitarios  y  federales  en  1811 

Las  tendencias  populares  de  que  he  dado  breve  Idea 
se  manifestaron  en  actos  políticos  de  importancia  desde 

que  se  inició  la  guerra  por  la  independencia.  Habiendo 
estallado  en  Buenos  Aires  la  revolución  que  abolió  el 
virreinato,  necesario  fué  que  la  primera  autoridad  revo- 
lucionaria se  constituyese  en  Buenos  Aires,  con  hombres 
allí  residentes.  Y,  como  el  movimiento  no  tuvo  un  fin 
local,  sino  que  se  propuso  transformar  el  estado  político 
de  todo  el  Río  de  la  Plata,  natural  fué  también  que  la 


Digitized  by  Google 


326  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

autoridad  revolucionaria  asumiese  poderes  generales,  y 
llevase  su  acción  á  todos  los  puntos  del  extingoiéo 
virreinato. 

Esto  poder,  si  Ijien  estaba  justificado  por  \ci  necesi- 
dad, lo  estaba  á  condición  de  ser  ratiíicado  y  de  que  no 
subsistiera  sino  mientras  los  pueblos  del  Rio  de  la  Plata 
constituyesen  un  gobierno  según  su  voluntad.  Com- 
prendiéndolo  así  la  Junta  del  25  de  Mayo,  se  apresuró 
á  solicitar  el  reconocimii uto,  que  todas  las  provincias 
le  prestaron,  y  á  convocar  una  asamblea  de  diputados 
de  todos  los  pueblos  que  se  hubiesen  adherido  á  la 
revolución,  para  que  dictara  una  carta  flindamental  y 
organizara  las  funciones  administrativas  (XLIX). 

Llegaron  de  provincias  para  el  mes  do  Diciembre 
(1810),  doce  diputados  elegidos  por  los  cabildos;  es  decir, 
por  los  cuerpos  en  que  con  más  íUerza  obraba  el  espí- 
ritu localista.  Al  tratarse  de  instalar  la  asamblea 
constituyente  se  notó  que  estos  diputados  pretendían 
agrouarse  á  la  Junta  para  ejercer  no  sólo  facultades 
constitutivas,  sino  también  las  ejecutivas  que  la  Junta 
ejercía,  porque  entendían  que  toda  la  suma  del  poder 
público  debía  pertenecer  desde  lue^o  á  todo  el  país,  y 
ser  desempeñado  por  sus  representantes. 

El  presidente  Saavedra  y  otros  individuos  de  la  Junta 
se  adhirieron  al  ])arecer  de  los  diputados  provincianos; 
el  secretario  Mariano  Moreno  y  otros  se  opusieron, 
alegando  que  se  había  convocado  una  asamblea  consti- 
tuyente, no  una  asamblea  ejecutiva,  y  que  sería  una 
monstruosidad  confiará  un  congreso. numeroso  el  ejer- 
cicio del  poder  ^ecutivo,  sobre  todo  de  un  poder  ejecu- 
tivo revolucionario  que  necesitaba  obrar  con  mucho 
vigor,  gran  rapidez  y  unidad  de  vistas.  Pero  estos  moti- 
vos, si  ]»ien  atendibles,  no  eran  los  que  más  determina- 
ron la  desinieligencia.  Lo  que  había  más  transcendental 
era  que  la  Juuta  se  componía  casi  completamente  de 


Digitized  by  GoogI( 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  327 


porteños  y  los  provincianos  querían  intervenir  y  preva- 
lecer; era  también  que  Moreno,  aunque  profesaba  las 
doctrinas  del  federalismo,  pensaba  que  este  sistema  no 
debería  adoptarse  mientras  el  país  estuviera  necesitado 
de  desplegarla  mayor  energía  en  la  guerra  por  la  inde- 
pendencia, al  paso  que  sus  opositores  venían  animados 
por  el  concepto  de  que,  abolidas  las  viejas  instituciones 
los  pueblos  no  tenían  superiores  á  sí  mismos,  habían 
adquirido  su  autonomía  y  tenían  el  derecho  de  conser- 
yarla  y  de  hacerla  valer. 

La  íiracción  encabezada  por  Moreno  jfüé  vencida  en  el 
seno  de  la  Juiua  constituida  el  25  de  Mayo ;  ingresaron 
los  doce  diputados  provinciales,  y  Moreno  renunció  el 
puesto  que  ocupaba  (2  de  Enero  de  1811),  La  Junta 
quedó  compuesta,  pues,  por  una  pequella  minoría  uni- 
taria y  por  una  mayoría  federalista,  la  cual  comenzó 
sin.  demora  á  obrar  ile  acuerdo  con  sus  ideas.  Uno  de 
los  ]>rimoros  actos  do  esta  asamblea  fué  decretar  que  los 
antiguos  gobernadores  fuesen  reemplazados  por  juntas, 
dotadas  con  las  atribuciones  que  aquéllos  habían  tenido, 
y  que  esas  juntas,  que  residirían  en  la  capital  de  las 
provincias  respectivas,  fuesen  elegidas  por  éstas.  El 
derecho  electoral  no  pertenecería,  por  otra  parte,  á  una 
clase  de  pueblo  desde  entonces,  sino  que  lo  ^ercerían 
liasta  los  indios  (10  de  £nero). 

Los  que  pensaban  como  Moreno  se  consagraron  á 
difundir  sus  ideas  por  la  prensa  aumentando  la  actividad 
de  la  Sociedad  patriótica,  fundada  en  1810,  la  cual  se 
ocupó  en  sesiones  públicas  de  asuntos  de  interés  gene- 
ral, aunque  sin  el  propósito  de  derrocar  por  la  fuerza  la 
situación  creada  en  Diciembre  del  año  anterior.  Tenüe* 
ron,  sin  embargo,  los  federalistas  que  tal  propaganda 
pusiera  en  peligro  la  duración  de  su  poder  ;  y,  habién- 
dose resuelto  A  asegurar  su  posición  por  la  violencia, 
organizaron  un  pronunciamiento  de  pueblo  inculto  y  de 


Digitized  by  Google 


92S 


BOSQUEJO  HISTÓRIOO 


tropas,  que  estalló  en  la  noche  del  5  al  6  de  Abril  y  i 
exigió  que  flieran  separados  de  la  Junta  ios  cuatro  uiú-  I 
taños  que  en  ella  habían  quedado,  y  que  se  desterrasen  1 

varias  personas  conspicuas  de  la  ciudad,  que  como  I 
aquellos  cuatro  opinaban.  Así  se  hizo,  sin  pensar  en  | 
las  pasiones  que  nacerían,  ni  en  las  consecuencias  que 
podrían  seguirse. 

Pocos  días  después  se  cumplían  órdenes  de  la  misma 
Junta  sustituyendo  al  unitario  Bel^ano  por  el  fe<iera- 
lista  Rondeau  en  el  mando  del  qjército  que  se  organizaba 
en  la  Danda  Oriental  para  oponerlo  á  los  realistas  de 
Montevideo,  y  realizando  otro  de  no  menor  transcen- 
dencia. Artigas,  que  había  desertado  del  ejército  español 
por  desavenencias  con  su  jefe  (CVIII),  y  presentíidose 
á  la  Junta  á  principios  del  año  (1811),  fué  nombrado 
para  que  cooperase  en  la  sublevación,  ya  comenzada, 
de  las  poblaciones  campesinas  de  la  Banda  Oriental,  en 
cuyo  encargo  decidió  la  consideración  de  que,  por  ser 
prestip"ioso  el  oíicial  de  lílnndenirues  entre  aquellas 
gentes,  y  nacido  en  el  mismo  territorio,  era  el  más  indi- 
cado para  atraer  á  las  muchedumbres  bárbaras  y  sal- 
riges  y  para  encabezar  el  poder  localista  que  aqueUas 
masas  de  población,  á  la  par  que  todas  las  argentinas 
análogas,  representaban.  Como  Artigas  desempeñara  su 
cometido  á  satisíacción  de  la  Junta,  decidió  ésta,  en 
consonancia  con  sus  ideas  de  federación,  que  los  uru- 
guayos formaran  en  la  vanguardia  del  ejército  que  Bel- 
grano  había  empezado  á  organizar,  y  que  Artigas  fuera 
el  jefe  de  ellas.  Así  sucedió  que,  al  tomar  Rondeau  el 
mando  superior,  lo  presentó  como  comandante  de  las 
milicias  orientales ;  y  presidiendo,  por  lo  mismo,  un 
grupo  de  combatientes  distinto  de  los  demás,  cuya  dis- 
tinción se  definía  ]>or  sus  caracteres  locales.  Artigas  fué 
destinado,  pues,  por  la  Junta  de  Buenos  Aires,  para  que 
encarnara  en  su  patria,  desde  el  primer  día  de  su  apa- 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URÜGÜAY  329 

rición  en  la  escena  revolucionaria,  las  tendencias  des- 
centralistas  ó  federalistas  que  ella  representaba  desde 
fines  del  año  anterior,  y  que  quería  hacer  prevalecer 
en  la  constitución  argentina. 

Entretíinto  la  Junta  se  desautorizaba  por  la  falta  de 
nervio  en  la  dirección  de  la  guerra  y  por  ios  desacici  tos 
que  cometía,  defectos  debidos  principalmente  cá  su  com* 
posición  numerosa  y  heterogénea ;  y  la  necesidad  de  un 
cambio,  sentida  por  todos,  se  impuso  al  saberse,  tras  la 
desgraciada  terminación  de  la  campaña  del  Paraguay, 
el  desastre  de  Huaqui.  Cc< Hondo  entonces  la  Junta  á  la 
presión  de  las  circunstancias»  resolvió  dividir  el  poder 
público  en  dos  cuerpos :  uno  formado  por  ella  misma 
con  el  nombre  de  Junia  conservadora^  que  desempe- 
ñaría funciones  legislativas,  y  otro  de  tres  personas  que, 
con  el  norn)>re  de  Poder  cjecutiro,  ejercería  íacultailes 
administrativas  (23  de  Septiembre).  Los  triunviros  pri- 
meramente designados  para  el  desempeño  de  este  poder 
íheron  Chiclana,  Paso  y  Sarratea,  quienes  á  su  vez  nom- 
braron para  ministros  sin  voto  á  Rivadavia,  López  y 
Pérez. 

La  Junta  promulgó  á  los  veinte  días  (12  de  Octubre) 
la  primera  constitución  política  del  Río  de  la  Plata, 
titulado  Reglamento  de  la  Junta  consermdora^  en  la 
cual  se  organizaron  separadamente  los  poderes  legis- 
lativo, judicial  y  ejecutivo.  Se  declaró  en  ese  documento 
que  después  del  secuestro  de  Fernando  VII  «  reasumie- 
ron los  pueblos  el  poder  soberano  »  que  habían  transmi- 
tido al  rey  «  con  calidad  de  reversible  pues  los  hom- 
bres tienen  ciertos  derechos  «  que  no  pueden  aban- 
donar ;  que  para  que  sea  legítima  la  autoridad  de 
las  ciudades  de  «  nuestra  confederación  política  r?  es 
necesario  que  nazca  del  seno  de  ellas  mismas;  que 
comprendiéndolo  así  mandaron  sus  diputados ;  y  que 
habiendo  palpado  éstos  que  no  es  compatible  el 


Digitized  by  Google 


330 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


gobierno  de  muchos  con  la  unidad  de  planes,  decidienn 
reservarse  el  poder  legislativo  y  confiar  á  otros  ciuda- 
danos el  ejcculivo  y  el  judicial. 

Esta  constitución  dió  al  estado  el  nombre  de  Provin- 
cias Unidas  del  Rio  de  la  Flaia,  como  para  signitícar  la 
naturaleza  federal  del  organismo.  Dispuso  que  la  Junta  I 
sería  conservadora  de  la  soberanía  de  Fernando  Vn,  I 
por  cuya  razón  í^ozaría  del  título  de  alteza  y  de  los 
honores  correspondientes;  y  que  le  incumbiría  privativa- 
mente declarar  la  guerrat  celebrar  tratados,  crear  tri- 
bunales y  empleos,  y  nombrar  los  individuos  del  poder 
ejecutivo.  Declaró  que  el  Poder  ejecutivo  sería  indepen- 
diente, pero  que  respondería  por  sus  actos  á  la  Junta 
conservadora,  y  que  sus  individuos  ejercerían  el  empleo 
durante  un  año.  También  declaró  que  el  poder  judicial 
sería  independiente  y  res^ionsable.  Nada  dispuso  acerca 
del  gobierno  de  las  provincias,  sin  duda  porque  ya 
había  decretado  t|ue  cada  una  se  gobernase  á  sí  propia  , 
por  medio  de  autoridades  de  su  elección.  ^ 

£1  triunvirato  que  desempeñaba  el  poder  ^ecutivo 
juzgó  que  la  corta  duración  de  sus  ñmciones  lo  inhabí* 
litaba  para  satisfacer  debidamente  las  necesidades  de 
la  revolución,  y  que  esta  cláusula  y  la  de  sujetarlo  á 
responder  ante  la  Junta  conservadora  importa l)an  anu- 
lar la  independencia  de  los  poderes  y  erigirse  dicha 
Junta  en  árbitro  absoluto  del  destino  de  los  pueblos, 
cuando  sus  facultades  la  autorizaban  solamente  para 
dictar  la  constitución  del  estado. 

Sohcitó  el  dictamen  del  cabildo  y  de  una  asamblea 
de  personas  caracterizadas,  y  resolvió  rechazar  él 
Reglamento  j  desconocer  la  autoridad  de  la  Junta  y  pro- 
mulírar  un  Estatuto  provisional  del  gobierno  superior 
de  ¡as  Pi^ov indas  Unidas  (22  de  Noviembre),  por  el 
cual  instituyó  tres  poderes  generales :  un  triunvirato, 
que  se  renovaría  cada  seis  meses  por  terceras  partes. 


Digitized  by  Cooglc 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  331 


con  facultades  legislativas  y  ejecutivas  amplísimas ; 
una  asamblea  general,  compuesta  por  el  ayuntamiento 
y  por  los  diputados  de  las  provincias,  cuyo  cometido 

sería  elegir  ius  u  iunviros  y  autorizar  las  resoluciones 
del  triunvirato  cuando  afectasen  á  la  libertad  y  existen- 
cia de  las  Provincias  Unidas;  y  los  tribunales  encarga- 
dos de  administrar  la  justicia.  Se  declaraban  partes 
del  Estatuto  los  decretos  que  garantían  la  libertad  de 
imprenta  y  la  seguridad  individual.  Esta  constitución 
regiría  hasta  que  funcionara  el  Congreso  nacional  y  no 
podría  ser  alterada  mientras  tanto  sino  con  acuerdo  de 
la  Asamblea  general.  Fué  jurada  el  día  1."  deDiciembre. 

Pocos  días  después  (6  y  7  de  Diciembre)  se  sublevó 
una  gran  parte  del  regimiento  de  patricios  so  pretexto 
de  que  los  jefes  querían  hacer  cortar  la  trenza  que 
entonces  usaban  los  soldados;  pero,  como  resulro  del 
sumario  levantado  que  la  sublevación  se  dirigía  á  resta- 
blecer la  Junta  conservadora  disuelta  por  el  Tríunvi* 
rato,  el  gobierno  condenó  á  muerte  á  11  sargentos, 
cabos  y  soldados  y  decretó  que  los  diputados  íaesen  con- 
finados en  sus  provincias  en  el  término  de  21  horas.  Es 
decir  que  en  el  gobierno  central  quedó  triuníante  el 
partido  unitario  al  terminar  el  año  1811. 

Natural  sería  suponer  que  este  cambio  político  verifi- 
cado en  la  capital  hubiera  producido  una  ti*ansforma- 
ción  completa  en  el  organismo  de  las  i)rovincias.  No. 
sucedió  así,  empero.  Si  bien  la  Junta  federal  decretó 
que  los  pueblos  nombrasen  juntas  gubernativas,  no  se 
cumplió  este  decreto  más  que  en  las  ciudades  de  Cór* 
doba  y  Mendoza.  En  todas  las  demás  continuaron  gober- 
nando los  tenientes  gobernadores  y  los  comandantes, 
como  hasta  entonces.  El  triunvirato  no  tuvo  que  alte- 
rar, pues,  la  constitución  de  los  poderes  sino  en  Córdoba 
y  en  Mendoza,  restableciendo  en  aquélla  la  gobernación 
y  en  ésta  la  tenencia. 


Digitized  by  Google 


332 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


CXU.»  Lft raceUii eipaiol» 4« ISIS 

El  Triunvirato  se  consagró,  desde  los  primeros  dias 
de  1812,  á  satisfacer  las  necesidades  de  la  guerra  por 

la  independencia  y  á  organizar  la  administración.  Con- 
fiscó los  bienes  de  los  españoles  ausentes,  reglauientó 
la  Justicia»  hizo  sustituir  la  escarapela  española  por  la 
blanca  y  celeste  en  los  ejércitos»  abolió  el  uso  de  pasear 
en  lo  futuro  el  estandarte  real  durante  las  solemnida- 
des, inau^'-uró  la  bibiioteca  publica,  prohibió  la  impor- 
tación de  esclavos  y  declaró  libres  á  todos  los  que  desde 
un  aflo  después  pisasen  el  territorio  de  la  república, 
nombró  gobernadores  intendentes  y  tenientes  goberna- 
dores para  las  provincias,  etc.  (Enero  á  Junio).  Lógico 
habría  si<l'>  que  cambiara  por  unitarios  los  jefes  Ron- 
deau  y  Artigas  que  la  Junta  federal  había  mandado  á 
la  Banda  Oriental  como  representantes  agentes  de  su 
sistema  político.  Se  abstuvo,  sin  embargo,  de  nombrar- 
les sustitutos.  Ii:ual  lolerancia  oljservó  en  otros  i)untos. 

Eutreianto  los  caliildos  del  interior  habían  nombrado 
y  enviado  representantes  á  Buenos  Aires,  para  que 
compusiesen  una  Asamblea  provisional  de  las  Provin- 
cias Unidas.  El  4  de  Abril  se  reunieron  33  de  Buenos 
Aires  y  11  provincianos,  y  la  asamblea  se  instaló,  dán- 
dose á  sí  la  calificación  de  suprema.  El  Triunvirato, 
que  miraba  con  desconfianza  la  intervención  de  las 
asambleas  en  los  negocios  públicos,  porque  pensaba  que 
debilitaría  el  vigor  que  la  guerra  necesitaba,  no  pudo 
tolerar  qne  la  de  Abril  se  denominase  su[)rema  es 
decir,  superior  al  Triunvirato,  y  decretó  á  los  tres  días 
la  disolución  de  aquel  cuerpo,  prometiendo  al  país  que 
inmediatamente  convocaría  otra  asamblea.  Esta  pro- 
mesa se  cumplió  en  Junio.  Los  cabildos  fueron  solicita- 
dos de  que  enviasen  diputados  con  poderes  bastauíA^s 


Digitized  by  CoogM 


D£  LA  REPÚBLICA  0RI£1<ITAL  D£L  URüaUAY  333 

para  formar  un  plan  de  elección  sobre  la  base  de  la  más 
perfecta  igualdad  pulítica,  para  señar  la  fecha  en  que 
se  reuniría  el  Congreso,  y  pai-a  aprobar  tratados  inter- 
nacionales. 

Este  programa,  si  no  podfa  satisfacer  las  tendencias 

democráticas  del  pueblo,  puesto  que  el  Triunvirato  se 
reservaba  la  omnipotencia  legislativa  y  ejecutiva  en  ios 
asontos  nacionales;  tampoco  debía  impresionar  bien  á 
los  españoles  por  el  concepto  de  que  la  futura  asamblea 
tuviese  poderes  ^  para  concluir  y  sancionar  tratados 
internacionales  porque  imfiortnha,  no  ya  organizar 
una  situación  tempoi'aria  de  colonias  sometidas  á 
España  ó  al  Rey»  sino  acentuar  el  carácter  definitivo 
de  estado  independiente  [que  había  asumido  la  revolu- 
ción desde  1810.  Este  propósito,  pública  y  solemne- 
mente manifestado,  serviría  para  justificar  trabajos 
internos  dirigidos  á  restaurar  el  dominio  de  los  espa- 
ñoles. 

Pero  esos  trabajos  existían  desde  antes.  Se  había 

concebido  el  plan  de  que  Goyeneche  corriera  de 
Norte  á  Sud,  de  que  los  españoles  residentes  en  Buenos 
Aires  se  pronunciaran  en  momento  oportuno,  y  de  que, 
cooperando  las  fuerzas  de  Montevideo,  se  asegurase  el 
triunfo  y  se  escarmentase  á  los  americanos  de  estas 
regiones  como  Goyeneclie  hal)ía  escarineatudo  á  los 
del  Alto  Perú  anteriormente.  Goveneche  comenzó  sus 
movimientos  en  Mayo,  operando  con  éxito  sobre  Cocha- 
bamba,  pero  retardando  su  marcha  al  Sud.  La  coope- 
ración de  Montevideo  fué  anulada  por  el  armisticio  de 
Abril.  Los  peninsulares  de  IUilíios  Aires  quedal>;in, 
pues,  tii  una  situación  desventajosa.  Sin  embargu  se 
resolvieron,  bajo  la  dirección  de  don  Martin  de  .Vlzaga, 
á  sorprender  á  la  guarnición  y  á  deponer  el  gobierno, 
en  cuanto  los  preparativos  estuviesen  terminados.  Un 
negro,  esclavo  de  uno  de  los  comprometidos  en  la  con- 


Digitized  by  Google 


334  BOSQUEJO  HiSTuKlCO 

juración,  denunció  el  proyecto  el  1/  de  Julio.  Los  cons- 
piradores fueron  presos.  Alzaba  y  rj7  cómplices,  casi 
todos  del  alto  comercio,  fueron  fusilados,  y  desbaratóse 
el  proyecto  de  restaurar.la  dominación  de  £spaüa. 

CXUL  —  La  Lugiü  Lautaro,  el  Triluivimto  j  los  íederaies  en  IbVi. 

Los  americanos  residentes  en  Inglaterra  y  en  España 
habían  constituido  en  aquellos  países  asociaciones 
secretas  con  el  fin  de  realizar  la  independencia  de  Amé- 
rica y  de  establecer  la  república  en  los  nuevos  estados. 
Llamábanse  logias,  y  tenían  el  apelativo  Lautaro.  San 
Martin»  Alvear,  Zapioia  y  otros  argenünos,  residentes 
entonces  en  España»  pertenecían  á  la  Logia  Lautaro, 

Así  que  esos  personajes  vinieron  á  Buenos  Aires  (9 
de  Marzo  de  1812)  fundaron  otra  Logia  Lautaro,  en  la 
cual  ingresaron  personas  de  significación  política.  La 
Logia  se  aplicó  activamente  á  influir  en  el  gobierno  y 
en  el  ejército,  ó  mejor  dicho,  á  dirigir  sus  actos,  ya 
íbera  atra^^endo  á  su  comunidad  á  los  que  ejercían  altas 
funciones,  ya  fuera  haciendo  ocupar  estas  funciones 
por  sus  afiliados,  ó  trabajando  en  el  ánimo  de  gober- 
nantes y  jefes  militares,  á  manera  de  consejeros  ofi* 
ctosos. 

La  Logia  no  conseguía,  empero,  asegurar  su  prepon- 
derancia en  los  actos  gubernauvos.  Uno  de  los  triunvi- 
ros se  inclinaba  en  favor  de  los  federales  y  otro  (Sa- 
rratea)  dejaba  su  puesto  por  haber  transcurrido  el  tiempo 
de  su  cargo.  £1  6  de  Octubre  se  reunió  la  Asamblea 
convocada  en  Junio.  Había  en  ella  representantes  uni- 
tarios V  federales :  v  como  éstos  no  alcanzaran  á  com- 
poner  mayoría,  negaron  entrada  á  dos  diputados  del 
otro  partido  por  conseguirla.  Dominantes  los  federales 
en  la  Asamblea  por  este  acto,  era  seguro  que  reempla* 
zariau  al  triimviro  saliente  por  uno  i^ue  pensase  como 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  335 

ellos  ;  y,  por  consecuencia,  que  volverían  á  regir  en  las 

dos  ramas  del  gobierno  general  los  hombres  del  aüo 
once.  Así  sucedió. 

La  Logia  se  resolvió  entonces  á  imponerse  por  la 
flierza,  ya  que  contaba  con  la  adhesión  del  cabildo,  de 
los  jefes  militares  y  de  una  parte  del  pueblo.  San 
Maríín,  Alvear,  Pinto,  Ortiz  Ocampo  y  otros  hicieron 
marchar  las  tro|)as  á  la  plaza  de  la  Victoria  cerca  de 
inedia  noche  (8  de  Octubre) ;  concurrieron  además  el 
ayuntamiento  y  ^^^rupos  de  pueblo,  y,  todos  de  acuerdo, 
dirigidos  ó  estimulados  por  Monteagudo,  depusieron  á 
la  Asamblea  v  á  los  triunviros  v  coiistuuvcron  nuevo 
triunvirato  (Passo,  Rodríguez  Peña,  y  Alvarez  Fonte). 

El  nuevo  gobierno  se  apresuró  á  convocar  la  asamblea 
nacional  en  condiciones  más  aceptables  que  las  que 
hasta  entonces  habían  regido.  Decía  en  su  manifiesto 
que  *í  el  eterno  cautiverio  de  Fernando  VII  había  hecho 
desaparecer  los  últimos  derechos  de  España  La 
incertidumbre  política  había  «  hecho  flotar  de  un 
gobierno  provisorio  en  otro  »»,  creando  odios  y  descon- 
fianzas. El  mantenimiento  de  la  república  requería  la 
reforma  general  de  la  administración  y  era  tiempo  do 
que  el  pueblo,  ejerciendo  libremente  sus  derechos» 
deliberase  acerca  de  su  flitura  suerte.  En  vez  de  enco- 
mendar á  los  cabildos,  como  hasta  entonces,  la  elección 
de  diputados,  se  mandó  que  cada  ciudad,  dividida  en 
ocho  secciones,  ehgiese  popularmente  y  en  voz  alta 
ocho  representantes,  y  que  éstos,  á  su  vez,  nombrasen 
de  acuerdo  con  el  ayuntamiento,  los  diputados  que 
habían  de  ir  á  la  Asamblea.  Estos  diputados  tendrían 
poderes  ilimitados  para  constituir  la  nación  según  la 
voluntad  del  pueblo. 


Digitized  by  Google 


.33G 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


CXLm.  —  EX  gobierno  unitario  y  la  oposieién  íederai 

de  1813  á  1815 

La  Asamblea  general  constituyente  se  instaló  con 
mayoría  de  unitarios  el  31  de  Enero  do  1813  y  procedió 
.desde  luego  como  poder  legislador  de  un  estado  inde- 
pendiente y  libre,  sin  que  el  Triunvirato  le  pusiera 
reparos  por  tales  atribuciones,  Duiaate  este  año  abolió 
el  Tribunal  de  la  inquisición,  declaró  al  estado  indepea- 
«diente  de  toda  autoridad  eclesiástica  extranjera  y  pro- 
hibió que  profesasen  en  órdenes  religiosas  hombres  ó 
mujeres  menores  de  30  años  ;  creó  la  moneda  nacional 
4e  oro  y  plata,  declaró  feriado  el  día  25  de  Mayo,  y 
aprobó  la  marcha  patriótica  escrita  por  López  ,  abolió 
los  títulos  de  nobleza  y  mandó  arrancar  del  frente  de 
las  casas  las  armas  y  demás  distinciones  que  la  signifi- 
casen ;  declaró  libres  á  todas  las  personas  que  naciesen 
•ó  residiesen  en  el  territorio  de  las  "Provincias  Unidas, 
prohibió  el  uso  del  tormento  é  hizo  quemar  por  el  ver- 
dugo, en  la  plaza»  los  instrumentos  que  se  empleaban 
^n  darlo ;  reglamentó  la  enseñanza  de  los  libertos  y  pro- 
liil)ió  que  en  las  escuelas  se  aplicase  la  pena  de  azotes ; 
promulgó  un  Estatuto  por  el  cual  organizó  el  poder 
ejecutivo. 

En  el  mismo  año  (29  de  Noviembre)  fueron  separados 
.de  la  intendencia  de  Córdoba  los  territorios  de  Mendoza, 

San  Juan  y  San  Luis,  para  constituir  la  nueva  intenden- 
cia de  Cuyo.  Sus  autoridades  principales  residirían  ea 
Mendoza* 

Entretanto  las  provincias  se  mostraron  inquietas  6 
-desordenadas.  En  la  intendencia  de  Salta,  en  que  se 

comprendían  las  teniente -gobernaciones  de  Jujuy,  Cata- 
marca,  Tucumán,  y  Santiago  del  Estero,  los  gauchos, 
armados  por  la  necesidad  de  contener  á  los  españoles 


Digitized  by  GoogI 


DE  LA  RE1>ÚBL1€A  ORIE^ÍTAL  DEL  URUGUAY  337 


en  el  Norte,  alimentaban  las  pasiones  de  candillos  tan 
bárbaros  como  ellos,  que  obedecían  las  órdenes  del 
coronel  Martín  Miguel  de  Güemes.  En  la  intendencia  de 
Córdoba  los  gobernadores  se  ven  forzados  desde  1811  á 
luchar  sin  tregua  con  los  federales,  á  quienes  dirige  el 
deán  Funes,  hasta  que  en  Junio  de  1814  una  revolución 
derroca  al  intendente  y  declara  que  no  quiere  depender 
en  lo  futuro  del  gobierno  nacional.  La  insubordinación 
federal  de  Córdoba  se  extiende  á  la  intendencia  de 
Buenos  Aires,  y  estimula  á  Artigas  y  demás  caudillos 
para  aliarse  y  marchar  contra  la  capital  de  la  Repú- 
blica, hala^nindo  la  vanidad  y  la  ambición  del  primero 
con  el  título  de  protector. 

Mientras  se  vencía  á  los  monarquistas  de  Montevideo 
y  en  los  meses  subsiguientes,  los  federales  estuvieron 
en  guerra  encarnizada  con  el  gobierno  nacional  en  toda 
la  intendencia  de  Buenos  Aires,  como  lo  estaban  en 
Córdoba.  En  Corrientes  derrocaron  al  teniente-gober- 
nador, reunierou  un  congreso  })ruviucial,y  se  declararon 
separados  de  la  autoridad  central  bajo  el  protectorado 
de  Artigas  (1814).  Los  que  se  distinguieron  en  las  peri- 
pecias de  esta  campaña  fueron  el  coronel  Juan  Bautista 
Méndez,  los  caudillos  Blas  Basnaldo,  Cano  y  Antonizo, 
y  el  coronel  Genaro  Perugorría,  delegado  y  represen- 
tante de  Artigas,  á  quien  éste  hizo  dar  muerte  por 
haberse  convertido  á  la  causa  del  Directorio. 

En  Entre  Ríos  descolló,  entre  los  secuaces  del  regio- 
nalismo, losé  Ensebio  Herefiú.  Los  gauchos  y  los  sal- 
vajes lo  hicieron  su  caudillo.  Se  sublevó  contra  la  auto- 
ridad central.  Habiendo  el  tenienfe-f»obernador  do 
Santa  Fé  (general  Eustaquio  Díaz  Véiez)  recibido  orden 
de  someterlo,  tuvo  Hereñá  la  fortuna  de  salir  victoríosot 
y  tras  el  triunfo  hizo  declarar  ambas  regiones  indepen- 
dientes de  la  autoridad  de  Buenos  Aires  y  semetidas  al 
protectorado  de  Artigas  (Marzo  de  1815). 


Digitized  by  Google 


338  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

En  la  Banda  Oriental  Artigas,  que  ya  en  1811  come- 
tiera el  acto  inhumano  de  llevar  tras  de  sí  violentament/í 
toda  la  población  de  su  provincia  (14  ó  15  mil  personas 
de  todas  edades  y  sexos)  al  retirarse  á  Entre  Ríos  caando 
se  levantó  el  primer  sitio  de  Montevideo,  qae  había 
tenido  graves  desavenencias  con  el  gobierno  nacional, 
que  había  hostilizado  al  ejército  que  vonía  á  sitiar  por 
segunda  vez,  en  lsl2,  á  los  realistas  de  Montevideo, 
que  había  expulsado  durante  este  sitio  de  acuerdo  con 
Rondeau,  al  unitario  general  en  jefe  Sarratea,  que  luego 
había  qiici  ulo  inq)oner  su  voluntad  en  la  elección  de  los 
diputados  para  la  Asamblea  constituyente,  que  poco 
después  desertara  con  sus  secuaces  del  ejército  patñota 
abandonando  los  puntos  que  ocupaba  eñ  la  línea  de 
asedio  (181.3),  mancomunó  sus  esfuerzos  con  los  caudi- 
llos de  Comentes  y  Entre  Ríus  y  envío  sobre  la  plaza 
uruguaya  tomada  por  Alvear  á  sus  tenieníes  Rivera  y 
Otorgues  para  que  siguieran  aquí  la  campana  comenzada 
en  Córdoba.  En  esta  ocasión  fué  derrotado  Otorgués 
primeramente  por  Alvear  y  después  por  Dorrego  ;  pero, 
éste  lo  fué  á  su  vez  por  Rivera  en  Oiiayai^os  (Enero  de 
lsi5).  Solicitada  la  acción  del  gobierno  de  tantos  puntos 
ajjartados,  y  careciendo  de  tropas  para  acudir  á  todos 
á  la  vez  en  sostenimiento  de  su  autoridad  y  del  orden, 
mandó  que  las  de  Montevideo  evacuasen  la  plaza  y  se 
retirasen  á  Buenos  Aires  (23  de  Febrero). 

Es  decir  que  Ins  huestes  federales  de  las  intendencias 
de  Córdoba  y  de  Buenos  Aires  dominaban  la  mayor 
parte  del  territorio  al  comenzar  el  año  quince,  y  se 
hablan  puesto  de  acuerdo,  bajo  el  protectorado  de  Arti- 
gas, para  coinl)atir  á  los  unitarios  (|ue  ejon'ían  el 
guhiei  [i  »  nacional,  hasta  vencerlos  en  el  mismo  centro 
de  su  poder,  la  capital  argentina. 

Á  este  estado  de  los  asuntos  internos  se  agregaba, 
como  se  recordará  (CXXXIII),  que  ios  ejércitos  que  sos- 


Digitized  by  Google 


I>B  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  tJRÜOUAY  339 


tenían  en  las  intendencias  del  Norte  la  guerra  con  los 
realistas  venían  sufriendo  una  serie  de  terribles  desas- 
tres desde  Octubre  de  1813,  que  permitieron  al  general 
Pezuela  avanzar  triunfalmente  h;ist;i  Salta.  El  i^^nhierno 
de  las  Provincias  Unidas  se  reconocía,  por  lo  mismo, 
impotente  para  resistir  á  la  vez  á  la  dominación  de 
Espafia  y  á  la  prepotencia  de  las  clases  bárbaras  del 
pueblo.  Como  si  estas  desgracias  no  flieran  bastantes, 
se  produjo  honda  división  en  la  Logia  Lautaro, 
siguiendo  una  parte  al  ambicioso  Alvear,  y  otra  parte 
al  sesudo  San  Martín,  pues  ambos  se  enemistaron  por 
la  diversidad  de  sus  opiniones  y  de  su  carácter,  y  flié 
necesario  que  el  último  aceptase  el  mando  del  ejército 
del  Norte  y  lue^o  la  gobernación  de  Cuyo,  para  que  el 
otro  obrara  sin  desvirtuar  sus  móviles  patrióticos  por 
las  sugestiones  de  la  rivalidad* 

Resuelto,  sin  embai^  de  tantas  desgracias,  á  agotar 
los  esfuerzos  en  favor  de  la  libertad  y  del  orden,  la 
Asamblea  abolió  el  triiinviralo  y  concón Iró  el  poder 
ejecutivo  en  un  solo  director  (22  de  Enero  de  1814)  que 
lo  fué  desde  luego  don  Gervasio  Posadas.  Se  pensó  que 
con  esta  medida  seria  más  enérgica  y  rápida  la  acción 
del  gobierno.  Además  se  decidió  disminuir  la  jurisdic- 
ción territorial  de  los  cfobernadores  intendentes,  ya 
porque  así  cumplirían  éstos  mejor  sus  cometidos,  ya 
porque  se  restringiría  en  extensión  y  en  ñierza  el  influyo 
de  los  caudillos  regionales.  Así,  pues,  se  separaron  de 
la  intendencia  de  Buenos  Aires,  formando  con  ellos 
otras  tantas  intendencias,  el  territorio  de  la  Banda 
Oriental  (7  de  Marzo  do  1814),  el  de  Entre  Ríos  (10  de 
Septiembre)  y  el  de  Ck>nientes  (en  la  misma  fecha);  y 
se  separaron  de  la  intendencia  de  Salta  los  de  Tucu- 
mán,  Catamarca  y  Santiago  del  Estero,  para  formar  la 
provincia  de  Tucumán  (8  de  Octubre). 

Pero,  como  estas  medidas  no  impidieron  que  los  gau* 


Digitized  by  Google 


340 


£OSQU£JO  HISIÓRIOO 


chos  y  salvajes  triunfaran  en  las  provincias  reciente- 
mente creadas,  y  como  ya  se  tenían  noticias  de  que  en 
España  se  aprestaba  una  fuerte  expedición  de  15  mil 
hombres  destinada  al  Río  de  la  Plata  (la  misma  que 
después  tuvo  que  ir  á  Venezuela  —  CXXXI)  y  mandada 
por  el  famoso  general  Morillo,  los  poderes  públicos 
nacionales  perdieron  la  esperanza  de  que  el  país  se 
salvara  por  sus  propias  ñierzas,  y  á  caer  de  nuevo  bs^o 
el  poder  absoluto  de  los  reyes  españoles  prefirieron 
deber  la  indei»endencia  á  las  potencias  europeas,  aun- 
que fuera  á  condición  de  regirse  por  una  monarquía 
constitucional.  De  ahí  que  Rivadavia  y  Belgrano  fuesen 
enviados  á  Europa  en  Agosto  (1814)  para  negociar  la 
independencia  con  Inglaterra  y  con  España  á  la  vez. 

En  guerra  el  país  con  propios  y  extraños,  se  juzgó 
que  operaciones  tan  múltiples,  desarrolladas  en  tan 
vasta  zona,  requerían  una  suprema  dirección  militar. 
Renunció  Posadas  su  empleo  en  Enero  de  1815  y  vino 
Alvear  á  reemplazarle  cuando  apenas  contaba  28  años 
de  edad.  Más  violento  que  reflexivo,  y  bastante  orgu- 
lloso para  no  pedir  ni  oír  consejos,  á  pesar  de  su  inexpe- 
riencia, apartó  á  San  Martín  de  la  intendencia  de  Cuyo, 
en  donde  preparaba  su  gloriosa  expedición  al  Pacífico, 
lanzó  un  decreto  severo  contra  Artigas,  amenazó  con  la 
horca  á  los  que  alterasen  el  orden  público,  llamó  á  las 
armas  á  todo  el  pueblo,  y  mientras  mandó  un  ejército 
contra  las  montoneras  victoriosas  de  Córdoba,  de  Santa 
Fé  y  Entre  Kios,  que  b^jo  las  órdenes  de  Artigas  se 
encaminaban  á  Baenos  Aires,  se  dirigió  al  Gobierno  de 
Inglaterra  manifestándole  que  el  Río  de  la  Plata  quería 
pertenecer  á  la  Gran  Bretaña,  recibir  sus  leyes,  obede- 
cer á  su  gobierno,  vivir  traoquüamente  ai  amparo  d& 
su  protección. 


1 


Digitized  by  Google 


D£  LA  REPÚBLICA  ORIBNTAL  DBL  URUOÜAT  341 

CtXLiy.  ^  Las  subleTaelones  de  TTQamnngra  j  FonteziélM»  J  la 
itfolaeiéM  federal  de  ¿nme  Aires  USl^i 

Habiéndose  pensado  á  fines  de  1814  en  nombrar  á 
Altear  para  que  mandase  el  ejército  del  Norte,  que 

estaba  bajo  las  órdenes  de  Rondeau,  y  temiéndose  que 
no  lüera  bien  recibido,  envió  el  Gobierno  varios  jefes  y 
oficiales  como  para  preparar  una  buena  acogida;  pero 
el  ejército  se  pronunció  contra  ellos  en  Tucumán  y  el 
general  en  jefe  dió  orden  de  que  se  les  tuviera  presos. 
Este  hecho  haré  concebir  que  el  nombramiento  de 
Alvear  pai*a  director  del  estado  no  habia  de  ser  del 
agrado  de  Rondeauly  de  los  jefes  que  le  seguían.  Se 
hallaba  el  ejército  en  Huamanga  (Perú)  cuando  recibió 
la  noticia.  Allí  mismo  declaró  que  le  negaba  su  recono- 
cimiento; es  decir,  que  no  se  sometía  á  su  autoridad 
(30  de  Enero  de  1815). 

Por  su  parte  la  división  enviada  al  encuentro  |de  los 
montoneros  aliados  mandados  por  Artigas,  que  de  Santa 
Fé  se  dirigían  á  la  capital  de  las  Provincias  Unidas, 
según  liabía  propuesto  Córdoba,  se  sublevó  al  llegar  á 
Fontezuelas  (provincia  de  Buenos  Aires)  obedeciendo 
á  los  coroneles  Ignacio  Álvarez  Tbomas  y  £usebio  Val- 
denegro,  quienes  hicieron  causa  común  con  los  federa- 
les (12  de  Abril).  Dos  días  después  intiiiiaron  al  gene- 
ral Alvear  que  renunciase  el  mando.  El  15  el  cabildo 
y  los  federales  de  la  misma  capitad  apoyaron  á  los  suble- 
vados de  Fontezuelas ;  y  Alvear,  viendo  armados  en 
contra  suya  al  ejército  y  al  pueblo,  abandonó  el  poder 
el  día  18.  La  Asamblea  se  disolvió  enseguida. 

Convocóse  inmediatamente  en  la  ciudad  una  asrim- 
blea,  y  ésta,  coi^untamente  con  el  cabildo,  nombró  al 
general  Rondeau  para  que  desempeñase  el  empleo  de 
director,  designó  al  coronel  Álvarez  Thomas  para  que 


Digitized  by  Google 


342  üusguKJO  HISTÓRICO 

lo  ctferciese  mientras  no  viniera  el  nombrado,  y  consti-  | 

luyó  una  Junta  de  observación  con  facultades  constitu-  i 
cionales  y  le^rislativas  (20  y  21  de  Abril).  I 

En  los  días  subsiguientes  el  cabildo  de  Üuenos  Aires 
lialagó  á  Artigas  con  los  títulos  de  ilustre  y  benemérito; 
el  gobernador  aliado  de  Córdoba  le  envió  una  espada 
de  oro  cubierta  de  pouijíosas  inscripciones;  el  director 
intei  iiio  iiizü  apreJicader  y  en^TÍllar,  por  coiii placerle, 
á  los  unitarios  más  caracterizados  que  habían  íigurado 
en  él  primer  directorio  y  en  la  asamblea,  y  la  Junta  de 
observación  se  ocupó  de  redactar  un  Estatuto  provi- 
sional   PARA    LA    DIREOCIÓN   Y  ADMINISTRACIÓN  DEL 

ESTADO,  en  coniuiULudad  cou  las  doctrinas  del  federa- 
lismo. 

CXLY.  -  La  MMtttmMa  éb  im 

Las  sublevaciones  militares  no  merecen  a[)rol)ación 
en  ningún  caso,  porque  nada  hay  más  sometido  por  su 
naturaleza  á  la  ley  de  la  obediencia,  que  el  ejército.  Los 
que  sirven  en  él  deben  tener  ciencia  é  inteligencia  para 
cumplir  las  órdenes  que  reciben  directa  ó  indirecta*  ^ 
mente  del   Poder  ejecutivo,  pero  no  para  juzgar  el 
acierto  6  desacierto  de  esas  órdenes,  y  menos  para  I 
rebelarse  contra  ellas.  El  ejercito  no  es  un  poder  polí- 
tico; los  militares  que  en  él  sirven  no  pueden  ni  deben 
ocuparse  de  política;  el  militar  que  quiera  ser  político 
debe  renunciar  antes  el  empleo  que  tenga  en  el  ejército. 
Esta  es  la  buena  doctrina.  Su  infracción  es  indisciplina, 
y  nada  liay  tan  funesto  como  un  ejército  indisciplmado,  , 
aun  cuando  pueda  suceder  alguna  ves  que  un  acto  de  . 
insubordinación  salve  momentáneamente  de  un  peligro.  ' 

Las  sublevaciones  de  Huamanga  y  de  Fontemelas 
fueron  actos  vituperables,  tanto  más  cuanto  que, 
habiendo  sido  consumados  por  tropas  regulares,  fomen- 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  343 


taban  y  en  cierto  modo  autorizaban  los  desórdenes  de 
las  milicias  campesinas,  compuestas  de  gauchos  y  de 
salv£yes.  Debe  decirse,  empero,  no  como  justificación, 
ni  como  atenuación  del  delito,  sino  como  simple  aseve- 
ración de  un  hecho,  que  la  sublevación  de  Fontezuelas 
tuvo,  al  lado  de  su  faz  mala,  la  de  haber  su[)rimido  el 
motivo  de  que  las  muchedíimhiv's  bcárl)aras  que  seguían 
á  Jos  caudillos  coligados  bajo  iu  dirección  política  de 
los  cordobeses  y  la  jefatura  militar  de  Artigas  conti- 
nuaran su  marcha  devastadora  hacia  Buenos  Aires,  y 
la  de  haber  dado  ocasión  á  que  vinieran  al  |)oder  indi- 
vidualidades cultas,  en  vez  de  las  sirnestras  que  lo 
habrían  tomado,  si  hubiesen  sido  los  campesinos  quie- 
nes entraran  en  Buenos  Aires  y  constituyeran  las  nue- 
vas autoridades. 

Debido  á  esta  circunstancia,  pudo  componerse  la 
Junta  conservadora  con  personas  ilustradas  y  promul- 
garse poco  después  (5  de  Mayo  de  1815)  una  constitu- 
ción,  no  perfecta,  pero  sí  notable  y  plausible  por  más 
de  un  concepto. 

Componíanlo  8  secciones,  en  las  cuales  se  trataron 
latamente  estas  materias  :  de  los  derechos  y  obligacio- 
nes de  los  individuos,  del  poder  legislativo,  del  poder 
csfecutivo,  del  poder  judicial,  de  las  elecciones  y  fluicio- 
nes  electivas,  del  ejército  y  la  armada,  de  la  seguridad 
individual  y  la  libertad  de  imprenta,  y  de  la  Junta  de 
observación. 

Todos  los  habitantes,  fueran  nacionales  ó  extranjeros^ 
gozarían  de  estos  seis  derechos :  la  vida,  la  honra,  la 

libertad,  la  igualdad  ante  la  ley,  la  propiedad  y  la 
se^ruridad,  y  dcl)erían  respetar  la  religión  católica 
apostólica  romana,  que  sería  la  del  estalo.  Todos  los 
temires,  mayores  de  25  años,  nacidos  y  residentes  en 
el  país,  serían  ciudadanos  activos  y  pasivos.  Gozarían 
de  la  ciudadanía  activa  todos  los  extranjeros  (menos  los 


Digitized  by  Google 


344  BOSQUEJO  BISTÓaiCO 

españoles)  mayores  de  25  años,  con  4  6  más  años  de 

residencia  en  el  país,  que  tuvieran  propiedad  inmueble 
óalg'una  prole.MÓn  útil  y  supiesenleeryescribir;  y  podrían 
ser  elegidos  para  tercer  luiciones  públicas,  no  siendo 
las  de  gobierno,  desde  que  tuvieran  10  años  de  residen- 
cia, y  aun  para  las  de  gobierno,  si  renunciaran  á  toda 
ciudadanía  extranjera.  Toda  autoridad  que  privase  de 
un  derecho  político  ilegalmeute  incurriría  en  la  pena  del 
tallón.  £n  cambio  todo  hombre  estaría  obligado  á 
someterse  completamente  á  la  ley  y  á  obedecer,  honrar 
y  respetar  á  los  flincionaríos  públicos. 

El  i>oder  le«?¡slativo  residía  originariamente  en  el 
pueblo.  Lo  ejercería  en  nombre  suyo  la  Junta  de  obser- 
vación, en  lo  que  fuera  más  urgente,  hasta  que  se  reu- 
niera el  Congreso  general  de  las  provincias,  en  la  ciudad 
de  Tucumán. 

El  poder  ejecutivo  sería  desempeñado  en  todo  el 
teiTiiorio  por  un  director  del  estado,  elegido  todos  los 
años.  Le  incumbiría,  entre  otras  cosas :  el  mando  y 
oiiganización  de  las  ñierzas  de  mar  y  tierra ;  la  conser- 
vación del  sosiego  público  ;  la  administración  de  los 
fondos  ;  d  nombramiento  de  sus  ministros,  de  agentes 
diploma  lieos  y  consulares,  y  de  jueces  ;  el  fomento  de 
las  industrias;  el  negociar  y  concluir  tratados.  No 
podría  disponer  ninguna  expedición  militar  íbera  de  la 
provincia,  sin  previo  consentimiento  de  la  Junta  de 
obser\  ación,  reunida  con  el  Cabildo  y  el  Tribunal  del 
consulado. 

El  poder  judicial  seria  desempeñado  por  los  tribunales 
y  jueces  ya  instituidos. 

ferian  elegidos  :  el  dii^ector  del  estado,  los  di|in lados 
que  formaran  el  congreso  general,  los  cabildos,  los 
gobernadores  de  provi^ieia  y  los  individuos  de  la  Junta 
de  observación.  £1  pueblo  elegiría  directamente  cierto 
número  de  electores,  y  éstos,  reunidos  en  asamblea. 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBUCA  ORiENTAL  DEL  URUGUAY  345 

designarían  los  flmcionarios.  Los  tenientes^bomado- 
res  serían  nombrados  par  el  director,  de  una  terna  que 

le  presentaríii  el  cabildo  de  la  capital  de  provincia. 

Las  fuerzas  de  mar  y  tierra  serían  administradas 
segrün  disponían  las  ordenanzas.  Pertenecerían  á  la 
milicia  cívica  todos  los  habitantes  amerieanos»  aiü  como 
los  exira^eros  que  tuviesen  más  de  4  años  de  residen- 
cia en  el  país,  desde  que  hubiesen  cuinplicio  15  años  de 
edad,  hasta  la  de  60.  La  fuerza  armada  obedecería  al 
Director ;  pero  soló  á  la  Junia  de  obset^vación,  desde 
que  ésta  y  el  cabildo  declarasen  que  aquél  había  clau- 
dicado ó  que  obraba  contra  la  salud  y  la  seguridad  del 
estado. 

Las  acciones  privadas  de  los  hombres  que  no  afecta- 
ran al  orden  público  estarían  exentas  de  la  autoridad 
de  los  magistrados.  Nadie  estaría  obligado  á  lo  que  la 
ley  no  mandase  clara  y  expresamente,  ni  privado  de  lo 
que  ella  no  prohibiese  del  mismo  modo  ;  ni  podría  ser 
penado,  ni  confinado,  sin  forma  de  proceso  y  sentencia 
legal.  Todo  hombre  tendría  el  derecho  de  resistir  con 
la  fuerza  la  prisión  de  su  persona  ó  el  embargo  de  sus 
bienes,  si  se  intentaran  ÍUera  de  orden  6  sin  las  forma- 
lidades legales.  El  auxiliar  esa  resistencia  no  se  repu- 
ta! la  criminal.  Sería  libre  iu  manifestación  escrita  del 
pensamiento. 

La  Junta  de  observación  se  compondría  de  5  vocales. 
Éstos  serían  inviolables,  estarían  exentos  de  toda  auto- 
ridad, y  sus  flinciones  durarían  todo  el  tiempo  que  las 

del  director  del  estado. 

Basia  el  resumen  que  acabo  de  hacer  para  que  se 
comiu^eada  el  valor  doctrinal  de  la  constitución  de  1815. 
Ninguna  6  casi  ninguna  de  sus  disposiciones  sería  anti- 
cuada hoy  en  día,  á  los  ochenta  afios  de  haber  sido 
promulgada  ;  muchas  merecen  todavía  el  juicio  de  avan- 
zadas ;  algunas  han  de  parecer  de  un  radicalismo  atre- 


Digitized  by  Google 


346  BOSQUEJO  HiSTÓKICO 

vido,  y  no  faltan  arttcnlos  que  los  pueblos  más  liberales 

miranan  como  innovadores  y  peli^n^osos.  He  escrito  eon 
bastardilla  los  que  me  parecen  más  dignos  do  atención. 
Esto  demuestra  cuanta  era  la  ilustración  jurídica  de  los 
autores,  y  cuan  liberal  su  criterio  político. 

Sin  embargo,  el  trabajo  revela  que  no  tenían  un  con- 
cepto perfecto  de  la  federación,  á  pesar  de  su  ciencia. 
La  federación  es  un  organismo  de  estados,  regido  por 
dos  principios  fimdamentales.  —  l.«  Cada  estado  fede^ 
rodo  es  autónomo  respecto  de  todo  lo  que  ^  él  solo  le 
iiitcresa  de  modo  |)articular.  Su  puel)lo  atiende  á  sus 
necesidades  peculiares,  según  su  opinión  y  su  voto  por 
medio  de  un  poder  que  constituye,  de  otro  que  legisla, 
de  otro  que  ju^a,  de  otro  ú  otros  que  desempeñan  las 
demiás  clases  de  fbnciones  administrativas.  —  2.*  Los 
intereses  comunes  á  todos  los  estados  federados  son 
satisfechos  por  autoridades  igualmente  comunes;  es 
decir,  por  un  poder  constituyente,  por  un  poder  legis- 
lador, por  otro  judicial,  por  otro  ejecutivo;  cuyos  pode- 
res son  federales,  porque  el  estado  complejo  que  forman 
los  federados  es  un  estado  federal.  —  En  este  sistema 
cada  estado  federado  es  independiente  de  los  otros  y 
del  federal  en  cuanto  á  su  organismo  interno  atañe; 
pero  depende  del  estado  federal  en  cuanto  interesa  á 
la  comunidad  de  la  federación. 

Ahora  bien:  la  constitiición  del  año  quince  consagra 
los  principios  federativos  en  cuanto  organiza  los  pode- 
res generales  y  estatuye  que  cada  provincia  elegirá  el 
gobernador  que  desempeñe  el  poder  ejecutivo  de  la 
misma ;  pero  no  los  consagra  en  cuanto  omite  las  fun- 
ciones constitucionales,  las  legislaturas  y  los  poderes 
judiciales  de  provincia  y  dispone  que  los  teniente-gober- 
nadores sean  nombrados  por  el  director,  lo  que  ímpor" 
taba  crear  poderes  antagónicos  con  los  del  gobernador. 
Esa  constitución  es  en  parte  federativa ;  pero  tiene  más 


üigiiized  by  Google 


DE  LA  HEPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  347 

de  unitaria.  Si  la  asamblea  unitaria  derrocada  la 
hubiese  dictado,  sería  una  expresión  de  sus  principios 

ligeramente  ruud  i  lirados  por  dar  á  los  caudillos  la  satis- 
facción de  sei-  ^olipniadores  de  sus  provincias;  pero, 
dictada  por  unu  junta  revolucionaria  que  proclamaba 
la  federación,  revela:  ó  bien  que  los  mismos  federales 
ilustrados  temían  que  su  sistema  político  diera  ñmestos 
resultados  si  se  adoptaba  netamente,  ó  que  no  se  tenía 
todíivía  entonces  idea  exacta  de  lo  que  era  la  federación. 

Lo  que  interesa  ver  ahora  es  cómo  cumplieron  las 
proyincias  y  el  gobierno  central  la  parte  federativa  de 
la  constitución  y  cómo  la  parte  unitaria, 

Cl^LTI*  —  Las  prOTinHas  durante  el  léglneii 
íedenü.  1S15-17. 

£1  director  interino  nombró  para  ministros  de 
gobierno,  de  hacienda  y  de  guerra  respectivamente:  á 
don  Gregorio  Tagle,  político  hábil,  ílexible  y  poco 
escrupuloso;  á  don  Manuel  obligado,  y  al  general  Mar- 
cos fialcarce.  El  gobierno  convocó  la  asamblea  consti- 
tuyente, retiró  los  poderes  que  Posadas  y  Alvear  habían 
dado  á  Rivadavia  y  á  Belgrano  para  negociar  en  Europa 
la  independencia,  y  cediendo  á  exigencias  del  partido 
vencedor  más  que  á  sus  propias  concepciones,  nombró 
una  Comisión  civil  de  justicia  y  una  Comisión  militar 
qfecutíva  para  que  procesaran  á  los  individuos  del  par- 
tido contrario  que  de  algún  modo  se  hubieran  distin- 
guido. La  primera  desterró  ó  confinó  á  numerosos  ciu* 
dúdanos  espectables  por  el  solo  hecho  de  haber  sido 
partidarios  del  gobierno  vencido ;  y  la  segunda  proce- 
dió de  igual  modo  respecto  de  militares  á  quienes  no 
se  les  halló  más  delito  que  el  de  haber  cumplido  el 
deber  de  ser  fíeles  al  gobierno  de  quien  habían  depen- 
didOy  y  aun  llegó  á  hacer  fusilar  á  uno. 


Digitized  by  Google 


348 


B08QUBJ0  HISTÓRICO 


.  Se  tuvo  la  esperaiusa  de  que  cesara  ó  disminuyera  el 
desorden  de  las  provincias,  y  se  confirmó  al  ver  qm 
Artigas,  el  más  implacable,  turbulento  y  temible  de 

todos  los  cau  lillus,  cuyo  poder  había  llegado  a  :su  ajx)- 
geo  por  la  uiuóii  de  las  cuatro  provincias  y  la  teniente- 
gobernación  que  habían  reconocido  su  protectorado, 
enviaba  desde  su  cuartel  general  de  Santa  Fé  «<  al  muy 
benemérito  pueblo  de  Buenos  Aires  »  una  proclama  en 
la  cual  procura l)a  jusficar  su  conducta  pasada,  le  daba 
la  enliorabuena  y  haría  votos  porque  »•  nada  fuese  capaz 
de  contrariar  la  unión  de  todas  las  provincias  «  y  en  lo 
futuro  no  se  viese  en  todos  otra  cosa  que  x  una  sola 
gran  familia  de  hermanos  (29  de  Abril).  » 

Sin  embargo,  no  sucedió  así.  Aunque  en  la  provincia 
de  Tucumán  siguió  írobernando  el  general  Araoz  por- 
que, si  bien  nombrado  por  Posadas,  se  adhirió  á  la 
causa  federal»  la  provincia  íUé  agitada  por  el  levanta- 
miento del  coronel  Juan  Francisco  Borges.  Este  caudillo 
depuso  al  teniente-gobernador  de  Santiago  del  Estero, 
ocupó  su  lugar  y  negó  obediencia  al  gobernador  Araoz 
(Diciembre  de  I81G).  Belgrano,  que  mandaba  á  la  sazón 
el  ejército  del  Norte  y  era  capitán  general  de  las  pix>vm- 
cias  que  librase  del  poder  de  los  españoles,  tuvo  que 
marchar  'contra  Borges.  Lo  venció  y  lo  hizo  juzgar. 
Se  le  castigó  con  la  última  pena. 

En  la  provincia  de  Salta  asumió  el  gobierno  el  cabildo 
{Mayo  de  1815);  pero  el  mismo  día  iué  obligado  por  el 
coronel  Güemes  á  convocar  al  pueblo»  y  el  pueblo,  com- 
puesto en  su  mayoría  de  los  gauchos  que  seguían  al 
famoso  caudillo  federal,  lo  proclamó  gobernador.  Lo 
irregular  de  esta  elección  no  impidió  que  gozara  el  poder 
hasta  i>ocos  días  antes  de  su  muerte,  ni  que  lo  ejerciera 
con  absolutismo  desenfrenado,  aunque  reconocieodo  que 
su  provincia  pertenecía  á  la  Unión  y  conservando  con 
las  autoridades,  nacionales  tratos  tan  cordiales  como 


Digitized  by  Googl 


DB  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  349 

ñieran  compatibles  con  su  natural  indisciplina,  con  su 
arbitrariedad  y  con  suis  torpezas. 

La  revolución  federalista  había  llevado  al  gobierno 
de  Córdoba  al  coronel  José  Javier  Díaz,  quien  se  creyó 
segforo  en  él,  durante  algunos  meses,  por  contar  con  la 
protección  de  Artigas.  Pero  se  encontró  con  que  la 
toniente-gol)ernación  de  la  Rioja  no  le  obedecía,  sino 
que  8edeciara))a  se[)arada  de  su  dependencia.  Ck)nsiguió 
que  el  capitán  José  Caparrós»  de  acuerdo  con  una  firac^ 
ción  del  pueblo,  depusiera  al  teniente-gobernador 
(Abril  de  1816);  mas  éste  no  tardó  en  recuperar  el  poder 
y  se  conservó  independiente  del  gobierno  provincial. 
Algunos  meses  después  (Septiembre)  el  mismo  Díax 
tuvo  que  luchar  con  el  comandante  Juan  Pablo  Bulnes, 
y  (taé  vencido.  Las  autoridades  centrales  nombran 
entonces  para  sustituirle  á  don  Ambrosio  Funes.  Bulnes 
le  resiste,  mas  el  nuevo  gobernador  triunfa  jí  fines  del 
mismo  aüo,  el  tederaiismo  y  el  protectorado  de  Artigas 
se  interrumpen,  y  vuelve  entonces  la  Rioja  á  la  sumi- 
sión del  gobernador  (Diciembre  de  1817). 

Se  eligió  el  gobernador  intendente  de  la  provincia  de 
Buenos  Aires  á  los  quince  días  de  promulgado  el  esta- 
tuto, y  el  elccLo  permaneció  en  el  puesto  los  tres  auos 
que  esa  constitución  sellalaba.  Pero  no  porque  la  pro- 
vincia hubiese  estado  en  paz.  £1  día  anterior  á  la  elec- 
ción el  coronel  Valdenegro  y  el  mayor  Enrique  Martí- 
nez intentaron  ua  motín  militar  contra  el  comandante 
de  armas  y  los  generales  Viamunt  y  Díaz-Vélez ;  j>pro 
fueron  aprehendidos  y  desterrados.  También  en  Santa 
Fé  eligió  el  pueUo  el  teniente-gobernador  poco  después 
de  publicado  el  estatuto,  cuya  elección  recayó  en  el 
mismo  que  desempeñaba  interinamente  las  funciones, 
(Fraricisco  A.  Candioti),  federal  decidido  que  tuvo  per- 
maneatemente  enarbolada  la  bandera  separatista.  SI 
cabttdo  entabló  comuDicaciones  con  el  director,  dis* 


Digitized  by  Google 


350  B06QUBJO  UISTÓRIOO 

puesto  á  emanciparse  del  protectorado  de  Artigas, 
cuyas  milicias  habían  infundido  temor  en  los  habitan- 
tes, y  consintió  en  que  viniesen  fuerzas  de  observacióa 
(1500  hombres)  destinadas  á  contener  á  los  revoltosos 
(Agosto) ;  por  manera  que  tanta  Inquietud  inspiraban  los 
federales  campesinos  al  gobierno  de  su  partido,  como 
habían  inspirado  al  unitario. 

Habiendo  fallecido  el  teniente  gobernador,  se  eligió  el 
sustituto;  se  hizo  arriar  la  bandera  de  Gandioti,  y  se 
cambió  el  personal  de  la  administración.  La  situación 
parecía  modiíicada  en  el  sentido  de  sacudir  la  prepoten- 
cia de  Artigas;  pero  en  Marzo  del  año  siguiente  (1816) 
se  sublevaron  dos  compañías  enviadas  contra  los  indios, 
de  una  de  las  cuales  era  teniente  Estanislao  López. 
Estas  fuerzas  se  reunieron  con  otras  que  Artií^^as  liabía 
enviado  desde  Entre  Ríos  y  todas,  obedeciendo  órdenes 
de  Mariano  Vera,  á  q^ien  proclamaron  teniente-gober- 
nador, sorprendieron  al  teniente-gobernador  y  al  gene* 
ral  Yiamont,  jefe  de  la  fuerza  de  observación,  obligando 
al  primero  á  huir  y  al  segundo  ácapiíul,M¡ . 

El  direolorio  nombró  entonces  al  ^'^cueral  Beigrano 
para  que  con  nueva  división  obrase  sobre  Santa  Fé. 
Belgrano,  prefiriendo  un  avenimiento  á  la  guerra, 
encomendó  al  general  Díaz  Vélez  que  tratase  con  Vera ; 
y  eíeniv.iiiiente  se  puso  de  acuerdo,  i)ero  para  sulile- 
vai'se  contra  Belgrano  y  contra  el  Director,  cuyo  pacto 
se  firmó  en  Santo  Tomé  (iTde  Abril).  Belgrano  ñié 
preso;  las  tropas  se  adhirieron  al  tratado,  y  Álvarez 
Thomas  renunció  el  poder. 

La  Junta  conservadora  y  el  cabildo  nombraron  enton- 
ces al  brigadier  Antonio  González  Balcarce.  El  tratado 
de  Santo  Tomé  íüé  ratificado;  pero  no  por  eso  hubo  paz 
con  los  federales  ariiguistas  de  Santa  Fé,  pues  el  mismo 
Díaz  Velez  tuvo  que  marciiar  'M)[Ura  rl  L,^obernador 
Vera,  quien  llegó  á  la  capital  de  la  teniente-gobernación, 


Digiiized  by  Google 


DE  LA  RfiPÚBUGA.  ORUSKTAL  D£L  URUGUAY  351 

luchando  con  dificultades  de  todo  género  (Agosto); 
mas  también  filé  obli¿^cido  á  retiraise  y  á  sufrir  pérdi- 
das. Los  veucedores,  cuyo  director  militar  fué  Estanis- 
lao López,  cometieron  numerosas  crueldades  durante 
esta  campafia  y  aun  después  del  triunfo. 

Es  decir  que  los  federales  de  la  teniente-gobernación 
de  Santa  Fé  estaban  divididos  en  aríigimlas  y  eii  ciíUi- 
artiguistas.  Los  mismos  artiguistas  no  estaban  confor- 
mes con  Artigas  en  cuanto  á  los  vínculos  que  los  liga- 
ban. Aquéllos  miraban  á  éste  solamente  como  aliado 
protector ;  éste  entendía  que  debían  estarle  absolutamente 
sometidos.  De  esta  diferencia  de  conceptos  nació  (iurante 
la'campaña  que  acabo  de  referir  un  episodio  que  demues- 
tra bien  el  sentimiento  del  pueblo  santafesino  y  las  pre- 
tensiones del  caudillo  uruguayo.  Proclamado  Vera 
teniente-i;^(  íbemador  por  las  tropas  sublevadas,  recibió  á 
un  cüjnisioiiado  de  Artií^as,  don  Ramón  Toribiu  Fernán- 
dez, que  exi-jrio  en  iM^mbre  del  Protector  que  Vera  impu- 
siese una  contribución  al  pueblo  y  se  la  diese  juntamente 
con  la  artillería,  fusiles,  tercerolas  y  demás  armas  que 
el  general  Viamont  había  dejado  al  capitular.  Como  su 
demanda  no  fuese  atendida,  redujo  á  prisión  al  Goberna- 
ilor,  lo  remitió  al  Paraná,  ordenó  á  Hereñú  que  Ic 
remachase  una  barra  de  grillos  y  lo  pusiese  en  un  cala- 
bozo, por  rebelde  á  las  órdenes  del  Protector,  y  al  día 
siguiente  convocó  al  pueblo  para  que  eligiese  otro 
teniente-srobernador  (í)  y  10  de  Mayo  de  1816).  Pero  el 
j>ueblo  se  reunió  armadt»  para  imponerse  al  comisionado 
de  AiHigas,  á  quien  exigió  que  hiciera  regresar  á  Vera 
en  completa  libertad.  Fernández,  amedrentado,  obede- 
ció y  Vera  fué  recibido  el  día  inmediato  por  el  pueblo, 
y  aclamado  con  estrépito. 

Hereñú  asumió  la  p:obornarión  de  uiui  parte  de  la 
provincia  de  Hntre  Ríos  en  1815,  y  la  ejerció  con  la 
protección  de  Artigas  hasta  Diciembre  de  13171  desde 


Digitized  by  Google 


352  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

la  ciudad  de  la  Bajada  del  Paraná.  Le  obedecían  otros 
caudüius  entrerriaiios  secuadarius,  tales  C(  «mo  Evaristo 
Carriego,  Gervasio  Correa  y  Gregorio  Samaniegro,  que 
tercian  su  poder  semi-autónomo  hacia  el  Sud.  Sa 
dominación  fhé  combatida  por  el  directorio  federal 
mientras  estuvo  cu  Santa  Fé  el  general  Dkxz  \*élez,  pues 
éste  mandó  contra  él  una  división  bajo  las  órdenes  del 
coronel  Federico  Hoimberg ;  pero  Hereüú  resultó  vence- 
dor é  intervino  luego  en  la  rendición  del  general.  Desde 
entonces  no  sufrió  persecuciones  del  directorio  federal ; 
pero  sí  la  rivalidad  de  Francisco  Ramírez,  caiidillo  de 
la  Concepción  del  Uruguay,  y  la  prepotencia  avasalla- 
dora de  Artigas,  quien  disponía  de  las  personas  y  de 
las  cosas  de  Entre  Ríos  para  sus  empresas  como  si  le 
pertenecieran.  Hereñú  y  sus  tenientes  ya  nombrados 
llegaron  á  considerar  con  mayor  aversión  el  despotismo 
del  Prot-ector  desde  que  éste  hizo  nombrar  al  coronel 
José  Francisco  Rodríguez  para  gobernador.  Entonces  se 
decidieron  á  emanciparse  de  él  en  cuanto  hubiese  oca- 
sión favorable.  Se  presen t<')  cuando  los  portugueses 
invadieron  la  Fíanda  Oriental  (CXXIX).  Ol'liirado  Arti- 
gas á  contraer  toda  su  fuerza  á  la  defensa  de  su  provin- 
cia, y  debilitada  por  lo  mismo  su  acción  exterior  desde 
los  desastres  del  Arapey  y  del  Catalán,  creyeron  fácil 
Hereñú  y  sus  secuaces  pronunciarse  contra  la  domina- 
ción del  caudillo  oriental,  reconociendo  la  autoridad 
del  directorio.  Este  pronunciamiento  se  verificó  en 
Diciembre  de  1817,  apoyado  por  flierzas  nacionales; 
pero  no  estuvo  destinado  á  tríuníár,  como  se  verá 
poco  después  (CXLVIII). 

También  en  la  provincia  de  Corrientes  se  sucedieron 
las  revueltas  durante  el  régimen  federal.  Baaoaldo  había 
nombrado  un  gofomiador  en  1816.  Á  éste  sucedió  otro 
en  el  mismo  año.  Fué  depuesto  á  su  vez  por  los  antí 
artiguistaSy  pero  volvió  al  poder  inmediatamente.  Le 


Digiiized  by  Google- 


U  RBPtiBLIGA.  ORIENTAL  BBL  ORUaUAT  858 

siguió  en  1816  Méndez,  artiguista.  Los  que  no  querían 
la  tutela  del  caudillo  oriental  le  hicieron  la  guerra, 
pero  Alerón  vencidos  otra  ves  y  sus  Jefes  enviados  al 
campamento  de  Artigas.  Al  ser  repuesto,  Méndea 
ordenó,  por  obedecer  á  su  Protector,  que  se  forzara  al 
servicio  de  las  armas  á  cuantos  pudieran  llevarlas, 
mientras  el  indio  misionero  Andrés  Tacuarv,  llamado 
también  Andresito  Arti^^as,  y  más  comunmente  Andre* 
SÜO9  hüo  adoptivo  del  Protector,  hacía  otro  tanto  en 
las  Misiones,  disputando  á  los  paraguayos  el  dominio 
de  este  territorio.  Todas  estas  fuerzas  eran  para  el  ser- 
vicio de  Artigas.  Las  indiadas  reunidas  en  Corrientes 
se  coníiaron  al  mando  del  coronel  José  Francisco 
Bedoya ;  pero  éste,  en  vez  de  emplearlas  segf6n  la  volun* 
tad  de  Artigas,  'se  sublevó,  depuso  á  Méndez,  se  puso 
en  comunicación  con  el  gobierno  nacional,  convocó  un 
congreso  de  correntinos  é  hizo  confirmar  el  nombra- 
miento de  gobernador  que  ya  babía  recibido  de  sus  sol* 
dados  (1817). 

Por  su  paurte  la  provincia  oriental  soportaba  pruebas 
no  menos  duras.  Vencido  Dorrego  en  Guayabos,  y 
abandonada  la  plaza  de  Montevideo  por  las  tropas  nacio- 
nales, entró  rn  ella  Oiorgués  y  se  arrogó  ei  mando.  Los 
actos  de  salvajismo  que  él  y  sus  soldados  cometieron 
horrorizaron  tanto  á  la  culta  población  de  Montevideo, 
que  Artigas  tuvo  que  ceder  al  clamor  de  sus  mismos  par- 
ciales sustituyéndolo  por  Rivera  y  enviando  más  tarde 
á  don  Miguel  Barreiro  para  que  gobernase  según  sus 
instrucciones  y  como  deloí>'ado  suyo. 

Así  que  cayó  el  poder  de  los  unitarios,  el  nuevo  direc- 
tor nombró  comisionados  para  que  tratasen  la  indepen- 
dmcia  de  la  Banda  Oriental.  Artigas  desechó  en  abso- 
luto la  proposición  de  la  independencia  y  opuso  un 
proyecto  por  el  cual  declaraba  que  la  Banda  Oriental 
era  una  provincia  argentina  y  estaría  sv^eta  á  la  cons* 


Digitized  by  Google 


354  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

titución  que  dictase  el  Congreso  que  pronto  había  de 
reamarse,  á  la  vez  que  exigía  que  las  provincias  de  Cór- 
doba, Entre  Ríos  y  Corrientes,  y  la  teniente-goberna- 
ción de  Santa  Fé  permanecieran  l)i\jo  la  protección  de  la 
provincia  oriental  y  soiiietidas  ~  á  la  dirección  del  Jefe 
de  los  orientales  »  mientras  voluntariamente  no  quisie- 
ran separarse.  Los  comisionados  del  directorio  federal 
procuraron  transigir  repitiendo  al  día  siguiente  su  pro- 
puesta de  que  la  Banda  Oriental  fuese  independiente  y 
a^wgando  (jue  las  pro\iiicias  de  Corrienies  y  Entre 
Ríos  quedarían  en  libertad  para  i tenerse  b¿yo  la  protec- 
ción del  gobierno  que  quisieran.  Pero  Artigas,  que  no 
quería  la  independencia  de  su  patria  y  si  la  mayor  can- 
tidad de  poder  posible  para  imponerse  en  su  [provincia 
y  ñiera  de  ella,  rechazó  también  esta  propui^si.i  y  que- 
daron rotas  las  negociaciones  (Junio  de  1815).  Esta 
ruptura  fué  la  que  determinó  al  director  Álvarez  á  man- 
dar sobre  Santa  Fé  la  fuerza  de  observación  que 
comandó  el  general  Viamont. 

Los  portugueses  aprovecharon  (\sta  coyuntura  para 
invadir  la  Randa  Oriental,  como  queda  referido 
(CXXXVI),  y  de  ahí  que  en  las  Misiones,  en  Corrientes  y 
en  Entre  Ríos  se  apresurasen  los  caudillos  artiguistas  á 
reunir  indiadas  para  oponerlas  al  invasor  del  Urugaay. 
Bl  gobierno  argentino  propuso  todavía  arreglos  á  Arti- 
gns,  cou  el  íin  de  re|)eler  iodos  unidos  los  ejtu'ciios  \K)r- 
tugues'es,  mas  el  caudillo  incorregible  pretirió  la  domi- 
nación portuguesa  al  avenimiento  con  el  gobierno  nació* 
nal,  y  ñié  motivo  de  que  la  causa  de  la  independencia 
uruguaya  quedase  vencida  en  el  decurso  de  1817. 

De  lo  expuesto  se  deduce  que  si  los  unitarios  habían 
sido  impotentes  para  hacer  respetar  la  autoridad  de  su 
gobierno  y  para  someter  por  la  fuerza  á  las  poblaciones 
de  las  provincias  antes  de  1816,  no  füé  menor  la  impo- 
nencia de  los  federales  ilustrados  que  se  apoderaron  del 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBUCA  OKI£NTAL  D£L  URUGUAY  355 

gobierno  en  Abril  de  ese  año,  como  que  Salta,  Córdoba, 

Santa  Fe,  Corrientes,  Entre  Ríos  y  el  Uruguay  no  se  le 
subordinaron,  ni  se  ocuparon  de  cumplir,  siquiera  fuese 
aparentemente,  las  disposiciones  del  famoso  estatuto 
PROVISIONAL.  Las  pocas  provincias  que  estuvieron  en 
buenas  relaciones  con  el  gobierno  general  no  aprove- 
ciiaiuu  la  paz  para  organizarse  constitnrional  ni  arlnii- 
nistrativamente,  y  á  las  otras  les  sirvió  su  separación 
de  hecho  solamente  para  vivir  en  permanente  estado  de 
guerra,  y  sometidas  al  cacicazgo  de  caudillos  locales  y 
á  la  prepotencia  arbitraria  de  Artigas,  más  ó  menos 
duramente  ejercida,  soí^ün  fueran  las  distancias  ñ  que 
estuvieran  del  cuartel  general  ó  la  talla  de  los  mando- 
nes. En  ninguna  de  ellas  hubo  constitución,  leyes,  ni 
cosa  parecida;  ni  las  personas,  ni  las  cosas,  estuvieron 
sujetas  a  reglas  civiles  iii  políticas.  Imperaba  la  volun- 
tad variable  de  los  que  disponían  de  la  fuerza.  Ni  entre 
ellos,  ni  ellos  y  el  pueblo,  existieron  relaciones  que, 
siquiera  fuese  embrionariamente,  pudieran  reputarse 
federativas.  Artigas  dominaba  unitaria  y  absoluta- 
mente, cuanto  le  era  posible,  á  su  pueblo  y  á  los  que 
le  tenían  por  protector;  y  cada  jefe  subordinado  domi- 
naba en  su  distrito  tan  unitaria  y  absolutamente  como 
pudiera.  Esas  provincias  diferian  poco,  por  su  organi 
zación  política,  de  las  tribus  salvajes.  Ni  podía  espe- 
rarse otra  cosa  del  estado  de  civilización  de  la  mayoría 
de  sus  pueblos,  que  era,  como  se  ha  visto,  la  barbarie 
de  los  campesinos  (XGI  y  sigts.  GXXXVIII).  La  federa- 
ción mal  entendida  por  los  hombres  ilustrados  que  se 
llamaban  íe(ler:i!*'>,  no  era  para  los  pueblos  otra  cosa 
que  la  libertad  de  tener  caudillos  locales,  ni  para  los 
caudillos  era  más  que  la  libertad  de  mandar  y  disponer 
de  todo  como  querían.  Hubiera  podido  esperarse  de 
caudillos  civilizados  que  su  omnipotencia  ñiese  morige- 
rada por  ideas  científicas  y  por  sentimientos  humanita- 


üigiiized  by  Google 


356 


ríos;  pero  los  salidos  del  seno  de  la  barbarie  no  podían 
tener  otras  ideas  y  sentimientOB  que  los  inherentes  at 
grado  prímitiTO  de  su  caKora  Intelectoal  y  moral ;  por 

manera  que  era  inevitable  que  el  uso  de  su  poder  fuese, 
como  fué  efectivameate,  bárbaro. 

CXL>  n.  —  La  Tnelta  ai  redimen  aiütario  (ISie-lSl  7j. 

Los  sucesos  del  año  1815  y  de  j)niicipiüs  dei  sigruiente 
demostraron  al  director  Alvares  Thomas  qae  la  aplica* 
ción  del  Estatuto  provisional  no  se  realizaba  en  las  pro- 
vincias, é  impedía  al  gobierno  obrar  segl&n  lo  requerfan 
las  ciminsiancias.  Deseoso  de  poner  remedio  á  estos 
males,  en  vez  de  someter  el  punto  á  la  Junta  de  obsei- 
vación,  como  debió,  hizo  un  llamado  al  pueblo  de  Bue- 
nos Aires,  se  reunió  éste  en  el  Colegio,  amplió  las  fhctil- 
tades  del  directorio  y  nombró  una  comisión  para  que 
reformara  el  Estauuo  (Febrero  de  1810).  La  Comisión 
se  expidió  en  los  primeros  días  del  mes  siguiente  y  el 
pueblo  fué  citado  para  considerar  el  proyecto;  pero 
luego  se  juzgó  más  prudente  postergar  la  promulgación 
do  las  modifleaciones  hasta  que  el  Congreso  se  proiiuii- 
ciara  á  su  respecto  (Ai)ril). 

Como  en  esos  días  ocurrió  además  el  suceso  de 
Santo  Tomé,  en  que  se  pactó  la  deposición  del  director 
(CXLVI),  Álvarez  Thomas  renunció  su  empleo  y  la  Junta 
de  observación  y  el  cabildo  nombraron  al  brigadier 
Antonio  González  Balcarce,  según  ya  se  ha  dicho  (10 
de  Abril).  Poco  tardó  en  manifestaiáe  en  Buenos  Aires 
una  ardiente  oposición  de  federales  y  unitarios.  Aqué* 
líos  pidieron  á  Balcarce  que  la  provincia  se  constituyese 
federau  va  mente,  sin  perjuicio  de  la  obediencia  que  se 
prestaiia  á  las  autoridades  centrales;  los  últimos 
rechazaban  tal  pretensión.  Balcarce  apoyó  á  los  fede* 
rales;  el  cabildo  á  los  unitarios.  Sucediéronse  los 


BB  LA  RBPÜBUCA  ORIENTAL  BEL  URÜGUAT  357 

tumulios,  pero  la  voiaciua  üei  pueblo  dio  el  triunfo  á 
ios  unitarios  (Mayo).  La  consecuencia  Aié  que  el 
Cabildo  y  la  Junta  de  observación  destituyeran  á  BaK 
caree  y  que  lo  reemplasaran  por  ana  Cmnisién  gttber^ 
nativa,  compuesta  de  un  capitular  y  de  ua  mieuibro  de 
la  Junta  (11  de  Julio). 

Las  proYÍncías  habían  sido  invitadas  entretanto  para 
que  eligieran  representantes  y  los  enviasen  á  Tucumán, 
según  el  Estatuto  prescribía.  Esta  era  la  oportunidad 
en  ([ue  todas  concurrieran  á  hacer  valer  sus  opiniones 
y  á  decidir  lo  que  más  bien  les  pareciera.  Pero  Artigas, 
que  no  podía  estar  en  paz  con  nadie,  ni  quería  someter 
su  ambición  á  la  decisión  libre  de  una  asamblea,  pro- 
hibió á  las  provincias  que  le  reconocían  Protector,  que 
mandaran  diputados  á  Tucumán  é  invitó  á  las  misnius 
y  á  las  demás  que  los  enviasen  á  Paysandú,  para  que 
allí  se  celebrase  el  congreso  constituyente,  b^jo  la 
la  dirección  y  la  protección  del  cau«üllo. 

Aunque  algunos  diputados  acudieron  á  Ptiysandií, 
fueron  pocos  y  se  frustró  el  proyecto.  Á  Tucumán  fueron 
los  de  las  provincias  de  Buenos  Aires  (excepto  ia 
teníente^bemación  de  Santa  Fé),  Cuyo  (que  la  compo- 
nían las  jurisdicciones  de  Mendosa,  San  Juan  y  San 
Luis),  Salta  (en  que  estaba  compr< n  lido  el  territorio 
de  Jiguy),  y  Tucumán  (que  la  componían  la  sección  del 
mismo  nombre  y  las  de  Catamarca  y  Saniiago  del 
Estero^  Á  estos  diputados  se  unieron  también  los  de 
Córdoba  (de  que  era  parte  la  Rioja),  así  que  los  fede- 
rales artiguistas  fueron  vencidos  por  los  que  no  admi- 
tían el  protectorado  de  Artigas  (OXLVlj,  y  los  délas 
provincias  del  Alto  Perú  (Cochabamba  y  Cbuquisaca). 

El  congreso  se  instaló  en  Tucumán  el  24  de  Mareo  de 
1816,  compuesto  en  su  mayoría  de  representantes  fede- 
rales, algunos  de  mucha  talla  intelectual,  y  todos  ani- 
mados por  sentimientos  patrióticos.  La  minoría  de  uni^ 


üigiiized  by  Google 


BOSQUEJO  aibTÓKlCO 


tarios  había  ido  de  Buenos  Airea  principalmente,  qaie> 
nes,  avezados  ya  en  la  política,  llevaron  ideas  definidas 

y  concoixl antes.  Los  federales,  fjue  poco  habían  figurado 
en  la  vida  pfiblira,  !Iovan>n  el  senliniienlo  reg-¡«>nal 
decorado  con  el  nouibre  de  /edei^alismo,  que  andaba 
entonces  en  boca  de  todo  ei  mundo,  pero  sin  tener  con- 
cepto claro  de  lo  que  era  el  sistema  político  así  llamado, 
y,  por  consecuencia,  sin  unidad  de  doctrina  ni  de  pro- 
pósitos liiiales  (Iri(M-uiinatlos.  Los  representante^  del 
Alto  Perú  se  distinguían  de  todos  los  otros  \k*v  su  pcn- 
Famiento  de  que  se  restableciera  el  antiguo  imperio 
pemano  de  los  incas,  extendido  hasta  el  Rio  de  la 
Plata,  con  la  capital  en  el  Perú. 

El  iiitlujo  ({\h'  los  (11  ¡)ii i:\dos  unitarios,  y  íiiás  quo  ellos 
la  siluaeión  de  l.i>  proviucias  ejercieron  en  la  mayoría 
de  los  que  se  tenían  i>or  federalistas  se  reveló  pronto  en 
el  nombramiento  de  la  persona  que  había  de  desempe- 
ñar definitivamente  el  directorio,  el  cual  recayó  en  d 
coronel  mayor  Juan  Martín  do  Pueyrredon,  disputado 
por  San  Luis,  decidido  sostenedor  de  las  doctrinas  uui- 
tarias  (3  de  Mayo). 

£1  día  9  de  Julio  proclamó  solenmemente  y  por  una- 
nimidad la  independencia  de  las  Provincias  unidas. 

Los  dii)Utados  del  Alto  Perú  aprovecharon  estos 
momentos,  en  que  el  patriotismo  iiacia  coiiíVaterni/ar  á 
todos  los  individuos  del  congreso,  y  en  que  el  orden 
interno,  así  como  ios  peligros  exteriores,  aumentados 
ahora  con  la  actitud  que  los  portugueses  asumían, 
reclamaban  medidas  que  acreditasen  la  nacionalidad  m 
el  concepto  del  nmndo  entero,  para  proponer  que  se 
adoptase  la  forma  constiLuciunal  de  la  monarquía  Tom- 
plaJa,  llamando  al  trono  la  dinastía  de  los  incas  y  res- 
tableciendo su  capital  histórica  de  Cuzco  (12  de  Julio). 
Se  cambiaron  opiniones  á  este  respecto  en  varías  8esio> 
lies,  pero  la  moción  quedó  sin  votarse,  porque  la  discu- 


Digitized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  ÜRUaUAY  359 

sión  demostró  á  sus  autores  que  uo  podría  triunfar. 

El  director  Pueyrredon  ocupó  su  puesto  á  fiues  del 
mismo  mes  de  Julio.  Bl  Congreso  se  trasladó  á  Buenos 

Aires,  reabrió  aiiui  sus  sesiones  en  Mayo  de  1817,  y  en 
Diciembre  sancionó  la  constitución  del  eslado,  que  deno- 
minó REGLAMENTO  PROvisoRi»^.  Estc  documento  tomó 
por  base  el  estatuto  de  1815,  del  cual. copió  literal- 
mente muchas  disposiciones  y  aun  secciones  enteras ; 
pero  diíiere  de  61  en  varios  puntos  importantes.  Uno 
de  éstos  es  el  que  dispone  que  los  í^obernadores  de  pro- 
vincia sean  nombrados  por  el  director  del  estado*  en 
vez  de  ser  elegido  por  el  pueblo.  £s  decir  que  desapa- 
reció de  la  constitución  la  disposición  federativa  que 
contenía,  y  quedó  sancionado  el  régimen  unitario,  aun- 
que se  dispuso  que  el  nombramiento  se  haría  dentro  de 
la  lista  de  cuatro  á  ocho  elegibles  que  todos  los  cabil- 
dos presentarían  al  director.  Muchos  de  los  diputados 
que  hablan  ido  al  congreso  imbuidos  por  sentimientos 
federales  más  6  menos  indefinidos  se  adhirieron  á  la 
restauración  del  sistema  unitario,  sin  renunciar  por  eso 
á  sus  idens  especuladvns.  La  causa  que  decidió  á  la 
mayoría  á  votar  el  proyecto  fué,  según  más  tarde  lo 
expresó  en  un  documento  memorable,  «  el  estado  tan 
n  deplorable  en  que  se  hallaba  la  República  cuando  se 
<p»  instaló  el  Congreso  nacional :  ...  los  ejércitos  disper- 
jf  sos  y  sin  subsistencia;  una  lucha  escandalosa  entre 
»  el  gobierno  supremo  y  muchos  pueblos  de  los  de  su 
9»  obediencia;  el  espíritu  do  partido  ocupado  en  luchar 
I»  una  facción  con  otra;  ciudadanos  inquietos,  siempre 
91  prontos  á  sembrar  la  desconfianza  com[))  imiendo  el 
corazón  de  los  incautos;  ...  en  fin  todo  el  estado  camí- 
1»  nando  de  error  en  error  de  calamidad  en  calami- 
«  dad,  á  su  disolución  política  n  ...  No  menos  que  de 
impedir  que  la  autoridad  degenerase  en  tiranía,  se 
9»  había  cuidado  de  que  la  libertad  del  pueblo  no  dege- 


Digitized  by  Google 


«•  nerase  en  liceDcia.  Huyendo  de  las  juntas  timiattiia- 

r  lidiS  (que  se  formaba  11)  para  las  elecciones  de  jetes  de 
T  los  pueblui,  relbrmiüüaíse  las  formas  recibidas  y  no 
9  se  dio  lugar  á  principios  subversivos  de  todo  el 
»  orden  social :  ae  limitó  el  circulo  da  ia  acdéa 
m  popular  ála  propuesta  de  elegiblea.  Füé  aafcomD 
«  le  consiguió  la  tranquilidad.  » 

La  constitución  de  1817  fué,  como  la  de  1815,  muy 
democrática,  pues  declaró  ciudadanos  activos  á  todos 
los  hombres  mayores  de  25  años  que  hubiesen  nacido 
en  el  pais  ó  que»  habiendo  nacido  en  el  extraiqera, 
tuviesen  cuatro  afios  de  residencia,  «perderán  algún 
arle  ú  oücio  y  supiesen  leer  y  escribir.  Los  extranjeros 
serían  ele^^ibles,  además,  para  los  t'iii[>leos  de  la  repú- 
blica, en  cuanto  tuviesen  diez  años  de  residencia;  y 
para  las  Amcioues  de  gobierno»  si  renunciasen  toda  otra 
eiudadanfa. 

CXLTIli.  —  Lm  fKivlMlat  y  «1  gMeim  «dtMrl*!  «a  1S18  y 

La  provincia  de  Salta  continuó  arbitrariamente  domi- 
nada  por  Guemes  desde  que  se  promulgó  la  constitiicióo  , 

unitaria,  en  los  años  1818  y  1819;  cuya  dominación 
toleró  el  directorio,  porque  careció  de  fuerza  para  impe- 
dirla» y  porque  Güemes  fué  en  ese  tiempo  el  único  poder 
que  pudiera  contener»  y  que  efectivamente  contuvo  i 
los  realistas  en  las  provincias  del  Alto  Perú. 

La  provincia  de  Tucumán  se  conservó  también  fifOS^ 
^^ada  hasta  fínes  de  1819.  Pero  Araoz,  que  había  conti- 
nuado sus  comunicaciones  con  Artigas,  y  luego  <^o^ 
Ramires»  después  que  cesó  en  el  qjeicicio  del  gobieriK) 
(CXLVI),  indvyo  á  un  oficial  á  que  se  sublevara  coa  ] 
parte  de  la  guarnición  (Noviembre).  Fueron  arrestadoA 
el  jefe  de  las  tropas  y  el  general  Belgrano,  (ipie  estaba  . 
postrado  por  uua  enfermedad)»  destituido  ei  gobem^^^ 


Digitized  by  Googk 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  3(il 

7  proclamado  Araoz  como  tal.  Araoe  protestó  que  obe* 
decerfá  al  CJongreso,  puso  en  libertad  á  Belgrano,  y 
estuvo  en  el  gobierno  provincial  hasta  principios  de  1820. 

Aunque  vencido  Artigas  por  los  portugueses  en  1817 
(CXLVI),  intentó  reabrir  nueva  campaña  en  1818»  reu- 
niendo en  Entre  Ríos,  Corrientes  y  las  Misiones  corren- 
tinas  cuantos  gauchos  é  indios  pudiera.  Su  atención 
estaba  toda  entera  absorbida  por  las  necesidades  de 
esta  guerra.  No  teniendo  pueblos  que  gobernar  en  su 
provincia,  porque  se  habían  sometido  á  ios  portugueses, 
todo  su  empeño  se  contrajo  á  imponer  á  sus  aliados  sus 
órdenes,  para  que  lo  auxiliasen  con  elementos  de  gue^ 
rra.  Pero,  sin  capacidad  militar,  no  disponiendo  sino  de 
bárbaros  y  de  salvajes  indis(  iplinados  para  oponerlos  á 
las  tropas  reo-ulares  del  enemigo,  y  con  su  autoridad 
muy  quebrantada  en  Santa  Fé  y  en  Entre  Ríos  desde 
que  perdió  la  campaña  de  1817,  resultó  definitivamente 
vencido  en  la  de  1818  y  1819  y  obligado  á  abandonar 
para  siempre  á  su  patria,  en  seguida  de  las  derrotas  del 
Arapey  v  del  Catalán  (Enero  de  1819). 

Ú  triunfo  de  Bedoya  (CXLVI)  uo  puso  término  á  la 
guerra  de  los  partidos  correntínos;  pues,  si  bien  su 
poder  no  hubiera  sido  superado  por  los  artiguistas  de 
Corrientes,  contaban  éstos  con  la  indiada  misionera  que 
recoiiocia  la  jefatura  del  cacique  Andresito.  Bedojra 
pudo  gobernar  sin  temor  de  ser  depuesto  mientras  los 
misioneros  estuvieron  entretenidos  en  defenderse  de  las 
dos  invasiones  que  el  general  portugués  Chagas  les 
Uevó  á  mediados  de  1817  y  principios  de  1818  con  el  fin 
de  impedir  que  vinieran  á  engrosar  las  fuerzas  con  que 
Artigas  operaba  en  el  Uruguay;  pero  en  cuanto  se 
repusieron  de  los  desastres  de  la  tíitima  invasión  fueron 
traídos  por  Andresito  contra  el  gobernador  Bedoya  en 
número  de  2000,  triunfaron,  peneitraron  en  la  ciudad 
de  Corrientes  y  restablecieron  en  el  poder  la  influencia 


Digitized  by  Google 


I 


302  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

artígaista  devolviendo  el  gobierno  á  Méndez  (Octabfe 
de  1818).  Andresito  consolidó  esta  sitoadóo  permane* 

ciendo  en  aquella  ciudad  durante  sieie  i^eses,  hasta 
i^ue  invadió  á  su  vez  el  Brahil  en  H19,  en  couibiii ación 
con  la  última  campaña  que  Artigas  alMÍó  en  su  país. 
Los  enemigos  del  despotismo  artiguista  aprovécharoii 
la  ocasión  para  rebelarse ;  i^ero  el  irlandés  Pedro  Camp- 
bell, tenido  por  almirante  de  la  escuadrilla  de  Artigas, 
y  su  auxiliar  y  compatriota  Juan  Tomás  .\sdet  les 
salieron  al  encuentro,  los  vencieron  (Mayo),  decapitaroa 
á  los  jefes,  exliibieron  sus  cabezas  en  la  plasa  pública 
de  Corrientes  y  se  entrei^aron  á  toda  clase  de  excesos. 

Estauislao  Ló|>ez  había  adquirido  en  Sania  Fé  noto- 
riedad y  prestigio  durante  la  guerra  de  1817  (CXLVI)  y 
se  sirvió  de  estas  ventajas  para  hacer  sublevar  una 
ñierza  contra  el  teniente-gobernador  Vera,  obligar  á 
éste  á  que  renunciara,  y  sustituirlo  en  el  gobierno 
(Julio  de  1818).  Santa  Fé  había  sido  hasta  entonces 
parte  de  la  provincia  de  Buenos  .Vires.  López  la  declaró 
provincia  y  se  llamó  á  sí  el  primer  gobernador,  cuyos 
títulos  ñieron  consagrados  por  los  hechos  de  larg^> 
tiempo,  pues  la  doniinación  de  Estanislao  López  duró 
veinte  años.  Ental)ló  on  seguida  relaciones  amistosas 
con  Artigas  y  con  Entre  Ríos,  y  abrió  una  campaña 
contra  la  provincia  de  Buenos  Aires  cuyo  territorio 
septentrional  recorrió  diflindiendo  el  espanto  en  las 
poblaciones.  Penetró  asimismo  ct)  la  provincia  de  Cór- 
doba y  derrotó  en  la  Ben-adura  al  coronel  Bustos 
(7  de  Noviembre).  Habiendo  el  directorio  puesto  en 
campaña  un  ejército  considerable  bajo  las  órdenes  de 
Balcarce,  López  se  replegó  sobre  su  provincia  y  batió 
la  caballería  enemiga  (27  de  Noviembre). 

Retirado  el  ejército  nacional  hasta  la  frontera  de  las 
^qa  provincias,  sustituido  Balcarce  por  Viamont,  y 
Hpi^uiixada  la  caballería,  continuaron  las  operaciones 


DE  UL  REPÚBUCA  ORIENTAI.  DEL  URUGUAY  3Ü3 


con  esta  arma.  López  ftié  derrotado  por  Bustos  en  él 

mismo  paraje  en  que  éste  lo  había  sido  por  aí^uél 
{18  de  Febrero  de  1819);  pero,  rehecho  prontamente, 
venció  á  su  vez  á  la  cabaUeria  de  Víamont,  mandada 
por  Hortiguera,  en  las  Barrancas  (10  de  Marzo).  Con- 
siderándose empero  López  impotente  para  luchar  con 
la  infantería  y  la  artillería  del  directorio,  así  como  el 
cyército  del  directorio  lo  era  para  luchar  con  la  caba- 
llería santafecina,  ambas  partes  reconocieron  la  necesi- 
dad de  poner  término  á  la  campaña  por  un  acuerdo,  y 
celebraron  un  armisticio  temporal  en  el  Rosario  (5  de 
Abril  1819),  al  cm^l  so  sijjruió  otro  que  se  ajustó  (12  de 
Abril)  en  San  Lorenzo  con  el  general  Belgrano  (quien 
venía  también  contra  López),  estableciéndose  que  las 
tropas  nacionales  se  retirarían  de  Santa  Fé  y  Entre  Ríos 
y  las  santafecinas  se  irían  hacia  el  Norte  de  la  provin- 
cia, y  que  ambas  partes  estipularían  un  tratado  de  paz 
en  el  término  de  un  mes. 

Mas,  aunque  el  director  nombró  sus  representantes, 
y  éstos  esperaron  muchos  meses,  López  no  correspon- 
dió :  ni  principio,  porque  el  entrerriano  Ramírez  no 
concurría;  y  luego,  porque  el  general  chileno  José 
Miguel  Carrera  (CXXXl),  que  quería  volver  á  Chile 
venciendo  con  el  auxilio  ai^entlno  al  partido  que  en  su 
patria  i^obernaba,  indujo  a  López  y  á  Ramírez  á  renovar 
las  husiilidades  contra  el  gubiei  no  nacional  esperando 
que  por  este  medio  volvieran  los  federales  al  poder  y  lo 
protegieran  después  en  su  empresa  contra  el  gobierno 
chileno.  El  caudillo  santafecino  aprovechó  este  tiempo 
para  dar  á  la  [provincia  el  estatuto  provisional,  que 
fué  su  primera  constitución  (26  de  Agosto),  y  luego 
terminó  los  aprestos  militares  para  la  campaña  contra 
Buenos  Aires.  Esta  guerra  comenzó  en  Octubre  y  con- 
tinuó en  todo  lo  restante  del  año  y  en  1820. 

Rebelado  Hereñú  y  sus  secuaces  contra  el  gobernador 


üigiiized  by  Google 


a54 


BOSQUEJO  HI8T6rIOO 


con  que  lo  había  suplantado  ArUgas  y  cuaira  la  prepo- 
tencia de  éfite,  y  habiendo  conseguido  ^ue  el  gobierno 
nacional  lo  a{M>yara  con  50D  hombres  que  confió  al 

coronel  Luciano  Montesdeo<*n,  se  pronunció  Ramírex  en 
favor  del  proteciorail»  uru^.niayo  (rXLVI),  y  comenzó 
la  guerra  venciendo  á  Moaiesdcoca  en  Ceballos  (Diciem- 
bre de  1817).  £1  Director  envió  inmediatamente  ai  gene- 
ral Balearte  con  otros  500  hombres.  Se  reunieron  con 
éstos  los  de  Herefiá,  y  por  su  parte  Ramírez  atrajo  á 
sus  filas  á  cuantos  había  en  Eíiire  Ríos  aptos  para  i 
pelear.  Las  dos  fuerzas  se  encontraron  en  el  Saucesito, 
cerca  del  Paraná,  el  25  de  Mano  (1818)»  y  apenas  tra- 
bado el  combate,  se  declaró  la  derrota  de  Balcarce.  £1 
Directorio  no  quiso  prolongar  esta  gfuerra.  Quedó,  pues, 
Ramírez  con  el  prestitrio  que  le  hahian  dad(^  sus  triui.- 
íüs,  y  no  descui  lú  el  hacerlo  valer  para  erigii'se  ea  I 
aeñor  de  Entre  Ríos  con  el  título  de  Supremo  entre^ 
rnano,y  para  organizar  militarmente  toda  la  provincia. 
Tranquilo  respecto  de  Bueuos  Aires  y  aliado  de  Santa  i 
Fé  y  de  Arti^^'-as,  marchó  sulire  Corrientes  con  el  propó- 
silo  (Je  vencer  á  Bedoya  y  reponer  á  los  artiguistas  en  < 
el  gobierno ;  pero  al  penetrar  en  el  territorio  vecino 
supo  que  Andresito  operaba  ya  con  éxito  y  se  retiró, 
dando  cuenta  de  los  hechos  á  Arti^^^s,  y  diciéndole  que 
había     convidado  á  dicho  Andresito  á  bajar  al  Sud» 
para  (^ue  marchara  contra  los  portugaleses  >»  (Agustu 
de  1818).  Tuvo  que  luchar  en  seguida  con  Uerehú,  que  ' 
invadió  la  provincia  y  penetró  hasta  Gualeguaychá, 
mientras  el  general  Balcarce  respondía  á  las  hoatilida- 
des  iniciadas  por  el  caudillo  de  Santa  Fé;  pero  triunfó 
pronto  de  su  adversario.  Cuando  el  general  José  Miguel 
Carrera  pasó  de  Montevideo  á  Entre  Ríos  y  Santa  Fé 
con  ánimo  de  inducir  á  los  caudillos  de  estas  provincial 
á  qae  en  vez  de  celebrar  la  paz  con  Buenos  Aires  n»n- 
pieran  el  armisticio  y  prosiguieran  la  guerra,  Ramírez 


Digitized  by  Google 


DB  LA  RBPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URU0ÜAT  365 

aceptó  la  proposición^  se  alió  con  López  y  ambos  hicie- 
ron la  campaña  que  éste  recomenzó  en  Octubre  de  1819. 

CXLIX.  -  £1  gobleno  wdtario  es  xm  j  1819 

Transcurrió  el  afio  1818  sin  que  los  poderes  nacionales 
realisanm  algún  acto  político  de  excepcional  importan* 

<Ha,  á  no  ser  el  envío  á  Europa,  por  indicación  de  la 
Logia  Lautaro,  del  sacerduie  don  Valentín  Grómez, 
filósofo,  hombre  de  letras  y  orador  sagrado  de  reputa- 
ción, que  había  desempefiado  papel  importante  en  los 
sucesos  revolucionarios ;  cuyo  envío  tuvo  por  objeto 
solicitar  de  las  potencias  de  primer  orden,  dirigiéndose 
primeramente  á  Francia,  que  asegurasen  la  indepen* 
dencia  del  Rio  de  la  Plata,  nueva  y  seriamente  amena- 
zada por  la  expedición  de  20.000  hombres  destinados  á 
Buenos  Aires,  que  se  preparaba  en  Cádiz  (CXXVII).  El 
Congreso  sancionó  el  22  de  Abril  de  1819  la  constitución 
definitiva  del  estado  y  aprobó  un  extenso  manifiesto 
dirigido  á  demostrar  que  los  principios  adoptados  eran 
los  más  convenientes  al  país  y  estaban  autorizados  por 
la  experiencia  del  Estatuto  provisorio  de  1817. 
Declaró  que  el  estado  profesaba  la  religión  católica, 
apostólica  romana.  Dividió  el  poder  legislador  en  dos 
cámaras :  una  de  representantes  y  otra  de  senadores, 
en  lo  cual  se  separó  de  las  constituciones  anteriores. 
Confió  el  poder  ejecutivo  á  un  director,  que  sería  nom- 
brado por  las  mencionadas  cámaras  cada  cinco  años,  y 
y  encargó  al  presidente  del  senado  el  suplir  al  director 
en  caso  de  enfermedad,  acusación  ó  muei*te.  Creó  una 
alta  corte  (le  justicia,  cuyos  individuos  serían  nombra- 
dos por  el  director.  Especilicó  los  derechos  de  la  nación 
y  de  los  habitantes  del  estado.  'Dió  reglas  para  la 
reforma  de  la  constitución  y  mandó  que  rigieran  las 
leyes,  estatutos  y  reglamentos  ya  promulgados ,  en  cuanto 


üigiiized  by  Google 


366  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

BO  86  opusieran  á  esta  constitución,  mientras  la  legisla- 
tura no  los  reformase.  Esta  constitución  fué  incompleta 
en  varias  de  sus  seis  secciones,  aun  después  del  apéndice 

que  el  Con^^vsü  aprobó  á  los  ocho  días;  peiu  ningún 
defecto  tan  notable  como  el  de  haberse  omitido  la 
declaración  terminante  y  clara  de  si  el  estado  se  regiría 
por  el  sistema  unitario  ó  por  el  federal,  y  las  disposiciones 
que  del  principio  declarado  debían  derivarse.  La  cons- 
titución no  trató  OvSie  punto  capitalísimo,  (jiie  t«niía 
dividido  á  todu  el  pueblo  en  bandos  proíundainenie 
enemistados.  Esta  falta  de  franqueza,  6,  mejor  dicho, 
esta  omisión  tan  notable  debió  por  fiierza  desagradar  A 
todos  los  i»arti(los,  y  aun  darles  i)asepara  que  interpre- 
taran In  constitución  en  sentidos  opuesto*!,  seírún  á  cada 
uno  conviniera ;  es  decir  que  provocaba  la  anarquía. 

Pueyrredon,  que  ya  estaba  cansado  de  gobernar, 
renunció  el  directorio  á  los  pocos  dfas  de  promulgada 
l¿i  Lonsuturión.  El  roiiírresu  nünit>ró  al  j^eneral  Rondeau 
para  que  lo  sucediera  hasta  la  elección  de  ia^  cámaras 
legislativas  (O  de  Junio). 

Entretanto  don  Valentín  Gómez,  que  había  entablado 
relaciones  diplomáticas  con  el  ¡^^jbiemo  francés,  recibía 
(1.°  do  Juüio)  la  propuubia  de  que  el  Río  de  la  V\ 
adoptase  la  íonna  de  gobierno  monárquica  constitucio- 
nal, llamando  al  trono  al  duque  de  Luca,  heredero  de 
la  corona  de  Etruría,  he^io  la  protección  de  Francia.  Se 
allanarían  las  dificultades  que  España  pudiera  oponer, 
puesto  que  el  candidato  estaba  ligado  á  los  Borbones  ]>or 
la  línea  materna,  y  se  conseguiría  interesar  á  Portugal 
casando  al  príncipe  con  una  princesa  del  Brasil.  £1  j 
Sr.  Gómez  expresó  que  no  podía  tratar  sobre  esta  base, 
porque  carecía  de  instrucciones;  pero  envió  la  proj)uesia 
al  director  y  Hondean  la  pasó  al  Congreso.  El  proyecto 
fué  leído  en  la  sesión  del  27  de  Octubre  y  discutido  y 
aprobado,  con  la  condición  de  que  no  se  le  opusiese  In- 


Digilized  by  Goügle 


DE  LA  REPÚBLICA  ORlEISi  AL  DEL  URUGUAY  307 


glateira»  en  las  de  3  á  12  de  Noviembre,  juzgando  que 
de  tal  modo  quedaría  asegurada  la  independencia,  se 

pondría  liii  a  la  espantosa  indisciplina  de  los  partidos  y 
del  ejército,  y  volvería  al  dominio  de  las  Proviucias 
Unidas  el  territorio  usurpado  por  los  portugueses.  Los 
sucesos  ocurridos  muy  luego  en  España  y  en  el  Rfo  de 
la  Plata  impidieron  que  estas  negociaciones  deplorables 
continuaran. 

€L.     LaestáitMÍe  de  1830 

Recomenzada  la  ^^uerra  entre  Santa  Fé  y  el  gobierno 
central,  contando  la  primera  con  la  alianza  de  Entre 
Ríos,  pasó  Ramírez  el  Paraná  con  fuerzas,  se  unió  con 
las  de  López  y  las  que  habían  venido  de  Corrientes  y 
Misiones,  y  tomó  el  mando  en  jefe.  Por  su  parte  el 
director  Rondeau  salió  á  campaña  y  reunió  un  ejército, 
algo  ináb  numeroso  que  el  del  enemigo,  y  había  orde- 
nado que  se  le  incorporase  el  llamado  auocüiar  del  Perú, 
mandado  por  el  general  Cruz,  en  el  cual  se  hallaban  los 
caudillos  Juan  Bautista  Bustos  (de  Córdoba)  y  Alejandro 
Heredia  (de  Tucumán),  y  algunos  jefes  de  línea,  como 
José  María  Paz,  Gregorio  Araoz  de  Madrid,  y  otros. 
£ste  ejército  marchó  hacia  la  provincia  de  Santa  Fé  y 
penetró  en  ella  en  los  primeros  días  de  Enero ;  pero,  al 
llegará  la  posta  de  Arequito  (sobre  el  río  Carcarañá), 
se  sublevó  la  miuirl  bujo  la  dirección  ile  lUistos,  Paz  y 
Heredia  (8  dej  Enero),  se  le  plegaron  poco  después  otros 
grupos  y,  habiendo  tenido  el  general  Cruz  que  dejar  el 
mando,  lo  tomó  Bustos  y  se  dirigió  á  Córdoba,  aban- 
donando la  causa  dt'l  directorio  y  sin  querer  aliarse  á 
López  y  Ramírez  contra  liuenos  Aires,  á  pesar  de  los 
esfuerzos  que  hizo  José  Miguel  Carrera  por  atraerle. 
Con  todo»  quedó  establecida  la  comunidad  del  interés 
general.  Las  flierzas  mandadas  por  Ramírez  tomaron  el 


Digitized  by  C 


36é 


nombre  de  Primera  dirisión  :  las  lü.*: c  iadas  por  Bustos 
se  <icn«>íXimaroa  Segunda  décrntrn :  y  ambos  com ponina 
«i  EJéraio  ftderaL 

Al  día  sigipeiite  da  ocamr  la  Abfericite  de  Af^^ 
T  en  rormÍTencia  ttm  fot  aotores  según  se  piensa,  si 
proTi'in'MÓ  en  San  Juan  al  grito  f!e  «  \  Viva  la  federa- 
ción *  «  ei  capitán  Mañano  Menduabai  contra  6l 
teníente-gobemador  (cuñado  suyo)  y  asumió  el  goliiemo 
apoy^ándose  en  el  voto  de  las  milicias  y  de  una  parte  del 
pufíblo.  Ant^s  de  dos  meses  se  proclamó  que  San  Jaan 

fíApí^raha  de  la  provin<ia  de  Cuy'>  píira  formar  vinñ 
autónoma,  y  el  mismo  Mendizabal  fue  eleirido  primer 
gobernador.  San  Luis  siguió  el  templo  federalisla  de 
San  Joan  (1*  de  Marzo)  y,  por  oonseenencia,  quedó 
dividida  la  provincia  de  Cuyo  en  las  dos  mencionadas  y 
y  en  la  de  Mendoza,  que  tomó  nombre  propio  y  también 
se  declaró  autónoma.  Bu  el  mismo  mes  de  Marxo  et 
comandante  Juan  Felipe  Iharra  depuso  al  teiye&te» 
gobernador  de  Santia^ro  del  Estero,  hizo  reunir  ana 
asaiijhtAa  y  ésta  n^si^lvió  ásM  vez  que  Santiago  se  sepa- 
raba de  la  provincia  de  Tucumau  para  cousütuir  una 
por  si  sola,  aatóooma  en  su  (»tien  interno  y  sometida 
federativamente  al  Congreso  nacional.  So  primer  gober- 
nador lo  fué  el  mismo  Ibarra,  quien  se  hizo  dar  por  las 
cámaras  provinciales  el  íjrado  de  bris'adier  ¿reneral  y 

mantuvo  en  el  poder  durante  una  larga  serie  de  años. 
Tucumán  yCatamarcase  proclamaron  entonces  inde- 
pendientes, formando  ambas  la  RepátUca  féderál  d$ 
Tucumán,  cuyo  presidente  fué  el  general  .\raoz  ;  pero 
al  aíiu  sii^iiionte  (Agosto)  se  emancipó  Catamarca  da 
Tucuiiiáü  y  se  constituyó  en  provincia  autónonin  Como 
que  Güemes  era  y  hacia  lo  que  quería  á  fiivor  ó  á  pessr 
de  todos  los  sistemas  políticos,  no  cambió  las  relaciones 
de  Salta  y  Jujuy  con  la  República,  ni  con  el  g-obierno 
nacional ;  sino  que,  aplicado  constantemente  á  cerrar  á 


Digitized  by  GoOgl 


9 

DE  lA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  369 


lu£>  españoles  el  paso  hacia  el  Sud,  declaró  la  guerra  á, 
Tucumán  porque  no  le  auxiliaba  como  él  quería  (1). 
También  ibé  derrocado  el  temente-gobemaidor  de  la 
Rioja  á  los  pocos  dfas  de  haber  ocurrido  la  sublevación 
{\e  Arequito  ;  los  revolucionarios  se  declarai  (jii  separa- 
dos de  la  provincia  de  Córdoba,  se  constituyeioii  eu  pro- 
vincia federal  y  nombraron  gobernador  al  general  Fran- 
cisco A.  O.  de  Ocampo,  que  había  promovido  y  dirigido 
la  insurrección.  En  Enero  se  acercó  Bustos  á  Córdoba 
con  el  ejército  de  Arequito,  hizo  reuuü  una  asamblea 
en  Marzo,  y  ésta  convirtió  á  Córdoba  en  provincia  autó- 
noma y  nombró  á  Bustos  para  gobernador,  cuya  domi- 
nación cyerció  durante  muchos  aflos. 

Entretanto,  privado  Rondeau  de  la  cooperación  de 
los  4.000  hombres  que  en  Arequito  defeccionaron,  y 
desmoralizada  la  tropa  que  bajo  sus  órdenes  tenía,  tuvo 
que  suiíír  en  Cepeda  la  derrota  de  su  caballería  (1."^  de 
Febrero)  y  (lue  retirarse  con  la  infantería  y  la  artillería. 
Ksie  liecho  y  lo  mal  que  andaban  los  asuntos  políticos 
en  la  provincia  de  Buenos  Aires,  lo  decidieron  á  renun- 
ciar el  directorio  (7  de  Febrero).  Continuó  desem[)e- 
üaudo  este  empleo  el  que  ya  lo  tenía  interinamente,  don 
Juan  Pedro  Aguirre;  pero  á  los  tres  días  el  general 
Miguel  Estíiiiislau  Soler,  comandante  de  las  fuerzas  de 
la  provincia,  intimó  al  Cabildo  que  noliíicase  al  Direc- 
tor y  al  Congreso  que  quedaban  depuesto  el  primero  y 
disuelto  el  segundo.  La  notificación  se  verificó  el  11  de 
Febrero;  el  12  cesó  el  Congreso  declarando  disuelta  la 
unión  de  las  Provincias  Unidas  de  Sud-América,  y  el 

(1)  Fué  fenddo  por  los  tucumanot  en  Abril  de  1821.  Creyendo  lotsalieAos 
propicia  la  ocasión  para  sacudir  el  yugo  del  temiUe  caudillo,  lo  depusieron 
en  Ilayo  ;  pero,  Gfiemet  desconoció  la  autoridad  de  esa  resolncidn»  folvió  á 
Sella  con  las  montoneras  que  babia  salvado  de  la  derrota  y  iom6  U  dudad 
<30  de  Mayo).  Oebo  días  después  lo  sorprendieron  aquí  los  espaAoles,  Güemes 
•e  retiró  bierido  y  murió  á  los  pocos  dias  (17  de  Junio). 

U 


Digilizeci  by  Goügle 


370 


BOSQUEJO  HISTÓRIOO 


13  asumió  el  Cahikio  el  Lrobierno  provincial  y  la  pro- 
vincia de  Buenos  Aires  se  declaró,  á  su  vez,  soberana  é 
independiente.  SI  16  se  nombró  en  cabildo  abierto  á 
don  Manuel  Sarratea  para  que  ejerciese  la  ñinción  de 

gobernador. 

Seis  días  después  de  su  nombramiento  salió  el  gober- 
nador Sarratea  con  dirección  al  ejército  federal»  que  se 
acercaba  á  Buenos  Aires.  Al  dfa  siguiente»  esto  es»  el 

23,  celebró  con  Ramírez  y  con  López,  en  la  capilla  del 
Pilar,  una  convenciún  por  la  cual  se  restablecía  la  paz 
entre  las  tres  provincias  signatarias  y  se  estipulaba : 
que,  aunque  la  nación»  y  especialmente  las  provincias 
contratantes  se  habían  pronunciado  en  favor  de  la 
federación,  se  sometían  á  lo  que  deliberase  uu  congreso 
de  diputados  que  se  reuniría  dos  meses  m?ís  tarde ;  que 
las  divisiones  de  Santa  Fé  y  Entre  Ríos  volverían  á  sus 
respectivas  provincias;  que  sería  libre  la  navegación 
del  Paraná  y  del  Uruguay  para  las  provincias  amigas ; 
que  el  Conirreso  general  de  díi-ut  idos  desliiidaría  los 
territorios  de  las  provincias;  que  se  procesara  á  los  que 
habían  ejercido  el  gobierno  nacional»  para  que  quedara 
justificada  la  guerra  declarada  por  Santa  Fé  y  Entre 
Ríos;  y  que  se  enviase  una  copia  de  este  tratado  al 
capitán  general  del  Uruguay,  don  José  Artigas,  para 
n  que,  siendo  de  su  agrado»  entable  desde  luego  las 
f>  relaciones  que  puedan  convenir  á  los  intereses  de  las 
m  provincias  de  su  mando,  cuya  incorporación  á  las 
«  demás  federadiis  se  miraría  como  uü  dichoso  aconte- 
9>  cimiento.  « 

Estas  palabras  demuestran  que  ya  Ramírez  y  López 
no  consideraban  á  Artigas  como  protector»  ni  como  sim- 
ple aliado  de  quien  no  pudiesen  prescindir.  Negociaban 

por  sí,  con  toda  libertad  y  sólo  üieiicioiiaban  al  cau'ííllo 
uruguayo  en  uno  de  los  artículos  íinales  para  expresar 
que  podía  unirse  á  las  provincias  federadas»  si  quería. 


Üiyiiizeü  by  Google 


DB  LA  RBPÚBUCA  ORIENTAL  BBL  ÜRÜOUAY  371 


Ramírez  se  encargó  pronto  de  impedirle  aun  ésto. 
Habiendo  Artigas  huido  para  el  territorio  conrentino  en 
cuanto  flié  derrotado  en  el  Tacuarembó,  llamó  en  su 

auxilio  fuerzas  de  Misiones,  Corrientes,  Entre  Ríos, 
Santa  Fé  y  Córdoba.  Recibió  algunas  de  ai^uellos  terri- 
torios, pero  no  de  los  últimos.  £1  tratado  del  Pilar  lo 
alarmó  además»  porque  sus  tenientes  se  le  rebelaban  en 
él.  Decidió,  pues  someterlos,  empezando  por  Entre  Rfos. 
Estaba  todavía  Ramírez  en  el  Pilar  cuando  supo  que 
Artigas  había  invadido  su  provincia.  Inmediatamente 
pubUcó  un  manifiesto  (23  de  Marzo)  anunciando  ai 
»  gran  pueblo  de  Buenos  Aires  ^  que  partía  para 
n  escarmentar  á  un  enemigo  orgulloso  que  intentaba 
r>  ocupar  el  territorio  de  Entre  Ríos  insolentado  por  los 
ft  mismos  fratricidas  que  quisieran  ver  soibcado  en  el 
n  continente  todo  género  de  libertad.  Ramírez  se 
encontró,  al  irolver  á  su  provincia,  con  partidas  de 
Hereñá  que  se  habían  levantado  en  contra  suya;  pero 
las  dominó  y  abrió  su  campaña  contra  el  cau«lillo 
uruguayo.  Artigas  derrotó  á  Kamírez  en  las  Guaclias 
(13  de  Junio)  y  Ramírez  á  Artigas  en  el  Paraná,  en  el 
Sauce  de  Lema,  en  el  Rincón  de  los  yuquer(e$,en  Moco- 
reta,  en  las  Tunas  y  en  los  Árboles,  en  el  me¿  transcu- 
rrido desde  el  24  de  Junio  hasta  el  €^  de  Julio.  Artigvas, 
vencido  y  perseguido,  se  vió  obligado  á  pedir  refugio  en 
el  Paraguay,  en  donde  el  dictador  Francia  lo  tuvo  con- 
finado hasta  que  murió  (1850).  Ramírez  se  hizo  entonces 
jefe  supremo  de  Entre  Ríos,  Comentes  y  Misiones, 
cuyos  territorios  reunió  cou  el  titulo  de  República  de 
Entre  Rios, 

CU.     iBfereneUs  generales 

Los  hechos  expuestos  desde  el  artículo  CXXXVIII 
demuestran  que  to4o  el  pueblo  del  Río  de  la  Plata 


Digitized  by  Coügle 


372  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

estuvo  dividido,  desde  1810,  en  dos  bandos :  uno  lla- 
mado uniiario,  y  otro  llamado  federal.  »  Unitarios  it 
hubo  en  toda  la  extensión  de  la  república,  en  todas  las 
clases  sociales;  y  en  toda  la  república,  en  todas  las 
clases  dei  pueblo,  hubo  también  «  federales  »  Pero  lus 
sucesos  revelan  que  las  palabras  «  unitario  n  y  *t  fede- 
ral «  no  tenían,  respectivamente,  signiñcación  idéiu 
tica  en  todo  el  país. 

Los  unitarios  ilustrados  de  Buenos  Aires  v  de  las 
provincias  entendían  que  el  unitarismo  que  ellos  profe* 
saban  era  un  sistema  constitucional  democrático,  en  el 
cual  las  ñinciones  gubernativas  estaban  organizadas  de 
modo  (jue  todas  recibiesen  la  dirección,  en  todo  el  país, 
de  un  centro  único,  amique  complejo,  residente  en  la 
capital  del  estado ;  es  decir,  de  un  solo  poder  legisla- 
tivo, de  un  solo  poder  ejecutivo  y  de  un  solo  poder 
judicial.  Los  unitarios  que  pertenecían  á  las  clases  bár- 
baras admitían  la  unida J  del  poder  supi^emo,  i)erü  sin- 
darse  cuenta  de  sus  relaciones  orgánicas  con  las  túncio- 
nes  administrativas  de  todo  el  país  y  con  la  soberanía 
popular.  Entendían  que  un  hombre  ó  un  congreso  nom- 
bra ba  gobernadores  para  las  provincias  y  que  éstos  le 
debían  al^'^una  obediencia,  pero  nada  más.  El  unita- 
rismo era  para  ellos  una  especie  de  monarquía  auto- 
crática  nacional,  algo  así  como  un  gran  cacica^. 

Á  su  vez  los  federales  de  las  clases  cultas  tenían  idea 
de  que  la  federación  consiste  en  que  cada  provincia 
tenga  su  centro  gubernativo  independiente,  su  poder 
ejecutivo  y  su  poder  judicial,  organizados  sobre  la  base 
de  la  soberanía  democrática;  en  que  la  nación  tenga 
también  su  centro  gubernativo  general,  es  decir  sus 
poderes  legislativo,  ejecutivo  y  judicial,  organizados  con 
la  soberanía  del  pueblo;  y  en  que  los  gobiernos  nacio- 
nal y  provinciales  funcionen  en  esferas  distintas,  aun- 
que exactamente  correlacionadas.  Había  diversidad  de 


r  iQitri  fi  hy  <r¡nnfl[r 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  S73 


pareceres  cuando  se  trataba  de  aplicar  este  principio, 
pero  el  principio,  en  sf  mismo,  era  clara  y  uniforme- 
mente concebido  por  los  hombres  ilustrados.  Pero  cosa 

muy  distinta  era  el  federalismo  para  los  bárbaros  y  sal- 
vajes de  todo  el  Río  de  la  Plata.  Los  íoderales  de  estas 
clases  sociales  sentían  satisfecho  su  sentimiento  cuando 
dominaba  en  la  provincia  ó  en  ana  sección  de  la  provin- 
cia un  caudillo  surgido  de  la  muchedumbre  á  fevor  de 
su  bravura,  de  su  inteligencia,  de  su  audacia  y  de  su 
desenfreno ;  cuando  ese  caudillo  se  apoderaba  del  poder 
arbitrariamente  y  arbitrariamente  lo  ^ercía,  halagando 
las  pasiones  de  sus  secuaces  y  arrimando'  y  atormen- 
tando de  mil  maneras  á  sus  adversarios,  sin  subordina- 
ción á  la  autoridad  superior,  un  poniendo  s\i  volunUid 
como  ley,  y  cediendo  sólo  ai  móvil  de  sus  intereses  per- 
sonales ó  al  poder  de  otro  caudillo  á  quien  temiera. 
Eran,  pues,  estos  federales  la  antítesis  de  los  otros;  su 
'concepto  no  tenía  nada  común  con  el  federalismo  pro- 
piamente tal,  sino  que,  al  contrario,  consisíiá  en  un  uni- 
tarismo ultra,  que  concentraba  todos  los  poderes,  la 
soberanía  y  la  administración,  en  un  solo  individuo, 
que  era  el  déspota  de  la  comarca,  sin  ley  ni  respon- 
sabilidad. 

De  aquí  se  sig'ue  que  tanto  en  los  unitarios  romo  en 
los  federales  había  dos  grupos  separados  por  diferencias 
proftmdas.  Uno  de  ellos,  compuesto  de  individuos  más 
6  menos  ilustrados,  se  caracterizaba  por  sus  tendencias 
orgánicas;  el  otro,  compuesto  de  gentes  incultas,  se 
distinguía  por  sus  tendencias  anorgánicas.  Los  unita- 
rios y  federales  del  primer  grupo  concel)ían  la  constitu- 
ción del  estado  como  un  sistema,  más  ó  menos  compli- 
cado, pero  en  el  cual  se  correspondían  todas  las  partes, 
segfni  principios  fijos,  respecto  de  los  cuales  no  desem- 
peñaban los  hombres  otro  papel  que  el  suboniinado  de 
realizarlos  del  mejor  modo  que  pudieran.  Los  unitarios 


üigiiized  by 


371  "  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

y  federales  del  segundo  grupo  no  concebían  ningún  sis* 
tema  de  ideas  constitucionales,  y  ni  que  el  hombre 

debiera  sujetar  en  el  gobierno  sus  actos  á  principios 
dados.  Para  ellos  no  había  nada  superior  al  caudillo 
que  los  manda])a,  ni  en  lo  físico,  ni  en  lo  moral, 
excepto  la  fuerza  física  opuesta  que  no  pudieran  contra* 
rrestar. 

Siendo,  pues,  la  ¿^raii  mayoría  del  país  compuesta  de 
gentes  de  esta  última  especie,  debió  suceder  natural- 
mente que  las  tendencias  orgánicas  fuesen  impotentes 
para  neutralizar  las  tendencias  anorgánicas.  De  ahí 
que  ni  los  unitarios,  ni  los  federalistas  ilustrados  hayan 
conseguido,  sea  desde  la  capital  de  la  república,  sea 
desde  las  capitales  provinciales,  someicr  á  los  pueblos 
á  las  reglas  de  gobierno  propias  del  unitarismo  ó  del 
federalismo,  y  que  la  desorganización  y  la  arbitrarie- 
dad hayan  sido,  desde  1810  hasta  1820,  hecho3  cons- 
tantes y  generales  á  pesar  de  todas  las  constituciones 
que  se  han  promulgado  y  de  haberse  sucedido  en  el 
gobierno  alternativamente  los  federales  y  los  unitarios. 
Y,  como  es  más  enérgica  la  afinidad  entre  las  tenden- 
cias orgánicas,  aunque  divididas  por  intereses  políticos, 
que  la  afinidad  de  las  tendencias  orgánicas  con  las 
anorgánicas  del  mismo  nombre,  se  explica  que  con 
sanas  intenciones  hayari  venido  unitarios  y  federales 
de  las  clases  cultas  á  ponerse  de  acuerdo,  por  servir  al 
interés  común  y  superior  de  la  civilización,  al  dictar  las 
constituciones  de  1817  y  1819. 

Los  sacrificios  que  estos  avenimientos  suponen  no 
podían,  empero,  modificar  el  modo  de  ser  de  las  mache* 
dumbres  y  tenían  que  contribuir  á  enervar  el  carácter 
de  las  mismas  clases  civiles  y  militares  en  que  deberían 
apoyarse  el  congreso  y  el  directorio.  Si,  pues,  los 
gobiernos  unitarios  y  federales  de  los  primeros  años 
fueron  débiles,  no  obstante  la  disciplina  de  sus  tropas 


üigitTzeS^  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUOÜÁT  375 

regulares,  porque  debieron  emplearlas  en  defender  la 
independencia  nacional  y  no  pudieron  ejercer  su  auto- 
ridad en  la  mayoría  de  las  provincias*  más  débiles  fue- 
ron los  últimos  años  de  la  década,  porfjue,  además  de 
liaber  tomado  extensión  v  fuerza  el  caudillaje  bárbaro, 
cundió  la  indisciplina  en  el  escasísimo  ejército  que 
tenía  á  sus  órdenes  y  no  podían  contar  con  él. 

Es  así  que  el  gobierno  nacional  resaltó  vencido  en  la 
Provincia  oriental  por  una  derrota  como  la  de  Guaya- 
bos; que  no  pudo  auxiliar  á  Hereñú  en  Entre  liíos  sino 
con  ejércitos  de  500  hombres;  que  no  haya  podido  con- 
tra Güemes  lo  qae  pudo  Tucumán;  y  que  Ramírez  y 
López  lo  hayan  obligado  con  menos  de  1600  montoneros 
á  firmarla  convención  del  Pilar.  Los  ^robiernos  milia- 
rios y  federales  no  tuvieron  otro  a[)oyo  efectivo  que  el  de 
Buenos  Aires  y  su  provincia.  El  dia  en  que  aun  este  les 
faltó,  se  vinieron  al  suelo,  quedó  acéfala  la  república  y 
las  provincias  se  desmembraron  y  se  declararon  autó- 
nomas, si  bien  perseverando  en  el  propósito  do  íurinar 
un  solo  estado  y  de  reconstituir  más  tarde  un  congreso 
nacional. 


Digitized  by  Coügle 


LlfiltÚ  QUINTO 


La  Banda  Oriental  de  iSíi  á  i820. 
CAPÍTULO  I 

LA  DOMINACIÓN  ESPAÑOLA  DE  1811  Á  1814 

SECCIÓN  I 

La  guerra  de  la  independencia,  íSii'iSí4. 

CUL  *  XoBteTÜeo  ea  ««cm  Wk  Bseaos  lint  <1S1D. 

El  ConscQO  de  regencia  que  los  españoles  hablan  ins- 

liluíílo  en  la  Península  no  se  limitó  á  nombrar  goberna-  ¡ 
dor  político  y  militar  para  Montevideo  á  lines  de  1810  | 
(CXXII),  sino  que  además  designó  á  don  Javier  £lío 
para  que  rigiese  el  virreinato  del  Río  de  la  Plata,  arro-  , 
gándose  así  en  nombre  de  España  la  autoridad  qae 
solo  en  el  Rey  habían  reconocido  los  ríoplatenses.  Elío 
llegó  á  Montevideo  en  la  jirimera  (¿uincena  de  Enero 
de  1811,  prestó  juramento,  ante  el  Cabildo,  el  19,  y  en 


Digilized  by  Goügle 


J>£  LX  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  377 

los  primeros  días  de  Abril  obtuvo  que  esta  corporación 
nombrase  tres  electores  de  diputado  para  las  Cortes, 
quienes  nombraron  á  don  José  Antonio  Fernández,  y, 
por  excusa  de  éste,  á  don  Rafael  Zufríategoi,  con  cuyo 
acto  quedó  consumada  la  sumisión  de  los  montevidea- 
nos á  España. 

Mientras  así  se  procedía  en  el  orden  interno,  ei  vi- 
*  rrey  Elío  procuró  que  la  Banda  Occidental  imitase  á  la 
oriental,  dirigiéndose  (15  de  Enero)  á  la  Junta  guber- 
nativa de  Buenos  Aires,  á  la  Audiencia  y  al  Cabildo 
por  ofi'  io  en  que  les  expresaba  que  las  Cortes  extraor- 
dinarias eran  el  centro  de  unión  de  todos  los  españo- 
les ;  que  las  divisiones  surgidas  en  el  Río  de  la  Plata 
debían  desaparecer,  porque  á  nadie  serían  útiles  sino  al 
enemigo  común;  que  por  su  parfe  olvidaba  todo  lo 
pasado  y  ordenaba  la  suspensi«')U  de  las  lio.siilidades;  y 
que  esperaba  que  las  autoridades  do  Buenos  Aires,  ins- 
piradas por  iguales  sentimientos»  reconocerían  y  jura- 
rían las  Cortes  generales,  enviando  á  ellas  sus  diputa- 
dos, así  como  el  alto  cargo  de  que  Elío  venía  investido. 
—  La  Junta  contestó  el  21  :  que  el  solo  título  con  que 
Elío  se  presentaba  á  un  gobierno  establecido  para 
defender  el  derecho  de  h$  pudflos  libres  contra  la  opre- 
sión de  los  mandones  constituidos  por  un  poder  arbi- 
trario, ofendíci  la  razón;  que  no  estaba  lejano  el 
momento  en  que  los  diputados  de  todas  las  provincias 
habían  de  deliberar  con  todo  el  poder  de  su  voluntad  y 
de  sus  luces  ^  cuáles  eran  los  derechos  y  los  deberes  del 
pueblo  á  que  obedecen  y  el  poder  legitimo  que  haya  de 
mandarle;  y  que  lo  mejor  que  pudiera  hacer  para  man- 
tener la  armonía  general,  era  desnudarse  de  su  inves- 
tidural  de  virrey,  abstenerse  de  atentar  contra  la  digni- 
dad de  la  respetable  asociación  poliHca  del  Rio  de  la 
Plata,  y  esforzarse  por  que  entrara  en  buen  camino  el 
grupo  de  refractarios  que  residía  en  Montevideo.  La 


üigiiized  by  Google 


378  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

Audiencia  y  el  Cabildo  respundieron  el  22,  descono- 
ciendo también  taato  la  autoridad  del  virrey  como  la  de 
las  Cortes  generales. 

En  consecuencia,  Elío  mandó  cerrar  el  puerto  á  las 
i'omunicaciones  con  Buenos  Aires,  envió  Íuli/lis  á  la 
Cclonia  bajo  las  órdenes  de  Muesas,  y  declaré)  luego  la 
guerra  al  gobierno  (13  de  Febrero),  caliücáadolo  de 
rebelde  y  revolucionario,  y  reputando  traidores  á  cuan- 
tos lo  componían  y  lo  sostuviesen.  En  Marzo  reforzó  la 
escuadrilla  que  bloquea !)a  los  puertos  enemigos,  mandó 
otra  al  Uruguay,  autorizó  el  corso  y  coüíió  la  coman- 
dancia de  la  Colonia  á  Vigodet,  quien  partió  con  tropas 
de  Montevideo. 


CLin*  —  La  campaña  de  U  Banda  Oriental  toma  el  ^artiáe 
de  Baenee  Airee  eentra  Meatefidee  (mi). 

Belgrano,  mientras  marchaba  al  Paraguay  (LXIX), 

y  al  pasar  por  Entre  Ríos,  había  hecho  trabajos  dirigi- 
dos á  decidir  á  los  orientales  á  proniiii  Marse  en  favor  de 
la  independencia.  Respondiendo  á  esas  gestiones,  el 
puebleciUo  de  Belén,  situado  en  la  desembocadura  del 
Yacuy  en  el  Uruguay,  füé  el  primero  en  pronunciarse. 
Si^'^uióle  Soriano,  en  donde  dieron  el  grito  Pedro  Viera 
y  Venancio  Renavides,  y  en  seguida  Mercedes  (28  de 
Febrero),  cuyos  sublevados,  que  obedecían  al  coman- 
dante de  milicias  Ramón  Fernández,  recibieron  la  pro- 
tección del  batallón  6.*  llamado  de  Pardas  y  morenos^ 
mandado  por  Don  Miguel  E.  Soler,  que  la  Junta  guber- 
nativa había  situado  anteriormente,  con  otras  fuerzas, 
en  la  margen  occidental  del  Uruguay. 

Ocurrió  al  mismo  tiempo  otro  hecho  que  influyó 
mucho  en  el  pronunciamiento  de  los  campesinos.  José 
Artigas,  que,  como  ya  se  ha  dicho  (CVIII),  había  co- 
rrespondido coa  celo  terrible  á  la  esperanza  que  induyo  á 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUOÜAT  379 

las  autoridades  españolas  á  perdonarle  sus  delitos  y  á 
eocouieudaiie  la  persecución  de  los  baudidos  y  contra* 
bandistas  entre  quienes  había  pasado  casi  toda  su  vida» 
filé  llamado  á  Montevideo  é  incluido,  primero  como 

oficial,  en  las  milicias  (|ue  tan  mal  papel  hicieron  frente 
de  los  invasores  in^L^^leses,  y  íil  ti  mamen  te  en  los  blanden- 
gues que  Muesas  llevó  á  la  Colonia,  de  cuyo  cuerpo  era 
^ente  (OLII).. 

•  No  tardó  en  indisponerse  con  su  jefe ;  y  como  éste  le 

repriiniera  con  severidad,  desertó  de  las  lilas  realistas, 
y.  se  presentó  á  la  Junta  de  Buenos  Aires  con  iiaíaei 
Hortiguera,  ofreciéndole  ambos  sus  servicios,  que  flie- 
ron  aceptados.  La  Junta  incorporó  á  Artigas  en  el  ^ér* 
cito  patriota  con  el  grado  de  teniente  coronel,  le  ordenó 
que  marchase  á  sul  luvar  á  sus  comprovincianos  y 
le  conüó  tropas,  aiaias  y  dinero,  instruyendo  á  la  vez 
á  Soler  para  que  le  auxiliara  toda  vez  que  ñiera  necesa* 
rio*  Artigas  desembarcó  poco  después  cerca  del  arroyo 
de  las  Vacas,  y  se  dirigió  hacia  el  Norte,  buscando  la 
incorporación  de  los  que  ya  luchaban  por  la  indepen- 
dencia en  los  territorios  de  Soriano  y  Mercedes. 

Los  sucesos  empezaban,  pues,  á  tener  importancia, 
y  era  indispensable  someterlos  á  una  dirección  inteli- 
gente. La  Junta  se  fijó  en  Belgrano  para  esta  dirección. 
Le  ordenó  en  Marzo  (¡ue  fuera  al  nuevo  teatro  de  la 
guerra.  El  eminente  ciudadano  tomó  el  resto  de  tropas 
que  había  salvado  en  la  expedición  al  Paraguay,  y  con 
cerca  de  novecientos  hombres  más  que  se  le  enviaron 
de  refuerzo,  llegó  á  Concepción  del  Uruguay  á  [uinci- 
pios  de  Abril  y  pasó  á  Mercedes  en  momentos  en  que 
estaban  divididos  por  desavenencias  Artigas,  Soler  y 
Benavides,  y  en  que  varios  caudiUejos  se  dirigían  á  la 
Junta  de  Buenos  Aires  quejándose  unos  de  otros  y  aspi- 
rando todos  á  los  primeros  puestos  de  la  milicia.  Fué 
reconocido  como  representante  de  la  Junta  en  un  ^ér- 


Digitized  by  Coügle 


380  BOSQUEJO  HISTÓIUGO 

cito  que  ya  contaba  coa  más  de  :>0(MJ  combati^^ntes  v 
dispuso  que  José  Artigas  insurreicionase  el  centro  de 
la  provincia,  Manuel  Artigas  el  Norte  y  Benavides  el 
Sod« 

Cuando  Belgrano  se  ocupaba  de  poner  en  ejeciirión 
su  plan  do  operaciones  ocurrieron  en  Buenos  Aires  los 
hechos  políticos  que  excluyeron  del  poder  á  ios  unita- 
ríos  y  elevaron  á  los  federales  (CXL).  Esta  partido, 
interesado  sobre  todo  en  que  sus  ideas  políticas  y  su 
influjo  se  íreneralizara]),  decid¡«>  su>uiuir  á  Belgrano 
por  Rondeau,  y  confiar  á  Artigas  un  puesto  adecuado 
para  que  fomentase  en  los  pobladores  bárbaros  y  en  el 
ejército  el  espíritu  regionalista,  contando  con  que 
podría  disponer  de  esa  fuerza  contra  ol  partido  que  aca- 
baba de  caer.  Así  sucedió  que  Rondeau,  apenas  fue 
reconocido  general  en  jefe,  presentó  Artigas  al  perrito 
como  comandante  de  las  milicias  uruguayas,  como  jefe 
natural  de  ellas. 

CUY*  '  Prhi«nM  «itenielones  entre  los  indepeatf eates  j  Im 
reallitiB  inirwyM*  ÁttHm  4e  \m  FMm  (1811)» 

La  popularidad  siniestra  de  que  gozaba  Artigas  entre 

los  habitantes  do  la  t'aun'afia  y  los  liala*TOS  que  para 
ellos  tenía  la  revolución,  tanto  jHtn[uc  .nC  diriíría  c^mu'a 
ios  españoles,  malqueridos  por  la  severa  persecución 
que  habían  hecho  á  los  que  llevaban  la  vida  desarre- 
glada propia  de  la  barbarie  campesina  de  aquellos 
tiempos,  cuanto  por  el  p  nero  de  vida  que  permitía, 
sobre  todo  bajo  la  dirección  del  renombrado  coman- 
dante de  milicias  ;  habían  atraído  á  las  columnas  revo- 
lucionarias gran  número  de  secuaces,  pertenecientes  en 
su  mayoría  á  las  clases  bárbara  y  salvige  que  consti- 
tuían entonces  lo  más  de  la  población  rural  del  Sud  del 
río  Negro.  Al  advertir  esto  el  virrey  Eiío,  mandó  en 


Digilized  by  Goügle 


DE  L.V  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  381 


todas  direcciones  circulares  amenazadoras;  comisionó 
á  Don  Diego  Herrera  para  que  matase  á  cuantos  hallara 
en  actitud  hostil,  á  la  hora  de  conocido  el  hecho ;  y 
escribió  á  los  curas  párrocos  induciéndolos  á  que  exhor- 
tasen á  sus  feligreses  á  defender  al  gobierno ;  pero  todo 
fué  inútil:  las  poblaciones  se  levantaron  en  masa  y  los 
curas  fueron  los  que  dieron  el  ejemplo  en  muchos  para- 
jes. Se  cuentan  entre  estos  :  Don  Valentín  Gómez,  cura 
de  Canelones,  que  fué  después  notable  figura  de  la  revo- 
lución del  Río  de  la  Plata ;  su  hermano  Don  Gregorio 
Gómez,  cura  de  San  José,  y  Don  Santiago  Figueredo, 
cura  de  la  Florida. 

Sintiendo  entonces  el  Mrrey  la  necesidad  de  destruir 
el  centi'o  que  tenía  el  levantamiento  en  Canelones, 
decidió  atacarlo  con  vigor  y  mandó  contra  él  un  cuerpo 
compuesto  de  las  tres  armas.  Artigas  no  esquivó  el 
combate  :  se  adelantó,  llegó  hasta  San  Isidro  (Piedras) 
y  allí  se  encontró  con  una  fuerza  de  más  de  1200  hom- 
bres y  cinco  cañones.  Se  trabó  la  batalla  (18  de  Mayo) 
y  triunfaron  los  revolucionarios,  tomando  más  de  480 
prisioneros,  incluso  su  jefe  Posada,  23  oficiales  y  la 
artillería. 

Esta  victoria,  que  valió  á  José  Artigas  el  grado  de 
coronel,  fué  de  trascendencia  :  VigoJet  abandonó  la 
Colonia  á  Benavides  (2G  de  Mayo)  ;  se  retiraron  á 
Montevideo  las  partidas  destacadas  y  muchas  personas 
más,  conocidas  por  realistas  ;  y  Elío,  receloso  de  algu- 
nas person^as  que  había  dentro  de  Montevideoy  temeroso 
por  los  enemigos  que  había  fuera,  expulsó  numerosas 
familias  y  pidió  socorros  á  la  princesa  Carlota,  del 
Brasil,  invocando  el  interés  que  ella  tenía  en  defender 
los  derechos  de  la  corona  de  España. 


382 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


CLT.  ^  Primer  sitio  de  Xonterideo  {l^lh 

No  tardó  Rondeau  en  incorporarse  á  las  faerzas 
victoriosas  con  el  cuerpo  de  las  que  había  conservado 

hojo  sus  inmediatas  órdenes,  con  las  cuales  compuso  el 

ejército  de  la  revolución  un  total  de  5.000  hombres. 
JElondeau  marchó  con  todo  el  ejército  sobre  Montevideo ; 
llegó  á  su  frente  el  1.^  de  Junio  y  el  mismo  día  declaró 
que  la  plaza  quedaba  sitiada. 

Aunque  los  sitiados  tenían  abiertas  las  comunicacio- 
nes por  1,1  {  arle  del  río,  la  escasez  se  hizo  sentir  ])or  la 
imposibilidad  de  introducir  por  tierra  los  ganados  y 
vegetales  que  eran  indispensables  á  su  subsistencia. 
Las  guerrillas  se  sostuvieron  animadas,  causando  algu- 
nas pérdidas  de  vidas,  pero  uilluyendo  en  cambio  en  el 
ánimo  de  las  milicias,  muchas  de  las  cuales  recién  se 
veían  comprometidas  por  primera  vez  en  hechos  de 
guerra.  Un  feliz  asalto  dado  por  sorpresa»  durante  una 
noche,  á  la  pequefia  guarnición  de  la  isla  de  Ratas,  es 
el  episodio  más  imporMní<i  ocurrido  en  aquel  tiempo  : 
jíroporcionó  á  los  patriotas  algunos  soldados  volun- 
tarios y  crecida  cantidad  de  pólvora,  que  falta  les 
bacía, 

CLVI,  —  La  tre^  de  Ibll 

Aunque  había  sido  muy  satisfactoria  hasta  ahora  la 
suerte  de  la  causa  de  la  independencia  en  la  Banda 
Oriental,  el  éxito  de  la  revolución  del  Río  de  la  Plata  se 

hallaba  seriamente  aaienazado.  El  ejército  del  Norte 
había  sulVido  el  descalabro  de  Htiaqui,  se  había  retirado 
á  Tucumán,  y  las  tropas  realistas  de  Goyeneche  se 
disponían  á  correrse  al  Sud  (CXXXni).  Por  otro  lado« 
la  princesa  Carlota,  estimulada  por  las  instancias  del 


DE  LA  REPÚBLICA  ORlEííTAL  DEL  URUGUAY  o83 

virrey  Elfo,  había  consegtiido  que  el  gobierno  portugués 

enviara  un  ejército  en  auxilio  de  la  plaza  sitiada,  el 
cual  invadió  en  Agosto  (1811)  bajo  las  órdenes  del 
general  Diego  de  Souza  (CXXXIV).  Se  recelaba  adeuiás 
que  los  españoles  residentes  en  Buenos  Aires  se  prepa- 
raban para  cooperar  con  los  ejércitos  y  con  la  escuadra 
que  defendían  la  causa  de  la  dominación  española.  Y, 
como  era  visible  que  todas  estas  fuerzas  obraban  com- 
binando sus  movimientos,  se  temía  que  no  pudiera 
Buenos  Aires  resistir  su  acción. 

Bn  tan  críticos  momentos  fúé  indispensable  sustituir 
las  armas  por  la  diplomacia,  á  fin  de  conjurar  el  peli- 
gvOf  postergando  para  momento  más  oportuno  la 
empresa  de  combatir  á  los  realistas  de  Montevideo.  Se 
abrieron  las  negociaciones  en  los  primeros  días  de 
Septiembre  y  al  mes  y  medio  se  alcanzó  á  celebrar  una 
tregua,  en  la  cual  se  estipuló  :  que  la  Junta  explicaría 
su  conducta  á  las  Cortes  generales  y  socorrería  la  guerra 
de  independencia  de  la  Península;  que  las  tropas  revolu* 
cionarias  desocuparían  enteramente  la  Banda  Oriental ; 
que  el  Virrey  haría  retirar  las  tropas  portuguesas  á  las 
fronteras  de  su  territorio  ;  que  cesarían  las  hostilidades 
y  el  bloqueo  de  ios  puertos  ;  que  se  mantendrían  rela- 
ciones amistosas,  y  libres  las  comunicaciones  por  agua 
y  tierra,  etc.  (20  de  Octubre). 

CLTn.  —  La  rvttnia  de  ArtIgM  á  Entre  Biee  {Ibll) 

Concluida  la  convención,  forzoso  era  que  las  partes 

lo  cumpliesen  lealmente.  El  gobierno  de  Buenos  Aires 
ordenó  que  Rondeau  se  retirara  á  aquella  ciudad  con 
las  fuerzas  venidas  de  occidente,  y  que  Artigas  se  diri- 
giera al  Norte  y  pasara  al  departamento  de  Yapeyú, 
situado  en  la  margen  derecha  del  Uruguay,  con  las 
milicias  orientales,  para  cuya  seguridad  se  pusieron  á 


Digitized  by  Google 


384 


BOSQU&FO  HISTÓRICO 


las  órdenes  de  su  jefe  el  cuerpo  veterano  de  blanden- 
gues, 8  piezas  de  artillería,  y  tres  oficiales  distinguidos, 
y  se  le  dió  un  buen  repuesto  de  municiones.  Además  se 
nombró  á  Artígas  teniente  gobernador  del  departamento 
mencionado,  para  li alagar  sus  instintos  de  mando  y  de 
independencia  iieibonal.  Las  fuerzas  de  Rondeau  se 
embarcaron  sin  demora.  Las  de  Articas  emprendieroa 
su  retirada  también;  pero  este  caudillo,  acostumbrado 
desde  su  juventud  á  ser  voluntarioso  y  á  emplear  me- 
(lio8  propios  de  las  clases  l)árbaras  á  las  cuales  perte- 
neció durante  más  de  treinta  años,  no  cumplió  la  ordea 
de  retirarse,  ni  en  el  tiempo,  ni  del  modo  como  lo 
hubiera  cumplido  cualquiera  jefe  disciplinado,  sino  que 
entendiendo  que  el  mejor  modo  de  mostrar  odio  al 
invasor  era  dejar  desierto  el  país  y  destruidas  las 
poblaciones,  dividió  su  caballería  engrupes,  la  repartió 
en  toda  la  región  meridional  y  la  empleó  en  obligar  á 
todas  las  familias  que  hallaban  á  su  paso  á  que  le 
siguiesen  rii  la  retirada  lenta  hacia  el  Norte  (1>.  La 
muchedumbre  íisi  Ibrzada  á  emigrar*  dejando  sus  bienes 
y  renunciando  á  sus  comodidades  y  costumbres,  ascen- 
dió al  número  de  14  ó  16  mil  personas,  las  más  de  las 

(1)  Este  lieclio.  que  no  es  el  ¿oico  de  sm  clase  que  Arti^s  haya  realizado, 
4**1(110  se  Vt  ná  nui>  rulelanfe,  f»s  descriplo  como  acción  <!e  salvaje  crneldnd  por 
r  tTif-MUjir.! alíeos  que  se  li.'in  ocuparlo  il»^  «'!.  Don  Nicolás  <1«  Vc«!;->,  oriental, 
á  miK'ii  iij  |>'ii>,)f^  aeus.irse  de  |t,iicialiilail,  dice  en  una  de  sus  memorias: 
«...  Porque  <  s  de  sal»ei-  (jue,  al  al/aiiiiejilu  del  f)r¡mer  sitio,  Arli{;as  nrrasiru  c»»ii 
ludos  los  liaLtilajilca  de  la  cauij>afia...  su>  eoiuaudaiiifs  ainonazabau  coa  la 
muerte  á  los»  que  eran  morosos  y  uu  íuei  ao  pocos  los  que  suíi  icrou  la  crueldad 
«le  los  Mtélices  de  Artigas.  Este  bombre  ioQexible  parece  que  te  complacta 
en  la  Mugre  que  bacía  derraoMr,  y  en  vene  seguido  de  tan  numerosa  pobla* 
ctón.  Aquí  principia  una  época  de  detorganisaeióo,  crueldades  y  anarquía  que 
nos  desgradaría  si  se  biciese  de  ella  mención  circunstanciada.  >  (Go&scoóu 
Lasas.)  Pei-sonos  dignas  de  fé,  de  aquelUi  época,  tales  cono  don  losé  Tripeni, 
me  han  rererido  ese  suceso  en  términos,  que  concuerdancon  los  de  Vedia.  Me 
relató  episodios  que  parecían  ínTerosimiles  á  quienes  no  tuvieron  idea  de  lo 
que  eran  las  milicias  de  Artigas. 


Üigiiiiiod  by  GoogLe 


DE  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  385 

c!i  s  tuvieron  que  hacer  el  camino  á  pie,  y  muchas 
que  peiecer  de  fatiga,  de  pesar  y  de  miseria  antes  de 
Uegar  á  su  destioo»  pues  eran  ancianos,  miyeres  y 
niflOB. 

Artigas  llegó  al  Salto  llevando  tras  de  sí  el  inmenso 

sf<|UÍto  en  el  mes  de  Diciembre;  cruzó  el  río  Uruguay 
en  el  Salió  Chico  y  se  situó  en  el  Ayui  Grande,  en  donde 
las  desgraciadas  familias  continuaron  sufriendo  los 
rigores  de  la  intemperie,  el  hambre  y  v^ámenes  de 
todas  clases.  Muchas  ilian  á  ocultar  su  desnudez  en  los 
montes,  ó  á  guarecerse  contra  la  persecución  de  la 
soldadesca;  otras  muchas  veían  desaparecer  sus  miem- 
bros por  la  acción  de  la  miseria  y  de  los  instintos 
feroces  de  los  que  tenían  en  sus  manos  la  fiierza.  Aquel 
campamento  confuso  de  mujeres,  hombres  y  niños  de 
todas  ciases  era  un  foco  de  corrupción  y  uü  manautial 
inmenso  de  lágrimas. 

i  LVUI.  —  La  retirada  de  los  portugueses  (1S12) 

El  ejército  portugués  había  penetrado  en  la  Banda 
Oriental  dividido  en  dos  cuerpos;  uno  de  ios  cuales, 
mandado  pór  Maneco,  se  dirigió  al  Arapey,  y  el  otro, 
b^o  el  mando  inmediato  de  Souza,  cruzó  el  río  Yagua- 
rón  y  marchó  hacia  Maldonado.  Celebrada  la  ti^gua 
de  C^ctubre,  y  viéndose  que,  si  bien  la  infantería  y  la 
artillería  sitiadoras  habían  vuelto  á  Buenos  Aires,  las 
caballerías  se  habían  detenido  á  Secutar  actos  de  hosti- 
lidad  inhumanos,  Souza,  en  vez  de  regresar  al  Brasil, 
d^'-idió  continuar  SUS  marchas  hacia  el  Oeste.  Esta  reso- 
lución, muy  fundada  en  un  principio,  no  lo  fué  desde 
que  las  milicias  uruguayas  llegaron  al  Daymán  y  se 
dispusieron  á  pasar  el  Uruguay,  desalojando  comple- 
tamenio  el  lorritorio  que  habían  ticupado.  Sin  embargo 
el  general  portugués  permaneció  en  el  país  y  siguió  su 

S5 


üigiiized  by  Google 


386 


BOSQUEJO  HIST6&IG0 


marcha  haci¿i  el  Oeste.  En  Marzo  se  acercó  á  Monte- 
video, recibió  de  las  autoridades  de  esta  plaza  cumpli- 
mientos y  provisiones,  y  de  aquí  se  dirigió  hacia  el 
Norte^  cuando  ya  no  había  enemigos  á  quienes  pudie- 
mn  temer  loe  españoles. 

El  Triunvirato  reclamó  por  este  avance  de  los  pLu  tu- 
^ueses  ;  Vigodet,  capitán  general  de  Montevideo,  cod* 
testó  que,  como  Artigas  hacía  aún  uso  del  temur  y  de 
la  seducción  para  usurpar  propiedades  y  perseguir  á  los 
habitantes,  con  más  empeño  que  nunca,  sus  aliados  no 
volverían  al  Brasil  mientras  tales  hechos  no  cesaran 
(Enero). 

Bsta  respuesta  íüé  justa  en  su  fecha,  pues  na  era 
razonable  que  el  ejército  auxiliar  cumpliese  lo  tratado 

mientras  Artigas  lo  violaba  ;  pero  desa[)areció  la  causa 
de  la  permanencia  de  Souza  desde  que  la  caballería 
argentina  pasó  á  Entre  Ríos,  y  Souza  no  se  mostraba 
dispuesto  á  transponer  la  íh^ntera  brasileña.  Nació  de 
aquí  el  recelo  de  que  los  realistas  se  proponían  conti* 
nuar  la  guerra  en  el  territorio  occidental,  y  la  decisión 
del  TriuMvii'ato  en  virtud  de  la  cual  se  encomendó  la 
organización  de  un  nuevo  ejército  y  la  fortiíicacióa  de 
algunos  puntos  del  Paraná  y  del  Uruguay,  y  se  mandaron 
á  Artigas  tropas,  pertrechos,  armas  y  dinero.  Los  por- 
tugueses, á  su  vez,  obtu\ieron  refuerzos,  hasta  com- 
pletar los  números  de  5.000  hombres  y  30  piezas  de 
artillería. 

Así  preparados  los  independientes  y  los  realistas  para 

recomenzar  la  guerra,  un  cuerpo  de  ejército  portugués 
invadió  el  leiriiorin  de  las  Misiones  y  otro  avanzó  hasta 
el  Itapebí,  añuente  del  Uruguay;  mientras  Artigas 
mandó  á  Otorgués  contra  el  primero.  Soler  salió  al 
encuentro  del  segundo.  Ninguna  ventaja  pudo  conseguir 
Otorgués  ;  pero  Soler  hizo  retroceder  á  la  columna  ene- 
miga hasta  más  allá  del  Arapey  Grande. 


üigitizeo  by  Google 


DE  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  387 

Bstos  preparativos  y  encuentros  parciales  eran,  por 
parte  de  Bnenoe  Aires,  efectos  de  la  necesidad  más  que 

de  la  conciencia  de  su  {XHier.  Go^eneche  se  desemba- 
razaba de  ios  enemigos  que  tenia  en  las  intendencias 
del  Norte  para  nutrchar  libranente  liacia  ia  ca[Htai  del 
Rio  de  la  Plata ;  los  patriotas  no  habían  hecho  nada 
que  los  desquitase  de  la  derrota  de  Huaqui,  y  los  asuntos 
internos  preocupaban  al  Triunvirato  (CXLT  y  OXÍJI). 
La  guerra  que  parecía  inevitable  en  la  Banda  Oriental 
oon  espadóles  y  portugueses  habría  expuesto  á  graves 
peligros  la  cansa  de  la  independencia. 

Por  fortuna  era  mal  mirada  por  el  g^obiemo  de  la 
Gran  Bretaña  la  posibilidad  de  un  triunfo  de  las  armas 
portuguesas  en  el  Río  de  la  Plata,  y  el  ministro  inglés 
residente  en  Río  de  Janeiro  medió  porque  la  Corona  de 
Portugal  y  el  Triunvirato  pusieran  fln  amistosamente  á 
la  situación  diílcil  en  que  se  halLibun,  dejcindo  en  liber- 
tad á  americanos  y  españoles  para  que  resolvieran  solos 
sus  diferencias.  Por  efecto  de  esta  mediación  vino  á 
Buenos  Aires  el  teniente-coronel  Rademaker  en  carácter 
de  enviado  extraordinario  de  Portugal  y  celebró  el 
mismo  día  (20  de  Mayo)  un  armisticio  indefinido,  con- 
trayendo la  obligación  de  hacer  retirar  ai  Brasil  las 
divisiones  portuguesas  en  el  tiempo  más  breve  posible. 
En  cumplimiento  de  este  pacto  emprendió  el  general 
Soujza  su  retirada  hacia  Bagó  el  11  de  Julio. 

CUX.  -  ReMióli  M  mtmA  Artigas  aS19) 

Así  que  se  aseguró  el  alejamiento  del  ejército  portu- 
gués, el  Triunvirato  resolvió  que  su  presidente,  el  gene- 
ral Sarratea,  fuese  con  tropas  ai  campo  de  Ayuí»  orga« 
oisase  el  ejército  y  emprendiese  operaciones  contra  los 
realistas  de  Montevideo. 

Sarratea  se  encontró  al  llegar  á  Entre  Ríos,  con  el 


Digilizeci  by  Coügle 


388 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


cuadro  desoiailor  del  campo  de  Ayuí,  eu  donde  las  caba- 
llerías bárbaras  de  Artigas  habían  corrompido  todo,  y 
cuyos  excesos  era  inevitable  que  desmoralizaran  á  las 

tropas  regulares  que  había  mandado  el  Triunvirato  para 
prevenir  la  invasión  portuguesaque  temía.  Así  que  Ilesró, 
se  dio  á  conocer  como  general  en  jefe  del  ejéix^ito  y 
ordenó  que  se  dispusieran  á  marchar  todas  las  filenas 
que  se  habían  reunido  en  el  Ayuí. 

Estos  hechos  pro<lujeron  en  Artigas  honda  irritación. 
El  teniente  de  blandengues,  que  de  pronto  se  había  visto 
hecho  teniente  coronel,  y  que  luego  había  triunfado  en 
las  Piedras  y  recibido  en  premio  el  grado  de  coronel  de 
milicias,  llegó  á  envanecerse  tanto,  que  aspiró  á  man- 
dar en  jefe  la^  operaciones  del  Uruguay.  La  llegada  de 
tropas  y  de  abundantes  materiales  de  guerra  á  Ayui 
fomentó  sus  ilusiones  y  le  índigo  á  comunicar  al  Gobierno 
que  esperaba  órdenes  para  mandar  contra  las  Misiones 
las  fuerzas  correntinas  y  para  ir  él  con  el  grueso  del 
ejército  al  Brasil  y  situarse  en  Santa  Tecla,  que  sería  la 
base  desús  operaciones.  Si  el  Gobierno  quería  solamente 
que  los  portugueses  se  retiraran,  bastaría  ese  moTi- 
miento  para  conseguirlo ;  si  quería  que  se  les  atacara, 
vendría  sobre  Souza  y  lo  haría  pedazos, 
cualquiera  de  los  dos  rusuliados,  írín  contra  Monte\ideo 
y  la  rendiría  inmediatamente.  En  su  presunción  desme* 
dída  se  creía  capaz  de  todo  y  no  se  imaginaba  que  el 
Gobierno  pudiera  pensar  en  otra  persona  para  confiarie 
el  mando  supremo  del  ejército. 

Sí  I  pívsa  del)ió  cnusarlc  el  ver  como  había  bastado  la 
diplomacia  para  hacer  retirar  álos  portugueses;  pero 
sorpresa  é  indignación  el  que,  prescindiéndose  de  él  y 
de  sus  planes,  se  nombrara  á  Sarratea  para  que  man- 
dara en  jefe  la  seí^un  la  campaña  contra  Montevideo. 
Sucedió  pues,  que,  si  bien  no  se  rehusó  á  reconocer  al 
general,  trasmitió  la  orden  á  las  tropas  «  sin  exigirles 


Üigiiizeü  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  389 


que  la  obedecieran  >»  (1);  y,  cuando  aquél  dispuso  la 
marcha  de  los  cuerpos  sobre  Montevideo,  Artigas  mandó 
á  los  comandantes  y  oficiales  que  se  quedaran  en  el 
Ayuí  con  él.  Marcharon  inmediatamente,  sin  embargo, 
el  regimiento  de  dragones  de  la  patria,  mandado  poi- 
Rondeau;  el  regimiento  núm.  6,  de  Soler;  el  regimiento 
de  granaderos,  de  Terrada,  y  el  regimiento  de  la 
estrella,  de  French.  Por  el  momento  quedaron  en  el 
campo  de  Artigas  los  cuerpos  de  línea  mandados  por 
jefes  orientales;  pero,  disgustados  también  ellos  por  su 
proximidad  á  las  hordas  artiguistas  y  por  la  soberbia  é 
indisciplina  de  Artigas,  no  tardaron  en  incorporarse  al 
ejército  de  Sarratea  don  Ventura  Vázquez  con  su  regi- 
miento de  800  blandengues,  Baltasar  Vargas  con  su 
división  de  más  de  SOO  caballos,  el  comandante  Viera 
con  700  infantes,  y  algunas  otras  partidas.  La  caba- 
llería de  Artigas  quedó  reducida  entonces  á  900  hom- 
bres que  mandaba  don  Manuel  Artigas,  400  que  seguían 
á  Barta  Ojeda,  70  blandengues,  y  una  compañía  de  80 
que  mandaba  el  capitán  Tejera. 

Grande  fué  el  enojo  de  Artigas.  Creyendo  que  su 
nombramiento  de  jefe  de  la  caballería  oriental  lo  había 
hecho  dueño  de  todas  las  fuerzas  que  sus  paisanos 
mandaban,  exigió  con  insolencia  que  se  le  devolvieran 
los  cuerpos  que  habían  desertado  de  su  campamento ; 
y,  como  Sarratea  no  lo  complaciera,  resolvió  hostilizarlo. 
Sucedió,  pues,  que  cuando  el  ejército  se  puso  en  marcha 
hacia  el  arroyo  de  la  China,  dejando  en  observación 
sobre  el  Salto  los  cuerpos  que  mandaban  Soler  y  Váz- 
quez, Ai'tigas  se  quedó  en  el  Ayuí  en  concepto  de 
rebelde. 

(1)  Lo  reGere  asi  el  mismo  Artigas  en  ñola  que  dirigió  al  gobierno  del  Para- 
6  "ay. 


390 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


CU*  —  Sefniia  «uqNdb  Mrtim  MMUeiMM  (IglSO 

Entretanto  la  situación  política  y  militar  del  Río  de 
la  Plata  empeoraba*  Apenas  salió  Sarratea  de  Buenos 
Aires  (IH  de  Junio  de  1812)  estaUó  la  conspiración 
espaíiüla  encabezada  por  Alzaga  (CXLI);  Bclí^rano  se 
veía  farzailo  á  contramarchar  hasta  Tucumáu»  seguido 
por  los  realistas  (CXXXIII),  y  estaba  Tiva,  aun^ 
sorda,  la  lucha  entre  el  Triunvirato  unitario  y  loa  féde- 

rales  (CXLII). 

El  írobierno  pensó  en  mandar  la  mayor  parte  del 
cyérciio  de  Sarratea  á  Belgi^ano,  para  que  contuviese  ei 
avance  de  Tnstán,  asegurando  previammte  la  coqH* 
nuación  de  )a  tregua  con  la  plaza  de  Montevideo,  y  con 
tal  motivo  hizo  proposiciones  á  Vig-odet  (que  había 
quedado  ea  lugar  de  Elío)  y  al  Cabildo,  procurando 
persuadirlos  de  que  la  Banda  Oriental  debería  adherirse 
á  la  situación  creada  en  la  occidental  (28  de  Agoalo  de 
1812);  pero  estas  autoridades  contestaron  á  los  pocos 
(lías  (4  de  Septiembre)  que  no  huinillarían  con  el  some- 
timiento las  glorias  de  Montevideo;  que  hacían  al 
gobierno  de  Buenos  Aires  responsable  de  las  consecuen- 
cias de  la  guerra,  y  que,  si  quería  la  unión,  procediera 
á  jurar  la  carta  constítucional  promulgada  en  Marzo 
por  las  Cortes. 

Frustrado  este  pensamiento,  consultó  el  Gobierno  ai 
general  Sarratea  acerca  del  modo  como  podría  anzi* 
liarse  á  Belgrano  sin  desatender  al  enemigo  del  Uru- 
guay (22  de  Septiembre).  En  tal  ocasión  opinó  el 
teniente-coronel  Vedia  que  el  tern Lorio  oriental  (su 
patria)  no  debía  ser  abandonado,  expresando :  que 
subsistían  los  clamores  de  las  personas  y  &milias  ente- 
ras perseguidas  y  arruinadas  menos  por  los  enemigos 
que  por  la  desenfrenada  licencia  de  las.  bandas  de  Arii- 


üigiiized  by  Google 


DB  LA  RBPÚBtiIOA  ORIENTAL  DRL  URUGUAY  391 


gas;  qae  estos  males  se  agravariao,  porque  tanto  los 
unos  como  las  otras  se  eatregarfan  sin  obstáculo  á 
mayores  violencias ;  y  que  si  era  inevitable  llevar  las 

armas  al  Oeste,  era  también  necesario  dejar  sobre  el 
enemigo  del  Este  el  regimiento  de  dragones  y  el  de 
infantería  námero  4  hejo  el  mando  superior  del  coronel 
Rondeau,  ya  que  el  coronel  Artigas  había  probado  que 
ni  por  sus  conocimientos,  ni  por  su  inteligencia  militar 
estaba  habilitado  para  llevar  la  guerra  á  los  realistas 
de  Montevideo. 

Bn  este  estado  estaban  las  cosas  de  la  Banda  Orien- 
tal cuando  se  supo  en  Buenos  Aires  que  Belgrano  había* 
triunfado  en  la  batalla  de  Tucumán  y  perst-guía  al 
ejército  vencido  (CXXXIÍI)  y  cuando  el  movimiento 
unitario  del  8  de  Octubre  disolvió  la  Asamblea  federal, 
reconstituyendo  el  Triunvirato  y  concentrando  en  él  la 
soma  de  los  poderes  públicos  (CXLII).  No  hubo  desde 
este  momento  razón  para  vacilar;  el  Gobierno  se  decidió 
á  abrir  la  segunda  campaña  contra  Montevideo,  y,  j)or 
tanto,  Sarratea  organizó  la  vanguardia  con  tres  escua- 
drones de  caballería,  el  regimiento  G.*"  de  Soler  y  el 
4.**  de  Várquez,  y  varios  cafiones,  y  le  dió  por  jefe  á 
Rondeau.  Partieron  sucesivamente  estos  cucri)os  del 
arroyo  de  la  China  y  del  Salto,  y  al  llegar  al  Cerrito, 
anunciaron  á  la  guarnición  de  Montevideo  el  segundo 
sitio  con  una  salva  de  artiUeria  (20  de  Octubre).  Poco 
después  llegó  Sarratea  con  el  grueso  del  ejército. 


Así  que  los  realistas  se  vieron  sitiados  pensaron  que 

á  someterse  á  los  rigores  del  cerco  sería  preferible  dar 
una  batjílin  á  los  sitiadores,  por  la  espcMíinza  de  que, 
si  resultaran  vencidos,  renunciarían  á  su  empresa.  Pre- 
paráronse los  sitiados  con  tal  fin  en  los  dos  meses  que 


CVXh  -  La  «Mita  M  CmU»  (ISIQ 


392 


BOSQÜEJO  HISTÓRICO 


siguieron  y  saüerun  el  31  de  Diciembre  en  número  da 
1600,  reforzados  por  piezas  de  artillería,  resueltos  á 
poner  á  prueba  su  suerte  antes  que  llegase  el  grueso 

del  ejército  de  Sarratea. 

La  batalla,  que  al  lírinciiau  pareció  favorable  á  ios 
realistas,  terminó  por  el  trimiíb  de  los  independientes, 
después  de  haberse  conducido  las  dos  partes  con  bra- 
vura. Rondeau,  Soler  y  Ortiguera  se  distinguieron  en 
la  acción;  el  segundo  mereció  ser  ascendido  al  grado  ' 
de  coronel  del  mismo  re^rimiento  niunero  6,  á  cuya 
cabeza  desalojó  al  enemigo  de  la  cumbre  del  Cerrito,  ¡ 

clavando  por  su  propia  mano  la  bandera  de  la  patria.  « 
Entre  los  muchos  muertos  que  tuvieron  los  españoles 
se  eontaron  el  brigadier  Muesas,  el  capitán  Liñán  y 
otros  oliciales. 

CLXn.  iirti^as  f«Tor«ce  á  h*^  sítiAdos  de  Montevideo,  ho«>tflfza 
al  ejército  sitUdor,  j  obliga  ú  iSarratea  ¿  reuaneiar  el  mandt». 
(1812-13. 

Artigas  no  se  quejó  directamente  al  grobierno  por  el 
nombramiento  de  Sarratea,  pero  escribió  á  personas  de 
Buenos  Aires  que  le  servían  de  agentes  y  de  cons^eros, 

expresando  amargas  recriminaciones.  Los  amigos  pro- 
curaron amansarlo  invocando  los  inteieses  de  la  patria 
y  lo  apurado  de  las  circunstancias.  Uno  de  ellos,  Fran- 
cisco Bruno  de  Rivaroia,  fingiendo  hábilmente  que  par- 
ticipaba de  su  contrariedad,  procuró  convencerlo  de  qne 
el  gobierno  había  procedido  con  sujeci  n  á  jitformes 
que  se  le  bal '1:111  dado,  no  por  hacerle  dafiu  ;  se  mostr<'> 
afligidísimo  por  que  Goyeneche,  victorioso  en  Vilcapugio 
y  Ayohuma,  venía  á  marchas  forzadas  hacia  Buenos 
Aires,  y  temeroso  de  que  pronto  llegara  á  Santa  Fé  y 
dominara  el  Río  de  la  Plata;  le  inculcó  qu»^  la  Uiagni- 
tud  de  los  peligros  exigía  que  todos  los  buenos  patrio- 


]>£  LA.  REPÚBUCA  ORI£NTAL  DEL  URUOUAY  3d3 

tas  olvidaseü  sus  rencillas  y  se  uniesen  contra  el  ene- 
migo común,  y  lo  exiiortaba  á  que  se  recoiioiliase  con 
Sarratea  y  obrara  de  acuerdo  con  él,  ya  contra  Montc- 
video«  ya  contra  Goyeneche,  manifestando  á  la  vez  al 
gobierno  que  le  animaban  los  sentimientos  más  patrió- 
ticos (20  de  Septiembre  de  1812). 

Artigas  aceptó  la  indicación  de  escribir  al  gobierno 
manifestándole  sus  resentimientos.  El  gobierno,  deseoso 
de  satisfacerle,  envió  á  Alvear  para  que  tratase  con  él, 
y  Ri\  aróla  le  escribió  recomendándole  el  enviado,  reco- 
mendaiidolo  que  hablaí<e  con  franqueza,  asegurándole 
que  lo  que  el  gobierno  quería  era  transigir,  y  felicitáíi- 
dose  de  contar  con  que  todo  podía  tenerse  por  arreglado. 
Pero,  desgraciadamente,  habiéndose  enfermado  Alvear 
por  una  rodada  que  dió  su  caballo  ai  llegar  al  Arroyo 
de  la  China,  no  pudo  llegar  hasta  el  campamento  de 
Artigas,  ni  éste  acceder  al  pedido  que  aquél  le  hizo  de 
qae  se  reunieran  en  Paysandú,  y  no  pudieron  entablarse 
las  negociaciones  entonces. 

Hubieran  podido  iniciarse  poco  después,  si  todos 
hubiesen  estado  animados  por  buenas  intenciones ;  pero 
un  agente  desconocido  de  Artigas  (1)  le  envió  á  princi- 
pios de  Noviembre  una  carta  en  que  se  disputaban  el 
predominio  la  adulación,  el  fanatismo  y  la  maldad. 
Según  ella,  era  «  picaro  ^  el  prol)ierno;  «francmaso- 
nes y*  los  hombres  de  la  situación;  **  cuadrilla  de 
pillos  f»  componían  las  personas  que  venían  en  el  ^éi- 
•  cito;  Artigas  era  un  «  redentor  de  la  América  n,  y  el 
autor  de  la  carta  estimaba  más  su  vida  que  la  propia. 
No  se  trataba  en  verdad  de  otra  cosa  que  de  asesinar  al 
coronel  de  las  milicias  uruguayas  y  era  necesario  que 
éste  se  precaviera  contra  todos.  Contra  tales  maquina- 
ciones Artigas  debía  oponer  su  alianza  con  el  Paraguay 

(1)  £1  Sr.  Fregetro  supone  «¿ue  sea  Santiiigo  Cardoto. 


Digilized  by  Coügle 


394  BOeQüSJO  HIOTÓRIOO 

sin  pérdida  de  tiempo,  y  luego  imini.^r  á  Sarratea  que 
con  sus  tropas  abamlonase  la  Banda  uncntal.  so  peua 
de  obligarlo  por  la  filena  de  las  armas.  Ya  habla  lle- 
gado la  ocasión  en  que  Artigas  pudiera  «  hacer  resonar 
su  nombre  por  el  inundo    y  era  menester  aprofecharhu 

Arriáis  puílui'le^ir  entre  el  consejo  sensato  y  patriótico 
de  Ri varóla  y  el  desatentado  y  antipatriótico  de  su  des- 
conocido agente.  Su  inclinación  al  desorden,  su  eneooo 
y  la  violencia  de  su  carácter  lo  decidieron  á  ejecutar  el 
último.  Estaba  ya  en  relaciones  con  el  Para'^iiay ;  fal- 
tábale perseguir  á  Sarratea,  é  hizo  más:  persi^^uio  la 
causa  de  la  independencia.  Se  vino  |X)r  la  isquierda  del 
Uruguay  hacia  el  Sud;  alcansó  en  el  rio  Negro  la  comí* 
saría  y  el  parque  del  ejército  y  se  apoderó  de  ellos ;  al 
lle^^ar  al  Yí  escribió  una  larga  ó  ininteligible  carta  á 
Sarratea,  que  concluía  intimándole  que  se  fuera  á  la 
Banda  Occidental  y  que,  si  lo  quería,  se  llevase  tam- 
bién el  ejército  dejándole  los  auxilios  que  necesitara ; 
después,  desde  Santa  Lucía-Chico,  mandó  en  todas 
direcciones  destacamentos  con  orden  de  hostilizar  á  las 
tropas  sitiadoras,  y  esas  partidas  interceptaron  las 
comunicaciones  que  Sarratea  y  los  demás  individuos  de 
las  fuerzas  patriotas  mantenían  con  el  gobierno  y  pue- 
blo de  Buenos  Aires,  se  apoderaron  de  los  bueyes, 
caballos  y  carros  del  ejército  que  encontraron  pasta nilo 
ó  en  servicio,  alearon  cuanto  animal  pudiera  servir 
para  alimentar  ó  movilisar  á  la  tropa  6  para  transpor- 
tar artículos  6  heridos,  y  aprehendieron  las  ñienas  que 
Sarraiea  li¿ibía  hecho  situar  á  lo  lar^^^o  de  la  mariden 
del  río  de  la  Plata  y  del  Santa  Lucía  para  que  impidie- 
sen á  los  sitiados  el  proveerse  de  viveres«  perautíendo, 
por  lo  mismo,  que  la  plasa  estuviese  abastecida  aban* 
dantemente  de  carne  fresca. 

Desde  el  mes  de  Diciembre  hasta  mediados  de 
Febrero  de  1813  hubo  entre  Artigas  y  Sarratea  un  con- 


i 


Digilized  by  Goügle 


DE  LA  KEPÚBUCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY.  305 

tinuado  cambio  de  comanicaciones.  Así  que  Sarratea 

recibió  la  intimación  de  abandonar  el  inando,  contestó 
que,  si  de  ésto  dependía  la  unión,  no  se  opondría,  sino 
^ae  daba  cuenta  al  gobierno,  y  que  lo  invitaba  á  espe* 
rar  la  reaolucidn  saperior,  suspendiendo  las  hostilida- 
den  entretanto  en  beneficio  de  la  causa  común.  Artigas 
maniíestó  que  accedía,  pero  sus  rigores  continuaron  con 
los  sitiadores  al  mismo  tiempo  que  favorecía  á  los  sitia- 
dos. Sarratea  le  escribía  procurando  persuadirlo  de  que 
debia  cesar  en  esta  conducta,  que  ponía  en  peligro  al 
ejército  y  alentaba  á  los  realistas ;  Artigas  le  contestaba 
que  no  cumpliría  sus  óidenes,  mientras  el  írobierno  no 
decidiese  su  separación  del  mando.  Varias  comisiones 
de  yeciuos  y  de  jefes  intervinieron  por  llegar  á  un  ave* 
nimiento,  sin  conseguirlo.  Entretanto,  Artigas  llegó 
hasui  mantener  comunicaciones  reservadas  con  Vicfo- 
det,  y  Sarratea  .1  llamarle  traidor  en  un  bando  en  que 
prometía  el  perdón  á  los  desertores  que  abandonasen  el 
campo  artiguista. 

Esta  situación  era  por  demás  angustiosa;  y,  yaque 
el  gobierno  lardaba  en  decidirla,  resolvieron  Rondeau, 
Vedia  y  otros  jefes  reclamar  de  Sarratea  que  renunciase 
el  mando  nombrando  un  sustituto  mientras  el  gobierno 
no  designara  á  quien  definitivamente  debiese  reempla^ 
zarlo.  Sarratea  consintió  en  irse  con  los  jefes  orientales 
á  quienes  Artigas  no  quería  ver  en  el  ejército,  nombró  á 
Roadeau  con  calidad  de  interino  y  se  ausentó  junta* 
mente  eon  Javier  de  Viana»  Vázques,  Valdene^,  Bal- 
tar  j  el  Canónigo  Figueredo. 

Rondeau  nombro  <1  Vedia  para  mayor  ^^eneral ;  y 
como  el  gobierno  coníirmó  estos  nombramientos,  acej)- 
tando  por  necesidad  los  hechos  producidos.  Artigas 
avanzó  con  sus  caballerías  basta  la  línea  del  sitio  y 
ocupó  el  puesto  que  se  le  designara,  en  el  ala  izquierda. 

£1  ^ército  sitiador  se  compuso  entonces  de  más  de 


Digilized 


396  BoiigULJu  HISTÓRICO 

seis  mil  hombres  divididos  así:  —  Dimsién  de  Bumog 

Atre^rRegímientode  granaderos,  de  Terrada;  regimiento 
n.'  íi,  de  Soler;  roírimicnto  de  la  Estrella  de  French  ; 
regimiento  de  arciüería;  regimiento  de  dragones  de  la 
patria,  de  Rondeau.  —  División  de  Artigas :  Regimiento 
de  Blandengues;  regimiento  de  Manuel  Artigas ; 
regimiento  n.**  3,  de  Frui  iuoso  Rivera;  reurimiento  de 
«  aballería.  de  Fernando  Oior^ues  ;  regimiento  de  caba- 
llería, de  Blas  Basualdo, 

C  LXIII.  -  Artii^aii  AeserU  del  ejército  sitiador  (1813-U) 

El  sitio  coniiauu  regularmente  en  todo  el  año  1813, 
aunque  no  sin  que  se  sufrieran  graves  agitaciones  de 
carácter  político  provocadas  por  Artigas,  de  las  cuales 
se  hablará  en  el  capítulo  que  vendrá  después  de  éste. 
Hastü  decir  por  ahora  (jiu',  habiendo  i)rocedido  los  pue- 
l)ios  de  las  provincias  á  elegir  diputados  para  la  Asam* 
blea  genersd  constituyente  que  se  reunió  en  Buenos 
Aires  en  Enero  de  este  aüo  (GXLIII),  pretendió  Artigas» 
instigado  {xyr  sus  amigos  los  federales  de  Buenos  Aires, 
que  el  pueblo  se  sometiese  á  su  voluntad  en  la  ehíc<  ión, 
y  que  los  diputados  obedeciesen  en  el  desempeño  de  su 
cometido  á  las  instrucciones  que  él  les  diera.  Como 
nadie  había  autorizado  á  Artigas  para  ^'ercer  actos 
políticos,  pues  era  un  simple  jefe  militar  de  la  milicia 
uruíTuaya.  y  menos  podía  arrogarse  la  soberanía  que 
por  derecho  pertenecía  al  pueblo,  ao  le  obedec-ió  éste, 
sino  que  obró  con  libertad,  s^gún  su  propia  opinión. 

El  despecho  de  Artigas  fué  tan  grande,  y  su  modo  de 
manifestarlo  tan  opuesto  á  la  razón,  que  desertó  del 
sitio  en  la  noche  del  21  de  Enero  de  1814,  dejando  des- 
cubierta el  ala  izquierda  de  la  línea,  pues  se  llevó  toda 
la  caballería  que  tenía  á  sus  órdenes,  excepto  la  que 
mandaban  su  hermano  Manuel  v  el  mayor  general 

V 


Digilized  by  Goügle 


DE  LA  REPÚBUGA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  31)7 

Pagóla,  quienes  so  ne;[^aron  patrióticamente  á  seguirle. 

La  deserción  de  Artigas  y  sus  secuaces,  gravísima  en 
cualquier  caso  por  su  naturaleza,  lo  era  más  en  aquel, 
por  las  circunstancias  especiales  que  concurrían.  La 
plaza  de  Montevideo  negociaba  dinero  y  víveres  en  el 
Brasil  por  medio  de  sus  cuiiiisionados  el  regidor  Manuel 
Durán  y  el  Dr.  Mateo  Magariños  y  había  recibido  fon- 
dos del  Perú,  y  de  Cádiz  refuerzos  de  tropas  que  suma- 
ron varios  miles  de  soldados.  Otras  provincias  se  mos- 
tral>an  insubordinadas  y  obli^ban  al  Gobierno  á  divi- 
dir en  ellas  su  poder  ó  A  tolerar  los  des<>rdenas  por 
imposibilidad  de  reprimirlos.  Y  Beigrano,  después  de 
triunfar  en  Tucumán  y  Salta,  había  sido  deshecho  en 
Yilcapugio  y  Ayohuma.  La  Asamblea,  alarmada  por 
tales  hechos,  y  suponiendo  que  hasta  cierto  punto  se 
debieran  á  que  el  Triunvirato  no  podía  d-  sidegar  bas- 
tante energía,  se  decidía  á  sustituudo  poi'  un  direcu>r 
unipersonal  (GXXXXII  y  GXLIII).  Artigas  había  defec- 
cionado, pues,  la  causa  de  la  independencia  en  momen- 
tos aníTUstiosos,  y  romprometieudu  seriamente  la  posi- 
rión  de  los  sitiadores,  que  el  gobierno  se  juzgó  necesi- 
tado de  levantar  el  sitio  por  no  poder  sostenerlo. 

En  consideración  á  tan  enorme  gravedad  del  delU^, 
el  director  Posada,  de  cuyos  tres  ministros  eraA"brien- 
tales  el  de  gobierno  (Nicolás  Herrera)  y  el  de  guerra 
(Francisco  Javier  de  Viana)  expidió  ei  11  de  Febrero 
un  decreto  en  el  cual  hizo  la  historia  de  la  conducta 
pública  de  Artigas,  lo  declaró  infame,  privado  de  sus 
empleos,  fuera  de  la  ley  y  traidor  á  la  patria,  mandó 
que  se  le  persiguiera  y  se  le  matara  en  caso  de  resis- 
tencia, y  ofreció  seis  mil  pesos  á  quien  lo  entregara  vivo 
ó  muerto. 


Di 


398  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

Decidido  el  Directorio,  después  de  Taciladones  con- 
tinuadas, á  prosegair  el  sitio  de  Montevideo  y  á  actirar 

las  operaciones  para  rendir  pronto  la  plaza,  á  fin  de 
consagrar  su  atención  iuego  á  la  guerra  del  Norte,  ' 
oixlenó  á  Brown,  marino  inglés  que  deaempeHaba  el 
mando  superior  de  la  escuadrilla  argentina,  que  ataeaae  ' 

las  naves  españolas  mandadas  por  Romarate,  que  domi-  I 
naban  la  entrada  del  Uruguay  y  el  Paraná.  Brown  , 
ñlé  feliz  en  su  primer  encuentro  con  los  españoles;  pero 
consiguió  al  dia  siguiente  (12  de  Marzo  de  1814)  tomar  ' 
la  ida  de  Martín  Oarcfa,  cuya  posesión  aseguraba  él  , 
ejercicio  efectivo  del  domimo  en  losgrandes  afluentesdel 
Plata. 

Se  bloqueó  la  plaza  de  Montevideo.  La  situación  de  i 
los  sitiados  era  penosa,  puesto  que,  impoaibilítadoa  de 
recibir  recursos  por  mar  y  tierra,  tendxian  que  rendirse  ' 

por  hambre,  si  no  conse^ruían  triunüir  de  la  escuadra  6  \ 
del  ejército  en  una  acción  en  que  se  conceniraseu  todas 
sus  fuerzas.  Los  realistas  se  decidieron  á  atacar  las  I 
naves  que  Brown  mandaba.  Las  dos  escuadras  estaban  i 
prontas  el  14  de  Abril  para  el  combate.  Componíase  la 
argentina  de  cuatro  corbetas,  un  bergantín  y  dos  buques 
menores.  La  española  constaba  de  cuatro  corbetas,  i 
tres  bergantines,  cuatro  buques  menores  y  numerosos 
lanchónos.  La  última  salió  del  puerto,  se  retiró  la  otra, 
ambas  se  dirigieron  hacia  el  Kste  y  tuvieron  ese  mismo  « 
día  un  encuentro  del  cual  resultó  un  buque  español  ' 
inutilizado.  El  resto  de  ese  día  y  el  15  se  pasaron  < 
siguiendo  los  buques  argentinos  á  los  contraríos ;  se 
acercaron  el  16  y  libraron  el  combate  deflnitivo,  que 
dió  el  triujiíü  á  las  armas  independientes.  Se  rindieron 
dos  corbetas,  un  bergantín  y  una  goleta  españoles; 


PK  LA  REPÜBUGA  ORIENTAL  DBL  URUGUAY  399 

íUeron  incendiados  un  bergantín  y  una  balandra  y  los 
demás  íranaron  en  desorden  el  puerto  de  Montevideo. 
Cayeron  en  poder  de  los  vencedores  33  oíiciales  de  mar 
y  tierra,  2  capellanes»  2  cinj^anos,  380  hombres  más, 
75  cafiones»  210  flisiles  y  una  cantidad  considerable  de 

oLTos  artículos  de  ¿^^uerra. 

El  mismo  día  en  que  tuvo  lugar  este  hecho  glorioso 
para  las  armas  argentinas,  llegó  el  coronel  don  Carlos 
de  Alvear  al  Cerrito  con  el  otijeto  de  tomar  el  mando 
supremo  de  las  flierzas  sitiadoras,  trayendo  desde  Bue- 
nos Aires  un  refuerzo  de  1500  iiombres  y  algunos 
cañones.  El  17  tomó  posesión  de  üu  puesto.  Los  realis- 
tas perdieron  toda  esperanza  de  obtener  venteas,  y 
aún  de  sostenerse.  Comprendieron  que»  Tencidos  en  el 
rfo  é  impotentes  para  vencer  en  tierra,  se  acercaba  el 
término  de  su  resistencia.  En  tales  circunstancias  invitó 
el  general  Vigodet  á  Brown  para  celebrar  un  armisti- 
cío  y  el  cai\je  de  prisioneros;  pero  el  comodoro  argen- 
tino contestó  al  día  siguiente  (19)  que  no  admitiría  con- 
dición alguna  mientras  no  ftieran  entregados  al  gobierno 
de  Buenos  Aires  la  ciudad  de  Montevideo,  sus  fortale- 
zas, arsenales,  buques  de  guerra»  y  toda  propiedad 
pública,  permitiéndose  á  los  militares  que  entregaran 
sus  armas. 

Alvear  tomó  entonces  medidas  para  precipitar  la  ren- 
dición. Vigodet  no  tuvo  otro  camino  que  tomar  razona- 
blemente que  el  de  entregar  la  plaza,  y  el  20  de  Junio, 
á  las  3  y  media  de  la  tarde,  se  obligó  á  entregarla  por 
capitulación,  el  22  ocuparon  las  tropas  de  Alvear  la 
fortaleza  del  Cerro,  y  ol  2:1  guarnecían  las  dr-  Montevi- 
deo, en  cuyo  día  el  general  en  jete  dió  un  b¿indo  reco- 
mendando el  olvido  de  lo  pasado  y  asegurando  el  res- 
peto de  las  personas  y  las  cosas.  Con  la  plaza  cayeron 
en  poder  del  vencedor  335  cañones,  más  de  8000  fbsUes 
y  todas  las  embarcaciones,  así  como  8  banderas,  2 


Digitized  by  Coügle 


400  BOSQUEJO  UISTÓRICO 

mariscales»  2  brigadieres,  7  coroneles,  11  tenientes 

coroneles,  5300  más  de  tropa,  y  cuanto  había  sido  del 
dominio  de  los  vencidos. 

Asi  terminó  la  larga  dominación  de  los  españoles  en 
el  Río  de  la  Plata. 

^kxxim  11 

Sucesos  j^olUicos  de  1811  á  1814 

CLXY*  —  Lo  ^06  m  ÁrtigM  tn  1811 

Cuando  Artigas  desertó  del  ejército  español  por  el 
enojo  que  le  causó  la  amonestación  de  su  jefe  Muosíis, 
y  se  presentó  á  la  Junta  de  Buenos  Aires  ofreciéndole 
sus  servicios,  tenía  53  años  de  edad  y  no  se  había  seña- 
lado tle  ningún  modo  en  la  vida  pública. 

Era  entonces  un  hombre  de  estatura  regular,  de 
aspecto  gauchesco,  pero  simpático  en  su  conjunto.  Su 
cuerpo,  medianamente  grueso,  solía  ir  vestido  con  desa- 
liño, llevando  de  ordinario  poncho  y  sombrero  de  psya. 
Su  cabeza  bien  formada,  nunca  erguida,  esüiba  cubierta 
por  cabellos  rnbios,  ondeado.s,  largos,  revueltos  con  fre- 
cuencia. La  cara  era  ovalada,  pálida,  de  color  blanco 
poco  alterado  por  la  intemperie,  de  carrillos  descarna- 
dos, barba  escasa  y  larga,  fisonomía  de  expresión  afa- 
ble comunmente,  aiiiuine  con  rasgos  enérgicos,  fácil- 
mente variables.  Tenia  ojos  azul-verdosos,  dd  mirada 
oblicua,  coronados  por  c^as  pobladas  y  rectas  que  se 
arqueaban  hacia  el  exta*emo  interno  bajo  la  acción  de 
la  ira.  La  nariz,  prominente  y  aguileña,  se  elevaba 
sobre  una  boca  de  perfil  severo  y  dimensiones  regulares. 

Artigas  no  carecía  de  cierta  mteügencia  natural ;  pero 
sus  concepciones  eran  poco  extensas,  generalmente 
superücíales  y  desordenadas.  Era  muy  egoísta,  domi* 


DE  LA  RET'ÜBLICA  ORIK.MAL  DEL  URUGUAY  401 

nador^  intolerante,  iracundo,  y  en  extremo  vengativo. 
Era  tenaz  en  sus  resoluciones.  Sus  malas  pasiones  tenían 

lar^j^a  cluracióii,  no  ísC  ¿suljoidiiiaban  a  ia  reílexión  pro- 
pia, ni  razón  había  capaz  de  templarlas.  Eminentemente 
indisciplinado  por  carácter  y  por  costumbre,  no  tenía 
la  menor  idea  del  orden :  ni  sabia  tenerlo  en  sus  cosas, 
ni  imponerlo  á  los  hombres.  No  admitía  por  nada  la 
menor  traba  á  su  libertad  personal,  ni  podía  haber  quien 
respetase  menos  la  libertad  ajena,  fuese  individual  y 
colectiva.  A  la  vez  que  incansable  en  protestar  que  era 
justo,  moderado»  sufrido  y  resignado,  era  tlesmedido 
en  la  arbitrariedad  y  en  la  intemparancia.  Por  las  cau- 
sas más  ñí tiles  tomaba  las  determinaciones  más  graves, 
posponiendo  á  su  encono  todos  ios  intereses  de  orden 
superior  que  fuesen  incompatibles  con  su  resolución. 
Pecaba  por  un  gran  exceso  de  suspicacia.  Juzgaba  á  sus 
adversarios  y  á  las  personas  á  quienes  tema  alguna 
prevención,  capaces  de  toda  clase  de  infidencias  y  mal- 
dades; no  les  reconocía  lealtad  ni  móviles  sanos,  y  apa- 
rentaba ver,  aAn  en  los  actos  más  nobles  de  ellos,  tre 
mendfts  Infldencias.  Tenía  gran  aspiración  á  exhibirse, 
lucra  couii)  fuese;  tal  presunción  de  sí  mismo,  (jue  se 
consideraba  capaz  de  superar  á  todos  en  las  más  difíci- 
les empresas;  y  tanta  vanidad  que  se  atribuía  los  éxi* 
tos  de  otros,  por  muy  indirecta  ó  secundariamente  que 
hubiese  intervenido  en  ellos,  en  lo  cual  no  hacía  más 
(jiío  personificar  la  inclinación  general  de  los  gauchos, 
de  jactarse  de  proci^as  imaginarias. 

Ya  se  sabe  que  en  la  infancia  no  aprendió  otra  cosa 
que  á  leer  un  poco  y  á  escribir  otro  poco.  Después  no 
g'anó  en  instrucción,  ni  pudo  adelantar,  porque,  si  los 
medios  eran  escasísimos  en  Montevideo,  ñdtaban  por 
completo  en  el  campo,  entre  los  salvajes  y  contraban- 
distas con  quienes  anduvo  Artigas  desde  su  adolescen- 
cia hasta  la  edad  madura  (C-Clll).  De  ahí  que  no  tuvie- 
se 


Digilized  by  Cüügle 


402  BOSQUEJO  H]fiT6RIC0 

ra,  cuando  se  presentó  á  la  Junta  revolucionaria  de 
Buenos  Aires,  nincruna  instrucción,  ni  aun  rudimenta-  j 
ria,  acerca  de  ning^a  materia,  á  no  ser  las  que  hubiese 
recibido  por  propia  experiencia  en  el  trato  con  las  pobia*  ; 
cienes  incultas  hasta  1802,  y  con  el  personal  del  cuerpo 
de  blandengues  y  con  ciertas  clases  del  pueblo  desde  las 
invasiones  inglesas.  Su  ignorancia  era,  pues,  crasísima,  I 
ai  extremo  de  no  poder  escribir,  ni  redactar  una  carta 
de  pocos  renglones.  Servíase  de  terceros  para  toda  su 
correspondencia;  y  como  éstos  cambiaban  á  menudo,  i 
resultaba  varia<lo  el  estilo,  el  sentido  y  el  tono  de  sus 

comunicacioaes.  ' 

Tai  era,  en  verdad,  el  personaje  que  se  ha  visto  figu-  \ 
rar  militarmente  en  el  capítulo  anterior.  Los  hechos 

referidos,  en  que  él  tuvo  aliruna  parte,  concuerdan  con  i 
la  descripción  cjue  acabo  de  hacer  tan  íieimenie  como 
he  podido.  Véase  ahora  cómo  se  revela  en  los  sucesos  I 
políticos  que  se  verificaron  en  la  misma  época,  en  los 
cuales  desempeñó  papel  señalado.  ' 

I 

CUTI.  ^  Primera  i^iarición  de  Articas  eit  el  eseeaarlo  poUtfee 

del  FlaU  (1811). 

Nombrado  Artigas  jefe  de  las  milicias  orientales  por 
la  Junta  federal  de  1811,  para  que  fomentase  el  5;enti- 
miento  regionalista  do  los  ut  uiruayos  (("LUÍ  í,  recibió  de 
la  Junta  el  carácter  déjele  del  partido  que  en  la  Banda 
Oriental  formase;  y,  como  este  partido  existía  ya  yir-  ! 
tualmente  en  las  clases  bárbara  y  salvaje  del  campo 
(CXXXIX),  y  entre  ellas,  por  razón  de  afinidades  natu- 
rales, írozaba  Artigas  de  renombre  y  prestigio,  sucedió 
espontáneamente  que  al  destino  político  que  le  diera  el 
gobierno  de  Buenos  Aires  se  uniese  la  aquiesceneia  ó 
sumisión  de  las  muchedumbres  campesinas. 

Este  hecho,  á  la  vez  que  halagaba  el  amor  propio  de 


üigiiized  by  Google 


BE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  403 

Artigas,  era  mirado  por  los  federalistas  de  Buenos  Aires 
como  digno  ser  utilizado  en  beneficio  de  su  causa 
según  á  ellos  mejor  pareciera  ;  por  manera  que,  intere- 
sados en  ciarle  dirección,  se  apresuraron  á  ofrecer  su 
amistad  al  que  habían  instituido  jeíé  de  los  orientales,  y 
á  influir  en  su  ánimo  por  medio  de  cartas  y  de  emisa- 
rios, que  le  trasmitían,  ya  ideas  generales  relativas  á  la 
federación,  ya  consejos  particulares  respecto  de  lo  que 
había  de  hacer  en  cada  caso. 

Artigas  no  podía  darse  cuenta  de  lo  que  siguiíicaban 
muchas  de  las  doctrinas  abstractas,  más  ó  menos  frag* 
mentarías  y  no  siempre  correctas  que  se  quería  incul- 
carle, pero  tomó  de  ellas  las  expresiones  federación, 

causa  de  los  pueblos  ^  libertad  -  d»\s[ gotismo  -  ,  y 
otras  análogas,  les  atribuyó  la  ace[)ción  extraña  que  le 
sugirieran  su  modo  de  ser  y  sus  hábitos,  y  se  formó  un 
concepto  disparatado  del  papel  que  tenía  que  desem- 
peñar. 

Ya  se  ha  visto  (CLXII)  que  ius  ((ue  tomaron  la  tarea 
de  dirigirlo  en  los  trabajos  federalistas  no  se  ponían  de 
acuerdo  para  acensuarle  lo  que  en  cada  caso  debería 
hacer,  sino  que  cada  uno  lo  instruía  á  su  manera  y 
todos  diferentemente.  Si  Artigas  hubiera  podido  dis- 
cernir lo  que  en  esos  consejos  hubiera  de  bueno  ó  de 
malo,  siquiera  íbese  de  la  manera  aproximativa  con  que 
lo  hace  el  buen  sentido,  hubiera  suplido  la  falta  de 
instrucción  hasta  cierto  punto;  perú,  tanto  como  care- 
cía de  nociones  teóricas  le  faltaban  inclinaciones  sanas. 
Era,  pues,  forzoso  que  acogiera  con  preferencia  las 
sugestiones  que  más  se  conformaban  con  su  carácter, 
con  sus  costumbres  y  con  sus  pasiones,  aunque  íhesen 
las  más  antipatrióticas  ó  contrarias  á  sus  propios  inte- 
reses. 

En  los  primeros  siete  meses  que  siguieron  á  su  nom- 
bramiento la  conducta  de  Artigas  tuvo  carácter  pura- 


Digilized 


404  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

mentó  militar;  pues  si  Ijicn  alardeaba  ya  el  título  de 
de  los  oíñentales,  su  sigriiílración  ostensil)!^  era  la 
(}ne  había  determinado  el  Gobierno  al  nombrarlo  jefe 
de  las  milicias  orientales.  Pero»  cuando  se  negociaba 
la  tre^a  de  Octubre,  hizo  ñrmar  á  cierto  número  de 
vecinos  una  petición  por  la  cual  exi¿^ían  del  general 
Rondeau  que  no  se  negociara  el  tratado  sin  que  con- 
curriera la  voluntad  de  los  orientales,  ya  que  la  suerte 
de  éstos  se  decidía,  Artig^as.  había  entendido  que  en  un 
estado  federal  no  podía  decidir  el  Gobierno  sin  obtener 
en  cada  caso  el  asentimiento  de  tales  ó  cuales  grupos 
de  población,  y  suponía  que  un  comandante  en  jete 
podía  someter  á  tales  pretensiones  el  cumplimiento  de 
•sus  deberes! 

Lo  correcto  habría  sido  hacer  comprender  á  Artigas 
que  la  Junta  federal  de  Buenos  Aires,  conii>uesta  de 
diputados,  cyercía  el  gobierno  de  la  federación,  por  sí 
sola,  en  nombre  de  todo  el  Río  de  la  Plata,  y  que  la 
pretensión  manifestada  era  subversivo  de  los  más  ele- 
mentales  principios  constitucionales;  pero  los  federales 
de  1811  no  percibían  bien  las  consecuencias  que  podían 
derivarse  de  olvidar  la  diferencia  enorme  que  hay 
entre  la  federación  y  el  regionalismo  anorgánico,  y 
además  tenían  inter^  en  no  desagradar  á  Artigas,  ya 
que  con  él  contaban,  como  con  tantos  otros,  para 
cxteader  su  influjo  político  y  para  cousolidarlo.  Acorda- 
ron, pues,  Rondeau  y  José  Julián  Pérez,  comisionado 
por  la  Junta  para  intervenir  en  la  negociación  de  la 
tregua,  convocar  una  asamblea  de  vecinos  para  enten- 
derse con  ella,  no  en  el  sentido  de  solicitar  su  beneplá- 
cito, sino  con  el  íln  de  eludir  la  exigencia  de  Artigas 
sin  darle  motivo  para  creerse  desairado.  La  asamblea 
se  opuso  á  que  se  aprobara  la  tregua ;  pero  al  fin  se 
conformó  con  que  se  sometiera  el  caso  á  la  decisión 
del  Gobierno. 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIBNTAL  DEL  URUGUAY  405 

La  decisión,  impuesta  por  las  circunstancias  según 
se  ha  visto  (GLVI),  desagradó  mucha  á  Artigas,  pero 
la  cumplió.  No  pudiendo  entonces  desempeflar  papel 
alguno  en  la  Banda  Oriental,  se  apresuró  á  ponerse  en 
coinunicarióu  con  caudillos  de  las  provincias  argentinas 
y  con  el  gobierno  del  Paraguay.  Á  todos  expuso  los 
hechos  ocurridos  desde  Febrero;  censuró  la  flojedad 
con  qu^se  había  operado  sobre  Montevideo,  vituperó 
al  ;-:ubierno  porque  iiabia  levantado  el  sitio,  ponderó  el 
heroísmo  y  los  sacrificios  de  los  orientales,  puso  de 
relieve  la  posición  que  él  había  ocupado  respecto  de 
sus  paisanos,  aseguró  que  éstos  lo  habían  nombrado  su 
general  en  jefe,  habló  del  ejército  nacional  en  el  con- 
cepto de  que  era  meramente  auxUiador  de  las  milicias 
que  él  manilaba,  y  terminó  invitaudolos  á  celel>rar  una 
unión  para  la  defensa  de  los  comunes  int43reses.  Mucho 
insisüót  particularmente  en  sus  comunicaciones  con  el 
gobierno  paraguayo,  en  la  necesidad  de  la  unión,  así 
como  en  pedirle  pertrechos  de  ¿^^lUTra,  víveres  y  solda- 
dos, ofreciéndole  en  cambio  animales  vacunos.  Aunque 
Artigas  no  definió  los  iines  de  la  unión  que  proponía, 
manifestaba  al  pedir  recursos  que  tenía  en  vista  la 
invasión  portuguesa,  contra  la  cual  quería  prepararse ; 
pero,  aun  cuando  no  puede  dudarse  de  (|ue  tenía  este 
propósito,  no  es  menos  visible  el  interés  que  lo  movía 
á  exhibirse  como  jefe  de  un  pueblo,  en  cuyo  concepto 
hablaba  á  nombre  propio,  como  si  esto  fUera  natural  en 
el  régimen  federativo  á  que  creía  servir. 

CLXVil.  —  Lit  tiipuUeióa  de  AbrU  á  la  Ásambles  de  181$ 

Cuando  se  estableció  el  segundo  sitio  de  Montevideo 

habían  reempl;i/;ido  ya  los  unitarios  á  los  federales  en 
el  gobierno  nacional,  y  regía  el  Reglamento  provisional 


Digitized  by  Coügle 


406  BüSijtEJO  lUSTüRICO 

de  Noviembre  (CXL).  Obligando  á  Sarratea  á  hacerse 

reemplazar  por  Rondeau  en  el  puesto  de  genenü  en  jefe 
había  conseguido  Articas  satisfacer  su  resentimiento 
(CLIX)  y  á  la  vez  cambiar  un  superior  unitario  por  otro 
que  tenía  más  afinidades  con  los  federales,  y  era  natu- 
ralmente más  inclinado  á  contemporizar,  cuyas  circons- 
tancias  le  avivaban  la  o.s[)eranza  de  seguir  con  eficacia 
•las  instruccioiie.s  i\U('  recibía  de  sus  coparlidarios  úr 
Buenos  Aires  y  de  las  provincias,  y  de  acentuar  su  pro- 
pia prepotencia. 

Obedeciendo,  pues,  á  sugestiones  políticas  de  «  los 
caídos  »  y  á  ambiciones  propias,  asi  ijue  Rondeau  sus- 
tituyó á  Sarraiea  en  el  siuo  y  que  él  se  reincorporó  ai 
ejército  empezó  á  ocuparse  de  que  los  orientales  fue- 
sen representados  en  la  Asamblea  general  que  en 
Buenos  Aires  funcionaba  desde  el  31  de  Enero  (CXLIL) 
Esta  aspiración  no  podía  ser  más  leí>"ítima,  ni  más 
legal,  puesto  que  los  pueblos  habían  sido  invitados 
por  los  mismos  unitarios  á  elegir  representantes; 
pero  el  hecho  debía  producirse  legalmente  y  Artigas, 
que  no  reconocía  otra  ley  que  su  voluntad  y  (¡ue,  si 
reconocía  autoridades  superiores,  no  por  eso  renun- 
ciaba la  libertad  de  acatarlas  ó  de  no  acatarlas» »  según 
más  le  conviniera,  prescindió  de  Rondeau,  que  era 
su  superior,  no  le  importó  la  posición  subordinada 
y  puramente  militar  (juc  tenía,  y,  asumiendo  autoridad 
política  que  nadie  había  pensado  en  darle,  llamó  á  su 
campo  una  junta  de  orientales,  y  á  los  pocos  días  com- 
parecieron once  diciéndose  «  representantes  de  laíüerza 
armada,  v  y  otros  cinco  que  manifestaron  haber  reci- 
bido ^  de  los  pueblos  «  el  coniiu  omiso  de  nombrar  otros 
tantos  diputados  para  la  Asamblea  nacioaal.  Todos  se 
reunieron  el  5  de  Abril  en  el  domicilio  de  Artigas.  Éste, 
asumiendo  la  presidencia  á  título  de  Jefe  de  los  orien-- 
tales^  les  dirigió  una  alocución  con  el  objeto  de  que 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  407 

resolviesen  s¡  se  había  de  reconocer  la  autoridad  de  la 
Asamblea  constituyente  de  Buenos  Aires,  de  que  deter- 
minasen el  número  de  diputados  que  se  habían  de  man- 
dar, y  de  que  instituyesen  un  gobierno  provincial, 
acerca  de  cuyos  puntos  les  manifestó  lo  que  deberían 
resolver. 

Al  informar  á  la  asamblea  acerca  del  motivo  que  le 
había  inducido  á  convocarla,  manifestó  :  «  El  estado 

actual  de  los  negocios  es  demasiado  crítico  para  dejar 
^  de  reclamar  nuestra  atención.  La  Asamblea  general, 
rt  tantas  veces  anunciada,  empezó  ya  sus  sesiones  en 
^  Buenos  Aires  :  su  reconocimiento  nos  ha  sido  orde- 
y*  nado.  Resolver  sobre  este  particular  ha  dado  motivo 
y*  á  esta  congregación,  porque  yo  ofendería  altamente 
r*  vuestro  carácter  y  el  mío,  vulneraría  enormemente 
y*  vuestros  derechos  sagrados  si  pasase  á  decidir  de 
r*  una  materia  reservada  solo  á  vosotros.^ 

La  asamblea  se  sometió  á  las  indicaciones  de  Artigas 
y  designó  cinco  diputados  para  la  constituyente  de  Bue- 
nos Aires,  cada  uno  de  los  cuales  llevó  un  poder  subs- 
crito por  el  solo  elector  que  le  había  dado  su  voto  en 
nombre  del  pueblo  que  representaba.  Además,  .\rtigas 
les  dió  por  toda  credencial  una  carta  para  don  Dámaso 
Larrañaga,  y  además  instrucciones  subscritas  por  él  á 
su  nombre  propio,  en  que  les  ordenaba  :  —  que  pidie- 
sen la  independencia  absoluta  de  las  colonias  del  Plata; 
que  no  admitiesen  otro  sistema  constitucional  que  la 
confederación  de  todas  las  provincias  que  forman  el 
Estado ;  que  promovieran  la  libertad  civil  y  religiosa  en 
la  mayor  extensión  posible;  que  propendiesen  á  que  el 
gobierno  central  y  los  provinciales  se  compusieran  de 
los  tres  poderes  legislativo,  judicial  y  ejecutivo,  inde- 
pendientes entre  sí ;  que  señalasen  como  límites  del  te- 
rritorio que  representaban,  la  costa  oriental  del  Uruguay 
hasta  la  fortaleza  de  Santa  Teresa,  el  cual  formaría  una 


408  BOSQVBJO  HISTÓRICO 

provincia,  llamada  Provuwta  orierUal:  que  ronsiguie- 
ran  qoe  la  constitucióa  asegurase  á  las  provincias  la 
forma  de  ^biemo  republicana;  que  se  opusieran  áqoe 

ruor.i  l  iirii»  Aires  la  capital  del  Estado;  y  otras  cosas 
importantes  que  correspondían  á  este  orden  de  ideas. 

Por  otra  parte,  aunque  la  junta  presidida  y  üomiiiada 
por  Arügas  había  reconocido  la  Asamblea  general  cons- 
lituyeute,  y  se  sometía  á  la  constitución  que  érta 
dictase,  ese  reconocimiento  no  había  sido  liso  y  llano  y 
sí  á  condición:  de  que  se  daría  «  una  púhlic  i  s.ULsfao- 
n  ción  á  los  orientales  por  la  conducu  anuiiberal  de 
»  Sarratea,Viana  y  demás  expulses de  que  se  declara- 
ría c¡  general  Arti^cas  y  sus  tropas  «  verdaderos  defenso- 
-  res  cl('l  sistema  de  libertad  proclaia.tdo  en  América 
de  quo  no  se  levantaría  el  sitio,  ni  se  nombraría  otro 
jefe  para  el  ejército  auanliadar,  que  Hondeau;  de  que 
se  sacaría  de  Buenos  Aires  la  capital  de  las  provincias, 
etc..  etc.  Además  había  fijado  el  número  de  los  repre- 
sentantes uruguayos  sei»arándose  de  las  reírlas  estable- 
cidas y  sin  consultar  otra  voluntad  que  la  de  Artigas. 

Se  comprende  fácilmente  que  la  Asamblea  general 
no  podía  aceptar  tales  cláusulas,  depresivas  unas  sin 
más  objeto  que  satisfacer  el  rencor  personal  de  Artigas 
para  con  Sarratea,  y  tan  limitativas  de  la  autoridad 
nacional  otras  que  se  dirigían  al  solo  fin  de  asegurar  la 
prepotencia  del  caudillo.  Se  comprende  también  que 
tanto  por  esta  raxón.  y  la  irregularidad  extremada 
los  poderes,  como  poniue  en  ellos  aparecía  Artigas 
solo  dando  íacuitades  é  imponiendo  condiciones,  coniñ 
si  él  fUese  el  soberano  del  Uruguay»  inevitable  era  que 
fuesen  desechados  los  representantes.  Y  lo  fueron,  en 
efecto,  así  que  se  presentaron  en  Buenos  Aires  (Junio). 


Digilized  by  Goügle 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  400 


CLXYIII.  —  Constitución  del  gobierno  interno  (1813). 

Así  como  algunos  consejeros  cuidaban  de  que  Artigas 
favoreciese  la  causa  federal  acentuando  el  regionalismo 
ui'uguayo  por  cualquier  medio  y  halagando  sus  inclina- 
ciones desordenadas,  otros  le  hicieron  ver  lo  falso  de  la 
situación  que  se  había  creado  asumiendo  un  papel 
político  dictatorial  que  nadie  le  había  ofrecido  é  incom- 
patible con  las  buenas  reglas  de  gobierno,  así  como  con 
el  puesto  que  ocupaba  en  el  ejército.  De  aquí  nació  la 
idea  de  dar  formas  menos  irregulares  á  la  autoridad 
que  Artigas  se  había  arrogado,  y  con  tal  fin  reunió  él 
otra  asamblea  de  16  vecinos  el  21  de  Abril. 

Expuso  que  se  notaban  en  la  campaña  desórdenes  y 
abusos  que  él  no  podía  impedir,  porque  lo  tenían  ente- 
ramente ocupado  los  deberes  del  servicio  milit^ar ;  por 
cuyo  motivo  había  resuelto  proponerles  que  resolvieran 
lo  que  mejor  les  pareciera.  Se  siguió  á  esto  un  cambio 
de  ideas  y  se  acordó  que  una  Junta  municipal  enten- 
diese en  la  administración  de  la  justicia  y  en  los  nego- 
cios de  la  economía  interior  del  país,  sin  perjuicio  de 
.las  ulteriores  providencias  que  emanasen  de  la  Asam- 
-blea  soberana  del  estado,  de  acuerdo  con  los  diputados 
de  esta  provincia.  Instituida  esta  autoridad,  se  nombró: 
á  Artigas  ^  para  gobernador  militar  y  sin  ejemplar 
^  presidente  de  la  Junta  municipal ;  «  á  Tomás  García 
Zúñiga  y  á  León  Pérez  para  jueces  generales ;  á  Santiago 
Sierra  para  depositario  de  los  fondos  públicos;  á  Juan 
José  Durán  para;we>3  de  economía;  al  doctor  José  Revu- 
elta psLTSLjuez  de  vigilancia  y  asesor;  á  Juan  Méndez  y 
Francisco  Plá  i)ara  protectores  de  pobres;  al  doctor 
Bruno  Méndez  para  expositor  general  de  la  provincia  y 
asesor  de  la  Junta ;  á  Miguel  Barrciro  para  secretario, 
y  á  José  Gallegos  para  escribano  público. 


410 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


Podía  ol>jetarsc  á  este  acto :  que  Artigas  no  estaba 
facultado  para  convocar  la  asamblea;  que  los  congrega- 
dos habían  sido  llamados  por  Artigas,  no  elegidos  por  el 
pueblo,  ni  por  los  cabildos ;  que  la  Asamblea  delib^ 
en  ol  concepto  de  ser  la  Banda  Oriental  provincia, 
cuando  aún  no  era  más  que  parte  de  la  proviuciu  de 
Buenos  Aires;  que  la  elección  de  la  Junta  se  inspiraba 
en  los  decretos  del  gobierno  federal  do  181 U  qué  habían 
"^sido  derogados ;  y  que  el  gobierno  nacional  no  había 
autorizado  la  constitución  de  un  gobierno  como  el  que 
acaba  de  instituii^e  por  la  sola  voiuntad  de  Artigas* 
Todo  esto  era  inconciliable  con  los  principios  que  regían 
á  los  estados  civilizados.  El  gobierno  nacional,  com- 
puesto de  personas  iliLsu  adas,  ?  toleraría  tanto  desa- 
rreglo ¡  i  Reconocería,  por  el  liecho  de  la  tolerancia,  la 
autocracia  de  Artigas  y  se  allanaría  á  mantener  con  él 
otras  relaciones  que  las  puramente  militares?  Se  vertf 
pronto  lo  que  sucedió, 

CliXIX,  —  ÁDiiIaddii  de  los  aeU»  de  Artigas  j  eooTeeaeldn 

de  naero  eengieso  (181S). 

Ai  saber  Artigas  que  la  Asamblea  general  coiisti- 

iuyente  no  había  admitido  los  diputados  que  hizo  nom- 
brar el  5  de  Abril  oi  dcnó  que  el  acta  de  nombramiento 
ÍUese  íirmada  por  mayor  número  de  vecinos,  como  si  de 
este  modo  se  pudiera  dar  legalidad  á  lo  que  no  la  tenía, 
encomendó  al  presbítero  don  Dámaso  Larrañaga  que 
procurase  acordar  con  el  gobierno  nacional  la  adniisi<m 
de  los  mencionados  representantes,  y  dirigió  al  mismo 
gobierno  una  extensa  comunicación  llena  de  acrimina- 
ciones, amenazas  é  insolencias  (29  de  Junio). 

El  Gobierno,  deseoso  de  no  llegar  á  casos  extremos, 
toleró  el  len«^uaje  del  caudillo  y  en  detenidas  conferen- 
cias expuso  á  Larrañaga  su  i*esolución.  La  Banda 


üigiiized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA.  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  411 

oriental  mandaría  á  la  Asamblea  cuatro  diputados; 
una  vez  que  éstos  ingresaran  en  ella,  decidiría  ,  la  misma 
la  coDStiiueión  que  regiría  al  estado;  entretanto  el 
Poder  ejecutivo  debería  mantener  el  orden  y  hacer  la 
g-uerra  á  los  enemigos.  Pero,  si  los  orientales  (querían 
arr^Ur  m^or  la  administración,  especialmente  de  la 
justicia,  podrían  reunirse  los  hacendados  propietarios 
y  acordar  lo  que  estimasen  más  conveniente,  para  cuyo 
Infecto  mandaba  instrucciones  al  general  Rondeau. 
(Fines  de  Julio.) 

Artigas  tenía  por  regla  llamar  derechos,  libertades, 
sufrimientos,  heroísmo  del  pueblo  á  lo  que  suponía  su 
propio  derecho,  su  li tuertad,  su  sufrimiento  ó  su 
heroísmo,  como  si  nunca  tuviese  presente  su  personali- 
dad propia,  cuando  era  la  única  cuyo^  intereses  y 
pasiones  consultaba,  y  cuya  voluntad  procuraba  impo- 
ner. Es  así  que  la  resolución  del  gobierno,  que  desco- 
nocía la  legitimidad  de  los  actos  de  Artigas,  pero  satis- 
faciendo ampliamente  los  intereses  y  la  volundad  del 
pueblo  uruguayo,  lo  irritó  y  le  indiyo  á  escribir  al 
gobierno  del  Paraguay  (á  quien  había  estado  instando 
que  se  confederase  ó  aliase  con  él  en  beneficio  común  y 
en  contra  del  gobierno  nacional),  maiiitksiandolo  que 
se  prescindía  del  derecho  de  la  Provincia;  que  se  quería 
que  se  estuviese  solo  á  las  deliberaciones  de  Buenos 
Aires,  y  que  »  este  extremo  de  servilidad  ultrajaba  á  la 
justicia;  r  y  que,  por  tanto,  era  indispensable  ejecutar 
el  plan  de  alianza  que  antes  le  había  propuesto  (26  de 
Agosto.) 

Debiendo  convocarse  al  pueblo  para  que  eligiese 
diputados  y  para  que  deliberase  acerca  de  la  organiea^ 

rión  gubernativa  que  creyese  más  conveniente,  según 
había  resuelto  el  rrobierno,  pretendió  Artigas  ser  él 
quien  reuniera  el  congreso  y  dirigiera  sus  t^ab^jo&. 
Rondeau  no  admitió  la  pretensión  de  su  subalterno. 


Digilized  by  Coügle 


412 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


porque  no  se  conforiiinha  ron  las  instriiccioues  que  había 
recibido.  Qu^óse  Artigas  al  Gobierno  por  esta  ofensa ; 
pero  el  Gobierno  insistió  en  que  faese  el  genei'al  eu  jefe 
quien  convocase  á  los  hacendados  é  instalase  su  con* 

¿^reso. 

No  por  esto  se  resií^nó  Artifaras  á  ser  mero  espectador 
de  las  deliberaciones  del  pueblo.  Al  mismo  tiempo  que 
Rondeau  pasó  una  circular  á  todos  los  cabildos  dispo- 
niendo que  el  pueblo  eligiese  electores  de  diputados  y 
que  éstos  se  reuniesen  en  el  Cuartel  general  el  8  de 
Diciemt)re,  el  Caudillo  expidió  otra  circular  disponiendo 
que  los  electores  se  presentasen  en  su  alojamiento  antes 
que  en  el  Cuartel  general,  para  instalarse  allí  el  Con- 
greso (15  de  Noviembre).  Rondeau,  contemporizador  en 
este  caso  como  siempre,  ordenó  entonces  que  los  elec- 
tores se  reuniesen,  no  en  el  Cuartel  general,  ni  en  el 
alojamiento  del  coronel  Artigas,  y  sí  en  la  capilla  de 
Maciel,  cuya  determinación  hizo  saber  á  los  electores  el 
6  de  Diciembre,  justificándola  con  la  reflexión  de  que 
debe  apartaree  del  ruido  de  las  armas  y  de  toda  apa- 
riencia de  coacción  el  acto  en  que  ha  de  manifestarse 
libre  y  espontáneamente  la  voluntad  de  los  pueblos. 

CLXX.  —  £1  Contrrcso  de  Bfcfembre  delihecm  dCBeoiiAeleaAo 

la  autoridad  de  ÁrUgas  (1813). 

La  elección  popular  vino  á  poner  de  manifiesto  la 
ambición  de  prepotencia  que  extraviaba  á  Artigas  y  el 

antagonismo  que  existía  entre  él  y  la  parte  honesta  de 
su  pueblo.  Ya  el  8  de  Noviembre,  cuando  reunidos  los 
emigrados  de  Montevideo  y  los  vecinos  del  Miguelete 
con  el  objeto  de  nombrar  sus  representantes  para  el 
Congreso  que  se  proyectaba,  compareció  ante  ellos  el 
ayudante  don  Gregorio  Afruiar,  con  un  pliego  en  que 
Artigas  ordenaba  á  los  electores  que  se  presentasen  en 


üigiiized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  413 

SU  domicilio  el  mismo  día  á  fln  de  enterai^e  de  Jas  actas 
del  5  y  21  de  Abril,  resolvieron  aquéllos  que  quedaba 
sometido  á  la  prudencia  y  discreción  de  los  mismos 
9>  electores  el  concurrir  ó  no,  según  lo  estimasen  conve- 
-  niente,  resi^ecto  de  no  ser  este  un  paso  prescrito  ea 
7i  la  circular  que  motivaba  la  reunión.  r> 

Esta  resistencia  enérgica  á  las  intenciones  domina- 
doras del  caudillo  se  acentuó  aún  más  en  el  seno  de  la 
Junta  electora,  que  se  reunió,  sin  comparecer  en  el 
domicilio  de  Artigas,  en  la  casa  de  dua  i- 1  ancisco  Maciel, 
situada  á  orillas  del  Mi^njelete,  el  8  de  Diciembre.  Sus 
miembros,  en  número  de  veinticuatro,  designaron  para 
secretario  á  D«  Tomás  García  de  Zúñiga  y  para  Prest- 
dente  al  general  Rondeau ;  aprobaron  los  poderes,  algu- 
nos de  los  cuales  aparecían  otorgados  por  los  emigra- 
dos de  Montevideo ;  y  como  otros  tres  se  referían  á  la 
circular  de  Artigas,  la  Junta  dispuso  que  antes  de  con- 
tinuar la  sesión  se  citase  al  Jefe  oriental  para  que  com- 
pareciera al  día  siguiente  á  sostener  sus  pretensiones 
con  todos  los  documentos  y  antecedentes  que  lucran  del 
caso.  Vueltos  á  reunirse  los  electores  el  día  y.  García 
Zúñiga  y  Don  Manuel  Francisco  Artigas,  comisionados 
cerca  del  hermano  de  este  último,  declararon  que  el 
Caudillo  no  quería  presentarse  á  la  asamblea;  que  se 
senna  (icsaini<ln  [lor  los  pueblos  desde  que  no  habían 
obedecido  su  mandamiento,  y  que  no  tenía  documento 
ninguno  que  exhibir.  Se  resolvió  por  consecuencia  que 
continuaran  las  sesiones  en  el^mismo  lugar,  se  eligieron 
tres  diputados  para  la  Asamblea  constituyente,  distintos 
de  los  que  se  habían  nombrado  en  Abril,  excepto  Larra- 
fiaga,  y  se  nombró  una  Junta  municipal  gube?maíica^ 
dotada  con  las  atribuciones  de  gobernador  de  provincia, 
reelegible  todos  los  años,  y  compuesta  en  el  actual  por 
los  señores  Tomás  García  de  Zúfii^^a.  Juan  José  Darán 
y  Remigio  Castellanos,  á  quienes  se  dio  posesión  del 


Digiiized  by  Google 


414 


cargo  al  día  siguiente,  y  se  les  €4icomendó  que  residen- 
ciasen á  los  miembros  del  cuerpo  municipal  creado  por 

Artigas  puco  antes. 

Tales  hechos  prodi^erou  en  el  ánimo  del  Caudillo  la 
más  proflmda  emoción.  Acostumbrado  desde  su  adoles- 
cencia á  que  todos  obedecieran  sus  órdenes  sin  qni^ 
nadie  se  atreviera  á  contradecirle,  juzíró  quo  i)0(lrí;i 
iTobeniar  tan  amocraiicameiUe  los  pueblos  cultos  coiui» 
las  bandas  de  contrabandista»  y  le  imtaba  sobremanem 
el  verse  contrariado  primeramente  por  el  Gobierno 
nr^entino  y  después  por  los  representantes  de  su  mismi< 
pueblo,  cuyo  jefe  se  llamaba. 

»Apenas  tomadas  las  resoluciones  1  día  9,  ordeno 
Artigas  á  su  secretario  que  le  redactase  uoa  violenta 
comunicación  en  que  apostrofaba  á  la  Junta  por  la 
manera  como  había  procedido;  le  mandaba  que  neviv 
case  los  decreu>.s  votndos  y  aerefí'aba  :  -  (^Mie  sí<^!kIo  I;i 

voluntad  de  iodos  los  pueblos  que  sus  diputados  asís- 
-» tiesen  previamente  á  su  alojamiento  para  imponerse 
91  de  lo  que  él  tuviese  que  proponer  respecto  de  las 
-  actas  del  5  y  21  de  Abril,  y  no  habitando  qiioridu 
-«  verificar  así,  i^rotestaba,  anulamlo  lodo  lo  obrado  |,>or 
91  el  Congreso  y  pidiendo  suspendiesen  sus  sesiones.  - 
Entregó  esta  nota  al  Congreso  reunido  el  10«  un  ayu- 
dante de  campo  de  Artigas.  Se  leyó  en  alta  voz  y  t^l 
Congreso  dis|)Uso  que  se  contestara  uianitesLando  *¿  que 
no  se  haría  innovación  alguna  en  el  acta  celebrada  ei 
día  O  del  corriente,  n  Ei  elector  D.  Juan  Francisco 
Martines  expresó  « que  no  reconocía  en  la  provincia 
9»  oriental  autoridad  al^na  sobre  el  Congreso ;  -  y 
liabieíido  hecho  moción  I).  Manuel  Muñoz  de  Haetlo 
para  que  en  la  contestación  á  Artigas  se  le  dyese  que 
quedaban  suspendidas  las  sesiones  hasta  la  nueva  con* 
vocatoria  de  los  pueblos,  quedó  desechada  por  no  haber 
quien  la  apoyase. 


Digilized  by  Goügle 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  415 


CLXXI.  -  £1  Congreso  de  Blclern*»  ttoelm  <l«e  la  Banda  Oriental 
es  pi-ofinefasoMiftltayeélfolilenioj  elige  4lMMes  {im¡ 

El  mismo  día  10  celebró  el  Congreso  otra  sesión 
solemne,  á  la  que  concurrieron  sus  veinticuatro  miem- 
bros (1),  siendo  Manuel  Artigas  y  Ramón  Cáccres  los 
que  representaban,  á  la  fuerza  armada,  y  declararoa: 
que  «  reunidos  en  Congreso  general  de  esta  Provincia 
»  Oriental  los  Sres.  electores  libremente  nombrados  por 
Jilos  veintitrés  pueblos  que  la  comiionen,  inclusos  los 
f»  dos  nombrados  por  los  vecinos  emigrados  de  la  ciudad 
n  da  Montevideo,  y  dos  más  por  los  ciudadanos  armados 

r  que,  por  estarlo,  se  hallan  fuera  de  sus  bogares  

r  acordaron  en  las  sesiones  de  los  días  8,  9  y  10  de 
n  Diciembre  del  presente  año  de  1813,  según  parece  de 
n  sos  actas,  que  debían  declarar  y  declaiaban,  usando 
»  de  la  soberanía  con  que  estaban  autorizados,  por 
-  lii  re  y  espontánea  voluntad  de  los  pueblos  comitentes : 

que  estos  veintitrés  pueblos         con  todos  los  terri- 

»  torios  de  su  actual  jurisdicción,  íonnaban  la  Provin- 
n  cia  Oriental;  que  desde  hoy  sería  i-econocida  por  una 
5.  de  las  del  Río  de  la  Plata,  con  todas  las  atribuciones 
r>  de  derecho ;  —  (jue  su  gobierno  sería  una  junta 
n  gubernativa  compuesta  de  tres  ciudadanos  nombra- 

(l)  Los  roprcsentanics  que  firman  esta  nHa  soa  :  Jua»  Josc  Oi  lií  y  Juan  Josc 
Duran,  por  Moulovid.  o  ;  n;ulc»lnmc-  .1.-  M'u^nz.  |»or  MaUlonailo;  .Tomás  García 
dp  Zúftiga,  por  Snn  Carlos,  por  Puronyos  y  j,or  S;.nla  Lm  ia  ;  Francisco  SiUa^C 
Hocha  ;  Pedro  Pcn  z,  por  Santa  Tfif  sa  ;  José  Nuñci.  por  Mclo;  Mamiel  HlMO, 
por  Mercedes,  Juan  Fiuík.sco  Mariiacu.  iK>r Sanio  DomiiigoSoriiiio ¿Uíonardo 
Fernández,  por  San  Salvador;  Pedro  CaUUyud,  por  las  Víboras;  LuiS  Rosa 
Briio,  por  la  Colonia;  Tomás  Paredes,  por  Pa^sandá;  Aodfés  Darán,  por 
Belén;  HÍSáA  SánelMt,  por  el  Uiltai  José  Momel  Pón»,  por  Minas;  Fclipo 
Fér»,  por  San  José ;  Vic«te  Yarda,  por  Piediw ;  José  Antonio  Bamírc^  por 
Plnudo;  Le6n  Powel  de  Poralu»  por  Canelones  ;  Manuel  Pcrcí,  por  PcfiaruI ; 
Benito  Garda,  por  Pando  ;  Manel  Artigas  y  Ramón  Cácem,  por  los  wano» 


Digilized  by  Coügle 


416  BOSQUBJO  HISTÓRICO 

T»  dos  por  la  r»'prrs»Mitíi«  lóri  do  la  Provincia  ;   que 

y»  procedió  después  á  la  elección  de  diputados  represen- 
si  tantos  por  esta  Provincia  para  la  asamblea  general  

9»  ordenando  se  publique  esta  acta  con  la  mayor 

-  solcuiuiflad  en  todos  los  campos  del  ejército,  se  comu- 
T  ñique  á  todos  lo^  pueblos  \n>v  sus  resp(*ctivos  repre- 
y>  sentantes  y  ai  Excmo.  Sr.  Director  del  Estado.  »» 

CLXXIL  —  l)es|>ecliü  de  Art  iLMs.  Abandona  el  sitio  )  í'ouvubloiui 
EMtre  RÍO!»  >  í  orrieiites  'Í81S-14;. 

No  era  posible  hacer  raás  visible  la  oposición  que 
existía  entre  Artigas  y  los  representantes  del  pueblo 
urugua}  o,  y  no  es  de  notarse  menos  el  valor  cívico  de 
que  dió  pruebas  el  Congreso  en  esos  días  memorables. 
Pero  no  podía  parecer  esa  con- hit  ia,  á  uii  hombre  como 
Artigas,  sino  un  acto  de  rebelión  á  la  autoridad  que  se 
había  arrogado  por  sí  mismo.  Si  hubiese  estado  dotado 
de  tncHnacioneSf  siquiera  Aiese  de  inclinaciones  demo- 
cráticas, que  no  mas  j)odía  esperarse  de  él,  habría  res- 
petado los  heclios  producidos,  por  nuicbo  que  hubieran 
mortificado  su  amor  propio.  Pero  Artigas,  que  antepo- 
nía á  todo  SQ  despótica  voluntad,  que  no  sabía  mode* 
rar  los  ímpetus  violentos  de  su  carácter,  y  que  carecía 
de  criterio  moral  para  ju/irar  con  elevación  los  hechos 
que  se  producían,  no  peii¿>ó  desde  a^^ueilos  días  de 
Diciembre  sino  en  desahogar  sus  pasiones  del  modo  que 
más  lo  sintieran  los  que  reputaba  sus  enemigos,  y 
resolvió  abandonar  el  sitio  con  sus  caballerías,  dejando 
descubierta  el  ala  iz(iuierda  de  la  línea,  que  éstas  ocu- 
paban. Todos  notaron  con  estupor  el  hecho,  ai  aclarar 
el  día  21  de  finero  de  1814.  De  los  secuaces  del  caudillo 
no  quedaban  en  su  lugar  más  que  su  hermano  Manuel 
Artigas  y  el  ma}or  general  Pagóla,  que  se  opusieron 
patrióticamente  á  seguirle* 


Digilized  by  Goü 


BE  LA  REPÚBUCA  ORIENTAL  1>EL  URUGUAY  417 

Ya  se  sabe  cuánta  gravedad  dieron  las  circunstancias 

á  este  hecho  y  la  actitud  que  áhuniió  el  gol)iarno  con 
motivo  de  el  (CLXIII).  La  declaración  de  traidor,  por 
muy  justa  q^ue  fuera»  no  podía  parecerle  de  otro  modo 
que  d  más  atroz  de  los  ultrajes,  que  reclama  venganza. 
Vens-anza  reclamaba  también  la  desobediencia  de!  con- 
greso  uruguayo.  Ima^nó  que  la  más  digna  sería  con- 
vulsionar  los  pueblos  del  occidente.  El  Paraguay  le 
había  contestado  siempre  con  palabras  muy  cordiales» 
pero  eludiendo  mañosamente  todo  compromiso  de 
alianza  con  el  caudillo  uru-^uayo.  Debía  estar  conven- 
cido de  que  nada  podía  recibir  de  allá,  más  que  buenas 
palabras. 

Pero  no  sucedía  asi  respecto  de  las  otras  provincias 
del  Rio  de  la  Plata.  £1  regionalismo  existía  en  sus  bár- 
baros y  salvajes  tan  poderoso  ó  más  que  en  las  clases 
bárbaras  y  salvajes  del  Uruguay ;  y  así  como  las  clases 
cultas  uruguayas  eran  ünitariaSt  había  provincias  occi- 
dentales en  que  esas  clases  eran  total  ó  parcialmente 
federalistas,  y  que  se  ocupaban  en  fomentar  el  regiona- 
lismo de  los  campesino^  y  en  excitar  las  ambiciones  de 
sus  caudillos,  como  se  ha  visto  respecto  de  Artigas 
(GX.LiIII)*  £$te  caudillo  se  propuso*  pues,  ponerse  de 
acuerdo  con  los  caudillos  de  Misiones,  Corrientes,  Bntre 
Ríos,  Santa  Fé,  Córdoba,  etc.,  para  obrar  contra  el 
Directorio,  y  dirií^ió  á  este  Un  sus  pasos. 

Tomó  con  parte  de  sus  fuerzas  el  camino  del  Norte, 
llegó  en  los  primeros  días  de  Febrero  á  Belén,  pueble- 
cilio  situado  sobre  el  Uruguay,  más  allá  del  Arapey,  y 
se  puso  en  comunicación  con  los  caudiUejos  de  Entre 
Ríos  y  Corrientes.  Otorgués  se  situó  sobre  el  mismo  río, 
cerca  de  Paysaudú,  en  observación  de  las  fuerzas 
que  A  Gobierno  central  tenía  en  Entre  Ríos,  y  poco 
después  pasó  á  esa  provincia  y  peleó  con  las  fuerzas 
nacionales.  Fructuoso  Rivera  quedó  cerca  de  Monte- 

27 


üigiiized  by  Google 


418  B06QCBJO  msTÓRioa 

video  con  instrucciones  para  liostilizar  al  ejército  sitia- 
dor (1). 

£1  Directorio  había  formalizado  la  elección  de  Iob 
diputados  orientales  y  dispuesto  que  se  constitoyerwi 

autoridades  locales.  El  interés  de  la  paz  lo  había  llevado, 
siendo  unitario  y  centralista,  hasta  satisfar.  r  los  senti- 
mientos regionales  accediendo  á  que  el  pueblo  consti- 
tuyese las  autoridades  que  le  parecieran  bien* 

Pero  estas  buenas  disposiciones  no  dieron  resultado, 
lio  sólo  poniuo  (juedó  lastimado  el  or^fuUo  de  Artigas  y 
se  levantó  éste  contra  la  autoridad  del  Gobierno,  sino 
porque  la  ira  y  las  amenazas  de  Artigas  obstaron  á  que 
los  diputados  se  presentasen  en  la  Asamblea  y  á  que  la 
Junta  gubernativa  ejerciera  sus  flinciones. 

(i)  Im  «ttlorídadei  de  Monletideo  aprovedMiiNi  It  oettíóa  ptra  proponer  i 
Artigas  y  á  Oiorgués  une  reeooeiliecién  fumiede  en  le  luoiítidB  á  les  enlori- 
dedM  etpeflolee ;  propeeidAa  que  ye  el  eBo  snteríer  le  bebieo  hecho  por  íeter* 
medk»  de  don  Luii  de  le  Reble,  con  ofreeieiienio  de  fredot,  y  de  nando  en  le 
ceflipefte.  No  te  tiene  nolide  completa  drl  cur%o  que  llevaron  cites  proposi* 
riónos;  pero  «^«^  ronoce  una  comunicación  del  mismo  La  Roblft  Hiri^^ida  en 
NoTÍembre  de  1814,  si  Bncnrgedo  de  negocios  de  Espeta  en  Rio  de  imnekú, 
en  la  cual  se  á\cp  ésto  : 

€  Por  noliifi^'^  fíiledignns  rrcihitlas  del  Uio  (irnrul»'  «le  San  Pedro,  pnreec  que 
I  los  Jefes  de  In  H-indr»  Oriental  Jn^/>  Afíij^i-i  v  F«Mn;iii(<.»  Oforgué*  haa  cojni- 
i  sionado  SU^  iii|uit.i<luá  pulietido  ;iu\ili'  ^  ;>"rvi  Cíiitliniifir  in  guCTf'a  en  Mombrt 
t  del  Señor  liun  herttando  Y  ¡i  cunlra  ioé  rcOeidef  de  Butnot  AireM. 

i  EsAe  incidente,  que  se  halla  revestido  con  lodo  el  carÁcier  de  vcrd.Kl,  y 
t  que  demnestn  el  arrepeotiaMenlo  de  ertos  tasaUos  descarriados,  y  separa* 
t  dos  del  lendero  de  la  jnslieia,  me  ben  estinutedo  á  elefarlo  á  eonedniente 
»  de  U.  S.«  femando  la  adjunta  memoria  que.  aunque  concisa,  no  deja  de 

•  indicar  lai  tenUjas  que  se  seguirien  á  S.  M.»  á  b  Hedón  y  á  les  Pror incia» 
Americanas,  de  qoe  ü.  S.  emprendiese  una  negeciecite  eon  aquellos  man* 

»  datarlos  y  qne  los  auiiliase  fooMntendo  los  denos  que  en  et  *  dia  toe 

•  animan.  » 


üigiiized  by  Googl( 


DE  LA  Ri^  ÜBLiCA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  419 

Frustrado  así  el  propósito  del  Congreso  de  Diciem- 
bre, el  Gobierno  nacional  resolvió  organizar  la  Banda 

Oriental  en  conformidad  con  el  Estatuto  que  regía. 
Declaró  que  ella  componía  la  Provincia  mñental  del 
Uruguay,  y  era  parte  integrante  de  las  Provincias 
Unidas.  Por  consecuencia  nombró  gobemador-inten* 
dente  á  don  Juan  José  Durán,  y  asesor  suyo  á  don 
Remigio  Castellanos.  (7  de  Marzo  de  1814.) 

CAPÍTULO  n 

EL  GOBIERNO  UNITARIO  EN  LA  BANDA  ORIENTAL 

1814-1815 


CLXXIY.  —  Se  orfraniuui  las  funciones  admlnigtxmUftts 

de  MonteTideo.  (1811) 

Asi  que  Alvear  ocupó  la  ciudad  de  Montevideo,  el 
Directorio  nombró  para  gobernador  político  y  militar  y 
delegado  extra(»*dinario  del  Director  Supremo,  al  coro* 

nel  D.  Nicolás  Rodríguez  Peña,  notable  hombre  público 
que  desempeñaba  la  presidencia  del  Consejo  del  Direc- 
torio, y  anunció  ese  nombramiento  al  pueblo  de  Mon- 
tevideo en  una  proclama  que  se  publicó  por  bando  el 
10  de  Julio,  dfa  en  que  Rodríguez  Peña  tomó  solemne* 
mente  posesión  de  su  cargo,  teniendo  por  secreta i  iu  ;í 
D.  Manuel  Moreno,  otro  personaje  de  imporianeia. 
Todos  estos  sucesos  se  festejaron  en  Montevideo  con 
grande  entusiasmo. 

Al  día  siguiente  nombró  el  cabildo  las  personas  que 
habían  de  sustituirle  en  el  desempeño  de  las  fun- 
ciones municipales,  quienes  dieron  á  los  pocos  días  un 
suntuoso  baile  en  honor  del  general  Alvear  y  de  los 
demás  jefes  y  oficiales  que  habían  tenido  participación 


üigiiized  by  Google 


420  BOSQUEJO  bist6rico 

en  el  triunfo  ali  aii/ado  contra  los  realistas,  y  nombraron 
algo  después  al  luismo  Aivear  regidor  per[>etuo. 

En  Agosto  fué  reemplazado  Rodríguez  Peña  por  d 
coronel  E.  Soler,  y  en  Octubre  los  electores  designados 

por  el  pueblo  se  roui.irion  en  la  sala  capitular  y  nom- 
braron dos  diputados  para  la  Asembiea  í^eneral,  que  I.> 
füeron  don  Pedido  Feliciano  Cavia  y  don  Pedro  Fabián 
Pérez. 

CLXXV.  —  La  pttm  eon  Artifas.  Tnitaá^de  pai.  iX^Ui 

Vencidos  los  realistas,  se  acercó  á  la  plaza  Femando 
Otorgués  con  más  de  mil  hombres  é  intimó  á  Alvear 

que  se  la  entregase.  Á  la  respuesta  negativa  se  siíruió 
el  sitio,  por  manera  que  Alvear  creyó  necesario  ata- 
carlo; se  le  acercó,  pero  como  se  considerase  relativa- 
mente débil  con  los  200  hombres  que  llevaba,  pidió 
infantería  y  entretuvo,  mientras  no  le  llegara,  al  cau- 
dillo contrario  con  parlamentos.  Reforzado  para  las  7 
de  la  noche  del  25  de  Junio»  cargó  á  Oiorgués  á  las  9, 
lo  disperaót  tomándole  prisioneros  y  considerable 
número  de  caballos  y  bueyes»  y  dispuso  que  se  le  per- 
siguiera. 

Pero  como  sostener  una  guerra  con  Artiíras  equiva- 
lía á  sostenerla  con  todas  las  provincias  bañadas  por 
las  dos  márgenes  del  Uruguay,  y  el  Directorio  necesi- 
taba más  urgentemente  sus  ejércitos  para  oponerlos  á 
los  realistas  del  Norte  (CXXXIII),  se  dispuso  á  u  aiar  la 
paz  con  el  caudillo  uruguayo. 

Fué  Alvear  el  encargado  de  abrir  las  negociaciones. 
Las  sostuvo  con  dos  enviados  de  Artigas ;  y  se  siguieron 
tan  pronto  y  con  tan  buen  éxito,  que  Rodríguez  Pefia 
pudo  dar  un  bando  en  Canelones  el  22  de  Julio,  mun- 
cinndo  los  arreglos  de  paz  hechos  con  los  diputados  de 
Artigas,  el  que  fué  seguido  dos  días  después  por  una 


üigiiized  by  Google 


DB  LA.  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  421 

prociama  publicada  en  Montevideo,  encaminada  á 
hacer  olvidar  los  resentimientx)s  {^asados  y  á  establecer 
la  tranquilidad  en  los  ánimos  del  pueblo.  Por  conse* 
cuencia,  regresó  Alvear  con  sus  tropas  á  esta  ciudad» 
paáaiKlo  en  seguida  á  Dueños  Aires,  y  el  Directorio 
revocó  (17  de  Agosto}  ei  decreto  que  ponía  á  precio  la 
persona  de  Artigas,  declarándolo  buen  servidor  de  la 
patria,  reponiéndolo  en  su  grado  de  coronel  de  blan- 
dengues y  confiriéndole  el  empleo  de  comandante  gene- 
ral de  la  campaña  de  Monievidoo.  El  Cabildo  de  Mon- 
tevideo se  adbirió  también  á  estas  inaniíestaciones  de 
complacencia  por  una  comunicación  con  que  expresó  á 
Artigas  la  saiisfocción  que  le  causaba  el  ver  asegurada 
la  tranquilidad  de  la  Banda  Oriental.  ^'^7  de  Agosto.) 

CL2LXVL    J(mm  gnam  m  Artigas.  (1S14«L>) 

Bien  se  comprende  que  la  celebración  de  la  paz  entre 

el  Gol)ierno  nacional  y  Artigas  obligaba  á  ambas  partes 
á  respetarse  recíprocamente,  á  no  hostilizarse  en  lo 
futuro.  Pero  Artigas,  siguió  dirigiendo  á  los  caudillos 
de  Entre  Ríos  y  Corrientes  en  su  rebelión  contra  el 
gobierno  nacional,  y  auxiliándolos  con  (berzas  de  su 
mando. 

Ea  vista  de  tal  conducta  decidió  el  Directorio  abrir 
una  campaña  contra  el  caudillo  uruguayo,  á  la  vez  en 
Entre  Ríos  y  en  la  Banda  Oriental.  Mandó  al  general 
.\lvear  con  tropas  á  Montevideo  y  Valdenegro  y  Hor- 
tiguera  irían  á  Entre  Ríos  para  obrar  contra  lilas 
Basualdo,  que  había  venido  desde  Corrientes  al  Uru- 
guay y  de  aquí  liabía  sido  enviado  para  apoyar  á  los 
caudillos  entrerríanos. 

Basualdo  fué  destrozado  en  el  Rincón  y  perseguido. 

Alvoar  combinó  en  Montevideo  su  plan  «le  campaña. 
Artigas  estaba  en  las  márgenes  del  Arerunguá,  (depar- 


üigiiized  by  Google 


tamento  del  Salto),  dirigiendo  las  operaciones  de  Batre 

Ríos  y  los  movimientos  de  Rivera  y  de  Otorgues,  el  pri- 
mero de  ios  cuales  se  hallaba  entre  los  ríos  Negro  y  Yí, 
y  el  segundo  en  Marman^á,  (departamento  de  Minas), 
ambos  con  fiiertes  divisiones.  Alvear  dispuso  que  DÓ- 
1 !  marchase  con  parte  ile  las  tropas  contra  O torgués, 
directamente  desde  Montevideo»  mientras  él  mismo  sal- 
dría por  agua  con  otra  parte  da  las  tropas,  bajaría  m 
la  Colonia,  y  se  internaría  en  el  país,  tomando  la  direc- 
ción de  Minas,  á  ñn  de  cortar  á  Otorgués  la  retirada. 

Alvear  y  Dorrt^^^n  se  acercaron  al  mismo  tiempo  al 
primer  teniente  de  Artigas.  Lo  atacó  el  último  y  lo  ven- 
ció, obligándolo  á  reAigiarse  en  el  Brasil  y  tomando  su 
familia,  la  artiUorfa,  y  cantidad  de  gente.  (6  de  Octubre.) 

(inseguido  este  triunfo,  se  retiró  Alvear  á  Buenos 
Aires  y  Borrego  marrlió  contra  Rivera;  jxto  este  retro- 
cedió rápidamente  hacia  las  posiciones  de  Artigas,  bus- 
cando su  apoyo.  Cerca  del  Uruguay  recibió  800  blanden- 
gues y  tomó  la  ofensiva,  obligando  á  Borrego  á  reple- 
garse á  la  Colonia.  Habiéndosele  agregado  aquí  Soler, 
marcharon  de  nuevo  contra  Rivera.  Las  ñierzas  enemi- 
gas se  encontraron  en  el  departamento  de  Faysandú, 
sobre  el  arroyo  Guayabos,  que  desemboca  en  el  Que- 
giiay.  Rivera  derrotó  completamente  á  Borre^'^o  (10  de 
Eüoro  de  1815)  y  decidió  el  e.viio  íinal  de  esta  campaña 
en  favor  de  Artigas. 

C'LXXVn.  —  El  inúndente  y  las  trop«B  del  Direetarío  mbnodoBSS 

la  proTlMla  ivteatal  (18ir»;. 

El  Directorio  se  encontró,  después  de  la  acción  de 
Guayabos,  necesitado  de  enviar  otro  ejército  contra 
Artigas,  ó  de  abandonar  la  Banda  Oriental.  No  sión* 
dolé  posible  lo  primero,  porque  más  le  urgía  consagrar 
todos  los  esfuerzos  á  contener  á  los  realistas  del  Norts 


Digilized  by  Goügle 


D£  LA  REPÚBLICA  ORIRNTAL  DBL  ÜRUOÜAT  423 

y  á  los  caudillos  de  las  provincias  occidentales,  se  deci- 
dió por  lo  último. 

Eavió  á  Montevideo  al  doctor  Nicolás  Herrera  para 
que  tratara  el  apunto  con  Artigas.  El  Cabildo  acordó 
cooperai  en  estáis  neí2fociacioncs  y  dirls"ió  una  commiica- 
ción  á  Artigas  y  le  envió  dos  capitulares,  con  el  fin  de 
inclinarlo  á  celebrar  la  paz* 

Las  negociaciones  se  emprendieron  con  Otorgués, 
que  ya  había  vuelto  del  Brasil  y  tomado  el  mando  de 
la  vanguardi  i,  y  con  él  se  acordó  la  desocupación  de 
Montevideo  por  las  tropas  que  la  guarnecían,  y  su  ocu- 
pación por  las  fuerzas  artiguistas. 

La  ciudad  quedó  evacuada  el  día  23  de  Febrero.  Dos 
días  después  entró  en  ella  el  comandante  Yupes,  con  160 
hombres,  y  al  siguiente  el  mismo  Otorgués. 

CAPÍTULO  III 

EL  HÉaiM£N  AKTIOUISTA.  1815-1816 

SECCIÓN  i 
El  góbiemo  de  Artigas.  1815-1816 

CLXXVUL     CmtltMléa  é»  Iw  aatoridaies  proTiaalalM.  (1S15) 

Otorgués  tomó,  desde  que  entró  en  Montevideo,  el 
título  de  comandante  de  armas.  Su  primer  acto  de 
alguna  importancia  consistió  en  hacer  reunir  el  cabildo 
para  tratar  asuntos  de  importancia,  mientras  por  otro 
lado  preparó  una  manifestación  del  populacho  con  el 
fin  de  ejercer  presión  en  el  ayuntamiento. 

Apenas  se  abrió  la  sesión  del  cabildo  b¿go  la  presi- 


üigiiized  by  Google 


424  B06QUBJ0  HISIÓRIOO 

iloiicia  que  Otor^iós  ^0  arrop^ó,  se  anunció  vina  muche- 
dniiil)re  de  pueblo  americano  que  deseaba  ser  oída,  da^ 
lodos  eran  soldados  de  Yupes  y  Otoiigués,  á  cuyo  ttmit 
apareció  Juan  María  Pérez.  Otoi^és  dió  la  venia^qw 
se  pedía,  entró  Pérez,  se^niido  de  la  muchedumbre,  y 
expuso  :  (|Utí  habiendo  cobrado  su  libertad  el  pueblo 
oriental,  procedía  que  se  nombrase  nuevo  cabildo,  pu<* 
el  actual  era  hechura  del  gobierno  de  Buenos  Aires.  B 
Síndico  procurador  halló  que  la  petición  era  muy  justo 
y  propia  de  un  pueblo  libre.  VA  Calnldo  resolvió  lo  único 
que  hal>ria  podido  inipuneinente  delante  del  roniandante 
de  armas :  que  el  pueblo  designase  electores  y  que  estos 
eligieran  cabildo.  (26  de  Febrero.)  £1  nuevo  cabiMo 
f|uedó  instalado  el  4  de  Marzo,  teniendo  por  alcalde 
(le  priui'  1  N  oto»  con  el  ejercicio  interino  de  gobernador 
¿M>Uüco,  á  don  Tomás  García  de  Zúñiga. 

Como  la  fama  de  brutal  y  sanguinario  que  Otoigues 
se  había  ganado  tenía  amedrentada  la  población,  sobre 
todo  á  la  española,  García  Zúñiga  se  apresuró  á  publi- 
car una  proclama  asemirando  que  todos  los  derechos 
serían  respetados  y  procurando  devolver  la  cranquilidaü 
á  los  ánimos ;  (7  de  Marzo) ;  mas  no  bien  había  circulado 
este  pai)el  cuando  Otorgués  lanzó  otro  en  que  amena- 
zal>a  von  im()oner  el  casti<jro  do  muenc,  dentro  de  24 
lloras  irrenii>iUi<'iiiente,  á  todo  español  que  se  mezclase 
en  los  negocios  políticos  de  la  Banda  OrientaL 

Se  vió  entonces  que  las  seguridades  prometidas  por 
el  gobernador  interino  no  tenían  (berza  para  contener 
al  temido  eomandanle  ;  y  se  eslal)a  bajo  la  impresiÓB 
de  la  alarma,  justificada  por  la  conducta  licenciosa  de 
los  gauchos  y  salviyes  que  componían  la  fiierza  pública, 
cuando  tuvo  que  reunirse  el  cabildo  para  saber  que 
Artigas  había  nombrado  á  Otorguós,  precisamente, 
gobernador  político  y  militar  de  la  plaza,  y  para  reco- 
nocerlo tal. 


Digilized  by  Goügle 


DB  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  ÜRÜOUAY  425 

Artigas  había  lomaüü  el  |>apel  de  soberano  para  sí, 
como  se  vé,  sin  esperar  á  que  nadie  se  lo  a^judicaset 
siguiera  fttese  con  las  estupendas  irregularidades  con 

ípie  los  de  su  clase  hacían  todas  las  cosas.  Pero  no  se 
lardó  en  reparar  esta  inconveniencia  y  el  cabildo  de 
Montevideo,  con  ser  uno  solo  de  los  veinUdós  que  había 
en  la  Provincia  oriental  y  á  pesar  de  que  ni  cada  uno, 
ni  todos  los  cabildos  juntos  tenían  facultad  para  ello,  se 
vió  forzado  por  Otorgués  ;í  dar  ;i  Artipfas  la  representa- 
ción, jurisdicción  y  tratamiento  de  capitán  general  de 
la  provincia,  con  el  titulo  de  Protector  y  patrón  de  ¡a 
libertad  de  ¡os  pueblos^  (25  de  Marzo)  y  á  pasar  circu* 
lares  á  todos  los  pueblos  para  que  se  le  reconociese  por 
tal  capiúu  general.  (2ü  de  Marzo.) 

CUXIX.  —  La  ataialitrMióB  ét  <H4«piés.  (ISlé) 

Varios  de  los  capitanes  más  famosos  de  Artigas  eran 
indios,  como  la  mayoría  de  sus  soldados.  Entre  las 

|K)cas  rxcepciones  se  contaba  Otorgués  (1),  vestido  siem- 
pre de  ciiaquetilia  roja  y  bota  de  potro,  cuya  piel  blanca 
y  cabello  rubio  denunciaban  su  origen  europeo ;  mas  no 
por  esto  era  menos  bárbaro  que  aquellos  indígenas.  Su 

gobierno  fué  el  más  terrible  que  haya  tenido  Mon- 
tevideo. 

No  hubo  familia  honesta  que  no  hubiese  recibido 
brutales  tratamientos ;  la  propiedad  no  mereció  ningún 
género  de  respeto ;  en  las  calles  más  centrales,  á  medio 

día  se  consentían  impunemente  actos  de  salvajismo,  y 

(l>8e  ha  d¡S€Ulido  este  caudillo  >»'  llamo  üforyuts  ó  Tonjui's.  Sus  contoin- 
pot  áneus  escribían  el  apellido  de  los  dos  modos,  perú  ipás  (jeneraimeme  dei 
prímero.  Cn  las  actas  del  cabildo  se  dice  Olorgm»,  Él  lecreUirío  Roto,  de  Aiti* 
gas,  eiertbf  a  Ttrptk»  La  dileraiieía  de  eacritura  deba  iiaber  tenido  orí||eo  ei| 
que  Otorgues,  que  firmaba  con  batíante  mala  Icira^  ligaba  la  o  y  la  t  las  méa 
veces  diferenciando  bien  las  dea  letras,  pero  otras  dejando  abierta  la  o,  como  li 
fuese  el  Iraio  inicial  de  una  T* 


üigiiized  by  Google 


426  BuSQLtJo  uigrróRicu 

la  TÍda  dependía  del  cafiríclio  de  caalqiüen  soldado  de 

la  guarnición.  Dio  bailes  ofici  .ei.  á  lo<  cuales  asisue- 
ron  la¿>  íainilias  por  temor,  y  cuando  le  pare?ió  híen 
huo  apagar  las  luces  para  atreniar  á  las  numeres  Biá« 
lespetaUes.  üabía  antorisado  al  molato  Gay  paim 
poaese  en  cuatro  pies  á  cualquier  espafiol,  lo  ensOlaae, 
lo  rnuntase  con  espuelas  y  s*?  ¡lasease  así  por  las  call^, 
Eise  mismo  Ga\  solía  ser  enviado  á  la  iglesia  ;:ian 
Francisco  para  que  moataae  á  uno  de  los  iagosé  bicieR 
besar  sus  carnes  traseras  por  las  numeres  godas  q»a 
salían  de  oír  misa.  Un  compañero  de  Gay,  llamado  Cas- 
Tillo,  se  ociipHt»'^  en  fiZ'.»Tar  públicamente  a  los  españoles 
que  no  obedecían  la  ordeu  de  pisotear  la  bandera  de  su 
patria.  Sus  soldados  podían  con  toda  libertad  alentar 
contra  el  honor  de  las  damas,  en  pleno  día,  en  las 
calles  de  Moiu^  video. 

En  su  tieiíi[iO  se  entregó  á  las  llamas,  en  la  plaza, 
gran  parte  de  los  archivos  públicos.  La  administración 
pública  no  existíSt  pues  no  se  llevaba  cuenta  de  ella  j 
apenas  se  hacia  otra  cosa  que  repartir  sin  tasa  entm 
algunos  explotadores  el  producto  de  las  exacciones  con 
que  arbitrariamente  se  abrumaba  á  los  vecinos. 

Habiendo  llegado  la  noticia  de  que  once  mil  hombres 
estaban  prontos  para  partir  de  España  con  direodón  al 
Río  de  la  Plata  y  de  que  en  Río  de  Janeiro  se  hacía 
grande  acojiio  de  víveres  para  la  cxpeiiiclón,  el  Cabildo 
pidió  al  de  Buenos  Aires  la  unión  para  la  común 
defensa,  y  solicitó  del  gobernador  Otorgués  que  prohl* 
biese  la  exportación  de  harina,  trigo  y  todo  otro  comes- 
tible para  el  Hrasii,  que  pusiese  bui^ues  á  disposición 
de  las  familias  que,  buyendo  del  peligro,  quisieran  tras- 
ladarse á  Buenos  Aires  ó  ai  Paraguay,  y  que  permitiese 
^krribar  los  muros  de  la  ciudad  antes  que  el  enemigo 
Begase.  (2  y  3  de  Mayo.) 

OLorgués  resolvió  entonces  pubiicai^  un  bando  inti- 


DB  LA  REPÚBUGA.  ORIENTAL  DBL  URUGUAY  427 


mando  á  todos  los  europeos  solteros  y  casados  que 
dcyaran  el  país.  El  Cabildo  pidió  la  suspensión  esta 
medida,  pero  ei  Gobernador  insistió  en  llevarla  á  efecto 
é  instituyó  una  Junia  de  vigüaneiay  compuesta  de  cri*  . 
uii nales,  con  el  lia  de  perseofuir  no  solo  á  los  espafioles 
y  demás  europeos,  sino  también  á  las  personas  á  quienes 
sojuzgase  afectas  á  Buenos  Aires. 

El  Cabildo  reiteró  su  anterior  solicitud,  estimulado 
por  los  ruegos  de  la  población  amedrentada.  (9  de 
Mayo.)  Otor^iés  respondió  entonces  con  una  farsa,  no 
tanto  á  las  peticiones  del  Cabildo  como  á  la  orden  que 
había  recibido  de  Artigas  para  que  pasase  el  mando  al 
Ayuntamiento.  Hízolo  reunir,  se  presentó  á  presidirlo  y 
expuso  que,  obedeciendo  á  su  superior,  resig-naba  la 
gobernación;  pero  cuando  se  iba  á  proceder  á  la  entrenfa 
del  mando  se  precipitó  en  la  sala  una  muchedumbre  de 
gente  de  mala  catadura  y  leyendo  uno  un  papel  que 
traía,  manifestó  que  el  pueblo  se  oponía  á  la  renuncia 
del  gobernador  y  quería  que  cesasen  en  sus  fUnciones 
los  capitulares,  por  no  merecer  ya  su  confianza,  y  que 
se  procediese  á  elegir  otro  cabildo.  Como  el  memorial 
leído  no  traía  firmas,  la  Municipalidad  declaró  que  el 
pueblo  podía  elegir  á  quienes  quisiera,  pero  que  eran 
necesarias  las  firmas  del  pueblo  para  dar  cuenta  al 
Caiuián  general. 

£1  dia  1 1  se  recibió  una  exposición  con  algunas  fir- 
mas, por  la  cual  se  exigía  el  reemplazo  de  algunos  de 
los  capitulares.  El  Sr.  García  Zúfiiga  opinó  que  debía 
devolverse  el  papel,  pues  siendo  los  que  lo  suscribían 
pocos  y  desconocidos,  no  podían  invocar  la  representa- 
cióo  del  pueblo.  El  cabildo  era  incapaz  de  un  acto  de 
energía  contra  Otorgués.  Resolvió,  por  tanto,  abando- 
nar  su  puesto,  convocando  á  ios  electores  para  que 
renovasen  todo  el  personnl.  El  cuerpo  de  electores 
aceptó  la  renuncia  de  Tomás  García  de  Zúñiga  y  de 


Digitized  by  Coügle 


428  BOSQUEJO  HISTÓRICO 

Felipe  ("nríioso,  pero  con  fu  mó  á  los  otros  capitulares  en 
sus  [»uesti>s.  (12  de  Mavii). 

Otorgues  peroianeció  todavía  hasta  Julio  en  la  Ciol)er- 
nación^  á  pesar  de  las  órüeües  de  Artigas,  cometiendo 
crueldades,  escándalos  y  desórdenes  de  todo  género. 
Los  haliilaiites  que  [uMlían  huir,  huían;  los  que  no 
podían,  vivían  sin  mouieiiLo  de  tranquilidad.  Esto,  y  la 
disipación  inaudita  de  los  fondos  públicos,  merced  á  la 
cual  no  llegaban  al  Cuartel  general  todos  los  recursos 
que  de  allí  se  pedían,  obli<?aron  á  Artigas  á  repetir  siw 
órdenes  en  términos  irritados,  intimando  al  Cabildo  «{ue 
asumiese  el  gobierno  mientras  no  viniera  el  nuevo 
gobernador,  y  disponiendo  que  Otorgués  marchase 
inmediatamente  á  la  frontera  para  observar  si  los  portu- 
gueses se  prepanil)Mn  á  invadir  solos  ó  jinuaujenie  con 
los  españoles  que  se  espex*abau  de  la  Península. 

Don  Miguel  Harreiro  íu«'  unu  do  los  muy  poeü>  li-'"^" 
bres  cultos  que  se  consagraron  al  servicio  de  Artigas 
incondicionalmente.  Le  acompañó  como  secretario  j 
consejero  durante  los  dos  sitios  de  Montevideo,  por  ma- 
ñera  que  á  él  se  deben  los  documentos  que  Artigas 
lirmó  con  ocasión  de  los  sueesos  políticos  de  1813.  Erfi 
Ixombre  de  pasiones  exaltadas;  cuya  exaltación  íut 
causa  de  muchas  ideas  desacertadas  con  que  índigo  i 
Artigas  á  proceder  peor  que  si  buenos  consejos  hubie- 
sen moderado  sus  naturales  impulsos. 

El  scíior  Barreiro  regresó  ai  campo  de  Artigas,  de  i 
una  comisión  que  le  había  llevado  á  Buenos  Aires, 
cuando  estaba  ya  decretada  la  deposición  de  Otoigttés. 
El  1^  de  Agosto  fUé  nombrado  para  sustituirlo  con  el 
título  de  Delegado  del  Capitán  general.  Le  acouipi^"  i 


Digilized  by  Goügle 


I>E  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  429 

ñaría  i^ructuoso  iiivera  como  comandante  g;eaerai  de 
armas. 

La  población  de  Montevideo,  que  conocía  á  estos  dos 

personajes,  no  se  sintió  enteramente  tranquila  después 
Uei  cambio  de  autoridades,  |K)rque  si  á  Barreiro  le 
alcanzaba  una  parte  déla  fama  siniestra  de  Artigas,. 
Kivera  tenia  la  de  ser  el  paisano  más  desordenado  que 
militaba  en  las  filas  del  Protector.  Pero  distaba  mucho 
el  primero  de  tener  las  formas  y  el  cinismo  brutales  de 
Otorerués  y  el  se^^'-undo  de  tener  su  j>erversidad;  por 
manera  que  los  ánimos  esperaron  mejorar  de  suerte. 

Barreiro  correspondió  al  principio  á  esta  esperanza 
aboliendo  la  Junta  de  vigilancia,  disminuyendo  las 
exacciones  y  procurando  someter  iodo  á  reglas  de 
orden.  Se  esforzó  asimismo  por  economizar  en  los  gastos 
de  la  administración  y  por  moralizar  la  percepción  y 
distribución  de  las  rentas.  Las  receptorías  de  las  Adua- 
nas de  Montevideo,  Maldonado  y  Colonia  habían  cobrado 
arbitrariamente  los  derechos,  v  no  se  halu;i  llevado 
cuenta  de  ellos,  ni  había  en  los  dos  últimos  puntos 
quien  pudiera  llevarla.  Barreiro  recibió  órdenes  para 
que  nombrara  comisarios  capaces  de  regularizar  un 
poco  su  servicio,  y  en  cumplimiento  nombró  dos  que 
recorrieron  los  puertos  y  dieron  instrucciones  verbales 
acerca  de  los  derechos  que  se  habían  de  cobrar,  de  la 
manera  como  se  habían  de  llevar  los  cuadernos,  y  de 
los  tiempos  en  que  deberían  remitirse  los  derechos 
recaudados  á  la  caja  de  Ai  ügas.  Como  los  comandantes 
habían  sido  los  administradores  de  la  hacienda  en  los 
pueblos,  y  como  cada  uno  de  ellos  había  procedido 
imitando  á  Otoiigués,  Barreiro  les  retiró  esa  facultad» 
contiándola  á  ftihcionarios  civiles. 

Obraba  en  todo  dictatorialmente,  dando  á  sus  actos  el 
tinte  sombrío  que  tenía  su  persona,  y  sin  inspirar  con- 
fianza ni  cuando  hacía  algo  bueno;  pero,  diiería  tanto 


üigiiized  by  Google 


430  BOSQUEJO  HISTÓRIOO 

hu  aduuiji^stración  de  la  de  Otor^és,  que  todos  se  felici- 
taban par  el  cambio,  aunque  pocos  estuvi^oa  satis- 
fecboe. 

Á  fines  de  1815  habfan  penetrado  en  la  Banda  Oriental 

partidas  exploradoras  del  ejército  portugués,  que  anun- 
ciaban una  invasión  más  ó  menos  próxima.  Á  princi- 
pios de  1816  no  hubo  la  menor  duda  de  que  los  portu- 
gueses atacarían  la  provincia.  Barreiro  desplegó  con 
tal  motiTO  todas  las  cualidades  de  sa  carácter.  Se 
preparó  con  ^ran  actividad  para  l.i  defensa,  pero  tam- 
bién con  la  crueldad  que  había  en  el  fondo  de  sus  senti- 
mientos. Amenazó  con  molidas  severas  á  los  enemigos 
de  Artigas,  encarceló  á  muchos,  envió  á  otros  mochos 
á  Purifíctición,  lugar  de  suplicio  que  Artijj^as  tenía  en 
el  Hervidero,  marpen  del  Uruguay,  y  se  eusaüó  parti- 
cuiaruicnte  con  porte&os  y  españoles. 

Renació  el  terror  y  abundaron  pronto  los  enemigos 
del  Delegado  de  Artigas,  no  sólo  en  el  pueblo»  sino 
también  en  la  tropa  urbana.  El  Cabildo,  que  debía  ser 
autónomo  [)or  su  constitución,  carecía  de  libertad  en 
absoluto;  pues,  presidido  por  Barreiro,  no  se  atrevía  á 
autorizar  ni  á  hacer  más  que  lo  que  su  inflexible  presi- 
dente qoisiera.  De  donde  se  siguió  que  también  en  este 
cuerpo  tuviera,  aquel,  personas  desafectas. 

Se  manifestaron  públicamente  tales  aversiones  con 
ocasión  de  la  orden  que  dió  Barreiro  para  que  saliese  á 
campafia  el  batallón  de  cívicos.  El  cuerpo  se  sublevó, 
rediyo  á  prisión  á  Barreiro  y  á  varios  ciudadanos  adic- 
tos al  delegado,  entre  los  cuales  se  eontal)an  el  regidor 
defensor  de  pobres,  el  secretario  del  Cabildo  y  el 
comandante  de  la  artillería.  (Madrugada  del  3  de 
Septiembre.) 

El  Cabildo  se  reunió  á  las  nueve  ¡le  la  mañana  del 
misino  día,  y  una  cantidad  de  pueblo  penetro  en  su  sala 
á  tratar  de  los  hechos  producidos.  Los  que  encabezaban 


Digilized  by  Goügle 


D£  hX  R£PÚfiU€A  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  43^ 

al  pueblo  expresaron  que  se  había  procedido  contra  el 
Delegado  y  sus  parciales  porque  se  habían  hecho  sospe- 
choflos,  porque  habían  ordenado  la  salida  del  cuerpo 
cívico,  7  «  por  otras  causas  no  menos  atendibles.  »  En 
seguida  loe  asistentes  manifestaron  sn  voluntad  de  que 
el  Cabildo  asumiese  el  •robiernr,  militar  y  político  de  la 
provincia.  El  Cabildo  contestó  que  acatando  el  manda- 
miento del  pueblo  soberano,  procedería  en  todo  con- 
forme á  stt  decisión. 

El  Cabildo  que,  si  bien  no  tenía  que  temer  á  Barreiro 
por  el  momento,  debía  temer  á  Artigas,  se  asusté  do  la 
posición  en  que  se  veía  colocado  y  trató  de  evolucionar 
de  modo  que  su  responsabilidad  quedase  salvada.  Dos 
dfas  después  los  presos  estaban  en  libertad;  los  del 
pronunciamiento  habían  ido  á  la  cárcel  ó  recurrido  á  Li 
fuga;  y  el  Cabildo  daba  un  manifiesto  al  público  pro- 
testando que,  si  había  tomado  el  gobierno,  había  sido 
por  evitar  mayores  trastornos,  pero  que  restablecido  el 
sosiego,  debía  continuar  ejerciéndolo  el  señor  Delegado 
del  Capiiíin  general  y  protector  de  los  orientales,  don 
José  Artigas. 

Los  acontecimientos  militares  que  fliera  de  Montevi- 
deo se  desarrollaban  determinaron  á  Barreiro  á  aban- 
donar la  ciudad  en  la  noche  del  18  de  Enero  de  1817, 
dejando  al  Cabildo  encargado  del  gobierno. 

Así  terminaron  los  dos  años  que  duró  el  régimen 
artíguista  en  Montevideo. 

CLXXXI.  -  La  aaU>€raeU  de  ArUgas  (1815-1816) 

Artigas  se  encontró,  cuando  entró  en  la  vida  pública, 
con  ayuntamientos  en  los  pueblos,  con  comandantes  en 
algunos,  y  con  gobernador  en  Montevideo,  y  no  alteró 

esta  organización  en  los  dos  años  en  que  la  capital  del 
Uruguay  estuvo  Ubre  de  autoridades  nombradas  por 


üigitized  by  Google 


432 


BOSQUEJO  HISTÓRICO 


gobiernos  es])arioltís,  argentinos  ú  portug-ueses,  en  los 
dos  auos  en  que  la  Banda  Oriental  pudo  constituirse  j 
gobernarse  como  hubiese  querido.  Como  no  ae  prestaba 
obediencia  á  ningún  poder  superior  de  fliera  del  teñí* 
torio,  y  la  organización  preexistenie  requeiia  uno,  se 
lo  arrogó  Artigas;  por  manera  que  él  fué  l'I  jefe  déla 
administración  pública»  de  quien  dependían  el  gober* 
nador»  ios  comandantes  y  todos  los  demás  ñincioiiaríús, 
como  en  1814  habían  dependido  del  Directorio  de  Bue- 
nos Aires,  y  como  anteriormente  habían  dependido  dd 
virrey. 

£n  todo  estado  hay  un  jefe  de  la  administración;  pero 
los  estados  salvcges»  los  bárbaros  y  los  civilizados  difie- 
ren á  este  respecto  en  que  los  jefes  de  los  primeros 
reúnen  en  sí  solos  todas  ks  funciones  administrativas, 
como  se  v<  >  en  ios  caciques  de  las  tribuSt  ios  jetes  de  ios 
otros  estados  dividen  esas  fiinciones  entre  varios  fim- 
'  cionarios  de  competencia  especial,  cuya  división  es 
tanto  mayor,  cuanto  más  se  aleja  el  estado  del  salva- 
jismo y  más  se  acerca  al  grado  raás  adelantado  de 
civilización.  Tales  son  los  poderes ^  y  aun  los  ministros 
y  ciertas  reparticiones  que  funcionan  con  más  ó 
menos  libertad,  á  los  cuales  están  subordinados  los 
demás  funcionarios.  Artigas  no  instituyó  ninguna 
repartición  de  esta  clase,  ni  tuvo  ministros.  No  com- 
partió el  gobierno  con  nadie :  era  poder  ejecutivo  y 
judicial.  Es  así  que  pedía  cuenta  al  Cabildo  de  sus 
menor^  actos,  y  le  ordenaba  lo  que  había  de  hacer  en 
cada  caso;  instruía  á  Barreiro  hasta  de  los  cueros  que 
había  de  reclamar  á  determinadas  pei^nas  y  de  las 
confesiones  que  les  había  de  exigir;  disponía  que  se 
«confiscasen  los  bienes  á  éste,  que  se  castígase  con  tal 
pena  al  otro,  que  se  impusiese  tal  indemnización  al  de 
más  allá;  y  no  pocas  veces  condenaba  á  muerte  en  su 
propio  campamento  sin  forma  de  juicio,  como  lo  hizo 


üigiiized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  433 


con  Don  José  Pedro  Gorría  (jefe  de  unas  fuerzas  corren- 
tinas  que  cayó  prisionero  en  una  acción  de  guerra),  en 
su  cuartel  general  á  los  dos  meses  de  tenerlo  preso. 

El  centralismo  de  su  poder  fué  tan  riguroso,  que 
privó  á  los  cabildos  de  la  autonomía  que  tuvieron  mien- 
tras dominaron  los  españoles,  y  los  convirtió  en  ejecu- 
tores serviles  de  sus  órdenes,  por  manera  que  todos  los 
funcionarios  estaban  estrechamente  subordinados  á  su 
voluntad. 

La  policía,  la  justicia,  todos  los  ramos  de  la  adminis- 
tración habían  estado  descuidados  completamente.  Ba- 
rreiro- atribuyó  el  hecho  á  que  esas  funciones  se  ejercían 
gratuitamente,  y  propuso  á  Artigas  se  resumiesen 
en  un  solo  hombre.  Pero  el  Jefe  de  los  orientales 
no  acogió  la  indicación,  juzgando  que  no  habría  como 
retribuir  sus  servicios,  ni  sería  fácil  hallar  quien  los  pres- 
tase mereciéndole  confianza;  y  aun  cuando  lo  hubiese, 
sería  difícil  que  el  pueblo  tuviera  la  capacidad  de  dar 
con  él ;  en  tanto  que,  desempeñándolos  el  Cabildo,  aun- 
que sus  miembros  no  habían  inspirado  la  mayor  con- 
fianza, podrían  satisfacer,  debido  á  que  aquella  corpo- 
ración 710  tenia  otra  misión  que  la  de  ejecutar,  y  á  que 
influiría  en  su  conducta  la  presencia  de  Barreiro  y  de 
Rivera. 

Los  cabildos  se  guardaban  muy  mucho  de  no  salir  de 
su  papel  de  meros  ejecutores  de  las  órdenes  de  Artigas, 
y  de  no  atender  la  presencia  de  gobernadores  y  coman- 
dantes ;  pero,  á  pesar  de  tan  sumisa  obediencia,  solían 
ser  objeto  de  terribles  reconvenciones  y  amenazas,  que 
hacían  temblar  á  los  infelices  capitulares.  Véase  un 
caso.  El  cabildo  de  Montevideo,  que  era  el  más  inteli- 
gente de  todos,  había  recibid  '  leí  Protec- 
tor en  Mayo  de  1815  y  dádod^  '  m^ior 
modo  que  pudo  ;  mas,  como  ; 
empeño,  á  comply-"' 


434  BO¿>QU£JO  HISTÓRICO 

bi4  comunicaciones  severlsimas  que  «  lo  Ueparai  de 

sorpresa  y  sentimiento  ^  por  la  dureza  de  los  it-rminos, 
persuadido  como  estaba  de  ([ue  «  no  había  hecho  más 
que  adherirse  á  las  ideas  del  general  y  observar  perso* 
nalmente  sos  órdenes  i».  La  desazón  ñié  tan  grande, 
que  el  caMMo  se  apresuró  á  nombrar  al  regidm*  don 
Antolín  Reyna  y  al  cura  vicario  dou  Dámaso  Vnioiiio 
Larrañaga  para  que  se  trasladaran  al  campo  de  Arti- 
gas, (en  la  costa  del  Uruguay)  y  lo  convencieran  de  que 
«  el  Ayuntamiento  abrigaba  sinceros  sentimientos  por 
la  felicidad  de  la  provincia  y  de  lo  dispuesto  que  estaba 
á  respetar  y  á  hacer  respetar  sus  órdenes  »>.  Y  como  el 
Cabildo  temiese  que  ni  esta  embajada  bastaría  para 
aplacar  las  iras  del  Protector,  aprovechó  la  ocasión  de 
haber  fhllecido  Blas  Basualdo,  gran  teniente  dé  Artigas, 
para  ordenar  que  se  le  hicieran  en  la  iglesia  Matriz 
*í  los  honores  correspondiL  iiies  á  su  clase  con  toda  la 
pompa  y  sol&nmdad  posibles*  n  Y  por  abundar  más  en 
pruebas  de  adhesión  y  carifio  resolvió  á  los  pocos  días, 
haciendo  constar  que  «  por  unánime  consentimiento,  » 
se  enviase  al  Capitán  general  ^  ixa  equipaje  de  vestido 
para  que  remediase  su  necesidad.  ^ 

Los  diputados  Larrañaga  y  Rey  na  avisaron  que 
habían  cumplido  satisfiictoriamente  su  cometido, 
habiéndose  inclinado  el  general  á  la  clemencia  «  pi^ri- 
niendo  que  nada  habrían  hecho  si  no  trataba  el  Apun- 
tamiento de  dar  cumplimiento  inmediato  á  cuanto  él 
dispusiera  s».  Pero  la  clem^cia  no  impidió  que  ál 
mismo  tiempo  que  la  comunicación  de  los  enviados  reci- 
biese el  Galttldo  otra  del  mismo  Artigas  «  quejándose 
fuertemente  porque  aquél  no  cumplía  sus  órdenes  » 
como  debía. 

Se  vé  que  Artigas  no  concibió  oiganizadóa  gnbenia^ 
tiva  propia  de  pueblos  civilizados,  ni  aun  de  pueblos 

bárbaros ;  que  desnaturalizó  las  inidüiuciones  más  res- 


üigiiized  by  Google 


DE  LA  REPÚBLICA  ORIENTAL  DEL  URUGUAY  435 

petaUes  que  d^aron  los  Españoles;  y  qao  mandó 
exaetiuMiite  como  cualquiera  cacique  hubiera  mandado 

una  extensa  tribu  diseminada  en  siete  mil  leguas  de 
territorio. 

Los  puebLos  salvajes,  bárbaros  y  civilizados  difieren 
también  entre  sí  en  qu